OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL II |
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EL GOBIERNO DE LA GRAN COALICION EN ALEMANIA*
La laboriosa gestaci�n del gabinete que preside el l�der socialista Herman M�ller, denuncia la dificultad del compromiso logrado entre la Social-democracia y el Volkspartei para constituir un gobierno de coalici�n en Alemania. Los socialistas, que en las �ltimas elecciones obtuvieron una magn�fica victoria, han hecho las mayores concesiones posibles a los populistas y Stresseman (Volkspartei), que en dichas elecciones perdieron no pocos asientos parlamentarios. La social-democracia ha vuelto al poder; pero a condici�n de compartirlo con el partido que representa m�s espec�ficamente los intereses de la burgues�a alemana. El programa del gabinete M�ller-Stresseman es un programa de transacci�n, en cuya pr�ctica tienen que surgir frecuentes contrastes. A eliminar en lo posible las causas de conflicto, han estado destinadas, sin duda, las largas negociaciones que han precedido la formaci�n del gobierno. Pero el compromiso, por sagaces que sean sus t�rminos, est� siempre subordinado en su aplicaci�n al juego de las contingencias. La culminaci�n de la victoria de los socialistas habr�a sido el restablecimiento de la coalici�n de Weimar: socialistas, centristas y dem�cratas; la asunci�n del poder por la coalici�n negro-blanco y oro; la restauraci�n en el gobierno de los colores y el esp�ritu republicanos y democr�ticos. Pero una victoria electoral no es la garant�a de una victoria parlamentaria. Las elecciones francesas del 11 de mayo de 1924 dieron la mayor�a al bloque de izquierdas; pero la asamblea salida de ellas concluy� por restablecer en el gobierno a Poincar�. El parlamento y el gobierno parecen ser, adem�s, en Alemania, desde hace alg�n tiempo, una escuela de prudencia y ponderaci�n. Los partidos creen servir mejor sus doctrinas por la transacci�n que por la t�ctica opuesta. Ale�mania est� resuelta a dar al mundo, �que la re�proch� siempre su tiesura, su rigidez y su len�titud�, las m�s voluntarias seguridades de su flexibilidad, de su agilidad, de su ponderaci�n. La elecci�n de Hindenburg, candidato del blo�que de las derechas, que recib�a de los naciona�listas el tono y el verbo, fue estimada por mu�chos como el comienzo de una restauraci�n mo�n�rquica y conservadora, que en poco tiempo habr�a cancelado el esp�ritu y la letra de la cons�tituci�n de Weimar. Mas la ascensi�n de Hindenburg a la presi�dencia tuvo, por el contrario, la virtud de conciliar, poco a poco, a las derechas con las ins�tituciones democr�ticas. El partido populista ya hab�a superado esta prueba. Pero el partido na�cionalista conservaba a�n, enardecido por la ma�rejada reaccionaria, su intransigencia anti-repu�blicana. El paso de la oposici�n al poder, lo obli�g� a abandonarla, al mismo tiempo que a sua�vizar, en obsequio a la pol�tica internacional de Stresseman, su aspereza revanchista. No obstan�te sus cr�ticas y reservas, los nacionalistas han aceptado pr�cticamente la pol�tica de reconcilia�ci�n de Alemania con los vencedores, h�bilmente actuada por Stresseman. Y han relegado, durante largo tiempo, a �ltimo t�rmino, sus reivindi�caciones mon�rquicas. Su colaboraci�n con la rep�blica, aunque dosificada a las circunstancias, ha servido a la estabilizaci�n democr�tica y repu�blicana del Reich. Los nacionalistas han salido diezmados de las �ltimas elecciones, en las cua�les, en cambio, los partidos del proletariado, socialistas y comunistas, han hecho una impo�nente afirmaci�n de su fuerza popular. Los so�cialistas no han podido, a su turno, sustraerse al influjo de esta atm�sfera de moderaci�n y compromiso. El retorno a la coalici�n de Wei�mar no les ha parecido inoportuno y aventurado s�lo a los centristas, sino tambi�n a los pro�pios directores de la social-democracia. Por es�to la participaci�n de Stresseman y el Volkspartei en el gobierno, reclamada tambi�n seguramente por Hindenburg, ha exigido una gesti�n empe�osa, en la cual los jefes socialistas se han sentido impulsados a una estrategia muy cauta. Stresseman, ha discutido con ellos en una posi�ci�n ventajosa. Algunos votos menos en el parlamento, no han restado a su partido absolutamente nada de su significaci�n de �rgano pol�tico de la gran industria y la alta finanza. La so�cial-democracia sabe perfectamente que al parlamentar con los populistas, trata con el estado mayor de la burgues�a alemana. Y, desde este punto de vista, el proceso de estabilizaci�n democr�tica de Alemania nos descubre, en sus ra�ces, un aspecto de la crisis del parlamentarismo o sea de la democracia. La po�tencia de un partido, como lo demuestra este caso, no depende estrictamente de su fuerza elec�toral y parlamentaria. El sufragio universal pue�de disminuir sus votos en la c�mara, sin tocar su influencia pol�tica. Un partido de industriales y banqueros, no es lo mismo que un partido de heterog�neo proselitismo. Al partido socialista, que es un partido de clase, sus ciento cin�cuenta y tantos votos parlamentarios, si le bas�tan para asumir la organizaci�n del gabinete, no lo autorizan a excluir de �ste a la banca y la industria, a menos que opte por un camino re�volucionario que no es el suyo. La gran coalici�n no deja fuera de la mayor�a parlamentaria, sino de un lado a los nacionalistas fascistas y, de otro lado, a los comunistas. A la extrema derecha y a la extrema izquierda. Los comunistas, �que a consecuencia del fracaso de la agitaci�n revolucionaria de 1923 han atravesado un per�odo de crisis interna�, han realizado en las �ltimas elecciones una extraordinaria movilizaci�n de sus efectivos. Grandes masas de simpatizantes, han vuelto a favorecer con sus votos al partido revolucionario. La primera consecuencia de la victoria de la clase obrera en la pol�tica ha sido, por esto, la amnist�a para todos los perseguidos y procesados pol�tico-sociales. Esta amnist�a fue uno de los votos del pueblo. El gobierno no pod�a dejar de sancionarlo. Los socialistas tienen cuatro ministros en el gabinete: M�ller, canciller; Hilferding, Finanzas; Severing, Interior; y Wisel, Trabajo. Pero esta cuantiosa participaci�n en el poder, no es la que corresponde a la fuerza electoral del proletariado. Stresseman y sus amigos pesan en el gobierno de la gran coalici�n, tanto como los ministros de la social-democracia. El equilibrio de este gobierno, por lo tanto, resulta artificial y contingente en grado sumo. Ya se habla de la probabilidad de apuntalarlo en el oto�o pr�ximo, con un remiendo. Y esto es l�gico. La gran coalici�n es un frente demasiado extenso para no ser provisional e interino.
NOTA: * Publicado en Variedades, Lima, 11 de Agosto de 1928.
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