PARTIDO COMUNISTA DEL PER� - Patria Roja
VII CONGRESO NACIONAL
Documentos
� INFORME POL�TICO
� PROGRAMA
Entregamos a los militantes y a la opini�n p�blica el Informe Pol�tico y el Programa que aprob� el VII Congreso luego de un debate previo de seis meses. Su importancia para el Partido es fundamental, pues ambos documentos guiar�n su trabajo a lo largo de los pr�ximos a�os.
El Congreso se realiz� los primeros d�as de noviembre del 2000, raz�n por la que su apreciaci�n del momento pol�tico y sus conclusiones para el manejo t�ctico responden a esa circunstancia en que no estaba del todo claro el proceso de transici�n iniciado, luego de la convocatoria adelantada de elecciones por parte del ciudadano japon�s Fujimori que gobern� el pa�s�� con el respaldo de los militares y los grandes empresarios que hegemonizaron la CONFIEP.
El Partido necesitaba contar con un� programa actualizado. El que aprobamos en el V Congreso era ya insuficiente para dar respuesta a la nueva situaci�n. Esto es lo que abord� el VII Congreso. Tarea nada f�cil ni simple. Todo lo contrario. Por las circunstancias se�aladas y porque la utilidad de un programa no termina con su aprobaci�n, es menester ahora organizar su estudio ordenado y constante a fin de tener� idea precisa de sus contenidos, y con el prop�sito de convertirlo en la �bandera de lucha� de los comunistas y el pueblo en� respuesta a la ofensiva del capital y el neoliberalismo.
El informe pol�tico se�ala las tareas a realizar y los objetivos a alcanzar. Sin tales tareas, pol�ticas, m�todos,� asimilados y llevados a la pr�ctica, no lograremos ni la unidad de orientaci�n que necesitamos ni la unidad en el terreno pr�ctico. La fuerza de un partido radica en la justeza de sus objetivos, t�ctica, planes y tareas, pero igualmente en la voluntad y en� la acci�n unificada de sus integrantes para llevarlos a los hechos.
El VII Congreso ha hecho el balance de lo actuado entre congreso y congreso. Ha valorado los �xitos del VI Congreso como sus avances;� ha se�alado igualmente las deficiencias, carencias o errores producidos. Esta actitud cr�tica es indispensable para examinar los puntos d�biles a superar, pero tambi�n para valorar los aciertos� que no son pocos.
El Estatuto aprobado ya est� en circulaci�n. Corresponde a los organismos, cuadros y militantes asumir sus contenidos y luchar para traducirlos en orientaciones y normas de trabajo cotidiano. En conjunto, suman tres los documentos fundamentales del VII Congreso, todos ellos muy importantes. Separarlos, olvidando que todos son parte de un mismo prop�sito, ser�a un grave error.
Los documentos del VII Congreso no anulan las decisiones de los congresos pasados, sino en aquello que ha sido materia de debate y resoluci�n. Por ejemplo, contin�a vigente la l�nea general aprobada por el V Congreso.
Finalmente, acompa�an como ap�ndice dos documentos: la Resoluci�n Pol�tica del Primer Pleno del VII Congreso, y el Manifiesto que difundi� el Bur� Pol�tico en febrero pasado. En ambos documentos se aborda la situaci�n pol�tica y la t�ctica espec�fica iniciado el post fujimorismo, asunto que no examin� el Congreso por las razones ya explicadas.
Hacemos un llamado caluroso a los militantes del Partido, simpatizantes y amigos a unirnos en torno de las decisiones del VII Congreso, actuando como un solo pu�o para asegurar el cumplimiento de sus decisiones. Hacia del futuro se abren las mejores condiciones para la recuperaci�n de la izquierda peruana y para la reconstrucci�n del Partido. Prepar�monos para recoger los frutos de la lucha.
Lima, abril del 2001.
Alberto Moreno Rojas
Secretario General
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DEL� PARTIDO COMUNISTA DEL PERU
(PATRIA ROJA)
PRESENTADO POR EL CAMARADA
�ALBERTO MORENO EN REPRESENTACI�N DEL COMIT� CENTRAL
Camaradas:
El VII Congreso del Partido tiene la singularidad de ser el puente entre dos siglos en la historia pol�tica nacional y en la del propio Partido. Hacia atr�s tenemos una historia de 72 a�os desde el momento de su fundaci�n en octubre de 1928. A lo largo de ella alcanzamos importantes �xitos, tambi�n hubieron errores, derrotas y divisiones de consecuencias graves para su unidad y desarrollo. El resumen hist�rico de ese proceso est� por hacerse.
Nos esperan retos enormes que plantea a la humanidad -y tambi�n al Partido- el ingreso al siglo XXI. Siglo que, con seguridad,� estar� marcado por cambios sorprendentes y bruscos virajes a escala mundial y nacional. Lo que hoy parece dominante y estable,� no lo ser� necesariamente ma�ana. Necesitamos vislumbrarlos y encontrarnos preparados en lo ideol�gico, pol�tico, cultural y organizativo, para enfrentar esta realidad con la inteligencia, la claridad y la firmeza que permite contar con una base te�rico-cient�fica, como es el marxismo-leninismo, y la experiencia acumulada a lo largo de 7 d�cadas por el Partido.
El �nico principio inmutable en todas las esferas de la actividad humana es que TODO ESTA EN MOVIMIENTO Y SUJETO A CAMBIO. Esto rige tambi�n para el Partido,� su t�ctica, sus m�todos de trabajo y de direcci�n, sus formas organizativas. Si las condiciones de la lucha y la correlaci�n de fuerzas cambian, deben tambi�n cambiar los medios y las formas de acuerdo con la nueva situaci�n. El inmovilismo, la rutina, el quedar amarrados a lo establecido cuando se modifican la circunstancia y las condiciones de la lucha, equivalen a la sumisi�n al movimiento espont�neo, a la par�lisis del pensamiento y la acci�n creadora, a la p�rdida de la iniciativa pol�tica, afectando seriamente� la� conducci�n revolucionaria como la construcci�n del Partido.
Con esta afirmaci�n no estamos dando libre curso al relativismo, a la creencia de que s�lo interesa el momento, la coyuntura, la particularidad en desmedro de la situaci�n de conjunto, lo que s� ser�a un grave error dado que se pierde de vista� la totalidad del proceso, las leyes objetivas, la trabaz�n dial�ctica entre la parte y el todo, entre causa y efecto.
Necesitamos darnos cuenta que se han producido y continuar�n produci�ndose cambios importantes en diversas direcciones de la actividad humana, y tambi�n en el �mbito de la econom�a y la pol�tica. El siglo al cual ingresamos no ser�, definitivamente, el territorio de la armon�a� bajo el dominio del capital y el imperialismo. Esta es una ilusi�n que carece de fundamento. El llamado fin de las ideolog�as es tambi�n una ideolog�a en cuya base est� la creencia en la eternidad del capitalismo y en la imposibilidad de un nuevo sistema econ�mico y social capaz de superarlo. Esta conclusi�n no corresponde a la realidad.� En esta cuesti�n convergen como hermanos siameses tanto neoliberales a ultranza como los abanderados de la �tercera v�a� o �nuevo centro� que promueven Clinton, Blair, Schr�eder. Los une la defensa del capitalismo y el imperialismo, as� como su p�nico inveterado al socialismo.
La Revoluci�n de Octubre inici� un nuevo� ciclo en la historia de la humanidad y el socialismo. La URSS, bajo la conducci�n de Lenin, demostr� su viabilidad. De teor�a� fundamentada por Marx y Engels se convirti� en realidad, en demostraci�n concreta, es verdad que compleja, dif�cil, conflictiva, como toda gran obra humana que trastrueca el mundo desde sus goznes. 7 D�cadas despu�s se derrumb� por la ofensiva� del capitalismo, pero sobre todo como resultado de la traici�n y los errores en el seno del propio partido fundado por Lenin y en la conducci�n del Estado socialista. Esta victoria transitoria del imperialismo es presentada por sus defensores econ�micos, pol�ticos, ideol�gicos y culturales como la liquidaci�n te�rica y pr�ctica del socialismo y como la se�al de que el capitalismo nos acompa�ar� por los siglos de los siglos. Vana ilusi�n. Ahora mismo el mundo constata, por experiencia vivida, c�mo el imperialismo y el capitalismo, �vidos de ganancia,� arrastran a la humanidad a la barbarie.
Por el momento la correlaci�n de fuerzas favorece al imperialismo que no cesa de expandir su dominio sobre el mundo. �Globalizaci�n�, �pensamiento �nico�, �fin de las ideolog�as� , �liquidaci�n del marxismo y el socialismo�, �mercado capitalista perfecto�, �uniformizaci�n cultural�, intervencionismo en �defensa de los derechos humanos�, consumismo desenfrenado, individualismo e irracionalismo , entre otros, son anti-valores que inundan� el mundo� apoy�ndose en el control medi�tico que ejercen los monopolios. Sin embargo, nuevas revoluciones de Octubre maduran en las mismas entra�as del capitalismo y el imperialismo y� en los pa�ses del Sur expoliado, excluido y empobrecido. Los reveses sufridos por el socialismo no invalidan su necesidad hist�rica, de la misma manera que los �xitos y ventajas transitorios del capitalismo no desaparecen� sus� contradicciones fundamentales, que siguen siendo insolubles en los marcos del mismo capitalismo.
La d�cada que culmina ha puesto al descubierto la fragilidad ideol�gica, te�rica, program�tica y �tica de camadas enteras de revolucionarios peruanos, constatando el paso de muchos de ellos al liberalismo, al reformismo, en suma,� al� oportunismo. El transfuguismo pol�tico tan desenfrenado ahora, incentivado por el pragmatismo neoliberal, donde todo, incluso las convicciones ideol�gicas, se convierten en mercanc�a, hace mucho que hizo estragos en las filas de la izquierda. Sobran los argumentos y pretextos absurdos para justificarlo.� Esta experiencia debe llevarnos a una seria reflexi�n y al examen de sus causas, para establecer sus consecuencias y los ant�dotos del caso. Lo que queda claro es que muchos se aproximaron al marxismo arrastrados por la ola expansiva del movimiento social y el auge de las ideas socialistas y antiimperialistas. No fue el marxismo que asumieron, sino la ilusi�n del pronto advenimiento de la revoluci�n. Cuando esta ola pas� se aflojaron tambi�n sus entusiasmos iniciando la di�spora que los ha colocado en todas las tiendas pol�ticas, aup�ndose all� donde pod�an obtener mayores� ventajas. La emoci�n social o la radicalidad no siempre coinciden con el marxismo leninismo, ni significan solvencia socialista.
La fase m�s cr�tica del reflujo, afortunadamente, est� terminando. Ingresamos en un nuevo per�odo cuyas posibilidades para la recuperaci�n y expansi�n del movimiento revolucionario son considerables. De los comunistas depender� si las lecciones son aprendidas y si estamos en capacidad de dar el salto audaz que necesitamos para colocarnos a la cabeza del descontento popular y de la lucha por el cambio social que el Per� necesita.
Definitivamente, el pa�s est� urgido de� cambios. No es posible dar un paso serio adelante sin echar abajo toda la armaz�n econ�mica, pol�tica y polic�aca construida por la dictadura y el neoliberalismo. El pueblo peruano, en grado creciente, intuye que las cosas no deben quedar como est�n. Pero no encuentra a�n la br�jula que lo oriente. Ese es el mensaje de fondo de las elecciones de abril del 2000 expresado en las movilizaciones espont�neas de cientos de miles de peruanos contra la dictadura y contra el fraude, resignados a marchar detr�s de candidaturas de derecha o centro derecha� que no los entusiasma pero que no pueden evitar porque no les queda otra opci�n. Entre dos males prefieren lo que consideran el menor.
M�s� all� de las vicisitudes que debimos enfrentar a lo largo de estos a�os, el Partido tiene el m�rito hist�rico de haberse mantenido firme en sus convicciones y defendido sin vacilaciones ni temores cobardes las banderas del socialismo y el comunismo, las banderas del marxismo leninismo, las banderas de Jos� Carlos Mari�tegui. Pero ser�amos ilusos si crey�ramos que eso es suficiente. Sobre esa base necesitamos abrirnos a las nuevas condiciones de la lucha de clases, trabajar con audacia de cara a las masas, aprender a practicar la pol�tica grande y disputar la direcci�n en todas las esferas de la vida econ�mica, social, pol�tica, te�rica, cultural y �tica. Aprender, en suma, a sumar fuerzas reconstruyendo la izquierda, encontrando canales de comunicaci�n y unidad de acci�n con los sectores democr�ticos, patri�ticos y progresistas del pa�s;� a construir un partido revolucionario� de masas rompiendo la caparaz�n que significan� el espontaneismo, el movimientismo, el economicismo, el burocratismo, el sectarismo o la rutina.
Tendamos� la mirada al amplio horizonte. La d�cada que se inicia distar� mucho del per�odo de reflujo que debimos soportar. Ser�, definitivamente,� una d�cada de obligada redefinici�n de fuerzas pol�ticas, de reconstrucci�n del tejido social y sindical, de recuperaci�n y expansi�n de la izquierda y el socialismo. En suma, de� intensa lucha de ideas y de alternativas, si estamos en disposici�n y capacidad de darla. Depender� de nosotros conseguirlo si sabemos ubicarnos en el lugar que corresponde, aprovechando las condiciones favorables que se ir�n presentando.
El VII Congreso del Partido,� los primeros congresos del MNI y la JP� se llevar�n� a cabo en el curso de este a�o y principios del pr�ximo. El congreso de la CGTP y la FEP� tendr�n igualmente una importante influencia en la recuperaci�n del movimiento obrero y estudiantil. La presencia activa de los frentes regionales as� como su orientaci�n correcta, es una tarea de primer orden que el Partido debe tomar en sus manos. Cada uno de estos acontecimientos constituyen herramientas valiosas para alcanzar la unidad y la dinamizaci�n del movimiento popular.
La vida nos convence que el socialismo, como teor�a revolucionaria y cient�fica y como proyecto de transformaci�n social y humanizador, no est� terminado. Apenas comienza su larga marcha hacia la emancipaci�n del ser humano del yugo de la explotaci�n y la opresi�n capitalista e imperialista, de la extrema polarizaci�n social que caracteriza el mundo, de la enajenaci�n que transforma al ser humano en mercanc�a y en irracional y destructiva su relaci�n con su medio ambiente. Esta lucha tit�nica, a escala planetaria y dentro de las fronteras de cada pa�s, marcar� el siglo que ingresa, independientemente de las circunstancias, formas, intensidad y actores que participen en ella.
En este contexto y con estos sentimientos� realizamos el VII Congreso. Un Congreso de unidad,� de reconstrucci�n y de avance sostenido del Partido. Un Congreso de cara al siglo XXI. Somos optimistas; tenemos razones para serlo. Tambi�n realistas, con los pies puestos sobre la tierra.
I. NUESTRA POLITICA INTERNACIONAL
Debemos ocuparnos de los aspectos m�s importantes de la situaci�n internacional, precisando que este punto est� considerado en este informe y, en especial, en el Programa. Esto es as� porque, conforme lo aprobamos en el VI Congreso Nacional, seguimos viviendo en la �poca del imperialismo, forma desarrollada del� capitalismo, y, por ser nuestro pa�s parte de este sistema por nuestra evoluci�n interna y por la penetraci�n imperialista internacional,� en condici�n de� neocolonialidad.
Al ratificar nuestra L�nea General B�sica, aprobada en el V Congreso Nacional, estamos reafirmando� que los factores internos son lo fundamental para la� elaboraci�n y �xito de nuestras pol�ticas, lo que de ninguna manera supone desconocer el factor externo, dado que son interdependientes. Es, adem�s, resultado de la correcta apreciaci�n de la situaci�n pol�tica internacional despu�s de la ca�da del �Muro de Berl�n� y la desaparici�n de la Uni�n de Rep�blicas Socialistas Sovi�ticas (URSS).
Cuando la situaci�n internacional era favorable al cambio m�s o menos r�pido, este aspecto era considerado de manera prioritaria en los documentos. Pero es justo se�alar que esta prioridad correspond�a, en muchos casos, al� seguidismo de muchos partidos, o a la preponderancia que se daba al desarrollo de la lucha nacional a partir de los �xitos en el Movimiento Comunista Internacional (MCI).
Nuestro� Partido aprob� su Pol�tica Internacional en el� II� Pleno del Comit� Central� del V Congreso, y, sus reajustes y L�nea Internacional en la Resoluci�n y un documento especial en el VI Congreso Nacional. Consecuentes con tales principios y el mandato expreso del� VI Congreso, hemos desarrollado pol�ticas concretas expresadas en circulares, art�culos en nuestro �rgano central, resoluciones del Comit� Central y ponencias para� encuentros internacionales. Debemos atender� el estudio de �stos, en particular la ponencia� � Una� Mirada al Mundo de Hoy�, presentada al Seminario Internacional� de Partidos y Organizaciones Revolucionarias� de Quito, Ecuador, el a�o pasado.
Con relaci�n al� documento de L�nea Internacional, la Secretar�a de Relaciones Internacionales del CC ha asumido su responsabilidad en la� imposibilidad de publicarlo. Es necesaria la elaboraci�n de un documento que difunda la l�nea internacional� aprobada en� el VI Congreso porque mantiene su vigencia, y,� tambi�n, una evaluaci�n completa� de la� situaci�n�� pol�tica internacional y� el balance de nuestra pol�tica internacional desde la ruptura del MCI en 1963.�
1.- LA� POLITICA INTERNACIONAL EN EL MUNDO� �UNIFICADO�
La llamada �Globalizaci�n� (de Globe, en ingl�s) o �Mundializaci�n� (de Monde, en franc�s) nos trata de imponer el� Pensamiento Unico neoliberal en un mundo �unificado� que, por el desarrollo de la revoluci�n� cient�fico-t�cnica, se habr�a convertido en una �aldea� global�.� Este proceso no est� concluido y nos remite al hecho real que se produce con la revoluci�n en las comunicaciones. El proceso de internacionalizaci�n del capital es un suceso hist�rico que Marx ya lo demostr� en el Manifiesto Comunista y que hoy se realiza en� su forma de predominio del capital financiero y especulativo.
Seg�n sus patrocinadores, en las relaciones internacionales los factores econ�micos han sustituido a los factores pol�ticos. El objetivo es hacer cumplir el� rol� pol�tico� que asumen abiertamente los organismos multilaterales de car�cter econ�mico, como el Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y otros, con el fin de imponer� la pol�tica econ�mica imperialista, el neoliberalismo; aunque est� sufriendo cambios ante su fracaso� en todas partes.
El programa neoliberal, para pa�ses como el nuestro,� procura la adecuaci�n de los estados, como fue la pol�tica exterior de �reinserci�n� en el Per�, a la reestructuraci�n del capitalismo y a la garant�a del pago de la Deuda Externa. En los �ltimos tiempos� vemos� que se impone un nuevo discurso: lucha contra la pobreza, contra la corrupci�n, gobernabilidad, pol�tica social, etc. El eje de la pol�tica� es el mismo, es decir, reducir el rol social y econ�mico del Estado, aunque para imponerla a los pueblos no� pueden prescindir de aquel. Sin embargo las desigualdades crecieron� y las metr�polis imperialistas nunca han dejado de lado el proteccionismo.
Esto ha� creado un nuevo colonialismo �que analizamos en el Programa- en el que los estados pierden cada vez m�s autonom�a en decisiones econ�micas y sufren una fuerte presi�n� en� las decisiones pol�ticas de car�cter internacional, mientras crece el papel de las transnacionales y la omnipotencia de las principales potencias imperialistas, con el norteamericano a la cabeza.
2. - LA LUCHA POR LA HEGEMONIA EN LA �ALDEA GLOBAL�
El proceso de �globalizaci�n�� corresponde a una fase de la crisis general del sistema capitalista y hab�a sido previsto por los fundadores del� Marxismo. Es la forma que toma el proceso del necesario desarrollo incesante de las fuerzas productivas para la garant�a de la existencia de la� burgues�a. Las crisis financieras que hemos visto en este periodo as� lo confirman, otra cosa es su transformaci�n� en crisis pol�tica y la posibilidad de su salto a crisis revolucionaria.
Esto nos lleva a la ratificaci�n de la tesis aprobada en el VI Congreso Nacional, en el sentido� que la tendencia mundial� sigue siendo la revoluci�n. El capitalismo no sobrevivir� y la lucha por� superarlo contin�a porque subsisten� las causas que generan las crisis. Pero igualmente advertimos que el capitalismo es a�n capaz de reproducir las relaciones de producci�n� sobre las cuales creci�.
Es as� como se gesta la llamada �Tercera V�a� o �Nuevo Centro�, ya no intermedio a los dos sistemas sino dentro del� capitalismo neoliberal, ya fracasado, como sustituto del anterior tercer� camino socialdem�crata. Los impulsores son los jefes pol�ticos de Estados Unidos y el Reino Unido, los mismos que hicieron� la� agresi�n� salvaje a Irak y a� la Rep�blica Federal de Yugoslavia sin el menor respeto del Derecho Internacional, ni siquiera buscando una autorizaci�n� del Consejo de Seguridad de la� ONU. No s�lo reafirman el rol� de gendarme internacional que siempre asumi� el imperialismo sino que ahora quiere convertirse en el guardi�n de la justicia internacional� y en� el supuesto protector de los derechos humanos, sin respetar la soberan�a� de los pa�ses peque�os o medianos.
El periodo que se vive sigue siendo de predominio del� imperialismo norteamericano, la llamada �unipolaridad� (no hay� nada de un� polo); pero por la vigencia de la ley del desarrollo desigual del capitalismo y la disputa imperialista por el reparto del mundo se mantiene la� contradicci�n entre los grupos monop�licos. A nivel econ�mico la lucha es abierta buscando controlarla mediante� convenios internacionales y organismos de control y equilibrio� como� la Organizaci�n Mundial de Comercio. Los otros aspectos son vistos en el club de las potencias: el Grupo de los Siete, G7, o en el contubernio de los poderosos que se expresa en acuerdos secretos o los� llamados �consensos�.
La� lucha� entre las potencias tambi�n tiene un aspecto encubierto que corresponde al nivel pol�tico.� Es la estrategia que impone EEUU para enfrentar a los estados �parias�, es decir los estados que se resisten a la prepotencia imperialista� (lo que no implica� descartar otros posibles escenarios, en particular la estrategia de largo plazo para enfrentar a la RP China). Esto se empez� a ver cuando EEUU llev� adelante su operaci�n �Tormenta del Desierto�� en Irak y se produjo la �Guerra del Golfo�, cuyo verdadero objetivo era controlar el paso del petr�leo y someter a su estrategia a Jap�n y Europa. Tambi�n se puede apreciar en su permanente amenaza y chantaje a la RPD de Corea, aunque ah� no ha llegado a m�s por la pol�tica firme, y a la vez� flexible, del� Partido del Trabajo de Corea.
En general se constata una estrategia de avance al Este para� continuar la ofensiva� contra los pa�ses socialistas y� que termina en China, sobre todo despu�s de los� fracasos ostensibles del neoliberalismo y la desilusi�n que sufrieron los pa�ses� de Europa Oriental. El instrumento es la Organizaci�n del Tratado del Atl�ntico Norte, OTAN.
En particular se constata esta� pol�tica de alcance universal, pero tambi�n de sometimiento de los otros imperialismos, con la cobarde agresi�n unilateral -quit�ndose la m�scara de legalidad de la ONU� usada en los casos anteriores- que realizaron los� EEUU y el Reino Unido al bombardear Irak en plena fiesta del Ramad�n, y, el a�o pasado, en igual forma,� a trav�s de la OTAN, la supuesta autorizaci�n para bombardear la RF de Yugoslavia.
La hegemon�a militar yanqui es indiscutible. La presi�n a sus �aliados� en estas guerras es para� ordenar el reparto del mundo y es la forma pol�tica que asumen las contradicciones interimperialistas. Esta contradicci�n va tomando otras formas en la confrontaci�n� con la Uni�n Europea� �Euro, comercio, �frica, etc.- donde la recuperada Alemania va tomando fuerza. En �la confrontaci�n�� con Jap�n prevalecen las disputas comerciales y en el caso de inversiones, Jap�n evita el choque; tal vez el desarrollo de la Asociaci�n Econ�mica Asia � Pac�fico, APEC, lleve m�s adelante a una disputa m�s abierta. El sometimiento pol�tico se da en el uso de su territorio para amenazar a la regi�n y, �ltimamente, en la participaci�n de Jap�n� como fuerza de disuasi�n� a la RPDC al recibir las armas desplazadas del Sur.
No nos equivocamos, como pretenden algunos, cuando en el VI CN� valoramos la existencia de las cuatro contradicciones fundamentales de la �poca y las tres corrientes internacionales fundamentales: la lucha por la construcci�n del socialismo, la lucha por la revoluci�n socialista� y la lucha por la revoluci�n nacional y democr�tica en los pa�ses del Tercer Mundo�
3. - LA TENDENCIA A LA MULTIPOLARIDAD
Este es otro de los aspectos importantes considerados por el� VI Congreso. La multipolaridad se abre paso� como perspectiva luego del fin de la bipolaridad sovi�tico-norteamericana, con el creciente enfrentamiento econ�mico de EEUU, la comunidad Europa, el� Jap�n, donde no hay que descartar la recuperaci�n de Rusia o el desarrollo de China. Lo se�alado en el punto 2 confirma la tendencia, y, pese a la� perspectiva de caos o derrotismo para algunos,� somos optimistas.
Pese a que existen zonas de conflicto que verdaderamente� amenazar�an al mundo con una� �Guerra Nuclear�, en particular la pen�nsula coreana y Cachemira, no parece haber peligro inminente de una conflagraci�n mundial, como s� lo percib�amos en el II Pleno del CC del V CN, ni la posibilidad de producirse� aprobada en el VI CN. Pese a la agudizaci�n de las contradicciones, los factores para una Guerra Mundial no aparecen porque los efectos de la confrontaci�n se est�n trasladando a los� m�s d�biles, a la vez que se controla su posible avance militar.
Cuando se pensaba que la �globalizaci�n� acabar�a con los nacionalismos aparecieron guerras nacionales y conflictos locales en la misma Europa. Es que los elementos de conflicto global no s�lo se reproducen a la escala local sino que los encubren. En cuanto a las guerras de liberaci�n nacional y/o democr�ticas no desaparecer�n. El triunfo� de la lucha en el Congo Democr�tico lo demuestra, como tambi�n la agresi�n que sufre actualmente por parte de sus vecinos y antiguos aliados. Ya hab�amos advertido en el VI CN que el imperialismo desarrollar�a su ofensiva contra los pueblos usando el pretexto del combate al terrorismo y al� narcotr�fico, porque eso le permitir�a fortalecer� sus fuerzas armadas aliadas. En Am�rica Latina esto se comprueba con la puesta en marcha del Plan Colombia.��������
Adem�s de la confrontaci�n� expresada subsiste una nueva contradicci�n. Nos referimos a la contradicci�n Norte - Sur� que existe entre los pa�ses desarrollados del Norte, que concentran cada vez m�s la acumulaci�n de capitales y usufruct�a la revoluci�n cient�fica y tecnol�gica, y, el Sur cada vez m�s pobre y excluido.
Ya se�al�bamos que si las econom�as del Tercer Mundo no lograran desarrollarse, habr�n repercusiones� en la expansi�n de� los pa�ses capitalistas desarrollados por un largo periodo, conforme se est� verificando actualmente, y, en asegurar de manera efectiva la paz y estabilidad mundiales.
Los bloques comerciales que se van afirmando en el mundo demuestran la validez de esta apreciaci�n; la �globalizaci�n� es m�s un aspecto� reservado a los pa�ses m�s desarrollados y dentro de los pa�ses pobres a un reducido sector que tiene acceso al mercado, quedando atr�s la gran mayor�a marginada. Entonces tenemos la agudizaci�n de la� contradicci�n Norte � Sur, que obliga a una cooperaci�n de los estados del Sur al margen de su orientaci�n social, y, a la conciencia de la necesidad de la integraci�n econ�mica regional, v�lida en particular para Am�rica Latina y el Caribe. A nivel pol�tico es necesario rescatar la vigencia del Movimiento� No Alineado y otros foros pol�ticos de cooperaci�n del Tercer Mundo. En este sentido fue importante la reuni�n de presidentes de Am�rica del Sur� de julio de este a�o, ya que se pudo resaltar los factores de cooperaci�n� del Sur frente a las amenazas y presiones de EEUU, sobre todo cuando se intenta comprometer a la regi�n� en sus planes de invasi�n a Colombia y en el control de la Amazon�a. Otra muestra de ello es el reconocimiento creciente de pa�ses, y en muchos casos de cooperaci�n, a Cuba, en su lucha contra el infame bloqueo imperialista norteamericano.
Los bloques econ�micos y pol�ticos se desarrollar�n� aun m�s, y esto conlleva al establecimiento de alianzas de alcance estrat�gico como lo es el acercamiento de la Federaci�n Rusa y la RP de China, que es un elemento nuevo en el� contexto internacional. La estrategia global de los EE.UU. se funda en el concepto de que el siglo XXI es de su hegemon�a como garante de la estabilidad y seguridad mundiales, sin contrapesos ni amenazas que la pongan� en peligro, basado en su poder�o militar, t�cnico y financiero. Esta visi�n hegemonista va a contracorriente de la tendencia objetiva: la multipolaridad y los consiguientes cambios en la correlaci�n de fuerzas, la disputa por mercados y� tensiones pol�ticas que est�n en curso. La configuraci�n de bloques econ�micos es parte de esta tendencia en desarrollo.
Es por eso importante luchar por� una pol�tica independiente y soberana, que afronte la presi�n imperialista y sus deseos de someter la dignidad de los pa�ses a sus designios. Los imperios, a lo largo de la historia, se han basado siempre en el principio de �divide y reinar�s�. La debilidad de los pa�ses del Tercer Mundo reside en su falta de unidad para defender sus derechos y actuar de conjunto, estimulada e impuesta por el imperialismo. La falta de unidad del mundo �rabe permite la prepotencia sionista en el conflicto palestino-israel�, apoyada por los Estados Unidos. Ocurre lo mismo en otras regiones del mundo donde cada pa�s por separado no est� en condiciones de enfrentar con �xito� la presi�n y chantaje de las potencias imperialistas, yanki� en particular.
4. - LA SITUACION POLITICA INTERNACIONAL� Y� EL
����� MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO
La situaci�n pol�tica internacional sigue estando marcada por la hegemon�a y prepotencia imperialista norteamericana, en alianza y contradicci�n� con los otros imperialismos. Este es un aspecto del problema. El otro, es que los pueblos, en condiciones desiguales, siguen luchando por la independencia, la democracia y un nuevo orden mundial.
La desaparici�n del Campo Socialista� a principios de los a�os 60 represent� un duro golpe para la revoluci�n y dio paso al hegemonismo sovi�tico que transform� la ofensiva contra el socialismo en la contradicci�n Este-Oeste. La URSS fue derrotada y desapreci�.�
El Movimiento Comunista Internacional� se dividi� en 1963. Con las sucesivas divisiones desapareci� como fuerza organizada. Le corresponde a los partidos comunistas que se mantienen en el Poder la defensa del Socialismo. Apoyamos a los partidos comunistas que dirigen los Estados socialistas en China, Cuba, Viet Nam, Corea, Laos.
El Movimiento de Liberaci�n Nacional tambi�n ha recibido los embates de la ofensiva capitalista. La garant�a de este movimiento est� en la intensificaci�n de su resistencia y lucha, el fortalecimiento de su coordinaci�n y unidad y en la continuidad� al porvenir socialista. Ratificamos nuestra permanente solidaridad y apoyo a este movimiento, del cual formamos parte.
Aunque debilitado en las dos �ltimas d�cadas, el movimiento se mantiene adecu�ndose al contexto actual y ha obtenido importantes triunfos. Sin entrar a un an�lisis detallado mencionaremos algunos.
En Africa del Sur la lucha popular y la resistencia armada lograron poner fin al Apartheid y� su l�der Nelson Mandela ejerci� la presidencia y cumpli� sin problemas su mandato, realizando una transferencia normal hace poco. En Zimbabwe se vienen dando avances en la lucha por recuperar sus recursos naturales, principalmente las tierras� arrebatadas por el colonialismo. La liberada Namibia mantiene con firmeza su independencia y el apoyo a la independencia de la regi�n. Angola, y las ex colonias portuguesas, liberadas de la presi�n sovi�tica y de la agresi�n del r�gimen racista de �frica del Sur, tratan de estabilizar su r�gimen�� buscando negociar con las fuerzas que se hab�an aliado a los racistas
Cuando se pensaba que la lucha armada de Liberaci�n hab�a dejado de tener sentido, triunfa la revoluci�n en el Zaire derrocando al dictador Mobutu para restablecer, despu�s de 36 a�os de resistencia, en la patria del m�rtir Lumunba, la Rep�blica Democr�tica del Congo. En el Per� fuimos el �nico partido que inform� y defendi� esta revoluci�n. Actualmente le brindamos nuestro apoyo frente a la agresi�n de sus vecinos y hacemos votos por una soluci�n pac�fica en el marco de la pol�tica de unidad de las naciones y� pa�ses del Tercer Mundo, que rechazan la intervenci�n imperialista que busca dividir y enfrentar a los pueblos, en particular en �frica� donde agudiza diferencias tribales. Es el imperialismo y los reaccionarios quienes provocaron el� genocidio de lamentable recuerdo en Ruanda, as� como choques armados en otros lugares.
En �frica existe a�n la convulsi�n e inestabilidad en muchos pa�ses, pero es importante que se busquen soluciones pac�ficas por los africanos mismos, sin intervenci�n imperialista. En este sentido es muy importante el reciente acuerdo de la Organizaci�n de la Unidad Africana, que, a propuesta del l�der libio Muammar Al� Gadhafi, ha aprobado su transformaci�n en UNIDAD AFRICANA por lo que se abre un proceso importante por su integraci�n.
En Asia encontramos zonas de conflicto muy graves como las que enfrenta a Pakist�n y la India; la divisi�n de Corea y el constante acoso norteamericano que se mantiene desde la suspensi�n, apenas por un armisticio, de la guerra en 1953; Irak sigue condenado al injusto y arbitrario embargo imperialista.
Una situaci�n muy dif�cil es la que vive el pueblo palestino que lucha con piedras por su derecho a la Autodeterminaci�n frente a la prepotencia israel�, amenazando ampliar, nuevamente, el conflicto a todo el Medio Oriente. Apoyamos el derecho del pueblo palestino a la autodeterminaci�n y a la recuperaci�n de sus territorios de acuerdo con la resoluci�n 53 de las Naciones Unidas.
Nuestro apoyo a las fuerzas nacionales por la independencia pasa por la lucha contra la opresi�n nacional, pero debemos mantener la independencia de criterio cuando se convierten en conflictos internos. Hay que diferenciar el apoyo a las causas nacionales si se enfrentan a la opresi�n extranjera que condenamos, o tambi�n a conflictos azuzados por el imperialismo para dividir estados que deben tener el derecho a la unidad territorial. Tomemos el caso de los Kurdos� que sufren opresi�n nacional, pero est�n dispersos en varios pa�ses. Otro es el caso de Chechenia, donde se puede admirar su resistencia pero� se advierte abierta injerencia extranjera por intereses pol�ticos y econ�micos. El caso de Kosovo es aleccionador, ya que fue el pretexto para bombardear la Rep�blica Federal Yugoslava. En �ste y en otros casos nuestra pol�tica consiste en apoyar la b�squeda de soluciones pac�ficas y nos oponemos a la intervenci�n militar extranjera,� reconociendo el derecho a la autonom�a regional a partir de negociaciones (tales los casos, por ejemplo, de Irlanda del Norte y los Vascos).
La dictadura de Suharto en Indonesia, que fue apoyada por EE.UU como antes la de Marcos en Filipinas, fue derrotada por el pueblo movilizado de sus respectivos pa�ses; y es seguro que le llegar� su hora a la dictadura militar de Burna (ex Birmania).
La lucha antidictatorial y democr�tica es un medio efectivo para ligar las reivindicaciones democr�ticas al Movimiento de Liberaci�n Nacional, como se demostr� en el ex Zaire y como se aprecia en� las luchas libradas en Indonesia y Filipinas. El� desarrollo y los objetivos que alcance dependen de la existencia de una verdadera fuerza popular que luche por la hegemon�a y garantice su continuidad. De lo contrario ser�n neutralizadas sin producir cambios fundamentales, incluso puede darse el caso de democracias tuteladas como en Chile a la ca�da de Pinochet.
En Asia es importante valorar dos experiencias recientes que tienen que ver� con la resistencia en la lucha por la Autodeterminaci�n, con la participaci�n de la ONU. El primer caso es el de Kampuchea Democr�tica, la actual Camboya, que despu�s de derrocar al r�gimen fascista apoyado por EEUU fue invadido, con el apoyo de fuerzas internas, desat�ndose la resistencia armada y manteniendo el reconocimiento en la ONU, la misma que posteriormente aval� la uni�n de las fuerzas y la soluci�n pac�fica con participaci�n, incluso, de las fuerzas que apoyaron la invasi�n, debiendo retirarse las fuerzas extranjeras y realizarse elecciones bajo supervisi�n de la ONU.
El otro caso es el de Timor Oriental, peque�o pueblo mestizo de origen portugu�s situado en el extremo de Indonesia frente a Ocean�a, invadido por Indonesia cuando declar� su independencia a la ca�da del r�gimen colonial-fascista de Portugal en 1975. Habiendo mantenido una larga resistencia, logra, con el auspicio de la ONU, la soluci�n pac�fica y un refer�ndum que al realizarse aprueba la independencia con m�s del 85%, pese a que hab�a� poblaci�n ocupante Indonesia. Sin embargo la reacci�n de las fuerzas armadas indonesias y la poblaci�n ocupante desat� una dura represi�n de car�cter genocida con miles de muertos y refugiados. En este caso la ONU intervino para hacer respetar los acuerdos y los resultados, incluso con presencia de Cascos Azules de origen australiano.
En el mundo �globalizado� es seguro que habr�n otras intervenciones de la ONU, por lo que es necesario evaluar este nuevo papel, pero respetando el consenso del Consejo de Seguridad, la voluntad del pueblo y el DERECHO INTERNACIONAL, que choca con el unilateral intervencionismo militar que ejercen los Estados Unidos y la OTAN, como ocurri� en el caso de Yugoslavia.
En Am�rica latina el movimiento de liberaci�n nacional y el movimiento democr�tico han tenido altibajos que variaron con la nueva� situaci�n internacional. Hasta 1990 la situaci�n era favorable para la revoluci�n concentr�ndose las contradicciones en Am�rica central.
En Nicaragua la revoluci�n fue derrotada, por errores de conducci�n, en las �nforas y en momentos de ofensiva de los �Contras� y� E.E.U.U. Esta situaci�n hizo variar la correlaci�n de fuerzas en la zona, lo que influy� en el movimiento armado de El Salvador y posteriormente en Guatemala, donde la U.R.N.G venia luchando con las armas por m�s de 30 a�os. En ambos casos se busc� una salida negociada.
Las anteriores invasiones en la regi�n y la �ltima en Panam� dieron una estabilizaci�n aunque EEUU ha tenido que aceptar cambios pol�ticos as� como la presencia de fuerzas democr�ticas revolucionarias. Tambi�n ha tenido que cumplir con entregar el Canal y la Zona del Canal en Panam�.
En el Sur, por lo menos por el momento, se acabaron las dictaduras militares pero los gobiernos asumieron el neoliberalismo con las consecuencias antidemocr�ticas, la mayor dependencia y el empobrecimiento de los pueblos de la regi�n que ello implica.
En algunos pa�ses, como Uruguay, Brasil o El Salvador, los avances de� las fuerzas de izquierda� son importantes; en otros como Chile, su peso pol�tico ha crecido aunque� limitado por la polarizaci�n, pero est�n a la cabeza de la lucha por castigar y enjuiciar a Pinochet. En general asistimos a una lenta pero segura recuperaci�n de la izquierda latinoamericana y, dentro de ella, se crean condiciones favorables para el ensanchamiento de la presencia de los partidos comunistas. Ocupa un importante lugar de encuentro, coordinaci�n e intercambio de experiencias y opiniones, el Foro de Sao Paulo, del cual somos fundadores y siempre hemos estado presentes. Tambi�n la realizaci�n de seminarios con la participaci�n de partidos comunistas, socialistas y progresistas para abordar los grandes temas de la lucha antiimperialista y antineoliberal, del socialismo en el mundo de hoy.
En el �rea andina es donde convergen actualmente las contradicciones m�s agudas. En el Ecuador el movimiento popular ha derrocado a dos presidente, aunque� la burgues�a ha recuperado el control. La situaci�n en el Per� y el avance de las luchas populares en Bolivia nos confirma este hecho, pero es en Colombia y Venezuela donde estos avances son mayores. En Venezuela se dieron 5 procesos electorales con la derrota sucesiva de los partidos de derecha tradicionales, abriendo un nuevo proceso pol�tico que esperamos contin�e. La situaci�n de Colombia es la m�s complicada: grandes movimientos huelgu�sticos contra el neoliberalismo y las privatizaciones, adem�s de varios movimientos armados de larga data que se afirman en amplias zonas del pa�s, en especial las FARC-EP, las que actualmente vienen negociando con el gobierno la posibilidad de paz, pues ni �ste est� en condiciones de� derrotar a aqu�llas, ni ellas conquistar el Poder por el momento. Al respecto la pol�tica inalterable del Partido es que los problemas de Colombia, incluida la paz deseada por su pueblo,� deben ser resueltos por los colombianos, sin intervenci�n� extranjera de ning�n tipo.
El Plan Colombia fue dise�ado por EEUU e impuesto al gobierno para dominar la regi�n y buscar derrotar a las FARC-EP y el ELN, con el pretexto de combatir al narcotr�fico. Y es parte de una estrategia mayor: el control de la regi�n amaz�nica. Su intervenci�n se propone tambi�n comprometer a los pa�ses de la regi�n, sin encontrar hasta el momento el eco esperado. La intervenci�n norteamericana mediante financiaci�n, entrega de armamento moderno, instalaciones� de alta tecnolog�a militar y desplazamiento de tropas, est� en marcha. Las consecuencias de una intervenci�n militar en gran escala en Colombia ser�an muy graves en el �rea Andina y en general en Sudam�rica, obligando a nuestros pueblos a acciones solidarias contra el enemigo com�n.
Cuba merece una menci�n especial pues, a lo largo de los 40 a�os de revoluci�n y socialismo, ha dado al mundo� un ejemplo de firmeza y dignidad en defensa de su derecho a darse un gobierno revolucionario, sostener su independencia y soberan�a, construir el socialismo , defendidos y sostenidos por un� pueblo que mantiene en alto sus banderas de libertad, dignidad, justicia social. Los comunistas peruanos estamos firmes al lado de Cuba socialista y rechazamos el bloqueo criminal que le ha impuesto el imperialismo yanqui.
El Congreso se reafirma en las pol�ticas adoptadas en el anterior y le corresponde al nuevo Comit� Central realizar una evaluaci�n m�s amplia, con la respectivas pol�ticas espec�ficas.
POSICION DE PRINCIPIOS
El m�rito hist�rico del VI Congreso fue ratificar la filiaci�n marxista-leninista del Partido y su lucha inabdicable por el socialismo y el comunismo. No se trat�, por cierto, de una declaraci�n formal sino de una definici�n obligatoria en un momento crucial para el socialismo y el marxismo leninismo en el Per�. Muchos claudicaron, pero el Partido se mantuvo firme sabiendo que los vientos adversos no ser�an permanentes y que la verdad estaba de su parte.
La firme posici�n de principios del Partido, en esas circunstancias, permiti� su cohesi�n interna e impidi� que el desbande de muchos sectores de la izquierda peruana hacia el centro y la derecha neoliberal pudiera ser mayor. Fue un momento de definiciones y de significaci�n hist�rica. La resoluci�n del Congreso expresa: �La vigencia del marxismo leninismo como teor�a revolucionaria del proletariado no est� en debate. Los fracasos, retrocesos o traiciones producidos en el �mbito internacional no tienen que ver con la certidumbre de su validez cient�fica o con sus postulados transformadores de la sociedad capitalista, sino con imperdonables traiciones,� deformaciones o errores� producidos en el quehacer revolucionario�. El VII Congreso ratifica estas conclusiones y se reafirma en ellas. Solamente una pol�tica basada en principios firmes y consistentes garantizar� la construcci�n de un partido revolucionario marxista-leninista, siempre que esos principios, a su vez, se entrelacen con las condiciones concretas del pa�s y la revoluci�n peruana y encarnen en la conciencia y en las fibras m�s �ntimas de millones de peruanos.
�Hoy podemos entender mejor por qu� para los revolucionarios es indisoluble la unidad de teor�a y pr�ctica, palabra y acci�n, y por qu� no debemos hacer concesiones� a ninguna forma de dogmatismo o empirismo. Esta es una de las lecciones fundamentales de la experiencia hist�rica del Partido que explica las desviaciones y los fracasos sufridos, o bien, como ocurri� en el corto per�odo de Mari�tegui, sus enormes posibilidades para conocer la realidad profunda del pa�s, construir del Partido y elaborar la teor�a de la revoluci�n peruana, organizar a los trabajadores y unir a la gran mayor�a del pueblo para llevar a cabo la revoluci�n y avanzar al socialismo.
Un segundo tema, de fundamental importancia, cuyas implicancias estrat�gicas para la revoluci�n peruana est�n fuera de toda duda, son los esfuerzos que se vienen haciendo para recuperar y continuar el pensamiento, obra, actitud, estilos y m�todos de trabajo del Amauta, piedra angular del pensamiento marxista peruano y de la pr�ctica revolucionaria del Partido. �Al Partido le corresponde� - se se�ala en la Resoluci�n del VI Congreso - la tarea de recuperar, continuar y desarrollar la herencia mariateguiana, cuya importancia y trascendencia sobrepasa el espacio que representan el Partido y el Socialismo en el Per��. Ser�a impensable dar pasos certeros en la reconstrucci�n partidaria y en la elaboraci�n te�rica y program�tica sin partir de esta premisa fundamental para los comunistas peruanos. Con Mari�tegui el marxismo deja de ser para nosotros enunciado te�rico o dogma, y se convierte en �gu�a para la acci�n�, en modo de pensar y sentido com�n, una manera concreta de entender la realidad peruana y transformarla. Los avances alcanzados, sin embargo, son todav�a insuficientes. Necesitamos hacer mayores esfuerzos en el estudio y entendimiento de su pensamiento, obra y estilos de trabajo, desechar la actitud apolog�tica e intelectualista generalizada hoy, cerrar el paso a la vulgarizaci�n de su pensamiento, entender que en Mari�tegui pensamiento y acci�n, pol�tica, cultura y �tica, ideal y compromiso, creaci�n y realizaci�n, libertad y disciplina, partidismo e iniciativa individual, la lucha por el pan y la belleza, son un todo interrelacionado e indivisible.
Volver a Mari�tegui y, al mismo tiempo, desde esa piedra angular escudri�ar los tiempos nuevos para dar respuestas a los nuevos problemas que� plantea la lucha, es de fundamental importancia, sobre todo en el trabajo con las generaciones j�venes.�
Entend�moslo: Mari�tegui es un punto de partida, no de llegada; es el alba, no el crep�sculo del marxismo-leninismo� y el socialismo peruanos. Cu�n incitadoras suenas sus palabras: �El hombre llega para partir de nuevo�. Necesitamos generar un amplio movimiento de estudio, reflexi�n y acci�n continuando las tradiciones revolucionarias sentadas por el Amauta, dentro como fuera del Partido. En la lucha de ideas entre el capitalismo y el socialismo, entre quienes defienden el marxismo y quienes capitulan y prefieren pasarse al campo adversario o hundirse en el derrotismo y el nihilismo, Jos� Carlos Mari�tegui representa una bandera y una identidad socialista insustituibles.
DEFENDER LA VIGENCIA DEL PARTIDO
Un tercer tema se refiere a la valoraci�n de la vigencia del Partido Comunista, su necesidad hist�rica, su sello clasista. Las vicisitudes de estos a�os han llevado a muchos compa�eros de viaje a negar su trascendencia hist�rica , su car�cter de clase, sus principios y m�todos revolucionarios. Para algunos el leninismo les parece un fardo pesado, sin�nimo de autoritarismo y cerraz�n. Para otros, como ocurre con los compa�eros del PUM, el car�cter de clase del Partido es antigualla y prefieren hundirse en el espontaneismo y el masismo. No faltan quienes creen que el comunismo es un anacronismo, y prefieren cualquier r�tulo carente de cemento principista para postularse como modernos o actualizados a los �cambios� del presente. El transfuguismo ideol�gico y pol�tico no es, pues, novedad donde los principios son dejados de lado al mismo tiempo que el pragmatismo y el oportunismo ganan terreno cediendo a las presiones ideol�gicas y� las d�divas pol�ticas y econ�micas de la burgues�a y el imperialismo.
Es impensable el socialismo sin dos factores confluyentes e interrelacionados: el partido de la clase obrera como la fuerza consciente y dirigente del proceso revolucionario; en segundo lugar, el pueblo trabajador como gestor y due�o de ese proceso. La experiencia de un siglo de luchas del pueblo peruano pone de manifiesto que lo que sobra no es el Partido Comunista. Lo que hace falta es precisamente un Partido Comunista moderno, grande, basado en principios marxista-leninistas� firmes. Un partido revolucionario de masas enraizado en la clase y en el pueblo, sabio en la conducci�n estrat�gica y flexible en la t�ctica, con capacidad para convertirse en la alternativa de cambio en todas las esferas� de la vida nacional,� profundamente compenetrado con la realidad del pa�s y su gente, influyente en el �mbito de las ideas, la cultura, la �tica, con firme vocaci�n internacionalista. Este es el Partido que queremos construir. Errores de origen izquierdista o de derecha, deformaciones, estrecheces sectarias o dogm�ticas,� presentes luego de la desaparici�n f�sica de su fundador, no invalidan su necesidad, su papel de vanguardia ni su necesidad pol�tica y revolucionaria.
Defender su vigencia al mismo tiempo que aceleramos su reconstrucci�n, es� una tarea de fundamental importancia que cada militante del Partido debe entender y asumir sin vacilaciones. Es incomprensible el socialismo sin un partido revolucionario capaz de promoverlo, organizarlo, dirigirlo y realizarlo a la cabeza de la clase obrera y el pueblo trabajador. De la misma manera, si los trabajadores� son excluidos del proceso de su realizaci�n o subordinados a los designios de la �vanguardia� y la burocracia dirigente. Dirigido y dirigente son una unidad de contrarios que se interrelacionan y dependen mutuamente. No hay dirigente sin dirigidos, ni dirigidos que se alzan hasta el nivel de la conciencia socialista por v�a espont�nea. Esta trabaz�n dial�ctica es indispensable para entender la correcta relaci�n entre el partido y la clase, entre la vanguardia y las masas; tambi�n el esp�ritu partidista, comunista, que caracteriza a los militantes del Partido.
El vanguardismo como el burocratismo hacen un enorme da�o al Partido y a la revoluci�n.� El espontaneismo, que es la vertiente opuesta, subordina a los trabajadores -se tenga conciencia de ella o no-� a la ideolog�a y pol�tica burguesas, impidi�ndoles construir su partido de clase mientras rinden culto al� reivindicacionismo economicista. Donde� �ste tiene peso dominante el Partido Comunista se convierte en una formalidad, la teor�a marxista-leninista en una p�rdida de tiempo, el socialismo en una palabra grata pero vac�a de contenido. �El objetivo final no es nada; el movimiento lo es todo�, dec�a el viejo revisionista Bernstein.
Este movimientismo, asumido como ideolog�a, en su versi�n sindical, gremial, intelectual, parlamentaria o electoral, es precisamente la base ideol�gica del reformismo y el oportunismo pol�tico peruanos, el punto de apoyo para el paso de muchos dirigentes y cuadros� anteriormente marxistas y de izquierda al� liberalismo ideol�gico y pol�tico, convertidos en los nuevos defensores del sistema establecido. Pero explica tambi�n no poco de los problemas que en la actualidad atraviesa el Partido, impidiendo o dificultando su reconstrucci�n como partido revolucionario del proletariado.
El Partido no est� creciendo al ritmo de las posibilidades existentes. El per�odo de estancamiento est� concluido. El problema no est� en las condiciones objetivas ni en el rechazo del pueblo a las ideas socialistas. Radica en el conservadurismo de muchos comunistas, en su pasividad y falta de audacia para organizar a las nuevas generaciones. Donde esta apertura se produce y se cuenta con los m�todos apropiados, es f�cil incorporar nuevos contingentes de luchadores a las filas del Partido. Crecer es una necesidad. Partido que no crece, se estanca o se hunde en la rutina, que es igual. Crecer y cualificarse: ese es el reto. Acelerar la organizaci�n del Partido, sobre todo en el seno de la clase obrera, de los campesinos, de la intelectualidad y la juventud, es una necesidad y una exigencia fundamental como perentoria.
Un firme trabajo de masas debe levantarse sobre la base de una s�lida organizaci�n partidaria, que es lo que le dar� consistencia, permanencia y orientaci�n correcta. No m�s trabajo de masas sin un simultaneo esfuerzo de construcci�n del Partido y el MNI en su seno, ni un trabajo pol�tico y organizativo partidista y nuevoizquierdista sin firme relaci�n de masas y sin justa y oportuna orientaci�n de sus luchas. Uno y otro se interrelacionan y complementan y est�n en la base del partido revolucionario de masas que nos hemos propuesto construir.
LINEA BASICA DEL PARTIDO
Contar con una l�nea b�sica que defina su rumbo general y oriente todas las esferas de su trabajo, ocupa un lugar importante en la construcci�n del Partido. El Comit� Central hizo avances importantes en su VII Sesi�n Plenaria, que el Congreso debe ratificar precis�ndolo mejor. Puede resumirse� de la siguiente manera:
Asumiendo el marxismo leninismo como gu�a te�rica para la acci�n, partiendo en todo momento de las condiciones reales del pa�s y del mundo, manteniendo siempre el esp�ritu abierto a lo nuevo y en desarrollo, identificado con los intereses de clase e hist�ricos del proletariado y el pueblo, el Partido se organiza y lucha con tenacidad para llevar a cabo las tareas democr�ticas y nacionales y enrumbar al socialismo como su objetivo estrat�gico fundamental. Se propone arribar a �l a trav�s de etapas y fases ininterrumpidas de acuerdo con el desenvolvimiento de las condiciones objetivas, la correlaci�n de fuerzas y la potencia del movimiento revolucionario; trabaja en todo momento por la unidad del pueblo y las nacionalidades que habitan el pa�s; asume los medios de lucha que se ajusten a las condiciones concretas y a la necesidad de conquistar el Poder para la clase obrera y el pueblo peruanos; y asegura su papel dirigente mediante la� direcci�n correcta, previsora,� oportuna y la acci�n permanente en el seno de las masas.
Su utilidad reside en que nos permite contar con una visi�n resumida del rumbo estrat�gico general del Partido, muy necesario para orientar y no perderse en cada fase o etapa de la lucha.
Los 7 grandes temas que examin� y resolvi� el X Pleno del Comit� Central representan un avance importante para explicar los problemas de fondo que aquejan al Partido y es, al mismo tiempo, la base ideol�gica y te�rica para resolver cuestiones que representan verdaderos bloqueos en la reconstrucci�n partidaria. El Congreso asume este� documento como un material fundamental para orientar la reconstrucci�n del Partido y rectificar los errores y limitaciones all� identificados.
Sin erradicar del Partido la influencia gravitante del espontaneismo y el empirismo, del abstencionismo pol�tico y el sectarismo, del democratismo� y el centralismo autoritario, del burocratismo en la relaci�n con las bases y con las masas, y sin superar el asistencialismo y la pasividad en la obtenci�n� de los recursos econ�micos; finalmente, sin elevar la capacidad de conducci�n pol�tica de los organismos dirigentes y perfeccionar los m�todos de direcci�n, entendiendo todas estas cuestiones� como un todo articulado y confluente donde la labor ideo-pol�tica es el hilo conductor, ninguna de las tareas ser�n cumplidas con el �xito esperado y la reconstrucci�n partidaria no� pasar� de ser una buena intenci�n pero sin soluci�n pr�ctica.
No se puede decir que no contamos con�� avances en el cumplimiento de esta tarea. Pero los logros alcanzados no son todav�a los suficientes. Requerimos avanzar m�s de prisa poniendo en orden nuestras filas y superando la insuficiente unidad ideol�gica y pol�tica actuales. Acci�n unificada, integralidad, iniciativa y creatividad, eficiencia y calidad en los resultados, oportunidad y eficacia en la acci�n, aprovechamiento inteligente de los factores positivos a nuestro alcance, fuerte sentido pr�ctico, unidad de pensamiento y acci�n, son conceptos que estamos obligados a incorporar en el trabajo que realizamos los comunistas.
La resoluci�n del XIII Pleno del Comit� Central� plantea, a su vez, �sincerar� la estructura interna del Partido, su potencial de cuadros y militantes, su capacidad real para asegurar el cumplimiento de sus tareas, entre otros factores. Esta fue una decisi�n correcta y tambi�n oportuna. Ha permitido mostrar al Partido como es, en sus virtudes y deficiencias. Los comunistas no trabajamos sobre supuestos hipot�ticos o deseables, sino sobre realidades y posibilidades concretas, tangibles y manejables. Partir de la realidad, de los hechos, y apoyarse siempre en la l�nea de masas, son dos grandes principios de trabajo del Partido que abarcan todas las esferas de su actividad.
Todav�a no hemos alcanzado el cabal funcionamiento� del sistema de comit�s, sin el cual la labor de direcci�n fallar� siempre. Esta situaci�n representa un importante d�ficit que afecta al conjunto del Partido poniendo en riesgo el propio proceso de su reconstrucci�n. Para decirlo de otra manera:� es la contradicci�n fundamental a resolver en lo que concierne a la estructura del Partido, que dificulta su funcionamiento como un todo organizado, distorsiona la labor de direcci�n, limita el cumplimiento del� centralismo democr�tico, as� como el aprovechamiento del potencial� de� cuadros, el funcionamiento regular de las c�lulas, la soluci�n de los �medios materiales necesarios para el cumplimiento de sus tareas. La institucionalidad partidaria siempre ser� precaria donde no funciona� bien el sistema de comit�s, y, en la base, sus organismos celulares.� Esto es as� porque el sistema de comit�s es el sistema de mando, y las c�lulas la forma de organizaci�n del Partido. Si falla o no funciona o se encuentra atrofiado, el Partido deja de funcionar como un todo unificado, articulado, jerarquizado y disciplinado, resinti�ndose la relaci�n de la direcci�n con las bases y de �stas con el Comit� Central.
Los 7 problemas abarcan un conjunto de temas de fundamental importancia para la reconstrucci�n del Partido, que se interrelacionan al mismo tiempo que son partes de un proceso �nico. Por la importancia y la justeza de los problemas que aborda, el VII Congreso lo asume como documento�� . Los militantes, cuadros y dirigentes, de la direcci�n a las bases, deben tomarlo como documento orientador obligatorio en la reconstrucci�n del Partido.
El Nuevo Curso es una pol�tica y t�ctica audaz que plante� el VI Congreso. Su necesidad y fundamentos iniciales fueron� expuestos en el Manifiesto: �Abrir un nuevo curso para construir una patria nueva y popular! de enero de l992. Entre un conjunto de tesis fundamentales, se sostiene en ese documento:
�La dimensi�n de los problemas pone en debate el porvenir mismo del pa�s, su viabilidad como naci�n pr�spera y segura, obligando a respuestas que desbordan largamente la coyuntura�.
�Ninguna sociedad garantizar� desarrollo y progreso, bienestar y estabilidad, si no cuenta con una voluntad nacional cohesionada y con la creatividad y el �mpetu del pueblo movilizado en torno de un proyecto hist�rico que cree realizable�.
�La tragedia del Per� consiste justamente en que no ha contado, a lo largo de su historia republicana, con una clase dirigente capaz de asumir un proyecto nacional y democr�tico, de construir una sociedad integrada, moderna e independiente, y de dotar al pueblo con los medios para su desarrollo, progreso y expansi�n cultural�.
�El neoliberalismo podr�, a lo sumo, paliar la crisis hist�rica que agobia al Per� desde la independencia, pero no resolverla�.
�La crisis de la izquierda peruana y el movimiento popular no se explica por la crisis de sus postulados revolucionarios,...sino m�s bien por el agotamiento reiteradamente demostrado de la pol�tica reformista y economicista...La gran responsabilidad de los comunistas y la izquierda peruana es forjarse como la alternativa integral� a esta realidad�.
�Las banderas de la democracia, del nacionalismo, del descentralismo, de la integraci�n econ�mica y de la integraci�n latinoamericana,� de la libertad,� la solidaridad, el progreso, el desarrollo sostenido y el bienestar de las masas, son� banderas que transitan la ruta que conduce a la democracia popular, la independencia nacional y el socialismo�.
�Nos corresponde, junto a los sectores verdaderamente democr�ticos, patri�ticos y progresistas de la sociedad abrir un nuevo curso...para construir una patria nueva, democr�tica, independiente, unificada, pr�spera, desarrollada y moderna�.
Estas tesis conservan toda su vigencia y actualidad. El VI Congreso ahond� a�n m�s en estas ideas, ratificando en ellas la t�ctica general orientadora a lo largo de per�odo.
�El problema de fondo que no deber�a perderse de vista, es que las masas tienden espont�neamente al cambio, al desarrollo y la justicia social...a la soluci�n pronta de sus necesidades b�sicas, a la seguridad� en lugar del desorden y la impunidad. Las clases hasta ahora dominantes no est�n en capacidad de resolver, de verdad,� ninguna de estas expectativas. La ilusi�n de hoy puede convertirse ma�ana en frustraci�n, y m�s tarde en indignaci�n y rebeld�a. Nuestra tarea es apresurar este camino se�al�ndole al pueblo peruano el norte preciso, darle la organizaci�n de combate que necesita, plantearle las formas de lucha que la realidad coloca a la orden del d�a, demostr�ndole as� que tiene al frente la vanguardia que necesita y que le garantizar� la victoria�.
Esto es as� porque estamos convencidos de que �el Per� y su crisis tienen salida...que pasa por la reorientaci�n� del camino recorrido� a lo largo de la historia republicana. El Nuevo Curso es la respuesta a ese impase hist�rico, a la inviabilidad reiteradamente demostrada por el� gran capital� y sus representantes pol�ticos para resolver los problemas del pa�s, que puede permitir abrir camino hacia el cambio revolucionario que necesita el Per� para el libre desarrollo� de sus fuerzas productivas y el bienestar general de su pueblo.
Entre el Nuevo Curso y la revoluci�n antiimperialista y democr�tica y el socialismo no existe, pues,� ning�n abismo que los separa, sino m�s bien una l�gica trabaz�n dial�ctica. El Nuevo Curso no niega, ni sustituye ni vela aquellas tareas. Las asume �ntegramente pero, al mismo tiempo responde a las condiciones de la lucha de clases de hoy, a la situaci�n en que se encuentra la correlaci�n de fuerzas y a los reacomodos que se producen a escala nacional y mundial�. En segundo lugar, el Nuevo Curso �es ajeno a cualquier postura evolucionista, reformista o de conciliaci�n de clases�. En tercer lugar, �tiene la ventaja de convocar la unidad de las fuerzas democr�ticas y progresistas� del pa�s.
A estas alturas estamos en condiciones de confirmar que la propuesta del Nuevo Curso fue y sigue siendo correcta. No obstante, en sus inicios no ten�amos una comprensi�n sistem�ticas del mismo. Esa es una de las explicaciones de por qu� no avanzamos con la fuerza necesaria en su implementaci�n. Un segundo factor tiene que ver con el peso de la inercia dogm�tica subsistente, del temor a lo nuevo, o de las anteojeras que dificultan ver la realidad. S�lo m�s tarde alcanzamos a resolver algunos criterios centrales como: su alcance t�ctico no obstante su estrecha relaci�n con la estrategia de la revoluci�n democr�tica y antiimperialista, su �ntima vinculaci�n con conceptos como transici�n y proceso, hegemon�a, Proyecto Nacional, Segunda Rep�blica o Nueva Constituci�n, el papel que le corresponde a la clase obrera, al pueblo trabajador en general y a los sectores medios de la burgues�a.
El Nuevo Curso estar�a incompleto si no es acompa�ado de un Proyecto Nacional y Democr�tico y, �ste, a su vez,� plasmado� en una Nueva Constituci�n y en la configuraci�n de una nueva rep�blica que sustituya a la que se fundara con la independencia, cuyo agotamiento es un hecho irreversible. Desde luego que el programa del Partido tiene como cima la lucha por el socialismo. No obstante, el Nuevo Curso es la mejor v�a de aproximaci�n a la revoluci�n democr�tica y nacional, y por ese camino al socialismo.� Cuanto m�s profunda y extensa sea la lucha� por la democracia,� el desarrollo independiente y sostenido, la justicia social, la regeneraci�n moral, la descentralizaci�n y la justicia social, se percibir� con m�s claridad el imperativo de unir las fuerzas sociales y pol�ticas comprometidas con la transformaci�n social que el Per� necesita, y m�s cerca� la continuidad de las fronteras entre estas tareas, la revoluci�n y el socialismo.
El porvenir del proceso, su continuidad o estancamiento, depender� de muchos factores, pero uno central es el de la direcci�n, de la hegemon�a. Pero la capacidad de direcci�n del proletariado, de su hegemon�a en ese proceso en curso, depender� menos de la declaraci�n te�rica de su necesidad que de la capacidad para conquistarla en el terreno concreto de la confrontaci�n de clases. La hegemon�a se conquista si se cuenta con una causa justa, una orientaci�n correcta, una pol�tica unitaria realista, una relaci�n e influencia profunda con los actores fundamentales de ese proceso: la clase y las masas, y una fuerza pol�tica, ideol�gica, cultural y material organizada, que debe ser el partido revolucionario del proletariado.
La vieja democracia liberal est� agotada en medio de sus propias trampas. Necesitamos una nueva democracia participativa y directa. Ella est� surgiendo al calor de las luchas� del pueblo peruano. Conquistar la independencia y realizar la naci�n, construir el Estado nacional y democr�tico, garantizar el progreso y el desarrollo sostenido, alcanzar la justicia social, integrar la econom�a al mismo tiempo que se impulsa el mercado nacional, proceder a la� descentralizaci�n econ�mica y pol�tica, regenerar moralmente la sociedad, contar con un Estado dirigente y planificaci�n macroecon�mica, proteger el medio ambiente, atender con car�cter de prioridad la educaci�n, ciencia, tecnolog�a y cultura, siguen siendo tareas fundamentales a resolver, inseparables� del proceso de integraci�n latinoamericana y caribe�a. Esta es la �nica posibilidad de incorporarnos con �xito y con identidad propia en el mundo, si no queremos terminar triturados por la �globalizaci�n� neoliberal que impone el imperialismo.
Un proyecto como el dise�ado correspondi� asumirlo a la burgues�a, de haber existido una� burgues�a� con sentido nacional y democr�tico, consecuente con sus propios intereses de clase.� No ha ocurrido as� a lo largo de la historia republicana. En su lugar prefiri� someterse al dictado imperialista y conciliar permanentemente con los elementos atrasados y conservadores de la sociedad, oscilando entre democracias formales y dictaduras, entre la demagogia y el miedo al movimiento independiente de las masas.
Los tiempos y condiciones, desde luego, han cambiado. Pero la realizaci�n radical de esas tareas contin�an pendientes de soluci�n y como� puertas de aproximaci�n al objetivo revolucionario con el cual se encuentra identificado el Partido. Corresponde a los revolucionarios levantar esas banderas a las que ha renunciado desde siempre la burgues�a, depur�ndolas de sus elementos conservadores y atrasados, rompiendo los frenos que impiden su normal desarrollo,� llev�ndolas hasta sus l�mites alzando a la lucha a las masas. Desde luego que nos quedaremos en ellos. Nuestros objetivos apuntan a la revoluci�n y el socialismo. Su continuidad y la trabaz�n entre ambas fases depender� de la profundidad que alcance la crisis, de la correlaci�n de fuerzas lograda, de la incorporaci�n del pueblo en la batalla, y tambi�n del escenario internacional. El papel del Partido, de la izquierda en general, de su inserci�n en la clase y en las masas, de su claridad, unidad y capacidad de combate, resultar� al fin y al cabo decisivo.
Ahora el cuadro de conjunto est� definido. Esto representa un importante avance del Partido en la elaboraci�n de su t�ctica y en la relaci�n de �sta con sus prop�sitos estrat�gicos. A partir de los logros alcanzados estamos en mejores condiciones de precisar la pol�tica de alianzas, los m�todos de lucha en el per�odo, las formas de organizaci�n m�s apropiadas, las t�cticas parciales en cada fase. No hay duda que el eje de esta batalla ser� siempre la capacidad para poner en pie al pueblo peruano, unir sus fuerzas hoy dispersas, asegurar la independencia pol�tica del Partido, construir el espacio pol�tico, cultural, social, ideol�gico� y �tico de la izquierda peruana.
El papel que les corresponde asumir al Movimiento Nueva Izquierda y a la Juventud Popular en este proceso, es de vital importancia. Lo que implica, a su vez, un fino manejo de la t�ctica y la estrategia como elementos esenciales de la conducci�n revolucionaria.
Para llevar a cabo tales tareas es indispensable contar con un Partido que est� a la altura de tales exigencias pr�cticas y te�ricas. No es suficiente tener una pol�tica justa y audaz; hay necesidad tambi�n de contar con m�todos de lucha apropiados y un Partido con capacidad de conducirlo. Al momento de llevarse a cabo el VI Congreso las condiciones en que se encontraba el Partido no eran las mejores. El derrumbe de Izquierda Unida, la presencia agresiva del terrorismo senderista, la crisis de los partidos pol�ticos, el reflujo de masas y la instauraci�n de la dictadura con el golpe de abril de l992, los cambios en la correlaci�n de fuerzas a escala internacional, adem�s de errores propios o limitaciones, colocaban al Partido en una situaci�n sumamente dif�cil. Terminaba un per�odo y se ingresaba en otro.
En esas condiciones era urgente plantearse: �qu� tipo de partido necesit�bamos y c�mo reconstruirlo partiendo de lo que ten�amos, d�ndonos cuenta del significado de los nuevos escenarios al ingresar en el siglo XXI?. No estaban en cuesti�n sus bases te�ricas marxista-leninistas ni sus objetivos socialistas. Tampoco su pertenencia a la clase obrera. Pero sobre ese cimiento, y sobre lo acumulado a lo largo del tiempo, requer�amos repensar el partido comunista que necesit�bamos. Esta es una de las decisiones fundamentales que toma el VI Congreso. Tarea que obligaba, a su vez, para ser consecuentes, a un viraje que permitiese pasar del oposicionismo tradicional a un papel m�s bien alternativo en todas las esferas de la vida nacional: ideol�gico, pol�tico, econ�mico, cultural, �tico; de una visi�n de partido secta a la de un partido revolucionario de masas;� del movimientismo y el economicismo a� una l�nea de acci�n fundada en un proyecto nacional y democr�tico y su continuidad revolucionaria y socialista.
Desde luego que la reconstrucci�n del Partido es inseparable de la t�ctica general que representa el Nuevo Curso, pero no se agota con ella. Su punto de mira es la revoluci�n y el socialismo. Sin embargo, no se puede reconstruir en fr�o, ni en un debate abstracto de ideas, sino en medio de la lucha de clases concreta. Y la lucha de clases ahora se condensa entre el proyecto del Nuevo Curso, que expresa los intereses del pueblo peruano y la naci�n, y el neoliberalismo y sus variantes que afianzan la neocolonialidad, la polarizaci�n social, el atraso y la pobreza para las mayor�as. En efecto, un viraje t�ctico de tal importancia en la orientaci�n pol�tica influye en la construcci�n del Partido, en su pol�tica de alianzas, en sus relaciones con las masas trabajadoras. �Qu� hacer con la mejor estrategia o t�ctica pol�tica si no contamos con los medios que permitan llevarla a cabo? �Qu� puede hacer un partido pol�tico, por muchas que puedan ser sus mejores intenciones, si no est� preparado para abordar con iniciativa, amplitud de miras y firmeza las nuevas tareas que tiene por delante? No mucho, desde luego.
Por eso, el trasfondo de la reconstrucci�n del Partido m�s que org�nico es ideol�gico y pol�tico. S�lo entendiendo ese trasfondo estaremos en mejores condiciones� para resolver lo organizativo, as� como los m�todos de trabajo que le son inherentes. Los resultados alcanzados al presente no han sido los esperados. La raz�n de ello est� en que se descuid� ese trasfondo ideol�gico y pol�tico. Se explica as� porqu� prestamos m�s atenci�n al �reagrupamiento org�nico� en lugar de ir a la esencia de los problemas, que reci�n los aborda con fuerza el X Pleno.
El Comit� Central, que lleva realizados 15 Plenos, ha tomado medidas importantes. En el Informe Pol�tico al IV Pleno plante� con claridad la tesis de que la reconstrucci�n del Partido hab�a de entenderse como un� proceso, y no como una soluci�n autom�tica. El VI Pleno dedic� atenci�n especial a los problemas de direcci�n. M�s adelante desarroll� la cr�tica al formalismo y el rutinarismo. Todas estas medidas fueron la preparaci�n de las decisiones que asume el X Pleno. La resoluci�n sobre el sinceramiento, posterior a esta reuni�n, completa el cuadro. Podemos decir que contamos con los lineamientos ideol�gicos y te�ricos necesarios para avanzar en la tarea de la reconstrucci�n partidaria y su conversi�n en un partido revolucionario de masas, condiciones que no contamos cuando se tom� la decisi�n en el VI Congreso. A ello contribuir�n grandemente los debates y la aprobaci�n del Programa y el Estatuto.
Estando clarificado el panorama, el problema planteado es otro: la falta de decisi�n y firmeza, una vez tomada la decisi�n, para llevarla a la pr�ctica. En este caso para generar un movimiento ideol�gico que sacuda al Partido, que lo saque del sopor espontaneista y emp�rico que lo adormece. Este debe ser uno de los temas centrales en los debates del VII Congreso y la cuesti�n clave para hacer marchar r�pidamente el carro de la reconstrucci�n partidaria. Raz�n por la que proponemos que los informes al IV Pleno acerca de los problemas de direcci�n,� al X Pleno y la Resoluci�n� de sinceramiento org�nico que aprueba el XIII Pleno, sean asumidos por el VII Congreso como documentos base de esta campa�a, de estudio,� reflexi�n y rectificaci�n en toda la estructura del Partido.
Un tema crucial que estar� siempre presente en el debate te�rico y pol�tico es el del� socialismo y su viabilidad en el Per�. Para los ide�logos y publicistas del capital, luego del hundimiento de la URSS el socialismo est� muerto. Lo que quedar�a es el pensamiento �nico liberal y toda su parafernalia ideol�gica y cultural, su hegemon�a pol�tica,� el dominio absoluto del mercado capitalista. Este nuevo totalitarismo, desde luego, carece de fundamento y es completamente reprobable. Por eso fue oportuna y correcta la tarea que se plante� el VI Congreso de �intensificar la confrontaci�n te�rica y program�tica con el neoliberalismo�, pues de sus resultados depende no s�lo su derrota sino tambi�n, como contrapartida, la recuperaci�n del socialismo. Sin desmontar todo el corpus te�rico, ideol�gico, pol�tico y cultural que ha construido como arma de dominio, aprovechando las enormes ventajas que le permiten el control de los medios de comunicaci�n y la tecnolog�a moderna, apenas habremos avanzado la mitad del trecho. Pero esto supone no s�lo la cr�tica del capitalismo, de sus espolones neoliberales o la �tercera v�a�, sino tambi�n la demostraci�n de la validez, actualidad y futuro del pensamiento marxista-leninista y socialista, su capacidad cient�fica para dar respuesta a los problemas de nuestro tiempo.
�Para nosotros, comunistas peruanos, el tema est� planteado en los t�rminos que los defini� Mari�tegui: capitalismo o socialismo, este es el problema de nuestro tiempo. Este conflicto hist�rico sigue en pie, m�s all� de las vicisitudes que conocemos. En� esta cuesti�n no hay nada que discutir. Un m�nimo de duda equivale a una seria concesi�n ideol�gica a los adversarios del socialismo y un paso atr�s en la lucha de clases entre el proletariado y la burgues�a. Por eso nuestra inequ�voca y firme pertenencia socialista y de izquierda.
La cr�tica del marxismo al neoliberlismo es, en esencia, la cr�tica al capitalismo y al imperialismo, fase superior de aquel. El keynessianismo y el Estado benefactor, que dominaron la econom�a occidental hasta el advenimiento neoliberal, nunca dejaron� de ser capitalismo. Comparativamente con el neoliberalismo, sin embargo, represent� un paso adelante y permiti�, como resultado de la enorme influencia que ejerci� el socialismo despu�s de la Segunda Guerra Mundial y de la lucha del proletariado en los mismos pa�ses capitalistas,� importantes concesiones a los trabajadores y un rol promotor y social significativo de parte del Estado. Necesitamos llevar a cabo una cr�tica a fondo e integral del neoliberalismo. No s�lo a sus postulados econ�micos, ahora desacreditados, sino tambi�n ideol�gicos, pol�ticos, culturales y �ticos. Debemos admitir que hasta el momento� no hemos� avanzado todav�a con la fuerza y la profundidad suficientes.
El reto no es peque�o. Exige de nuestra parte una m�s elevada comprensi�n de la teor�a marxista-leninista, un mejor dominio de sus m�todos de pensamiento y trabajo, mayor conocimiento del mundo de hoy, sus particularidades, cambios y tendencias. Por esas consideraciones, la lucha de ideas, programas y alternativas adquiere hoy d�a un lugar preferencial. Tarea imposible sin desprenderse de los par�metros dogm�ticos, emp�ricos y espontaneistas, ahora fuertemente influyentes en nuestra organizaci�n.
Si los comunistas y socialistas fieles a la tradici�n mariateguista no asumen esta tarea de manera� concienzuda, aguda y constante, no esperemos que otros la hagan, o por lo menos que la hagan de manera consecuente. La cr�tica peque�o burguesa ser� siempre inconsecuente y por lo general ecl�ctica. Con mayor raz�n luego del derrumbe de la URSS y del viraje de la socialdemocracia hacia la derecha o el llamado �nuevo centro�. A lo m�s algunos de sus representantes radicales aspiran a un liberalismo con rostro humano y a una transici�n negociada. Su programa no dista mucho de la tercera v�a. La cr�tica liberal burguesa puede avanzar hasta poner en tela de juicio aspectos del r�gimen pol�tico autoritario, pero esmer�ndose, a lo sumo, en �limar� sus asperezas o alcanzar algunas ventajas ahora negadas. No est� en condiciones de ir m�s all� sin negarse a s� misma.
Esta es una tarea fundamental que estamos obligados a emprender de manera ordenada, sistem�tica, persistente, sin concesiones que afecten los principios, pues uno de los grandes campos de confrontaci�n con la burgues�a ha sido, es y seguir� siendo, inevitablemente, el de las ideas y programas.
ACERCA DE LA UNIDAD DE LA� IZQUIERDA PERUANA
Una de las tareas fundamentales que nos propusimos fue la reconstrucci�n de la unidad de la izquierda peruana. Pese a las dificultades se han obtenido avances significativos. Debemos admitir que la izquierda de la d�cada de los sesenta y setenta dej�, en lo fundamental, de existir. De las organizaciones pol�ticas� de entonces, quedamos pocas. La mayor�a se disgregaron, otras cambiaron sus idearios desplaz�ndose al centro izquierda, algunos subsisten m�s como membrete que como fuerza pol�tica organizada.. Si esto es as�, viendo las cosas desde el �ngulo de las fuerzas organizadas, no lo es� si� observamos el panorama desde otro �ngulo: el de los hombres y mujeres de izquierda sueltos, dispersos, que no han perdido su identidad y que se muestran dispuestos a reagruparse. Esta percepci�n es m�s notoria en los �ltimos tiempos.
Esta es la izquierda a reconstruir, urgida de nexos con las nuevas generaciones, quienes asqueadas de dictadura, demagogia y apoliticismo buscan� nuevos horizontes y alternativas diferentes a las que le ofrecen el neoliberalismo y el centrismo de tercera v�a. Lo expresado no significa desconocer la presencia de destacamentos pol�ticos de izquierda y su importancia en este proceso. Ni el hecho real de que algunos de ellos, que creyeron encontrar la estrella matutina desplaz�ndose al centro pol�tico, vuelvan los ojos a la izquierda que hasta hace poco cre�an terminada.� Reconstruir� este espacio con identidad propia e inconfundible no ser� tarea f�cil ni de corto plazo. Apostamos a la reconstrucci�n de la unidad de la izquierda peruana, con paciencia y prudencia, sin que ello signifique, sin embargo, dejar de lado o descuidar el desarrollo de nuestro propio potencial.� En fin de cuentas, para unir a otros tenemos que estar nosotros unidos� y tener la fuerza ideol�gica, pol�tica, org�nica y de masas suficiente. Una tarea no contradice la otra, pero no es el mismo el orden de prioridades.
Comparativamente disminuida en relaci�n con los avances logrados en la d�cada de los ochenta,� la izquierda actual, que sale de un per�odo de derrota y retroceso,� se encuentra en una fase de recuperaci�n y est� presente como espacio pol�tico y como promesa cre�ble para miles de peruanos. Ha terminado la fase de defender posiciones amenazadas y se� ingresa en otra, de afirmaci�n y expansi�n. Est� sentada la primera piedra. El Partido debe tener clara conciencia de lo que esto significa, los retos que representa, los cambios a que obliga. De la misma manera que debe calibrar bien que no es lo mismo luchar contra una dictadura a la defensiva, que en una situaci�n de cambio de r�gimen pol�tico -no s�lo de gobierno- como es el que se prepara para el a�o 2001, independientemente de sus contenidos y alcances.
El Movimiento Nueva Izquierda representa, en ese sentido, un espacio importante, y puede convertirse en un factor determinante de este proceso unitario que esperamos. Todo� depender� de lo que se haga en estos a�os pr�ximos gr�vidos en posibilidades para la recuperaci�n y la expansi�n de la izquierda y el socialismo peruanos.
�No haber logrado� la inscripci�n del MNI en el registro de partidos pol�ticos represent� una derrota importante� que impidi� una presencia m�s activa y gravitante en las �ltimas elecciones y en el proceso pol�tico peruano. Se ha reconocido los errores que llevaron a esta situaci�n. Pero este traspi�s no disminuye su presencia en el escenario pol�tico nacional. Otra cosa es que pudimos avanzar mucho m�s. Recogiendo esta experiencia y corrigiendo a fondo los errores que critic� el X Pleno en el punto 2 de los �7 Problemas a resolver�, prepar�monos para trabajar fuerte en la campa�a por la organizaci�n, la movilizaci�n de la izquierda y la inscripci�n del MNI que ha decidido el IV Consejo Directivo Nacional en su reuni�n del 6 de mayo. Ahora son m�s visibles las enormes potencialidades que existen� para el desarrollo de la Nueva Izquierda, para su expansi�n y su construcci�n como fuerza pol�tica de masas con vigencia nacional. Concentremos en esta tarea, juntamente con todos aquellos que est�n comprometidos con ella, los mejores esfuerzos del Partido, desechando estilos sectarios de los que debemos desprendernos sin falta, y tambi�n actitudes pusil�nimes que solo llevan a la pasividad y la rutina.
El derrumbe de Izquierda Unida en el per�odo m�s rico en posibilidades para la izquierda peruana, tiene una de sus explicaciones en lo anteriormente anotado. La controversia entre �radicales� y� �reformistas� enmascar� una pugna por el control de espacios y cupos electorales mientras estuvo ausente una salida a la crisis que madur� y explosion� con el gobierno de Alan Garc�a. En lugar de mostrarle al pa�s una salida y organizar al pueblo peruano para ella, se prefiri� una confrontaci�n in�til cuyo costo final fue su propia liquidaci�n. En este vac�o se instala como pensamiento dominante y como alternativa econ�mica el neoliberalismo, y tambi�n se abre paso el senderismo. Carente de un proyecto alternativo y de la voluntad pol�tica para llevarla a cabo,� Izquierda Unida inici� el camino de su autodesmantelamiento, y las masas, que hab�an� confiado en ella como resultado de las luchas de los a�os setenta y ochenta, emigraron a otros puertos. El derrumbe de Izquierda Unida es la se�al del colapso del oposicionismo� maximalista como t�ctica, y tambi�n de su expresi�n opuesta, el oposicionismo conciliador y sin alternativa independiente.
Ocurre otro tanto con la juventud peruana y con el espacio conquistado por Juventud Popular, que ya es un referente juvenil nacional y una fuerza en expansi�n, con un liderazgo que se afirma. El Per� es un pa�s con una poblaci�n joven elevada. Los efectos del neoliberalismo, de la desocupaci�n y� la exclusi�n tienen a la juventud entre sus principales v�ctimas. Hablar del futuro del Partido y de la izquierda carecer�a de seriedad si no se tomase en cuenta a las nuevas generaciones. El trabajo en el seno de la poblaci�n juvenil es, pues, fundamental y, al mismo tiempo, exige mucho esfuerzo, madurez e iniciativa. Est� claro que no ser� suficiente su papel en la lucha cotidiana del pueblo peruano. Debe ser valorada y orientada teniendo en cuenta que son los futuros conductores del pa�s y dirigentes y orientadores de la izquierda y el socialismo peruanos. Por eso adquiere importancia especial la labor ideopol�tica, de propaganda y de organizaci�n, con los j�venes que se incorporan a Juventud Popular, al MNI y al Partido.
Es indispensable que enriquezcamos nuestras filas con nuevas y numerosas hornadas de militantes j�venes obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales, y que trabajemos para hacer de ellos los continuadores de la obra del Amauta y los futuros conductores de la causa revolucionaria y el socialismo. Somos comunistas. Aqu� no tienen lugar luchas generacionales ni privilegios en raz�n de veteran�a pol�tica o presencia juvenil. La causa es una, uno sus fundamentos doctrinarios y el programa, uno el destinatario final de esas luchas: el pueblo peruano. Pero ning�n trabajo con la juventud ser� exitoso y duradero sin llevar a cabo una intensa labor ideol�gica y te�rica marxista leninista que afirme en su vanguardia un firme esp�ritu revolucionario y partidista, una s�lida posici�n clasista proletaria, estilos de trabajo comunistas y no peque�oburgueses. �Brazos abiertos a la juventud!: tal la consigna. Pero ello no debe significar� concesi�n ideol�gica, program�tica o de l�nea, ni puertas abiertas al voluntarismo, al espontaneismo, al sectarismo o al movimientismo.
Es correcta la pol�tica de afianzar un espacio muy definido de izquierda y trabajar con prioridad en ese sentido. Por espacio de izquierda se entiende un terreno de influencia pol�tica, cultural, ideol�gica, organizativa y de masas de definida orientaci�n democr�tica, patri�tica y socialista, que tenga sus expresiones en el movimiento sindical, regional, cultural, parlamentario, municipal, profesional, juvenil, �tnico. El MNI y la JP deben convertirse en pilares de este proceso pugnando por ganar su liderazgo en base a su trabajo y orientaci�n correcta. Por eso un MNI y una JP fuertes y bien implantados es una tarea que apoya con entusiasmo y responsabilidad el Partido, impulsando su organizaci�n en todo el territorio nacional,� su amplitud y su autonom�a organizativa, buscando en todo momento ampliar sus componentes con todos aquellos� hombres y mujeres que tienen� inter�s y preocupaci�n comunes, trabajando en igualdad de condiciones y derechos seg�n el principio de un militante un voto.
Para el Partido debe quedar muy clara la necesidad de construir, en el futuro pr�ximo, la Juventud Comunista. Habr�a sido un error forzar las cosas cuando las condiciones no estaban maduras. Ahora la situaci�n empieza a cambiar y� se torna favorable para tomar medidas que nos lleven en esa direcci�n. Pero �ste es un proceso que hay que saber manejar con prudencia. No por mucho madrugar se amanece m�s temprano. Corresponder� al Comit� Central que elija el VII Congreso considerar el momento y los procedimientos m�s apropiados.
EL MOVIMIENTO SOCIAL
La configuraci�n de clases del Per� contempor�neo es sumamente compleja. El neoliberalismo no ha hecho sino acentuarla. La burgues�a moderna, que concentra la riqueza asociada en condici�n subordinada al capital transnacional, es reducida. La burgues�a media, no tiene la fuerza ni la voluntad para disputarle la hegemon�a, ni condiciones para su desarrollo en un pa�s neocolonizado y centralizado como es el caso peruano. La inmensa masa de� medianos y peque�os�empresarios�, los m�s de ellos trabajadores por cuenta propia (cuentapropistas), sienten c�mo� la ruina los amenaza empuj�ndolos a la condici�n de sobrevivencia. Los sectores medios: profesionales liberales, empleados, maestros, excepto un cierto n�mero de funcionarios� privados o del Estado beneficiarios del modelo, virtualmente dejaron de ser el �colch�n� que por sus condiciones de vida aseguraban estabilidad al sistema. La pobreza y la desocupaci�n tambi�n los alcanza. No es sorprendente que en Lima, las personas integradas al mercado capitalista no sobrepasen el 20 por ciento del total de su poblaci�n, y� mucho menos en el interior del pa�s.
La clase obrera tampoco es la misma de antes. Sobre todo el proletariado industrial, reducido en grado extremo. Suman cientos las f�bricas cerradas, y en pocas de las que funcionan existe organizaci�n� sindical. Si hay un proletariado que ha crecido es el de servicios. Un grueso sector de estos trabajadores, dispersos en peque�as y medianas empresas, laboran en condiciones de semiesclavitud, con total ausencia de derechos sociales, estabilidad y salarios dignos. A ellos se debe sumar la poblaci�n desempleada (que son mucho m�s de lo que indican las cifras oficiales), y los subempleados. Un mill�n y medio de emigrados solamente en los �ltimos diez a�os, es la muestra pat�tica de una pa�s que se desangra.
No es mejor la suerte de la poblaci�n rural. La ruina asola el campo peruano, con excepci�n de un peque�o sector de productores, mayormente orientados a la exportaci�n. Basta saber que los cr�ditos bancarios benefician apenas a 2,000 productores agrarios mientras un grueso del campesinado se mantiene en una situaci�n de autoconsumo. La pobreza alcanza a la mayor�a de la poblaci�n rural.
La pobreza en el Per�, en lugar de reducirse se ha incrementado, tirando al agua las recomendaciones internacionales al respecto y las promesas del gobierno fujimorista. Ahora hay m�s pobres y �stos, a su vez, son m�s pobres. Seg�n la revista Per� Econ�mico, el nivel de pobreza se ha incrementado de 50.7 por ciento de la poblaci�n total en l997 a 54.1 por ciento en el 2000, cuando se esperaba su reducci�n, en este mismo lapso, al 45 por ciento.
El ingreso familiar promedio en los dos �ltimos a�os, en Lima Metropolitana ,se ha reducido en 23 por ciento, y 30 por ciento en el resto del pa�s. Este a�o 14 millones de personas gastan menos de dos d�lares al d�a. En el lapso que media� entre l997 y el 2000, hay 900,000 personas pobres adicionales s�lo en la ciudad Capital.
Esta es la dimensi�n de la crisis y sus consecuencias nefastas. El resultado de la aplicaci�n del ajuste neoliberal que enriqueci� a pocos y empobreci� a las mayor�as.
Necesitamos volver con fuerza a la clase obrera cuya composici�n, sin embargo, ya no es la misma de las d�cadas pasadas. En esas condiciones est� a la orden del d�a reconstruir el tejido sindical y asumir la lucha por la reconquista de sus derechos b�sicos atropellados. Necesitamos contar con organismos sindicales renovados en su conducci�n, en sus m�todos, en los roles que obligan las nuevas condiciones de la lucha de clases. El Partido no puede obviar ni descuidar esta tarea. Pero a�n as� es insuficiente. Es indispensable tambi�n realizar arduos esfuerzos para atraer a sus elementos de avanzada a las ideas del socialismo y la revoluci�n, ganar una creciente influencia pol�tica e ideol�gica en las masas proletarias, forjar l�deres de vanguardia con clara conciencia de sus tareas de hoy y de ma�ana. La organizaci�n pol�tica de los trabajadores es de fundamental importancia, lo que hace indispensable una resuelta lucha para erradicar la influencia del espontaneismo y el economicismo fuertemente arraigados en la tradici�n de la izquierda peruana.
Tenemos logros iniciales y avances menores en la labor con la mujer y la intelectualidad. Y avances m�s significativos en el trabajo juvenil. A ello debemos sumar los esfuerzos para ampliar, de manera sostenida nuestra presencia en sectores del campesinado, del magisterio, de la salud, de los trabajadores de la energ�a, la miner�a, los servicios fundamentales. Los nexos con los peque�os y medianos empresarios son iniciales y deben intensificarse� dada su importancia num�rica y su lugar en la producci�n, as� como sus contradicciones con el gran capital, las transnacionales� y el neoliberalismo. Es indudable que debemos poner m�s empe�o en el cumplimiento de estas tareas, pues de sus resultados depender� que nos posesionemos con fuerza en el seno del pueblo trabajador.
En condiciones de pobreza y desocupaci�n generalizadas, como es el caso peruano, hacen aparici�n con mayor fuerza organizaciones asistenciales tales como los comedores populares o los comit�s de vasos de leche. No constituyen organismos representativos del cambio o de una consciente lucha de clases, sino de emergencia. Lo positivo es que agrupan a cientos de miles de personas, sobre todo mujeres, favoreciendo la ayuda mutua entre ellas. Estos factores deben ser tomados en cuenta y desarrollados, al mismo tiempo que se lucha contra sus elementos conservadores y parasitarios, su proclividad a la dependencia y la manipulaci�n.
Lugar especial corresponde al trabajo en los frentes regionales, en los comit�s c�vicos y frentes de defensa, que con fuerza creciente insurgen� a escala nacional continuando la tradici�n de los frentes de defensa. Indiferentemente de los nombres que adoptan y de las singularidades que los caracterizan, representan la posibilidad de constituirse en los referentes populares organizados m�s amplios, plurales e importantes del pa�s. Se explica por la amplitud de sectores sociales que puede agrupar, por la debilidad de la organizaci�n sindical, y por los contenidos de su lucha fuertemente democr�tica, anticentralista, de desarrollo de sus regiones. La experiencia de los a�os setenta� es aleccionadora al respecto. No es casual que se conviertan en un factor de intensa disputa pol�tica o de pugnas por su conducci�n. La pol�tica del Partido para los frentes regionales ya fue definida recogiendo la experiencia pasada,� y forma parte de su concepto de democracia directa. Desde luego que no debemos perder de vista sus implicancias coyunturales, incluyendo las repercusiones electorales cuyas aguas movidas ya se dejan notar, pero cometer�amos un serio error si se cayera en el reduccionismo coyuntural, electoral o economicista.
Los frentes de defensa, en la d�cada de los setenta y ochenta, llegaron a configuran un tipo de organizaci�n de frente �nico popular ampl�simo, que abarc� desde la clase obrera hasta sectores de la burgues�a regional, por lo general mediana y asfixiada por el centralismo. Toda esa experiencia acumulada debe continuarse en lo que tiene de positivo, que es mucho, y actualizarse. Con los frentes de defensa, las rondas campesinas y las asambleas populares, hace presencia la democracia directa, cuyos alcances y posibilidades democr�ticas y revolucionarias� todav�a no se entienden del todo. Pocas veces se alcanz� una unidad tan amplia y una incorporaci�n tan diversa de fuerzas sociales, adem�s del protagonismo del pueblo, sin intermediaciones que no fueran las que �l mismo determinaba. Para la oposici�n liberal y centrista los frentes regionales, c�vicos o de defensa, son meros ap�ndices electorales o de presi�n; para los comunistas tienen una dimensi�n y alcance que trasciende la coyuntura, independientemente de que por el momento sus motivaciones aparezcan vinculadas a reivindicaciones parciales. No deber�a sorprendernos lo encarnizado que ser� la lucha por su direcci�n con los representantes del liberalismo y el centrismo pol�tico, o del reformismo.
Siempre hemos sostenido el principio de respetar y defender su autonom�a y unidad, y nos hemos opuesto a su utilizaci�n electorera o sectaria. Contamos al respecto con la experiencia de los frentes de defensa que tuvieron un papel descollante en los a�os setenta y ochenta. Por el momento son movimientos reivindicativos, fr�giles en su estructura organizativa -con excepci�n de Iquitos-, con plataformas parciales y en ciertos casos� motivadas por la resistencia al r�gimen dictatorial. En la medida que se salga con m�s fuerza del reflujo y se inicie un nuevo auge de masas, adquirir�n un peso creciente como parte de la organizaci�n popular.� Ello implica trabajar con mayor intensidad� consagrando m�s atenci�n a su organizaci�n desde las bases en torno de plataformas comunes. La clave reside en contar con una fuerza pol�tica fuerte, implantada en las masas, influyente, con capacidad de liderazgo, correctamente orientada y organizada. Debemos proponernos� ser esa fuerza pol�tica y unirnos a quienes representan perspectivas y objetivos afines. Lo que se debe evitar a toda costa es el sectarismo, el divisionismo,� las disputas est�riles y los m�todos burocr�ticos de mando y ordeno, poniendo en pleno juego en su lugar la l�nea de masas, la labor paciente y persuasiva, el trabajo organizado, la formaci�n de cuadros y lideres honestos y leales a la causa revolucionaria y socialista.
Entonces tendremos idea cabal de la consigna� �Con el pueblo, desde el pueblo, para el pueblo! Lo que el Partido necesita para cumplir su misi�n hist�rica es la gran unidad de sus militantes, la gran unidad del pueblo peruano, la gran unidad de los pueblos del mundo contra el enemigo com�n: el imperialismo.
El movimiento sindical no atraviesa por su mejor momento. En parte como resultado de las pol�ticas neoliberales y la desrregulaci�n impuesta, pero tambi�n por errores que se arrastran de atr�s en la conducci�n de la CGTP. El sindicalismo peruano hab�a entrado en crisis incluso antes de l990. El viejo sindicalismo burocratizado, falto de democracia y creatividad, muchas veces conciliador y b�sicamente peticionario, no se ajusta a las nuevas condiciones ni a las expectativas de los trabajadores de hoy, fragmentados por el ajuste, desplazados fuera de las empresas, condenados a la sobreexplotaci�n del trabajo en los services o convertidos en trabajadores por cuenta propia, carentes de derechos b�sicos. �A nuevos tiempos, nuevas respuestas!� Estando pr�ximo el Congreso de la CGTP debemos participar activamente, proponiendo alternativas, definiendo pol�ticas, planteando rectificaciones, encontrando salida a los problemas de fondo. Pero sobre todo trabajando m�s intensamente en las bases, donde todo est� por reconstruir. Si la CGTP no da un vuelco en su orientaci�n y en sus m�todos, y su conducci�n actual se contenta con el control administrativo, su crisis puede hacerse mayor y perder el espacio que a�n conserva. Ya son varias las federaciones que han emigrado de sus filas y muchas las federaciones departamentales convertidas en� cascar�n.
El Congreso de este a�o puede sentar las bases para su recuperaci�n. Esta es una posibilidad a la que apostamos. O bien, continuar el plano inclinado en que se encuentra. Una CGTP reconstruida, renovada en sus pol�ticas, en sus m�todos y en su conducci�n, democratizada,� eficiente y desburocratizada, asentada en bases s�lidas y no en membretes, capaz de encontrar alternativas a las diversas expectativas de los trabajadores, es la carta que estos esperan. Debemos hacer todo lo que est� de nuestra parte para que ello ocurra.
�Por eso la importancia que el Partido conceda mayor atenci�n a esta tarea asumiendo responsabilidades crecientes en la Central y en sus bases. Nada de esto se lograr� sin lucha en�rgica para desterrar la vieja herencia espontaneista y economcista impregnada en la conciencia de los trabajadores,� y sin tomar como dato b�sico su unidad de clase. Pero, sobre todo, si no desplegamos un intenso y planificado trabajo en las bases, reconstruyendo los sindicatos donde sea necesario, dinamizando aquellos sumidos en la par�lisis y la rutina, reorientando all� donde estuvieran instaladas concepciones y m�todos que est�n en el origen de la crisis sindical, innovando y buscando nuevas respuestas a las exigencias de hoy. Lo que implica, a su vez, un serio y ordenado trabajo dirigido a formar y promover cientos de cuadros y l�deres sindicales y populares, con firme posici�n de clase y orientaci�n socialista, capaces de asumir con �xito y claridad de objetivos estas responsabilidades. Formar y adiestrar verdaderos l�deres y cuadros dirigentes, con formaci�n marxista-leninista y experiencia de conducci�n y lucha, en el proceso vivo del combate de los trabajadores por sus reivindicaciones, la democracia, la independencia y el socialismo: tal la tarea central en este per�odo.�������
Siguiendo esta misma l�nea de acci�n necesitamos prestar m�s atenci�n al trabajo con el campesinado, cuyo despertar muestra s�ntomas importantes de recuperaci�n. Paros y movilizaciones campesinas se han producido en Cajamarca, Puno, Cusco, Andahuaylas. Esta tendencia ir� en crecimiento. La crisis agraria lleva mayor pobreza al campo y ruina a los peque�os y medianos productores. En estas condiciones no queda otra cosa que la lucha y la unidad de los productores del campo en defensa de precios aceptables para sus productos, por cr�ditos blandos y mayor productividad de sus tierras, ayuda tecnol�gica, v�as de comunicaci�n que permitaN el acceso de sus productos al mercado, defensa del medio ambiente. El hoy campo dormido se ir� convirtiendo en uno de los ejes de movilizaci�n y lucha democr�tica, anticentralista y patri�tica, sumando el potencial de los movimientos regionales contra el centralismo, por el desarrollo y progreso del interior, por derechos democr�ticos y justicia social.
El campesinado no cuenta por el momento con una central que unifique sus acciones. Esta es su principal debilidad. Y no existen condiciones para que esa unidad pueda lograrse sobre la base de alguna de ellas, sea la CCP, la CNA u otras. Nuestro objetivo estrat�gico� consiste en trabajar por la centralizaci�n y organizaci�n� del campesinado en torno de una plataforma com�n que comprenda los intereses del conjunto de los sectores que lo componen, tome en cuenta su diversidad, respete sus normas de funcionamiento y representatividad democr�ticas y unitarias. Mientras tanto debemos seguir impulsando las rondas campesinas, el trabajo en la base y en las federaciones provinciales y departamentales, siguiendo el principio de concentraci�n de fuerzas.
La Primera Conferencia Educacional �Horacio Zeballos� ha sentado las bases para la reorientaci�n del trabajo del Partido en este sector. Las decisiones de la Conferencia, refrendadas por el X Peno, obligan a todo el Partido y son la base de su unidad en el trabajo educacional. No se puede desconocer la presencia e influencia del Partido, sobre todo en su representaci�n sindical. Era indispensable procesar el balance de lo actuado a fin de extraer las lecciones del caso, detectar los puntos d�biles y los errores en el trabajo, y asimilar lo positivo para continuarlo en mejores condiciones. El documento �Reconstruyamos el Partido en el frente educacional y avancemos en la lucha por la revoluci�n y el socialismo�, sintetiza este esfuerzo, convirti�ndose en el material orientador para todos los comunistas. Un defecto del trabajo consisti� en reducir la labor al �mbito sindical, perdiendo de vista la singularidad del rol de los maestros en la sociedad, su labor en el �mbito de la ideolog�a, sus posibilidades de influencia cultural y pol�tica. El trasfondo ideol�gico que est� en la base es el espontaneismo y su manifestaci�n pol�tica, el economicismo. La importancia del trabajo sindical es obvia. Subestimarlo es un contrasentido. No obstante, necesitamos mejorar el trabajo realizado fortaleciendo las organizaciones de base, promoviendo nuevos cuadros y l�deres sindicales, elevando la conciencia sindical y de clase de sus afiliados como la capacidad de conducci�n de los mismos. Es indispensable perfeccionar la democracia sindical, actualizar su sistema organizativo,� mejorar los m�todos de trabajo, todo ello inseparable de la promoci�n del autofinanciamiento apoy�ndose en la l�nea de masas.
Pero donde los avances son insuficientes es en el �mbito pedag�gico y, sobre todo, en la construcci�n del Partido en el seno de los trabajadores en la educaci�n. Necesitamos contar con cuadros y militantes que se orienten pol�ticamente y sepan aprovechar todo el potencial que representan los maestros, por la singularidad de su labor en la esfera educativa, ideol�gica y cultural y por sus v�nculos directos clon la juventud y las masas. Las potencialidades que representan los maestros, y en general la educaci�n nacional para la forja de una nueva conciencia democr�tica, patri�tica y progresistas en las nuevas generaciones, es enorme. Pero estas potencialidades no han sido aprovechadas sino descuidadas.
El Partido no debe confundir el �mbito que corresponde al sindicato u otras organizaciones parecidas. Partido y sindicato no son la misma cosa. De lo que se trata, en este caos, es del papel que le corresponde asumir al maestro comunista,� c�mo debe trabajar y ser forjador del cambio revolucionario de la sociedad. El reduccionismo sindical y economicista nada tiene de com�n con el socialismo ni con el papel del partido del proletariado. Si hemos de ser muy cr�ticos de tales estrecheces, debemos advertir tambi�n el error que significa recaer en sindicalismo revolucionario, esto es en hacer pol�tica partidista desde el sindicato sustituyendo la labor del partido pol�tico revolucionario. Esta experiencia �izquierdista� y sectaria ya la hemos vivido cuando se organiz� el CCUSC, en la d�cada de los setenta, con las consecuencias conocidas.
Los esfuerzos realizados por el Partido, al respecto, son todav�a� limitados. Es verdad que existe una incorporaci�n significativa de la mujer en el Partido, el MNI y JP, pero no es todav�a lo que desear�amos alcanzar, en cantidad y en calidad. En este aspecto necesitamos� tomar iniciativas para avanzar con mayor rapidez. Pero donde m�s se siente nuestra ausencia es en el trabajo con la mujer en general. En suma, c�mo llegar a ella, organizarla y ganarla a la causa revolucionaria y socialista. Ello se debe, en parte, al insuficiente conocimiento que tenemos de los problemas de la mujer, de su situaci�n concreta en la sociedad peruana, y tambi�n a que no encontramos los m�todos apropiados y las formas adecuadas para vincularnos a ella.
En el pasado tuvimos una experiencia valiosa que fue la conformaci�n del Movimiento Democr�tico de Mujeres, que gener� mucho entusiasmo y permiti� la participaci�n de muchas de ellas. Lo importante fue su amplitud, lo que facilit� que se acercar�n cientos de mujeres. Existi� entonces la posibilidad de convertirlo en un verdadero movimiento de masas. Pero esta experiencia se frustr� y no pudimos continuarla m�s adelante. Con otras caracter�sticas, se han dado posibilidades de trabajo entre las maestras a trav�s del SUTEP, las madres de familia en los sindicatos mineros, tambi�n en los comit�s de vasos de leche y comedores populares, y entre las j�venes estudiantes, con resultados magros. Tambi�n en el MNI se est�n haciendo esfuerzos pero sin alcanzar todav�a una presencia consistente. �Qu� falla?
Una primera constataci�n es que el Partido no entiende la importancia del trabajo en este sector de la poblaci�n ni est� claro c�mo llevarlo a cabo correctamente. En segundo lugar, no se encuentran los m�todos apropiados y los cuadros que deban llevar esta tarea adelante. En tercer lugar, tambi�n aqu� se manifiesta el peso de la influencia espontaneista y economicista, que entiende el trabajo con la mujer como un asunto reivindicativo pero no pol�tico y menos ideol�gico. Finalmente, salta a luz la debilidad de las estructuras del propio Partido que le impide reconocer en este campo uno de los factores fundamentales para la acci�n revolucionaria del Partido y su propia reconstrucci�n.
Tarea urgente es tomar medidas pr�cticas para conformar un referente democr�tico, patri�tico y socialista de la mujer, como se intent� en el pasado, buscando la amplitud debida junto a� lineamientos pol�ticos y organizativos que le den la consistencia y durabilidad deseada. Todo esto, sin descuidar pol�ticas de frente �nico de m�s amplio alcance, donde el tema de la mujer, sus derechos y reivindicaciones est�n presentes.
LA ORGANIZACI�N DE LOS ESTUDIANTES
La organizaci�n de los estudiantes universitarios, de las escuelas t�cnicas y pedag�gicas, de los colegios e institutos, merece igual atenci�n preferente. La Federaci�n de Estudiantes del Per�, cuya trayectoria es incuestionable, en la �ltima d�cada decay� en su influencia y organizaci�n entre los estudiantes. Ahora se encuentra en franco proceso de recuperaci�n, no sin obst�culos y paralelismos de diversa �ndole. Defender su unidad y reforzar su recuperaci�n es una tarea que nos compromete. Un movimiento estudiantil vigoroso, bien organizado de abajo arriba, con capacidad de movilizaci�n nacional, fundado en bases democr�ticas, patri�ticas y progresistas, con una vanguardia socialista y un liderazgo firme en su orientaci�n e implantaci�n entre los estudiantes, es indispensable no s�lo para canalizar sus reivindicaciones sino tambi�n para luchar por una universidad e institutos pedag�gicos y t�cnicos democratizados, profesionalmente solventes, con recursos apropiados para su funcionamiento eficiente, que se ubiquen en el horizonte del proyecto nacional y democr�tico.
�No se puede tolerar universidades intervenidas, mediocres o chantajeadas por quienes ejercen el Poder. Somos partidarios de la escuela y salud p�blicas,� universales y de calidad, que son derechos de todos los peruanos, y de una universidad democratizada, cient�fica, vinculada al desarrollo nacional, a la investigaci�n, a la formaci�n human�stica de los estudiantes. No olvidemos que la juventud siempre ha sido la levadura de los pueblos, el basti�n de la lucha contra las dictaduras y la arbitrariedad.
PROBLEMAS DE DIRECCION
El cuello de botella que enfrenta el Partido est�, sin embargo, en el problema de direcci�n. Este tema fue abordado en el VI Congreso, tambi�n en el III y VI� plenos del Comit� Central. Sobre todo en el VI Pleno, de manera m�s detenida y profunda. No es poco el esfuerzo asignado a su examen y soluci�n. No nos referimos aqu� a la labor pr�ctica, administrativa, de los organismos de direcci�n o a las dificultades en el funcionamiento del sistema de comit�s, los cuadros y las c�lulas. Sobre este tema ya expresamos algunas opiniones.
�En esta parte queremos insistir en la conducci�n pol�tica como ciencia y como arte de la direcci�n estrat�gica y t�ctica, ajena a la direcci�n artesana, rutinaria, formalista, cuyo horizonte termina en la coyuntura o en el gesto radical. Se dice que la estrategia es ciencia porque estudia la situaci�n en su conjunto y en sus partes y s�lo puede ser resultado de una evaluaci�n objetiva, seria, verificable, multifac�tica, de la realidad dada. Y se entiende la t�ctica como arte por la flexibilidad que exige y por su mutaci�n constante, dado que var�a con cada situaci�n concreta. Pues bien, la pol�tica revolucionaria no puede prescindir del estudio concienzudo de la estrategia y la t�ctica como de la reflexi�n de las experiencias vividas por el Partido y el movimiento comunista internacional, en lo que tiene de correctos y tambi�n en sus errores.
Tenemos en alta estima la m�xima de Sun Tzu: �conoce a tu enemigo y con�cete a ti mismo, entonces podr�s ganar cien batallas�. La lucha supone voluntades en conflicto: uno debe vencer y el otro ser vencido. Hasta ahora nos ha tocado siempre la peor parte. Esta situaci�n debe cambiar. Pero ello exige entender el mundo de hoy, los cambios que se producen, las nuevas condiciones de la lucha, el aprovechamiento inteligente de los factores positivos y las ventajas disponibles, el conocimiento del pensamiento y los movimientos de los adversarios, etc.. Porque, como se�ala bien el X Pleno, la victoria se construye y el �xito tambi�n.
A fines de junio de l998 el Bur� Pol�tico emiti� una circular importante donde advierte acerca del agotamiento del modelo de ajuste neoliberal y las manifestaciones de una nueva crisis econ�mica, que los hechos recientes han confirmado. Luego de constatar un nuevo flujo de masas en desarrollo y el vac�o pol�tico cuyas se�ales entonces ya eran evidentes, arriba a una conclusi�n muy importante: la contradicci�n� fundamental a resolver en su labor pr�ctica, en estas circunstancias, es aquella que se presenta entre esos factores objetivos cada vez m�s favorables para sacar a las masas del reflujo y para expandir la presencia del movimiento revolucionario y progresista, por un lado, y por otro, la insuficiente percepci�n de esas tendencias en desarrollo,� deficiencias del trabajo de direcci�n que no se ajustan a estas nuevas realidades,� debilidad del sistema de comit�s, de� cuadros disponibles y del funcionamiento celular, presencia de un estilo de trabajo conservador y formalista y de m�todos rutinarios;� factores todos ellos que, considerados de conjunto, son verdaderos bloqueos para seguir avanzando. Lo que queda claro es� la insuficiente preparaci�n te�rica, pol�tica y organizativa del Partido para enfrentar con �xito esta realidad cambiante. Situaci�n que se tornar� m�s apremiante con el t�rmino del r�gimen fujimorista y el paso a una situaci�n de recambio de gobierno.
Esto es justamente lo que necesitamos atacar sin falta.
Es evidente que una contradicci�n de esta naturaleza conlleva elementos de crisis si no encuentra el cauce adecuado y soluciones concretas. Con frecuencia se tiene un criterio catastr�fico de la crisis y por eso es temida. Esto impide verla en su contexto concreto. Todo cambio en la situaci�n obliga a modificaciones en la t�ctica, en los m�todos, en las consignas, en las formas concretas de lucha, inclusive de organizaci�n. Si no se producen oportuna y apropiadamente se abre paso un per�odo de contradicciones y crisis. Esta es una verdad axiom�tica que, sin embargo, muchas veces se olvida.
Debemos entender por crisis la mutaci�n considerable que acaece en un hecho o enfermedad, ya sea para mejorar o agravarse; tambi�n �mutaci�n importante en el desarrollo de los procesos�, o bien �una situaci�n dificultosa o complicada�. No tiene, pues, por qu� entenderse toda crisis como un fen�meno terminal. En el caso del Partido las crisis son� situaciones que se presentan con cierta� regularidad. Que se agudicen o que encuentren respuestas prontas y correctas, es ya un problema que depende de la� capacidad y experiencia de la direcci�n.
En nuestro caso se trata de la urgencia que tiene el Partido de producir� un giro, un verdadero viraje, para ponerse� a tono, en primer lugar, con las nueva situaci�n y las nuevas condiciones de la lucha pol�tica, que le permita encontrarse en capacidad de extraer las ventajas que ofrece�� y no ser arrastrado� por los acontecimientos como barca sin timonel; en segundo lugar, con la tarea de su reconstrucci�n y sus tareas de m�s largo alcance. Desde luego que tiene en su base problemas ideol�gicos y pol�ticos. Tambi�n metodol�gicos. Pero de aqu� no se puede concluir que es irreversible. Todo lo contrario: es una contradicci�n objetiva, no antag�nica, que debemos entender, asumir y resolver si queremos garantizar un serio paso adelante.
Lo que necesitamos son cuerpos dirigentes� eficaces, capaces de ejercer una verdadera direcci�n colectiva junto a la responsabilidad individual,� que estudien, reflexionen y atiendan en serio la conducci�n estrat�gica y t�ctica. Terminar con la idea de que ejercer funciones de direcci�n es sin�nimo de asistencia peri�dica a las reuniones de los organismos a los que se pertenece, dejando de lado el cumplimiento de las tareas, el control de los resultados o la vinculaci�n seria con las bases y las masas. Donde el mando est� disperso no se espere un partido unificado y cohesionado. Donde las palabras postergan los hechos, no se espere resultados concretos. Donde impera la rutina no se espere creatividad, ni renovaci�n, ni capacidad de adecuaci�n a las condiciones cambiantes de la lucha.
Finalmente hay un tema que no se atiende como corresponde. Nos referimos a la democracia interna y al centralismo. No por casualidad se considera el centralismo democr�tico como el principio fundamental de organizaci�n. Si falla su entendimiento y su aplicaci�n se abrir�n paso el democratismo y la anarqu�a, variedad de liberalismo peque�oburgu�s; o bien al centralismo burocr�tico, autoritario,� la pol�tica de mando y ordeno. Ambas desviaciones� da�an la vida interna del Partido impidi�ndole cumplir su misi�n. Por desgracia� todav�a ejercen influencia� en el Partido y sus resultados perniciosos est�n a la vista.
Donde reina este ambiente subjetivo, an�rquico, o donde se ha impuesto el autoritarismo en las relaciones internas y en la relaci�n con las masas, surgen los grupos, los corrillos, la desconfianza, o los silencios temerosos. El Partido deja de ser un todo integrado lleno de vivacidad, de confianza rec�proca,� para convertirse en departamentos estancos, en zonas de control y desconfianza. Necesitamos afianzar m�s la democracia interna,� pero tambi�n el centralismo que permita unidad en la acci�n y en el control de las tareas. Libertad y disciplina no est�n re�idas; constituyen una unidad de contrarios que se complementan. Estos son temas que deben merecer un estudio serio y una reflexi�n serena, condici�n necesaria para avanzar en la institucionalidad de la vida partidaria, tarea que el Congreso asume con fuerza.
Para que el centralismo democr�tico funcione se necesita, adem�s, comit�s que funcionen como verdaderos �rganos de direcci�n y en orden, c�lulas que activen como organismos pol�ticos vinculados a masas concretas, afiliados organizados que asuman sus derechos y deberes a conciencia, cuadros y militantes fieles al Partido que se ci�an a las normas estatutarias, el programa y las pol�ticas del Partido, y un Comit� Central eficaz en la direcci�n y con la autoridad y las potestades que le otorga el estatuto partidario.
�Debemos admitir que no se ha hecho lo suficiente para fortalecer esta autoridad ni se ha realizado la educaci�n del caso, lo que origina� tendencias an�rquicas, grupistas, individualistas, que resquebrajan la autoridad de los organismos dirigentes, que no se deben permitir m�s. Las decisiones del Comit� Central son obligatorias para todo el Partido, independientemente de que se est� o no de acuerdo con ellas. No obstante, muchos camaradas o no lo entienden o lo violan conscientemente. Una situaci�n de �stas se� present� durante el �ltimo Congreso del SUTEP. Decisiones expresas del Comit� Central no fueron acatadas por un cierto n�mero de camaradas o fueron puestas en cuesti�n. Una situaci�n similar se produjo en el� Congreso de JP, donde cierto n�mero de militantes del Partido, so pretexto de la democracia de bases, desconoce decisiones consensuales tomadas por el Bur� Pol�tico, sobre la base de propuestas que provinieron de las comisiones correspondientes y grupos de trabajo. Esto no es democracia: es democratismo, esp�ritu grupista y anarqu�a, cuya base social es la peque�a burgues�a y su fuente ideol�gica, el individualismo y el faccionalismo.
En resumen, tenemos logros y tambi�n deficiencias y retos no resueltos. El m�s importante de ellos, construir el Partido de cara al pueblo peruano, sus necesidades, preocupaciones, expectativas, en lugar de un partido enclaustrado, que trabaja m�s hacia adentro que hacia fuera. El papel del Partido consiste en movilizar, organizar, educar, alzar a la lucha a los trabajadores, al pueblo, por sus intereses de hoy y sus intereses futuros. Fuera de esta tarea carece de sentido. El socialismo no ser� tal si no se trabaja desde hoy para que sea realidad ma�ana.� De cara a las masas, abierto a la gente, convencido de que miles y miles de hombres y mujeres cansados de promesas incumplidas buscan un nuevo camino para el pa�s: tal la convicci�n que nos anima y el mensaje que asume el VII Congreso.
Despu�s de 10 a�os de aplicaci�n sistem�tica y casi sin resistencia del neoliberalismo, y de la instalaci�n del r�gimen dictatorial a partir del 5 de abril de 1992, el balance no es optimista para el pa�s ni para el pueblo peruano.
El Informe al VI Congreso, al resumir la situaci�n pol�tica, la instalaci�n de la dictadura y los alcances del neoliberalismo lleg� a� conclusiones como las siguientes: a) el modelo de ajuste se propone �una respuesta integral a un fen�meno integral como es la crisis�; b) en raz�n de ello no ser� posible �enfrentarlo con �xito desde la izquierda y desde el movimiento popular� sin una alternativa igualmente integral, viable...que cuente a su favor con una estrategia y una t�ctica coherentes�; c) el problema de �fondo es la crisis que el neoliberalismo profundizar�; d) �la fuerza de Fujimori proviene de factores objetivos como subjetivos que se entrelazan en una circunstancia especial que ha sabido aprovechar�; e) estos factores ( inestabilidad, inflaci�n desbocada, violencia irracional de SL, corrupci�n generalizada, descr�dito de los partidos pol�ticos, etc.) �representan su ventaja m�s importante y su principal capital� pol�tico; f) el soporte en que se apoya es su �alianza con el gran capital y con la c�pula militar�; g) cuenta con �el respaldo, algunas veces conflictivo pero al final decisivo, del imperialismo norteamericano y japon�s�; h) todo esto en una situaci�n donde �el potencial de explosividad del Per� es grande y la calma chicha puede terminar pronto y tornar inmanejable el pa�s�.
Asimismo se define su estrategia basada en tres puntos: a) �reestructuraci�n de la econom�a en el m�s crudo neoliberalismo e incondicional sujeci�n a los organismos financieros internacionales�; b) �plasmar un Estado contrainsurgente�, que m�s tarde se supo estaba proyectado para dos d�cadas o m�s; y c) desarticular toda forma de oposici�n pol�tica y capacidad de resistencia y organizaci�n popular.
Este an�lisis ha demostrado ser correcto. Los hechos posteriores confirmaron sus conclusiones fundamentales. Siete a�os despu�s, culminado el segundo per�odo del fujimorato, se puede llegar a conclusiones parecidas en m�s de un aspecto.
El neoliberalismo no arrib� al Per� por veleidad del imperio ni por la sabidur�a del ingeniero Fujimori. Es la respuesta a la crisis del capitalismo que se manifest� con fuerza en la d�cada de los 70 y a la necesidad de elevar la tasa de ganancia para el capital. Signific� tambi�n la crisis del modelo keynnesiano que domin� la econom�a occidental despu�s de la crisis del 29, de modo particular luego de la Segunda Guerra Mundial,� que fue usado como arma de �contenci�n del comunismo� y de erosi�n y freno del movimiento obrero. La estrategia global del imperialismo, hasta el derrumbe de la URSS, se redujo a una frase: contener al comunismo. Todo lo que lo permitiera fue v�lido. Se explican as� el respaldo a norteamericano a dictaduras sangrientas y reg�menes cipayos en Am�rica Latina y en otras regiones del mundo.
Am�rica Latina vio c�mo la estrategia de sustituci�n de importaciones se estancaba y c�mo se ahogaba bajo el peso de la crisis de la deuda externa y el monopolio abusivo de la revoluci�n tecnol�gica y cient�fica por parte de los pa�ses centrales del capitalismo, con el imperialismo norteamericano en primer plano; deuda acrecentada artificialmente con el env�o masivo de los llamados petrod�lares. La inflaci�n domin� la econom�a de esta regi�n alcanzando cotas antes inimaginables en Per�, Argentina, Brasil, Bolivia. Fue la �d�cada perdida� donde las econom�as cayeron en picada, los pueblos se empobrecieron, se extendi� el dominio� financiero sobre el productivo, se acrecent� el papel de los monopolios y se lanz� la ofensiva neoliberal, ideol�gica primero,� econ�mica y pol�tica despu�s, para someter nuestras econom�as y traerse abajo las conquistas alcanzadas por los trabajadores. La consigna fue desnacionalizarlo todo, privatizarlo todo, desrregularizarlo todo.
El cambio de la correlaci�n de fuerzas a escala mundial con el derrumbe de la URSS, a favor de un Estados Unidos convertido� en la potencia dominante en el mundo, culmin� la faena.
El neoliberalismo y los gobiernos autoritarios que origina fueron la respuesta a una crisis� global y tambi�n nacional. Por eso el papel determinante, supuestamente para poner orden y promover el desarrollo, que se asigna al FMI y al Banco Mundial, verdaderos ministerios de econom�a del imperio para el Tercer Mundo.
Dos d�cadas despu�s, el fracaso del modelo econ�mico es obvio. El Per� no escapa a esa realidad. La conclusi�n fundamental es que esta �respuesta integral a un fen�meno igualmente integral que es la crisis�, fall� por la base. Lo que tenemos a la vista es una econom�a abierta a la especulaci�n y primario-exportadora. El resultado es mayor pobreza, desocupaci�n, centralizaci�n, polarizaci�n, dependencia neocolonial y destrucci�n de fuerzas productivas. La industria est� virtualmente colapsada. La agricultura, excepto peque�os lunares, en ruina, originando con ello no s�lo pobreza en el campo e imposibilidad de acumulaci�n, sino tambi�n dependencia alimentaria. La recesi�n empuja a la quiebra al peque�o y mediano productor o comerciante. Mientras el Per� languidece mill�n y medio de peruanos han salido al exterior en busca de trabajo, y los que quedan deben contentarse con salarios de hambre, con la sobreexplotaci�n del trabajo juvenil,� acostumbrarse a la desocupaci�n, o entregarse a la marginalidad, el robo o la prostituci�n.
El mito de la inversi�n extranjera y del mercado como asignador de recursos est� desmentido por los hechos. De igual manera la desestatizaci�n del Estado. El fujimorismo apost� a la inversi�n extranjera. Lo que vino es capital golondrino o inversi�n dirigida al saqueo de nuestros recursos naturales. Al capital transnacional le interesa un bledo el desarrollo del pa�s o el bienestar de su gente. Le atrae la ganancia no la justicia social ni el desarrollo sostenido. La principal fuente de saqueo, sin embargo, es el pago de una deuda externa realmente impagable. Parte fundamental del ahorro interno fuga por esa v�a. En 1990 la deuda externa ascend�a a 17,252 millones de d�lares, diez a�os despu�s y luego de haber cancelado 13,000 millones de d�lares de la deuda p�blica, la deuda externa total asciende a 29,300 millones de d�lares. �Qui�n gana? �Qui�n pierde?
Las privatizaciones de las empresas del Estado fueron hechas a precio de regalo. Se privilegi� al capital transnacional. De los 8,022 millones de d�lares que ingresaron por esa v�a, se ha esfumado el 90 por ciento sin generar desarrollo ni mejor�a de las condiciones de vida de la poblaci�n, sobre todo de los m�s necesitados. La pregunta que espera respuesta: �Con la privatizaci�n desaforada se benefici� el pueblo peruano? �Se incrementaron las fuentes de trabajo? �Se redujeron las tarifas por servicios como telefon�a o electricidad? La respuesta es concreta: No.
El Estado fue �achicado� para las mayor�as. El deterioro de la educaci�n, la salud, la seguridad social, la desprotecci�n laboral, la sobreexplotaci�n del trabajo, afectan directamente a los trabajadores, al poblador. Chico para las mayor�as, fuerte y grande para beneficiar al gran capital y a las transnacionales: he ah� la esencia del Estado peruano. Por lo dem�s, un modelo basado en la especulaci�n, la producci�n primario-exportadora y el centralismo no genera trabajo, ni desarrollo,� menos progreso del interior. El resultado final es que la crisis sigue all�, s�lida como un muro de granito.
El neoliberalismo y su econom�a de mercado abierto no ha sido capaz siquiera de desarrollar capitalismo moderno, integrar la econom�a, ampliar el mercado nacional, desarrollar tecnolog�a y menos preparar al pa�s para incorporarse, ordenada y planificadamente, en el siglo XXI. Mientras en el Per� se destina el 3 por ciento del PBI a educaci�n y poco o nada a ciencia y tecnolog�a, en Corea del Sur se destina a ese fin� el 20 por ciento del PBI. La clave para el desarrollo de un pa�s es ahora la educaci�n, sin ella no hay innovaci�n ni capacidad para adecuarse a los cambios que se producen a enorme velocidad.
De espaldas a esta realidad se mantiene la econom�a de autoconsumo, sobre todo en la regi�n andina y oriental. La industria desaparece o se concentra cada vez m�s en la Capital. La investigaci�n cient�fica y tecnol�gica brilla por su ausencia.� Los ingresos del 80 por ciento de las personas decrecen y, con ello, su capacidad de compra. El mercado se limita a apenas un 20 por ciento de la poblaci�n. Nunca como ahora la polarizaci�n social alcanz� niveles tan abismales ni se entreg� el pa�s en bandeja al capital transnacional. No tiene parang�n c�mo se destruyen fuerzas productivas, en especial el factor humano capacitado, gran parte del cual deambula en la desocupaci�n o emigra al exterior. No se trata de saber cu�nto se crece, sino c�mo y para qu�, y qui�nes se benefician con ese crecimiento que muestras las estad�sticas, muchas veces infladas artificialmente para encubrir la realidad.
No debe sorprender que ante este espect�culo dantesco que se reproduce en Am�rica Latina, Africa, Rusia, Asia, imitando las l�grimas de cocodrilo, el imperio yanqui proclame el nuevo giro a una econom�a �con rostro humano� y eche andar por el mundo la �tercera v�a� como sustituto del desacreditado neoliberalismo. Para variar, sus representantes criollos, comenzando por Fujimori, ya no se reconocen de derecha y menos aceptan el r�tulo de neoliberales. Ahora son el �nuevo centro�. Ocurri� as� con Lavin, en Chile, pasando de pinochetista desaforado a centrista compungido, o con Aznar, en Espa�a, de franquista conspicuo a centrista que se codea con la socialdemocracia reconvertida al neoliberalismo vergonzante, pues eso es la �tercera v�a� europea.
El neoliberalismo est� agotado y los desastres que ha producido est�n a la vista. La crisis que padece el Per� es hija suya y resultado natural de sus desmanes entreguistas, autoritarios y corruptos. Y, sin embargo, existe, est� all�, no quiere irse del escenario. Que su sill�n lo ocupen los hijos de la nueva moda� llamada �tercera v�a� no cambiar� la esencia econ�mica y social del problema. Ser� m�s de lo mismo, s�lo que con parches para hacer menos terror�fico el cambio de m�scara.
La respuesta sigue siendo la misma que plante� el VI Congreso:� no se puede enfrentar al neoliberalismo desde la izquierda y el movimiento popular, con �xito, �sin contar con una alternativa igualmente integral, viable�. Esto es precisamente lo que ha faltado y sigue faltando. El oposicionismo ciego no resuelve nada y m�s bien confunde. Este es el cuello de botella en que se ahoga la oposici�n liberal o centroizquierdista ilusionada con la �transici�n a la democracia� y el �pacto de gobernabilidad�. No nos sorprenden sus arrebatos de entusiasmo por las recetas que vienen de los Estados Unidos y su �defensa� de la democracia en el Per�. Olvidan que Fujimori fue hijo predilecto del FMI y Banco Mundial, que el golpe del 5 de abril de l992 fue avalado por EE.UU y la OEA, que el fraude en el refer�ndum constitucional fue consentido por ellos.
Esta es la oposici�n liberal que esperaba llegar al gobierno en el 2,000, con un programa econ�mico y social que es una suma de promesas para continuar b�sicamente en lo mismo.
S�lo el Partido tiene una respuesta integral y tambi�n concreta. Oponemos al capitalismo neocolonial la revoluci�n democr�tica y antiimperialista y el socialismo. Esta es una necesidad hist�rica e insoslayable. No concebimos un Per� desarrollado, pr�spero, soberano, con plena justicia social, liberado del yugo de la explotaci�n y la opresi�n, sin el socialismo. Marchamos en esa direcci�n. Pero esta es una verdad general que exige un plazo m�s o menos prologando para su realizaci�n. Entre tanto �Qu� hacer? �C�mo acumular fuerzas y preparar el terreno que facilite su aproximaci�n?
Se trata, en este caso, de respuestas m�s inmediatas, que correspondan a las condiciones de hoy, al nivel de la correlaci�n de clase y pol�tica en el pa�s y en el mundo. Es verdad que las grandes contradicciones que padece el Per� siguen en pie. Tambi�n las ra�ces estructurales de la crisis. Sin embargo, no nos encontramos en las proximidades de una situaci�n revolucionaria ni en una condici�n de flujo revolucionario de las masas. La tarea de hoy es estimular y crear estas condiciones, forjar la fuerza de vanguardia capaz de manejarlas. El Nuevo Curso ( que incluye el Proyecto Nacional, la Nueva Rep�blica fundada en una Nueva Constituci�n) condensa una alternativa capaz de sentar las bases de una salida a la crisis que padece el Per� y de empezar a resolver las tareas pendientes de soluci�n acumulados a lo largo de la historia. Nuestra tarea consiste en asumirla, impulsarla y llevarla hasta sus �ltimos l�mites a fin de conectar con una nueva fase de la lucha, poni�ndonos a la cabeza de ella.
No parches, cambios de m�scara o ilusiones de buena voluntad, sino una respuesta integral y una voluntad de unidad nacional y democr�tica. Este es el campo de batalla que tenemos que ganar. No habr� hegemon�a ni rumbo certero fuera de esta propuesta incluyente de las mayor�as del pa�s y radicalmente diferente al modelo que nos imponen el imperialismo, sus instrumentos multilaterales como el FMI, el BM, la OMC, y sus representantes pol�ticos, econ�micos e intelectuales en el pa�s.
Desde luego que en este lapso se han producido cambios importantes en las relaciones de clase. La burgues�a de conjunto apost� por el proyecto neoliberal. Sus sectores medios y peque�os tambi�n fueron arrastrados por la batahola. Luego del experimento no son muchos los sectores fieles al fujimorismo y pocos los beneficiarios del modelo. La burgues�a est� dividida a�n cuando sigue movi�ndose en el espacio neoliberal, y sus sectores medios y peque�os esperan nuevas respuestas desesperados por el rodillo que los aplasta. Ha terminado la �s�lida� unidad de este sector con el fujimorismo, por eso la necesidad que �ste tiene de volcarse a los sectores m�s pobres para conservar su voto y respaldo recurriendo a la d�diva, el asistencialismo, el chantaje, para asegurar su permanencia en el Poder.
La peque�a burgues�a ha sido triturada por la crisis y los efectos del ajuste neoliberal. Si antes se mostr� entusiasta por el modelo y el dictador, ahora busca el caudillo que lo saque del hoyo en que se encuentra. As� se explica su respaldo mayoritario a Toledo como tabla de salvaci�n ante la inminencia del fraude y un tercer per�odo fujimorista que mira con p�nico.
El aval yanqui tambi�n ha cambiado de destinatario. Ahora el preferido es Toledo. Existen razones geopol�ticas de por medio, en particular la explosividad que se acumula en el mundo Andino, o las tensiones internas que llevan a una polarizaci�n pol�tica de consecuencias imprevisibles.
La polarizaci�n electoral el 9 de abril (2000), con el alza inesperada de Toledo, grafica muy bien los descontentos acumulados y tambi�n el fracaso de t�cticas fraudulentas que anteriormente le permitieron ��xitos� al fujimorismo. Su capacidad de maniobra se fund� siempre en la desarticulaci�n de la oposici�n pol�tica y social. En tierra de ciegos el tuerto es rey. Esa l�gica le dio resultados favorables. Pero ahora el escenario comienza a ser otro. A falta de una candidatura unitaria que diera t�rmino al ciclo de la dictadura, los electores crearon su propio candidato. Lo que demuestra que la gente est� buscando direcci�n, un rumbo, un proyecto capaz de capturar su inter�s. Fujimori ya no est� s�lo en el escenario. El pueblo ha comenzado a jugar sus propias cartas, s�lo que esta vez todav�a contin�a atado a la ilusi�n de un caudillo salvador en ausencia de una alternativa que visualice, de una conducci�n que le d� confianza, de la configuraci�n de partidos pol�ticos con capacidad de representar los cambios profundos que necesita una sociedad postrada como es el Per� de hoy.
El �Estado contrainsurgente� que ha construido el fujimorismo, basado en su alianza con el militarismo y en el peso sobredimensionado, cuasi fascista, del SIN, est� en cuesti�n. Su desmantelamiento es una tarea impostergable. No importa si Fujimori se mantiene en el Poder un quinquenio m�s o lo sustituye Toledo o cualquier otro, esta tendencia se abrir� paso con mayor fuerza. Democratizar la sociedad es un reclamo general. C�mo se producir�, con qu� fuerza, contenido y dentro de qu� l�mites, es un problema que depender� de la correlaci�n de fuerzas existente y del peso que adquiera el movimiento popular para influir en el escenario pol�tico. En lo que al Partido concierne, debemos presionar y pugnar por una democratizaci�n a fondo. Ella, sin embargo,� ser� imposible o abortar� sin un papel crecientemente protag�nico del pueblo movilizado y organizado. Desde luego que �sta no es una tarea que se agota en la coyuntura; sus implicancias tienen significado estrat�gico. Lo que corresponde es darle los contenidos concretos en cada fase de la lucha, actuando con iniciativa, presionando m�s all� de lo que pueden tolerar la oposici�n liberal y el centrismo pol�tico nucleado en torno de la consigna de �transici�n democr�tica�. Entonces se entender� mejor los alcances y posibilidades de la democracia participativa y directa� y por qu�, con el nuevo auge que estamos en la obligaci�n de apoyar e impulsar, adquirir� nuevos br�os y contenidos.
Definitivamente ingresamos en un per�odo nuevo, no s�lo porque las masas comienzan a salir del reflujo y de la despolitizaci�n, de la par�lisis y el miedo que se les impuso sacando ventaja de la violencia senderista, o porque importantes sectores antes ilusionados con el neoliberalismo buscan salidas y respuestas nuevas; sino tambi�n porque el modelo neoliberal est� agotado y porque la crisis empuja al descontento y la desesperaci�n a mucha gente, incluyendo empresarios arruinados por ella.
Se dibujan, pues, los proleg�menos de un nuevo mapa pol�tico y tambi�n la b�squeda de nuevas respuestas pol�ticas,� econ�micas y sociales. Este ser� el sello que marcar� el decenio iniciado.
Hasta aqu� parte del texto de este cap�tulo del informe entregado para su debate a las bases. Las previsiones que hici�ramos fueron confirmadas en lo fundamental, pero los hechos despu�s de julio se han precipitado aceleradamente coloc�ndonos en un escenario nuevo.
Dec�amos entonces: �el fujimorismo, de quedarse en el Poder (principal posibilidad luego de la farsa electoral del 28 de mayo, pero no la �nica, pues la otra, presionada por el desconteto popular e internacional es un gobierno de emergencia y nuevas elecciones democr�ticas) tampoco ser� el mismo. Su discurso �centrista� o sus pujos nacionalistas son un claro s�ntoma de ello. Ya no cuenta con la correlaci�n de fuerzas que dispon�a en l995 y debe enfrentar una polarizaci�n irreconciliable. Su base social burguesa est� fragmentada. Ha perdido respaldo internacional. Ya existe un movimiento social encrespado. Su influencia en los sectores m�s pobres, resultado del asistencialismo y la manipulaci�n, si bien aparentemente consistente, es en realidad deleznable. Por primera vez se encuentra en una posici�n defensiva, a�n cuando sabemos que buscar� salir de ella para recuperar la iniciativa y pasar a la ofensiva. El mensaje �concertador� de Fujimori luego de esta comedia electoral es parte de esta esgrima que refleja, de un lado, su aislamiento, pero tambi�n una maniobra t�ctica para apaciguar los �nimos, ganar tiempo, neutralizar la presi�n internacional, a la espera de negociar desde posiciones de fuerza una vez instalado en el Poder, por tercera vez,� el 28 de julio�.
�El que haya resultado �elegido� en un sufragio groseramente viciado confirma que contin�a siendo la dictadura c�vico-militar que conocemos. Se ha impuesto, fraude de por medio, por el uso arbitrario del poder, por la manipulaci�n del hambre y la desesperaci�n de los m�s pobres, por el concurso abierto de la c�pula de las Fuerzas Armadas, su principal respaldo.
Est� claro que su plan t�ctico inmediato tiene dos ejes: de un lado, legitimarse dentro y fuera del pa�s, recurriendo a la �legitimidad� que le otorga un JNE sometido; del otro, neutralizar y luego derrotar el descontento y la insurgencia ciudadana. En suma, asegurar la continuidad de la dictadura y la permanencia del modelo econ�mico y social. El primer punto es crucial para sus planes. Justamente por ello este es el eslab�n clave sobre el cual debemos concentrar el golpe principal, sin renunciar al cuestionamiento firme del modelo neoliberal o de sus variantes.
Cualquiera sea la situaci�n a fines de julio el panorama pol�tico, definitivamente, ya no ser� el mismo. Uno de los rasgos particulares de la situaci�n peruana es la polarizaci�n pol�tica. Es verdad que la oposici�n representa un abanico muy grande que va desde sectores neoliberales, asqueados del r�gimen dictatorial, hasta los sectores revolucionarios. Esta polarizaci�n explica por qu�, en los hechos, se abre paso la unidad de acci�n en este espectro contradictorio, o tambi�n por qu� nos encontramos ante el encumbramiento de una personalidad caudillista como Toledo.
En otra parte del documentos se planteaban las siguientes interrogantes:
Nos encontramos, pues, en un escenario complicado, de cambios bruscos en la coyuntura, a tal punto que es muy dif�cil saber con seguridad qu� pasara hasta fines de julio. Para entonces la fuerza que adquiera el movimiento democr�tico y popular m�s la presi�n externa �ser�n suficientemente fuertes para obligar a Fujimori a renunciar? �Se contar� con una mayor�a en el Congreso dispuesto a declarar ileg�tima su elecci�n hija del fraude, constituir un gobierno provisional y convocar a nuevas elecciones? O Fujimori alcanzar� una mayor�a en el Congreso� mediante el soborno y el chantaje, que le asegure 5 a�os m�s en el Poder?� �En medio de la crisis pol�tica nos encontraremos con una salida golpista? Por el momento no es posible sacar conclusiones definitivas. Pero todas esas posibilidades est�n abiertas como salidas a una crisis pol�tica que sigue fermentando.
No es mucho lo que le quitar�amos a esta evaluaci�n realizada inmediatamente despu�s de las elecciones de mayo pasado. Lo nuevo, y que cambia el panorama pol�tico, es que se ha producido, con rapidez no esperada, el adelanto de elecciones y el desmantelamiento parcial del aparato fujimontesinista construido a lo largo de los �ltimos a�os. No es todo, desde luego, ni lo profundo que se quisiera, pero implica la terminaci�n negociada de la dictadura, su salida cubierta con el velo que le otorgan la OEA y el gobierno norteamericano y lo permite la oposici�n liberal y centrista sentada en la Mesa de Di�logo.
Estamos en una fase de transici�n al postfujimorismo. Este es el problema de fondo. Ya no es posible la continuidad del r�gimen tal como lo conocimos y parec�a omnipotente. Termina abrumado por la descomposici�n pol�tica, la corrupci�n, la crisis econ�mica, la quiebra de sus estructuras jer�rquicas antes disciplinadas, el desnudamiento de su estilo mafioso de gobierno.
Para sobrevivir necesita del paraguas norteamericano, que precisa a su vez del fujimorismo para asegurarse una recomposici�n ordenada, un recambio sin mayores olas, en un pa�s altamente conflictivo y que es parte, a su vez, del �rea andina igualmente convulsionada, con Colombia como su epicentro.
El fujimorismo como corriente pol�tica avanza a desmembrarse. Las pugnas en el corral oficialista son claro s�ntoma del desbande iniciado. Cada vez es menor la posibilidad de contar siquiera con candidatura propiciada abiertamente desde palacio de gobierno, o por lo menos con una que tenga credibilidad. La renuncia de Tudela a la vice-Presidencia indica a las claras que el abrazo fujimorista asfixia y hiede, que ya no es rentable. Convertido Montesinos en perro muerto que se pudre al sol para salvar la imagen presidencial, no es ninguna garant�a para que el dictador se salve de la ira popular.
Las responsabilidades del r�gimen, en cuyo centro estuvo siempre la troika Fujimori-Montesinos-c�pula militar, con el pa�s y con el pueblo peruano, es inmensa. No cabe ni amnist�a ni reconciliaci�n nacional con los responsables de genocidio, torturas, corrupci�n, uso mafioso del Estado. La aceptaci�n o el encubrimiento de la impunidad equivale a hacer del proceso de democratizaci�n que el pa�s demanda, una farsa.
Hacia delante se abren dos caminos: o se avanza a un real proceso de democratizaci�n y de cambios fundamentales para enfrentar la m�ltiple crisis que agobia al pa�s: econ�mica, pol�tica, social y moral; o se asumen simples parches, que permitan cambios secundarios en el �mbito pol�tico y moral mientras� se mantiene el modelo neoliberal y la injusticia social que engendra.
Las condiciones que deja la dictadura en retirada no pueden ser peores. La desesperada campa�a de privatizaciones en que est� empe�ado el ministro Bolo�a, las medidas tributarias para engrosar los ingresos fiscales, la b�squeda� de cr�ditos del exterior para cubrir el forado presupuestal, indican a las claras que la crisis no es s�lo recesiva ni tan pasajera como la� presentan.
Los pr�ximos a�os estar�n marcados por agudas tensiones sociales. Cualesquiera sea el gobierno que ingrese se encontrar� con un hueso duro de roer. Tendr� que navegar en medio de la inestabilidad econ�mica, pol�tica y social, con espacios de maniobra limitados, tanto peor si se propone conservar un modelo de econom�a que ya no da m�s fuego. El fujimorismo vendi� hasta el delirio la mercanc�a de la inversi�n extranjera como eje del desarrollo. Este no ha llegado. Lo beneficiarios nativos del modelo tampoco garantizan inversi�n productiva ni soluci�n al agudo problema ocupacional. Los industriales que aplaudieron el �camino correcto� que signific� para ellos el ajuste estructural, han bebido su propia medicina. El mercado abierto ha terminado por evaporar muchas industrias, arrastrando detr�s suyo a los productores del campo, y lo que ha dejado es apenas 2 millones de peruanos con acceso al mercado mientras la inmensa mayor�a est� excluida.
No es menos grave la situaci�n social donde pobreza, desocupaci�n, sobreexplotaci�n, bajos ingresos, p�rdida de derechos sociales, enfermedades infecto-contagiosas, mala calidad de la educaci�n, frustraci�n, conviven present�ndonos un panorama desolador. Y pensar que se le ofreci� al pueblo peruano un futuro promisorio� a cambio de �ajustarse los cinturones�.
El r�gimen se propuso perpetuarse a cambio de fragmentar la sociedad, desarticular las organizaciones pol�ticas y sociales, introducir el miedo como mecanismo de sometimiento, difundir la ideolog�a pragm�tica y utilitaria. Por otro lado, ha pervertido las instituciones del Estado, incluyendo las Fuerzas Armadas. La corrupci�n y la descomposici�n moral se han extendido por todo el organismo estatal. La credibilidad est� por los suelos y es m�nima la confianza ciudadana en tales instituciones.
La crisis que vive el pa�s no es, pues, solamente coyuntural. Estamos ante un problema m�s de fondo.
El Per� necesita cambios reales y no paliativos. Es verdad que hay que empezar resolviendo los problemas urgentes, el primero de ellos terminar con el Fujimorismo y su estilo mafioso de gobierno. Pero no es de ninguna manera suficiente. Aun en esta cuesti�n lo que est� sobre la mesa es: se va hasta el fondo y se procede a una cirug�a mayor, o se queda en la superficie, se negocia la �transici�n� como est� ocurriendo en la Mesa de Di�logo, y se vuelve a reinnstalar una democracia formal, l�rica, pero ineficaz.
Est� en cuesti�n no s�lo la dictadura sino toda la estructura autoritaria y corrupta que se construy� a lo largo de la d�cada, comenzando por la Constituci�n aprobada mediante fraude en el Refer�ndum del 93.
No obstante, la llamada �oposici�n democr�tica� ha concertado su permanencia en el gobierno hasta julio pr�ximo, otorg�ndole su confianza para que Fujimori monitoree la �transici�n a la democracia�, criterio que no compartimos y� cuestionamos de ra�z, y que es un� claro indicio que est� en marcha una transici�n negociada a espaldas del pueblo. La forma como han resuelto las reglas para las pr�ximas elecciones, sobre todo en lo referente a la inscripci�n de las agrupaciones pol�ticas, es inaceptable.
De acuerdo con este manejo �Qu� opciones se barajan en el corto tiempo que queda hasta abril? El oficialismo sabe que ha entrado en descomposici�n y liquidaci�n. No es seguro que pueda conservar la unidad mostrada hasta ahora. Necesita sin embargo conservar posiciones que le permitan cubrirse las espaldas y proteger intereses construidos a lo largo de estos a�os. Lo m�s probable es que recurra a un �independiente� como candidato, buscando, en el peor de los casos, conservar una significativa representaci�n parlamentaria.
En la oposici�n la carta m�s segura, por lo menos hasta el momento, sigue siendo Toledo, cuyo discurso confrontativo con la dictadura y su insistencia en la renuncia de Fujimori, le ha ganado un respaldo importante.
No obstante esta situaci�n, terminar con el r�gimen mafioso, sigue siendo una tarea y una consigna justa que no podemos dejar de lado por c�lculos estrictamente electorales. Las movilizaciones programadas por los frentes regionales y otras acciones de lucha no deben detenerse. Los problemas del pueblo peruano no terminan con la cancelaci�n del fujimorismo. Ni sus tareas se agotan en sus fronteras. Siempre hemos combatido el antifujimorismo como programa, pues reduce la lucha a la reconquista de la democracia formal en crisis, dentro del marco que tolera la Constituci�n del 93, obviando la batalla contra el neoliberalismo y sus consecuencias funestas para el pueblo peruano,
Cuanto m�s profunda, extensa y decidida sea la lucha democr�tica del pueblo peruano, tanto mejores ser�n las condiciones para desmontar toda la estructura autoritaria, corrupta, mafiosa, construida por el r�gimen; para poner en cuesti�n un modelo econ�mico de saqueo nacional, empobrecimiento de la poblaci�n y de privilegios para una minor�a; para avanzar hacia una descentralizaci�n pol�tica y econ�mica que desde siempre reclaman los pueblos del interior. Ser�a un grave error reducir las luchas del pueblo a la terminaci�n del r�gimen, cuando los problemas pendientes de soluci�n van m�s all� y est�n a la orden del d�a.
De aqu� podemos desprender dos tareas relacionadas entre s� pero al mismo tiempo diferentes en su alcance. La primera tiene que ver con la t�ctica general que corresponde a la tesis del Nuevo Curso; la segunda, con una t�ctica concreta, para la coyuntura. Confundir ambos escenarios ser�a tan err�neo como perder de vista la conexi�n entre una y otra.
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IV.-� LA TACTICA GENERAL, LA TACTICA CONCRETA Y LAS TAREAS PARA EL PERIODO
Como se sabe, el Comit� Central previ� con mucha anticipaci�n la posibilidad de que las elecciones de abril del 2000 dieran como resultado la polarizaci�n electoral entre dos opciones de contenido neoliberal. Por eso hablamos de continuismo con o sin Fujimori, y por eso tambi�n propusimos una candidatura de oposici�n antidictatorial y antineoliberal. Desafortunadamente las cosas ocurrieron como hab�amos previsto, en ausencia de una alternativa distinta que no fue posible construir. Nos falt� la fuerza y tambi�n los aliados que lo posibilitaran. La lecci�n que se extrae es concreta: si quieres unir debes tener la fuerza suficiente para obligar a los aliados potenciales a sentarse a la mesa, unirse y marchar juntos. Si eres d�bil nadie te escuchar� y menos� tomar� en cuenta. Por eso debemos concentrar energ�as para desarrollarnos en calidad y en cantidad, construir un espacio firme de izquierda y una fuerza de masas consistentemente asentada en las bases. Porque no entendimos esto desaprovechamos mucho tiempo buscando una unidad por arriba que nunca lleg� a plasmar. Para ser m�s francos: no pod�a plasmar porque no exist�an las condiciones para ello ni la disposici�n pol�tica de las partes supuestamente interesadas.
La fragmentaci�n de las fuerzas de oposici�n, en particular de la izquierda y del movimiento popular, es el mejor regalo que se le hizo al fujimorismo, sea porque �ste� indujo con habilidad a esa situaci�n o bien por estrechez de miras en la oposici�n popular y democr�tica. La concentraci�n del voto en la candidatura de Toledo, por ejemplo, fue m�s bien una reacci�n aluvional del electorado para cerrarle el paso a la reelecci�n fujimorista, que resultado de un esfuerzo unitario� en torno de un plan de gobierno y de una candidatura consensual de la oposici�n pol�tica. M�s un estado de �nimo que un compromiso consciente, una b�squeda de salida a una situaci�n intolerable que convencimiento de cu�l era� la mejor opci�n. En el lapso que media entre abril y el presente, esa es una candidatura m�s consolidada y en derredor no se perciben alternativas m�s coherentes. De aqu� a abril del 2001 pueden haber sorpresas, ciertamente, pero no f�cil dada la estrechez del tiempo disponible.
Parec�a que el ciclo de los independientes, de la pol�tica esponja, carente de principios y compromisos firmes y estables, entraba en receso. Pero no es as�. Tiene aire para un tiempo m�s en ausencia de la recuperaci�n de los partidos pol�ticos o de la configuraci�n de nuevas estructuras que definan mejor los campos. La crisis de los partidos pol�ticos es mucho m�s seria de lo que parec�a y todo indica que la d�cada que se inicia ver� una nueva recomposici�n de fuerzas y liderazgos. �Qu� amplitud del terreno en disputa ocuparemos? Depender� de lo que se haga y de la inteligencia con que trabajemos en un per�odo cargado de tensiones y redefiniciones que comprometen el concurso de millones de peruanos, sobre todo de las nuevas generaciones asqueadas de la dictadura pero inexpertas y confundidas. Lo que est� claro e inamovible es que el espacio que debemos construir� es el de la izquierda y el socialismo.
Es verdad que el panorama latinoamericano y tambi�n nacional avanza a un per�odo de inestabilidad, pero no se puede decir que nos encontramos en la proximidad de una situaci�n revolucionaria o algo parecido. La izquierda que se reconstruya tampoco ser� la misma que termin� su ciclo a fines de los ochenta. Su avance depender� de c�mo se ubica en este nuevo escenario pol�tico y social, que no se agota en las pr�ximas elecciones anticipadas anunciadas para abril del 2001 ni en la transferencia de gobierno de julio entrante.
�La derecha neoliberal buscar�, por su parte, recomponer sus fuerzas, reordenar su maltrecho tejido de alianzas, cambiar su rostro desacreditado y conservar su hegemon�a recurriendo al enorme poder medi�tico que maneja y al aprovechamiento de la manipulaci�n de una poblaci�n empobrecida y fragmentada. El respaldo del gobierno norteamericano a Fujimori como garante de la �transici�n�, arroja luces sobre sus preferencias. Toledo ya no ser�a el candidato de su confianza. Est� por verse quien ser� la cabeza electoral que congregue su respaldo. Quiz� Tudela o Roque Benavides podr�an entrar en liza, ahora desde supuestas posturas independientes. Ambos necesitan vender una imagen distinta, sabiendo como saben que el fujimorismo �quema�. Las transnacionales que se ganaron la loter�a en estos 10 a�os de dictadura y socios menores del pa�s que florecieron a su amparo, pugnar�n por la permanencia de sus privilegios y porque el rumbo de la econom�a los tenga entre sus favorecidos.
El� centro pol�tico, oscilando entre el liberalismo y el reformismo� de la tercera v�a, intentar� proyectarse como la fuerza de recambio. El discurso �ltimo de Toledo calza con esta �ptica. El tema central del debate ser� el de la ocupaci�n, y desde luego el de la moralizaci�n. En este �ltimo aspecto continuar� con su posici�n dura para captar la repulsa popular al dictador y para no permitir que en este campo surjan rivales que le hagan sombra. El derrumbe del r�gimen tambi�n erosiona las expectativas en el modelo. La crisis, adem�s, es demasiado fuerte y sus efectos desastrosos no permiten andar defendiendo un producto que se desacredita cada d�a que pasa. Sus palabras recientes en Cusco proponiendo un �gobierno de unidad nacional� que tenga como base el acuerdo de gobernabilidad, y su acotaci�n de que �Per� Posible�� no es �partidario de� un sistema neoliberal que estrangula a la gente�, muestra un mensaje que se propone conciliar diversos intereses, distanci�ndose de un modelo asociado, qui�rase o no, al fujimorismo, convencido adem�s de que no hay otra forma de garantizar la gobernabilidad postfujimorista y permitir la atenuaci�n de las tensiones sociales que, de hecho, pasar�n al primer plano.
En este escenario no debemos perder de vista que construir el espacio de la izquierda y el socialismo, con identidad y capacidad de liderazgo es la gran tarea que tenemos por delante, que trasciende las consideraciones coyunturales y electorales a la vista. Espacio ideol�gico, pol�tico, cultural, y tambi�n �tico. Las condiciones objetivas y tambi�n subjetivas son favorables para acometer esta tarea. De nosotros depender� si sabemos aprovecharlas inteligente y audazmente. Pero ello implica un salto de calidad y una superaci�n acelerada de lo acumulado hasta el presente. Se puede decir que nos� encontramos en una fase de transici�n y de preparaci�n para pasar a esta nueva etapa. Hay mucho que recuperar y continuar de las experiencias vividas por el partido y el movimiento popular y revolucionario peruanos, tambi�n mucho que cambiar, corregir, descubrir, de acuerdo a las nuevas condiciones de la lucha de clases.� Bien vale recordar al poeta Antonio Machado: �Caminante no hay camino, se hace camino al andar�.
El caudillismo contin�a teniendo en el Per� un peso mayor de lo esperado. Tambi�n la ilusi�n de que los grandes problemas del pa�s pueden resolverse por� voluntad de una persona. Es el peso muerto del pasado feudal que sobrevive con m�s fuerza de lo que imaginamos. En el fondo, todo ello no es m�s que la expresi�n de una crisis profunda de la pol�tica y el Estado, y de la ausencia de alternativas ideol�gicas y pol�ticas consistentes capaces de capturar el inter�s y la imaginaci�n ciudadanos. Tampoco debemos perder de vista el peso que significa la despolitizaci�n a que ha sido arrastrado el pueblo peruano, adem�s de la� enorme presencia que significa la penetraci�n ideol�gica del imperialismo y el neoliberalismo basada en el individualismo, el irracionalismo, el pragmatismo utilitario, el fetichismo del �xito a cualquier costo, la devaluaci�n de los valores nacionales junto a la cultura decadente y pervertida que ha impuesto la dictadura. Todo esto muestra la enorme importancia que tiene la lucha en el �mbito de las ideas, de la cultura, de los valores y la �tica, sin la cual no ser�a posible concebir una izquierda a la altura de sus compromisos hist�ricos.
La d�cada a la que ingresamos ser�, por las consideraciones se�aladas, de intensa confrontaci�n de ideas y programas, y tambi�n de flujo creciente de las masas en lucha . Prepararse para esta batalla y capacitarse para darla bien, es una tarea de primer orden. Pero ello implica tener una mirada estrat�gica pues sus frutos no se ver�n necesariamente en el corto plazo.
Necesitamos, pues, ubicarnos en los dos espacios del manejo t�ctico: la t�ctica general para el per�odo y la t�ctica concreta para la coyuntura pr�xima.
La propuesta del Nuevo Curso define la alternativa t�ctica para el per�odo en el cual ingresamos. Y es, al mismo tiempo, la conexi�n necesaria con la estrategia revolucionaria por el Poder. Este es un tema ya abordado en otro momento de este informe. S�lo insistiremos en que su aceptaci�n exige el reto de dar, desde esa �ptica, respuestas al conjunto de problemas econ�micos, sociales, pol�ticos, culturales y �ticos que la realidad del pa�s y los intereses del pueblo peruano ponen a la orden del d�a.
El problema planteado a lo largo del per�odo que abarca por lo menos esta d�cada, se puede resumir en lo siguiente:� continuismo neoliberal o un Nuevo Curso para el Per�. Ser�amos ingenuos si crey�ramos que el neoliberalismo tiene un solo rostro. Puede cambiar en m�s de un aspecto o introducir reformas o morigerar su discurso, pero lo que no cambia es su esencia. Esa esencia es el neocolonialismo y el saqueo nacional, la concentraci�n de la riqueza, el abandono del interior, la desregulaci�n laboral, la privatizaci�n de las empresas del Estado y de los servicios p�blicos, el centralismo, la democracia formal y autoritaria. El t�rmino de la dictadura mafiosa y corrupta no significa necesariamente el t�rmino de la hegemon�a del gran capital ni el retiro definitivo de las FF.AA. del manejo econ�mico y pol�tico del pa�s, y menos todav�a librarnos del dominio neocolonial que est� en la base de nuestras desgracias. De hecho, las fuerzas para producir estos cambios son todav�a d�biles y el grado de conciencia del pueblo peruano para asumirlo,� insuficiente.� Esto no quiere decir que no se pueda hacer algo. Se puede hacer bastante, pero eso depender� de la correlaci�n de fuerzas que se establezca y del peso que pueda adquirir el movimiento popular y democr�tico.
Visto as� las cosas, el pr�ximo proceso electoral es un factor importante. Expresar� un realineamiento de fuerzas que podr�a estabilizarse en el futuro pr�ximo, o bien esfumarse como ocurrir� con el fujimorismo una vez terminada la dictadura. Eso depender� de muchos factores que no es correcto apresurarse en determinar. Los otros factores a considerar ser�n� el papel del movimiento social o de masas, la fuerza de las propuestas que representen, su presencia organizada que bien puede desarrollarse con m�s velocidad hacia delante; y el papel que alcancen a jugar las fuerzas de izquierda y progresistas como representaci�n pol�tica y como representaci�n de ideas y alternativas.
La viga maestra de la t�ctica general sigue siendo la lucha sin concesiones para dar t�rmino a la dictadura y el neoliberalismo, cerrar el ciclo del Estado �contrainsurgente�, abrir camino a una salida verdaderamente democr�tica, con soberan�a y autodecisi�n, descentralismo, desarrollo sostenible y planificaci�n macroecon�mica, justicia social, regeneraci�n moral, educaci�n, ciencia y tecnolog�a, rol dirigente del Estado, y por la unidad m�s amplia del pueblo peruano para� garantizar� un gobierno de ancha base social que encarne estos objetivos. Est� claro que este planteamiento ensambla con la propuesta del Proyecto Nacional, la Nueva Rep�blica y una nueva Carta Constitucional que le sirva de sustento legal; y est� claro tambi�n el papel del Partido Comunista, junto� a las fuerzas democr�ticas y patri�ticas, como uno de sus impulsores m�s firmes..
Una t�ctica general de esta envergadura� permite, en una fase concreta de la lucha de clases y de la correlaci�n de fuerzas todav�a adversa para la causa revolucionaria, contar con una propuesta de reformas integral: econ�mica, social, pol�tica, cultural, �tnica, de definido alcance democr�tico y patri�tico, que implica tambi�n� alianzas de clase muy precisas y� una propuesta� de gobierno amplia y flexible que asegure las mejores condiciones para defender los derechos de los trabajadores, el pueblo en general y la naci�n,� acumular� fuerzas y� desarrollar con independencia el movimiento popular y revolucionario.
Es momento de entender la t�ctica general en su dimensi�n m�ltiple, como propuesta al pa�s y como alternativa a realizar, y no tan solamente� como cuestionamiento y oposici�n antifujimorista. La profundidad de los logros que se alcance no depender� de las declaraciones l�ricas, sino de la capacidad para incorporar a las masas a esta lucha y conducirlas de la manera m�s consecuente en la defensa y conquista de sus derechos fundamentales. La hegemon�a no es un asunto acad�mico, sino la inteligencia, las propuestas, la habilidad y la fuerza con que se cuenta para� dirigir o influir en los procesos concretos.�
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Est� claro que no nos referimos, en este caso, a las t�cticas, indispensables en cada circunstancia concreta de la lucha de clases; sino a la T�ctica, con may�scula, que influye en toda una fase de la lucha de clases del proletariado. Y que, por eso mismo, se entrelaza con tareas de orden estrat�gico. Consid�rese, por ejemplo, el viraje t�ctico del VII Congreso de la Internacional Comunista en 1935 o la propuesta de gobierno de coalici�n del Partido Comunista de China en su VII Congreso, o la t�ctica contenida en la �Historia me absolver� de Fidel Castro.� No es, pues, nada nuevo lo que nos proponemos, ni son iguales las experiencias indicadas para imitarlas al pie de la letra. Pero son referencias que pueden dar luces para entender la propuesta del Nuevo Curso.
La dimensi�n de los problemas que enfrenta el Per�; el reto que significa confrontar con un modelo de capitalismo (el neoliberal) que tiene alcance mundial; la amplitud de las dificultades que est�n presentes dado que venimos de una derrota importante y� de un reflujo prolongado y profundo; los cambios producidos en la correlaci�n de fuerzas internacional y nacional, le otorgan una singularidad especial a la t�ctica general del Partido. Ello incluye la pol�tica de alianzas que abarca desde el proletariado hasta los sectores de la burgues�a media o nacional, sobre todo del interior del pa�s,� agredidos por el neoliberalismo y el centralismo. Tambi�n� los m�todos de lucha apropiados, que incluyen la lucha electoral, la lucha de masas en sus diferentes formas, la confrontaci�n de ideas y plataformas, el uso de los medios de comunicaci�n.
En las condiciones se�aladas no es suficiente contar con una t�ctica de alcance exclusivamente coyuntural, pues significar�a, mal de nuestro agrado, terminar enredados en la l�gica que nos impone el modelo y la hegemon�a del gran capital. Error en el que incurren quienes reducen las tareas de hoy a una �transici�n democr�tica� hegemonizada, en los hechos, por los mismos representantes del neoliberalismo y el capital transnacional. Su error consiste en que absolutizan la lucha democr�tica y reducen �sta a la democracia formal que ya hizo crisis, y pierden de vista lo esencial: el modelo econ�mico y social, y tambi�n el problema nacional, que los lleva a cifrar esperanzas desmesuradas� en el papel del imperio norteamericano o de la OEA para resolver nuestros conflictos internos.� El resultado es que terminan ali�ndose con la derecha liberal y sirviendo los planes del imperialismo.
La lucha pol�tica es multiforme y no se agota en el tema electoral. Poco avanzaremos si no se ingresa en la lucha de programas y alternativas, si no se� pone el acento en la� movilizaci�n y en la capacidad de lucha del pueblo peruano, o si se descuida la lucha electoral viendo en ella solamente un asunto de m�s o menos votos. La no inscripci�n del MNI en el registro de partidos pol�ticos nos trajo complicaciones y limitaciones que no se puede olvidar as� tan f�cilmente. Por lo dem�s, las formas de lucha est�n determinadas por las condiciones concretas y no por abstracciones te�ricas. Si la lucha electoral est� a la orden del d�a, pues hay que asumirla sin vacilaciones. Y si la lucha de masas u otra pasa a primer plano, no hacerlo equivale al oportunismo pol�tico.
Hemos sostenido reiteradamente que la derrota de la dictadura, y tambi�n la profundidad de los cambios que se produzcan, dependen de la fuerza con que se cuente en el momento decisivo. Esa fuerza es esencialmente el pueblo organizado y movilizado, con una alternativa clara que oriente su acci�n y una conducci�n que le garantice un rumbo seguro. Es aqu� precisamente donde est� nuestro flanco d�bil, pues venimos de una derrota y un reflujo que abarc� casi una d�cada. No por casualidad hablamos de reconstruir el Partido, la izquierda, el movimiento popular. No se reconstruye lo que marcha �ptimamente. Es desde esta realidad que tenemos que plantearnos las tareas del Partido y sus pol�ticas, buscando con todas nuestras fuerzas salir del pantano para ocupar un lugar determinante en el escenario pol�tico y en la batalla en defensa del pueblo, sus derechos y sus objetivos de emancipaci�n nacional y social.
No discutimos la necesidad de encontrar, en determinadas fases de la lucha, puntos de aproximaci�n inclusive con sectores de la burgues�a liberal. Por ejemplo en los temas de la dictadura o el fraude,� de la firme batalla contra la impunidad y la corrupci�n, en medidas que favorezcan a los trabajadores, campesinos o peque�os y medianos empresarios, en la defensa del patrimonio nacional. Pero para ello es suficiente una unidad de acci�n o incluso electoral precisa. M�s all� cada uno afianza sus propios espacios y proyectos. Ninguna de esas u otras circunstancias debe comprometer la independencia de clase y pol�tica del Partido.
No nos asusta el frente �nico. Lo sentimos necesario y obligatorio. Pero no a cualquier precio ni bajo cualquier condici�n. Estamos dispuestos a la unidad de acci�n m�s amplia para terminar con la dictadura y facilitar un proceso de democratizaci�n real. Pero es insuficiente. Se necesita avanzar m�s lejos y eso hace obligatorio un frente que termine con el neoliberalismo. Esa es la propuesta del Nuevo Curso, el compromiso que significa asumir el Proyecto nacional y� una nueva Constituci�n que funde la Nueva Rep�blica. Los hechos confirman que la Rep�blica que naci� con la Independencia est� agotada; que la marcha del Per� hacia el siglo XXI, para ser viable, hace indispensable una Nueva Rep�blica que resuelva las tareas pendientes de soluci�n acumuladas a lo largo de la historia. La Constituci�n del 93, hecha para legitimar el golpe del 5 de abril y facilitar la aplicaci�n del programa neoliberal, es el canto del cisne de una rep�blica neocolonizada donde la democracia nunca pas� de la formalidad jur�dica, el desarrollo se ajust� a intereses for�neos y la justicia social siempre estuvo ausente.
Este es el� cambio que el pa�s necesita transitar y, al mismo tiempo, el reto que asumimos para avanzar en la construcci�n de los factores subjetivos de la revoluci�n.
Los comunistas no renunciamos a nuestros ideales y prop�sitos socialistas ni a la revoluci�n. Pero entendemos que la mejor forma de aproximarse a esos objetivos, sobre todo en las condiciones de hoy, es a trav�s de fases y transiciones que garanticen disputar la direcci�n de las masas y su incorporaci�n creciente a la lucha como factores protag�nicos de su propio proceso emancipatorio.
Esto nos plantea otro problema: qu� salida de gobierno le corresponde a esta propuesta. Respondemos: un gobierno de frente �nico antineoliberal, democr�tico, patri�tico, descentralista, promotor de la justicia social y la regeneraci�n moral, que revalora el papel de la educaci�n, la ciencia y la tecnolog�a como requisitos indispensables para su modernizaci�n.� Un gobierno, en suma,� capaz de enfrentar con �xito la crisis econ�mica y la crisis pol�tica que engendra el neoliberalismo. Uno gobierno que se apoya no s�lo en el voto y en una eventual mayor�a parlamentaria sino, sobre todo, en el pueblo organizado y movilizado, en sus organizaciones democr�ticas, en el desarrollo de su propia experiencia e iniciativa hist�rica.
En suma, un gobierno de Nuevo Curso.
Para que esta t�ctica encuentre eco y se abra paso, se requieren varias condiciones m�nimas:
a)�� Una izquierda fuerte, unificada, que cuente con espacio propio de influencia y liderazgo pol�tico. Abierta al pa�s y portadora de un proyecto alternativo y enraizada en la sociedad. Esa es la gran tarea que tienen entre manos el MNI, la JP, las agrupaciones que permanecen en posiciones de izquierda y socialistas.
b)�� Influencia de masas y capacidad de orientaci�n pol�tica y cultural: sindicatos, frentes regionales, comit�s c�vicos, organizaciones campesinas, �tnicas, de g�nero, barriales, juveniles, estudiantiles, profesionales, culturales, religiosas, ecologistas, de Derechos Humanos .
c)�� Presencia electoral y representaci�n en los municipios, gobiernos regionales, Parlamento.
d)�� influencia en el �mbito de las ideas y la cultura.
e)�� Presencia orientadora en las poblaciones �tnicas.
f)��� Capacidad de alianzas pol�ticas y de influencia en la conformaci�n del frente �nico antineoliberal y antidictatorial.
g)�� Desarrollo y afianzamiento del Partido y la izquierda a escala� nacional, de preferencia donde las condiciones se presenten �ptimas para construir bases pol�ticas.
h)�� Liderazgo, dirigentes y cuadros con capacidad para acometer esta tarea en sus diversos aspectos. Entender que nunca ser� f�cil el paso de una situaci�n de oposici�n activa a la de fuerza pol�tica alternativa, capacitada para resolver los grandes problemas nacionales.
i)��� Medios e infraestructura b�sica, basados en el principio de apoyarse en las fuerzas propias y en las masas.
j)��� Relaci�n fluida con partidos y organizaciones pol�ticas internacionales afines y con pa�ses socialistas y progresistas.
k)�� Medios de comunicaci�n directos e indirectos,� adem�s de capacidad para generar opini�n e influir en la sociedad.
l)��� Iniciativa pol�tica y capacidad de presi�n de abajo hacia arriba. Es decir pueblo organizado, movilizado y dispuesto a dar la batalla por sus intereses concretos y generales. Un tema central ser� siempre la construcci�n de los �rganos de democracia directa.
m)� Finalmente un Partido con voluntad de Poder, cohesionado en sus objetivos y en su acci�n, con capacidad de sumar fuerzas y unir voluntades, liberado de ataduras espontaneistas, emp�ricas, abstencionistas y sectarias.
De aqu� se desprende la importancia que para lograr este objetivo representan la Nueva Izquierda, la izquierda reconstruida en su unidad, la Juventud Popular. Asimismo la intelectualidad, el movimiento sindical, los movimientos regionales. Un paso significativo en esta tarea ser� la inscripci�n del MNI en el registro de partidos pol�ticos; pero sobre todo su presencia activa y organizada en el territorio nacional, el liderazgo que genere.
Como integrantes del MNI debemos participar con la mayor seriedad y amplitud de criterio, en su organizaci�n y estructuraci�n nacional, apoyando su mayor implantaci�n en el seno de las masas trabajadoras, el campesinado, la intelectualidad, los peque�os y medianos propietarios y empresarios, la mujer, la juventud. Cobra importancia su participaci�n en el pr�ximo proceso electoral municipal y regional, si este �ltimo se alcanza a conquistar. Asimismo, trabajar con vistas a que el MNI cuente con un medio de expresi�n propio, no importa si peque�o en sus inicios. Ni duda cabe, es una necesidad desplegar una intensa y sistem�tica labor de agitaci�n y propaganda, aprovechando con iniciativa� todas las posibilidades disponibles. La fuerza de la izquierda radica en la justeza de sus propuestas, en el esfuerzo que realicen sus dirigentes y militantes de cara a la gente, en la convicci�n con que act�en sus integrantes, simpatizantes y amigos. En suma, en la unidad que conquiste dentro de sus filas como en el seno de las masas y fuerzas democr�ticas, patri�ticas y socialistas, en la certidumbre en lo que hace y en la confianza en las masas. La fuerza moral, la voluntad pol�tica, la autoconfianza honesta, la decisi�n para llevar a cabo las decisiones tomadas, la acci�n concertada y planificada, la capacidad organizativa, son condiciones para el �xito. Esta es la forma c�mo debemos aportar los comunistas donde quiera que nos encontremos, haciendo esfuerzos sostenidos para incrementar siempre los contingentes del MNI, ampliar incesantemente su espacio de influencia, acrecentar el radio de los aliados en la lucha por el cambio social.
No es aceptable continuar con la pol�tica del avestruz: creer que se hace pol�tica mirando hacia adentro, cerrando los ojos a la realidad, separados de las masas, en cen�culos y debates entre nosotros mismos. Hagamos pol�tica de cara al pueblo, enfrentando sus problemas y ayudando a resolverlos, llevando nuestro mensaje sin temores ni dudas cobardes. Una pol�tica que no se dirige a las masas carece de sentido. Los mejores acuerdos que se quedan entre cuatro paredes carecen de valor. Nuestra consigna es �a las masas!, como hombres y mujeres de izquierda, como luchadores consecuentemente democr�ticos y patriotas, como combatientes socialistas que se nutren de las ideas y las cualidades revolucionarias de los grandes maestros del proletariado y del Amauta Jos� Carlos Mari�tegui.
Sin embargo, requerimos tambi�n definir pol�ticas, t�cticas y m�todos concretos que nos permitan contar con� respuestas a cada problema o situaci�n. Lo que implica investigar, conocer cada �rea de trabajo, contar con cuadros y militantes aptos para asumir estas responsabilidades.
Cualquiera que sea el curso que sigan los acontecimientos una cosa est� clara para nosotros: persistir en el fortalecimiento del espacio de la izquierda, inseparable del desarrollo del movimiento popular sobre bases democr�ticas y patri�ticas. Esta es la tarea fundamental. S�lo contando con una fuerza de izquierda influyente en la sociedad y organizada a escala nacional, estaremos en condiciones de presionar la conformaci�n de un frente de fuerzas democr�ticas y populares, garantizando de paso que los movimientos regionales y otras formas de organizaci�n popular se incorporen como parte de este esfuerzo. Un frente tal, de cuajar, permitir�a levantar la plataforma del Nuevo Curso, con la particularidad de plantear la lucha tanto en el terreno electoral como en el terreno de la lucha de masas.
En el primer caso, nos obliga a acelerar los esfuerzos para permitir la inscripci�n del MNI en el registro de partidos pol�ticos; en el segundo, concentrar esfuerzos para asegurar el fortalecimiento de los movimientos regionales y su mejor coordinaci�n y centralizaci�n nacional. Tarea que no estamos en capacidad de resolver contando s�lo con nuestras fuerzas, lo que obliga a concertar acuerdos con organizaciones pol�ticas y regionales afines al plan dise�ado. La din�mica electoral ya en marcha gravitar� fuertemente en el alineamiento de muchos dirigentes, cuyo entusiasmo por las candidaturas al Congreso es harto conocida.
Debemos convencernos de la urgente necesidad que tenemos de prepararnos para ingresar ordenadamente en una nueva fase de la lucha pol�tica. Si bien no est� terminada la dictadura, su suerte est� echada . Luego de la campa�a electoral rel�mpago de estos meses, inevitable por lo dem�s a�n si Fujimori renuncia, nos encontraremos en otra situaci�n. Necesitamos estar advertidos para evitar que los acontecimientos nos sorprendan y preparados para ingresar en el nuevo escenario que se abre, con la fuerza y habilidad suficientes. Terminada la dictadura, lo que no parece lejano, otras ser�n la condiciones de la lucha, otra la correlaci�n pol�tica y el realineamiento de fuerzas, otro el eje de la confrontaci�n de clases. Acerca de estos cambios inevitables debemos tener claras las ideas para no equivocar el camino. En esta nueva fase el tema de debate, de confrontaci�n y propuestas se trasladar� principalmente al escenario econ�mico y social.
El socialismo es portador no s�lo de un nuevo sistema� econ�mico y social superador del capitalismo, sino tambi�n de una nueva cultura, de un modo de vida ajeno al consumismo desbocado del capitalismo, de valores �ticos fundamentales que le son inherentes, de una relaci�n armoniosa con el medio ambiente. De la misma manera que no renuncia a las mejores tradiciones creadas por la humanidad, no hay nada que lo ate a las ideas conservadoras y reaccionarias engendradas por las sociedades que lo preceden. Representa lo nuevo y en desarrollo. Desde el momento en que su concepci�n de la pol�tica se fundamenta en su pertenencia de clase proletaria, asume valores� que le son propios� como la fraternidad, la solidaridad, la justicia social, la igualdad, la libertad, la lealtad de clase, el culto por la verdad, el patriotismo, el humanismo.
En ese sentido los comunistas no son ni pueden ser simples reproductores de la tradici�n pol�tica feudal o burguesa o de sus m�todos basados en la subordinaci�n y acatamiento ciego, en el individualismo, el caudillismo,� la dependencia,� el utilitarismo o la satisfacci�n de la vanidad personal. Cuanto hacen los comunistas tiene un principio b�sico que lo orienta: servir al pueblo en lugar de servirse de �l. No tiene por qu� sorprender que deban ser tambi�n portadores de una nueva cultura pol�tica, de una manera distinta de entender la pol�tica y de asumir la militancia partidista. Un ejemplo de ello fue Mari�tegui cuya integridad revolucionaria, intelectual, pol�tica y moral jam�s fue empa�ada. Hombre transparente, leal a sus convicciones, abierto a lo nuevo y a las complacencias del esp�ritu, profundamente humano. Por eso entendi� la pol�tica �como la �nica grande actividad creadora� y como �la realizaci�n de un inmenso ideal humano�.
Este concepto elevado de la pol�tica es el que asumimos los comunistas peruanos, ajeno por completo al oportunismo, a la ausencia de principios, al caudillismo y la politiquer�a, al aprovechamiento para fines personales de la confianza de los militantes y las masas, a la manipulaci�n y el enga�o. Los comunistas deben ser siempre leales y francos, honestos y transparentes, capaces de unir sus hechos a sus palabras. Esta es la cultura pol�tica que debemos llevar al pueblo y mostrar al pa�s. La nuestra es una� cultura pol�tica fundada en principios, en la disciplina que obliga toda gran causa, en la entrega a un ideal colectivo, en la lucha inclaudicable por el socialismo.
El segundo tema que nos interesa abordar� y que tiene relaci�n con lo expresado, se refiere a la confusi�n siempre presente entre la funci�n p�blica y el papel de las personas que la ejercen, sea en el Partido, en las organizaciones de masas o en las instituciones del Estado. Por lo general, sobre todo trat�ndose del acceso a determinadas esferas de gobierno, se tiende a considerar tales funciones como� fines en si mismo y no como el medio que son; como la realizaci�n del individuo o como un derecho adquirido, y no como medios para el ejercicio de una responsabilidad pol�tica colectivamente asumida. No se puede desconocer la relaci�n contradictoria entre lo individual y lo colectivo. Que exista contradicci�n entre uno y otro no significa que� sean excluyentes, antag�nicas, sino m�s bien incluyentes. Son dos aspectos de una contradicci�n que pueden y deben complementarse.
Pero con frecuencia no ocurre as�. El resultado es que muchas veces quienes ejercen tales funciones p�blicas terminan por �autonomizarse�, plantar tienda propia y sentirse libres para actuar a su arbitrio. Ya no se sienten responsables de una decisi�n y un esfuerzo colectivos; prefieren entender que el cargo asumido es un derecho y una prerrogativa de su particular incumbencia y se niegan a rendir cuentas a nadie. Esta es precisamente una de las fuentes del oportunismo pol�tico, de la degradaci�n pol�tica y moral en que han devenido muchos que hasta ayer nom�s se consideraban revolucionarios, cuyas inconsecuencias y descr�dito cargan los partidos a quienes se dice representar. Este es un fen�meno que ha alcanzado niveles extremos y grotescos con el r�gimen fujimorista, donde los principios pasan por esperp�nticos, la viveza por sapiencia y la corrupci�n por normal pues... �hay que aprovechar la oportunidad�.
Tales actitudes y m�todos deben encontrar de nuestra parte respuesta firme y de principios. No entenderlo a tiempo llevar� a errores que ya se pagaron muy caro durante la experiencia de Izquierda Unida.
VI.- EL PARTIDO QUE NECESITAMOS
Viene del VI Congreso la tarea de reconstruir el Partido. Desde entonces se han hecho esfuerzos para cumplir con ella aunque los resultados no sean todav�a los esperados. Se explica por tres factores: a) Luego de la crisis vivida, del reflujo de masas y de la dispersi�n en que se encontraba el Partido al momento de realizarse el VI Congreso, su reconstrucci�n deb�a entenderse como un proceso relativamente prolongado. Adem�s, no se precis� un rasero exacto para definir en qu� momento se puede considerar cumplida. b) Al lado de los factores subjetivos hay que tomar en cuenta las condiciones externas que influyen en su marcha. Estos, como es conocido, no siempre fueron favorables. Las condiciones en que se dio la partida no eran f�ciles, comenzando por la dispersi�n� organizativa y el peso de la ofensiva ideol�gica y cultural del imperialismo. Este es un factor decisivo que no hay que perder de vista a la hora del balance. c) Finalmente, debe considerarse las capacidades reales del Partido para ordenar el trabajo y resolver los problemas planteados, complicados si se toma en cuenta que hab�a que producir su reconversi�n de partido secta en partido revolucionario de masas; de partido fuertemente lastrado de espontaneismo y empirismo, en partido con capacidad de asimilaci�n creadora del marxismo-leninismo, y de soluci�n, con cabeza propia, de los grandes problemas que plantea la revoluci�n peruana; de partido acostumbrado a hacer pol�tica� hacia adentro, a partido de cara a la clase y al pueblo, capaz de construir una nueva cultura pol�tica y desplegar su actividad en el amplio espectro de la lucha pol�tica, econ�mica, social, cultural y �tica como un todo confluyente e integrado.
Entender, adem�s, que arrastramos una fuerte tradici�n dogm�tica y espontaneista desde principios de los a�os treinta en que el Partido se aparta de la f�rtil trayectoria mariateguista; una herencia rica en acciones y luchas pero insuficiente en elaboraci�n te�rica, intelectual� y cr�tica marxistas; una escuela de sectarismos y divisiones sucesivas junto a una d�bil cultura democr�tica y unitaria; una tendencia excesiva al� subjetivismo, a los debates interminables, aparejado de la debilidad en la investigaci�n, en la apreciaci�n multilateral de los problemas, con insuficiente sentido pr�ctico y de realizaci�n.
Desde luego que no todo lo realizado es negativo. Hay mucho de valioso acumulado a lo largo de 70 a�os de vida partidaria, pero no est� todav�a sistematizado ni asimilado cr�ticamente, y menos depurada la paja del grano. No partimos de cero ni es correcto negar el pasado del cual somos continuidad. Adem�s, la realidad es siempre cambiante. El Partido de vanguardia est� obligado a prever y responder a estos cambios, adecuarse con iniciativa a las nuevas condiciones, atreverse a abrir nuevos caminos que lo aproximen a la realizaci�n de sus objetivos: la revoluci�n y el socialismo. O avanza, se desarrolla y se autoperfecciona constantemente, o se estanca, se deja ganar por la rutina y se descompone.
En la primera parte del informe nos detuvimos en la evaluaci�n de lo realizado. Aqu� es pertinente resaltar algunos aspectos que consideramos centrales:
En primer lugar, la idea de la reconstrucci�n del Partido. La decisi�n tomada por el VI Congreso fue correcta y necesaria. Asumi� la derrota sufrida con la liquidaci�n de IU, la fragmentaci�n de la izquierda y el aislamiento a que fue sometido el Partido. Y lo que es m�s importante: admiti� con valent�a la derrota ideol�gica que se hab�a sufrido como resultado de la ofensiva del capitalismo contra el socialismo. Definitivamente nos encontr�bamos en una nueva situaci�n, por lo tanto frente a nuevas tareas y nuevas respuestas que se ajustaran a las condiciones existentes. Sin embargo adoleci� de una limitaci�n: descuid� la integralidad y no ubic� bien la contradicci�n fundamental a resolver.
De otro lado, hab�a terminado un per�odo de flujo prolongado del movimiento de masas y de expansi�n de la izquierda. Lo que no se entendi� ni asimil� debidamente fueron las consecuencias y los retos a que obligan el ingreso en una nueva fase de la lucha de clases en el Per�, con una correlaci�n de fuerzas distinta a la que se proces� hasta fines de los 80,� en un nuevo escenario nacional y tambi�n internacional de predominio neoliberal y contrarrevolucionario.
La debilidad te�rica que arrastra el Partido desde la desaparici�n de su fundador, Jos� Carlos Mari�tegui, es otro elemento a tomar en cuenta. La d�cada de los sesenta y setenta fueron tortuosos en debates ideol�gicos, divisiones y refundaciones de partidos que se reclamaban de la misma simiente socialista y marxista-leninista. En el Partido, luego del desprendimiento de su corriente derechista en l964, tuvimos grandes debates y nuevas divisiones con las corrientes representadas por Sotomayor y Paredes, antes de la conformaci�n del Partido Comunista del Per� � Paria Roja- en l969. Posteriormente, tuvimos campa�as de rectificaci�n frustradas, luego debates prolongados, antagonizaciones y fraccionamientos originados por sectores ultristas que dieron origen a agrupamientos como �Puckallacta� o los �Bolcheviques�, que no condujeron a nada� positivo para la causa revolucionaria peruana. �D�nde se encuentran hoy los cr�ticos ultrarradicales de entonces y luego fraccionalistas? �Qu� queda de ellos y sus verdades de papel? Desaparecieron del escenario barridos por el juez implacable que son los hechos.
La reconstrucci�n del Partido no debe llevarnos a olvidar esta experiencia vivida, cuyo costo ha sido enorme para la causa socialista peruana. Sacando lecciones de ella, reflexionando cr�ticamente sobre lo actuado, examinando las nuevas condiciones de la lucha, ubic�ndonos apropiadamente en esta nueva situaci�n de cambios tecnol�gicos, cient�ficos y productivos de cara al siglo XXI, echando ra�z en la realidad que es el Per� como historia y como realizaci�n y posibilidad �concreta, y ubic�ndonos correctamente en el escenario latinoamericano y mundial, estaremos en mejores condiciones de saber c�mo debe ser el Partido Comunista que la revoluci�n y el socialismo peruano necesitan. El marxismo leninismo no opera en la nebulosa, sino en la realidad concreta, verificando su verdad en los hechos, desarroll�ndose incesantemente en medio del torbellino de la lucha de clases, abierto siempre a lo nuevo.
Ocurre otro tanto con el Partido. La necesidad de su reconstrucci�n no surge de la subjetividad de nadie, sino de una situaci�n dada y de unas condiciones objetivas verificables. Significa la admisi�n t�cita de que el Partido que tenemos se ha estancado y que, en muchos aspectos, no corresponde a las condiciones de la lucha del presente. Que es indispensable, sobre la base de su cimiento ideol�gico y te�rico marxista leninista, partiendo de la realidad concreta, as� como de lo mejor que stenemos como partido comunista ya configurado, dar respuesta a situaciones y problemas nuevos, de modo que su construcci�n, su organizaci�n, sus estilos y m�todos correspondan a los objetivos que se ha trazado. Lo que implica, necesariamente, saldar cuentas con los errores del pasado y con las barreras limitantes del presente. Entonces quedar� muy claro la importancia que tiene en esta labor la ideolog�a y la teor�a, y junto a ella las respuestas pr�cticas en asuntos como los de conducci�n, organizaci�n, relaci�n con las masas, frente �nico, formaci�n, etc.
En los prolongados como tortuosos debates del pasado, que luego llevaron a divisiones internas que pudieron evitarse, de haber colocado en primer plano el verdadero marxismo leninismo en lugar del subjetivismo, de la verdad a priori y por eso mismo ajena a la realidad y a los hechos, no logramos entender, por ejemplo,� el trasfondo espontaneista que influye, desde muchas d�cadas atr�s, el pensamiento del Partido. No nos dimos cuenta que sobre ese trasfondo ideol�gico era imposible reconstruir el Partido sobre bases marxista-leninistas. El X Pleno clarifica el panorama y permite mirar la situaci�n del Partido con otra �ptica. Los �7 problemas� ya no aparecen desconectados, sino como partes de un proceso �nico, interrelacionados, independientemente de que cada pieza tiene un lugar.
Como reacci�n al dogmatismo de las d�cadas pasadas y tambi�n como adaptaci�n al movimientismo, a las presiones de lo contingente, se ha descuidado la labor te�rica. Es sabido que sin teor�a revolucionaria no hay tampoco pr�ctica revolucionaria. Y viceversa. Su influencia est� fuera de toda duda. Donde dominan el espontaneismo y el empirismo, el Partido, a�n reconoci�ndolo, es m�s una formalidad que se acepta por costumbre� mientras se deja de lado de hecho su esencia revolucionaria.
Si en los setenta, sacando conclusiones del auge de masas el Partido formul� la teor�a de la democracia directa, el VI Congreso dio un paso adelante con su propuesta del Nuevo Curso, que tiene ahora mayor sustentaci�n. Este avance permite al Partido encontrar el eslab�n que une las tareas concretas con los objetivos de la revoluci�n democr�tica y antiimperialista y el socialismo, dando cuerpo a la alternativa de gobierno que viene planteando desde los ochenta sin hallar el sustento te�rico y program�tico que lo hiciera viable.
Durante mucho tiempo el Partido se movi� entre el oposicionismo inmediatista y la generalidad, que lo incapacit� para actuar con iniciativa e independencia. En el primer caso, termin� muchas veces por subordinarse a la �burgues�a nacional� o cay� en el economicismo; en el segundo, se desliz� al �izquierdismo� o bien termin� en el oposicionismo ciego. No se entendi� el significado y las particularidades de la lucha democr�tica y nacional y la disputa por la hegemon�a en ese proceso. En el momento de m�s alto desarrollo de IU� qued� demostrada esta situaci�n. La crisis de IU, en �ltima instancia, fue el resultado de la incapacidad de la izquierda peruana para proponer y llevar a cabo una alternativa de gobierno cuando hab�a llegado la hora para ello y todav�a no estaba a la orden la lucha por una salida revolucionaria por el Poder. El espejo del Chile de Allende gener� un trauma que inhibi� buscar alternativas de transici�n de una fase o etapa� a otra, en correspondencia con la correlaci�n de fuerzas existentes en cada momento dado, con el temor de caer en posiciones reformistas o electoreras. Este, desde luego, es un peligro que nunca se debe subestimar. Pero el temor a una posibilidad no debe convertirse en freno para actuar. Porque si hay que cuidarse de incurrir en errores de derecha, debemos tambi�n, si se es consecuente, cuidarse en caer en errores izquierdistas. Pero si hemos de vivir atemorizados ante ambos peligros y no actuamos, �c�mo hablar de revoluci�n?.
Tiene as� explicaci�n la falsa antagonizaci�n entre las alternativas de gobierno y de poder que se discuti� intensamente en la d�cada de los ochenta� sin llegar, sin embargo, a la clarificaci�n del caso. No se entendi� la correlaci�n dial�ctica de uno y otro ni la concatenaci�n de la t�ctica y la estrategia. Siendo diferentes se interrelacionan y uno se convierte en factor aproximativo del otro, si est�n presentes los elementos objetivos y si se cuenta con la voluntad pol�tica para transitarlo. Domin� muchas veces un pensamiento unilateral y metaf�sico que ve�a negro o blanco, todo o nada. En la historia del Partido esta manera de pensar llev� a una innecesaria antagonizaci�n de las contradicciones internas, luego a divisiones que pudieron evitarse. Algo parecido se vivi� tambi�n en IU, un frente pol�tico de izquierda, donde las diferencias entre sus partes eran notorias, pero no excluyentes. Al perder de vista el proyecto que representaba IU, en un contexto concreto de la lucha de clases en el Per�, se cay� en una innecesaria antagonizaci�n de� sus� contradicciones pol�ticas y program�ticas que llev� a su divisi�n y liquidaci�n. El resultado fue la crisis en que ingres� la izquierda peruana, su fragmentaci�n� y luego casi desaparici�n. De un lado estaban aquellos que sobrestimaban la lucha por reformas mientras se mostraban incapaces de entender la relaci�n dial�ctica entre reforma y revoluci�n, poniendo un muro entre ambas y dejando de lado su hilo de continuidad; del otro, la sobrevivencia del izquierdismo que subestima� la lucha por reformas, desconoce la relaci�n entre �stas y las tareas de la revoluci�n, entre la t�ctica y la estrategia, cayendo en posturas maximalistas.
El Nuevo Curso, en las condiciones de la correlaci�n de fuerzas de hoy, cierra esta concepci�n unilateral y metaf�sica. Ni la lucha por reformas, sobre todo cuando tienen un sentido que trasciende la coyuntura, es por s� misma sin�nimo de reformismo; ni la lucha revolucionaria por el poder del Estado es pura, lineal, sin transiciones previas. Se incurre en reformismo cuando se pierde de vista el objetivo revolucionario, la estrategia,� y en izquierdismo cuando nos planteamos tareas que est�n m�s all� de las posibilidades reales y de las circunstancias en que se encuentran las clases y fracciones de clase comprometidas en el conflicto. La d�cada de los setenta maduraba condiciones para una situaci�n revolucionaria. Pero el fracaso de IU, por un lado, y del senderismo por el otro, pusieron de manifiesto los l�mites de ese proceso hist�rico. Ahora no se puede decir que nos encontramos ante la proximidad de una situaci�n revolucionaria. Todos los indicadores muestran, por el contrario, que estamos en un per�odo de acumulaci�n de fuerzas, de organizaci�n y de preparaci�n de las condiciones para� un nuevo flujo revolucionario cuya presencia concreta no podemos prever en sus detalles.
Los problemas estructurales de la sociedad peruana contin�an irresueltos. Siguen plenamente vigentes las tareas de la revoluci�n democr�tica y antiimperialista, y con mayor raz�n el socialismo, sin el cual no hay salida posible para la humanidad. Pero de lo que se trata ahora es de algo m�s concreto: c�mo potenciamos las fuerzas de la izquierda peruana poniendo en acci�n los vastos sectores del pueblo aplastados por las pol�ticas neoliberales y la dictadura, c�mo construimos una nueva correlaci�n de fuerzas y� ganamos la iniciativa y la hegemon�a pol�tica para la causa progresista y revolucionaria.
Existe un asunto adicional que merece atenci�n y que lo abord� el Bur� Pol�tico y m�s tarde aprob� el Comit� Central: la contradicci�n entre las� limitaciones y bloqueos que tiene el Partido, por un lado, y las enormes posibilidades que se abren para su recuperaci�n y desarrollo y para un nuevo auge de masas. El problema que se nos presenta ya no est� en el hecho de que las masas no quieren avanzar o no se atreven a luchar, como ocurri� en buena parte de la d�cada de los noventa. Ahora el asunto es otro: amplios sectores del pueblo se incorporan a la lucha democr�tica, y sus sectores m�s avanzados a la lucha contra el neoliberalismo. Esta situaci�n exige un Partido con capacidad de enfrentar� y dirigir este proceso. Con capacidad no solamente org�nica, tambi�n pol�tica, ideol�gica, cultural, con implantaci�n real y condiciones de desarrollo en el seno de esas masas. La influencia del espontaneismo o el empirismo, el peso que todav�a conservan el abstencionismo pol�tico o el sectarismo, la insuficiente unidad ideol�gica o la debilidad te�rica, los desajustes en el sistema de comit�s y el centralismo democr�tico, o la falta de adecuado entendimiento de la conducci�n y direcci�n revolucionarias, por ejemplo, dificultan acelerar la marcha y adecuarse r�pidamente a los cambios que se producen a gran velocidad. El factor subjetivo, consciente, organizado, que es el Partido, no marcha al ritmo de los acontecimientos. Es aqu� donde debemos producir un salto de calidad. Su� comprensi�n es decisiva para ordenar y orientar el trabajo a lo largo del per�odo. Todo esto en un mundo cambiante que no se puede desconocer y que ejerce influencia considerable en la marcha del Partido. Dar ese salto de calidad es una condici�n para seguir avanzando y, al mismo tiempo, un reto no peque�o.
De lo expuesto se puede deducir que no es suficiente ratificar la fidelidad marxista-leninista del Partido. Necesitamos ir m�s all�: a resolver los problemas concretos y las peculiaridades que plantea la revoluci�n a los comunistas peruanos. Es aqu� como iremos reconstruyendo el Partido, elevando su capacidad de conducci�n, organizaci�n y elaboraci�n te�rica e intelectual.
En estas premisas se funda el partido revolucionario de masas que necesitamos. Hasta ahora, y en lo fundamental, no hemos logrado salir de la mentalidad de partido secta. Un partido que piensa y act�a m�s hacia adentro que hacia afuera, hacia las masas. Sin una columna de cuadros fundamentales, ning�n partido, menos el comunista, puede cumplir su misi�n. El reduccionismo del Partido a los cuadros, sin embargo, olvida la masa de militantes y la relaci�n de �stos con la masa del pueblo, sin cuyas dos relaciones fruct�feras no tiene futuro.
Necesitamos construir un partido grande por su influencia ideol�gica, pol�tica, cultural y �tica en la sociedad,� por su presencia directa y capacidad de conducci�n entre los trabajadores y en general en el pueblo, por su capacidad y lucidez revolucionaria, pero tambi�n grande por su n�mero de afiliados, simpatizantes y amigos. Este, desde luego, es un proceso complejo, dif�cil, de riesgo. Pero nada grande se conquista si no se tiene el ideal y la determinaci�n de alcanzarlo y el realismo para no equivocar de camino.
A lo largo de la historia el Partido hubieron momentos de expansi�n y otros de achicamiento. Influy� mucho el estado de flujo o reflujo del movimiento de masas y tambi�n el impacto de la influencia internacional. La revoluci�n sovi�tica, china, cubana, ejercieron un peso muy grande en fases determinadas. Pero ahora la situaci�n es diferente. Todo cuanto logremos alcanzar ser� resultado del esfuerzo propio. Estamos obligados a resolver los problemas por nosotros mismos,� desde la elaboraci�n de la teor�a de la revoluci�n y el Partido hasta la soluci�n de los asuntos de direcci�n, econ�micos o pr�cticos. Esto tiene su ventaja: nos impone la necesidad de pensar con cabeza propia,� crear, organizar, buscar respuestas partiendo de nuestra realidad y condiciones, confiando en nuestras fuerzas y capacidades, pero sobre todo en la fuerza y capacidad del pueblo peruano.
Pero exige tambi�n una nueva mentalidad: abierta a lo nuevo, innovadora, cr�tica y autocr�tica, con sentido pr�ctico y de realizaci�n. Para eso se requiere contar con la decisi�n y con la� fuerza capaz de romper el� fardo de la costumbre, de los h�bitos establecidos, de la rutina acumulada como un peso muerto, del subjetivismo y la asfixia en las minucias del d�a, de los temores que frenan el ensanchamiento de lo nuevo que hay que asimilar e introducir. Una mentalidad que entienda al Partido de cara a las masas, a la realidad concreta del pa�s, a la vida palpitante y en renovaci�n constante.
�No se puede decir que estamos liberados de viejas ataduras burocr�ticas, sectarias, autoritarias o subjetivistas. Estas existen en mayor o menor dimensi�n, y son frenos que impiden avanzar. Estudiarlas en serio y sacarse de encima estos fardos es una tarea constante. De poco valdr� hablar de la importancia de la ideolog�a sin atacar estos males a fondo y sin concesiones. Tenemos que bajar la ideolog�a de los conceptos abstractos, de las frases generales, a sus expresiones concretas en todas las esferas del trabajo. Entenderla como valores fundamentales y� como puntos de vista, estilos de trabajo y actitudes que caracterizan a los comunistas.
Una cuesti�n fundamental que necesitamos resolver es el fortalecimiento de los v�nculos del Partido con la clase obrera y con el pueblo trabajador en general. V�nculos no s�lo gremiales o reivindicativos, sino, sobre todo, pol�ticos y revolucionarios. El Partido no puede existir en funci�n del prestigio de los sindicatos y organizaciones populares que dirige, sino afirmando su propio espacio de influencia ideol�gica, pol�tica, cultural y �tica en el seno de los trabajadores all� representados. La capacidad de direcci�n del Partido entre las masas y sus organizaciones naturales no se ejerce en funci�n del control burocr�tico-administrativo de aqu�llos, sino de su presencia organizada, orientadora y prestigiada como destacamento pol�tico revolucionario y socialista. El economicismo o bien el control burocr�tico de las masas nada tienen de com�n con el marxismo-leninismo. Si las masas crean la historia, la hacen rompiendo la estrechez de uno y otro, elev�ndose del nivel de la espontaneidad al de la conciencia cr�tica del sistema de explotaci�n del hombre por el hombre. Pero para ello necesitan organizarse en partido pol�tico, asumiendo el socialismo como su bandera de lucha.
Resumiendo: necesitamos construir un partido revolucionario de masas, unificado y correcto, grande por su influencia y su presencia organizada, por su enraizamiento entre la clase obrera y el pueblo, con capacidad de conducci�n de masas, con claridad en su l�nea y con amplitud de horizonte, con un� liderazgo que se construya en los diversos �mbitos de la vida pol�tica, social, cultural. Un Partido seguro de contar con� su propio espacio de influencia pol�tica e ideol�gica,� con bases pol�ticas que le sirvan de puntos de apoyo estrat�gicos, con un contingente de dirigentes y cuadros que le garanticen su papel de direcci�n, con una fuerte periferia de simpatizantes y amigos. En suma, un Partido armado con el marxismo-leninismo y firmemente implantado en las masas y en la realidad concreta del pa�s, con vocaci�n de Poder. No es descabellado plantearse esta tarea. Maduran las condiciones que permitir�an hacerlo realidad si se trabaja con esa visi�n.
No es concebible un proyecto socialista como el que proponemos� sin el manejo inteligente de la estrategia y la t�ctica revolucionarias. Considerado el escenario hist�rico en su conjunto, la lucha final s�lo tiene dos contendientes: capitalismo o socialismo. El Partido Comunista del Per�, que no renuncia a la lucha por la democracia y la independencia nacional, y que se encuentra en la primera l�nea para llevarlas a cabo de forma consecuente, tiene su meta inequ�voca en el socialismo. Llevarlo a cabo, sin embargo, significa un proceso dif�cil, complejo, continuo,� en el que se avanza por etapas y fases, dependiendo de muchos factores, entre ellos la correlaci�n de clases y fuerzas existente en cada momento, el escenario internacional, el grado de acumulaci�n y de influencia ideol�gica, pol�tica, cultural, sindical y de masas alcanzado, la presencia de crisis revolucionaria en la sociedad, el desenlace revolucionario o la imposici�n de salidas contrarrevolucionarias para impedirlo. Si la estrategia es ciencia y la t�ctica arte, lo menos que puede hacerse es estudiarlos en serio, comparando las experiencias de hoy con las experiencias de la historia.
La reconstrucci�n del Partido sigue siendo una tarea fundamental que compromete a todos los comunistas. A diferencia del per�odo del VI Congreso hoy estamos en mejores condiciones para definir los pasos a seguir y las metas a alcanzar.
Los objetivos y la orientaci�n ya est�n se�alados. Las metas para los pr�ximos 4 a�os pueden resumirse en los siguientes puntos:
1.�� Triplicar, como m�nimo,� la militancia del Partido hasta el VIII Congreso.� El flujo de masas en desarrollo, la radicalizaci�n de sus sectores m�s avanzados, tambi�n la recuperaci�n paulatina de la imagen de la izquierda y el socialismo, especialmente en las generaciones m�s j�venes, son s�ntomas claros de que esta tarea es posible de ser cumplida si se cuenta con una actitud responsable, la voluntad pol�tica y los m�todos organizativos apropiados.
2.�� Configurar un sistema de comit�s debidamente articulados a nivel nacional, con organismos que asuman con eficiencia y capacidad� su funci�n de direcci�n pol�tica. Para ello� ser� necesario intensificar la incorporaci�n y capacitaci�n de cuadros pol�ticos, en condiciones de asumir su papel con iniciativa, solvencia y amplitud de miras. Es bueno recordar que, tomada la decisi�n pol�tica por los organismos correspondientes, los cuadros pasan a ser la pieza clave para su cumplimiento. Sin contar con cuadros competentes y con m�todos apropiados y medios, no tendremos comit�s que funcionen como corresponde� a las tareas del Partido.
3.�� Crecer en extensi�n y en profundidad, es un principio de trabajo. La extensi�n nos lo da el trabajo nacional; la profundidad, la concentraci�n de fuerzas en determinadas regiones del pa�s convertidas en bases pol�ticas firmes del Partido y la izquierda. En el lapso que media hasta el pr�ximo congreso debemos configurar por lo menos tres bases pol�ticas con desarrollo inicial, concentrando los esfuerzos en una de ellas, cuya determinaci�n ser� el estudio de sus potencialidades actuales y futuras. En ellas necesitaremos contar con un Partido bien organizado, con un MNI y una JP, desarrollados, con influencia importante de masas, con presencia pol�tica, influencia ideol�gica y cultural� y liderazgo fuertes.
4.�� Para alcanzar los objetivos trazados tiene especial importancia que el Partido logre una mayor unidad ideol�gica, pol�tica y organizativa. En la dispersi�n o la inestabilidad no es mucho lo que se podr� alcanzar. Los 7 grandes problemas planteados por el X Pleno deben encontrar comprensi�n y soluci�n. Con mayor raz�n el programa que aprobemos, los estatutos reformados, las pol�ticas y la t�ctica a seguir en este per�odo que apruebe el Congreso. Se impone, pues, un movimiento de educaci�n marxista-leninista y de cualificaci�n de los cuadros y dirigentes del Partido a todo nivel, comenzando por el Comit� Central. Una firme educaci�n de los militantes en el esp�ritu comunista y partidista.
5.�� Hemos definido la lucha en el terreno de las ideas como una de las cuestiones fundamentales siempre, pero de manera especial en las actuales condiciones de ofensiva imperialista y neoliberal. Ello implica por lo menos dos tareas: 1) Pasar a la ofensiva y someter a cr�tica sistem�tica la ideolog�a capitalista y neoliberal, tambi�n la teor�a de la tercera v�a o nuevo centro;� 2) contar con los medios m�nimos ( revista del Partido, regularidad de PR, conversi�n de �Nueva Izquierda� y �Juventud Popular� en prensa de masas, edici�n de folleter�a, etc.), y con un contingente de propagandistas y agitadores debidamente capacitados. Implica, tambi�n, agrupar y formar un contingente creciente de cuadros que atiendan la lucha te�rica y aporten desde las diversas esferas de su actividad intelectual, profesional o revolucionaria. Tarea que hay que hacer extensiva a todos los sectores donde el Partido influye, cuid�ndonos de recurrir a los m�todos apropiados en cada caso.
6.�� No se concibe un partido comunista que exista al margen de la lucha de clases y de la lucha de los trabajadores, del pueblo en general. Para avanzar hay que meterse en el seno de las masas, trabajar junto a ellas, orientarlas partiendo de sus realidades concretas. Esto es lo que debemos hacer con entusiasmo recuperando las tradiciones de los a�os setenta que resumi� muy bien la consigna: ! Todo con las masas, nada sin ellas! Los frutos que obtuvimos entonces fueron grandes. No obstante hubo una limitaci�n que debemos corregir: no alcanzamos a convertir esta influencia de masas en movimiento pol�tico dirigido por el Partido. La consigna �Construir el espacio de la izquierda! quiere decir ganar a las masas a la lucha, pero tambi�n pugnar por hacerlas avanzar a la pol�tica que representa el Partido, disputando su direcci�n al neoliberalismo en cualesquiera de sus versiones y al centrismo que buscar� escudarse bajo el membrete de �tercera v�a� o centro izquierda.
7.�� El trabajo en la clase obrera sigue siendo central en la labor del Partido, independientemente de los cambios que se vienen produciendo con los avances tecno-cient�ficos. Necesitamos fortalecer nuestra presencia en ella y hacer esfuerzos serios para arrancar a los trabajadores de la fuerte influencia economicista y apoliticista que embota su conciencia o restringe su capacidad de lucha al� reivindicacionismo. El atraso pol�tico de los trabajadores est� marcado, desde muchas d�cadas atr�s, por el espontaneismo que domin� el pensamiento y la pr�ctica de las organizaciones revolucionarias que m�s influyeron en ellos. Sin marcar a fuego este espontaneismo y sin sacar a los trabajadores del economicismo sanchopancista, no es mucho lo que podremos avanzar. El otro aspecto de las tareas que tiene el Partido, es la lucha firme por reorientar la CGTP y contribuir a su fortalecimiento. Reorientarla venciendo las tradiciones burocr�ticas y economicistas� de su conducci�n, la desnaturalizaci�n de la democracia sindical, el sectarismo que termina por identificar los intereses de partido con los que representa la pluralidad del sindicato, la conciliaci�n de clase estimulada por el inmediatismo en la percepci�n de los intereses de los trabajadores. El �ngulo del trabajo del Partido debe desplazarse a su reorientaci�n pol�tica y a su reconstrucci�n en muchos casos, desde las bases, sobre todo territoriales. Tienen particular relevancia las federaciones departamentales y de rama, aun cuando sabemos que estas �ltimas se encuentran muy debilitadas.
8.�� La fragmentaci�n del movimiento campesino es un dato objetivo. La diversidad de sus componentes, de sus reivindicaciones concretas, de sus tradiciones culturales, son una realidad que no debemos desconocer. Unificarlas en una central �nica, es una tarea muy dif�cil. Intentar trabajar por igual a escala nacional no corresponde a nuestras capacidades. Sin descuidar las coordinaciones para acciones comunes, ni debilitar organizaciones como la CCP o la CNA, principalmente, debemos concentrar nuestros esfuerzos en �reas determinadas del pa�s, a partir de las cuales extendernos e influir en el conjunto. Tiene un significado especial potenciar las rondas campesinas del Norte, no s�lo por sus tradiciones de lucha, sino por lo que representan como experiencia de democracia directa. Un trabajo similar de concentraci�n de fuerzas debe proyectarse en el Sur. M�s que el control burocr�tico debe interesarnos la influencia y� direcci�n efectiva, real, de las masas campesinas.
9.�� El trabajo pol�tico y gremial con la juventud es de especial importancia. Todo lo que signifique fortalecimiento de JP y su identificaci�n m�s definida con la izquierda y el socialismo, la organizaci�n gremial de los estudiantes, la organizaci�n y actividad sindical, cultural, deportiva, etc. donde se involucren los j�venes, debe merecer nuestra atenci�n. La lucha� por convertir a la juventud peruana en uno de los factores sociales de la revoluci�n, por afianzar en ella la influencia del Partido, es de fundamental importancia. Pero estos objetivos no ser�n alcanzados si no trabajamos intensamente para forjar sus cuadros y l�deres comunistas y revolucionarios, si no pugnamos por ganar la hegemon�a ideol�gica y cultural, si nos dejamos ganar por el movimientismo y la coyuntura. Necesitamos forjar j�venes revolucionarios con amplitud de miras y s�lidas convicciones comunistas, preparados para asimilar el marxismo-leninismo y saberlo aplicar a las condiciones concretas del pa�s y la lucha, convencidos patriotas, dem�cratas y socialistas, que se nutran del esp�ritu, el estilo de trabajo y la actitud caracter�sticas en Mari�tegui, paradigma de las nuevas generaciones. Est�n madurando las condiciones para sentar las bases de la Juventud Comunista, y en esta tarea debemos trabajar con mucho empe�o, seriedad e iniciativa.
10.� El Partido ha descuidado el trabajo con los intelectuales y profesionales. Acerca de este tema ya hicimos la autocr�tica del caso. Hacer la revoluci�n y construir el socialismo subestim�ndolos o dej�ndolos de lado, es imposible. Aun m�s en esta �poca� de avances sorprendentes de la ciencia y la tecnolog�a, de la inform�tica. No podremos ganar su inter�s si no aprendemos a hacer pol�tica grande, si no sienten que el Partido cuenta con un sustento ideol�gico, te�rico y cultural consistente y con� un proyecto realizable y fundado; si no encuentran en la pol�tica y en la acci�n de los� comunistas est�mulos morales e intelectuales. �A la ofensiva global del imperialismo debemos responder tambi�n con una respuesta integral, es decir: ideol�gica, te�rica, pol�tica, cultural, �tica. No es, pues, suficiente la lucha de masas, por heroica que� sea. Es indispensable el pensamiento, el conocimiento, la informaci�n: en suma, la lucha de ideas. Forjar un contingente de intelectuales org�nicos de la revoluci�n es una tarea imprescindible que debemos empezar ya.
11.� A pesar del tiempo transcurrido no se logra entender del todo la importancia y las potencialidades que tiene el MNI para la acci�n pol�tica. Ocurre en menor escala con JP. Necesitamos darnos cuenta que no tenemos otra forma mejor de avanzar en la reconstrucci�n de la izquierda, en la recuperaci�n de su espacio pol�tico que se ha reducido a lo largo de la d�cada del 90, y en la construcci�n de una alternativa democr�tica, popular y socialista. La estrategia de la derecha y el militarismo pasa por introducir en el Per� el bipartidismo, la polarizaci�n bajo hegemon�a burguesa, empujando a la marginalidad a las fuerzas de izquierda y revolucionarias, o bien conteni�ndolas en la lucha reivindicativa. Lo que temen es la recuperaci�n de la izquierda y el socialismo, y har�n cuanto est� de su parte para impedirlo. Ese es el sentido de la campa�a de pasquines que ha emprendido el SIN para desacreditar a dirigentes del SUTEP, de la FEP, de la JP, del MNI, en Lima y en provincias, tratando de vincularlos falsamente con el terrorismo o la corrupci�n. Es el momento de trabajar con iniciativa, amplitud y firmeza para construir el MNI en todo el territorio nacional, salir con firmeza para afirmar su presencia y vigencia, difundir sus propuestas y pol�ticas, disputando la direcci�n y el liderazgo de las masas desde las masas.� El objetivo a alcanzar: construir un espacio pol�tico y de masas influyente para la izquierda y el socialismo, una izquierda con presencia y vigencia nacional, y un movimiento sindical y popular (incluye los frentes regionales)� poderoso en condiciones de defender y conquistar los derechos de los trabajadores liquidados o en v�a de liquidaci�n.
12.� Necesitamos perfeccionar el trabajo de direcci�n y conducci�n pol�tica ubicando al Partido a la altura de las exigencias del mundo moderno. Las formas de organizaci�n y de lucha cambian con las condiciones concretas; tambi�n las formas de dirigir y conducir. En este campo el adversario nos lleva una enorme ventaja, no s�lo por los recursos que dispone, que siempre ser�n infinitamente superiores a los nuestros, sino sobre todo porque tiene conciencia de la necesidad de perfeccionarse constantemente. Con los cambios t�cnicos y cient�ficos y con el ingreso en la era de la inform�tica, cambian tambi�n las formas de organizaci�n, informaci�n y conducci�n. No obstante, existen principios universales que mantienen su validez y� requieren que se los estudie. Esto es particularmente importante para el manejo de la estrategia y de la t�ctica, que es la esencia de la conducci�n pol�tica. Este debe ser un tema obligatorio de estudio e investigaci�n, de modo que aseguremos una conducci�n realmente cient�fica y una direcci�n eficiente, exitosa, oportuna y creativa.
13.� Establecida la pol�tica se requieren de tres elementos esenciales para tener la capacidad de llevarlas a la pr�ctica con acierto y eficacia. En primer lugar, los cuadros que se encarguen de la organizaci�n del trabajo; en segundo lugar los m�todos apropiados a cada situaci�n; finalmente, los medios materiales que permitan ejecutarla. Si alguno de estos eslabones falla peligrar� el conjunto. Los medios, es decir recursos econ�micos e instrumentos t�cnicos, tienen una importancia muy grande que, muchas veces, no se toma en cuenta. La voluntad pol�tica es un factor determinante, pero de ninguna manera exclusiva. Contar con recursos econ�micos y t�cnicos apropiados es una condici�n para el �xito. As� es en todas las esferas de la actividad humana. Pues bien, �ste es un frente en el cual no hemos trabajado bien y contamos con un d�ficit enorme. Debemos proponernos resolverlo de una vez poniendo en movimiento todo el partido, y tambi�n el respaldo de las masas. Somos partidarios del autosostenimiento y de la l�nea de masas para asegurarlo. Estamos convencidos que podremos resolverlo, paso a paso, si trabajamos con responsabilidad pero tambi�n con sentido pr�ctico, eficiencia y creatividad.
No podemos entender la reconstrucci�n del Partido sin atender estas tareas y encontrarles adecuada soluci�n.
Para alcanzar los objetivos dise�ados necesitamos contar con un plan m�nimo de 5 a�os. Si partimos del principio de que la victoria se construye, los �xitos esperados no surgir�n sino del trabajo arduo, persistente, de la voluntad para alcanzar las metas trazadas.
El espontaneismo en la labor de direcci�n s�lo ha llevado a la improvisaci�n y a la acci�n err�tica. Sus logros deb�an ser, en esas circunstancias, limitados, sin correspondencia con el esfuerzo realizado. El Plan ayuda a ordenar el trabajo y a potenciar las fuerzas y recursos disponibles. Independientemente de la complejidad del proceso pol�tico y de los cambios que se presentar�n en el camino, necesitamos contar con ciertas vigas maestras que ordenen la acci�n del Partido permiti�ndole concentrar energ�as y articular las partes en un esfuerzo �nico.
�Qu� nos proponemos en este per�odo como objetivo central? Convertir la izquierda peruana en una espacio de influencia pol�tica, ideol�gica, cultural y de masas estable, con vigencia y organizaci�n nacional, con una direcci�n y liderazgo asentados y cualificados, en el cual el Partido ejerza una influencia y real capacidad de direcci�n. No ser� f�cil llevar a cabo esta tarea. Debemos convencernos que surgir�n fuerzas poderosas que buscar�n impedirlo, incluso desacreditarnos o liquidarnos como opci�n pol�tica revolucionaria.
Son tres los espacios de trabajo fundamentales a tomar en cuenta y a los cuales debemos aferrarnos con fuerzas:
1)�� El espacio pol�tico de la izquierda y el socialismo
2)�� El espacio de masas
3)�� El espacio de la lucha de ideas.
1.- Toda la experiencia de la d�cada pasada, pero sobre todo de los noventa, nos convence de la enorme importancia que tiene contar con un referente pol�tico de izquierda con capacidad de ser alternativa, con influencia real en la sociedad y con presencia organizada en el pa�s. Con Izquierda Unida termin� una experiencia importante de unidad de la izquierda peruana. La d�cada de los noventa mostr�, en su lugar, la fragmentaci�n y la disoluci�n de parte fundamental de sus componentes. Unificar lo que queda de la izquierda y reconstruirla incorporando nuevos contingentes, sobre todo juveniles, es una tarea de primer orden. Nueva Izquierda y Juventud Popular tienen un lugar fundamental que jugar en este esfuerzo trascendente.
La unidad del pueblo peruano tienen diversos canales y niveles a organizar. El m�s importante, a lo largo de este per�odo, es contar con una fuerza de izquierda democr�tica, patri�tica y socialista con perfil muy definido. La izquierda no puede diluirse en un amasijo como es el proyecto de centro� ni perderse en una unidad sin fronteras. No desconocemos la necesidad de alcanzar determinadas formas de unidad de acci�n o electoral, si las circunstancias lo aconsejan, con este �ltimo sector, pero hacerlo desde la pertenencia y espacio de izquierda, defendiendo su identidad y su proyecto que trasciende las urgencias de la coyuntura. Esto nos lleva a la idea de configurar un bloque de izquierda y popular que compita en la arena pol�tica con las opciones neoliberales y centristas, y que dispute con ellas la hegemon�a en el electorado y en el seno del� pueblo peruano.
Maduran las condiciones favorables para llevar a cabo este prop�sito. En el vac�o pol�tico y en la crisis miles de gentes despiertan a la pol�tica y buscan definiciones. Nuevas fuerzas se incorporan a la lucha buscando cambios fundamentales en la sociedad y en el Estado. La izquierda est� llamada a representar y orientar estas aspiraciones, a canalizarlas en torno del Nuevo Curso, a organizarlas en una representaci�n pol�tica coherente� a escala nacional, a construir su liderazgo de cara al siglo XXI. Esta no es, de ninguna manera, una pol�tica sectaria ni estrecha. Por el contrario, es la �nica pol�tica seria, responsable y realista. Seria porque solamente una fuerza de izquierda est� en capacidad de representar a plenitud los intereses de las mayor�as explotadas y oprimidas; responsable porque sin una izquierda fuerte, firme en sus objetivos, enraizada en las masas, ninguna unidad� amplia ser� viable, o peor aun ni siquiera ser� tomada en cuenta; realista porque las condiciones son favorables para emprender esta tarea con la seguridad de ganar el respaldo de importantes sectores de la poblaci�n.
No compartimos los postulados de la Tercera V�a ni nos hacemos ilusiones. No nos convence el centro izquierda como� eje de acumulaci�n� que necesitan las fuerzas de avanzada del pa�s. Lo que no quita tener con este sector pol�ticas de aproximaci�n o de unidad de acci�n o electorales, si las circunstancias aconsejan tales pasos. Por lo dem�s, esta corriente sigue siendo, por el momento, una intenci�n m�s que una realidad. En resumen: estamos por la unidad amplia en cada fase de la lucha o en el proyecto de m�s largo alcance, pero afirmando siempre el espacio y la independencia de la izquierda y el socialismo, con identidad y proyecto propios.
Parte de este esfuerzo es la inscripci�n del MNI, su organizaci�n nacional, su preparaci�n para participar en las elecciones municipales y generales del 2005.
2.- Un segundo aspecto tiene que ver con el movimiento social o de masas. Ha terminado el reflujo que cubri� parte de la d�cada de los 90. Nos encontramos en una nueva fase, en los comienzos de un nuevo flujo de masas favorables para acelerar la reconstrucci�n del tejido sindical y de las organizaciones populares, incluyendo la juventud y los estudiantes. Debemos concentrar esfuerzos para vincularnos a ellas, tomando en cuenta sus circunstancias y particularidades, trabajando en serio por su unidad, buscando siempre elevar su consciencia de clase, democr�tica y patri�tica, construyendo sin descanso el MNI, la JP y el propio Partido en el seno de esas masas.
Hace mucho da�o la permanencia de m�todos burocr�ticos y formalistas de direcci�n, el sectarismo que dispersa las fuerzas y debilita el movimiento, la falta de una aut�ntica democracia de masas, el controlismo de las c�pulas dirigentes. Estas formas de trabajo y m�todos de direcci�n constituyen un c�ncer de los� cuales hay que desprendernos sin falta, luchando sin descanso para erradicarlas surgieran donde surgieran o estuvieran presentes. Necesitamos un nuevo movimiento sindical y popular que recoja las buenas tradiciones acumuladas y se libere de las trabas que impiden su renovaci�n.
Esto implica trabajar por una CGTP, federaciones y sindicatos renovados, unidos y democratizados; por frentes c�vicos y regionales inscritos en la l�gica de la democracia directa que viene de la tradici�n de los frentes de defensa, articulados a nivel nacional; por gremios profesionales con orientaci�n democr�tica y patri�tica; por un movimiento estudiantil organizado, unificado, democr�tico y revolucionario; por un frente de la cultura y la educaci�n; por la organizaci�n, unidad y articulaci�n de las poblaciones �tnicas del pa�s; por la recuperaci�n y el fortalecimiento del movimiento campesino.
Desde luego que esta labor exige mucho esfuerzo y abarca a todos los sectores del pueblo, organizados o que, por el momento, se encuentran desorganizados. Labor m�ltiple donde uno de los ejes es la formaci�n de una nueva columna de l�deres y cuadros dirigentes con experiencia, capacidad de conducci�n y claridad de objetivos. Sin esta �columna de bronce� no tendremos garant�as de producir el viraje que reclamos y la expansi�n y consolidaci�n de un movimiento organizado con amplitud nacional con capacidad de lucha y posibilidad de victoria. En cinco a�os es posible sentar las bases de un movimiento que esperamos duradero, y que esta vez s� contar� con un fuerte partido pol�tico revolucionario que le sirva de columna vertebral.
El Partido debe hacer un enorme esfuerzo, juntamente con todos aquellos que comparten similares preocupaciones, sin sectarismo ni hegemonismo,� para llevar a cabo esta tarea de enorme importancia social y pol�tica. Su desarrollo y correcta direcci�n ser� una de las llaves para avanzar resueltamente al Nuevo Curso y democratizar la sociedad.
3.- El tercer elemento es la lucha de ideas, alternativas y programas. Por lo general se ha descuidado este frente de lucha cuya importancia, sin embargo, es siempre fundamental.
Hemos reconocido en el VI Congreso el hecho de que la ofensiva neoliberal ha tenido uno de sus �xitos m�s importantes y duraderos en el campo de la ideolog�a y la cultura. El pensamiento neoliberal inunda el mundo acad�mico, influye dominantemente en los medios de comunicaci�n, ha penetrado en la conciencia de millones de peruanos. Desterrar esta influencia no ser� tarea f�cil. Y m�s dif�cil todav�a reinstalar las ideas democr�ticas, revolucionarias y socialistas.
Esta es una lucha de largo plazo, pero hay que empezarla ya, y en todos los terrenos. En este aspecto no se debe hacer ninguna concesi�n ni bajar la guardia.
Dado que somos comunistas, no debemos perder de vista nunca la construcci�n del espacio pol�tico, ideol�gico y cultural socialista.� Perderlo de vista, o siquiera aflojar su cumplimiento, tendr� graves consecuencias para la causa revolucionaria. Pero este es un espacio que se construye en medio de una lucha tenaz, multiforme, compleja, dif�cil, con la ideolog�a, valores y cultura burguesa e imperialista hoy hegem�nica y a la ofensiva. No ser� f�cil desmontar todo el edificio construido ni arrebatarle las ventajas que le proporcionan las comunicaciones y la inform�tica bajo su control. Pero la verdad est� de nuestra parte, y la verdad se impondr� a pesar de todo.
La lucha de ideas, alternativas y programas tiene, pues, una importancia decisiva para voltear la tortilla, arrinconar a los� representantes del capital y el imperialismo, y recuperar la confianza y el apoyo de los trabajadores y el pueblo en la causa democr�tica, antiimperialista y socialista, en los postulados centrales del marxismo leninismo.
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El abanico de la lucha de ideas es inmenso y abarca todos los campos. No pretendemos, desde luego, abarcar de golpe todos los escenarios, ni creemos que sean suficientes nuestras fuerzas para ello. En esta tarea necesitamos tambi�n desarrollar el frente �nico, saber trabajar con los amigos, entender que es una batalla multiforme, y desarrollar nuestro propio contingente de intelectuales, periodistas, propagandistas y agitadores. La recuperaci�n de la izquierda y el socialismo tiene en esta lid un punto de apoyo decisivo. No habr� futuro exitoso si descuidamos este frente de confrontaci�n y si no trabajamos para estar a la altura del reto que representa.
A la ideolog�a neoliberal e imperialista no se le debe dar ninguna tregua ni concesi�n. Tampoco la dan ni dar�n sus portavoces. La lucha de ideas ha sido siempre un arma decisiva a favor o en contra de la revoluci�n. Esta batalla tambi�n debemos ganarla, y la ganaremos sin duda, a pesar de la enorme desigualdad de medios y de condiciones.
Estos tres ejes son fundamentales. Si falta uno cojean los otros. Por eso requerimos saber manejarlos como partes de un proyecto �nico, de tareas que se interrelacionan e influencian, donde el eje es la labor ideopol�tica y el papel directriz que debe conquistar el Partido como fuerza de vanguardia.
����������� �������������������� �������������Lima, noviembre del 2000