OBRAS COMPLETAS DE JOS� CARLOS MARIATEGUI |
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IDEOLOG�A Y POL�TICA |
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ANIVERSARIO Y BALANCE[1]
"Amauta" llega con este n�mero a su segundo cumplea�o. Estuvo a punto de naufragar al noveno n�mero, antes del primer aniversario. La admonici�n de Unamuno -"revista que envejece, degenera"- habr�a sido el epitafio de una obra resonante pero ef�mera. Pero "Amauta" no hab�a nacido para quedarse en episodio, sino para ser historia y para hacerla. Si la historia es creaci�n de los hombres y las ideas, podemos encarar con esperanza el porvenir. De hombres y de ideas, es nuestra fuerza. La primera obligaci�n de toda obra, del g�nero de la que "Amauta" se ha impuesto, es esta: durar. La historia es duraci�n. No vale el grito aislado, por muy largo que sea su eco; vale la pr�dica constante, contin�a, persistente. No vale la idea perfecta, absoluta, abstracta, indiferente a los hechos, a la realidad cambiante y m�vil; vale la idea germinal, concreta, dial�ctica, operante, rica en potencia y capaz de movimiento. "Amauta" no es una diversi�n ni un juego de intelectuales puros: profesa una idea hist�rica, confiesa una fe activa y multitudinaria, obedece a un movimiento social contempor�neo. En la lucha entre dos sistemas, entre dos ideas, no se nos ocurre sentirnos espectadores ni inventar un tercer t�rmino. La originalidad a ultranza, es una preocupaci�n literaria y an�rquica. En nuestra bandera, inscribimos esta sola, sencilla y grande palabra: Socialismo. (Con este lema afirmamos nuestra absoluta independencia frente a la idea de un Partido Nacionalista, peque�o burgu�s y demag�gico). Hemos querido que "Amauta" tuviese un desarrollo org�nico, aut�nomo, individual, nacional. Por esto, empezamos por buscar su t�tulo en la tradici�n peruana. "Amauta" no deb�a ser un pla�gio, ni una traducci�n, Tom�bamos una palabra inkaica, para crearla de nuevo. Para que el Per� indio, la Am�rica ind�gena, sintieran que esta revista era suya. Y presentamos a "Amauta" co�mo la voz de un movimiento y de una genera�ci�n. �Amauta" ha sido, en estos dos a�os, una revista de definici�n ideol�gica, que ha recogi�do en sus p�ginas las proposiciones de cuantos, con t�tulo de sinceridad y competencia, han que�rido hablar a nombre de esta generaci�n y de este movimiento. El trabajo de definici�n ideol�gica nos parece cumplido. En todo caso, hemos o�do ya las opiniones categ�ricas y sol�citas en expresarse. Todo debate se abre para los que opinan, no pa�ra los que callan, La primera Jornada de �Amauta" ha concluido. En la segunda jornada, no necesita ya llamarse revista de la �nueva ge�neraci�n", de la "vanguardia�, de las �Izquierdas". Para ser fiel a la Revoluci�n, le basta ser una revista socialista. �Nueva generaci�n�, �nuevo esp�ritu�, �nueva sensibilidad", todos estos t�rminos han envejecido, Lo mismo hay que decir de estos otros r�tulos: "vanguardia", "izquierda", "renovaci�n�. Fueron nuevos y buenos en su hora, Nos hemos servido de ellos para establecer demarcaciones provisionales, por razones contingentes de topograf�a y orientaci�n. Hoy resultan ya demasia�do gen�ricos y anfibol�gicos, Bajo estos r�tulos, empiezan a pasar gruesos contrabandos. La nue�va generaci�n no ser� efectivamente nueva sino en la medida en que sepa ser, en fin, adulta, creadora. La misma palabra Revoluci�n, en esta Am�rica de las peque�as revoluciones, se presta bastante al equivoco. Tenemos que reivindicarla rigurosa e intransigentemente. Tenemos que res�tituirle su sentido estricto y cabal. La revoluci�n latino-americana, ser� nada m�s y nada menos que una etapa, una fase de la revoluci�n mundial. Ser� simple y puramente, la revolu�ci�n socialista. A esta palabra, agregad, seg�n los casos, todos los adjetivos que quer�is: "anti�imperialista", "agrarista", "nacionalista-revolu�cionaria". El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos. A Norte Am�rica capitalista, plutocr�tica, im�perialista, s�lo es posible oponer eficazmente una Am�rica latina o ibera, socialista. La �poca de la libre concurrencia en la econom�a capitalista, ha terminado en todos los campos y todos los aspectos. Estamos en la �poca de los monopo�lios, vale decir de los imperios. Los pa�ses latino�americanos llegan con retardo a la competencia capitalista. Los primeros puestos, est�n ya defi�nitivamente asignados. El destino de estos pa�ses, dentro del orden capitalista, es de simples colonias. La oposici�n de idiomas, de razas, de esp�ritus, no tiene ning�n sentido decisivo. Es rid�culo hablar todav�a del contraste entre una Am�rica sajona materialista y una Am�rica lati�na idealista, entre una Roma rubia y una Gre�cia p�lida. Todos estos son t�picos irremisible�mente desacreditados. El mito de Rod� no obra ya -no ha obrado nunca- �til y fecundamente sobre las almas. Descartemos, inexorablemente, todas estas caricaturas y simulacros de ideolo�g�as y hagamos las cuentas, seria y francamen�te, con la realidad. El socialismo no es, ciertamente, una doctri�na indo-americana. Pero ninguna doctrina, ning�n sistema contempor�neo lo es ni puede ser�lo. Y el socialismo, aunque haya nacido en Euro�pa, como el capitalismo, no es tampoco espec�fi�co ni particularmente europeo. Es un movimien�to mundial, al cual no se sustrae ninguno de los pa�ses que se mueven dentro de la �rbita de la civilizaci�n occidental. Esta civilizaci�n condu�ce, con una fuerza y unos medios de que nin�guna civilizaci�n dispuso, a la universalidad. In�do Am�rica, en este orden mundial, puede y de�be tener individualidad y estilo; pero no una cultura ni un sino particulares. Hace cien a�os, debimos nuestra independencia como naciones al ritmo de la historia de Occidente, que desde la colonizaci�n nos impuso ineluctablemente su comp�s. Libertad, Democracia, Parlamento, So�beran�a del Pueblo, todas las grandes palabras que pronunciaron nuestros hombres de enton�ces, proced�an del repertorio europeo. La histo�ria, sin embargo, no mide la grandeza de esos hombres por la originalidad de estas ideas, sino por la eficacia y genio con que las sirvieron. Y los pueblos que m�s adelante marchan en el con�tinente son aquellos donde arraigaron mejor y m�s pronto. La interdependencia, la solidaridad, de los pueblos y de los continentes, eran sin em�bargo, en aquel tiempo, mucho menores que en �ste. El socialismo, en fin, est� en la tradici�n americana. La m�s avanzada organizaci�n co�munista, primitiva, que registra la historia, es la inkaica. No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en Am�rica calco y copia. Debe ser creaci�n heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra pro�pia realidad, en nuestro propio lenguaje, al so�cialismo indo-americano. He aqu� una misi�n dig�na de una generaci�n nueva. En Europa, la degeneraci�n parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, despu�s de la guerra, designaciones especificas. En los pueblos donde ese fen�meno no se ha produci�do, porque el socialismo aparece reci�n en su proceso hist�rico, la vieja y grande palabra con�serva intacta su grandeza. La guardar� tambi�n en la historia, ma�ana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcaci�n que hoy distinguen pr�cticas y m�todos, hayan desaparecido. Capitalismo o Socialismo. Este es el proble�ma de nuestra �poca. No nos anticipamos a las s�ntesis, a las transacciones, que s�lo pueden operarse en la historia. Pensamos y sentimos co�mo Gobetti que la historia es un reformismo mas a condici�n de que los revolucionarios operen como tales. Marx, Sorel, Lenin, he ah� los hombres que hacen la historia. Es posible que muchos artistas e intelectua�les apunten que acatamos absolutamente la auto�ridad de maestros irremisiblemente comprendi�dos en el proceso por "la trahison des clercs�. Confesamos, sin escr�pulo, que nos sentimos en los dominios de lo temporal, de lo hist�rico, y que no tenemos ninguna intenci�n de abandonar�los. Dejemos con sus cuitas est�riles y sus lacri�mosas metaf�sicas, a los esp�ritus incapaces de aceptar y comprender su �poca. El materialis�mo socialista encierra todas las posibilidades de ascensi�n espiritual, �tica y filos�fica. Y nunca nos sentimos m�s rabiosa y eficaz y religiosa�mente idealistas que al asentar bien la idea y los pies en la materia. NOTA: 1 Editorial de �Amauta�, N� 17, a�o II, Lima, Setiembre de 1928.
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