OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL I

   

  

CAILLAUX*

 

La ola reaccionaria ha desalojado del poder a los estadistas de la democracia, a los leaders de la pol�tica de "reconstrucci�n europea". Y ha agravado as� la crisis de la desocupaci�n y del ch�mage. Mas esos estadistas, esos leaders no aceptan pasivamente la condici�n de desocu�pados. Invierten su tiempo en la propaganda, en la r�clame de sus ideas y su t�ctica. Y como la reacci�n es un fen�meno internacional, no la combaten s�lo en sus pa�ses respectivos: la com�baten sobre todo, en el mundo. No intentan �ni�camente la conquista de la opini�n nacional: in�tentan la conquista de la opini�n mundial. Lloyd George, reemplazado en el gobierno de Inglate�rra por los conservadores, efect�a en Estados Unidos un estruendoso desembarco d� su dial�c�tica y su ideolog�a. Francesco S. Nitti, destituido de influencia en los rumbos de Italia por los fascistas, flirtea con la democracia norteamerica�na y con la democracia tudesca. Joseph Caillaux, desterrado de Francia por el bloc nacional, em�plea su exilio en una viva actividad teor�tica. 

Pero Caillaux est� m�s lejos de recuperar su influencia en Francia, que Lloyd George, que Nitti la suya en Inglaterra y en Italia. La vic�toria de los radicales y los socialistas no lleva: r�a a Caillaux al gobierno. Sobre Caillaux pesa todav�a una condena. Los leaders presentes del bloc de izquierdas son Herriot, Boncour, Painle�v�. A ellos les tocar�a ocupar los puestos de Poincar�, de Tardieu, de Arag� y de los conductores del bloc nacional. Ellos, adem�s, una vez instalados en el poder, tendr�an que dosificar su radicalismo al estado de la opini�n francesa, en la cual la intoxicaci�n actual dejar�a tantos se�dimentos reaccionarios y nacionalistas. Caillaux no es, por consiguiente, un candidato al gobier�no. Es apenas un candidato a la rehabilitaci�n y a la amnist�a francesas. 

Hace cinco a�os Caillaux era un acusado. Era el protagonista de un dram�tico proceso de alta traici�n. Ahora no es sino un exiliado pol�tico. El mundo est� un�nimemente convencido de que el proceso de Caillaux fue un proceso pol�tico. Algo as� como un accidente del trabajo. La gue�rra dio a la clase conservadora, a la alta bur�gues�a francesa, una ocasi�n de represalia con�tra Caillaux. Esa clase conservadora, esa alta burgues�a, detestaban a Caillaux por su radica�lismo. Durante la �poca de hegemon�a en la pol�tica francesa del radicalismo y de sus mayores figuras �Waldeck-Rousseau, Combes, Caillaux� esa clase conservadora y esa alta bur�gues�a almacenaron en su �nimo acendrados rencores contra la izquierda y sus hombres. La guerra produjo en Francia la uni�n sagrada. Y la uni�n sagrada, que creaba un estado de �ni�mo nacionalista y guerrero, produjo el resurgi�miento de las derechas, �vidas de castigar la "demagogia financiera" de Caillaux y de desha�cerse de un adversario potente. Caillaux, de otro lado, no era un adherente incondicional y delirante de la uni�n sagrada. No ten�a puesta la mirada �nicamente en las batallas; la ten�a puesta, m�s bien, en el porvenir y en la paz. Preve�a que la reconstrucci�n de Europa, des�vastada y desangrada por la guerra, obligar�a a Francia y a Alemania a la solidaridad y a la cooperci�n. Pensar as� era entonces pensar he�r�ticamente. Y Caillaux era, por tanto, un sos�pechoso de herej�a en aquellos d�as de inquisi�ci�n patri�tica. Clemenceau, disidente del radi�calismo, conductor, animador y prisionero de la corriente reaccionaria, no retrocedi� ante una acusaci�n de inteligencia con el enemigo. Y, es�grimiendo esta acusaci�n, mand� a Caillaux a la c�rcel. El proceso vino despu�s de la victo�ria, en un instante de apoteosis y de erecci�n nacional. En un instante en que persist�a aguda�mente la atm�sfera marcial de la guerra. La acusaci�n contra Caillaux no exhibi� ninguna prueba. Se fund� en sospechas, en conjeturas, en presunciones. Explot� los contactos casuales de Caillaux con personajes sospechosos o equ�vo�cos en Italia, en la Argentina y en Francia. El fallo, impregnado del convencimiento de la in�culpabilidad de Caillaux, tuvo, sin embargo, que concluir con una sentencia. Caillaux sali� del proceso absuelto y condenado al mismo tiempo. 

Despu�s, las cosas han cambiado gradual�mente. A medida que el ambiente franc�s se ha descargado de irritaci�n b�lica, la figura de Caillaux ha recobrado su verdadero contorno moral. Los radicales-socialistas, que temieron solidarizarse demasiado con su leader en los d�as de la acusaci�n, han anunciado su voluntad de conseguir la revisi�n del proceso. 

Caillaux aguarda en el exilio esta revisi�n. Pero no ha gastado su actividad en una actitud de vindicaci�n y de defensa de su personalidad y de su historia. Ha escrito un libro, Mes Prisons, denunciando la trastienda �ntima de su persecuci�n y de su condena. Y no ha vuelto a insistir sobre este t�pico personal y autobiogr�fico. En su libro posterior, �O� va la France? �O� va l'Europe?, ha ocupado de nuevo su po�sici�n de pol�mica y de combate ideol�gicos. 

En este libro, que tanto ha resonado en el mundo, estudia Caillaux, preliminarmente, el proceso de incubaci�n de la guerra Sostiene que los gobernantes europeos de 1914 no defendie�ron suficientemente la paz. Y describe luego las condiciones actuales de Europa. Su descripci�n de la crisis europea no es menos panor�mica y emocionante que la de Nitti. Y es, tal vez, m�s profunda y m�s t�cnica. Caillaux, enfoca, uno tras otro, los aspectos esenciales de la crisis. Los d�ficits, las deudas, el pasivo de la guerra que arroja sobre las espaldas de varias genera�ciones europeas una carga abrumadora. La ma�rejada campesina, la ola agraria, los intereses rurales que en la Europa central tienda a aislar al campo de la industria urbana y a restablecer una econom�a medioeval superada y anacr�nica. La baja del cambio, la desvalorizaci�n de la mo�neda que arruina a una extensa categor�a de pe�que�os y medianos rentistas y que proletariza a la clase media. La hipertrofia, el crecimiento de los trusts gigantescos y de los carteles mastod�nticos, construidos sobre ruinas y escombros, que confieren a unos cuantos grandes capitalis�tas una influencia desmesurada en la suerte de los pueblos. Las corrientes nacionalistas que se oponen a una pol�tica de cooperaci�n y asisten�cia internacionales y enemistan y separan a las naciones. Los intereses plutocr�ticos que obstru�yen la v�a del compromiso y de la transacci�n entre la idea individualista y la idea socialista. 

�A d�nde va Francia? �A d�nde va Europa? Caillaux no admite el comunismo. Su resisten�cia al comunismo no es de orden ideol�gico sino de orden t�cnico. Caillaux piensa que el comunismo no puede reorganizar eficientemente la producci�n europea. El comunismo centrali�za en el Estado todos los resortes de la produc�ci�n. Entrega, por ende, la soluci�n de todas las cuestiones econ�micas e industriales a una bu�rocracia pol�tica, omnipotente y dogm�tica. Y bien. Caillaux considera a�n necesaria la acci�n del inter�s privado en el funcionamiento de la producci�n. Sus objeciones al comunismo son objeciones de financista. Caillaux no discute la �tica del comunismo. Discute su eficacia, su uti�lidad, su oportunidad. Pero Caillaux, que no acep�ta la revoluci�n, tampoco acepta la reacci�n. Con mayor �nfasis que las soluciones de la extre�ma izquierda, rechaza las soluciones de la extre�ma derecha. Quiere que se pacte con las ma�sas a fin de restaurar su voluntad de trabajo y de cooperaci�n y de desviarlas de la atracci�n comunista. Advierte el envejecimiento del Estado individualista y el tramonto de la democra�cia jacobina. Y propone la reconstrucci�n del Estado sobre la base de una transacci�n entre la democracia occidental y el sovietismo ruso. Pero, deteni�ndose ante la concepci�n de Rathe�nau del Estado profesional, afirma que el Estado econ�mico debe estar subordinado al Estado pol�tico. Seg�n Caillaux hay "una gran cuesti�n que supera en mucho a la del comunismo y el capitalismo"; la cuesti�n de la ciencia y de sus relaciones con la econom�a del mundo. La cien�cia crea la inestabilidad econ�mica y por consi�guiente, la inestabilidad pol�tica. Actualmente las grandes usinas metal�rgicas se agrupan al lado de los yacimientos de hulla que abastecen los altos hornos. Mas se predice la invenci�n de un sistema nuevo de fabricaci�n del acero. Y esta sola invenci�n puede transformar la geogra�f�a econ�mica de Europa. 

Caillaux propugna la cooperaci�n entre las naciones y la cooperaci�n entre las clases. Afir�ma su adhesi�n a la idea democr�tica. Niega la eficacia de la revoluci�n y de la reacci�n. Se�ala los grandes problemas, las grandes incerti�dumbres contempor�neas. Busca una soluci�n utilitaria, una soluci�n t�cnica. Desecha toda so�luci�n dogm�tica. Pero su palabra intelectual, vacilante, escrupulosa y cient�fica, no emociona a las muchedumbres actuales, que sienten una necesidad m�stica de fe, de fanatismo y de mito.

 


NOTA:

* Publicado en Variedades, Lima, 3 de Noviembre de 1923