LA CREACI�N HEROICA DE JOS� CARLOS MARI�TEGUI | ||
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CAPITULO III
BAJO EL SIGNO DE LA PERUANIDAD ( 1926 - 1927)
Aparte del par�grafo que insertamos en el encabezamiento, existen otros tantos testimonios que fueron motivados durante la estancia de Jos� Carlos en el Viejo Mundo y que sirven como antecedentes de su intensa preocupaci�n por el destino del Per� y, muy en particular, por su empe�o para aplicar el m�todo marxista a la realidad nacional. As� en Europa, en contacto directo con el marxismo cient�fico, con la agudizaci�n de las contradicciones socioecon�micas de aquella sociedad agitada por la primera posguerra mundial y con la profundizaci�n, de la lucha de clases, nuestro personaje pudo llegar a entrever el compromiso hist�rico que ten�a con respecto a su propio pa�s y, por entonces, hubo de confesar ―una vez m�s y por escrito―: �Nos hab�amos entregado sin reservas hasta la �ltima c�lula, con una ansia subconsciente de evasi�n a Europa, a su existencia, a su tragedia. Y descubrimos al final, sobre todo, nuestra propia tragedia, la del Per�, la de Hispanoam�rica� (477). Ahora para una mejor estimativa del pensamiento de Mari�tegui que acabamos de transcribir, tenemos que situarlo dentro del per�odo de su permanencia en el Viejo Continente, aunque haya sido dado a conocer por �l mismo a los pocos a�os de haber retornado al Per�. Cabe admitir, de otro lado, que algunos estudios publicados por Jos� Carlos, dentro de la secci�n: �Peruanicemos al Per�� (478) de la revista �Mundial�, no se ajustan cronol�gicamente, por escasos meses de distancia, con el per�odo que abarca este tercer cap�tulo (1926-1927), pero sin embargo debemos considerarlos como parte de esta etapa ―a guisa de pre�mbulo, sise quiere―, puesto que han sido realizados dichos trabajos bajo el signo de la peruanidad y, por lo tanto, no se les puede soslayar. Estos an�lisis cr�ticos, elaborados de acuerdo con el m�todo marxista, no s�lo ponen en evidencia el creciente inter�s por las cosas nuestras, sino tambi�n el punto de partida para trazar la estrategia y las t�cticas de la revoluci�n peruana. Adem�s dichas entregas que iban saliendo, en cada n�mero del citado �rgano de prensa, formaban parte del libro que Jos� Carlos preparaba, con impaciente tes�n, y con el significativo t�tulo de 7 ensayos de interpretaci�n de la realidad peruana (Lima, Biblioteca Amauta, 1928). A este infatigable quehacer, a��dase la fundaci�n de la revista �Amauta� que apareci� el 30 de setiembre de 1926. Desde esta nueva tribuna de difusi�n insertar�, asimismo, algunos trabajos ―igual que en �Mundial�― de sus an�lisis concretos sobre la sociedad peruana. De tal manera, pues, que la convergencia peruanista que trasunta la obra de Jos� Carlos, tiene su punto cardinal por los a�os de 1926 y 1927 en que sale a circulaci�n y se afianza "Amauta", como uno de los medios de comunicaci�n m�s prestigiados del pensamiento peruano y marxista. Eran los tiempos en que Mari�tegui, a pesar de hallarse comprometido en la labor de transformar a la clase obrera en una fuerza pol�tica organizada, dedicaba sus esfuerzos tambi�n en examinar la sociedad peruana con el doble prop�sito de fijar la tendencia fundamental de su desarrollo y, como consecuencia de ello, poder se�alar los objetivos clasistas del proceso revolucionario del pa�s. �El marxismo, del cual todos hablan pero que muy pocos conocen ―dir� Jos� Carlos― y, sobre todo comprenden, es un m�todo que se apoya �ntegramente en la realidad, en los hechos. No es, como algunos err�neamente suponen, un cuerpo de principios de consecuencias r�gidas para todos los climas hist�ricos y todas las latitudes sociales...� (479). La parte socialmente m�s activa , o la politizada, del proletariado urbano de Lima y Callao ―como ya lo hemos advertido― segu�a a Mari�tegui. Y �ste consagraba una gran parte de sus horas en culturizar pol�ticamente a los obreros. Llevaba a �stos la doctrina marxista relacion�ndola con los problemas de actualidad, con la vida del pa�s y con los intereses de los proletariados que le rodeaban. Las conversaciones de Jos� Carlos enriquec�an a sus oyentes con nuevos conocimientos, ensanchaban sus horizontes, les forjaban la conciencia de clases y les desarrollaban su capacidad pol�tica. Se entiende que Mari�tegui para escribir los ensayos destinados a la secci�n: � Peruanicemos al Per�� hubo de contar con la extraordinaria ayuda de muchos de sus compa�eros en ideales, originarios de provincias, que le suministraban valiosas noticias sobre diversos problemas socioecon�micos, pol�ticos y culturales de car�cter local o regional. De esta suerte, en cierta forma, supl�a el no poder recoger �l mismo, directamente, los datos ―por razones obvias― de tan alejadas zonas de su centro de actividades, ubicado en la capital de la Rep�blica. Felizmente por aquellos a�os aparecieron algunos grupos de izquierda ―integrados por personas de gran sensibilidad espiritual y social― distribuidos por las principales ciudades del pa�s. En efecto, bastar�a mencionar los grupos de: �El Norte�, de Trujillo; el de Lima; el de Arequipa; el del Cuzco; el de Puno; el de Jauja; etc. Entre los animadores de aquellos focos culturales del interior del pa�s se hallaban Antenor Orrego, Alcides Speluc�n, Francisco Mostajo, C�sar Atahualpa, Rodr�guez, Miguel Angel Urquieta, Armando Rivera, Guillermo Mercado, Luis E. Valc�rcel, Jos� Uriel Garc�a, Gamaliel Churata, Emilio Romero, Juli�n Palacios, Casiano Rado, Emilio V�squez, Abelardo Sol�s, Clodoaldo Espinoza Bravo y otros. Igualmente, se acercaban por el domicilio de Jos� Carlos para brindarle sus testimonios sobre la vida del ind�gena y del agro -los provincianos que resid�an en Lima o que se encontraban de paso- , como Hildebrando Castro Pozo, Enrique Encinas, Ezequiel Urviola (campesino), Enrique L�pez de Alb�jar, Jos� Sabogal, V�ctor Modesto Villavicencio, Gumercindo Calder�n (obrero zapatero), etc. (480). Ocurre que por esos d�as, las v�speras del advenimiento del a�o nuevo de 1926, Mari�tegui y su familia se trasladaron a Lima para ocupar el inmueble situado en la calle Washington izquierda 544, que resultaba mucho m�s cerca de la Imprenta Editorial �Minerva� y de los locales donde funcionaban las oficinas de redacci�n de las revistas �Variedades� y �Mundial� de las cuales era colaborador asiduo. La casa de Washington, en la que se instal� nuestro personaje y los suyos, dispon�a de una �rea de 382 metros cuadrados y contaba con dos patios, seis dormitorios amplios, un comedor enorme, un sal�n extenso, un escritorio (entrando a la izquierda), un hall y, adem�s, dos cuartos de. servicio (481). En realidad la familia Mari�tegui, aparte de acortar la distancia con los centros de trabajo de Jos� Carlos, requer�a de un local espacioso para emplear una buena parte del mismo en el negocio de pensi�n. Debemos tener presente, que Anna ten�a experiencia en este quehacer. Ella hab�a trabajado en "II Piccolo Eden", en G�nova, antes de unirse a Mari�tegui. Era necesario, por lo dem�s, aumentar el caudal para poder vivir sin mayores privaciones y, sobre todo, para poder atender la quebrantada salud de Jos� Carlos. Al instalarse en la nueva morada ―que pr�cticamente estaba ubicada en la zona perif�rica de Lima―, Mari�tegui dispuso que su biblioteca personal repleta de libros y revistas ocupara la habitaci�n que daba a la ventana de la calle. Ah� coloc� tambi�n un div�n de tapiz color azul oscuro y una l�mpara con una pantalla color rojo. Andando el tiempo, este ambiente fue bautizado con el simb�lico nombre de �rinc�n rojo�. En tal lugar, sol�a pasar la mayor parte de sus horas: meditando, escribiendo y conversando con sus amigos y compa�eros de ideas que llegaban a partir de las cinco de la tarde. Acababa de estrenar, pues, su nueva vivienda cuando Jos� Carlos tuvo noticias que para el domingo 17 de enero de 1926, por quinta vez, se efectuar�a la reuni�n de la Fiesta de la Planta en Vitarte. Suceso, desde luego, al que no pod�a dejar de asistir Mari�tegui ―seg�n ya en p�ginas anteriores apuntamos― por estar �ntimamente vinculado a las inquietudes revolucionar�as de aquel pueblo y, por constituir, la cita anunciada, una ejemplar demostraci�n de unidad de la clase trabajadora. Llegada la fecha se desarroll�, con lucimiento y singular esp�ritu combativo, la primera parte del programa, elaborado por un Comit� organizador ad hoc, en el campo deportivo de Vitarte. Luego de entonarse �La Internacional� y al concluir de hacer uso de la palabra los dirigentes locales, la concurrencia repar� que en un carro marca �Ford� (totalmente descubierto y estacionado a escaso trecho) se hallaba Jos� Carlos, acompa�ado de un grupo de amigos procedentes de Lima presenciando la fiesta. De inmediato, la multitud le tribut� una entusiasta y acogedora manifestaci�n de bienvenida y, a grandes voces, le solicit� que dirigiera la palabra. �... Un momento emocionante ―comenta el �rgano period�stico de la Federaci�n Obrera Local de Lima― ��nico! A�o y medio que su verbo admonitivo no se o�a. Una cruel dolencia que lo puso al borde de la muerte nos lo separ� momentaneamente pero en cambio nos sirvi� como ejemplo de cuanto puede el hombre de f�rrea voluntad y �l se salv� porque tuvo eso: voluntad. Mari�tegui, instado a hablar por la multitud, cumple como buen luchador de verdad y dentro de un sentido pr�ctico de la revoluci�n dice su palabra llena de optimismo y de fe, en un futuro mejor. Para los humildes su pluma al servicio de las nobles causas no desmayar� en la lucha por el bien. As� termin� parte del programa a los acordes de los himnos proletarios� (482). Por lo que venimos observando, las tareas en que estaba empe�ado Jos� Carlos, habitualmente, eran m�ltiples y agotadoras. Poco a poco hab�a sobrepasado los l�mites de trabajo que registraba antes de la operaci�n quir�rgica a la cual fuera sometido dos a�os atr�s. Es verdad que contaba, en esa oportunidad, con la ayuda de algunos obreros, estudiantes e intelectuales simpatizantes con la causa revolucionaria, pero a�n as� le hac�a falta mayor refuerzo para poder cumplir los planes bosquejados. Fue por esta raz�n, que recurri� a insertar un aviso, en uno de los diarios locales, solicitando nada menos que los servicios de un mecan�grafo. El favorecido con la plaza, result� el joven Manuel Solano. �Mari�tegui ―recuerda Solano― viv�a en la calle Washington, a altura de la quinta cuadra si mal no recuerdo. All� me encontr� frente a su figura mutilada, de rostro anguloso y marfile�o. Su esposa, una noble y esforzada mujer, Anita, contribu�a a la econom�a de la casa, sosteniendo una pensi�n para unos pocos clientes. Sandro estaba en sus primeros a�os y Jos� Carlitos estaba por venir al mundo. �Mari�tegui en su escritorio o sala de trabajo que daba a la calle, se mov�a en su per�metro ayud�ndose de los muebles. Fue impresionante mi encuentro y mi sucesiva vida de algunas horas diarias con este hombre, de modales finos, que jam�s abandonaba su corbata de lazo y que, permanentemente, se echaba atr�s un mech�n rebelde de su brillante cabello renegrido, que se le ven�a hacia los ojos. A veces sol�an llegar su hermana Guillermina y su hermano Julio C�sar, a quienes Jos� Carlos hizo venir a Lima, desde Huaral o Huacho, para establecerse con una peque�a librer�a de tinte provinciano, en la calle Sag�stegui. �Y en este traj�n, me toc� ―declara Solano― presenciar, ser actor y colaborador a firme, de la revista �Amauta� y de la Editorial �Minerva�. �Yo asist� ―prosigue nuestro interlocutor― al drama diario de la vida de Mari�tegui, sus preocupaciones y sus angustias que no s�lo eran f�sicas, sino tambi�n econ�micas y todas disimuladas o llevadas con una magn�fica y se�orial dignidad. Las pocas veces que sal�a (Jos� Carlos), calado el amplio chambergo de fieltro negro, era una especie de espect�culo y admiraci�n�. (483). A partir del a�o 1926 la orientaci�n y propaganda que imparte Mari�tegui, dentro de los sectores m�s calificados del campo obrero y estudiantil, se caracteriza por forjar organizadores y dirigentes del movimiento sindical y pol�tico. Hubo de poner en esta actividad docente revolucionaria, sin duda alguna, mayor dedicaci�n. Los motivos de este nuevo impulso formativo, que alentara por ese per�odo, tiene como punto de partida su experiencia europea. Y, en este sentido, es conveniente leer el fragmento que a continuaci�n transcribimos:�...el fracaso de la ofensiva socialista en Italia y Alemania ―opina Jos� Carlos― se debi� en gran parte a la falta de una s�lida '�lite' revolucionaria. Los cuadros directores del socialismo italiano no eran revolucionarios sino reformistas, como los de la socialdemocracia alemana. El n�cleo comunista estaba compuesto de figuras j�venes sin profundo ascendiente sobre las masas. Para la revoluci�n estaba pronto el n�mero la masa; no estaba a�n pronta la calidad... (484). De ah� la preocupaci�n de Mari�tegui y el persistente inter�s de disponer de los medios adecuados para evitar que aquellos errores se repitieran en el Per�. Era, pues, urgente e inaplazable crear cuadros de direcci�n. Entre las faenas que merecieron prioridad para Jos� Carlos, por las razones que se han expuesto, se contaron la publicaci�n inmediata de �Libros y Revistas�, como �rgano de difusi�n de la editorial �Minerva� y `la de asegurar la pr�xima aparici�n de la revista �Vanguardia� que hab�a anunciado desde su vuelta de Europa. Una y otra tribuna period�stica, por supuesto, deber�an servir para fortalecer la obra revolucionaria emprendida por Mari�tegui en nuestro medio. As�, pues, el primer n�mero de �Libros y Revistas�, dedicado a comen�tarios bibliogr�ficos, cr�tica, noticias literarias, cient�ficas y art�sticas, apareci� por el mes de febrero de 1926. La nota de presentaci�n se�alaba, en el par�grafo de encabezamiento, la finalidad que persegu�a. �Cumplimos uno de los puntos del programa de la Editorial �Minerva� ―apuntaba su director― iniciando la publicaci�n de esta revista bibliogr�fica, que aspira a llenar una funci�n animada por el esp�ritu de la �poca en el desarrollo de la cultura peruana�. Lo sorprendente del caso es que en la p�gina 14 de la mencionada publicaci�n, se pod�a leer el siguiente aviso: �'Amauta' Revista Mensual de cultura, dirigida por Jos� Carlos Mari�tegui. Aparecer� en abril proximo�. �Con 'Amauta' recibir� Ud. 'Libros y Revistas'. Valor de la suscripci�n en Lima y provincias: por un a�o, S/. 4.00, por semestre: S/. 2.20. Si quiere Ud. apoyar este esfuerzo cultural e ideol�gico, pida Ud. desde ahora su suscripci�n a Sag�stegui 669 o casilla 2107. Lima�. No cabe duda que tal anunci� motiv� cierta sorpresa entre los amigos y admiradores, por el hecho de que Mari�tegui planeaba publicar una revista con el t�tulo de �Vanguardia�. Casi al t�rmino del a�o 1926, Jos� Carlos ―como se ha dicho antes― volvi� a revivir el proyecto de dar vida a un vocero que, incluso, hasta hab�a sido divulgado (en revistas y peri�dicos de aquel tiempo) con el nombre de �Vanguardia�, pero uno que otro obst�culo impidi� su edici�n. Por fin, despu�s de tantos intentos, se present� la circunstancia favorable. Entonces Mari�tegui consult� con los posibles colaboradores de la misma, que concurr�an habitualmente a las tertulias de la casa de Washington, d�ndoles a conocer su prop�sito. Fue as� que el pintor Jos� Sabogal, teniendo en cuenta el sentido peruano y universal que pretend�a imprimirle su director a la nueva Revista, insinu� el nombre de �Amauta� para rebautizarla. Esta iniciativa la acept� Jos� Carlos y, definitivamente, se puso a trabajar en tan plausible tentativa. Sin embargo en el segundo n�mero de �Libros y Revistas�, correspondiente a los meses de marzo y abril de 1926, se insert� otro aviso que dec�a textualmente: �Amauta�. Revista Mensual de cultura. Dirigida por Jos� Carlos Mari�tegui aparecer� indefectiblemente en julio pr�ximo�. La verdad es que �Libros y Revistas�, vino a ser una especie de pre�mbulo o introducci�n de la revista �Amauta�. Eso s�, debemos subrayar que al salir el nuevo �rgano period�stico, dado a la publicidad, �Libros y Revistas� no desapareci� sino que se convirti� en una secci�n permanente de �Amauta�. Por feliz coincidencia, despu�s de la salida del primer n�mero de �Libros y Revistas�, naci� el cuartog�nito de Mari�tegui (el 9 de marzo de 1926), quien recibe por nombres los patron�micos de su propio padre: Jos� Carlos (485). Fueron testigos, en el acto de asentar la partida de nacimiento ante la Muicipalidad de Lima, C�sar Osterling, ebanista, y Manuel Solano, mecan�grafo de Mari�tegui. A la pensi�n, que manejaba Anna para ayudar econ�micamente a su marido en los gastos del hogar, ir� a alojarse el doctor Carlos Oten, de nacionalidad suiza, quien ―seg�n versi�n de Hugo Pesce― andando el tiempo, se convertir� en uno de los inigualados compa�eros �ntimos de Mari�tegui. �Con el doctor Oten ―declara Anna―, se entregaba a verdaderas sesiones de m�sica. El grupo de sus camaradas llegaba, y �l estaba encerrado con Oten deleit�ndose con alguna pieza musical de su preferencia� (486). Era evidente que Anna, la mejor colaboradora que jam�s pudo tener Jos� Carlos, luchaba a brazo partido por prolongar la precaria existencia de su esposo. De modo que si �ste logra sobrevivir ―despu�s de la intervenci�n quir�rgica que le practicaran en 1924― es, �nica y exclusivamente, gracias a los afanosos cuidados que le prodigaba su c�nyuge. Ella �la italiana� como la motejaban algunos de los amigos de Mari�tegui, era extremadamente exigente para hacerle recordar a su marido las horas en que deb�an aplicarle la inyecci�n, ingerir sus alimentos, tomar su ba�o y reposar por prescripci�n m�dica. Pero de pronto cuando el coloquio amenazaba dilatarse, por una u otra circunstancia, aparec�a intempestivamente Anna y, sin ning�n eufemismo, le hablaba en italiano para que pusiera fin a la reuni�n y respetara las indicaciones del facultativo. Entonces, en tan dif�cil situaci�n, Mari�tegui procuraba disimular y despedirse de sus contertulios con sagacidad y con comprometedoras frases de invitaci�n para que volvieran a la pr�xima velada (487). Por otra parte, ni ni�os, ni familiares cercanos, ni amigos, nadie deb�a interrumpir las horas de trabajo de Jos� Carlos. Anna, en cierta manera, se sent�a responsable del ciclo vital cotidiano de su compa�ero. Por decirlo asi, ella se hab�a entregado al oficio de severa guardiana y, en el ejercicio de tan plausible actividad, serv�a a la causa de su marido. Si es verdad que no hizo ning�n aporte directo a la obra ideopol�tica, es innegable que, al procurar mantener alrededor de Mari�tegui la atm�sfera de quietud y aliento indispen�sables, contribuy� enormemente a la labor de creaci�n revolucionaria de su esposo. Importa remarcar que, entre otros encargos, era Anna la comisionada de llevar los trabajos period�sticos de Jos� Carlos a las oficinas de redacci�n de las revistas en que colaboraba �ste. �Dile a Vegas Garc�a -Jefe de redacci�n de "Variedades", que voy a escribir tal o cual tema. Que prepare las fotos. Se pon�a a escribir a las cinco o seis de la tarde, y a las ocho o nueve estaba listo el art�culo que iba a salir al d�a siguiente�. ��Cu�l era el pago por cada art�culo?� �Veinte soles en 'Mundial' y quince en 'Variedades'. Cuando �l estaba enfermo. Vegas Garc�a me dec�a: Ud. no sabe cu�nto ha bajado la revista desde que no escribe� (488). El propio Mari�tegui, al respecto, confiesa: �...escribo siempre a �ltima hora, cuando debo mandar mis cuartillas a la imprenta. Este h�bito es sin duda un residuo del diarismo� (489). As� se comprender� porqu� Mari�tegui pudo escribir el poema en prosa, dedicado a Anna, con el significativo t�tulo de �La vida que me diste� (del cual publicamos un fragmento): �...Por t�, mi ensangrentado camino tiene tres auroras (*). Y ahora que est�s un poco marchita, un poco p�lida, sin tus antiguos colores de Madonna toscana, siento que la vida que te falta es la vida que me diste: (490). Entre los amigos que merec�an la confianza de Anna, se hallaba Miguel Adler. A tal punto, que ella le permit�a pasar al dormitorio de Jos� Carlos. Adler, que por esos a�os era alumno de la Universidad de San Marcos, se impuso, debido a su propia iniciativa, la encomiable tarea de sacar a pasear a Mari�tegui, ―en su silla de ruedas―: primero, por los alrededores de la calle Washington; y despu�s, por el Parque de la Reserva y el bosque de "Matamula" (491). En este sentido, existen numerosas fotograf�as de Jos� Carlos posando por dichos lugares. Conocido el emplazamiento de la Biblioteca de Mari�tegui, en uno de los sitios m�s c�modos y recogidos de la casa de Washington izquierda, nos hacemos la siguiente pregunta: �qu� publicaciones frecuentaba por aquel tiempo nuestro personaje? O mejor dicho en otros t�rminos: �cu�les eran los autores de mayor consulta? Podemos aseverar, en forma rotunda y sin ambages, que Jos� Carlos pose�a una biblioteca de franca orientaci�n marxista; aunque tambi�n exist�an, en n�mero regular, obras de las m�s variadas corrientes ideol�gicas (492). Eso s� a unas y otras publicaciones, representadas por sus tendencias antag�nicas, las le�a con avidez y esp�ritu cr�tico. No obstante, como es de presumir, sus libros predilectos eran los de concepci�n revolucionaria. Cabe recalcar aqu� que, dentro del conjunto de las mencionadas unidades bibliogr�ficas, hab�a libros impresos en Italia, Francia y Alemania, por haber buscado en esos pa�ses el perfeccionamiento de su orientaci�n ideol�gica. Digamos, de paso, que tales idiomas los le�a de corrido. Pero la mayor cantidad de las obras que figuraban en la biblioteca de Mari�tegui estaban en castellano. Ahora bien, aproximadamente alcanzaba la colecci�n de su propiedad, clasificada por materias y ordenada dentro de los anaqueles de su respectiva estanter�a, a m�s o menos, dos mil vol�menes (493). �...Recibo libros, revistas, peri�dicos de muchas partes ―dir� Jos� Carlos― no tantos como quisiera. Pero el dato no es sino dato. Lo empleo como material. Me esfuerzo por llegara la interpretaci�n� (494). Esta es pues, la compediosa y expl�cita revelaci�n de Mari�tegui con respecto al contenido de sus lecturas, que �nica y exclusivamente las utilizaba como material interpretativo. De otra suerte la biblioteca de Jos� Carlos no estaba destinada para su estricto uso personal, la compart�a con sus amigos y compa�eros de ideas. �Y es as� ―declara Jorge Basadre― como en su biblioteca se pod�a encontrar libros y peri�dicos sobre temas literarios, pol�ticos y sociales que en ninguna otra parte de Lima hab�a...� (495). El propio Mari�tegui sol�a recomendar y distribuir las publicaciones de acuerdo con el inter�s que pod�a despertar entre los que concurr�an a las tertulias vespertinas de Washington izquierda. As� los libros pasaban de una mano a otra, pero previamente se analizaban las corrientes ideol�gicas de los autores de los mismos. Indiscutiblemente, se aprovechaba la lectura y se estimulaba el h�bito. Muchos de los que llegaban por su casa, de inmediato, indagaban por los nuevos t�tulos con que se hab�a acrecentado la colecci�n y, sobre todo por las novedades que tra�an las revistas extranjeras. En este sentido viene al caso citar, a continuaci�n, las versiones proporcionadas por dos asiduos concurrentes a la casa de Jos� Carlos. Nos referimos en primer lugar, al doctor Hug� Pesce que declara haber recibido en calidad de pr�stamo las siguientes obras: Engels, Friedrich, Origen de la familia de la propiedad privada y del estado; Lenin. Vladimir Ilich, Le Elezione per l'Assemblea sostituente e la dittadura del proletario; Idem, La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo: Bukharin Nicol�s I., El materialismo hist�rico; Luxemburgo, Rosa, Reforma... o revoluci�n; Labriola, Antonio, Filosof�a y socialismo; etc. Todos ellos editados en Italia y con texto en el mismo idioma (496). En segundo lugar, tenemos el testimonio de Estuardo N��ez que dice a la letra: �encauzando nuestras propias aficiones, nos dio a leer "Der Sturm", la revista del escritor expresionista Herwarth Walden, �Querschnitt�, otra famosa revista alemana, y tambi�n a Remarque (In Westen nichts neues) y a Ludwig (Napole�n), representante de la narrativa europea en ese momento, en sus ediciones princeps. Nos puso en contacto con los libros del cr�tico italiano Adriano Tilgher para juzgar a Lessing y a Unamuno. Alguna vez nos di� en pr�stamo la edici�n reciente de la Decadencia de Occidente de Splenger, en su texto alem�n...� (497). Dec�amos que Mari�tegui, marxista, convicto y confeso, fue un hombre consagrado al estudio y a la praxis. Su entera concepci�n revolucionaria fue constituy�ndose y afianz�ndose paulatinamente en el conocimiento de la filosof�a marxista en tanto acci�n como concepci�n. Adem�s, su entera concepci�n revolucionaria la hab�a asimilado teniendo en cuenta la unidad de la teor�a y de la pr�ctica, seg�n el concepto central de la interpretaci�n gramsciana del marxismo. Ya entonces, se caracterizaba Jos� Carlos por haber empezado a investigar la realidad social con energ�a creadora y sin limitaciones, en absoluto, determinadas por la asimilaci�n libresca de la teor�a marxista. Enti�ndase bien, que subrayamos esto �ltimo porque hay quienes, imbuidos por una filosof�a profesoral reaccionaria, pretenden ignorar que para Mari�tegui o para cualquier otro marxista aut�ntico la teor�a y la acci�n forman una sola unidad. Dicho en otras palabras: no es posible separar o aislar la teor�a de la acci�n y viceversa, sin que ello autom�ticamente deje de ser marxismo. Si hubiera omitido este marco de referencias as� como el estudio cient�fico de la realidad social, estamos seguros que le hubiese sido imposible cumplir su tarea revolucionaria. En este aspecto, incluso, olvidan los cr�ticos y �apologistas� a ultranza, que el propio Mari�tegui, autodidacto por excelencia, advirti� �estoy lo m�s lejos posible de la t�cnica profesoral y del esp�ritu universitario� (498). Sin embargo, a�os m�s tarde, se ha insistido en anteponer la influencia de la cultura intelectualista o acad�mica en la formaci�n ideol�gica de Jos� Carlos, en lugar de examinar su obra revolucionaria (consistente en el an�lisis de la sociedad internacional y peruana para as� una vez conocida ambas realidades, indisolublemente ligadas entre s�, establecer a corto plazo la estrategia y las t�cticas del proletariado en el Per�).Como es sabido, desde el �ngulo de la filosof�a marxista, no se puede confundir la obra del marxismo leninismo realizada por Mari�tegui sobre una realidad dada, con el simple examen de las fuentes bibliogr�ficas consultadas por �ste en la intimidad de su biblioteca particular. De ninguna manera. Ah� est�n, para tal caso, los trabajos aleccionadores de Jos� Carlos: los art�culos period�sticos �Cartas de Italia�, las conferencias pronunciadas en la Universidad Popular con el t�tulo de �Historia de la crisis mundial�; las colaboraciones en la revista �Variedades� �Figuras y aspectos de la vida mundial�; La escena contempor�nea (1925); los ensayos sobre la realidad nacional publicados en �Mundial� con el sugestivo t�tulo de �Peruanicemos al Per��; etc. se�alando las estaciones de su orientaci�n socialista, que �l mismo confesara haber recorrido en la nota autobiogr�fica dirigida a Samuel Glusberg, director de �La vida literaria� (de Buenos Aires). Por otra parte, debemos recalcar que de todo ello, se desprende que conoc�a muy bien a los hombres y a los hechos de la Revoluci�n europea, rusa y asi�tica. Y, asimismo, los diversos problemas que afrontaba la sociedad peruana por los a�os veinte. De acuerdo con la naturaleza de la cultura marxista, de la �poca, no hace falta decir las deficiencias que se notaba en aquellos que hab�an realizado su aprendizaje en el Viejo Mundo. Ya eso basta, por cierto, para apreciar claramente la direcci�n en que se mov�an las lecturas de Mari�tegui. Y entre los intelectuales de concepci�n idealista y de tendencia acad�mica que se vienen ocupando de Jos� Carlos, los hay no s�lo de los que pretenden �descubrir� la formaci�n ideol�gica de �l a trav�s de los libros, revistas y peri�dicos que consultaba o le�a, sino tambi�n de los que aferrados a lo que llamar�amos el m�todo de sustituci�n, igualmente se dedican a especular con las denominadas influencias que recibiera Mari�tegui de autores cuestionados por el socialismo cient�fico, como Sorel, Gobetti, Croce, etc. Quiere decir esto, en buena cuenta, que se tergiversa el pensamiento de Jos� Carlos ―quien al igual que su maestro Gramsci― hizo suyas, por ejemplo, transformando o recreando las definiciones de algunos pensadores idealistas europeos (499), como es el caso concreto de los ide�logos que hemos citado y con los cuales tuvo nuestro personaje vinculaci�n directa o indirecta. En resumen para estudiar el marxismo leninismo o vale decir la filosof�a abrazada por Jos� Carlos, se deber� tener presente la madurez que iba adquiriendo tras de una praxis en contacto con el movimiento obrero y estudiantil en el Per�, en los d�as en que se hab�a propuesto crear la vanguardia conciente de la clase proletaria peruana. Y todo ello, desde luego, lo hac�a teniendo en cuenta -repetimos- que la teor�a y la acci�n forma un solo y �nico proceso. As� no s�lo lo comprendi� Mari�tegui sino tambi�n todos los socialistas revolucionarios como �l y, por consiguiente, sus obras se conservan vigentes. Lo contrario de esta justa posici�n, o sea meramente teorizar como si se tratara de una ideolog�a burguesa, hubiera sido dar una interpretaci�n idealista a la filosof�a marxista, enmarc�ndola con ello dentro de lo que bien se puede denominar �neomarxismo�. Actitud �sta, que s�lo corresponde a sus �ingenuos� deformadores que intentan infructuosamente despojar a Jos� Carlos de su instrumento fundamental: el materialismo dial�ctico (500). Definitivamente, tras la publicaci�n de frecuentes avisos, hubo de salir la revista �Amauta� el mes de setiembre de 1926. Este nuevo �rgano de difusi�n simbolizaba, sin lugar a dudas, un sentido anhelo por parte de los trabajadores, estudiantes, intelectuales y por el propio Mari�tegui. Bastar�a recordar, que en la primera conferencia que dictara (el 15 de junio de 1923) Jos� Carlos en la Universidad Popular, sobre �La crisis mundial y el proletariado peruano�, advirti�: �en el Per� falta, por desgracia una prensa docente que siga con atenci�n, con inteligencia y con la filiaci�n ideol�gica el desarrollo de esta gran crisis...� (501). Ahora al cabo de tres a�os, precisamente y despu�s de varias tentativas fallidas, se hac�a realidad tan apremiante aspiraci�n. De otro lado no se puede dejar de desconocer, como ya lo hemos expresado, que una vez fundada el APRA -lo confirma el mismo Mari�tegui �Haya de la Torre, quien desde Europa se dirige en este sentido a los elementos de vanguardia del Per�. Estos elementos aceptan en principio el APRA, que hasta por su t�tulo se presenta como una alianza o frente �nico�. �En setiembre de 1926, como �rgano de este movimiento, como tribuna de definici�n ideol�gica aparece �Amauta� (502). En el editorial de presentaci�n de �Amauta�, que sali� en el primer n�mero, dec�a lo siguiente: �Esta revista, en el campo intelectual, no representa un grupo. Representa m�s bien un movimiento, un esp�ritu. En el Per� se siente desde hace alg�n tiempo una corriente, cada d�a m�s vigorosa y definida, de renovaci�n. A los autores de esta renovaci�n se les llama vanguardistas, socialistas, revolucionarios, etc. La historia no los ha bautizado definidamente todav�a. Existen entre ellos algunas discrepancias formales, algunas diferencias psicol�gicas. Pero por encima de lo que los diferencia, todos estos esp�ritus ponen lo que los aproxima y mancomuna: su voluntad de crear un Per� nuevo dentro del mundo nuevo. La inteligencia, la coordinaci�n de los m�s volitivos de estos elementos, progresan gradualmente. El movimiento ―intelectual y espiritual― adquiere poco a poco organicidad. Con la aparici�n de �Amauta� entra en una fase de definici�n�. �Amauta� ha tenido un proceso normal de gestaci�n. No nace de s�bito por determinaci�n exclusivamente m�a. Yo vine de Europa con el prop�sito de fundar una revista. Dolorosas vicisitudes personales no me permitieron cumplirlo. Pero este tiempo no ha transcurrido en balde. Mi esfuerzo se ha articulado con el de otros intelectuales y artistas que piensan y sienten parecidamente a m�. Hace dos a�os esta revista habr�a sido una voz un tanto personal. Ahora es la voz de un movimiento y una generaci�n�. �El primer resultado que los escritores de �Amauta� nos proponemos obtener es el de acordarnos y conocernos mejor nosotros mismos. El trabajo de la revista nos solidarizar� m�s. Al mismo tiempo que atraer� a otros buenos elementos, alejar� a algunos fluctuantes y desganados que por ahora coquetean con el vanguardismo, pero que apenas �ste les demande un sacrificio, se apresurar�n a dejarlo. �Amauta� cribar� a los hombres de vanguardia ―militantes y simpatizantes― hasta separar la paja del gran�. Producir� o precipitar� un fen�meno de polarizaci�n y concentraci�n�. �No hace falta declarar expresamente que �Amauta� no es una tribuna abierta a todos los vientos del esp�ritu. Los que fundamos esta revista no consideramos una cultura y un arte agn�sticos. Nos sentimos una fuerza beligerante, pol�mica. No le hacemos ninguna concesi�n al criterio generalmente falaz de la tolerancia de las ideas. Para nosotros hay ideas buenas e ideas malas. En el pr�logo de mi libro de mi libro �La escena contempor�nea escrib� que soy un hombre con una filiaci�n y una fe. Lo mismo puedo decir de esta revista, que rechaza todo lo que es contrario a su ideolog�a as� como todo lo que no traduce ideolog�a alguna�. �Para presentar �Amauta�, est�n dem�s las palabras solemnes. Quiero proscribir de esta revista la ret�rica. Me parecen absolutamente in�tiles los programas. El Per� es un pa�s de r�tulos y de etiquetas. Hagamos al fin alguna cosa con contenido, vale decir con esp�ritu. �Amauta�, por otra parte, no tiene necesidad de un programa; tiene necesidad tan s�lo de un destino, de un objeto�. �El t�tulo preocupar� probablemente a algunos. Esto se deber� a la importancia excesiva, fundamental, que tiene entre nosotros el r�tulo. No se mire en este caso a la acepci�n estricta de la palabra. El t�tulo no traduce sino nuestra adhesi�n a la raza, no refleja sino nuestro homenaje al Incaismo. Pero espec�ficamente la palabra �Amauta� adquiere con esta revista una nueva acepci�n. La vamos a crear otra vez�. �El objeto de esta revista es el de plantear, esclarecer y conocer los problemas peruanos desde puntos de vista doctrinarios y cient�ficos. Pero consideraremos siempre al Per� dentro del panorama del mundo. Estudia- remos todos los grandes movimientos de renovaci�n-pol�ticos, filos�ficos, art�sticos, literarios, cient�ficos. Todo lo humano es nuestro. Esta revista vincula a los hombres nuevos del Per�, primero con los de los otros pueblos de Am�rica, en seguida con los de los otros pueblos del mundo� (503). La nota editorial precedente fue escrita durante la dictadura del gobierno de Legu�a y, por consiguiente, Mari�tegui tuvo que recurrir para ello a un lenguaje un tanto figurado. Estaba en el �ndice de lo proscrito, por aquel tiempo, toda referencia al APRA y al comunismo. As� como cualquiera otra expresi�n de car�cter revolucionaria. M�xime, cuando, el grupo encabezado por Jos� Carlos se hallaba celosamente vigilado. De aqu� que el editorialista tuviera que emplear, sobre todo en los primeros n�meros de �Amauta�, un tono poco recto o literal en relaci�n con las frases utilizadas para mencionar las ideas en torno al frente �nico o alianza, que pretend�a agrupar a los sectores progresistas con el fin de activar y profundizar la batalla ideol�gica contra la reacci�n representada por la clase dominante y el imperialismo yanqui. Mari�tegui, despu�s de haber padecido algunos encarcelamientos y persecuciones, se encontraba avezado en combinar la parte legal con la acci�n subrepticia. De manera que, en cierta forma, se enfrentaba d�a a d�a con relativa eficacia contra los enemigos tradicionales de toda posibilidad renovadora en el Per�. �Amauta�, en este caso, apareci� para suministrar el material necesario a fin de orientar la batalla que antes hemos mencionado. Es evidente que el frente �nico o alianza (APRA) ―creada por Haya de la Torre en 1924 y que existiera tan solo hasta 1928 con esa caracter�stica inicial― no se opon�a, por. esos a�os, a ser integrada por diferentes fuerzas pol�ticas, movimientos u organizaciones populares siempre y cuando estuvieran de acuerdo con las bases program�ticas enunciadas por tal coalici�n, entre cuyos fines se alentaba el prop�sito de combatir a la reacci�n y fomentar el progreso a nivel nacional. De ah� que Jos� Carlos preocupado como lo estaba, por esa �poca, de profundizar el camino de las explicaciones cient�ficas en la interpretaci�n de la realidad peruana, con miras a arraigar el marxismo en nuestro medio; no tuviera ning�n inconveniente para brindar su colaboraci�n al APRA, que surg�a como una fuerza amplia de izquierda antiimperialista y de afirmaci�n nacional . El Per�, � la saz�n, atravesaba por una honda crisis de su estructura econ�mica social y en este cuadro deben colocarse las tareas ideol�gicas. Puede asegurarse que pocas veces, en nuestra historia , se ha dejado sentir tanta inquietud para hallar razones explicativas de la crisis y sus posibles soluciones. Y a todo esto veamos �qu� era el APRA y que se propon�a hacer por aquellos a�os veinte?. Respondemos a estas preguntas con las mismas palabras de V�ctor Ra�l, expuestas en su libro (*), intitulado El antiimperialismo y el Apra (Santiago de Chile , Ediciones Ercilla 1936, pp. 40-41. 2a. ed.). que dice literalmente lo que sigue: �El Apra representa consecuentemente, una organizaci�n pol�tica en lucha contra el imperialismo y en lucha contra las clases gobernantes latinoamericanas, que son auxiliares y c�mplices de aqu�l. El Apra es el Partido Revolucionario Antiimperialista Latinoamericano que organiza el Gran frente Unico de Trabajadores manuales e intelectuales de Am�rica Latina, uni�n de los obreros, campesinos, ind�genas, etc�tera, con los estudiantes, intelectuales de vanguardia, maestros de escuela , etc�tera, para defender la soberan�a de nuestros pa�ses. El Apra es un movimiento aut�nomo latinoamericano, sin ninguna intervenci�n o influencia extranjera. Es el resultado de un espont�neo anhelo de nuestros pueblos para defender unidos su libertad, venciendo a los enemigos de dentro y a los de fuera. Las experiencias de M�xico, Am�rica Central, Panam� y las Antillas y la presente situaci�n del Per� , Bolivia y Venezuela, donde la pol�tica de penetraci�n del imperialismo se deja sentir fuertemente, han determinado la organizaci�n del Apra sobr� bases completamente nuevas y propugnando m�todos de acci�n realistas y eficaces. La palabra de orden del Apra sintetiza, sin duda, la aspiraci�n de veinte pueblos en peligro: �Contra el imperialismo, Unidad por la pol�tica de Am�rica Latina, para la realizaci�n de la Justicia Social�. Claro est� que el APRA no abordaba los problemas relacionados con el socialismo y la del tipo de Estado que era necesario lograr para liberar a la clase obrera y campesina de la permanente explotaci�n por la sociedad burguesa. Esta tarea espec�fica le correspond�a intentarla a Mari�tegui y a su grupo pol�tico que pacientemente educ�base con la orientaci�n del marxismo revolucionario. Insistimos que tanto el APRA (constituida por una alianza) como el n�cleo de Jos� Carlos (pre facci�n pol�tica partidaria) conciliaban sus objetivos. En una palabra, no eran polos antag�nicos. S�lo lo fueron cuando el APRA se transform� de un organismo de frente �nico en un bando pol�tico a nivel nacional, denominado Partido Nacionalista Libertador del Per� (1928), cuya meta fundamental era intervenir abiertamente en el proceso electoral anunciado por el gobierno de Legu�a (1929). Fracasada esta primera intentona meramente electoral, fue fundado en Lima el partido Aprista Peruano o sea la Secci�n Peruana del APRA ( a mediados de marzo de 1931) .para intervenir en las elecciones generales de ese mismo a�o, convocadas por la junta de Gobierno que presid�a David Samanez Ocampo, en un segundo ensayo de Haya de la Torre por alcanzar el poder pol�tico del pa�s. Mientras tanto con la aparici�n de �Amauta�, que desde su creaci�n tuvo una periodicidad mensual, se acrecent� el trabajo en la casa de Washington. Ah�, con la voluntaria ayuda de algunos amigos, compa�eros y simpatizantes, Jos� Carlos hubo de improvisar la redacci�n, administra ci�n y distribuci�n de dicha revista. Entre los colaboradores, m�s cercanos y con los cuales comparti� muchas de las tareas para sacar �Amauta� con puntualidad, cabe se�alar a Jos� Sabogal, Mar�a Wiesse, Julia Codesido, Camilo Blas, Hugo Pesce, Armando Baz�n, Carlos Manuel Cox, Avelino Navarro, Manuel Zerpa, Eugenio Garro, Carlos Vel�squez, Fausto Posada, Juan Dev�scovi, Blanca Luz Brum de Parra del Riego, Miguel Adler, Manuel V�zquez D�az, V�ctor Modesto Villavicencio, Alberto Guill�n, etc. �Amauta� la empez� a publicar con tipos m�viles (en los talleres de la Imprenta Editorial �Minerva�). S�lo en 1929 le lleg� el linotipo. El mismo diagramaba y la cuidaba en todos sus detalles. Los manuscritos revelan que dominaba la t�cnica tipogr�fica. Igual, dice do�a Anna, era con los clis�s. �El me enviaba a los talleres con indicaciones precisas. Para que todo marchara bien, ten�a tres tel�fonos en casa: uno en el dormitorio, otro en la sala y otro en el comedor. Como los obreros lo quer�an mucho a Jos� Carlos iban hasta la casa a consultarle problemas de trabajo u otros� (504). Conviene subrayar aqu�, que �Amauta� comenz� a circular ampliamente entre los intelectuales, estudiantes y obreros. Poco a poco, pues, lleg� a gozar de enorme popularidad y, por ende, de una mayor demanda porque cada d�a aumentaba el n�mero de sus lectores. Y, simult�neamente, se convirti� en un veh�culo de orientaci�n ideol�gica para cohesionar a los trabajadores en la lucha revolucionaria. Los agentes de �Amauta� estaban distribuidos por casi todo el territorio nacional. Mari�tegui, que sab�a apreciar el esfuerzo que realizaban estos animosos representantes de la revista en provincias, les escrib�a frecuentemente estimul�ndolos por la encomiable difusi�n de �Amauta� (505). Sabido es que en ning�n momento de su intensa trayectoria ideopol�tica, Jos� Carlos dej� de ser acusado de comunista. Fueron muchas las denuncias que menudearon al respecto, con el deliberado prop�sito de crearle dificultades con la dictadura imperante. Ejemplifica esta censurable campa�a de delaci�n , entre otras, las que alent� el poeta Jos� Santos Chocano, el homicida del joven intelectual Edwin Elmore. Despu�s de consumar este lamentable incidente, Chocano fue recluido en el Hospital de San Bartolom�. Desde este lugar de confinamiento, que resultaba una especie de �c�rcel dorada� para �l, dirigi� una revista que titul� �La Hoguera�. Por intermedio de este �rgano de prensa, que lo dedic� a enaltecer la tiran�a de Legu�a y a injuriar a sus adversarios, atac� duramente a Mari�tegui, que como sabemos fue uno de los firmantes del documento de solidaridad con el maestro mexicano Vasconcelos y que, adem�s, protest� en�rgicamente por el criminal atentado de Chocano contra Elmore. A continuaci�n insertamos dos de los ataques period�sticos que estimulara el poeta Chocano, desde las columnas de su revista �La Hoguera� contra Jos� Carlos, que dicen a la letra: � Peruanicemos al Per�, lo que falta y lo que sobra a �Mundial�. Mari�tegui, que est� p�blicamente enfermo del sarampi�n comunista, pretende peruanizar al Per� de acuerdo con la ortodoxia bolschevique. Desde luego la novedad del comunismo llega para Mari�tegui con treinta a�os de retraso por cuanto el comunismo no es ya novedad...�. �El debate del nacionalismo estudiado por un escritorque se averg�enza de entonar el Himno Nacional. Para �l los himnos patri�ticos vienen a ser algo as� como expresiones degradantes de la sensualidad burguesa. Su credo comunista no le permite 'romanticismos', y su pluma se juzgar�a indigna si la mojara para reclamar a Chile el despojo que nos hizo a mano armada. Afiliado al 'demos' de la internacional, Mari�tegui piensa en su quim�rica fraternidad que las fronteras est�n dem�s... (506). �De estos trece ide�logos (alude a los que sucribieron el memorial de solidaridad con el secretario de Educaci�n de M�xico, Jos� Vasconcelos, que fuera agraviado por J.S. Chocano), s�lo eran conocidos Jos� Carlos Mari�tegui (comunista, aunque colaborador fijo de �Mundial�, revista de la gente bien)� (507), seg�n afirma con descaro el director de �La Hoguera�. Pero a�n ah� no qued� la infamia fomentada por el poeta maldito. De acuerdo a la versi�n autorizada de Armando Baz�n, encargado de gestionar la publicidad para ��Amauta�, Chocano ―ratificando su papel de confidente― hac�a directamente llamadas telef�nicas a los anunciadores de la revista de Mari�tegui para advertirles, en tono amenazante: !Est�n ustedes se�ores, criando cuervos comunistas para que despu�s les arranquen las entra�as sin piedad!� (508). Y como es de suponer aquellos empresarios temerosos, por la insidiosa campa�a acometida por Chocano, retiraron los avisos y con tal medida pusieron en aprietos moment�neamente la estabilidad de �Amauta�. Empero, este contratiempo fue superado merced a la generosa colaboraci�n del grupo que trabajaba en el flamante �rgano period�stico. Tengamos presente que, por aquella �poca crucial, prevalec�a una actitud extremadamente anticomunista por parte de las autoridades res�ponsables de reprimir las actividades subversivas en el pa�s. De modo, pues, que la vocinglera cruzada emprendida por Chocano y de otros personajes delatantes no entraban en saco roto. Por lo contrario, a quienes se les sindicaba o simplemente reca�a alguna ligera sospecha de pertenecer al comunismo de hecho, sin mayor informaci�n , el aparato represivo (instaurado por Legu�a y manipulado por una especie de agentes de seguridad del Estado) tomaba a su cargo el caso, magnificando los detalles en su anhelo de hacer m�ritos a como hubiere lugar. Dentro de este ambiente hostil y pre�ado de intimidaci�n, Jos� Carlos que, incluso, ten�a que sobreponerse a su delicado estado de salud, no cejaba en vencer los obst�culos y, lo que es m�s, en orientar a la clase trabajadora con miras a organizar su destacamento de vanguardia a base de los mejores representantes de aquel sector social. S�lo as� estar�a en condiciones, la mencionada fuerza revolucionaria, de educar e instruir a las masas por la v�a de una pol�tica conciente de clase. Mari�tegui, como ya lo hemos expresado, no estaba exento de la provocaci�n represiva. El gobierno, en cierta forma, no se atrev�a a reducirlo a la impotencia ―tanto a �l como a su grupo― por una serie de factores. Entre ellos, en primer lugar, por el respaldo que le brindaban los obreros, estudiantes e intelectuales a Jos� Carlos; y, en segundo lugar, por las repercusiones que pod�an derivarse de dar un paso en falso por parte de las autoridades gubernativas. Entonces para el r�gimen, resultaba m�s f�cil y seguro, aguardar ―repetimos― la oportunidad propicia, evitando precipitarse en una acci�n que le pudiera acarrear desprestigio internacional. Sobre todo, durante el per�odo en que se hallaba el gobierno de Legu�a en plenas negociaciones con Chile para que, virtualmente, le devolviera al Per� el territorio irredento de Tacna y Arica. Ocurre que casi al finalizar el a�o de 1926, de tantas convulsiones para el mundo capitalista, Jos� Carlos y su grupo recibieron turbadoras noticias emanadas de la situaci�n internacional y, con ellas, un mensaje de Haya de la Torre, quien dirig�a el Comit� Ejecutivo interino del APRA con residencia en Londres (1925-1927), para ser publicado en la revista �Amauta�. Entre las antedichas informaciones hab�an dos sucesos que produjeron dentro del n�cleo mariateguiano poderoso impacto y los movi� a reflexionar sobre el destino de la revoluci�n en los pa�ses dependientes. Y ellos fueron, en primer lugar, el desembarco de la mariner�a yanqui en Nicaragua no s�lo con el prop�sito de subyugar a�n m�s a esa Rep�blica Centroamericana sino tambi�n para amedrentar, en cierto modo, al gobierno mexicano de Plutarco El�as Calles que pretend�a recuperar el petr�leo en beneficio de su propio pa�s (509); y, en segundo lugar, la agudizaci�n de la cruenta lucha iniciada por los dirigentes reaccionarios del Kuo Ming Tang, auxiliados por las tropas francesas e inglesas de ocupaci�n contra las masas populares y los comunistas chinos. Fuerza es reconocer que cada vez Mari�tegui se afanaba tanto por hacer suyo a nivel de su agrupaci�n, el experimento revolucionario ruso, de acuerdo con la praxis peruana, como tambi�n la experiencia mundial de la lucha de clases. Al mismo tiempo, se desviv�a por comprender los alcances del movimiento de liberaci�n nacional como parte integrante del proceso revolucionario internacional. Fue debido a esta �ltima causa que Jos� Carlos ―por aquellos d�as― comenz� a plantear, en el seno del grupo que animaba, la conveniencia de recoger las experiencias de la Revoluci�n mexicana y china (510). Al respecto el doctor Jorge Basadre, que sol�a frecuentar a Mari�tegui y sus compa�eros de ruta ideol�gica, nos ofrece un singular testimonio. "Lo ocurrido en el Kuo Ming Tang chino y con la revoluci�n mexicana ―sostiene enf�ticamente― demuestra la necesidad de que las transformaciones sociales tengan hoy un car�cter claramente socialista y est�n vinculados a an�logos fen�menos en el mundo de acuerdo con la tesis de Mari�tegui (511). Concordando con las noticias que acabamos de glosar, lleg� un mensaje de Haya de la Torre para �Amauta� intitulado �Nuestro frente intelectual�. En dicho envi�, V�ctor Ra�l a la par que informaba sobre las actividades del APRA en Europa, dejaba entrever sus impresiones acerca de la aparici�n de �Amauta�, enjuiciaba la obra de Manuel Gonz�lez Prada y Ricardo Palma y, por �ltimo, consignaba las tareas que deber�a realizar la secci�n peruana del APRA en Lima. A continuaci�n entresacamos del citado documento, algunos p�rrafos �Londres, 2 de noviembre de 1926 �Querido compa�ero Mari�tegui: �Al volver esta noche de Par�s, donde queda fundado y en pleno trabajo el grupo de j�venes peruanos que van a dirigir las actividades de la APRA en Europa, me he encontrado con el primer n�mero de �Amauta� que es el mejor mensaje que yo pod�a haber deseado por parte de la secci�n de los trabajadores intelectuales del Per�, militantes en nuestro gran frente de acci�n, que, con los trabajadores manuales, va a conquistar para el pa�s los caminos de la justicia�. �Hab�a deseado vivamente ver organizada, disciplinada y definida a la vanguardia de los intelectuales y artistas peruanos que marchan con nosotros. La obra de autonom�a y de agrupaci�n que culmina con �Amauta� ha sido dif�cil. Dominados los campos intelectuales del pa�s por la mentalidad oficial hecha por la clase dominante cuya expresi�n pol�tica es g�nericamente el 'civilismo', hemos tenido una ciencia, una literatura, una historia y unas letras, 'civilistas' representadas por valores de segunda mano, por repetidores, por glosadores, por ret�ricos o por falsificadores intelectuales. Digo falsificadores para referirme expresamente a los monopolizadores de la Historia del Per� que no han hecho sino enga�ar a las generaciones j�venes presentando disimulada y desvirtuada ―no por patriotismo porque nunca los han tenido, sino por solidaridad de clase, por complicidad de oligarqu�a― la realidad hist�rica peruana, justificando la conquista, desacreditando la raza ind�gena, excusando su opresi�n y escondiendo la verg�enza y el fracaso del 'civilismo' en todos los campos durante esta desgraciada �poca republicana, sucesi�n de desastres, desde los peculados del guano hasta nuestra entrega al imperialismo yanqui...�. �El tema, sugerente en s�, me ha llevado a extender demasiado esta carta. Quiero cortarla con mi saludo m�s fraternal a los trabajadores intelectuales de vanguardia que se agrupan en el movimiento de 'Amauta' a su vez incorporado a nuestro Frente de acci�n renovadora en el Per� y Am�rica que representa la APRA� (512). Debemos recordar que, en los primeros a�os de haber fundado el APRA, Haya de la Torre constitu�a, en cierta forma, una promesa para la revoluci�n peruana e hispanoamericana. El tenor de la carta, que hemos insertado l�neas arriba, lo demuestra as� y, tambi�n, a trav�s de la lectura de la misma se puede justificar el porqu� Mari�tegui hubo de prestar su apoyo al APRA, como organizaci�n de frente �nico o alianza de fuerzas afines. En el mencionado mensaje, V�ctor Ra�l reconoce que �la obra de 'Amauta' ha sido dif�cil�. Igualmente, Haya de la Torre en la indicada exposici�n revela una concepci�n clasista en su enfoque sobre la realidad intelectual del Per�. Y, justamente, por una diferencia de pocos d�as (Londres 15 de noviembre de 1926), V�ctor Ra�l despach� otro recado similar dirigido a los trabajadores agrupados en la Federaci�n Obrera Local de Lima (513), que llevaba por t�tulo �Vibrante mensaje de Haya de la Torre� y en el que reitera sus puntos de vista marxistas al hacer un examen cr�tico del proceso sociopol�tico del pa�s en conexi�n con el movimiento obrero. Seguidamente damos cuenta de dos de los principales par�grafos de dicha comunicaci�n: �... Contin�o, creyendo que necesitamos cada vez m�s organizaci�n, conciencia de clase y disciplina revolucionaria", subraya tajantemente V�ctor Ra�l". �... La clase explotadora del Per� ―prosigue― no est� sola, detr�s de ella est� con sus ca�ones y su fuerza formidable la clase explotadora del m�s grande capitalista de estos tiempos: el imperialismo yanqui. Comprendemos que el enemigo es temible y que no podemos destruirlo sin un empuje conjunto, organizado y total con todas las clases trabajadoras de Am�rica. Por eso nuestro gran frente �nico de trabajadores manuales e intelectuales (APRA) tiende a realizar este fin, a organizar todas las fuerzas revolucionarias contra el frente �nico de las clases explotadoras, las burgues�as latinoamericanas y el imperialismo�. Como podemos reparar, no exist�a por esa etapa, ninguna contradicci�n entre la orientaci�n de la lucha emprendida por Mari�tegui y la pol�tica de frente �nico o alianza seguida por V�ctor Ra�l. Inclusive, ni con respecto a la pol�tica de clase mantenida por uno y otro. Tengamos presente que todav�a Haya de la Torre intercambiaba amistosa correspondencia con los dirigentes sovi�ticos Losovski y Lunatcharski. Empero, debemos admitir que no todo era coincidencia entre Jos� Carlos y V�ctor Ra�l, pues cabe mencionar las posiciones inconciliables que hab�a entre ambos en relaci�n con el significado que ten�a para uno y otro personaje lo europeo y lo indoamericano, respectivamente. Mientras Mari�tegui defend�a con inusitado ardor lo primero, ya que el Viejo Mundo resultaba ser el centro del proceso hist�rico universal del marxismo y del internacionalismo proletario; en cambio para Haya de la Torre, que se aferraba al nacionalismo peque�o burgu�s, consideraba lo indoamericano como la ra�z para generar ideas te�rico pol�ticas propias. Pero la verdad es que por entonces, V�ctor Ra�l no insist�a sobre este punto antag�nico y que ya hab�a sido materia de un enfrentamiento indirecto entre ellos; como lo hemos comentado en el cap�tulo anterior. Lo sorprendente en Jos� Carlos es que ―a despecho de sus enemigos ideopol�ticos que le atribuyen ser un simple teorizador o un sujeto meramente libresco― no omiti� la m�s m�nima oportunidad para relacionarse con la clase trabajadora e influir sobre su destino hist�rico. Nadie puede negar que, merced a esta plena identificaci�n con los intereses de las masa oprimidas,. devino en el introductor de la l�nea clasista dentro del movimiento obrero y, por natural gravitaci�n, en el fundador de la vanguardia pol�tica del proletariado peruano. A la trayectoria biogr�fica descrita hasta aqu� sobre Mari�tegui, debemos a�adir ―a continuaci�n― otros episodios no menos descollantes y que confirman los hechos a los cuales hemos aludido en el par�grafo precedente. Pues bien, para Jos� Carlos ―igual que para cualquier otro �marxista, convicto y confeso�― la lucha de clases y el enfoque clasista era el fundamental principio de partida. De ah� pues, que no nos asombre el hecho que la casa de Mari�tegui ―desde hac�a alg�n tiempo― estuviera manifiestamente convertida en el centro obligado de consulta de los m�s calificados dirigentes sindicales de la �poca. Siendo as�, repetimos, que no resultaba raro que se dieran cita, muy a menudo, en el hogar del maestro algunos dirigentes de la Federaci�n Textil, Federaci�n Gr�fica, Confederaci�n Ferroviaria, Federaci�n de Choferes, Centro Uni�n de Estibadores, Federaci�n de Operarios de F�bricas de Calzado, Federaci�n de Motoristas y Conductores, Unificaci�n Cervecera "Backus y Johnston", Sindicato de Tripulantes de Cabotaje del Callao, Federaci�n General de Yanaconas, Federaci�n Regional Ind�gena, Federaci�n Obrera Local de Lima, etc. (514). Seg�n versi�n fidedigna de Octavio Carbajo ―recuerda �l― que acud�an a la calle Washington Izquierda, en busca de consejos y orientaciones de Mari�tegui, los siguientes directivos gremiales: Alejandro Bravo de Rueda, Avelino Navarro, C�sar Hinojosa, Fernando Garc�a, Manuel Zerpa, Enrique Vera, Luis L�pez Aliaga, Julio Guzm�n Medina, Manuel H. Pedraza, A. Tataje, Octavio Carbajo, Luis Felipe Barrientos (515), entre otros. Podemos advertir que cada d�a para nuestro personaje era m�s estrecha la relaci�n que sosten�a con los trabajadores, a los cuales les ense�aba a organizarse y a orientar su acci�n por la v�a de una pol�tica conciente de clase. Incluyendo dentro de esta labor docente, el aprendizaje y generalizaci�n de la experiencia revolucionaria internacional a la que Jos� Carlos prestaba preferente atenci�n, pero teniendo en cuenta las condiciones hist�ricas existentes. Si es verdad que la casa de Mari�tegui fue donde, pr�cticamente, se procedi� a elaborar las bases del temario para el II� Congreso de la Federaci�n Obrera Local, sin embargo esta magna reuni�n proletaria s�lo se dedic� a discusiones poco trascendentes. As� pues, la iniciaci�n de las actividades del II Congreso al que nos estamos refiriendo, se realizaron en el local del Sindicato Textil de Santa Catalina, el s�bado 1 de diciembre de 1926 (516). Asistieron, debidamente acreditadas veinti�n delegaciones pertenecientes a los diversos gremios de la capital y sus alrededores. Este II� Congreso, que se efectu� seis a�os. m�s tarde del primero (1921), result� ser uno de los que mayor duraci�n tuviera en nuestro medio, pues prolong� sus asambleas por casi seis meses consecutivos. Para tener una idea aproximada de lo que signific� dicha cita gremial, recurrimos a la opini�n autorizada del propio Jos� Carlos. �La Federaci�n Obrera Local ―explica a prop�sito― convoca a un Segundo Congreso Obrero. Mari�tegui, director de "Amauta", en una carta a este Congreso que carece de un trabajo serio de preparaci�n, advierte la inoportunidad de un debate de tendencias doctrinarias, proponiendo la organizaci�n de los trabajadores con un programa de 'unidad proletaria', la constituci�n de una central nacional, basada en el principio de 'lucha de clases'. Pero las tendencias llevan al Congreso sus puntos de vista, empe��ndose en una discusi�n desordenada sobre la doctrina clasista a la que deb�an adherir el proletariado organizado�. (517): A la luz de las conclusiones a que arriba Mari�tegui en relaci�n con los debates del II� Congreso, se reafirma en �l la en�rgica voluntad de fundar, lo m�s pronto posible, el destacamento de vanguardia de la clase obrera. Desde luego, indisolublemente vinculado a las masas trabajadoras y, por ende, como la �nica organizaci�n capaz de contribuir a centralizar la direcci�n de la lucha revolucionaria del proletariado. De ah� su indoblegable af�n, por propagar el socialismo cient�fico dentro del movimiento obrero peruano y por atraerse a los mejores hombres de la clase oprimida al seno del grupo que, poco despu�s, dar� vida al Partido Socialista (de orientaci�n marxista leninista). El nuevo a�o de 1927 trajo para Mari�tegui y su c�rculo marxista una cadena de acontecimientos de �ndole nacional e internacional, pasando a segundo plano los sucesos del vencido periodo de 1926. Por lo pronto, coincidiendo en cuanto a fecha y contenido con el art�culo period�stico publicado por Jos� Carlos con el t�tulo: �El imperialismo yanqui en Nicaragua� (�Variedades�. Lima, 23 (986) 22 ene. (1927), se celebr� en Par�s ―con los auspicios de la Alianza Popular Revolucionaria Americana― una reuni�n de solidaridad con el pueblo de Nicaragua por la recent�sima invasi�n estadounidense. Presidi� el acto de p�blico repudio por la intromisi�n yanqui en los pa�ses del Nuevo Mundo, el Secretario General de la Liga Antiimperialista Argentina. Participaron como oradores, en tal demostraci�n antinorteamericana: V�ctor Ra�l Haya de la Torre; Alberto Ulloa, profesor de la Universidad de San Marcos; Sai Ting, enviado del Kuo Ming Tang; Julio Antonio Mella de las ligas Antiimperialistas de Cuba y M�xico; Adolfo Zamora, representante de la Federaci�n de Estudiantes de M�xico; el poeta chileno Vicente Huidobro; y Antonio Bervin de Hait� (518). Es importante relevar que todos ellos, al un�sono, no s�lo reprobaron el atentado contra la soberan�a de Nicaragua sino que tambi�n hicieron votos porque los pa�ses hispanoamericanos presentasen un frente unido de oposici�n al imperialismo norteamericano. Con la vitoreada manifestaci�n anticolonialista, organizada por los hispanoamericanos residentes en Francia, se hac�a patente el momento de agitaci�n que viv�an los pueblos dependientes. Era innegable que la ola revolucionaria ostensiblemente se extend�a por los dominios coloniales y semicoloniales sin excepci�n alguna. Esta incontenible avalancha de rebeld�a, protagonizada por las masas populares de aquel tiempo, de hecho favorec�a la causa del proletariado; todas vez que empezaba a socavaren sus profundas ra�ces las posiciones del capitalismo, convirtiendo su imperio colonial de simples reservas del imperialismo en activas reservas de la revoluci�n socialista. Tras la jornada de Par�s, circunscrita solamente a Hispanoam�rica, se realiz� en Berl�n (los primeros d�as de febrero de 1927) una cita de varias organizaciones antiimperialistas, que resolvi� instituir la �Liga de lucha contra la opresi�n colonial� y, tambi�n, acord� convocar un Congreso Internacional representativo de todos los pueblos oprimidos, que tendr�a lugar en la ciudad de Bruselas, para estimular y coordinar los movimientos de liberaci�n nacional. En efecto, el 10 de febrero de 1927 se inici� en la capital de B�lgica, en el Palacio de Egmont y con los auspicios del gobierno socialista de ese pa�s, presidido por el Primer Ministro Emilio Vandervelde, el Congreso Internacional contra el yugo colonial y el imperialismo, al que asistieron ciento cincuenta y dos delegados pertenecientes a ciento treinta y siete pa�ses. Asimismo, concurrieron esclarecidas figuras de la intelectualidad izquierdista procedentes de los Estados capitalistas. Al respecto, Mari�tegui informa que entre los patrocinadores del citado encuentro aparecen los nombres de: Albert Einstein, Henri Barbusse, el sabio chino Kuo Meng, Rector de la Universidad China, (Georg) Ledebour, dirigente de los socialistas independientes de Alemania y otros hombres c�lebres e idealistas. �Participaron en sus labores ―prosigue su relaci�n Jos� Carlos― el Kuo Ming Tang, el Consejo General de Trabajadores de Pek�n, el Partido Nacionalista de Puerto Rico, la Liga Antiimperialista de Am�rica, la APRA, el Partido Socialista de Persia, las organizaciones revolucionarias nacionalistas de la India, el Egipto, la Siria, etc.�. Igualmente advierte ―nuestro comentarista― que �la reuni�n del Congreso Antiimperialista de Bruselas coincide con un instante de vigorosa ofensiva del imperialismo en todos los frentes en que se organiza, contra sus ataques, el sentimiento nacionalista revolucionario. Inglaterra moviliza buques y soldados contra la China; Estados Unidos desembarca sus tropas en Nicaragua; y su Canciller (Frank B.) Kellogg amenaza a M�xico, en servicio de los intereses de sus petroleras, contrariados por la nueva legislaci�n mexicana. Al mismo tiempo, Mussolini reclama para Italia las colonias sobre las cuales deber� asentarse el Imperio Fascista�. �El imperialismo aparece ―seg�n versi�n autorizada de Mari�tegui, en ese momento hist�rico que vive el mundo― robustecido por la estabilizaci�n temporalmente lograda por el r�gimen capitalista en Europa. Esta estabilizaci�n no puede durar si las naciones capitalistas de Europa no se aseguran una m�s intensa y segura explotaci�n de los pa�ses coloniales de Asia, Am�rica y Africa. La ofensiva imperialista se explica perfecta y claramente, como una necesidad de la defensa de orden burgu�s. Solo a expensas de las colonias, pueden las burgues�as de Inglaterra, Alemania, Francia, Italia, ofrecer a las clases trabajadoras el m�nimo de bienestar necesario para impedir un vigoroso renacimiento del sentimiento revolucionario. �En Estados Unidos el problema ―subraya Mari�tegui― no es el mismo. El capitalismo norteamericano se encuentra en su apogeo. Conserva todav�a su �ntegra vitalidad. Pero su desarrollo exige la extensi�n del imperio econ�mico norteamericano en Am�rica y Asia. Se ha entablado una encarnizada competencia entre las grandes potencias capitalistas, en la cual Norteam�rica se empe�a en vencer. Mientras a los imperialismos europeos los mueven sobre todo, fines de conservaci�n, al imperialismo norteamericano lo impulsan, principalmente razones de crecimiento. Esto lo define como el m�s fuerte. �La lucha antiimperialista se presenta absolutamente vinculada ―expresa Jos� Carlos con admirable certeza― a la lucha revolucionaria. El socialismo europeo se encuentra en la necesidad de sostener y apoyar las reivindicaciones antiimperialistas aunque no sean vigorosamente proletarias. El nacionalismo que en las naciones de Europa tiene forzosamente objetivos imperialistas y por ende reaccionarios, en las naciones coloniales o semicoloniales adquiere una funci�n revolucionaria cuando existe real y activamente y no constituye un mera etiqueta conservadora y tradicionalista. �El m�rito de haber advertido esto ―resalta el autor del presente trabajo― desde su primera hora, no le puede ser regateado a la III Internacional, ni a�n por sus m�s acres cr�ticos del socialismo reformista. Lenin, con su genial clarividencia comprendi�, primero que nadie, la solidaridad de la revoluci�n proletaria de Occidente con las revoluciones nacionalistas de Asia, Africa, etc. Los socialistas reformistas se escandalizan de este punto de vista que ahora obtiene plena ratificaci�n de la historia. �Es muy significativo y trascendente ―declara finalmente Jos� Carlos― el hecho de que el Congreso Antiimperialista se celebre en Europa, auspiciado y convocado por los europeos a los que no repugna la mancomunidad con asi�ticos, africanos e indoamericanos. La burgues�a europea atribuye a su pol�tica reaccionaria ―sin excluir naturalmente su ofensiva imperialista― fines de defensa de la civilizaci�n. Pero hombres como Einstein, que han prestado a la civilizaci�n servicios que la burgues�a no puede contestarle ni discutirle, afirman con su actitud honrada y valiente que el capitalismo y la civilizaci�n no son la misma cosa y que bien puede desaparecer el primero sin que sucumban ni declinen los principios y las conquistas esenciales de la segunda�. (519). En tan medular exposici�n Mari�tegui no s�lo procedi� a examinar al imperialismo y al movimiento de liberaci�n nacional, con notable clarividencia, sino tambi�n revelaba las perspectivas hist�ricas universales de una y otra fuerza en pugna, partiendo de su �ptica marxista. Vale decir de la dial�ctica activa revolucionaria, nacida de la propia realidad, en la que los hombres son los protagonistas de su historia. Este enfoque de Jos� Carlos constituye, a nuestro parecer, una de las pruebas de su honda asimilaci�n del pensamiento filos�fico marxista-leninista. De manera, pues, que el mencionado Congreso Internacional de Bruselas, por la importancia de los temas que analiza y por el significado que ten�a para los pueblos oprimidos del mundo entero, surg�a como el exponente incontrastable de una promisoria nueva conciencia universal para los destinos hist�ricos de los pa�ses coloniales y semicoloniales. Y as� fue, porqu� entre los documentos m�s valiosos de ese foro internacional figuran las resoluciones tendientes a crear la ayuda directa y mancomunada de las fuerzas de vanguardia de los pa�ses imperialistas en favor de la causa de liberaci�n nacional emprendida por los pueblos menos desarrollados: �De acuerdo con el informe de W. M�nzemberg, Secretario General del Comit� Central de la Ayuda Obrera Internacional, se resolvi� fundar una organizaci�n a nivel mundial, con el nombre de Liga contra el imperialismo, contra la opresi�n colonial y por la independencia nacional'. Pod�a ser miembro de ella toda organizaci�n, Partido, Sindicato o individuo que luchase contra el dominio capitalista o imperialista, por la autodeterminaci�n de todas las naciones, por la libertad nacional de todos los pueblos y por la igualdad de derechos de todas las razas e individuos y que reconocieran las resoluciones del Congreso de Bruselas. �El congreso aprob� un manifiesto: �A todos los pueblos y clases oprimidas�, en el que se dec�a: �Los representantes de los pueblos oprimidos y de la clase obrera de todas las partes del mundo en el Congreso han concertado una alianza fraternal para asegurar sus derechos elementales y su desarrollo.... !Pueblos y clases oprimidas, un�os!�. (520) Pero es sabido que el APRA, como frente de lucha antiimperialista, fue invitada oficialmente a participar en dicho evento y tambi�n es verdad que �la l�nea de divergencia entre el APRA y el comunismo qued� fijada definitivamente en el Congreso de Bruselas de 1927� (521), debido a la actitud de evidente divisi�n propiciada por Haya de la Torre durante el desarrollo de las sucesivas asambleas de la citada jornada en pro de la unidad de todos los pa�ses del mundo para combatir al imperialismo opresor. Apenas alguien sugiri�, en el transcurso de aquella reuni�n internacional, que el APRA fuera incluida dentro de la Liga Antiimperialista Mundial, V�ctor Ra�l se opuso en virtud de la f�rmula indo americana que ven�a defendiendo, de tarde en tarde, desde hac�a alg�n tiempo atr�s. Para �l la mencionada cita hist�rica universal, que bien pod�a resumirse en la coordinaci�n de esfuerzos de los pueblos oprimidos para alcanzar el fin com�n de su liberaci�n, no respond�a sino a �ideas ex�ticas�, �europeizantes�, �coloniaje mental�, etc. (522). Recordemos aqu�, que el propio Haya de la Torre hab�a proclamado al APRA como �un movimiento aut�nomo latinoamerica�no, sin ninguna intervenci�n e influencia extranjera� (523) y que, de cuando en cuando, reivindicaba la ra�z original que atribu�a a su agrupaci�n basada en las ideas peculiares indoamericanas. Adem�s tan sui g�neris interpretaci�n lo hubo de conducir simple y llanamente a limitar sus actividades ideopol�ticas al marco del Nuevo Mundo. De ah� su obstinada negativa, en el fondo, para observar las conclusiones de Bruselas (+) que, sin lugar a dudas, se caracterizaban por su perspectiva hist�rico-revolucionaria mundial. Pero al mismo tiempo, no podemos dejar pasar por alto el hecho de que hab�a empezado a germinar en V�ctor Ra�l una reticente posici�n anticomunista totalmente irreconciliable con una parte de las ideas que compart�a con algunos personajes marxistas y con los cuales procuraba mantener cierta afinidad ideol�gica. A juzgar, por esta visible dualidad, aquella tendencia reaccionaria, al comienzo resultaba un tanto vacilante y endeble. Toda vez que como �l mismo lo confirma, en la siguiente declaraci�n: �sin abandonar el principio clasista como punto de partida de la lucha contra el imperialismo, consideramos cuesti�n fundamental la comprensi�n exacta de las diversas etapas hist�ricas de la lucha de clases y la apreciaci�n realista del momento que ella vive en nuestros pueblos. No desconocemos, pues, los antagonismos de clase dentro del conjunto social indoamericano pero planteamos en primer t�rmino la tesis del 'peligro mayor', que es elemental a toda estrategia defensiva....� (524). A todo ello, a��dase la cordial y permanente comunicaci�n epistolar que Haya de la Torre sosten�a con Losovski y que, asimismo, dentro de las propias filas de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) militaban ―por ser una organizaci�n de frente �nico― varios marxistas identificados con la l�nea de la III Internacional Comunista. Nada m�s a prop�sito para explicarse esta actitud armonizable que transcribiendo una declaraci�n escrita por Jos� Carlos, dos a�os m�s tarde, pero que incuestionablemente tiene completa vigencia retroactiva: �Si de algo he pecado ―dir� Mari�tegui en relaci�n con Haya de la Torre, pero a guisa de una severa autocr�tica―, ha sido de esp�ritu tolerante y conciliador� (525). Y llegados a este punto, se puede aseverar que no s�lo �l propiciaba, a todo trance, la armon�a con Haya de la Torre, sino que tambi�n Losovski lo acompa�aba en ese intento amigable. Valga verdad, que uno y otro componedor, en su fuero interno, confiaban que V�ctor Ra�l rectificar�a el camino extraviado y, por natural evoluci�n de su aprendizaje del marxismo, se reintegrara plenamente andando el tiempo al movimiento revolucionario internacional y se alineara con el ideario de izquierda antiimperialista proyectado hacia el socialismo cient�fico: A la saz�n las contradicciones que revelaba Haya de la Torre, radicaban fundamentalmente en su concepci�n pol�tica que s�lo respond�a a una amalgama de nacionalismo burgu�s, sindicalismo revolucionario, anarquismo, sentido selectivo, etc. Dentro de esta atm�sfera, ciertamente, no era raro que V�ctor Ra�l comenzara a ser atra�do por el ala derechista burguesa del Kuo Ming Tang, recientemente acaudillada por Chiang Kai-shek que se opon�a a la colaboraci�n con los comunistas. Precisamente esto esclarece que por aquella �poca, signada por la revuelta contrarrevolucionaria del general Chiang Kai-shek (12 de abril de 1927), cuya secuela fue la sangrienta represi�n contra el proletariado y el Partido Comunista en las principales ciudades chinas, Haya de la Torre ignorara tan pat�ticos y repudiables hechos y m�s bien se dedicar� a fijar semejanzas y coincidencias entre el APRA y el movimiento nacionalista chino. Y todo ello suced�a en un momento que �... la traici�n de la burgues�a china, la quiebra del Kuo Ming Tang ―que se�ala Mari�tegui en una de las tesis presentadas al Congreso Comunista de Buenos Aires― no eran todav�a conocida en toda su magnitud. Un conocimiento m�s cabal de la experiencia china, ven�a m�s tarde a descubrirnos cuan poco se pod�a confiar, a�n en pa�ses como la China, en el sentimiento nacionalista revolucionario de la burgues�a (526). A continuaci�n insertamos un fragmento de las declaraciones de V�ctor Ra�l para �La tribuna de Cant�n� ―y que, a su vez fuera transcrito por �Repertorio Americano�― en el cual ratifica su plena identificaci�n con el movimiento nacionalista chino, no obstante la l�nea entreguista y antipopular que hab�a adoptado recientemente la indicada organizaci�n (527). �... El �nico Frente Unico Antiimperialista semejante al Kuo Ming Tang ―apunta el jefe del APRA― es el latinoamericano. El �nico partido antiimperialista parecido al Kuo Ming Tang es el APRA. Como es el Kuo Ming Tang, nosotros somos un Frente Unico de Estudiantes, obreros, campesinos, intelectuales, empleados y soldados, etc. contra el imperialismo yanqui y por la libertad y la soberan�a de nuestros pa�ses� (528). Tenemos, pues, que la sedici�n del general Chiang Kai-shek ―a la cual hemos mencionado anteriormente― no s�lo signific� la dictadura contrarrevolucionaria de la burgues�a, de los terratenientes y de la intelectualidad peque�o burguesa que concluyeron por confabularse con el imperialismo for�neo, sino que tambi�n el Kuo Ming Tang fue convertido en Partido del bloque de la clase dominante burguesa para oprimir con nuevos m�todos demag�gicos populistas a las masas chinas. Entonces, frente a esta grave problem�tica provocada por la reacci�n due�a del poder pol�tico, el campo revolucionario pas� a estar constituido �nica y exclusivamente por la clase obrera y por el campesinado que integraban la inmensa mayor�a del escarnecido pueblo chino, encabezado por la vanguardia pol�tica del proletariado de ese pa�s. Es un hecho incuestionable que Jos� Carlos tuvo siempre ante los ojos la casi totalidad del desarrollo revolucionario internacional, como base para la experiencia del problema peruano. Esto explica la facilidad que pose�a para tratar habitualmente un suceso for�neo y otro de marcado acento nacional con simultaneidad y coherencia. Ah� est�n, entre otros ejemplos de Mari�tegui, tanto los art�culos y ensayos insertos en "Variedades" con el t�tulo de la Secci�n: "Figuras y aspectos de la vida mundial� como los publicados con el ep�grafe de �Peruanicemos al Per�� en la revista �Mundial�. Es necesario reconocer que los estudios de Jos� Carlos, basados en la concepci�n marxista de los problemas tanto nacionales como internacionales, respond�an plenamente al desarrollo hist�rico que atravesaba el mundo contempor�neo y, por lo tanto, su divulgaci�n resultaba comprensible y acertada para interesar a los trabajadores y estudiantes por los asuntos cardinales de las realidades peruana y universal. As� a trav�s de estos an�lisis cient�ficos de la estructura social hechos por Mari�tegui surg�a la nueva ideolog�a, que reflejaba los intereses del movimiento nacional liberador antiimperialista que se estaba gestando en oposici�n a la agresiva clase dominante. Aqu� viene como anillo al dedo, indicarla pol�mica sobre el �indigenismo� que hubo de sostener Mari�tegui con Jos� Angel Escalante y Luis Alberto S�nchez durante los meses iniciales del a�o 1927. El primero de los nombrados asumi� la representaci�n de los 'indios' y el segundo, la de los 'coste�os' o criollos. Como reacci�n inmediata a los trabajos de investigaci�n, de acuerdo con el enfoque materialista marxista de la realidad peruana -publicados por Jos� Carlos en su secci�n: �Peruanicemos al Per�� (529)- sobre la corriente 'indigenista' en la literatura nacional y su relaci�n directa con los problemas ideopol�tico, econ�mico y social, atrajeron la �spera r�plica de Escalante y S�nchez respectivamente. A ambos controversistas los un�a el denominador com�n de estar enmarcados dentro de un liberalismo paternal y formalista. Al examinar Mari�tegui la corriente �indigenista� en concordancia con el materialismo hist�rico, arriba a la conclusi�n de que esta tendencia �que caracteriza a la nueva literatura peruana ―seg�n sus propios vocablos― no debe su propagaci�n presente ni su exageraci�n posible a las causas eventuales o contingentes que determinan com�nmente una moda literaria. Tiene una significaci�n ―subraya― m�s profunda. Basta observar su coincidencia visible y su consanguinidad �ntima ―puntualiza el escritor― con una corriente ideol�gica y social que recluta cada d�a m�s adhesiones en la juventud, para comprender que el indigenismo literario traduce un estado de �nimo, casi un estado de conciencia del Per� nuevo�. (530). Es conveniente recalcar que Jos� Carlos para esquivar las represalias de la tiran�a imperante ―no olvidemos que la prensa estaba sometida a la censura― recurr�a a un lenguaje ligeramente velado y sutil pero sin llegar al extremo de no hacerse comprender entre la generalidad de sus lectores. Posteriormente ―en el segundo art�culo― se�ala Mari�tegui �porqu� una corriente, nacionalista y revolucionaria al mismo tiempo, en la literatura peruana, ten�a que ser definidamente indigenista y no gen�rica o Integralmente criollista� (o sea coste�a). �El criollismo ―agrega Jos� Carlos tajantemente― no ha podido prosperar en nuestra literatura como una corriente de esp�ritu nacionalista, ante todo porque el criollo no representa todav�a la nacionalidad. Se constata, casi uniformemente, desde hace tiempo, que somos una nacionalidad en formaci�n. Se percibe ahora, precisando ese concepto, la subsistencia de una dualidad de raza y de esp�ritu. En todo caso, se conviene, un�nimente, en que no hemos alcanzado a�n un grado elemental siquiera de fusi�n de los elementos raciales que conviven en nuestro suelo y que componen nuestra poblaci�n. El 'criollo' no est� naturalmente definido. Hasta la palabra 'criolla' no es casi m�s que un t�rmino gen�ricamente una pluralidad, muy matizada, de mestizos� (531). En la tercera nota de esclarecimiento sobre el indigenismo en la literatura peruana, Mari�tegui asegura en forma rotunda que el desarrollo de la corriente indigenista no amenaza ni paraliza el de otros elementos vitales de nuestra literatura. El 'indigenismo' ―reitera― no aspira indudablemente a acaparar la escena literaria. No excluye ni estorba otros impulsos ni otras manifestaciones. Pero representa el color y la tendencia m�s caracter�stica de una �poca, por su afinidad y coherencia con la orientaci�n espiritual de las nuevas generaciones, condicionada, a su vez, por imperiosas necesidades de nuestro desarrollo econ�mico social..� (532). El primero en salir al encuentro de Jos� Carlos, cuando s�lo hab�an aparecido dos de los tres estudios de �ste, fue Escalante (1883-1965), Diputado por su provincia natal de Acomayo, propietario de �El Comercio� del Cuzco y ardiente defensor de la dictadura legui�sta, con el art�culo period�stico: �Nosotros, los indios� (533). Es evidente que tanto el t�tulo en s� como el contenido de la nota del replicador, aparte de ser excluidora, reclamaba sin tapujo alguno el monopolio de que �nica y exclusivamente los oriundos del Per� pod�an discutir y solucionar sus propios asuntos. La tesis aducida por Escalante como observamos era diametralmente opuesta al indigenismo como concepto ideol�gico, teniendo en cuenta que �l negaba en absoluto el concurso y la solidaridad de personas extra�as al aborigen peruano. Pero ah� no quedaron los desaciertos de tan desorbitada y �demoledora cr�tica�, pues a rengl�n seguido y sin mayores escr�pulos esgrimi� una incalificable denuncia contra los �advenedizos� en el problema del indio que, por su intenci�n, es f�cil comprender que estaba dirigida contra Mari�tegui, quien abogaba por una toma de conciencia de la situaci�n de marginalidad o subordinaci�n de ese sector social que se pretend�a cambiar. He aqu� el texto de la acusaci�n en referencia: �Si mi olfato no me enga�a ―arguye Escalante―, creo yo que en este �amoroso inter�s� que les ha nacido a ciertos c�rculos de intelectuales y periodistas coste�os por redimir a la �raza madre� de su �cruel servidumbre� e �integrarla a la civilizaci�n y la cultura�, palpita una tendencia revolucionaria que quiere aprovecharse de la gran masa ind�gena, de su exasperaci�n y de su fuerza, para el entronizamiento de ideales bolcheviques y formas de gobierno sovi�ticas comunistas en el Per��. ��He acertado?� �Bueno, pues (�l mismo se responde); si es as� convengamos en que no hay tal �amoroso inter�s� de proselitismo, inspirado en convicciones e ideas acerca del porvenir de la Humanidad, seguramente respetable, pero que todos cuantos comulgamos todav�a en el altar de la Patria y colocamos la nacionalidad y el nacionalismo por encima de todo, tenemos que rechazar y combatir�. �Pero, en esta misma tendencia, en esta ilusoria expectativa de usufructuar los rencores del Indio para destruir viejos moldes y fundar en el pa�s un r�gimen maximalista ―a�ade Escalante―, se est� revelando el profundo desconocimiento que los �indigenista de vanguardia� tienen de la psicolog�a del indio� (534). Agr�guese a este ataque inusitado el hecho de que el presunto impugnador de los indigenistas, contradictoriamente con su propia exposici�n, llegara a proclamar su fe ciega en el paternalista Presidente Legu�a, para conducir a feliz t�rmino el drama del aborigen peruano. Aunque para ello, forzadamente, hubo de suponer que el personaje de su devoci�n afrontar�a el problema del indio: �con criterio, no de se�or y blanco, sino de serrano y regnicola; con sentido nacionalista y de posibilidades reales, lejos de literaturas simplonas y de sugestiones interesadas....� (535). Despu�s de la enojosa intervenci�n de Escalante, salt� a la palestra el Dr. S�nchez quien, con una-formaci�n totalmente idealista y acad�mica que lo hacia vivir en un medio que pon�a el pensamiento por encima de la pr�ctica, no supo comprender en toda su proyecci�n el entrecruce de ideolog�a, literatura y pol�tica formulado por Mari�tegui en sus recientes an�lisis e interpretaci�n. Este �ltimo, consecuente con su militancia socialista, acababa de reiterar que la pol�tica la sent�a ―repitiendo un pensamiento de Unamuno― elevada a la categor�a de una religi�n (536). Ahora para redondear la frase recogida por Jos� Carlos, hacer pol�tica significaba (en �l) actuar para transformar la sociedad y de eso se trataba en el caso del indio. Hace falta decir que en tales circunstancias, no se pod�a seguir agudizando la posible pugna entre los abor�genes y coste�os o criollos como lo ven�an haciendo sus objetantes. Dem�s est� decir, que con tales conceptos llevaban agua ―directa e indirectamente― a los molinos de la oligarqu�a y del imperialismo. No se puede negar que Mari�tegui entend�a el indigenismo como un arma de lucha contra la dominaci�n y la dependencia. Resulta, pues, oportuno, para confirmar lo expuesto por Jos� Carlos, insertar seguidamente un extracto del texto de la pol�mica que sostuviera con-S�nchez para calibrar el examen que hace de la sociedad peruana y de su perspectiva hist�rica. �Lo que afirmo, por mi cuenta ―dir� Mari�tegui― es que la confluencia o aleaci�n de �indigenismo� y socialismo, nadie que mire al contenido y a la esencia de las cosas puede sorprenderse. El socialismo ordena y define las reivindicaciones de las masas, de la clase trabajadora. Y en el Per� las masas ―la clase trabajadora― son en sus cuatro quintas partes ind�genas. Nuestro socialismo no ser�a, pues, peruano, ―ni ser�a siquiera socialismo― si no se solidarizase, primeramente, con las reivindicaciones ind�genas. En esta actitud no se esconde nada de oportunismo. Ni se descubre nada de artificio, si se reflexiona dos minutos en lo que es socialismo. Esta actitud no es postiza, ni fingida, ni astuta. No es m�s que socialista�. �Y en este indigenismo� vanguardista, que tantas aprensiones le produce a Luis Alberto S�nchez ―observa Jos� Carlos―, no existe absolutamente ning�n calco de �nacionalismo ex�tico�; no existe, en todo caso, sino la creaci�n de un socialismo peruano� (537). En otros de los trabajos sobre esta misma pol�mica, titulado �R�plica a Luis Alberto S�nchez� (538) - Mari�tegui afirmar� en forma rotunda y completando su pensamiento revolucionario: �... No es mi ideal el Pena colonial ni el Per� incaico sino un Per� integral�. Podemos advertir que la intenci�n pol�tica de Jos� Carlos, en sus escritos materia de la controversia, se orientaba hacia la peruanizaci�n como uno de los medios para combatir al imperialismo y a las clases antinacionales ―terrateniente y capitalista dependientes― fusionadas en la llamada oligarqu�a. Mari�tegui conquistaba, cada d�a, la adhesi�n y el afecto de los trabajadores merced al incesante esfuerzo por revelar toda la complejidad del proceso revolucionario de un mundo nuevo. Resulta altamente significativo advertir que, estando enfrascado en la referida tarea, fuera designado por parte de la Federaci�n Gr�fica del Per� como �rbitro, y que el empresario Max Alfaro recibiera igual nombramiento pero en representaci�n de la imprenta "J. Newton", para contemplar y resolver ―conjuntamente con las autoridades pertinentes― el conflicto provocado por este centro de trabajo al despedir intempestivamente y sin causa justificada a uno de sus servidores y, a la vez, combativo dirigente sindical (539). De pronto y cuando menos se esperaba reaparece la figura de Ricardo Mart�nez de la Torre al lado Jos� Carlos. Quiz�s sea necesario preguntarse �por qu� no lo hizo antes?. Pues bien, Mari�tegui que no dejaba de admirar el talento de su joven disc�pulo, en cuanto lo juzg� maduro para colaborar en el movimiento marxista, lo incorpor� como Gerente de la revista �Amauta� (1927). Fue el punto de partida para que Mart�nez de la Torre, que hab�a renunciado a la creaci�n literaria (540), se entregara �ntegramente a la militancia revolucionaria. En este sentido, es innegable que hubo de emular a Jos� Carlos hasta convertirse en uno de sus m�s infatigables seguidores. Importa remarcar aqu� que debido al flamante Gerente de la revista ya mencionada, se logr� el fortalecimiento de la econom�a y de que la misma se transformara ―un a�o despu�s― en una Sociedad Editora por acciones y con un capital de quinientas libras peruanas (541). Con tan atinada medida qued� superada la grave crisis deficitaria que ven�a amenazando la estabilidad de ese �rgano de prensa al servicio de las grandes inquietudes sociales y espirituales de la �poca. Mientras tanto la lucha armada antiimperialista que se hab�a iniciado, por entonces, en las colonias y en los pa�ses dependientes fuera de la jurisdicci�n hispanoamericana, llegaba indefectiblemente al coraz�n de nuestro Hemisferio. Al grito estent�reo de ��Patria y libertad!� el legendario nicarag�ense Augusto C�sar Sandino (1893-1934), a la cabeza de tres mil guerrilleros, en forma temeraria, se enfrentaba a doce mil marinos yanquis (abril 1927) que hollaban el territorio de su pa�s suficientemente aprovisionados y contando con la anuencia de la oligarqu�a antinacional subordinada a la �metr�poli�. Las haza�as de Sandino frente a los invasores que ―se repitieron por espacio de siete a�os consecutivos― conmovieron hondamente a los pueblos de Am�rica y estimularon entre ellos la solidaridad para con la desigual guerra de liberaci�n sostenida por el intr�pido General y el improvisado ej�rcito de obreros, campesinos y estudiantes de Nicaragua bajo sus �rdenes. El sector de izquierda lime�o, influido por Jos� Carlos, no s�lo prestaba extremada atenci�n a la labor antiimperialista realizada por la guerrilla sandinista en su lucha contra las fuerzas militares de desembarco norteamericanas y a su consecuente repercusi�n en el esp�ritu de las masas hispanoamericanas, sino tambi�n segu�an muy de cerca el curso de las mociones presentadas y los debates promovidos por los delegados, acreditados por sus respectivas bases, en el seno del �Segundo Congreso de la Federaci�n Obrera Local de Lima�. Dicho sea de paso que el indicado certamen, por otra parte, llevaba seis meses de inhabitual actividad deliberante. En esto estaba el nombrado grupo, guiado por Mari�tegui, en el �... instante que el Ministro de Gobierno de entonces ―escribe Jos� Carlos― interesado en aumentar su importancia pol�tica, amenazada por la rivalidad de los c�rculos, con una actitud sensacional, escoge para una represi�n de gran estilo. En la noche del 5 de junio (de 1927), se sorprende aparatosa- mente una reuni�n de la sociedad editora �Claridad�, a la que se hab�a citado, como de ordinario, por los peri�dicos. La misma noche se apresa en sus domicilios a los m�s conocidos y activos militantes de las organizaciones obreras, y a algunos intelectuales y universitarios. Una informaci�n oficial anuncia, en todos los diarios, la detenci�n de todas estas personas en una reuni�n, presentada como clandestina. El Ministro de Gobierno, Manchego Mu�oz, afirma sin empacho que ha descubierto nada menos que un complot comunista. El �rgano �civilista�, �El Comercio�, reducido al silencio desde los primeros tiempos del gobierno legui�sta, y conocido por sus vinculacio nes con la plutocracia del antiguo r�gimen, aprueba editorialmente esta represi�n, as� como las medidas que le siguen: clausura de �Amauta�, cierre de los talleres de la Editorial Minerva, donde se imprim�a por cuenta particular de sus redactores-editores, detenci�n de Jos� Carlos Mari�tegui, a quien, dadas las condiciones de salud, se le aloja en el Hospital Militar de San Bartolom�. Cerca de cincuenta militantes fueron llevados a la isla de San Lorenzo, muchos m�s sufrieron breve detenci�n en los calabozos de la polic�a; otros, perseguidos, tuvieron que ocultarse. La polic�a notific�, a los que quedaban en libertad, que la Federaci�n Obrera Local, La Federaci�n Textil y otras organizaciones del mismo car�cter, deb�an ser consideradas disueltas y que toda actividad sindicalista quedaba terminantemente prohibida. No dejaron de manifestar su aplauso a estas medidas, igual que el �El Comercio�, que no tuvo reparo en complacerse expresamente de la supresi�n de �Amauta�, los elementos mutualistas amarillos, incondicionalmente a �rdenes de �ste como de todos los gobiernos, as� como un sediciente y flamante �partido laborista�, fundado por algunos empleados cesantes y algunos arribistas, con la cooperaci�n de unos pocos artesanos. Pero era tan desproporcionada, respecto a los vagu�simos e individuales papeles que pretend�an documentarla, la especie de la �conspiraci�n comunista para destruir el orden social�, que, poco a poco, no obstante estar cerrados los peri�dicos, a toda informaci�n imparcial, se desvaneci� la impresi�n que en los primeros instantes produjera. S�lo encontr� acogida en la prensa una breve carta dirigida por Mari�tegui, desde el Hospital Militar, desmintiendo rotunda y precisamente, en todas sus partes la invenci�n policial�. �Dos profesores de la U.P. (Universidad Popular), Carlos Manuel Cox y Manuel V�zquez D�az, fueron deportados al Norte. En la misma direcci�n hab�an sido embarcados antes Magda Portal y Seraf�n Delmar. Y cuatro meses m�s tarde, cuando no quedaba en el p�blico vestigio del recuerdo del complot, se puso en libertad a los presos de San Lorenzo. En diciembre de 1927, reapareci� �Amauta�, que de otro modo, habr�a reanudado su publicaci�n en Buenos Aires� (542). Hasta aqu� lo que refiere Mari�tegui con respecto a la llamada �conspiraci�n comunista� en la cual se le involucr� a �l, a sus compa�eros en ideales y a sus disc�pulos. Ahora pasamos a relatar sobre los antecedentes de tan violenta represi�n as� como otros detalles de las severas medidas policiales acometidas por la dictadura leg�i�sta en aquella �poca y que, por otro lado, s�lo vienen a confirmar los m�todos de terror, perseguimientos, detenciones arbitrarias, exilios, etc., que caracterizaban los actos de dicho r�gimen basados en la coerci�n y la fuerza que ya hemos comentado l�neas arriba. Es preciso recordar que la todopoderosa oligarqu�a peruana, dominada por el capital monopolista for�neo y, por consiguiente, natural sustent� del r�gimen de �La Patria Nueva�, no obstante el recelo y hasta cierto punto el justificado pavor con que ven�a observando las crecientes actividades pol�ticas, ideol�gicas y sindicales desplegadas por Mari�tegui y sus adeptos, hubo de aplazar con cautela m�s de uno de los siniestros planes ―tramados por sus obsecuentes autoridades de turno― antes de asestar el demencial golpe represivo del 5 de junio contra Jos� Carlos y el movimiento progresista. De lo enunciado, emerge la siguiente pregunta �cu�l fue el motivo para los reiterados aplazamientos de la acci�n gubernamental contra el persistente n�cleo marxista?. Como ya se ha insinuado antes, la clase dirigente pretend�a conjurar la amenaza �subversiva� sin comprometer el supuesto prestigio del gobierno, en una fase hist�rica en que las relaciones a nivel continental lo exig�a tener inc�lume, para el �xito de las negociaciones que hab�a iniciado con miras a la posible devoluci�n de las provincias irredentas ocupadas por Chile desde la fratricida Guerra del Pac�fico. Como bien se ve el sector olig�rquico, no sin raz�n para ello, tem�a que cualquier medida para desbaratar a la izquierda pod�a generar una reacci�n imprevisible por parte de la intelectualidad hispanoamericana en favor de las acosadas v�ctimas y resultar, totalmente, contraria a la pol�tica internacional que preconizaba. De tal manera que la �nica soluci�n para encarar, por aquel tiempo, el complicado problema sociopol�tico interno en el Per� era aguardando una mejor oportunidad para actuar libre de repercusiones negativas y contraproducentes para los propios intereses de la clase gobernante. Dir�ase que una vez acumuladas toda una serie de �pruebas testimoniales� acerca de la propagaci�n de las ideas socialistas antag�nicas al sistema establecido y, sobre todo, que las circunstancias mundiales se mostraban propicias para la acci�n opresiva en gran escala, reci�n entonces la dicta-dura se decidi� en�rgicamente y sin precedencia en la historia del pa�s a batir al grupo izquierdista encabezado por Mari�tegui. Ahora examinemos en qu� consist�a la denominada documentaci�n extremista reunida por las autoridades y, asimismo, veamos qu� significaba la favorable coyuntura en el plano universal que hizo viable, finalmente, el poder intensificar las medidas de terror, intimidaci�n, persecuciones y extra�amientos contra el centro de direcci�n marxista, el movimiento estudiantil y gremial. Alguien se interrogar�, no sin cierta raz�n: �porqu� ese encamizamiento contra el foco insurgente?. Sabido era que el Poder del Estado manipulado por el legui�smo, con un sentido clasista, estaba dispuesto a frenar el desarrollo de la conciencia de clase de los obreros y a impedir cualquier intento de transformaci�n social Aunque ello exigiera la realidad nacional e internacional como lo sosten�a Jos� Carlos a trav�s de sus art�culos publicados en �Variedades� y �Mundial , respectivamente. Comencemos, en primer t�rmino, con los llamados argumentos �probatorios� aducidos por las autoridades policiales y que se pueden resumir en: correspondencia pol�tica, proposiciones escritas, cartas confidenciales art�culos period�sticos cuyo contenido pon�an en evidencia ―seg�n el criterio de los representantes del aparato represivo― los estrechos contactos pol�ticos e ideol�gicos que un�an a Haya de la Torre con Mari�tegui e igualmente con otros deportados sindicados de realizar actividades antigobiernistas. Tambi�n aquellos sabuesos hab�an detectado la �ntima relaci�n de Jos� Carlos con la clase obrera, los intelectuales y la juventud universitaria. incluso, hac�an recaer sobre �l la responsabilidad de suscitar la agitaci�n social y el establecimiento de una central sindical que abarcar�a todo el pa�s. A todos estos actos, opuestos a la tranquilidad sociopol�tica, se sumaba la abierta y combativa campa�a antiimperialista de la revista �Amauta� en tus dos �ltimas ediciones correspondientes a los meses de abril y mayo de 1927 o sea a escasos d�as de la ama�ada conspiraci�n policial achacada al grupo progresista lime�o. Entre los autores de los trabajos en contra de la penetraci�n del capital monopolista estadounidense en Hispanoam�rica, figuraban: Alfredo Palacios (543), Manuel Ugarte (544), V�ctor Ra�l Haya de le Torre (545), Jorge Basadre (546), Dora Mayer de Zulen (547), M. Castro Morales (548) y Ricardo Mart�nez de la Torre (549). Como puede inferirse, tan radical posici�n adoptada por los colaboradores del indicado �rgano de prensa impuls� a que el Embajador norteamericano en el Per�, Miles Poindexter, pidiera al gobierno de Legu�a el cierre inmediato de �Amauta� y las consiguientes sanciones para los que hab�an osado injuriar a su omnipotente pa�s (550). Dentro de aquella serie de indicios repentinos, reunidos por el sector oficial, es necesario referirse a la abominable infidencia perpetrada por el Ing� Alfonso Torres Balc�rcel (551), amigo de V�ctor Ra�l, quien recibiera en Londres ―en v�speras de abandonar esa ciudad para viajar con rumbo al Per�― un comprometedor encargo para ser puesto en forma reservada a disposici�n de Jos� Carlos. Pero el documento en menci�n, debido a las conveniencias personales de su portador, fue a parar a las manos del Ministro de Gobierno, Dr. Celestino Manchego Mu�oz ―casi a fines del mes de marzo de 1927 (552). La citada comunicaci�n suscrita por Haya de la Torre, en su calidad de Jefe Educativo Interino del APRA, conten�a instrucciones destinadas a sus correligionarios en Lima para que procedieran a constituir una c�lula semejante a la de Par�s (553). Lamentablemente, pocos d�as m�s adelante, otra carta pero esta vez remitida por Manuel Seoane, responsable del APRA en Buenos Aires (con fecha 1 de mayo de 1927), Mari�tegui correr�a igual suerte al ser interceptada por los confidentes especiales de la dictadura. En la misiva en cuesti�n, Seoane le participaba a Jos� Carlos que estaba enterado de la fundaci�n del APRA en Lima y, al mismo tiempo, le aconsejaba la manera de atraerse al �Frente Unico de trabajadores manuales e intelectuales latinoamericanos� (APRA). a los j�venes valores de la �poca: Jorge Basadre (Juan) Merino Vigil, Eloy Espinoza Salda�a, Jorge Escobar y Lucas Oyague. Igualmente, en forma por lo dem�s veloz, anunciaba que, por ese mismo correo, les hab�a escrito a cada uno de ellos insinu�ndoles la conveniencia de que visitaran a Mari�tegui con mayor asiduidad. Dicho en diferentes t�rminos el ex-Presidente de la Federaci�n de Estudiantes del Per�, a la saz�n extra�ado en la capital Argentina, pretend�a de modo diligente y comedido facilitar la tarea proselitista del Director de la revista "Amauta" (554). En segundo t�rmino, por causas fortuitas e imponderables, lleg� para el Estado policial de Legu�a, precisamente, el ansiado y consabido momento oportuno para de una vez, por todas, lanzar hasta las �ltimas consecuencias la ofensiva asignada a terminar con la citada fuerza de izquierda perturbadora del orden tradicional. Y bien �en qu� consist�a el llamado momento oportuno?. Acababa, pues, de producirse en la city londinense, con el natural estupor de la opini�n p�blica internacional, el sonado problema de Arco's House (555). Vale decir, la espectacular ocupaci�n por parte de los encargados de seguridad del Estado Brit�nico de las oficinas donde funcionaba la Misi�n Comercial sovi�tica y, por tanto, el �encuentro de listas secretas incluyendo los nombres de los agentes bolcheviques� distribuidos por todo el orbe y, muy particularmente, por algunos pa�ses americanos (556). A ra�z de �tan socorrido y fant�stico acontecimiento� para el sistema capitalista dominante, se emprendi� una desenfrenada represi�n anticomunista de grandes proporciones y casi en escala mundial. Fue as� que el Per�, frente a aquel mento oportuno, no result� ajeno en la aplicaci�n de id�nticos m�todos policiales. En efecto el 5 de junio , despu�s de haber acopiado la documentaci�n antes descrita y tras el tan voceado incidente de Londres, se inici� una rigurosa y biolenta batida contra el n�cleo revolucionario lime�o y el sector gremial, directamente, dirigida por las principales y m�s encumbradas autoridades del gobierno, entre ellas el Prefecto de Lima, Sr. Jos� Francisco Mari�tegui (nada menos que t�o de Jos� Carlos). Cosa curiosa y, despu�s de todo, dif�cil de sortear como representante del r�gimen, pues, sobre su familiar, en ese instante adverso y dram�tico, reca�a el grave cargo de ser la cabeza del �movimiento subversivo� y hacia quien converg�a la m�s descomunal movilizaci�n policial habida por aquellos tiempos. Finalmente, como era de preverse, el Prefecto no tuvo en consideraci�n los lazos de parentesco sino el peligro que entra�aba para el sistema vigente la comprometedora actividad marxista de su sobrino. As� el d�a se�alado para poner fin a las diligencias antiimperialistas y antiolig�rquicas, las fuerzas represivas, convenientemente adiestradas para desbaratar todo vestigio izquierdista y sindical, irrumpieron en los lugares ―elegidos de antemano― donde sol�an reunirse, pac�ficamente, los militantes o afiliados a estos movimientos, para proceder a su detenci�n e incautarse do los archivos que pose�an. De igual manera, se allan� los domicilios particulares de algunos intelectuales ―vinculados a la revista �Amauta�―, de los dirigentes universitarios y obreros que no hab�an sido habidos en las incursiones policiales a los locales de sus respectivas agrupaciones. Y acto seguido se clausur�, en forma inmediata y sorpresivamente, todas las instituciones gremiales, de extensi�n universitaria, de representaci�n estudiantil, los peri�dicos sindicales, la revista �Amauta�, la Editorial �Minerva� y la Editorial Obrera �Claridad�. Durante esta siniestra maniobra restrictiva de las libertades democr�ticas burguesas, cayeron v�ctimas de la en�rgica persecuci�n de la dictadura legui�sta, casi cincuenta trabajadores, intelectuales y j�venes universitarios que fueron a parar a las c�rceles de Lima y a la prisi�n de la isla San Lorenzo. Entre los numerosos arrestados, figuraban: Jos� Carlos Mari�tegui, Jorge Basadre, Seraf�n Delmar, Magda Portal, Armando Baz�n. C�sar Mir�, Carlos Manuel Cox, Manuel V�zquez D�az, Octavio Herrera, Avelino Nava- rro, Julio Portocarrero, Manuel Zerpa, Fernando Borjas, Nemesio Marchand, Octavio Carbajo, Manuel H. Pedraza, Arturo Sabroso, Luis Felipe Barrientos, C�sar Hinojosa, David Santa Gadea, H�ctor Bravo, Jos� Nu�ez, Alejandro Bravo de Rueda, Julio E. Guzm�n Medina, Teodoro S�nchez, Wenceslao Minaya, Fernando Garc�a, Abel L�pez, Joaqu�n Guzm�n, Francisco S�nchez R�os, Jacinto Sandoval, F�lix Reyes, Toribio Sierra, Samuel R�os, Humberto Matis (chileno), Pedro L�vano, Ruperto Vallejos, Eleodoro Rodr�guez, Samuel V�squez, etc. Tres d�as m�s tarde (el 8 de junio), despu�s de haber cumplido estrictamente el gobierno con su bien meditado plan represivo, informaba a los diarios locales de la abortada �conspiraci�n comunista� que no hab�a prosperado debido a la eficiente organizaci�n policial del Estado. El propio Ministro de Gobierno Dr. Celestino Manchego Mu�oz ―acompa�ado del Prefecto del Departamento de Lima, Sr. Jos� Francisco Mari�tegui, del Director de Gobierno Dr. Ra�l Rey y Lama, del Jefe del Cuerpo de Seguridad coronel Rufino Mart�nez y del Inspector General de Investigaciones Dr. Bernardo Fern�ndez Oliva (557)― en conferencia de prensa, dio a conocer en sus menores detalles la acci�n que se propon�an hacer los comunistas en nuestro medio y de acuerdo con las directivas emanadas de la III Internacional. Es del caso, por otra parte, subrayar que con la decidida intervenci�n del Ministro de Gobierno, de tan altos funcionarios y Jefes de Seguridad del Estado, se trataba de demostrar a la opini�n p�blica y a los enemigos del poder pol�tico detentado por Legu�a la seria situaci�n que se hab�a superado y, sobre todo, la vigorosa fuerza de que dispon�a el r�gimen para combatir cualquier insurgencia o golpe de Estado. En el curso de la citada conferencia de prensa �el se�or Ministro inform� que las actividades policiales hab�an continuado en el sentido de llegar a todos los puntos donde se hac�a propaganda comunista. Ha sido necesario, nos dijo, detener al se�or Jos� Carlos Mari�tegui, director de la revista �Amauta� y quien tiene a su cargo la empresa editora �Minerva�. El se�or Mari�tegui ha sido remitido en calidad de detenido al hospital militar de San Bartolom�, en atenci�n a que su salud no se hallaba del todo bien. Se nos manifest�. tambi�n que por los documentos que obran en poder de las autoridades. se sabe que el se�or Mari�tegui era el principal gestor de todo el movimiento comunista en el Per� y que se hallaba en contacto continuo con los Soviets de Rusia de donde recib�a instrucciones precisas acerca de la forma como deb�a actuarse en el pa�s�. (558). Concluida la nefasta acci�n de la tiran�a legui�sta mediante la cual descabez� el frente de izquierda, el pujante sector universitario y el combativo movimiento obrero, todo qued� sumido en la m�s completa pasividad y mudez por la ola de secuestros, vej�menes, prisiones y ostracismos. La clase privilegiada victoriosa por su cruel operaci�n subyugante, se hac�a elogiar en sus medidas por la prensa regimentaba, por sus a�licos y por las d�ciles autoridades provinciales. En verdad la oligarqu�a que hab�a dejado de lado temporalmente, sus conflictos internos no pod�a ocultar su enorme regocijo por su triunfo contra el pueblo y, lo que es m�s, por haber �borrado� del campo sociopol�tico toda oposici�n organizada. Y, precisamente, cuando la reacci�n se ense�oreaba de su poder�o y de que nadie osar�a desafiarla en esa hora de terror, sin exponerse a las m�s refinadas represalias, se alz� la voz solitaria, resonante y admonitiva de Mari�tegui, desde el lugar de su reclusi�n para desmentir al gobierno y esclarecer los hechos acerca de la pregonada �conspiraci�n comunista�. Entonces, merced a lo expuesto por el nada menos �jefe de la conjuraci�n disociadora�, el r�gimen dictatorial se vio obligado a amenguar sus actos atentatorios contra los m�s elementales derechos humanos y la guerra sin cuartel contra las fuerzas de vanguardia hacinadas en las c�rceles y templadas con la esperanza puesta en el destino revolucionario de la Patria. En este sentido nada m�s a prop�sito, en relaci�n con lo escrito l�neas arriba, que citar un fragmento del texto de la comunicaci�n remitida por V�ctor Ra�l Haya de la Torre al Director de la revista � Repertorio Americano�, que dice as�: �.... Jos� Carlos Mari�tegui, uno de los grandes soldados de la APRA, victima sometida a suplicio lento por la tiran�a desde hace cuatro a�os, ha sido de nuevo arrestado y maltratado. Este crimen inaudito al que no escapan dos mujeres admirables, las poetisas Magda Portal, peruana, y Blanca Parra del Riego, uruguaya, ha sido aplaudido sin reservas por �El Comercio�, hoja vendida al yanqui y por ende al tirano....� (559). Veamos ahora �cu�l fue el contenido esencial de la altiva respuesta de Mari�tegui al r�gimen de prepotencia instaurado en el pa�s?. En la carta, lechada en el Hospital de San Bartolom� el 10 de junio de 1927 y dirigida a los Directores de los diarios �El Comercio� (edici�n vespertina), �La Prensa� y �La Cr�nica�, rectifica una a una las afirmaciones antojadizas de la versi�n policial, anunciando que �en respuesta a los cargos que imprecisamente se le hacen, se limitar� a las siguientes, concretas y precisas declaraciones: 1). Acepto, �ntegramente, la responsabilidad de m�s ideas, expresadas claramente en mis art�culos de las revistas nacionales o extranjeras en que colaboro o de la revista �Amauta�, fundada por m� en setiembre �ltimo, con fines categ�ricamente declarados en su presentaci�n; pero rechazo, en modo absoluto, las acusaciones que me atribuyen participaci�n en un plan o complot folletinesco de subversi�n. 2) Remito a mis acusadores a mis propios escritos, p�blicos o privados, de ninguno de los cuales que yo, marxista convicto y confeso ―y como tal lejano de utopismos en la teor�a y en la pr�ctica―, me entretenga en confabulaciones absurdas, como aquella que la polic�a pretende haber sorprendido y que tampoco aparece probada por ninguno de los documentos publicados. 3) Desmiento, terminantemente, mi supuesta conexi�n con la central comunista de Rusia (o cualquiera otra de Europa o Am�rica), y afirmo que no existe documento aut�ntico alguno que pruebe esa conexi�n (Recordar� a prop�sito que cuando se dio cuenta de los resultados del registro de la oficina rusa de Londres. se anunci� que no se hab�a encontrado entre las direcciones o datos de corresponsales de Am�rica. ninguno relativo al Per�). 4) La Revista �Amauta� ―revista de definici�n ideol�gica de la nueva generaci�n―, ha recibido mensajes de solidaridad y aplauso de intelectuales como Gabriela Mistral, Alfredo Palacios, Eduardo Dieste, Jos� Vasconcelos, Manuel Ugarte, Emilio Frugoni, Herwardth Wuldon, F.T. Marinetti, Joaqu�n Garc�a Monge, Waldo Frank, Emilio Molina, Miguel de Unamuno y otros de nombre mundial o hisp�nico que no militan en el comunismo. 5) Tengo segura noticia de que la reuni�n sorprendida por la polic�a en el local de la Federaci�n Gr�fica ha sido una reuni�n de la Sociedad Editorial Obrera �Claridad� que nada ten�a de il�cita ni clandestina. Las citaciones respectivas se publicaban en los diarios. No rehus� ni aten�o mi responsabilidad. La de mis opiniones la acepto con orgullo. Pero creo que las opiniones no est�n conforme a la ley, sujetas a contralor y menos ala sanci�n de la polic�a ni de los tribunales. Dos m�ritos me han sido siempre, generalmente reconocidos: un poco de inteligencia y sinceridad en mis convicciones. �La Prensa� comentado mi libro �La escena contempor�nea�, reconoci� generosamente en este libro, que se�ala mi posici�n ideol�gica, una y otra cosa. Tengo, pues, alg�n derecho a que se me escuche y crea una afirmaci�n que est� en rigurosa coherencia con mi actitud y mi doctrina: la de que soy extra�o a todo g�nero de complots criollos, de los que aqu� pueda producir todav�a la vieja tradici�n de las �conspiraciones�. La palabra revoluci�n tiene otra acepci�n y otro sentido. Espero de su lealtad period�stica la publicaci�n de esta carta, y me suscribo de usted, muy atento y S.S. Jos� Carlos Mari�tegui� (560). Durante el lapso que Jos� Carlos permaneci� encarcelado en el hospital militar de San Bartolom�, en calidad de preso pol�tico, hubo de experimentar ciertos sucesos que, m�s tarde, recordar�a jocosamente. Apenas Mari�tegui ingres� al citado nosocomio que le servir�a de prisi�n, cuando repentinamente, se encontr� con un pertinaz bohemio y periodista ―amigo suyo― de la �poca de �La Prensa�, don Julio C. Luna, quien purgaba ah� sus culpas de inveterado conspirador. Entonces, en tal circunstancia que no ser�a para menos, Jos� Carlos celebr� no estar solo y, es m�s, saber que tendr�a alguien conocido cerca y con quien poder departir. Por aquellos d�as, inacabables y tediosos de severa incomunicaci�n exterior, sol�a frecuentar a Mari�tegui, pero con firmes intenciones catequistas el Reverendo Padre Francisco Mar�a Aramburu, ferviente admirador de Legu�a y de su gobierno. Las visitas del religioso, con sus letan�as y reiterativos consejos, indudablemente, aumentaba en Jos� Carlos la desaz�n de verse recluido. No pudiendo soportar, los obstinados intentos del impertinente personaje, Mari�tegui le coment� a Luna los inoportunos sermones y rezos que, como pan matutino de cada d�a, recib�a estoicamente de los labios del sacerdote. De inmediato su compa�ero de carceler�a e infortunio, descre�do como era y sin que mediara ning�n pedido de parte ni la m�s m�nima sugesti�n de su sufriente interlocutor, se ofreci� de mil amores a liberarlo de la engorrosa pr�dica y, por consiguiente, del inh�bil predicador. Claro est� que Jos� Carlos no dio importancia a la seriedad del compromiso adquirido por su amigo, ni tampoco le cupo intervenci�n alguna en el plan para ahuyentar al osado franciscano, porque de haber sospechado lo desagradable que resultar�a para el salvador de su alma ―estamos seguros en descargo del modo de ser de nuestro biografiado― lo hubiera impedido con toda su fuerza persuasiva. As�, pues, en cuanto supo Luna de la aparici�n del santo var�n en el cuarto de Mari�tegui �se present� llevando un rosario y un paquetito de la adorable �blanquesina�. �No bien salud� ―expresa Luna― a Aramburu y sacando de mis bolsillos los dos artefactos (rosario y �pichicata� (+) le dije a boca de jarro �cu�l prefiere? sin esperar la respuesta del estupefacto religioso saqu� la plumita y le endilgu� por las narices un sorbo de coca�na que ahora desear�a para m�. �El hecho fue que no volvimos a saber del cargante fraile� (561), concluye diciendo el compa�ero de prisi�n de Jos� Carlos. Enseguida del episodio descrito sobrevino otro, no menos tenso pero reconfortante para Mari�tegui. Una tarde en que no se sabe a ciencia cierta si dormitaba o estaba entregado a profundas reflexiones, en su silente habitaci�n del vetusto hospital, fue despertado por la ruidosa presencia de una mujer lavadora de ropa al parecer entrada en a�os que ven�a acompa�ada de dos estudiantes de medicina que hac�an sus pr�cticas en esa casa de salud y que eran de tendencia marcadamente izquierdista. Antes que Jos� Carlos pudiera inquirir por la causa de la s�bita visita no pudo reprimir su asombro y regocijo al reconocer que la obrera no era otra que la poetisa Blanca Luz Brum de Parra del Riego disfrazada de tal. Desaparecida la natural reacci�n que le causara a Mari�tegui el reencuentro con Blanca Luz, manifest� el temor de que pudieran descubrirla ah� y, en cuyo caso, este hecho agravar�a la situaci�n personal de ella. Toda vez que, como sabemos, aparte de ser colaboradora de �Amauta�, hab�a estado implicada en la reciente �conspiraci�n comunista� y, por este motivo, hubo de recibir una seria reprimenda de las autoridades. Pr�cticamente, a la saz�n se hallaba residiendo en el Per� bajo palabra de honor de no inmiscuirse en asuntos pol�ticos y de que, en breve plazo, abandonar�a el pa�s. Blanca Luz, al observar cu�n confundidos se hallaban los aspirantes a m�dicos por la riesgosa aventura de haberla llevado, a como fuera, hasta el lugar donde estaba recluido el maestro, sin haber sopesado las consecuencias que se pod�an derivar de la haza�a, asumi� la defensa de los universitarios expresando que la �nica responsable de lo acontecido era ella y de que cualquier pena que sobreviniera, por ese tremendo dislate, la pagar�a con gusto. Luego la poetisa, sin ocultar su espont�nea coqueter�a, a�adi� que tres deseos la hab�an impulsado a consumar el prop�sito de ver a Mari�tegui: en primer lugar, saludarlo personalmente; en segundo lugar, anunciarle su pr�ximo matrimonio con C�sar Mir� ―uno de los j�venes disc�pulos de Jos� Carlos― que se hallaba en esos momentos en la carceleta de la isla de San Lorenzo; y en tercer lugar, despedirme pues partir� de inmediato con rumbo a Chile, Argentina y Uruguay acompa�ada de mi futuro esposo (562). Evidentemente, poco despu�s de la entrevista con Mari�tegui; se casaba la viuda del poeta Juan Parra del Riego con Mir� que se encontraba detenido y, por esa coyuntura, tuvo que hacerlo mediante poder ante la Municipalidad del Callao, donde don Carlos Roe ―viejo amigo de Jos� Carlos― desempe�aba la alcald�a de aquel puerto vecino a la isla de San Lorenzo. Una vez levantada la incomunicaci�n que pesaba sobre Mari�tegui, llegaron los familiares con noticias frescas e inquietantes, libros y apetecibles viandas preparadas por Anna. Y sobre todo, sus tiernos y bulliciosos hijos. Cierto d�a se asom� por el sitio de reclusi�n de Jos� Carlos el pintor Jos� Sabogal, Director Art�stico de �Amauta�. Mari�tegui al verlo le previno que no volviera hacerle otra visita: -�Si es verdad ―insisti� el maestro― que me causa honda satisfacci�n estrechar su mano y dialogar con Ud., sin embargo no deseo que sea molestado por los agentes policiales. Sabogal, con gran aplomo y entereza, le replic�: �Le agradezco su preocupaci�n, pero seguir� vini�ndolo a ver. La verdad 'a la milanesa' ―dijo reafirmando su voluntad― es que no me cotizan como comunista y por ello estoy fuera de peligro� (563). La aguda respuesta del visitante, en que no s�lo puso de manifiesto su di�fana sencillez sino tambi�n la profunda calidad humana que pose�a, impresion� hondamente a Mari�tegui. Despu�s de todo, las duras condiciones pol�ticas impuestas al pa�s no eran de las m�s recomendables para caer por el sitio donde Jos� Carlos expiaba injusta prisi�n. En pocas palabras se tem�a, con sobrada raz�n para ello, ser marcado como enemigo del r�gimen o, en su defecto, pasar como sospechoso de realizar o encubrir actividades de tipo extremista. No bien transcurrieron seis d�as de inflexible enclaustramiento en el hospital militar, cuando el gobierno dispuso el retorno de Jos� Carlos a su casa pero bajo vigilancia policial (564). Estaba a las claras que el todopoderoso r�gimen de �La Patria Nueva� empezaba a relajarse y a ceder posiciones debido, no cabe duda, a la firme e iluminada carta de Mari�tegui ―cuyo texto se ha revelado en l�neas anteriores― mediante la cual desbaratara la burda farsa montada por los aviesos voceros de la tiran�a. Al sentirse Jos� Carlos un tanto agobiado y, al propio tiempo, con justificado recelo de que su permanencia en el hogar pudiera convertirse en una disimulada trampa para sus amigos y simpatizantes, en el supuesto caso que �stos desearan verlo, gestion� enseguida autorizaci�n para trasladarse a Chosica en busca de mejor clima. El gobierno, que no deseaba mayores complicaciones y sin sospechar las ocultas intenciones del peticionario, accedi�. Fue as� que Mari�tegui, por segunda vez, fij� como campo de operaciones, si se quiere clandestinas, a la Villa del Sol (565). Ah� tuvo facilidades para burlar la barrera policial. Desde entonces, desenvolvi�ndose con cautela y destreza logr� comunicarse con sus adeptos, intercambiar correspondencia con el exterior y, asimismo recibir toda clase de publicaciones. Estando, pues, Jos� Carlos dedicado a recuperar su debilitada salud y consagrado a la tit�nica tarea de reagrupar a los activistas dispersos y algo desalentados se enter� de la en�rgica campa�a, iniciada por los c�rculos intelectuales y obreros de Hispanoam�rica, solicitando su libertad y expresando su protesta por los vej�menes inferidos a su persona, al n�cleo revolucionario de Lima y a los dirigentes gremiales. Frente a esta gallarda actitud, surge la pregunta. �qu� prop�sitos abrigaban los demandantes y qui�nes eran los que alentaban la empresa destinada a liberar a Mari�tegui desde el extranjero?. Los documentos aportados por las principales revistas de la �poca prueban la profunda solidaridad humana, intelectual y, tambi�n clasista que supo despertar la figura cautiva del amauta peruano. Entre los intelectuales que encabezaron aquella enf�tica y trascendental cruzada en pro de la libertad de Jos� Carlos y contra la reprobable disposici�n de clausura de la revista �Amauta� proveniente de la dictadura de Legu�a, figuran los nombres de: Enrique Jos� Varona, Emilio Roig, Alejo Carpentier, Jos� Z. Tallet, Rub�n Mart�nez Villena, Jos� Antonio Fern�ndez Castro, Enrique Serpa, Mart�n Casanova, Juan Marinello, Sarah Pascual (566), Horacio Quiroga, Leopoldo Lugones, Roberto J. Payr�, Enrique Espinoza, Alberto Gerchunoff (567), Carlos S�nchez Viamonte (568), Carmen Lyra (569), Joaqu�n Garc�a Monge (570), Magda Portal (571), V�ctor Ra�l Haya de la Torre (572), etc. Ante el clamor suscitado por la suerte que corr�a Mari�tegui, de parte de los mencionados personajes, Legu�a neg� de plano que aqu�l hubiera estado detenido. Al contrario, se sinti� extra�ado por la noticia propalada y as� lo hizo saber en el texto de los cablegramas despachados por intermedio de su secretario, Dr. Luis Ernesto Denegri, a los reclamantes (573). Insistimos, de todas maneras, que tal procedimiento asumido por el Presidente de Rep�blica del Per� se deb�a, �nica y exclusivamente, a que no deseaba desacreditarse ni ensombrecer su r�gimen frente a la opini�n Hispanoamericana. Requer�a, opuestamente a todo ello, su apoyo moral o cuando menos su neutralidad para solucionar el problema de Tacna y Arica con el vecino pa�s del sur. Pero las gestiones emprendidas por la inteligencia americana, dentro de esa coyuntura especial, surtieron sus efectos a corto plazo. Prontamente se abrieron las c�rceles y comenzaron a salir los presos. Aunque continuaron algunas restricciones con respecto a las libertades individuales y, a ello a�adi�se, la situaci�n que los obreros no pudieran regresar a seguir laborando en sus antiguos centros de trabajo pues el gobierno no lo permiti� en aras de la denominada tranquilidad sociopol�tica que directamente favorec�a el sistema de explotaci�n y enriquecimiento de los capitalistas nacionales y extranjeros. Como bien se puede observar ante el descaro con que el r�gimen respondi�: aqu� no pasa nada, Jos� Carlos sinti�se comprometido a enviar una nota, al Director de la revista �Repertorio Americano� explicando realmente los hechos para la ilustraci�n de la conciencia progresista Hispanoamericana e impl�citamente aclarar, de una vez por todas, la desfachatez do la dictadura que pretend�a ocultar las punibles medidas dictadas y que motivaran la resuelta intervenci�n de los intelectuales del Continente en contra del citado agravio. Luego de historiar en carta abierta la prefabricada y absurda �conspiraci�n comunista�, urdida por los sayones de Legu�a, Mari�tegui pasa a puntualizar los asuntos m�s resaltantes de la misma. Leamos, al pie, la segunda parte de la exposici�n redactada por Jos� Carlos que contiene gran fuerza expresiva y luminosidad sobre el problema materia del presente enfoque: �El balance de la represi�n es el siguiente -declara Mari�tegui-: inclusi�n en la isla de San Lorenzo de cuarenta ciudadanos, entre escritores, estudiantes y obreros; clausura de la revista �Amauta�, �rgano de los intelectuales y artistas de vanguardia; deportaci�n de los poetas Magda Portal y Seraf�n Delmar a La Habana; acusaciones y vej�menes a la poetisa uruguaya Blanca Luz Brum, viuda del gran poeta Juan Parra del Riego; cierre por una semana de los talleres y oficinas de la Editorial �Minerva�; prisi�n en el Hospital Militar donde permanec� seis d�as, al cabo de los cuales se me devolvi� a mi domicilio con la notificaci�n de que quedaba bajo la vigilancia de la polic�a; etc., etc.�. �El pretexto del �complot comunista� no obstante la un�nime aceptaci�n que ha merecido de la prensa lime�a, incondicionalmente a �rdenes del ministerio de gobierno― a la mayor parte del p�blico le parece aqu� grotesco. La batida policial ha estado exclusivamente dirigida contra la campa�a antiimperialista, contra la organizaci�n obrera, contra el movimiento del APRA y contra la revista �Amauta�, cada d�a m�s propagada en el Per�. Se denuncia al APRA como una organizaci�n comunista, aunque se sabe bien que es una organizaci�n antiimperialista latinoamericana cuyo programa se condensa en estos tres puntos: contra el imperialismo yanqui, por la unidad pol�tica de Am�rica Latina, para la realizaci�n de la justicia social� (574). A esta comunicaci�n se sumar� otra, con un mes de intervalo dirigida por Jos� Carlos al Director de �Repertorio Americano� agradeciendo la campa�a de ese �rgano de prensa en favor de los perseguidos por la tiran�a l�gui�sta y, tambi�n, se refer�a a las repercusiones que ese acto hab�a generado en Am�rica. Igualmente pon�a al descubierto, con admirable arrojo, la ingerencia del capital monopolista norteamericano y de las fuerzas reaccionarias internas, en su obsesionante af�n de oponerse ―a como fuere― al ascenso revolucionario de Hispanoam�rica. No estar�amos fuera del lugar si advertimos que en la mencionada versi�n reveladora, que estamos comentando, se agrega cierta presi�n de su redactor contra el gobierno al declarar que si no se levanta la providencia que impide la circulaci�n de �Amauta� saldr�a del Per� para establecer la Revista en Buenos Aires o Montevideo�. Dada la importancia y proyecci�n de la indicada misiva y, adem�s porque en cierta forma, completa la anterior, consideramos pertinente insertar seguidamente los par�grafos principales para ofrecer una visi�n m�s exacta del contraataque de Mari�tegui encaminado hacia los sectores opresivos de aquel per�odo de la historia peruana. �La persecuci�n de la vanguardia en el Per� ―subraya Jos� Carlos― no es un acto de mera trascendencia local como pueden pensar, por negligencia o por comodidad, algunos intelectuales que gozan, por ahora, de otro clima hist�rico. EL Gobierno peruano sabe muy bien que no se puede atribuir seriamente a esta vanguardia un complot para derrocarlo. Por consiguiente, no cabe duda de que procede solicitado por las instancias norteamericanas para que se sofoque toda propaganda antiimperialista. La divisa del imperialismo es la que nos ha se�alado m�s viva e inmediatamente a la represi�n. No se nos reprime porque reclamamos tales o cuales libertades sino porque reivindicamos a nombre de la nueva conciencia hispanoamericana, la autonom�a econ�mica y espiritual del Per� cada vez m�s amenazada e insidiada por el imperialismo yanqui�. �La coincidencia de la represi�n en el Per� con an�logas persecuciones en Cuba y en Bolivia est� denunciando claramente el verdadero origen de esta ofensiva reaccionaria que disfraza sus objetivos con la grotesca farsa de los �complots comunistas�. No puede obedecer a un simple azar el hecho de que en los tres pa�ses m�s enfeudados al capitalismo norteamericano, ―despu�s de la Am�rica Central―, se movilicen a un tiempo, y casi a una voz, polic�as y gendarmes, para apresar a los escritores, estudiantes y obreros de vanguardia que m�s se han sindicado por su protesta antiimperialista". �Los �ltimos n�meros de �Amauta� no prescind�an menos que los primeros de los temas y hechos cuyo comentario independiente se estima aqu� por parte de la polic�a como actividad subversiva y punible. Pero conten�an en cambio diversos art�culos antiimperialistas. Fueron estas las publicaciones que provocaron, seguramente, la clausura de la �revista�. �La protesta de 'Repertorio Americano', lo mismo que la de los intelectuales argentinos y uruguayos y la de '1927' y el 'Grupo minorista' de Cuba, revela por fortuna que una gran parte de la intelectualidad de nuestra Am�rica se mantiene alerta contra el imperialismo y sus aliados. A todos los Intelectuales que me han hecho llegar generosas palabras de solidaridad, quiero decir, por intermedio de 'Repertorio Americano' mi reconocimiento y el de mis compa�eros de 'Amauta'�. �Fortalecido por esa honrosa solidaridad, reinvindicar� mi derecho a continuar publicando 'Amauta'; y, si a pesar del clamor de los mejores esp�ritus de Hispanoam�rica, no se me escuchara, saldr� del Per�, para establecer la revista en Buenos Aires o Montevideo� (575). Incluso, meses m�s tarde todav�a los intelectuales uruguayos ―seg�n la informaci�n period�stica de la revista 'La Pluma'― aguardaban la esperanza de que Jos� Carlos pudiera trasladarse a Montevideo y editar ah� 'Amauta' (576) libre de la incertidumbre del cierre y la persecuci�n a sus redactores. A continuaci�n de los acontecimientos descritos hubo que deplorar dos m�s. Pero, en cierta forma, bastante significativos en sus finalidades y que, a las claras, reflejaban la acci�n coincidente y tesonera del imperialismo y de la oligarqu�a peruana, respectivamente, para acosar a cualquiera que resultara sospechoso de realizar actividades izquierdistas. Nos referimos, en primer lugar, al caso particular del Dr. Luis E. Valc�rcel, catedr�tico de la Universidad Nacional San Antonio de Abad, figura representativa del indigenismo cusque�o, distribuidor de la revista �Amauta� en la Ciudad Imperial e �ntimo colaborador de la obra peruanista de Mari�tegui, quien fuera otra de las v�ctimas propicias para la persecuci�n legui�sta. Estamos informados que Valc�rcel haciendo uso de sus vacaciones, viaj� a Arequipa a principios del a�o 1927 para dictar una conferencia sobre su especialidad y, por ende exenta de todo contenido extremista, sin embargo se le atribuy� una tendencia opuesta a la integridad del pa�s. Fue acusado de haber preconizado en dicha disertaci�n ideas separatistas y antiperuanas con respecto a los departamentos del sur. De inmediato el gobierno de la dictadura, caracterizado por ser enemigo de cualquier manifestaci�n contraria al orden tradicional, dispuso la detenci�n y el envi� de Valc�rcel a la isla de San Lorenzo. Ah�, en ese sitio inh�spito, permaneci� treinta d�as encarcelado (577). Eso s�, desde el primer momento, se supo que el autor de la imputaci�n contra Valc�rcel fue el tristemente c�lebre poeta Chocano. Ahora bien, s�lo pudo alcanzar su libertad finalmente, cuando el secretario del Presidente de la Rep�blica ley� el texto de la cuestionada conferencia de Valc�rcel y entonces estableci�, a simple vista, la falsedad del engendro chocanesco (578). En segundo lugar, el otro acontecimiento siguiendo la secuencia enunciada, tuvo por escenario a los Estados Unidos de Norteam�rica (23. VIII.1927). Ah�, como recordaremos, se produjo la inicua ejecuci�n de los obreros italo-norteamericanos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti que conmovi� al mundo entero. Ambos m�rtires, tras siete a�os de un sonado proceso judicial ama�ado, fueron considerados culpables de un triple homicidio. A la postre result� tan injusta la sentencia que, despu�s de medio siglo, el Gobernador del Estado de Massachussets ―punto geogr�fico donde fuera ejecutada la pena capital― hubo de reconocer que el juicio de Sacco y Vanzetti �no fue justo por producirse en un ambiente de prejuicios contra los extranjeros y hostilidad hac�a las ideas pol�ticas no ortodoxas� (579). En realidad la eliminaci�n de Sacco y Vanzetti, en el fondo, se debi� a sus convicciones de izquierda, a su participaci�n activa en las huelgas y en las manifestaciones antimonopolistas (580). Ahora inquirir� el lector: �cu�l es la relaci�n l�gica entre ese repudiable hecho hist�rico social y lo acontecido en el Per�?. Simplemente s�lo se pretende probar que los m�todos de violencia aplicados en el poderoso imperio del norte, en cierta forma, guardaban similitud con los que observaba Legu�a en su gobierno de terror. De modo que, en resumidas cuentas, se puede establecer el cord�n umbilical de aquella opulenta metr�poli y nuestro dependiente pa�s, para combatir todo fermento izquierdista aunque para ello -uno y otro Estado pol�tico- tuviera que inventar cualquier pretexto o enredo a fin de justificar su odioso sistema represivo. Entre tanto, a comienzos de ese mismo mes de agosto marcado por el atentado contra las vidas de Sacco y Vanzetti, part�a de Londres hacia los Estados Unidos de Norteam�rica V�ctor Ra�l, respondiendo as� a la invitaci�n cursada por algunas sociedades, escuelas de verano y clubs, para sustentar un ciclo de conferencias de contenido antiimperialista (581). Es significativo advertir que, por esos d�as, en el fuero interno de Haya de la Torre se iba extremando con cierta celeridad la tendencia anticomunista y, adem�s, se notaba como secuela de esta actitud su total identificaci�n con el Kuo Ming Tang que, por otra parte ―conforme se ha rese�ado anteriormente―, hab�a devenido en resuelto protector de los intereses de la burgues�a reaccionaria china. Empero, es evidente ―como ha quedado demostrado a trav�s de la documentaci�n transcripta antes― que V�ctor Ra�l hubo de adoptar en determinadas circunstancias la posici�n de clase del proletariado. Pero debemos comprender, en rigor, que no asimil� suficientemente la filosof�a marxista. Y mucho menos, el proceso que lleva a la adhesi�n consciente a la revoluci�n socialista y a la aceptaci�n del marxismo leninista. Es preciso se�alar aqu� que el APRA fue el fruto de un grupo de impacientes estudiantes, pero extra�os a las reivindicaciones fundamentales de la clase obrera y a su destino hist�rico. Aqu�llos, procedentes de las capas medias del pa�s, no se presentaban como luchadores ―de igual a igual― ante la masa trabajadora sino m�s bien como �maestros� y �gu�as�. Haya de la Torre, por tales causas, no pudo superar sus prejuicios, sus fantas�as de inveterado caudillo, sus debilidades y errores propios de su extracci�n social peque�a burguesa. La clara trayectoria neo marxista que asume V�ctor Ra�l, al retornar a Am�rica, proven�a del impacto que le motivara: los debates y los acuerdos del Congreso de Bruselas (1927) y, muy particularmente, �al proponerse ―en el seno de dicha reuni�n internacional― que el APRA fuera incluida bajo el comando de la liga Antiimperialista Mundial, Haya de la Torre se opone por ser esta organizaci�n ―seg�n �l― completamente controlada por la III Internacional, no por inter�s para la lucha antiimperialista sino para el servicio del comunismo� (582). Al no admitir el citado Congreso de Bruselas al APRA como la �nica organizaci�n de esa �ndole en Hispanoam�rica y, por consiguiente, al no darle tampoco la oportunidad de figurar a los j�venes lideres de ese movimiento, Haya de la Torre rechaz� la unidad mundial antiimperialista y, por similares razones, rehus� secundar a tal organismo internacional en su lucha contra el capital monopolista y por la liberaci�n de los pueblos coloniales y dependientes. De aqu� se desprende que para justificar V�ctor Ra�l su temeraria reacci�n, por aquel entonces recurri� ―con redoblado vigor― al lema de que la realidad latinoamericana no era igual a la realidad europea. Vale decir, en resumida cuenta, que terciaba por una nueva teor�a antiimperialista con la cual pretend�a �completar�, �enriquecer� su neo marxismo, e indoamericanizarlo y, simult�neamente, reducir la acci�n nacionalista del APRA a un plano m�s localista como veremos de inmediato. Es ciertamente un aspecto curioso en Haya de la Torre que a la vez que critica los �limitados alcances� de la Liga Antiimperialista en este Hemisferio, esboza el futuro movimiento del APRA como grupo nacional. En dos palabras anuncia pr�cticamente la liquidaci�n de ese organismo como frente �nico o alianza para convertirlo finalmente en un partido pol�tico de car�cter electorero y con fisonom�a nacional. �La lucha contra el imperialismo en indoam�rica ―sostiene en este sentido V�ctor Ra�l― no es solamente una lucha de mera resistencia, de algaraza de comit�s o de protesta en papeles rojos. La lucha, es ante todo, una lucha pol�tico-econ�mica. El instrumento de dominaci�n imperialista en nuestros pa�ses es el Estado, m�s o menos definido como aparato pol�tico; es el poder. Parafraseando al fundador de la III Internacional, nosotros los antiimperialistas indoamericanos debemos sostener que la cuesti�n fundamental de la lucha antiimperialista en indoam�rica es la cuesti�n del poder�. �La liga Antiimperialista Panamericana o de las Am�ricas como organismo de simple resistencia o propaganda antiimperialista, es un organismo de limitada eficacia. Debemos en primer t�rmino, arrebatar el poder de nuestros pueblos al imperialismo y para eso necesitamos un partido pol�tico. Las Ligas Antiimperialistas por incompletas, est�n dem�s y as� se explica ―�oh aciertos del instinto popular!― que casi han desaparecido�. �La respuesta a nuestras cr�ticas sobre el papel inocuo de las Ligas no se da en p�blico por razones t�cticas ―secreto a voces― pero se sintetiza as�: las ligas no tienen acci�n pol�tica porque las tiene el Partido Comunista�. �Y queda en pie la segunda objecci�n: el APRA como partido est� dem�s porque ya existen los Partidos Comunistas que llenaran las finalidades pol�ticas del APRA�. �Tambi�n es f�cil rebatir este argumento que han sostenido especialmente los comunistas oficiales argentinos, los m�s ortodoxos en su argumentaci�n de todos los que, ya objetando o ya cayendo y levantando en el lodo de las injurias, han recibido al APRA con ademanes hostiles. Respondemos�. �El Partido Comunista es, ante todo, un partido de clase. El Partido o uno de los partidos ―no olvidemos a los socialistas― de la clase proletaria. Y el Partido Comunista, adem�s de ser un partido de clase, exclusivo, cuyo origen ha sido determinado por las condiciones econ�micas de Europa, muy diversas de las nuestras, es un partido �nico, mundial ―no una federaci�n de Partidos― cuyo gobierno supremo y en�rgico se ejerce absoluta y centralizadamente desde Mosc��. �Los pa�ses de Indoam�rica no son pa�ses industriales. La econom�a de estos pueblos es b�sicamente agraria o agr�cola-minera. Exam�nense las estad�sticas. El proletariado est� en minor�a, en completa minor�a, constituyendo una clase naciente. Son las masas campesinas las que predominan, dando una fisonom�a feudal o casi feudal a nuestras colectividades nacionales. Un partido de clase proletaria �nicamente, es un partido sin posibilidades de �xito pol�tico en estos pueblos...� (583). La cita anterior es, de suyo, sugerente y aleccionadora por la luz que proyecta para entender el inconstante pensamiento de Haya de la Torre y para confirmar su d�bil dominio de la teor�a y la praxis marxista. Sobre todo, durante el per�odo en que medita la idea para transformar la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) o frente �nico de fuerzas antiimperialistas en partido pol�tico de dimensi�n nacional. Y paralelamente con esta noci�n germinal, de aquellos d�as, circulaba la especie de que este fen�meno, exclusivamente indoamericano, respond�a a una variante del marxismo destinado a cumplir la etapa de transici�n entre el capitalismo y el socialismo. El nudo de toda esta problem�tica, en realidad, radicaba en que V�ctor Ra�l, influido por ideas conciliadoras y reformistas, no cre�a en las posibilidades de la revoluci�n socialista. Contaba m�s bien con la transformaci�n pac�fica del capitalismo en el proceso del desarrollo hist�rico. Persuadido como estaba de tal hecho, recurre a la concepci�n del �modelo indoamericano�, forjado por �l, que no obedec�a a otro anhelo que diferenciar al APRA del socialismo cient�fico y procurar �yendo al coraz�n mismo de la naci�n imperialista para demostrar con razones la injusticia y el error de la pol�tica econ�mica de conquista pol�tica�. Este injustificado viraje para alcanzar un �nuevo orden revolucionario indoamericano�, como observamos despu�s, trajo la desavenencia ideol�gica de Haya de la Torre con Losovsky, Mari�tegui y otros calificados marxistas de los a�os veinte. Volviendo al reencuentro de V�ctor Ra�l con el coloso del norte, ah� se afana por mostrarse como un antiimperialista singular y diametralmente opuesto a la causa del comunismo y del movimiento de liberaci�n nacional por la v�a socialista. E insiste en su concomitancia con el Kuo Ming Tang y en reprobar la �importaci�n de modelos ideol�gicos extranjeros a los pa�ses latinoamericanos�. Con tan moderado ideal anticomunista ingresa Haya de la Torre a los Estados Unidos y, adem�s, le sirve de excelente pasaporte para establecer contacto con la prensa, los senadores y los intelectuales de ese pa�s (584) sin reticencia alguna. Fue as� que V�ctor Ra�l logr� entrevistarse con el senador William Edgar Borah (1865-1940), conspicuo dirigente del Partido Republicano (585) y uno de los que, con m�s ah�nco, pidiera la pena de muerte para los obreros Sacco y Vanzetti. Parece ser que el senador Borah �nacionalista� y un �temperamental man� impresion� favorablemente a Haya de la Torre tras el primer di�logo entablado con aqu�l. Pues, como es sabido, el mencionado pol�tico yanqui �consideraba que Europa ten�a un juego de nociones primarias totalmente diferente ala de los americanos�. Este peculiar modo de pensar, a su vez, incuestionablemente, lo aproxim� al pensamiento sui g�neris de V�ctor Ra�l por extra�a coincidencia. La relaci�n de amistad entre el joven visitante peruano y el veterano senador norteamericano lleg� a tal temperatura que incluso, se propal� la noticia que Haya de la Torre hab�a declarado en Washington que �el senador Borah era el mejor amigo de Am�rica Latina�. Declaraci�n que, desde luego, fue desmentida por el propio V�ctor Ra�l. �Esto ser�a absurdo ―manifest�―. He dicho que era �l, el de la gente oficial con quien tuve oportunidad de tratar en Washington, quien m�s conoc�a nuestros asuntos y el que parec�a mejor dispuesto hacia una pol�tica antiintervencionista. En efecto ―prosigui� V�ctor Ra�l―, Borah me mostr� toda una biblioteca de obras que tratan nuestros problemas, y me manifest� que es y ser�a antiintervencionista. M�s tarde me envi� una carta confirmatoria de sus declaraciones. Despu�s supe que opinaba por el mantenimiento de los marinos en Nicaragua. La causa de esta declaraci�n se afirmaba en que eran los mismos nicarag�enses, o parte de ellos, los que ped�an que los marinos no salieran� (586). Si es verdad que Haya de la Torre rectific� la versi�n de que no hab�a expresado que "Mr. Norah fuera el mejor amigo de la Am�rica Latina", sin embargo dej� en pie el resto de las declaraciones publicadas en un peri�dico mexicano, �de que no es con gritos y con manifiestos como se debe luchar contra el imperialismo, sino yendo al coraz�n mismo de la naci�n imperialista para demostrar all� con razones la injusticia y el error de la pol�tica econ�mica de conquista pol�tica�. Por cierto que esta exposici�n de V�ctor Ra�l, en la cual anuncia un nuevo concepto de la realidad, fue refutada por Jacobo Hurwitz, de inmediato, quien al replicar la mencionada tesis revisionista, se�al� que aquello �entra�aba dos negociaciones: �1.- La negaci�n de la lucha de masas otorgando la exclusiva a los intelectuales�. �2.- La negaci�n de todas sus dem�s declaraciones seg�n las cuales el APRA es esencialemente marxista. Pues no son las razones precisamente, no es el convencimiento de los imperialistas ―sostiene Hurwitz―, lo que puede determinar el cambio de la l�nea econ�mica causa del imperialismo. S�lo las masas oprimidas en lucha abierta, con razones, con gritos, con manifiestos, con las armas como Sandino, podr�n conquistar su emancipaci�n econ�mica. Los intelectuales, pese a una ideolog�a m�s o menos firme, siempre, ser�n un peligro para las masas revolucionarias. Los intelectuales seguir�n viviendo en el limbo, abstra�dos en el mundo de las teor�as y sus planes y elucubraciones mentales. Salvo los pocos que, aunque no lo quieran creer, son empujados por las masas, son producto de las masas, gracias a que las masas los sorprendieron antes de que pudieran elevarse demasiado en el reino de su soledad� (587). Y continuando con el impacto que le produjera a Haya de la Torre el senador Borah, tenemos a la vista el texto del comentario de Losovsky basado en el documento que le enviara V�ctor Ra�l haciendo referencias directas de sus conversaciones con aquel personaje yanqui, fechado a principios del mes de mayo de 1928, en el que expone �que el problema de la lucha contra el imperialismo americano es un problema muy importante, que es preciso atraer todas las fuerzas de todos los pa�ses a esta lucha. �Qu� fuerzas, dice, podemos tener? Yo le hab�a dicho ―subraya Losovsky―: en la lucha contra el imperialismo americano es preciso tambi�n, y ante todo, hacer frente �nico con los obreros de Am�rica del Norte. Por consiguiente, en primer lugar, nuestra organizaci�n en Am�rica Latina; despu�s, el frente �nico con el proletariado de Am�rica del Norte, para oponerse al imperialismo americano. Sobre esto, me responde que el proletariado norteamericano est� imbuido de prejuicios imperialistas, que, en su gran mayor�a, es imperialista y que no se puede contar con �l. �Podemos, escribe, encontrar en Am�rica del Norte, fuerzas aliadas, pero en las otras clases, no en la clase obrera. Debemos unirnos con cualquier fuerza que pueda ayudarnos contra los Estados Unidos, El senador Borah, por ejemplo, no es muy �til, no es m�s �til que un gran n�mero de obreros. �Qu� Borah es un burgu�s liberal, tanto peor!; pero no obstante, no es �til�. �No se lo que hace el senador Borah contra el imperialismo americano (se pregunta Losovsky). En verdad, no tengo la menor idea. En todo caso, nadie en la Internacional sabe nada de la actividad antiimperialista.iYa veis qu� punto de vista!. En mi opini�n es el punto de vista m�s peligroso para la clase obrera. En efecto, �qu� es lo que hace el senador Borah en los Estados Unidos?. Es el imperialismo con otra sala, y es todo. Si ma�ana viniera a reemplazar a Coolidge, presenciar�amos el mismo asesinato de Nicaragua, de Panam�, de cualquier otro pa�s de Am�rica Latina y del mundo entero. El camarada Haya de la Torre es un buen elemento, muy honrado; pero es un camarada que cree posible hacer el frente �nico con el senador Borah, pues Borah no har� el frente �nico con �l, no, vosotros lo comprend�is bien. Pero es un camarada que espera utilizar al senador Borah contra el imperialismo americano y esto puede conducir al movimiento por una v�a de aventuras. Esto puede costarnos caro. Si los camaradas lo desean, tengo el texto �ntegro de la carta del camarada haya de la Torre; podr� distribuirlo�(588). Pese a todo ello Haya de la Torre persist�a en exhibirse, por aquel tiempo, como un reformista neo marxista. No estaba dispuesto a�n, por lo que venimos observando, a renunciar de palabra al marxismo ni siquiera a dejar de seguir utilizando las citas leninistas en sus escritos. Para comprender la ambigua posici�n de V�ctor Ra�l viene al caso, tener presente lo que dec�a Len�n al respecto: �La dial�ctica de la historia es tal, que el triunfo te�rico del marxismo obliga a sus enemigos a disfrazarse de marxistas (589). Quiz�s cabe formular la interrogaci�n �si verdaderamente se pod�a considerar a V�ctor Ra�l como adversario del marxismo?. Es indudable que lo era, si partimos desde su perspectiva anticomunista que lo llevaba enf�ticamente a tergiversar las bases fundamentales del marxismo, al pretender desconocer la conquista revolucionaria del poder pol�tico por parte de la clase obrera. A ello a��dase el hecho concreto, expresado por Haya de la Torre, de anteponer en la direcci�n del movimiento revolucionario a los intelectuales sobre los manuales. Asimismo, por si fuera poco, afirmaba que la clase proletaria norteamericana se hab�a integrado en la sociedad burguesa y no supon�a peligro alguno para los sectores monopolistas de ese pa�s. Esta subestimaci�n del papel dirigente de este sector explotado no s�lo lo proclamaba en relaci�n con la naci�n m�s industrializada del mundo sino que tambi�n se aventuraba a negar la misi�n hist�rica de la clase trabajadora hispanoamericana ―como fuerza hegem�nica― en su lucha por la liberaci�n nacional y por lograr nuevas formas de convivencia humana. Mientras Haya de la Torre, primero en Bruselas y luego en los Estados Unidos, tramaba la divisi�n de las fuerzas antiimperialistas, agrupadas dentro de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), en cambio Jos� Carlos ―acosado por el cerco policial levantado en torno a sus actividades― coadyuvaba en la orientaci�n, cohesi�n y est�mulo de los n�cleos de base para la lucha contra la opresi�n capitalista for�nea y nativa. Ejemplariza esta acci�n medular, el significativo suceso de fortalecer el desarrollo del �Grupo Resurgimiento� que fuera fundado en el Cuzco, a fines de 1926, y en el cual participaban los hombres m�s representativos del indigenismo de esa localidad: Luis E. Valc�rcel, Jos� Uriel Garc�a, Luis F. Paredes, Casiano Rado, Roberto La Torre, etc. Todos ellos, de una forma u otra, vinculados a las ideas socialistas de Mari�tegui y asiduos colaboradores de la revista �Amauta�. La naciente instituci�n cuzque�a se propon�a organizar una cruzada en favor del indio que, a la saz�n, constitu�a las cuatro quintas partes de la poblaci�n total del Per�. Pero, principalmente teniendo en cuenta que la campa�a emprendida, aparte de cargar el acento en la noci�n de �peruanidad�, deb�a ofrecer una soluci�n socialista al inicuo problema ind�gena. De ah� que no llamara a sorpresa, andando el tiempo, que la mayor�a de los miembros del �Grupo Resurgimiento� devinieran en marxistas convictos y confesos. Ahora prestemos atenci�n a un curioso detalle que tuviera por escenario la casa del maestro, justamente, por aquellos d�as en que Jos� Carlos aguardaba con incertidumbre las gestiones realizadas ante el gobierno para que suspendiera la dr�stica clausura sobre la revista �Amauta�. La an�cdota, pues, ocurri� a mediados del mes de octubre de 1927 y fue protagonizada por un grupo de estudiantes guadalupanos. La versi�n de la misma ha sido proporcionada por Luis Loayza Cali. �Finalizaba el a�o 1927. Los ex�menes del quinto a�o de secundaria en el Colegio Nacional de Nuestra Se�ora de Guadalupe, estaban a las puertas. Los estudiantes nos prepar�bamos para el combate cuerpo a cuerpo, contra los profesores Mat�as S�nchez, Alberto Ureta, Genaro Dulanto, Enrique Gamarra Hernandez y otros m�s�. �Una tibia y tranquila tarde, el amigo Angel Medina, cuzque�o y compa�ero de carpeta nos invita para estudiar a su casa. Hacia all� nos encaminamos. Pensi�n calle Washington. El n�mero se pierde en la lejan�a del recuerdo�. �La 'patota' (+) estudiantil ingresa precipitadamente al alojamiento antes indicado. Los del grupo somos varios. Est�n Enrique Arce Larreta, (palito) Enrique Garrido Klinge, Mario Talavera, Angel Medina, V�ctor Montero Aurich, el gringo Osmar Lubke, etc.�. �El griterio es ensordecedor e insoportable. En su edad de oro, los muchachos, no respetan nada, ni las reglamentaciones municipales contra los ruidos�. �De pronto, una voz severa de hombre maduro, desde el interior de una de las habitaciones, impone: ��Silencio! ―Y una admonitiva mirada se dispara, a trav�s de la ventana, deteni�ndose, fijamente en mi modesta persona ―confiesa Loayza Celi―. Acepto el reto. Con aire imp�vido y en tono desafiante, pregunto:�. -�Medina, �qui�n es ese inv�lido? ...� -��Calla! Es el due�o de la pensi�n�. - �Como se llama? ...�. - �Jos� Carlos Mari�tegui�. �El impacto fue directo al coraz�n ―declara Loayza Celi―. S�, fue ayer. O casi ayer. �C�mo no recordar que al oir tal nombre, por la emoci�n, qued� como petrificado, desconcertado, sin saber que hacer!�. �Dem�s est� decir que desde tiempo atr�s, yo devoraba ―sin entenderlos entonces �ntegramente― los escritos de Jos� Carlos Mari�tegui. Admirando al autor de �Peruanicemos al Per��: mentalmente desde ni�o lo segu�a, sinti�ndolo casi como a un santo, por su vida sufrida, por su obra brillante, por ser todo un Hombre. Y, como yo, muchos j�venes estudiantes, lo admiraban, lo quer�an, lo segu�an ..�. (590). Efectivamente ―como expresa Loayza Celi― el nombre de Jos� Carlos era pronunciado con orgullo y fascinaci�n. Se hablaba de �l ―por esa �poca― como un hombre entregado plenamente a la revoluci�n, como luchador socialista valeroso y abnegado. Seguidamente de esta ocurrencia, en la vida cotidiana de Mari�tegui reaparec�a �Amauta� por el mes de diciembre de 1927 y tras de haber cumplido medio a�o de forzoso cierre por la acci�n polic�aca. Esta medida levantando la pena que pesaba sobre ese �rgano de prensa, era una prueba convincente de que el gobierno de Legu�a reconoc�a la enorme influencia de que gozaba Jos� Carlos en el pa�s y en el extranjero. Es satisfactorio comprobar que �Amauta� volv�a a circular sin someterse a ninguna censura. Mari�tegui no admiti�, intransigentemente, la m�s m�nima recomendaci�n por parte de las autoridades para limitar la libertad de expresi�n, pues defendi� la independencia clasista de la publicaci�n y los ideales izquierdistas de quienes lo acompa�aban en �Amauta� compartiendo los principios antiimperialistas y las tareas de liberaci�n nacional. �Amauta� no s�lo se hab�a convertido, por entonces, en el aut�ntico vocero de la lucha contra la penetraci�n monopolista y la opresi�n olig�rquica sino que paralelamente promov�a la uni�n de todos aqu�llos que buscaban sentar, en com�n, las bases para establecer una nueva sociedad democr�tica y progresista vinculada al proceso revolucionario mundial. De aqu� que Mari�tegui frente a la empresa hist�rica que ten�a entre manos no se detuviera a divagar en lo que �l consider� un incidente de trabajo el obligado silencio de la revista. Antes bien, con ejemplar esp�ritu revolucionario, manifiesta su preocupaci�n por la meta trazada. En este sentido, nada m�s oportuno que transcribir el texto �ntegro de la nota editorial escrita por Jos� Carlos, precisamente, con motivo de la vuelta a la brega de �Amauta�: �Todos los lectores de �Amauta� ―se�alar� Mari�tegui― est�n enterados de las razones por las cuales nuestra revista ha dejado de publicarse desde junio hasta hoy. No nos detendremos en la consideraci�n de un incidente que, en pocos meses, se ha quedado atr�s en nuestra ruta. Un hecho nuevo nos reclama �ntegramente: la reaparici�n de �Amauta�. Nos interesa la meta m�s que el camino. Y queremos suprimir las palabras in�tiles. La temporal clausura de �Amauta� pertenece a su biograf�a m�s propiamente que a su vida. El trabajo intelectual, cuando no es metaf�sico sino dial�ctico, vale decir hist�rico, tiene sus riesgos. �Para qui�n no es evidente, en el mundo contempor�neo, un nuevo g�nero de accidente del trabajo?. �La vida de las cl�sicas 'oposiciones' criollas era s�lo una serie de dram�ticas protestas. La protesta, primero por abuso, enseguida por desuso est� hoy en el Per� desacreditada. Escond�a, en el fondo, cierta insolvencia ideol�gica que necesitaba, como la insolvencia art�stica del teatro malo; disimularse con la bravata, la intriga y el �latiguillo�. Donde antes se pon�a la declamaci�n, hay que poner ahora pensamiento. Despu�s de todo, es una ganancia. La palabra se contentaba con un servicio anecd�tico, requiere ahora calidad hist�rica. Ganaremos en ideas-g�rmenes, en ideas-valores, lo que perdamos en art�culos de fondo y en frases lapidarias. Si esto, en nuestro caso, pudiese ser p�rdida�. �No es �sta una resurrecci�n. �Amauta� no pod�a morir. No habr�a siempre resucitado al tercer d�a. No ha vivido nunca tanto, dentro y fuera del Per�, como en estos meses de silencio. La hemos sentido defendida por los mejores esp�ritus de Hispano-Am�rica�. �Desde las p�ginas del peri�dico que Eugenio D'Ors ha llamado �una instituci�n del Esp�ritu�, he agradecido los magn�ficos testimonios de soli�daridad de los intelectuales argentinos y uruguayos, del grupo minoritario cubano, de Garc�a Monge y su �Repertorio Americano�, etc. Y, en su oportunidad, desment�, en una carta a la prensa de Lima y otra a la prensa latinoamericana, las acusaciones lanzadas contra �Amauta� y sus redactores�. No tengo casi otra cosa que decir en esta nota de reaparici�n o continuaci�n, sino que reitero mi reconocimiento a los que, en el Per� yen Am�rica, han alentado mi fe y sostenido mi esperanza. Lo dem�s, lo saben los lectores. Suprimamos, repito, las palabras in�tiles� (591).
NOTAS CAPITULO III
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