OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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HISTORIA DE LA CRISIS MUNDIAL |
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DECIMA TERCERA CONFERENCIA1 LA AGITACION REVOLUCIONARIA Y SOCIALISTA DEL MUNDO ORIENTAL E L tema de esta noche es la agitaci�n revolucionaria y nacionalista en Oriente. He explicado ya la conexi�n que existe entre la crisis europea y la insurrecci�n del Oriente. Algunos estadistas europeos encuentran en una explotaci�n m�s met�dica, m�s cient�fica y m�s intensa del mundo oriental, el remedio del malestar econ�mico del Occidente. Tienen el plan audaz de extraer de las naciones coloniales los recursos necesarios para la convalecencia y la restauraci�n de las naciones capitalistas. Que los braceros de la India, del Egipto, del Africa o de la Am�rica Colonial, produzcan el dinero necesario para conceder mejores salarios a los braceros de Inglaterra, de Francia, de Alemania, de Estados Unidos, etc. El capitalismo europeo sue�a con asociar a los trabajadores europeos a su empresa de explotaci�n de los pueblos coloniales. Europa intenta, reconstruir su riqueza, dilapidada duran- te la guerra, con los tributos de las colonias. El capitalismo occidental no consigue la resignaci�n del proletariado occidental a un tenor de vida miserable y paup�rrimo. Se da cuenta de que el proletariado europeo no quiere que recaigan sobre �l las obligaciones econ�micas de la guerra. Y acomete, por esto, la colonial empresa de reorganizar y ensanchar la explotaci�n de los pueblos orientales. El capitalismo europeo trata de sofocar la revoluci�n social de Europa con la distribuci�n entre los trabajadores europeos de las utilidades obtenidas con la explotaci�n de los trabajadores coloniales. Que los trescientos millones de .habitantes de. Europea occidental y Estados Unidos esclavicen a los mil quinientos millones de habitantes del resto de la tierra. A esto se reduce el programa del capitalismo europeo y norteamericano. Al esclavizamiento de la mayor�a atrasada e inculta en beneficio de la minor�a evolucionada y culta del, mundo. Pero este plan es demasiado simplista para ser realizable. A su realizaci�n se oponen varios factores. Europa ha predicado durante mucho tiempo el derecho de los pueblos a la libertad y la independencia. La �ltima guerra ha sido hecha por Inglaterra, por Francia, por los Estados Unidos y por Italia, en el nombre de la libertad y la democracia, contra el imperialismo y la conquista. Al lado de los soldados europeos, han luchado por estos mitos y por estos principios, muchos soldados africanos y asi�ticos. Y estos mitos y estos principios, de los cuales el capitalismo aliado y norteamericano ha hecho tan imprudente y desmedido abuso, han echado ra�ces en el Oriente. La India, el Egipto, Persia, el Africa septentrional, reclaman hoy, invocando la doctrina europea el reconocimiento de su derecho a disponer de s� mismos. El Asia y el Africa quieren emanciparse de la tutela de Europa, en el nombre de la ideolog�a, en el nombre de la doctrina que Europa les ha ense�ado y que Europa les ha predicado. Existe, adem�s, otro, motivo psicol�gico para la insurrecci�n del Oriente. Hasta antes de la guerra, las poblaciones orientales ten�an un respeto supersticioso por las sociedades europeas, por la civilizaci�n occidental, creadoras de tantas maravillas y depositarias de tanta cultura. La guerra y sus consecuencias han aminorado, han debilitado mucho ese respeto supersticioso. Los pueblos de Oriente han visto a los pueblos de Europa combatirse, desgarrarse y devorarse con tanta crueldad, tanto encarnizamiento y tanta perfidia, que han dejado de creer en su superioridad y su progreso. Europa, m�s que su autoridad material sobre Asia y Africa, ha perdido su autoridad moral. Tiene todav�a armas suficientes para imponerse; pero sus armas morales son cada d�a menores. Adem�s la conciencia moral de los pa�ses oc�cidentales ha avanzado tambi�n mucho para que una pol�tica de conquista y de opresi�n sea am�parada y consentida por las masas populares. Antes, el proletariado, no opon�a a la pol�tica co�lonizadora e imperialista de sus gobiernos una resistencia eficaz y convencida. Los trabajadores ingleses, franceses, alemanes, eran m�s o menos indiferentes a la suerte de los trabajadores asi�ticos y africanos. El socialismo era una doctrina internacional; pero su internacionalismo conclu�a en los confines de Occidente, en los l�mites de la civilizaci�n occidental. Los socialistas, los sin�dicalistas, hablaban de liberar a la humanidad; pero, pr�cticamente, no se interesaban sino por la humanidad occidental. Los trabajadores occi�dentales consideraban t�citamente natural la esclavitud de los trabajadores coloniales. Hombres occidentales, al fin y al cabo, educados dentro de los prejuicios de la civilizaci�n occidental, miraban a los trabajadores de Oriente como hombres b�rbaros. Todo esto era natural, era justo. Entonces la civilizaci�n occidental viv�a demasiado orgullosa de s� misma. Entonces no se hablaba de civilizaci�n occidental y civilizaciones orientales, sino se hablaba de civilizaci�n a secas. Entonces la cultura imperante no admi�t�a la coexistencia de dos civilizaciones, no ad�mit�a la equivalencia de civilizaciones, ninguno de esos conceptos que impone ahora el relativismo hist�rico: Entonces; en los l�mites de la civili�zaci�n occidental, comenzaba la barbarie egipcia, barbarie asi�tica, barbarie china, barbarie turca. Todo lo que no era occidental; todo lo que no era europeo, era b�rbaro. Era natural, era l�gico, por consiguiente, que dentro de esta atm�sfera de ideas, el socialismo occidental, y el proletariado occidental, hubiesen hecho del internacionalis�mo una doctrina pr�cticamente europea tambi�n. En la Primera Internacional no estuvieron representados sino los trabajadores europeos y los trabajadores norteamericanos. En la Segunda Internacional ingresaron las vanguardias de los tra�bajadores sudamericanos y de otros trabajadores incorporados en la �rbita del mundo europeo, del mundo occidental. Pero la Segunda Internacional continu� siendo una Internacional de los traba�jadores de Occidente, un fen�meno de la civili�zaci�n y de la sociedad europea: Todo esto era natural y era justo, adem�s, porque la doctrina socialista, la doctrina proletaria, constitu�an una creaci�n, un producto de la civilizaci�n europea y occidental. Ya he dicho, al disertar r�pidamen�te sobre la crisis de la democracia, que la doc�trina socialista y proletaria es hija de la socie�dad capitalista, y burguesa. En el seno de la sociedad medioeval y aristocr�tica se gener� y madur� la sociedad burguesa. De igual modo, en el seno de la sociedad burguesa se genera y madu�ra, actualmente, la sociedad proletaria: La lucha social no tiene, pues, el mismo car�cter en los pueblos de Occidente y en los pueblos de Orien�te. En los pueblos de Oriente, sobrevive hasta el r�gimen esclavista. Los problemas de los pueblos de Oriente son diferentes de los pueblos de Occi�dente. Y la doctrina socialista, la doctrina proletaria, es un fruto de los problemas de los pue�blos de Occidente, un m�todo de resolverlos. La soluci�n aparece donde existe el problema. La soluci�n no puede ser planteada donde el proble�ma no existe a�n. En los pa�ses de Occidente la soluci�n ha sido planteada porque el problema existe. El socialismo, el sindicalismo, las teor�as que apasionaban a las muchedumbres europeas, dejaban por esto indiferentes a las muchedum�bres asi�ticas, a las muchedumbres orientales. No exist�a por esto en -el mundo una solidaridad de muchedumbre explotadas, sino una solida�ridad de muchedumbres socialistas. Este era el sentido, �ste era el alcance, �sta era la exten�si�n de las antiguas internacionales, de la Pri�mera Internacional y de la Segunda Internacio�nal. Y de aqu� que las masas trabajadoras de Eu�ropa no combatiesen en�rgicamente la coloniza�ci�n de las masas trabajadoras de Oriente, tan distantes de sus costumbres, de sus sentimientos y de sus direcciones. Ahora, este estado de �nimo se ha modificado. Los socialistas empiezan a com�prender que la revoluci�n social no debe ser una revoluci�n europea, sino una revoluci�n mundial. Los l�deres de la revoluci�n social perciben y comprenden la maniobra del capitalismo que bus�ca en las colonias los recursos y los medios de evitar o de retardar la revoluci�n en Europa. Y se esfuerzan por combatir al capitalismo, no s�lo en Europa, no s�lo en el Occidente, sino en las colonias. La Tercera Internacional inspira su t�c�tica en esta nueva orientaci�n. La Tercera In�ternacional estimula y fomenta la insurrecci�n de los pueblos de Oriente, aunque esta insurrecci�n carezca de un car�cter proletario y de clases, y sea, antes bien, una insurrecci�n nacionalista. Muchos socialistas han polemizado, precisamen�te, por esta cuesti�n colonial, con la Tercera In�ternacional. Sin comprender el car�cter decisivo que tiene para la revoluci�n social la emancipa�ci�n de las colonias del dominio capitalista, esos socialistas han objetado a la Tercera Interna�cional la cooperaci�n que este organismo presta a esa emancipaci�n pol�tica de las colonias. Sus razones han sido �stas: El socialismo no debe am�parar Sino movimientos socialistas. Y la rebeli�n de los pueblos orientales es una rebeli�n nacio�nalista. No se trata de una insurrecci�n proletaria, sino de una insurrecci�n burguesa. Los tur�cos, los persas, los egipcios, no luchan por ins�taurar en sus pa�ses el socialismo, sino por in�dependizarse pol�ticamente de Inglaterra y de Europa. Los proletarios combaten y se agitan en esos pueblos, confundidos y mezclados con los burgueses. En el Oriente no hay guerra social, sino guerras pol�ticas, guerras de independencia. El socialismo no tiene nada de com�n con esas insurrecciones nacionalistas que no tienden a li�berar al proletariado del capitalismo, sino a li�berar a la burgues�a india, o persa, o egipcia, de la burgues�a inglesa. Esto dicen, esto sostienen algunos l�deres socialistas que no estiman, que no advierten todo el valor hist�rico, todo el valor social de la insurrecci�n del Oriente. En un con�greso memorable, en el Congreso de Halle, Zinovief, a nombre de la Tercera Internacional, de�fend�a la pol�tica colonial de �sta de los ataques de Hilferding, l�der socialista, actual Ministro de Finanzas. Y en esa oportunidad dec�a Zinovief: �La Segunda Internacional estaba limitada a los hombres de color blanco; la Tercera no divide a los hombres seg�n el color. Si vosotros quer�is una revoluci�n mundial, si vosotros quer�is libe�rar al proletariado de las cadenas del capitalis�mo, no deb�is pensar solamente en Europa. Deb�is dirigir vuestras miradas tambi�n al Asia. Hilferding dir� despreciativamente: �Estos asi�ticos, estos t�rtaros, estos chinos! Compa�eros, yo os digo: una revoluci�n mundial no es posible si no ponemos los pies tambi�n en el Asia. All� habita una cantidad de hombres cuatro veces ma�yor que en Europa, y estos hombres son oprimi�dos y ultrajados como nosotros�. Vamos a apro�ximarlos, a acercarlos a1 socialismo o no debe�mos hacerlo? S� Marx ha dicho que una re�voluci�n europea sin Inglaterra se parecer�a solamente a una tempestad en un vaso de agua, nosotros os decimos, oh compa�eros de Alema�nia, que una revoluci�n proletaria sin el Asia no es una revoluci�n mundial. Y esto tiene para nosotros mucha importancia. Tambi�n ayo soy europeo como vosotros; pero siento que Europa es una peque�a parte del mundo. En el Congreso de Mosc� hemos comprendido qu� cosa nos falt� hasta ahora en el movimiento proletario. All� hemos sentido qu� cosa es necesario para que arribe la revoluci�n mundial. Y esta cosa es: el despertar de las masas oprimidas del Asia. Yo os confieso: cuando en Bak� v� centenares de persas y de turcos entonar con nosotros la Internacional, sent� l�grimas en los ojos. Y enton�ces o� el soplo de la revoluci�n mundial�. Y es, por todo esto, que la Tercera Internacional no es ni ha querido ser una Internacional exclusivamente eu�ropea. Al congreso de fundaci�n de la Tercera Internacional asistieron delegados del Partido Obrero Chino y de la Uni�n Obrera Coreana. A los congresos siguientes han asistido delegados persas, turquestanos, armenios y de otros pueblos orientales. Y el 14 de agosto de 1920 se reuni� en Bak� ese gran congreso de los pueblos de Oriente, al cual alude Zinovief, al que concurrie�ron los delegados de 24 pueblos orientales. En ese congreso quedaron echados los cimientos de una Internacional del Oriente, no de una Inter�nacional socialista, sino revolucionaria e insurrec�cional �nicamente. Bajo la presi�n de estos acontecimientos y de estas ideas, los mismos socialistas reformistas, los mismos socialistas democr�ticos, tan saturados de los antiguos prejuicios occidentales, han conclu�do por interesarse mucho m�s que antes en la cuesti�n colonial. Y han comenzado a recono�cer la necesidad de que el proletariado se preo�cupe seriamente de combatir la opresi�n del Oriente y a amparar el derecho de estos pueblos a disponer de s� mismos. Esta actitud nueva de los partidos socialistas, cohibe y coacta a las gran�des naciones capitalistas para emplear contra los pueblos de Oriente la fuerza de las expediciones guerreras. Y as�, vimos el a�o pasado que Ingla�terra, desafiada por Mustaf� Kemal en Turqu�a, no pudo responder a este reto con operaciones de guerra. El Partido Laborista ingl�s inici� una violenta agitaci�n contra el env�o de tropas al Oriente. Los dominios ingleses, Australia, el Transvaal, declararon su voluntad de no consen�tir un ataque a Turqu�a. El gobierno ingl�s se vio obligado a transigir con Turqu�a, a ceder ante Turqu�a, a la cual, en otros tiempos, habr�a aplastado sin piedad. Igualmente, hace tres a�os, vimos al proletariado italiano oponerse resuelta�mente a la ocupaci�n de Albania por Italia. El gobierno italiano fue obligado a retirar sus tro�pas del suelo alban�s. Y a firmar un tratado amis�toso con la peque�a Albania. Estos hechos reve�lan una situaci�n nueva en el mundo. Esta situa�ci�n nueva se puede resumir en tres observacio�nes: l�) Europa carece de autoridad material pa�ra sojuzgar a los pueblos coloniales; 2�) Europa ha perdido su antigua autoridad moral sobre esos pueblos; 3�) La conciencia moral de las naciones europeas no consiente en esta �poca, al r�gimen capitalista, una pol�tica brutalmente opresora y conquistadora contra el Oriente. Existen, en otras palabras, las condiciones hist�ricas, los elementos pol�ticos necesarios para que el Oriente resurja, para que el Oriente se independice, para que el Oriente se libere. As� como; a principios del siglo pasado, los pueblos de Am�rica se independizaron del dominio pol�tico de Europa, porque la situaci�n del mundo, era propicia, era oportuna para su liberaci�n, as� ahora los pueblos del Oriente se sacudir�n tambi�n del dominio pol�tico de Europa, porque la situaci�n del mundo es propicia, es oportuna para su liberaci�n.
NOTAS: 1 Pronunciada el viernes 28 de setiembre de 1923, en el local de la Federaci�n de Estudiantes (Palacio de la Exposici�n) Versi�n reproducida por la revista Caretas, Lima, Mayo de 1951, (N� 8 A�o II).
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