OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
|
EL ARTISTA Y LA EPOCA |
|
|
EL SUPERREALISMO Y EL AMOR1
Signo inequ�voco de la filiaci�n rom�ntica o neo-rom�ntica, como se prefiera, del superrealismo es la encuesta sobre el amor de La R�volution Surr�aliste. �Se concibe en la Europa occidental, burguesa, decadente, una encuesta sobre el amor? El pensamiento m�s esc�ptico y nihilista sobre el amor, �no ha sido expresado acaso por una mujer y escritora de Francia (��El amor? Dos seres que traicionan a otro�). Es menester el coraje de una falange vanguardista, su reto sistem�tico a las ideas corrientes, su desprecio por los tab�s2 burgueses, para someter a la literatura francesa contempor�nea a la prueba de una encuesta sobre el amor. Encuesta convocada sin neutralidad, sin agnosticismo, con un sentido l�rico del amor, patente en los t�rminos mismos del interrogatorio, que es interesante, por esto, transcribir: �1.��Qu� clase de esperanza pone Ud. en el amor?� �2. ��C�mo contempla Ud. el pase de la idea del amor al hecho de amar? �Har�a Ud. al amor, de buen grado o no, el sacrificio de su libertad? �Lo ha hecho Ud.? �Consentir�a Ud. en el sacrificio de una causa que hasta entonces Ud. se hab�a cre�do obligado a defender, si fuera necesario a sus ojos, para no desmerecer del amor? �Aceptar�a Ud. no llegar a ser aquel que habr�a podido ser, si a este precio debiese lograr plenamente la certidumbre de amar? �C�mo juzgar�a Ud. a un hombre que fuera hasta traicionar a sus convicciones por agradar a la mujer que ama? �Semejante prenda, puede ser demandada, ser obtenida?� �3.��Se reconoce Ud. el derecho de privarse por alg�n tiempo de la presencia del ser que ama, sabiendo a qu� punto la ausencia es exaltante para el amor, mas percibiendo la mediocridad de tal c�lculo?� �4.��Cree Ud. en la victoria del amor admirable sobre la vida s�rdida o de la vida s�rdida sobre el amor admirable?� No pocas respuestas son, en parte, una rectificaci�n o una cr�tica de estas preguntas, de perfecta entonaci�n rom�ntica, y algunas de las cuales no ser�an concebibles ni excusables en gente que careciera de la juventud, de la solvencia po�tica y de la calidad art�stica de los superrealistas. Hace falta un gusto absoluto por el desaf�o y la provocaci�n para reivindicar de un modo tan apasionado los fueros del amor, en un pueblo que, como alguien ha dicho, ha reducido el amor a la rigolada.3 La Francia poincarista, de la estabilizaci�n del franco, es el pueblo menos rom�ntico del mundo contempor�neo. Todo el teatro franc�s y burgu�s que ha explotado, met�dicamente, en la alta comedia y en el bajo vaudeville,4 el tema del adulterio, en crisis desde la genial s�tira de Crommelynk, no tiende a otra cosa que a la depreciaci�n sentimental e intelectual del amor. Expresador genuino de la burgues�a, a cuyo divertimiento se destinaba este arte de bulevar o de sal�n, es Clement Vautel, que responde con estas palabras a la encuesta de los suprarrealistas: �El amor no es, en realidad, sino una deformaci�n del instinto de la reproducci�n. La naturaleza nos tiende el lazo del placer y el deseo es, en el fondo, puramente fisiol�gico. Digo puramente, porque no es puro sino lo que es natural�. Pasado el romanticismo, la literatura burguesa adopt�, en general, una concepci�n positivista del amor, que revela, en el orden sentimental, lo que vale el idealismo burgu�s, tan dispuesto siempre a escandalizarse, en el orden intelectual, del materialismo neto de las proposiciones marxistas. Se sabe la adhesi�n que al freudismo, en psicolog�a, y al marxismo, en pol�tica, manifiestan los superrealistas. No es contradictorio ni an�malo profesar los principios de Freud sobre la libido y confesar el m�s po�tico y rom�ntico sentimiento del amor. Freud que tan visiblemente ha ofendido el idealismo formal de las ideas burguesas de la sociedad occidental, por este solo hecho est� mucho m�s cerca de los superrealistas que de Clement Vautel, y su positivismo de cronista de un gran rotativo y de autor de vaudeville. Francis de Miomandre observa, en su respuesta, que en su ins�lita y exaltada apolog�tica del amor, los superrealistas van insistiendo justamente en su lado amenazante, peligroso, y son fieles a su sentido de la vida y del arte. �Pues para ellos �escribe Miomandre� el amor es como su hermana la poes�a, una tentativa desesperada de asir la verdad. Y es lo pat�tico de esta situaci�n, a la que se proponen permanecer fieles, lo que los hace a tal punto d�semejantes de los otros escritores, a tal punto m�s interesantes�. La respuesta m�s mal�vola y refractaria es la de un ex-superrealista, acremente calificado por Andr� Bret�n en su �ltimo manifiesto: Roger Vitrac. �Creo en la victoria de la vida admirable sobre el amor s�rdido� �ha escrito Vitrac en L`Intransigeant,5 en una nota que Marcel Fourrier considera �un magn�fico esp�cimen de esa literatura policial� que �l denuncia preces en un art�culo de La R�volution Surr�aliste. �C�mo responden a su propio cuestionario los adalides y animadores del superrealismo? Louis Arag�n declara: �Me s� capaz de amar, no me creo capaz de esperar. Sin embargo, para evitar un equ�voco que regocijar�a a los puercos, dir� que, en la medida en que la esperanza es una idea-l�mite y en la medida en que, en el l�mite, la idea del amor se confunde con la del bien filos�fico, coloco toda mi esperanza en el amor como en la revoluci�n, de la cual en este mundo l�mite donde todo se confunde no es de ning�n modo diferenciable�. A la segunda parte del cuestionario, Arag�n contesta as�: �El amor es la sola p�rdida de libertad que nos da fuerzas", esta frase que yo tengo de quien me es m�s caro en el mundo, resume todo lo que yo s� del amor. Si el amor exige el sacrificio de todo lo que hace la dignidad de la vida, niego que esto sea el amor�. Andr� Bret�n suscribe como suya la respuesta de una mujer, Suzzanne Muzard, que entre otras cosas dice: �No deseo ser libre, lo que no comporta ning�n sacrificio de mi parte. El amor tal como yo lo concibo no tiene ni barrera que franquear ni causa que traicionar�. Paul Eluard escribe: �He cre�do largo tiempo hacer al amor el doloroso sacrificio de mi libertad, pero todo ha cambiado; la mujer que yo amo no se muestra m�s ni inquieta ni celosa, me deja libre y yo tengo el valor de serlo. Demandada a un hombre honrado semejante prenda no puede sino destruir su amor o conducirlo a la muerte�. No escasean las
observaciones finas y sagaces en las respuestas de escritores de otros
campos. Luc Durtain reconoce en la tercera una "pregunta de
amante" y envidia a quien la formula. No se podr�a ciertamente,
pensar en la funci�n exaltante de la ausencia a la edad de J. H. Rosny
cuya respuesta comienza diciendo: "Ninguna esperanza, estoy en el
ocaso de mi vida". Maurice Heine remarca: �La vida no es
exclusivamente s�rdida, ni el amor necesariamente admirable. �No se
puede concebir una vida admirable por haber triunfado de un amor s�rdido?�.
Y la respuesta que en otro tiempo habr�a pasado por ser la m�s
superrealista, al menos como lenguaje, es la de Blaise Cendrars: �Yo
pongo en el amor una sola esperanza: la esperanza de la desesperaci�n.
Todo el resto es literatura�. �No pretende Emmanuel Berl que el
superrealismo ha fundado un club de la desesperanza, una literatura de la
desesperanza, una poes�a de la desesperanza? Berl enjuicia todo un fen�meno,
todo un proceso, por un gesto y un s�ntoma. Es un mal cl�nico, a quien
escapa, seguramente, la sutil y entra�able raz�n por la que Eluard es m�s
l�rico que Cendrars.
NOTAS:
1
Publicado en Mundial: Lima, 22 de Marzo de 1930.
2
Prohibiciones de origen m�gico que persisten en la sociedad
contempor�nea.
3
Broma.
4
Una manera de zarzuela. 5 El Intransigente.
|
|