OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

EL ALMA MATINAL

    

 

EL SUMO CICERONE DEL FORO ROMANO1

 

Para conocer alg�n lado, alg�n perfil de la figura de Giacomo Boni no es indispensable haber visitado Roma y, por ende, el Foro con un ticket de la Agencia Cook. Basta haber le�do la novela de Anatole France Sobre la Piedra Blanca. Giacomo Boni es uno de los personajes del di�logo de Anatole France. Y el escenario o el motivo del di�logo es el Foro Romano. Boni pasar�, acaso, a la posteridad sentado, filos�fica y taciturnamente sobre la "piedra blanca" de France. Lo cual inducir� a la posteridad a un error muy grave acerca del verdadero color de la gloria de Boni. Porque, realmente, la fama de Boni, proviene, ante todo, del descubrimiento del Lapis Niger: que es una piedra negra. El Lapis Niger, seg�n la leyenda, se�alaba el lugar donde hab�a sido sepultado R�mulo. Y Boni, en sus b�squedas en el suelo del Foro, encontr� una piedra negra que si no es aut�nticamente la l�pida de R�mulo merece serlo. El hallazgo de esta piedra negra ha significado para Roma algo as� como el hallazgo de su primera piedra. La posteridad, por consiguiente, acusar� tal vez a Anatole France de haber pretendido escamotearle a la gloria de Boni el Lapis Niger.

Giacomo Boni sent�a en el Foro toda la historia de Roma. Sus b�squedas y sus hallazgos demostraron que el Foro no deb�a ser considerado y admirado como una superficie cubierta de vestigios ilustres sino como varias superficies superpuestas. En un estrato, est� la Roma de Augusto y de Trajano; en un estrato m�s profundo est� la Roma de Marco Curzio; en un estrato m�s profundo a�n, est� la Roma de R�mulo y del Lapis Niger. El descubrimiento de la piedra negra fue en Boni la satisfacci�n de una necesidad espiritual perentoria. Sobre esta piedra quer�an reposar su inteligencia y su �nima.

Boni ha muerto en el Foro. Era �ste un derecho que no pod�a neg�rsele. Hab�a vivido en el Foro veintisiete a�os. Durante estos veintisiete a�os no hab�a dejado el Foro ni aun para visitar su Venecia natal. El Foro era su hogar, su oficina, su mundo. La mayor parte de las piedras del Foro han sido identificadas, clasificadas y catalogadas por este cicerone de cicerones. Se puede casi decir que Boni ha descubierto el Foro. El turista no pod�a concebir el Foro sin Boni. El Estado ha tenido que reconocer a sus restos el derecho a ser sepultados en el Palatino bajo un cipr�s o un mirto plantado por sus propias manos. (Por orden y cuidado de Boni, en el Palatino y en el Foro se ha restaurado la cl�sica flora romana: laureles, mirtos, rosas y cipreses).

Proced�a Boni de la escuela de Ruskin. En los libros de Ruskin aprendi� Boni a amar y a entender las piedras. Su nacimiento y su ruskinismo lo designaban sin duda para restaurar y conservar Venecia. Pero su .destino lo trasplant� a Roma. Veintisiete a�os de vida arqueol�gica en el Foro y el Palatino, hicieron de Boni un romano. Pero no un romano moderno sino un romano antiguo. Boni se impregn� totalmente de antig�edad romana. No frecuent� nunca el piccolo mondo moderno de los hoteles de la V�a Vittorio Veneto. No se abon� jam�s a la �pera ni al drama. Ignor� absolutamente los restaurantes rusos. Ha muerto probablemente sin conocer el cinemat�grafo, las carreras de caballos, el sleeping-car, el cabaret y el jazz-band. Daba la impresi�n de ser el hombre m�s antiguo de la edad moderna.

El aspecto m�s interesante de su biograf�a es su metamorfosis no s�lo espiritual sino tambi�n fisiol�gica. Boni no naci� hombre antiguo: se metamorfose� en hombre antiguo. Sustituy� gradualmente su personalidad nativa de veneciano con una personalidad completamente cl�sica y latina de senador o de ar�spice de Roma. Todo en su vida estaba dirigido a la restauraci�n del antiguo romano. Hugo Oietti cuenta que en un almuerzo ofrecido por Boni a Anatole France el men� era, rigurosamente, un men� del Imperio. France, desolado, se declar� iconoclasta y moderno en materia de cocina.

No obstante su consustanciaci�n con Roma y sus ruinas Giacomo Boni guard� siempre, en el fondo de su alma, la nostalgia de Venecia. En sus serenos ojos v�netos no se borr� hasta su muerte la imagen del puente de Rialto ni la de la isla de San Jorge el Mayor. Se le�a en sus ojos que no hab�a nacido bajo el cielo del Latium. �Ten�a un alma de gondolero o de mosa�sta: un alma ni lacustre ni mar�tima, un alma un poco ambigua como las aguas pal�dicas del Gran Canal�. Muerto Ruskin, Giacomo Boni lo sucedi� en la apolog�a y la defensa de Venecia. Yo recuerdo haberlo o�do discurrir, una vez, en la Iglesia de Santa Francesca Romana sobre su tema dilecto.

Papini y Gioliotti tratan muy mal a Giacomo Boni en el Diccionario del Hombre Selv�tico que aspira a ser una especie de enciclopedia del nuevo cruzado cristiano. Lo catalogan o califican as�: "Giacomo Boni (1860). Hombre que vive entre los escombros, de los cuales es cicerone autorizado para los grandes de la tierra y de la literatura. Necr�filo y violador de tumbas, sale del silencio s�lo cuando le sube a la garganta alg�n bufido de ret�rica liviana o cesariana". Este juicio se explica. Papini y Giolitti no pueden perdonarle a Giacomo Boni su paganismo, ni siquiera en gracia a que este paganismo, t�cito y no confeso, estaba atenuado y hasta absuelto por la amistad de Papas y Cardenales. Si Boni hubiese permanecido toda su vida fiel a Venecia y a Ruskin, si en vez de convertirse en cicerone de las ruinas del paganismo se hubiese mantenido ruskiniano y prerrafaelista, el Diccionario del Hombre Selv�tico lo habr�a juzgado diversamente.

Pero Boni, cualquiera que sea la opini�n que su vida merezca a Papini, no era ciertamente un cicerone ni un arque�logo vulgar. Le hab�a tocado guiar por los caminos del Foro y del Palatino a los grandes de la tierra y de la literatura: reyes, multimillonarios, primeros ministros, premios N�bel, etc. Mas, exceptuado el conocimiento de alg�n literato humanista o de un Cardenal erudito y epic�reo, es probable que el trato fugaz de un monarca o de una princesa no le haya importado nunca nada a Giacomo Boni. A este hombre, instalado en el proscenio y en el ombligo de muchos siglos de historia universal, las figuras de nuestra �poca no pod�an interesarle de veras. Boni ten�a que sentirse un amigo o un cliente de Julio C�sar, de Marco Aurelio o de Appio Claudio. Bajo el Arco de Tito dialogaba tal vez, de tarde en tarde, con el alma de Plutarco o de Cicer�n, que es imposible que alguna vez no le hayan hecho compa��a en su tramonto.

 

 


NOTA:

1 Publicado en Variedades: Lima 3 de Octubre de 1925.