OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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LA ESCENA CONTEMPORANEA |
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D'ANNUNZIO
Y EL FASCISMO
D'Annunzio
no es fascista. Pero el fascismo es d'annunziano. El fascismo usa
consuetudinariamente una ret�rica, una t�cnica y una postura d'annunziana. El grito fascista de "�Eia,
eia, alal�!" es un grito de la epopeya de D'Annunzio. Los or�genes
espirituales del fascismo, est�n en la literatura de D'Annunzio y en la
vida de D'Annunzio. D'Annunzio puede, pues, renegar del fascismo. Pero el
fascismo no puede renegar de D'Annunzio. D'Annunzio es uno de los
creadores, uno de los art�fices del estado de �nimo en el cual se ha
incubado y se ha plasmado el fascismo. M�s
a�n. Todos los �ltimos cap�tulos de la historia italiana est�n
saturados de d'annunzianismo. Adriano Tilgher en un sustancioso ensayo
sobre la Tersa Italia1 define el periodo pre-b�lico de 1905 a 1915 como
"el reino incontestado de la mentalidad d'annunziana, nutrida de
recuerdos de la Roma imperial y de las comunas italianas de la Edad Media,
formada de naturalismo pseudopagano, de aversi�n al sentimentalismo
cristiano y humanitario, de culto de la violencia heroica, de desprecio
por el vulgo profano curvado sobre el trabajo servil, de diletantismo
kilometrof�gico con un vago delirio de grandes palabras y de gestos
imponentes". Durante ese periodo, constata Tilgher, la peque�a y la
media burgues�a italiana se alimentaron de la ret�rica de una prensa
redactada por literatos fracasados, totalmente impregnados de
d'annunzionismo y de nostalgias imperiales. Y
en la guerra contra Austria, gesta d'annunziana, se gener� el fascismo,
gesta d'annunziana tambi�n. Todos los l�deres y capitanes del fascismo
provienen de la facci�n que arroll� al gobierno neutralista de Giolitti
y condujo a Italia a la guerra. Las brigadas del fascismo se llamaron
inicialmente haces de combatientes. El fascismo fue una emanaci�n de la
guerra. La aventura de Fiume y la organizaci�n de los fasci
fueron dos fen�menos gemelos, dos fen�menos sincr�nicos y sinfr�nicos.
Los fascistas de Mussolini y los arditi2
de D'Annunzio fraternizaban. Unos y otros acomet�an sus empresas al grito
de "�Eia, aia, alal�!" El fascismo y el fiumanismo se
amamantaban en la ubre de la misma loba como R�mulo y Remo. Pero, nuevos
R�mulo y Remo tambi�n, el destino quer�a que uno matase al otro. El
fiumanismo sucumbi� en Fiume ahogado en su ret�rica y en su poes�a. Y
el fascismo se desarroll�, libre de la concurrencia de todo movimiento
similar, a expensas de esa inmolaci�n y de esa sangre. El
fiumanismo se resist�a a descender del mundo astral y ol�mpico de su
utop�a, al mundo contingente, precario y prosaico de la realidad. Se sent�a
por encima de la lucha de clases, por encima del conflicto entre la idea
individualista y la idea socialista, por encima de la econom�a y de sus
problemas. Aislado de la tierra, perdido en el �ter, el Humanismo estaba
condenado a la evaporaci�n y a la muerte. El fascismo, en cambio, tom�
posici�n en la lucha de clases. Y, explotando la ojeriza de la clase med�a
contra el proletariado, la encuadr� en sus filas y la llev� a la batalla
contra la revoluci�n y contra el socialismo. Todos los elementos
reaccionarios, todos los elementos conservadores, m�s ansiosos de un
capit�n resuelto a combatir contra la revoluci�n que de un pol�tica
inclinado a pactar con ella, se enrolaron y concentraron en los rangos del
fascismo. Exteriormente, el fascismo conserv� sus aires d'annunzianos;
pero interiormente su nuevo contenido social, su nueva estructura social,
desalojaron y sofocaron la gaseosa ideolog�a d'annunziana. El fascismo ha
crecido y ha vencido no como movimiento d'annunziano sino como movimiento
reaccionario; no como inter�s superior a la lucha de clases sino como
inter�s de una de las clases beligerantes. El fiumanismo era un fen�meno
literario m�s que un fen�meno pol�tico. El fascismo en cambio, es un
fen�meno eminentemente pol�tico. El condotiori
del fascismo ten�a que ser, por consiguiente, un pol�tico, un caudillo
tumultuario, plebiscitario, demag�gico. Y el fascismo encontr� por esto
su duce, su animador en Bonito
Mussolini, y no en Gabriel D'Annunzio. El fascismo necesitaba un l�der
listo a usar, contra el proletariado socialista, el rev�lver, el bast�n y
el aceite castor. Y la poes�a y el aceite castor son dos cosas
inconciliables y dis�miles. La
personalidad de D'Annunzio es una personalidad arbitraria y vers�til que
no cabe dentro de un partido. D'Annunzio es un hombre sin filiaci�n y sin
disciplina ideol�gicas. Aspira a ser un gran actor de la historia. No le
preocupa el rol sino su grandeza, su relieve, su est�tica. Sin embargo,
D'Annunzio ha mostrado, malgrado su elitismo y su aristocratismo, una
frecuente e instintiva tendencia a la izquierda y a la revoluci�n. En
D'Annunzio no hay una teor�a, una doctrina, un concepto. En D'Annunzio
hay sobre todo, un ritmo, una m�sica, una forma. Mas este ritmo, esta m�sica, esta forma, han tenido, a
veces, en algunos sonoros episodios de la historia del gran poeta, un
matiz y un sentido revolucionarios. Es que D'Annunzio ama el pasado; pero
ama m�s el presente. El pasado lo provee y lo abastece de elementos
decorativos, de esmaltes arcaicos, de colores raros y de jerogl�ficos
misteriosos. Pero el presente es la visa. Y la vida es la fuente de la
fantas�a y del arte. Y, mientras la reacci�n es el instinto de
conservaci�n, el estertor ag�nico del pasado, la revoluci�n es la
gestaci�n dolorosa, el parto sangriento del presente. Cuando, en 1900. D'Annunzio ingres� en la C�mara italiana, su carencia de filiaci�n, su falta de ideolog�a, lo llevaron a un esca�o conservador. Mas un d�a de pol�mica emocionante entre la mayor�a burguesa y din�stica y la extrema izquierda socialista y revolucionaria. D'Annunzio, ausente de la controversia teor�tica sensible s�lo al latido y a la emoci�n de la vida, se sinti� atra�do magn�ticamente al campo de gravitaci�n de la minor�a. Y habl� as� a la extrema izquierda: "En el espect�culo de hoy he visto de una parte muchos muertos que gritan, de la otra pocos hombres vivos y elocuentes. Como hombre de intelecto, marcho hacia la vida". D'Annunzio no marchaba hacia el socialismo, no marchaba hacia la revoluci�n. Nada sab�a ni quer�a saber de teor�as ni de doctrinas. Marchaba simplemente hacia la vida. La revoluci�n ejerc�a en �l la misma atracci�n natural y org�nica que el mar, que el campo, que la mujer, que la juventud y que el combate. Y,
despu�s de la guerra, D'Annunzio volvi� a aproximarse varias veces a la revoluci�n. Cuando
ocup� Fiume, dijo que el fiumanismo era la causa de todos los pueblos
oprimidos, de todos los pueblos irredentos. Y envi� un telegrama a Lenin.
Parece que Lenin quiso contestar a D'Annunzio. Pero los socialistas
italianos se opusieron a que los Soviets tomaran en serio el gesto del
poeta. D'Annunzio invit� a todos los sindicatos de Fiume a colaborar con
�l en la elaboraci�n de la constituci�n fiumana. Algunos hombres del
ala izquierda del socialismo, inspirados por su instinto revolucionario,
propugnaron un entendimiento con D'Annunzio. Pero la burocracia del
socialismo y de los sindicatos rechaz� y excomulg� esta proposici�n her�tica,
declarando a D'Annunzio un diletante, un aventurero. La heterodoxia y el
individualismo del poeta
repugnaban a su sentimiento revolucionario. D'Annunzio, privado de toda
cooperaci�n doctrinaria, dio a Firme una constituci�n ret�rica. Una
constituci�n de tono �pico que es sin duda, uno de los m�s curiosos
documentos de la literatura pol�tica de estos tiempos. En la portada de
la Constituci�n del Arengo del Carnaro est�n escritas estas palabras:
"La vida es bella y digna de ser magn�ficamente vivida". Y en
sus cap�tulos e incisos, la Constituci�n de Fiume asegura a los
ciudadanos del Arengo del Carnero, una asistencia pr�vida, generosa e
infinita para su cuerpo, para su alma, para su imaginaci�n y
su m�sculo. En la Constituci�n de Fiume existen toques de comunismo. No
del moderno, cient�fico y dial�ctico comunismo, de Marx y de Lenin, sino
del ut�pico y arcaico comunismo de la Rep�blica de Plat�n, de la Ciudad
del Sol de Campanella y de la Ciudad de San Rafael de John Ruskin. Liquidada
la aventura de Fiume, D'Annunzio
tuvo un per�odo de contacto y de negociaciones con algunos l�deres del
proletariado. En su villa de Gardone, se entrevistaron con �l D'Aragona y
Baldesi, secretarios de la Confederaci�n General del Trabajo. Recibi�,
tambi�n la visita de Tchicherin, que tornaba de G�nova a Rusia. Pareci�
entonces inminente un acuerdo de D'Annunzio con los sindicatos y con el
socialismo. Eran los d�as en que los socialistas italianos, desvinculados
de los comunistas, parec�an pr�ximos a la colaboraci�n ministerial.
Pero la dictadura fascista estaba en marcha. Y, en vez de D'Annunzio y los
socialistas, conquistaron la Ciudad Eterna Mussolini y los "camisas
negras". D'Annunzio
vive en buenas relaciones con el fascismo. La dictadura de las
"camisas negras" flirtea con el Poeta. D'Annunzio, desde su
retiro de Gardone, la mira sin rencor, y sin antipat�a. Pero se mantiene esquivo y
hura�o a toda mancomunidad con ella. Mussolini ha auspiciado
el pacto marinero redactado por
el Poeta que es una especie de padrino de la gente del mar. Los
trabajadores del mar se someten voluntariamente a su arbitraje y a su
imperio. El poeta de "La Nave" ejerce sobre ellos una autoridad
patriarcal y teocr�tica. Vedado de legislar para la tierra, se contenta
con legislar para el mar. El mar lo comprende mejor que la tierra. Pero
la historia tiene como escenario la tierra y no el mar. Y
tiene
como
asunto
central la pol�tica y, no la poes�a. La pol�tica que reclama
de sus actores contacto constante y met�dico con la realidad, con
la
ciencia, con la econom�a, con todas aquellas cosas que la megaloman�a de
los poetas desconoce y desde�a. En una �poca normal y quieta de la
historia
D'Annunzio no habr�a sido un protagonista de la pol�tica. Porque en �pocas
normales y quietas la pol�tica es un negocio administrativo y burocr�tico.
Pero en esta �poca de neo-romanticismo, en esta �poca de renacimiento
del H�roe, del Mito y de la Acci�n, la pol�tica cesa de ser oficio
sistem�tico de la burocracia y de la ciencia. D'Annunzio, tiene, por eso,
un sitio en la pol�tica contempor�nea. S�lo que D'Annunzio, ondulante y
arbitrario, no puede inmovilizarse dentro de una secta ni enrolarse en un
bando. No es capaz de marchar con la reacci�n ni con la revoluci�n. Menos a�n es
capaz
de afiliarse a la ecl�ctica y sagaz zona intermedia de la democracia y de
la, reforma. Y
as�, sin
ser
D'Annunzio
consciente y espec�ficamente reaccionario, la reacci�n es parad�jica y
enf�ticamente d'annunziana. La reacci�n en Italia ha tomado del
d'annunzianismo el gesto, la pose y el acento. En otros pa�ses la reacci�n
es m�s sobria, m�s brutal, m�s desnuda. En Italia, pa�s de la
elocuencia y de la ret�rica, la reacci�n necesita erguirse sobre un
plinto suntuosamente decorado por los frisos, los bajo relieves y las
volutas de la literatura d'annunziana. NOTAS:
1
La Tersa Italia o Tercera
Italia. Despu�s de la imperial o romana y de la del renacimiento. V�ase
el art�culo Sobre "Las tres Romas� de J. C. Mari�tegui en El Alma Matinal y Otras Estaciones del hombre. 2 As� se llamaban los secuaces de D'Annunzio. |
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