OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

LA NOVELA Y LA VIDA

  

     

MOTIVOS DE CARNAVAL1

 

I

No desde�emos gravemente los pretextos fr�volos. Ning�n pretexto es bastante fr�volo para no poder servir a una reflexi�n seria. El carnaval, por ejemplo, es una de las mejores ocasiones de asomarse a la psicolog�a y a la sociolog�a lime�as.

El 28 de julio es la fecha c�vica en que Lima asume, con la mayor dignidad posible, su funci�n de capital de la rep�blica. Pero, por esto mismo, por su �nfasis de fecha nacional, no consigue ser caracter�sticamente lime�a. (Tiene, con todo, a pesar de las ediciones extraordinarias de los diarios, un tono municipal, una reminiscencia de cabildo). La Navidad, malograda por la importaci�n, carece de su sentido cristiano y europeo: efusi�n dom�s�tica, decorado familiar, lumbre hogare�a. Es una navidad estival, c�lida, con traje de palm beach,2 en la que las barbas in�vernales de Noel y los pinos n�rdicos ha�cen el efecto de los animales ex�ticos en un jard�n de aclimataci�n. Navidad calleje�ra, con cornetas de heladero, sin fr�o, sin nieve, sin intimidad y sin albura. La no�chebuena, la misa de gallo, los nacimien�tos nos han legado una navidad volca�da en las calles y las plazuelas, sin m�s color tradicional que el de aguinaldo infan�til. La procesi�n de los Milagros es, acaso, la fiesta m�s castiza y significativamente lime�a del a�o. Es uno de los aportes de la fantas�a creadora del negro a la historia lime�a, si no a la historia nacional. No tie�ne ese paganismo dram�tico que debe haber en las procesiones sevillanas. Ex�presa el catolicismo colonial de una ciu�dad donde el negro se asimil� al blanco, el esclavo al se�or, engri�ndolo y acun�ndolo. Tradicional, plebeya, tiene bien asentadas sus ra�ces.

El carnaval lime�o era tambi�n lime�o, mulato, jaranero; pero no pod�a subsistir en una �poca de desarrollo urbano e industrial. En esta �poca ten�a que imponerse el gusto europeizante y modernista de los nuevos ricos, d� la clase media, de categor�as sociales, en suma, que no pod�an dejar de avergonzarse de los gustos populares. La ciudad aristocr�tica pod�a tolerar, se�orialmente, durante el carnaval, la ley del suburbio; la ciudad burguesa, aunque parezca parad�jico, deb�a forzosamente atacar, en pleno proceso de democratizaci�n, este privilegio de la plebe. Porque el demos,3 ni en su sentido cl�sico ni en su sentido occidental, no es la plebe.

La fiesta se aburgues� a costa de su car�cter. Lo que no es popular no tiene estilo. La burgues�a carece de imaginaci�n creadora; la clase media �que no es propiamente una clase sino una zona de transici�n� mucho m�s. Entre nosotros, sin cuidarse de la estaci�n ni la latitud, reemplazaron el carnaval criollo �un poco brutal y grosero, pero espont�neo, instintivo; veraniego� por un carnaval extranjero, invernal, para gente acatarrada. El cambi� .ha asesinado la antigua alegr�a de la fiesta; la alegr�a nueva, p�lida, exigua, no logra aclimatarse. Se la mantiene viva a fuerza de calor artificial. Apenas le falte este calor perecer� desgarbadamente. Las fiestas populares tienen sus propias leyes biol�gicas. Estas leyes exigen que las fiestas se nutran de la alegr�a, la pasi�n, al instinto del pueblo.

II

En los desfiles del carnaval, Lima ense�a su alma melanc�lica, desganada y ap�tica..,La gente circula por la calle coro un poco de automatismo. Su alegr�a es una alegr�a sin convicci�n, t�mida, floja, medida, que se enciende a ratos para apagarse en seguida como avergonzada de su propio �mpetu. El carnaval adquiero cierta solemnidad municipal, cierto gesto c�vico, que coh�be en las calles el instinto jaranero de las masas. Quienes hayan viajado por Europa, sienten en esta fiesta la tristeza sin drama del criollo. Por sus arterias de sentimentaloide displicente no circula sangre dionis�aca, sangre rom�ntica.

III

La fiesta se desenvuelve sin sorpresa, sin espontaneidad, sin improvisaci�n. Todos los n�meros est�n previstos. Y esto es, precisamente, lo m�s contrario a su car�cter. En otras ciudades, el regocijo de la fiesta depende de sus inagotables posibilidades de invenci�n y de sorpresa. El carnaval lime�o nos presenta como un pueblo de, poca imaginaci�n. Es, finalmente, un testimonio en contra de los que a�n esperan que prospere entre nosotros el liberalismo. No tenemos aptitud individualista. La f�rmula manchesteriana4 pierde todo su sentido en este pa�s, donde el parad�jico individualismo espa�ol degener� en fatalismo criollo.

IV

El carnaval es, probablemente, u�a fiesta en decadencia. Representa una supervivencia pagana que conservaba intactos sus est�mulos en el Medioevo cristiano. Era entonces un instante de retorno a la alegr�a pagana. Desde que esta alegr�a re�gres� a las costumbres, los d�as de carna�val perdieron su intensidad. No hab�a ya impulsos reprimidos que explosionaran delirantemente. La bacanal estaba reincor�porada en los usos de la civilizaci�n. La ci�vilizaci�n la ha refinado. Con la m�sica negra ha llegado al paroxismo. El carnaval sobra. El hombre moderno empieza a en�contrarle una faz descompuesta de cad�ver. M�ssimo Bontempelli, que con tanta sensibilidad suele registrar estas emocio�nes, no cree que los hombres hayan ama�do nunca el carnaval. �La atracci�n del carnaval �escribe� est� hecha del miedo de la muerte y del asco de la materia. La in�venci�n del carnaval es una brujer�a en que se mezclan la sensualidad obscena y lo macabro. Tiene su raz�n de ser en el uso de la m�scara, cuyo origen metaf�sico es, sin duda alguna, f�lico: la desfigura�ci�n de la cara tiende a mostrar a las mu�chedumbres humanas como aglomeracio�nes de cabezas pesadas y avinadas de Priapos.5 Los movimientos de estas mu�chedumbres est�n animados por ese senti�do de agitaci�n est�pida que es propio de los amontonamientos de gusanos, en las cavidades viscerales de tos cad�veres�.

En Europa, el carnaval declina. El cl�si�co carnaval romano no sobrevive sino en los veglioni.6 Y el de Niza no es sine un n�mero del programa de diversiones de los extranjeros de la Costa Azul. La suma�ria requisitoria de Bontempelli traduce, con im�genes pl�sticas, esta decadencia.


NOTAS:

1 Publicado en Mundial: Lima, 24 de Febrero de 1928.

2 Especie de tela ligera, para la estaci�n veranie�ga o playa.

3 El pueblo, como mayor�a soberana.

4 Manchester, ciudad industrial de Inglaterra, se distingui� en las primeras d�cadas del siglo XIX, por ser un activo centro de propaganda tendente a la ampliaci�n del sufragio en pol�tica y al libre cambio en econom�a. "Manchesteriano" llam�se al tipo cl�sico de la democracia capitalista.

5 En la mitolog�a griega, Pr�apo es el dios del libertinaje.

6 Bailes de m�scaras.