OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL II |
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LA PROTESTA DE LA INTELIGENCIA EN ESPA�A*
Cada d�a se exaspera m�s en Espa�a el conflicto entre la dictadura y la inteligencia. Desde el confinamiento de don Miguel de Unamuno y de Rodrigo Soriano en la isla de Fuerte Ventura, los ataques de la dictadura de Primo de Rivera a la libertad de pensamiento no han reconocido ning�n l�mite. No le basta al dictador de Espa�a la supresi�n de la libertad de prensa y de tribuna o sea de los medios de expresi�n del pensamiento. Parece decidido a obtener la supresi�n del pensamiento mismo. Es probable que a Primo de Rivera y a sus edecanes les parezca que �ste es nada menos que un modo de regenerar a Espa�a. Un general que ha mostrado p�blicamente m�s respeto por una cortesana que por un fil�sofo no puede darse cuenta de que casi los �nicos valores espa�oles que se cotizan a�n en el mundo son sus valores intelectuales y espirituales. Los ibero-americanos sobre todo, no creer�amos viva a Espa�a �viva en la civilizaci�n y en el esp�ritu� sin el testimonio de Unamuno y sin el testimonio de los que, en el castillo de Montjuich o en otra c�rcel de esta inquisici�n marcial, dan fe de que no ha perecido la estirpe de don Quijote. La dictadura de Primo de Rivera y de Mart�nez Anido, en tanto, carece para la historia contempor�nea hasta del inter�s de constituir un fen�meno original de reacci�n o de contrarreforma. Esta dictadura militar no es, como lo ha dicho Unamuno, sino una caricatura de la dictadura fascista. Entre el Marqu�s de la Estrella y Benito Mussolini la diferencia de categor�a es demasiado evidente. Uno y otro representan la Reacci�n. Pero mientras Mussolini es un caso de condottierismo o cesarismo italianos, Primo de Rivera es apenas un caso de pretorianismo sudamericano, con todas las consecuencias y caracter�sticas hist�ricas de una y otra clasificaci�n. Jim�nez de As�a, confinado en las islas Chafarinas por haber protestado contra este r�gimen desde su c�tedra de la Universidad de Madrid, es uno de los representantes de la inteligencia espa�ola que Hisp�no-Am�rica m�s conoce y admira. Este solo t�tulo deb�a haber hecho respetable su persona. Espa�a no tiene hoy otra efectiva continuaci�n en Am�rica que la que le aseguran su ciencia y su literatura. Las universidades hispanoamericanas, que han recibido a Jim�nez de As�a como un embajador de la inteligencia espa�ola, han saludado en �l a la Espa�a verdadera. Por sus claustros habr�a pasado, en cambio, sin ning�n eco una galoneada y condecorada figura oficial. Y uno de los m�ritos de Jim�nez de As�a es, precisamente, la honrada franqueza con que ha dicho a las juventudes hispanoamericanas su opini�n sobre la dictadura de Primo de Rivera y el encendido optimismo con que les ha afirmado su esperanza en la revoluci�n espa�ola. Jim�nez de As�a no ser� uno de los conductores de esta revoluci�n. No es un hombre de acci�n; es s�lo un hombre de ciencia. Su ideolog�a pol�tica me parece imprecisa. Est� nutrida de abstracciones m�s que de realidades. Pero revela, en todo caso, al intelectual honesto, al cual nada puede empujar a una tolerancia c�mplice con el mal. El acta de acusaci�n de Jim�nez de As�a, le atribuye en primer lugar, una campa�a de descr�dito de Espa�a en los pa�ses de Hispano-Am�rica. Pero, desgraciadamente, para Primo de Rivera los llamados a fallar sobre este punto, somos nosotros los hispanoamericanos. Y nosotros certificamos, por el contrario, que en estos pa�ses Jim�nez de As�a no ha dicho ni hecho nada que no merezca ser juzgado como dicho y hecho en servicio de Espa�a. Y del �nico ibero-americanismo que tiene existencia real en esta �poca. La deportaci�n de Jim�nez de As�a; seg�n las entrecortadas noticias cablegr�ficas de Espa�a, forma parte de una extensa ofensiva contra la inteligencia. Don Miguel de Unamuno ha sido reemplazado en su c�tedra de Salamanca, medida que determin�, justamente, la protesta de Jim�nez de As�a, reprimida con su reclusi�n en una isla de l�gubre historia. J. Alvarez del Vayo, el inteligente periodista a quien acaba de dar sonora notoriedad su honrado testimonio sobre la situaci�n rusa, ha sido apresado. S�nchez Rojas, culpable a lo que parece de una conferencia sobre la personalidad de Unamuno, ha sido confinado en Huelva. Y la lista de prisiones y deportaciones de intelectuales es seguramente mucho m�s larga. No la conocemos �ntegramente por el celoso empe�o de la dictadura de encerrar a Espa�a dentro de sus fronteras. Pero las palabras que nos han llegado de una protesta de los m�s esclarecidos y acrisolados escritores y artistas de Espa�a, indican una m�ltiple y sa�uda represi�n del pensamiento. La inteligencia hispano-americana tiene que sentirse solidaria, sin duda, con la espa�ola, en este per�odo de inquisici�n. Abundan ya las expresiones de esta solidaridad. No en balde Unamuno es uno de los m�s altos maestros de la juventud hispano-americana. Pero la condenaci�n hist�rica del r�gimen de Primo de Rivera y Mart�nez Anido no debe fundamentarse sustantivamente en su menosprecio ni en su hostilidad a los intelectuales. Este menosprecio, esta hostilidad no son sino una cara, una expresi�n de la pol�tica reaccionaria. El sentido hist�rico de esta pol�tica se juzga, an�te todo, por los millares de oscuros presos del proletariado, que han pasado hasta ahora por las c�rceles de Barcelona y Madrid.
NOTA: * Publicado en Variedades, Lima, 15 de Mayo de 1926.
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