OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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HISTORIA DE LA CRISIS MUNDIAL |
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QUINTA CONFERENCIA1 LA REVOLUCION RUSA CONFORME al programa de este cursa de His�toria de la Crisis Mundial, el tema de la conferencia de esta noche es la Revoluci�n Rusa. El programa del curso se�ala a la conferencia de esta noche el siguiente sumario: La Revoluci�n Rusa. Kerenski. Lenin. La Paz de Brest Litovsk. Rusia y la Entente despu�s de la Revoluci�n. Proceso inicial de creaci�n y consolidaci�n de las instituciones rusas. Antes de disertar sobre estos t�picos, conside�ro oportuna una advertencia. Las cosas que yo voy a decir sobre la Revoluci�n Rusa son cosas elementales. Mejor dicho, son cosas que a otros p�blicos les parecer�an demasiado elementales, demasiado vulgarizadas, demasiado repetidas, porque esos p�blicos han sido abundantemente informados sobre la Revoluci�n Rusa, sus hom�bres, sus episodios. La Revoluci�n Rusa ha inte�resado y contin�a interesando, en Europa, a la curiosidad un�nime de las gentes. La Revoluci�n Rusa ha sido, y contin�a siendo, en Europa, un tema de estudio general. Sobre la Revoluci�n Rusa se han publicado innumerables libros. La Revoluci�n. Rusa ha ocupado puesto de primer orden en todos los diarios y en todas las revistas europeas. El estudio de este acontecimiento no ha estado sectariamente reservado a sus partidarios, a sus propagandistas: ha sido abordado por todos los hombres investigadores, por todos los hom�bres de alguna curiosidad intelectual. Los principales �rganos de la burgues�a euro�pea, los m�s grandes rotativos del capitalismo europeo, han enviado corresponsales a Rusia, a fin de informar a su p�blico sobre las institucio�nes rusas y sobre las figuras de la Revoluci�n. Naturalmente, esos grandes diarios han atacado invariablemente a la Revoluci�n Rusa, han hecho uso contra ella de m�ltiples armas pol�micas, pero sus corresponsales, no todos naturalmente, pero s� muchos de ellos, han hablado con algu�na objetividad acerca de los acontecimientos ru�sos. Se han comportado como simples cronistas de la situaci�n de Rusia. Y esto ha sido, eviden�temente, no por razones de benevolencia con la Revoluci�n Rusa, sino porque esos grandes dia�rios informativos, en su concurrencia, en su com�petencia por disputarse a los lectores, por dispu�tarse la clientela, se han visto obligados a satis�facer la curiosidad del p�blico con alguna serie�dad y con alguna circunspecci�n. El p�blico les reclamaba informaciones m�s o menos serias y m�s o menos circunspectas sobre Rusia, y..ellos, sin disminuir su aversi�n a la Revoluci�n Rusa, ten�an que darle al p�blico esas informacio�nes m�s o menos serias y m�s o menos circuns�pectas. A Rusia han ido corresponsales de la Prensa Asociada de Nueva York, corresponsales del Co�rriere dalla Sera,2 del Messaggero3 y otros gran des rotativos burgueses de Italia, corresponsales del Berliner Tageblatt.4 el gran diario dem�crata de Teodoro Wolf, corresponsales de la prensa londinense. Han ido adem�s, muchos grandes es�critores contempor�neos. Uno de ellos ha sido Wells. Lo cito al azar, lo cito porque la resonan�cia de la visita de Wells a Rusia y del libro qu� escribi� Wells, de vuelta a Inglaterra, ha sido universal, ha sido extens�sima, y porque Wells no es, ni aun entre nosotros, sospechoso de Bol�cheviquismo. Urgidas por la demanda del p�blico estudioso, las grandes casas editoriales de Par�s, de Londres, de Roma, de Berl�n, han editado recopilaciones de las leyes rusas, ensayos sobre tal o cual aspecto de la Revoluci�n Rusa. Estos libros y estos op�sculos, no eran obra de la propaganda bolchevique, eran �nicamente un negocio editorial. Los grandes editores, los grandes libreros ganaban muy buenas sumas con esos libros y esos op�sculos. Y por eso los editaban y difund�an. Se puede decir que la Revoluci�n Rusa estaba de moda. As� como es de buen tono hablar del relativismo y de la teor�a de Einstein, era de buen tono hablar de la Revoluci�n Rusa y de sus jefes. Esto en lo que toca al p�blico burgu�s, al p�blico amorfo. En lo que toca al proletariado, la curiosidad acerca de la Revoluci�n Rusa ha sido naturalmente, mucho mayor. En todas las tribunas, en todos los peri�dicos, en todos los libros del proletariado se ha comentado, se ha estudia- do y se ha discutido la Revoluci�n Rusa. As� en el sector reformista y social-democr�tico como en el sector anarquista, en la derecha, como en la izquierda y en el centro de las organizaciones proletarias, la Revoluci�n Rusa ha sido incesantemente examinada y observada. Por estas razones, otros p�blicos tienen un conocimiento muy vasto de la Revoluci�n Bolchevique, de las instituciones sovietistas, de la Paz de Brest Litovsk, de todas las cosas de que yo voy a ocuparme esta noche, y para esos p�blicos mi conferencia ser�a demasiado elemental, demasiado rudimentaria. Pero yo debo tener en consideraci�n la posici�n de nuestro p�blico, mal informado acerca de este y otros grandes acontecimientos europeos. Responsabilidad que no es suya sino de nuestros intelectuales y de nuestros hombres de estudio que, realmente, no son tales intelectuales ni tales" hombres de estudio sino caricaturas de hombres de estudio, caricaturas de intelectuales. Hablar�, pues, esta noche, como periodista. Narrar�, relatar�, contar�, escuetamente, elementalmente, sin erudici�n y sin literatura. En la conferencia pasada, despu�s de haber examinado r�pidamente la intervenci�n de Italia y la intervenci�n de Estados Unidos en la Gran Guerra, llegamos a la ca�da del zarismo, a los preliminares de la Revoluci�n Rusa. Examinemos ahora los meses del gobierno de Kerensky. Ke�rensky, miembro conspicuo del Partido Socialis�ta-Revolucionario, quien ya os he presentado, tal vez poco amablemente, fue el jefe del gobier�no ruso durante los meses que precedieron a la Revoluci�n de Octubre, esto es a la Revoluci�n Bolchevique. Kerensky presid�a el gobierno de coalici�n de los Socialistas Revolucionarios y los Mencheviques con los Kadetes y los Liberales. Es�te gobierno de coalici�n representaba a los grupos medios de la opini�n rusa. Faltaban en esta coa�lici�n, de un lado los monarquistas, los reaccio�narios, la extrema derecha y, de otro lado, los Bolcheviques, los Revolucionarios Maximalistas, la extrema izquierda. La ausencia de la extrema derecha era una cosa l�gica, una cosa natural. La extrema derecha era el partido derrocado. Era el partido de la fami�lia real. En cambio, la presencia en la coalici�n, y, por lo tanto, en el ministerio presidido por Kerensky, de elementos burgueses, de elementos capitalistas, como los Liberales y los Kadetes, convert�a la coalici�n y convert�a el gobierno en una aleaci�n, en una amalgama, en un conglomerado heterog�neo, anodino, incoloro. Se concibe un gobierno de conciliaci�n, un go�bierno de coalici�n, dentro de una situaci�n de otro, orden. Pero no se concibe un gobierno de conciliaci�n dentro de una situaci�n revolucionaria. Un gobierno revolucionario tiene que ser, por fuerza, un gobierno de facci�n, un gobierno de partido, debe representar �nicamente a los n��cleos revolucionarios de la opini�n p�blica; no debe comprender a los grupos intermedios, no debe comprender a los n�cleos virtualmente, t�citamente conservadores. El gobierno de Kerens�ky adolec�a, pues, de un grave defecto org�nico, de un grave vicio esencial. No encarnaba los idea�les del proletariado ni los ideales de la burgue�s�a. Viv�a de concesiones, de compromisos, con uno Y otro bando. Un d�a ced�a a la derecha; otro d�a ced�a a la izquierda. Todo esto cabe, repito dentro de una situaci�n evolucionista. Pera no cabe dentro de una situaci�n de guerra civil, de lucha armada, de revoluci�n violenta. Los bol�cheviques atacaron, desde un principio, al gobier�no de coalici�n, y reclamaron la constituci�n de un gobierno proletario, de un gobierno obrero, de un gobierno revolucionario en suma. Ahora bien, las agrupaciones proletarias, obreras, eran en Ru�sia cuatro. Cuatro eran los n�cleos de opini�n revolucionaria. Los Mencheviques, o sea los minimalistas, en�cabezados por Martov y Chernov, gente de alguna tradici�n y colaboracionista. Los Socialis�tas revolucionarios, a cuyas filas pertenec�an Kerensky, Zaretelli y otros, que se hallaban dividi�dos en dos grupos, uno de derecha, favorable a la coalici�n con la burgues�a, y el de la izquier�da, inclinado a los Bolcheviques. Los Bolchevi�ques o los maximalistas, el partido de Lenin, de Zinoviev y de Trotsky. Y los Anarquistas que, en la tierra de Kropoktin y de Bakunin, eran, naturalmente; numerosos. En las tres primeras agru�paciones, mencheviques, social-revolucionarios y bolcheviques, se fraccionaban los socialistas. Por�que, como es natural, en la �poca de la lucha con�tra el zarismo todas estas fuerzas proletarias ha�b�an combatido juntas. Hab�a habido discrepan�cias de programa; pero comunidad de fuerzas y sobre todo de esfuerzos contra la autocracia ab�soluta de los zares. �Cu�l era la posici�n, cu�l era la fisonom�a, cu�l era la fuerza de cada una de estas agrupa�ciones proletarias? Los mencheviques y les socia�listas revolucionarios dominaban en el campo, entre los trabajadores de la tierra. Sus n�cleos centrales estaban hechos, m�s que a base de obre�ros manuales, a base de elementos de la clase me�dia de hombres de profesiones liberales, aboga�dos, m�dicos, ingenieros, etc. El ala izquierda de los socialistas revolucionarios reun�a, en verdad,. a muchos elementos netamente proletarios y ne�tamente clasistas, Que, por esto mismo, se sen�t�an atra�dos por la t�ctica y la tendencia bol�cheviques, pero no se decid�an a romper con el ala derecha de la agrupaci�n. Los hombres de la derecha y del centro, como Kerensky, eran los que representaban a los socialistas revolucionarios. Ambos partidos, Mencheviques y Socialistas Revolucionarios, no eran, pues, verdaderos partidos revolucionarios. No representaban al sector m�s din�mico, m�s clasista, m�s homog�neo del socialismo: el proletariado industrial, el proletariado de la ciudad. Los maximalistas eran d�biles en el campo; pero eran fuertes en la ciudad. Sus filas estaban constituidas a bases de elementos netamente proletarios. En el estado mayor maximalista prevalec�a el elemento intelectual; pero la masa de los afiliados era obrera. Los maximalistas actuaban en contacto vivo, intenso, constante, con los trabajadores de las f�bricas y de las usinas. Eran del partido del proletariado industrial de Petrogrado y Mosc�. Los anarquistas eran tambi�n influyentes en el proletariado industrial; pero sus focos centrales eran focos intelectuales. Rusia era, tradicionalmente, el pa�s de la intelectualidad anarquista, nihilista. En los n�cleos anarquistas predominaban intelectuales, estudiantes Por supuesto, los anarquis�tas combat�an tanto como los bolcheviques, y en algunos casos de acuerdo con �stos, a los mencheviques y a los socialistas revolucionarios de Kerensky. Este era el panorama pol�tico del proletariado ruso bajo el gobierno de Kerensky. Conforme a esta s�ntesis de la situaci�n, la mayor�a era de los socialistas revolucionarios y de los menchevi�ques coaligados. Las masas campesinas y la clase media estaban al lado de ellos. Y las masas campesinas significaban la mayor�a en la naci�n agr�cola, en una naci�n poco industrializada como Rusia. Pero en cambio, los bolcheviques contaban con los elementos m�s combativos, m�s organizados, m�s eficaces, con el proletariado industrial, con los obreros de la ciudad. Por otra parte, los mencheviques y los socialistas revolucionarios no pod�an conservar su fuerza, su predominio en las masas campesinas si no satisfac�an dos arraigados ideales, dos urgentes exigencias de esas masas: la paz, inmediata y el reparto de tierras. El gobierno de Kerensky carec�a de libertad para una y otra cosa. Carec�a de libertad para la paz inmediata porque las potencias aliadas, de las cuales era ahijado y protegido, no le consent�an entenderse separadamente con Alemania. Y carec�a de libertad para el reparto de las tierras a los campesinos porque su alianza con los kadetes y los liberales, sus compromisos con la bur�gues�a, sus miramientos con los propietarios de las tierras lo cohib�an, lo coactaban para esta audaz reforma revolucionaria. Kerensky no hac�a, pues, en el gobierno la po�l�tica de las masas socialistas que representaba; hac�a la pol�tica de la burgues�a rusa y de las potencias aliadas. Esta pol�tica impacientaba a las masas. Las masas quer�an la paz. Y la paz no ven�a. Las masas quer�an el reparto de las tierras. Y el reparto de las tierras tampoco ven�a. Pero esta impaciencia de las masas campesinas no habr�a bastado para traer abajo a Kerensky si hubiera sido, efectivamente, s�lo impaciencia de las masas campesinas, en vez de ser, tambi�n, impaciencia del ej�rcito. La guerra era impopu�lar en Rusia. He explicado ya c�mo el gobierno zarista condujo la guerra con mentalidad de gue�rra relativa, esto es con mentalidad de guerra de ej�rcitos y no de guerra de naciones; y c�mo, por consiguiente, el gobierno zarista no hab�a sa�bido captarse la adhesi�n del pueblo a su em�presa militar. El pueblo y el ej�rcito esperaban que de la revoluci�n saliese la paz. La incapacidad de Ke�rensky para llegar a la paz, soliviantaba, pues, en contra de su gobierno al ej�rcito, que no sen�t�a, como los otros ej�rcitos aliados, el mito de la guerra de la Democracia contra la Autocracia, porque la guerra rusa hab�a sido dirigida por la autocracia zarista. El ej�rcito estaba cansado de la guerra, y reclamaba sordamente la paz. Los bolcheviques orientaron su propaganda en un sentido sagazmente popular. Demandaron la paz inmediata y demandaron el reparto de las tierras. Y le dijeron al proletariado: �Ni una ni otra cosa podr� ser hecha por un gobierno de coalici�n con la burgues�a. Hay que reemplazar este gobierno con un gobierno proletario, con un gobierno obrero, con un gobierno de los partidos de la clase trabajadora. Este gobierno debe ser el gobierno de los Soviets�. Y el grito de combate de los bolcheviques fue: ��Todo el poder pol�tico a los Soviets!�. Los Soviets existieron desde la ca�da del zarismo. La palabra soviet quiere decir, en ruso, consejo. Victoriosa la Revoluci�n, derrocado el zarismo, el proletariado ruso procedi� a la organizaci�n de consejos de obreros, campesinos y soldados. Los soviets, los consejos de trabajadores de la tierra y de las f�bricas, se agruparon en Soviets locales. Y los Soviets locales crearon un organismo nacional: el Congreso Pan-Ruso de los soviets. Los soviets representaban, pues, �ntegramente al proletariado. En los soviets hab�a mencheviques, socialistas-revolucionarios, bolcheviques, anarquistas y obreros sin partido. Kerensky y los socialistas revolucionarios y mencheviques no hab�an querido que los soviets ejercitaran directa y exclusivamente el poder. Educados en la escuela de la democracia, respetuosos del parlamentarismo, hab�an querido que ejercitara el poder un ministerio de coalici�n con los partidos burgueses, con partidos sin base en los soviets. Los �rganos del proletariado no eran los �rganos de gobierno, Hab�a en Rusia una situaci�n dual. El grito de los bolcheviques: "�Todo el poder pol�tico a los Soviets!", no quer�a, por tanto, decir: "�Todo el poder pol�tico al Partido Maximalista!" Quer�a decir simplemente: ��Todo el poder pol�tico al proletariado organizado!� Los bolcheviques estaban en minor�a en los soviets, en los cuales prevalec�an los socialistas revolucionarios. Pero su actividad, su dinamismo y su programa les fueron captando cada d�a, mayores afiliados en los soviets de obreros y de soldados. Y pronto los bolcheviques llegaron a ser mayor�a en los Soviets de la capital y de otros centros industriales. Kerensky, por consiguiente, no era contrario al advenimiento exclusivo de los bolcheviques al gobierno. Era contrario a que el gobierno pasase a manos del proletariado, dentro de cuyos organis�mos contaba a�n con la mayor�a. Ketensky y sus hombres proced�an as� porque ten�an miedo de la revoluci�n, porque los aterro�rizaba la idea de que la revoluci�n fuese llevada a sus extremas consecuencias, a su meta final, y porque comprend�an que los bolcheviques, en par�te por su v alimenta personal, y en parte por su programa que era el programa de las masas, acabar�an por conquistar la mayor�a en el seno de las soviets. Bajo la presi�n de los acontecimientos pol�ticos y las sugestiones de las potencias aliadas, el go�bierno de Kerensky cometi� una aventura fatal; la ofensiva del 18 da junio contra los austro�alemanes, La ofensiva militar era para Kerensky una carta arriesgada y peligrosa. Pero era, al me�nos un diversivo transitorio de la opini�n p�blica. El gobierno de Kerenskv quiso distraer hacia el frente la atenci�n popular. Los bolcheviques impugnaron vigorosamente la ofensiva. Los bol�cheviques, como ya he dicho, interpretaban los anhelos de paz de la opini�n p�blica. Adem�s, pensaban que la ofensiva militar entra�aba dos graves peligros para la revoluci�n: si la ofensiva triunfaba, cosa improbable dada las condiciones del ej�rcito, unir�a a la burgues�a y a la peque�a burgues�a, las fortalecer�a pol�ticamente, y aisla�r�a al proletariado revolucionario; si la ofensiva fracasaba, cosa casi segura, la ofensiva originar�a una completa disoluci�n del ej�rcito, una retira�da ruinosa, la p�rdida de nuevos territorios y la desilusi�n del proletariado. Le�n Trotsky define as� en su libro: De la Re�voluci�n de Octubre a la Paz de Brest Litovsk, la posici�n de los bolcheviques ante la ofensiva. La ofensiva, como se hab�a previsto, tuvo la�mentables consecuencias. El ej�rcito ruso sufri� un rudo golpe. El descontento de las masas con�tra Kerensky, el anhelo de la paz inmediata, se acentuaron y se extendieron. Los bolcheviques iniciaron una violenta campa�a de agitaci�n del proletariado. El gobierno de Kerensky reprimi�, sin mira�mientos, esta campa�a de agitaci�n. Muchos bol�cheviques fueron arrestados, otros tuvieron que huir y esconderse. Y dentro de esta situaci�n, sobrevino la tentativa reaccionaria del general Kornilov. Empujado por la burgues�a, que com�plotaba intensamente contra la Revoluci�n, se rebel� contra Kerensky. Pero su intentona reac�cionaria no tuvo eco en los soldados del frente, que deseaban la paz y miraban con hostilidad a los elementos reaccionarios, conocedores de su mentalidad chauvinista y nacionalista. Y los obreros de Petrogrado insurgieron vigo�rosamente en defensa de la Revoluci�n. La insu�rrecci�n de Kornilov abort� completamente, pero sirvi� para aumentar la vigilancia revoluciona�ria de las masas y para robustecer, consecuente�mente, a los bolcheviques. Los bolcheviques re�doblaron el grito: ��Todo el poder gubernativo a los soviets!�. Los socialistas revolucionarios y los menchevi�ques recurrieron entonces, para calmar, para adormecer a las masas, a una maniobra artificio�sa: reunieron una conferencia democr�tica, asam�blea mixta de los soviets y de otros organismos aut�nomos, cuya composici�n aseguraba la ma�yor�a a Kerensky. De la conferencia democr�tica sali� un soviet democr�tico. Y este soviet de�mocr�tico, completado con los representantes de los partidos burgueses aliados de Kerensky, se transform� en parlamento preliminar. Este par�lamento preliminar deb�a preceder a la Asamblea Constituyente. A los bolcheviques los tocaron, en el Parlamento preliminar, cincuenta puestos, pe�ro los bolcheviques abandonaron el Parlamento preliminar. Invitaron a los socialistas-revolucio�narios de izquierda, a aquellos que condivid�an las opiniones de Kerensky, a abandonarlo tambi�n. Pero los socialistas revolucionarios de iz�quierda no se decidieron a romper con Kerens�ky y a unirse a los bolcheviques. La situaci�n se hizo cada vez m�s agitada. La atm�sfera cada vez m�s inflamable. Veamos c�mo se encendi� la chispa final. El soviet de Petrogrado, en defensa de la Re�voluci�n, hab�a constituido un Comit� Militar Re�volucionario, destinado a preservar al ej�rcito de tentativas reaccionarias como las de Kornilov. Este Comit� Militar Revolucionario, organismo fundamentalmente revolucionario y proletario, vi�v�a en pugna con el Estado Mayor de Kerensky. Kerensky conspiraba contra su existencia bas�n�dose en que no era posible que funcionasen en Petrogrado dos estados mayores. El gobierno ve�a en el Comit� Revolucionario el futuro foco de la revoluci�n bolchevique. Re�solvi� entonces tomar una serie de medidas mi�litares que le asegurasen el control militar de Petrogrado. Orden� el alejamiento de Petrogra�do de las tropas adictas al soviet y obedientes al Comit� Militar Revolucionario, y la llamada del frente de tropas nuevas. Estas disposiciones desencadenaron la revoluci�n bolchevique. El 22 de octubre, el Estado Mayor de Kerens�ky convid� a los cuerpos de la guarnici�n a en�viar, cada uno, dos delegados para acordar el alejamiento de las tropas revoltosas. Los cuer�pos de la guarnici�n respondieron que no obe�decer�an sino una resoluci�n del Soviet de Pe�trogrado. Era la declaraci�n expl�cita de la re�beli�n. Algunas tropas, sin embargo, se mostraban a�n vacilantes. Los bolcheviques realizaron con efi�caz actividad, una r�pida propaganda para cap�tarlas a su causa. El gobierno de Kerensky llam� a tropas del frente, estas tropas se pusieron en comunicaci�n con los bolcheviques quienes les ordenaron detener su avance. Y lleg� la jorna�da final. El 25 de octubre las tropas de Petrogrado ro�dearon el Palacio de Invierno, refugio del gobier�no de Kerensky, y Le�n Trotsky, a nombre del Comit� Militar Revolucionario, anunci� al So�viet de Petrogrado que el gobierno de Kerensky cesaba de existir y que los poderes pol�ticos pa�saban desde ese momento a manos del Comit� Revolucionario Militar, en espera de la decisi�n del Congreso Pan-Ruso de los Soviets. El 26 de octubre se reuni� el Congreso de los Soviets. Lenin y Zinoviev, perseguidos bajo el gobierno de Kerensky, reaparecieron, acogidos por grandes aplausos. Lenin presento dos propo�siciones: la paz y el reparto de las tierras a los campesinos. Las dos fueron instant�neamente aprobadas. Los bolcheviques invitaron a los socialistas re�volucionarios de izquierda a colaborar con ellos en la constituci�n del nuevo gobierno, pero los socialistas revolucionarios, vacilantes e irresolu�tos siempre, se excusaron de aceptar. Entonces el Partido Bolchevique asumi� �ntegramente la res�ponsabilidad del gobierno. El Congreso de los So�viets encarg� el poder a un Soviet de Comisarios del Pueblo. La revoluci�n bolchevique tuvo d�as de viva inquietud y constante amenaza. Los empleados y funcionarios p�blicos la sabotearon. Los alumnos de la Escuela Militar se insurreccionaron. Las tro�pas bolcheviques reprimieron esta insurrecci�n. Kerensky, que hab�a logrado fugar del palacio de gobierno, al frente de los cosacos del Gene�ral Crasnoff amenaz� a Petrogrado, pero los bol�cheviques lo derrocaron en Zarskoyeselo. Y Ke�rensky fug� por segunda vez. Los bolcheviques enviaron mensajeros a todas las provincias co�municando la constituci�n del nuevo gobierno y la daci�n de los decretos de paz y de reparto de las tierras. El tel�grafo y los servicios de transporte boi�coteaban e incomunicaban. Las tropas del frente permanecieron fieles a ellos porque eran el par�tido de la paz. Vino un per�odo de negociaciones entre los So�viets y la Entente. Los Soviets propusieron a la Entente la negociaci�n conjunta de la paz. Estas proposiciones no fueron tomadas en cuenta. Los bolcheviques se vieron obligados a dirigirse sepa�radamente a los alemanes. Se iniciaron las ne�gociaciones de Brest Litovsk. Antes y despu�s de ellas hubo conversaciones entre los represen�tantes diplom�ticos de las potencias aliadas y Ru�sia. Pero fue imposible un acuerdo: Los aliados cre�an que los bolcheviques no durar�an casi en el gobierno. La paz de Brest Litovsk fue ine�vitable. Esta es, r�pidamente sintetizada, la historia de la Revoluci�n Rusa. Har� al final de este curso de conferencias, la historia de la Rep�blica de los Soviets. la explicaci�n de la legislaci�n rusa, el estudio de las instituciones rusas, el an�lisis de la pol�tica sovietista. Conforme al programa del curso, que como ya he dicho agrupa los acon�tecimientos con cierta arbitrariedad, pero per�mite su mejor comprensi�n global, en la pr�xi�ma conferencia hablar� de la Revoluci�n Ale�mana. Y llegaremos as� a otro episodio sustancial, a otro cap�tulo primario, de la historia de la crisis mundial que es la historia de la descom�posici�n, y de la decadencia o del ocaso de la or�gullosa civilizaci�n capitalista.
NOTAS:
1
Pronunciada el viernes 13 de julio de 1923 en el local de la. Federaci�n
de Estudiantes (Palacio de la Exposi�ci�n). La Cr�nica del mi�rcoles
18 de julio de 1923 pu�blica una breve rese�a period�stica.
2
Correo de la tarde.
3
Mensajero. 4 Hoja del D�a Berlinesa, peri�dico del Partido De�m�crata alem�n, dirigido por Walther Rathenau. Propiciaba un entendimiento con los socialistas mo�derados, sobre la base de impedir el cambio vio�lento de la econom�a alemana.
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