OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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EL ARTISTA Y LA EPOCA |
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EL CASO RAYMOND RADIGUET1
Es posible ignorar a Raymond Radiguet. Pero no es l�cito ignorar el mayor suceso editorial de este tiempo: Le Diable au Corps y Le Bal du Comte d'Orgel2, novelas de Raymond Radiguet. Me ha tocado leer estas novelas en su 112� edici�n. Las librer�as de Par�s han vendido, en s�lo quince d�as, cincuenta mil ejemplares de Le Bal du Comte d'Orgel. Ning�n otro libro contempor�neo ha tenido igual suerte. Radiguet no ha conocido su �xito. Muri�, antes de llegar a los veinti�n a�os, el 12 de diciembre del a�o �ltimo. Su triunfo, su fama, son en gran parte una consecuencia de su muerte. Si Radiguet viviese todav�a, sus novelas no habr�an arribado a la 112� edici�n. El p�blico no sentir�a ninguna impaciencia por leerlas ni la cr�tica por comentarlas. Le Bal du Comte d'Orgel no ser�a un libro afamado. Radiguet vivir�a un poco desconocido. Es, sin duda, por convenir a su gloria y a su editor que Radiguet ha muerto. Puede hasta formularse dos hip�tesis sobre su muerte: Primera, que Radiguet, consciente de haber escrito su obra maestra, y deseoso de valorizarla, haya muerto voluntariamente. (De la vanidad de los literatos cabe esperarlo todo). Segunda, que Radiguet haya sido sigilosamente asesinado por su librero. (De la r�clame moderna hay que temerlo tambi�n todo). Pero m�s fundado y razonable es creer absurdas ambas hip�tesis, contrarias a la buena reputaci�n de Radiguet o de su librero, Seguramente, Radiguet ha muerto del modo m�s natural. Era un hombre nacido para producir una novela con fisonom�a de chef d'oeuvre.3 Escrito el chef d'oeuvre, Radiguet ten�a que morirse. No le quedaba nada que hacer en el mundo. El objeto de su vida estaba cumplido. Jean Cocteau acepta impl�citamente esta opini�n en el prefacio de Le Bal du Comte d'Orgel. �No acus�is al destino �dice Cocteau�. No habl�is de injusticia. Radiguet era de la raza grave en la cual la edad se desenvuelve demasiado r�pida hasta el fin�. La vida de Radiguet, en suma, no ha sido una vida frustrada. Ha sido, simplemente, una vida breve. �Por qu� todas las vidas deben durar, regularmente, sesenta o setenta a�os? �Por qu� todos los hombres deben morir arterio-esclerosos? Esto, adem�s de ser muy mon�tono, tendr�a muchos inconvenientes. La medicina, por ejemplo, carecer�a de pretextos para progresar. Es probable, sin embargo, que Radiguet hubiese podido vivir un poco m�s. Le habr�a bastado con aplazar su obra maestra. Antes de producirla Radiguet no pod�a morirse. Pero el parto fatal ten�a indefectiblemente que hacer saltar en pedazos el resorte de su vida. �Por qu� se apresur� Radiguet a hacer su chef d'oeuvre? La impaciencia, la prisa, la curiosidad, lo han matado. �Pobre garz�n imprudente, v�ctima de la nerviosidad de su tiempo! Su historia es �m�s acelerada y menos sentimental�, la melanc�lica historia del hombre de cerebro de oro de Alfonso Daudet. M�s Radiguet ha sido un hombre de cerebro de oro muy siglo veinte. Radiguet ha muerto precozmente; pero ha ganado la celebridad precozmente tambi�n. La fama es esquiva a los j�venes. En este siglo la fama camina m�s velozmente. La civilizaci�n la ha electrificado. Le ha quitado su cansada cuadriga y le ha puesto un motor de 1,000 H.P. Pero, a pesar de esto, la fama llega siempre en oto�o. La primavera no es la estaci�n de la fama. Pocos hombres asisten al espect�culo de su propia gloria. No clasifiquemos, simplistamente, a Radiguet como un ni�o prodigio. Radiguet no ten�a sim�pat�a por este t�rmino. Poco antes de su muerte escrib�a lo que sigue: ��Qu� familia no posee su ni�o prodigio? Ellas han inventado la palabra. Existen ni�os prodigios como hay hombres pro�digios. Rara vez son los mismos. La edad no es nada. Es la obra de Rimbaud y no la edad a la cual Rimbaud la escribi� lo que me asombra. To�dos los grandes poetas han escrito a los diecisiete a�os. Los m�s grandes son aquellos que logran hacerlo olvidar�. A los dieciocho a�os Radiguet conclu�a Le Diable au Corps y colaboraba con dos artistas co�mo Jean Cocteau y Erik Satie en una Opera c�mica. A los veinte a�os terminaba Le Bal du Comte d'Orgel. No le llamemos, sin embargo, ni�o prodigio. Respetemos su desd�n por esta calificaci�n. Las novelas de Radiguet reflejan el humor esc�ptico y humorista de la literatura de la de�cadencia burguesa. En la escena de esta lite�ratura se mueven, pulcra y amaneradamente, las peque�as almas de la poes�a de Paul Ge�raldy. El ideal de estas peque�as almas es, co�mo dice un cr�tico de Geraldy, vivre avec dou�ceur.4 Los griegos gustaban de vivir serenamente; los hiperest�sicos burgueses occidentales de la urbe quieren vivir dulcemente. La serenidad es demasiado grave y fuerte para estas peque�as almas, �vidas y golosas de dulzura. De la vida de las petites ames5 est� excluido todo lo he�roico, todo lo �pico, todo lo clamoroso. Le Diable au Corps es una novela del tiempo b�lico. Pero la emoci�n de la guerra no aparece nunca en ninguna de sus escenas, en ninguna de sus p�ginas. Es, sin embargo, la novela de un adulte�rio que se incuba en la atm�sfera de la guerra. Una joven reci�n casada. se entrega a un adolescente t�mido. El marido, cuya vida permane�ce extra�a al argumento y al ambiente de la no�vela, se bate en el frente. La luna de miel de los esposos ha sido exigua y torpe. En cambio, la luna de miel de los ad�lteros, es larga y ex�quisita. Raymond Radiguet nos hace gustar, a peque�os sorbos, la historia de este pecado m�s bien inocente que perverso. La protagonista es una Madame Bovary menos provinciana, menos jugosa que la de Flaubert. El armisticio destru�ye la felicidad de la pareja ad�ltera. En esta no�vela, la guerra es el bienestar; la paz es el dra�ma. Mas el drama mismo transcurre suavemente, sin estertor, sin violencia. Le Bal du Comte d'Orgel, pertenece a la post�guerra. Pero el h�lito acre de la crisis post-b�lica tampoco sacude las almas ni las cosas. Se trata de una casta comedia de amor jugada en un es�cenario sensual, fr�volo y elegante. Estamos de nuevo en el mundo de las "peque�as almas". Piccolo mondo moderno.6 Irrumpe de repente en la tertulia del Conde d'Orgel un emigrado ruso. Pero con este gentil-hombre no llega ningu�na pasi�n, ning�n grito, ning�n eco del drama de Rusia. El hu�sped del Conde d'Orgel es de�masiado correcto para desgarrar la pl�cida fri�volidad de la tertulia con una ac�rrima diatriba antibolchevique. El emigrado se comporta dis�creta y gentilmente. No habla con odio, no habla con resentimiento siquiera de los bolcheviques. Casi los excusa, casi los comprende. Es un hom�bre que sabe que ninguna ruda pasi�n humana debe penetrar en un sal�n de buen tono. Es un hombre relativista y esc�ptico. La revoluci�n lo ha empobrecido, lo ha arruinado; pero no le ha hecho perder el adem�n aristocr�tico. Tales son las dramatis personae7 de las nove�las de Raymond Radiguet. Personajes, cosas, gus�tos y emociones de una �poca de decadencia. Ambiente y mundo de Proust, menos m�rbidos, m�s sanos; pero con la misma tibia temperatura l�nguida. Radiguet ha hecho, a su modo, nove�la psicol�gica. Novela de matices sutiles que analiza minuciosa y finamente el proceso de un sen�timiento, la trayectoria de una pasi�n general�mente moderada y contenida. Novela que no en�foca sino un episodio, en vez de enfocar, como el follet�n, toda una vida que se enlaza a cien vidas diferentes y confusas. Novela en la cual cada hombre es el protagonista de su propio drama y es el eje de su propio mundo. El lite�rato de este estilo no intenta jam�s aprehender un vasto paisaje humano. Su arte es como el de esos pintores modernos, que, con un gusto un poco asc�tico, repiten en innumerables cuadros la misma naturaleza muerta.
NOTAS:
1
Publicado en Variedades Lima, 3 de Enero de 1925.
2
El Diablo en el cuerpo y El Baile del Conde de Orgel.
3
Obra maestra.
4
Vivir con dulzura
5
Peque�as almas
6
Peque�o mundo moderno.
7
Personajes del drama.
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