OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

CARTAS DE ITALIA

 

 

LA ENTENTE Y LOS SOVIETS1

 

La pol�tica de la Entente respecto de los So�viets ha cambiado de fisonom�a. Hasta hace mes y medio, la voz de Clemenceau ululaba co�mo un clar�n, en la c�mara francesa, contra la imp�ber rep�blica sovietista. Anunciaba que nin�guna inteligencia, ning�n pacto, ninguna tran�sacci�n, moral ni f�sica, era posible con ella. Y expresaba su fe en que la cruzada anti-bolchevi�que, comandada por Polonia �due�a de todas las complacencias del viejo tigre� acabar�a por barrer de Rusia el maximalismo. Pero desde la fecha en que Clemenceau hablaba de tal guisa a esta fecha, en que el problema ruso est� so�bre el tapete de la Conferencia de Londres, los acontecimientos han variado mucho el punto de vista de la Entente y, por ende, el de Francia.

Clemenceau mismo, en la conferencia de Pa�r�s del mes pasado, �la �ltima en que repre�sent� a Francia�, hubo de contribuir con su voto al acuerdo, propuesto por Lloyd George, de entrar en relaciones comerciales con las coope�rativas rusas. El texto de ese acuerdo contiene, es cierto, la declaraci�n de que �l no significa ning�n cambio en la l�nea de conducta de los aliados acerca de los Soviets. Pero esta decla�raci�n resulta virtualmente contradicha por los compromisos derivados del acuerdo. Resulta con�tradicha por el acuerdo en s�. Como la prensa lo ha hecho notar, las cooperativas rusas depen�den totalmente de los Soviets. Los Soviets re�glamentar�n y regir�n sus operaciones con los aliados. La Entente tratar� as� con los Soviets a trav�s de las cooperativas.

Algunos diarios de Inglaterra v Francia, por esto, han denunciado el acuerdo como el disfraz de un acercamiento al bolchevismo ruso y han sostenido que ser�a preferible de una, vez, sin eufemismos y sin ambages, su reconocimiento franco y expl�cito.

Posteriormente al acuerdo se ha visto, en efecto, que el reconocimiento est� en camino. Su incubaci�n comenzar� muy pronto al calor de las relaciones comerciales. No es sino una cuesti�n de plazo y de formalidades m�s o for�malidades menos.

Varios y complejos son los factores de esta mudanza. No es f�cil definirlos exacta, ordena-da y jur�dicamente, en un momento en que no se cuenta a�n con todos los elementos de jui�cio. Se puede, sin embargo, se�alar a grandes rasgos los principales.

Un factor, es sin duda alguna, el factor inter�no. En Inglaterra, Italia y Francia, las clases trabajadoras han demandado la paz con los So�viets. Los, gobiernos no han podido conservar una pol�tica adversa al sentimiento popular. Y en Italia e Inglaterra la presi�n de los traba�jadores ha sido particularmente vigorosa por la fuerza parlamentaria de que disponen.

En Italia, los socialistas no han conseguido que la C�mara invitase al gobierno a reconocer los Soviets; pero s� han conseguido que le reco�mendase el patrocinio del reconocimiento en el seno de la Entente. Entre los socialistas y la ma�yor�a de la C�mara no ha habido, pues, sino una divergencia adjetiva de criterio. La mayor�a no ha opinado contrariamente al reconocimiento de los Soviets. Ha cre�do que Italia no pod�a pro-ceder independientemente a este reconocimiento y que deb�a, por tanto, procurar su aceptaci�n previa por las dem�s potencias aliadas.

En Inglaterra, adem�s del partido Laborista, se ha manifestado partidario de la paz con los bolcheviques, el partido liberal fiel a Mr. Asquith.

El antiguo Premier ha censurado la pol�tica bri�t�nica de agresi�n a los Soviets y ha agregado recientemente que deb�a obligarse a los Esta-dos b�lticos a firmar la paz con ellos confor�me al ejemplo de Estonia. Toda la opini�n in�glesa opuesta al gobierno de Lloyd George se ha pronunciado, por consiguiente, contra la in�tervenci�n en la pol�tica dom�stica de Rusia.

Otro factor ha sido el factor militar. Mien�tras se ha operado el proceso interno antedi�cho, los bolcheviques han ganado sucesivas y contundentes victorias. Unos tras otros se han desbandado los ej�rcitos armados, provisionados y socorridos por la Entente para combatir al ej�r�cito rojo. Denikini, Kolchak, Judenitch, han fra�casado en su empresa. Probablemente, en parte, porque ninguno de los tres ha personificado una ideolog�a noble ni ha enarbolado una bandera prestigiosa. Los tres no han servido a la Enten�te m�s que de gravamen y desembolso.

Vencedor de sus enemigos, el ej�rcito rojo ha sido mirado como una amenaza. Y no s�lo como una amenaza para los intereses europeos del Oriente, donde la propaganda bolchevique trabaja por socavar la posici�n de Inglaterra. No han faltado quienes lo han mirado como una amenaza para el Occidente. Se ha temido por la suerte de Polonia, de los Estados b�lticos. Se ha vislumbrado una probable hegemon�a rusa en el vasto sector eslavo. Se ha pensado que la Rusia de Trotzky y Lenin era una resurrec�ci�n de Francia napole�nica.

El tercer factor ha sido el factor econ�mico. Europa quiere independizarse en lo posible de Norte Am�rica. Vuelve los ojos a Rusia, su anti�guo granero. Rusia ha menester de las manufac�turas .de Europa Occidental. Europa Occidental ha menester de las materias primas, de los cereales, de la le�a de Rusia. El bloqueo de los bolcheviques cuesta mucho a la Entente, es una prolongaci�n de la guerra con la consiguiente carga para el presupuesto y gravitaci�n sobre el "cambio". Mantenerlo es para los aliados privarse por s� mismos de su fuente natural de abastecimiento.

En la Conferencia de Londres, que se efec�tuar� esta semana, los tres premiers estudiar�n el problema ruso. Las orientaciones que salgan de ella ser�n, seguramente, favorables al mayor acercamiento de la distancia diplom�tica que separa del gobierno bolchevique a los gobiernos occidentales. Las declaraciones m�s cercanas del premier ingl�s y del premier italiano permiten calcularlo.

Mr. Lloyd George acaba de afirmar en la C�mara de los Comunes que Europa no puede reconstituirse sin los recursos que le ofrece Rusia y de que no es posible triunfar del bolchevis�mo por las armas. �Suponiendo que todos los estados lim�trofes de Rusia estuviesen dispues�tos a atacar a los bolcheviques, qui�n pagar�a el equipamiento de los ej�rcitos y el sosteni�miento de la campa�a?, ha preguntado Lloyd George. Ni Francia, ni Estados Unidos, ni Ingla�terra quieren hacerlo. Hay, pues, que hacer la paz con los bolcheviques: pero �ha agregado�, la experiencia y la observaci�n deben constatar primero que los bolcheviques han re�nunciado a sus m�todos b�rbaros y que su go�bierno se ha convertido al principio de la civi�lizaci�n". "Nosotros, adem�s, podemos volver a Rusia al buen sentido por medio del comercio. La Europa, en fin, necesita aquello que Rusia est� en condiciones de darle. Antes de la gue�rra, Rusia suministraba al mundo la cuarta parte del trigo que en el mundo se importaba, las cuatro quintas partes de su lino, la tercera parte de su manteca. Ella prove�a al extranjero de m�s de cinco millones de toneladas de granos. Hoy en Francia, en Inglaterra, en Italia, el pre�cio de la vida aumenta, la Europa del Centro sufre hambre, en tanto que los almacenes rusos rebosan de granos". Y Lloyd George ha negado la perspectiva de un peligro militar ruso. A su jui�cio, el ej�rcito rojo puede vencer a ej�rcitos mal organizados y mal armados; pero no podr�a vencer a un ej�rcito occidental. Los rusos care�cen de artiller�a pesada, aeroplanos, tanques y otros elementos, y no pueden fabricarlos. El mi�lagro napole�nico es, por esta raz�n, materialmente imposible.

Nitti ha expuesto su pensamiento sobre el problema ruso, hace cinco d�as, en la c�mara italiana. Ha dicho que no se hace ilusiones so�bre la producci�n y las reservas alimenticias de Rusia; pero sin embargo propende con bue�na voluntad a la reanudaci�n de las relaciones. Est� convencido de que "el contacto de la civi�lizaci�n occidental obligar� al gobierno bolchevi�que a ejercitar sobre s� mismo una acci�n mo�deradora".

Millerand no ha sido tan preciso como Lloyd George y Nitti en sus declaraciones. En su respuesta a las interpelaciones del diputado socialista Cachin ha bordeado el problema, comen�tando m�s bien sus aspectos adjetivos que su aspecto fundamental. Probablemente su situa�ci�n parlamentaria de heredero solitario y man�comunado de Clemenceau no le ha consentido coincidir con la opini�n de los otros "premiers".

Las declaraciones de Lloyd George y Nitti, son, evidentemente, los proleg�menos del reco�nocimiento de los Soviets. Las relaciones co�merciales son el primer paso a ese reconocimien�to. Tras del establecimiento de las relaciones hay, aparte del doble inter�s econ�mico, un do�ble inter�s pol�tico. Lloyd George piensa que se debe usar nuevas armas contra el bolchevismo. Que el comercio puede minarlo mejor que la guerra. Los bolcheviques por su parte, desean aprovechar de sus granos, de sus maderas y de su lino para conseguir la tregua necesaria a la consolidaci�n de su r�gimen pol�tico y social en Rusia. Le Temps, de Par�s, asevera que los bolcheviques tratan de seducir a la burgues�a in�glesa con las perspectivas comerciales. Juzga las cooperativas como un "camouflage" maximalis�ta. Los bolcheviques seg�n Le Temps cubren sus Soviets rojos con el manto de las coope�rativas.

Actualmente se efect�an de uno y de otro lado los aprestos para la iniciaci�n del inter�cambio. Una comisi�n interaliada va a trasla�darse a Rusia a negociar con las cooperativas. Mientras tanto se alistar�n todos los elementos materiales precisos para los transportes. Y no s�lo Europa Occidental se prepara a comerciar con la Rep�blica de los Soviets, tambi�n se pre�para Estados Unidos. En los centros manufac�tureros yanquis domina la opini�n de que se debe actuar en relaci�n con las cooperativas bolcheviques.

Los bolcheviques, a su turno, han empezado a transformar al ej�rcito rojo en ej�rcito de trabajo. Militarizan as� el trabajo y mantienen militarizados a los trabajadores. Aguardan fir�mar la paz con Colonia y los Estados b�lticos para terminar esta metamorfosis del ej�rcito de guerra en ej�rcito de paz.

La tendencia diplom�tica de los Soviets, por una raz�n aparentemente paradojal, es a la coordinaci�n de sus intereses actuales con los intereses de Inglaterra. Piensan los bolcheviques que Inglaterra representa la crema de la socie�dad capitalista. Sienten que la pol�tica inglesa est� dictada por consideraciones de pol�tica mundial, por las altas conveniencias de la so�ciedad capitalista en su conjunto. Y que es, pues, con Inglaterra con quien deben negociar y pac�tar de potencia a potencia. Confiado en su fuer�za, el bolchevismo ruso no se asustar� de estre�char la enguantada y fina mano de Inglaterra. Confiado en su inteligencia, el capitalismo bri�t�nico tampoco se asustar� de estrechar la ma�no proletaria y �spera de Rusia. La paz entre Inglaterra y Rusia no ser� la paz entre dos na�ciones. No ser� la paz entre dos imperialismos. No ser� una paz local. Ser� la paz entre el es�tado mayor del capitalismo y el estado mayor de la revoluci�n social. Una paz, que en el fondo no ser�, naturalmente, sino un armisticio.

 


NOTA:

1 Fechado en Roma, 12 de febrero de 1920; publicado en El Tiempo, Lima, 9 de julio de 1920.