OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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LA ESCENA CONTEMPORANEA |
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LA REVOLUCION TURCA Y EL Y ISLAM
La democracia opone a; la impaciencia revolu�cionaria una tesis evolucionistas "la Naturaleza no hace saltos". Pero la investigaci�n y la expe�riencia actuales, contradicen, frecuentemente, es�ta tesis absoluta. Prosperan tendencias anti-evolucionistas en el estudio de la biolog�a y de la historia. Al mismo tiempo, los hechos contempo�r�neos desbordan del cauce evolucionista. La guerra mundial ha acelerado, evidentemente, entre otras crisis, la del pobre evolucionismo. (Apa�recido en este tiempo, el darwinismo habr�a en�contrado escaso cr�dito. Se habr�a dicho de �l que llegaba con excesivo retraso). Turqu�a, por ejemplo, es el escenario de una transformaci�n vertiginosa e ins�lita. En cinco a�os, Turqu�a ha mudado radicalmente sus instituciones, sus rumbos y su mentalidad. Cinco a�os han bastado para que todo el poder pase del Sult�n al Demos y para que en el asiento de una vieja teocracia se instale una rep�blica demo-liberal y laica. Turqu�a, d� un salto, se ha uniformado con Europa, en la cual fue antes un pueblo extranjero, impermeable y ex�tico. La vida ha adquirido en Turqu�a una pulsaci�n nueva. Tiene las inquietudes, las emociones y los problemas de la vida europea. Fermenta en Turqu�a, casi con la misma acidez que en Occidente, la cuesti�n social. Se siente tambi�n ah� la onda comunista. Contempor�neamente, el turco abandona la poligamia, se vuelve mon�gamo; reforma sus ideas jur�dicas y aprende el alfabeto europeo. Se incorpora, en suma, en la civilizaci�n occidental. Y al hacerlo no obedece a una imposici�n extra�a ni externa. Lo mueve un espont�neo impulso interior. Nos hallamos en presencia de una de las transiciones m�s veloces de la historia. El alma turca parec�a absolutamente adherida al Islam, totalmente consustanciada en su doctrina. El Islam, como bien se sabe, no es un sistema �nicamente religioso y moral sino tambi�n pol�tico social y la ley mosaica, El Cor�n1 da a sus creyentes normas de moral, de derecho de gobierno y de higiene. Es un c�digo universal, una construcci�n c�smica. La vida turca ten�a fines distintos de los de la vida occidental. Los m�viles del occidental son utilitarios y pr�cticos; los del musulm�n son religiosos y �ticos. En el derecho y las instituciones jur�dicas de una y otra civilizaci�n se reconoc�a, por consiguiente, una inspiraci�n diversa. El Califa del islamismo conservaba, en Turqu�a; el poder temporal. Era Califa y Sult�n. Iglesia y Estado constitu�an una misma instituci�n. En su superficie empezaban a medrar algunas ideas europeas; algunos g�rmenes occidentales. La revoluci�n de 1908 hab�a sido un esfuerzo por aclimatar en Turqu�a el liberalismo, la ciencia y la moda europeos. Pero el Cor�n continuaba dirigiendo la sociedad turca. Los representantes de la ciencia otomana cre�an, generalmente, que la naci�n se desarrollar�a dentro del islamismo, Fatim Effendi, profesor de la Universidad de Estambul, dec�a que el progreso del islamismo "se cumplir�a no por importaciones extranjeras sino por una evoluci�n interior". El doctor Chehabeddin Bey agregaba que el pueblo turco, desprovisto de aptitud para la especulaci�n, "no hab�a sido nunca capaz de la herej�a ni del cisma" y que o pose�a una imaginaci�n bastante creadora, un juicio suficientemente cr�tico para sentir la necesidad de rectificar sus creencias. Prevalec�an, en suma, respecto al porvenir de la teocracia turca, previsiones excesivamente optimistas y confiadas. No se conced�a mucha trascendencia a las filtraciones del pensamiento occidental, a los nuevos intereses de la econom�a y de la producci�n. Revistemos r�pidamente los principales episodios de la revoluci�n turca. Conviene recordar, previamente, que, antes de la guerra mundial,2 Turqu�a era tratada por Europa como un pueblo inferior, como un pueblo b�rbaro. El famoso r�gimen de 1as capitulaciones acordaba en Turqu�a, a los europeos, diversos privilegios fiscales y jur�dicos. El europeo gozaba en la naci�n turca de un fuero espacial. Se hallaba por encima de El Cor�n y de sus funcionarios. Luego, las guerras balc�nicas dejaron muy disminuidas la potencia y la soberan�a otomanas. Y tras de ellas vino la Gran Guerra. Su sino hab�a empujado a Turqu�a al lado del bloque austro-alem�n. El triunfo del bloque enemigo pareci� decidir la ruina turca. La Entente miraba a Turqu�a con enojo y rencor inexorables. La acusaba de haber causado un prolongamiento cruento y peligroso de la lucha. La amenazaba con una punici�n tremenda, El propio Wilson, tan sensible al derecho de libre determinaci�n de los pueblos, no sent�a ninguna piedad por Turqu�a. Toda la ternura de su coraz�n universitario y presbiteriano estaba acaparada por los armenios y los jud�os. Pensaba Wilson que el pueblo turco era extra�o a la civilizaci�n europea y que deb�a ser expelido para siempre de Europa. Inglaterra, que codiciaba la posesi�n de Constantinopla, de los Dardanelos y del petr�leo turco, se adher�a naturalmente a esta predicaci�n. Hab�a prisa de arrojar a los turcos al Asia. Un ministerio d�cil a la voluntad de los vencedores se constituy� en Constantinopla. La funci�n de este ministerio era sufrir y aceptar, mansamente, la mutilaci�n del pa�s. La somnolienta �nima turca eligi� ese instante dram�tico y doloroso para reaccionar. Insurgi�, en Anatolia, Mustaf� Kemal Pach�, jefe del ej�rcito de esa regi�n. Naci� la Sociedad de Trebizonda para la defensa de los derechos de la naci�n. Se form� el gobierno de la Asamblea Nacional de Angora. Aparecieron, sucesivamente, otras facciones revolucionarias: el ej�rcito verde, el grupo del pueblo y el Partido Comunista. Todas coincid�an en la resistencia al imperialismo aliado, en la descalificaci�n del impotente y domesticado gobierno de Constantinopla y en la tendencia a una nueva organizaci�n social y pol�tica. Esta erecci�n del �nimo turco detuvo, en parte, las intenciones de la Entente. Los vencedores ofrecieron a Turqu�a en la conferencia de S�vres una paz que le amputaba dos terceras partes de su territorio, pero que le dejaba, aunque no fuese sino condicionalmente, Constantinopla y un retazo de tierra europea. Los turcos no eran expulsados del todo de Europa. La sede del Califa era respetada. El gobierno de Constantinopla se resign� a suscribir este tratado de paz. Mustaf� Kemal, a nombre del gobierno de Anatolia, lo repudi� categ�ricamente. El tratado no pod�a ser aplicado sino por la fuerza. En tiempos menos tempestuosos, la Entente habr�a movilizado contra Turqu�a su inmenso poder militar. Pero era la �poca de la gran marea revolucionaria. El orden burgu�s estaba demasiado sacudido y socavado para que la Entente lanzase sus soldados contra Mustaf� Kemal. Adem�s, los intereses brit�nicos chocaban en Turqu�a con los intereses franceses. Grecia, largamente favorecida por el trabajo de S�vres, acept� la misi�n de imponerlo a la rebelde voluntad otomana. La guerra greco-turca tuvo algunas fluctuaciones. Mas, desde el primer d�a, se contrast� la fuerza de la revoluci�n turcas Francia se apresur� a romper el frente �nico aliado y a negociar y pactar la cooperaci�n rusa. La ola insurreccional se extendi� en Oriente. Estos �xitos excitaron y fortalecieron el anim� de Turqu�a. Finalmente, Mustaf� Kemal bati� al ej�rcito griego y lo arroj� del Asia Menor. Las tropas kemalistas se aprestaron para la liberaci�n de Constantinopla, ocupada por soldados de la Entente. El gobierno brit�nico quiso responder a esta amenaza con una actitud guerrera. Pero los laboristas se opusieron a tal prop�sito. Un acto de conquista no contaba ya, como habr�a contado en otros tiempos, con la aquiescencia o la pasividad de las masas obreras. Y esta fase de la insurrecci�n turca se cerr� con la suscripci�n de la paz de Lausanne que, cancelando el tratado de S�vres, sancion� el derecho de Turqu�a a permanecer en Europa y a ejercitar en su territorio toda su soberan�a. Constantinopla fue restituida al pueblo turco. Adquirida la paz exterior, la revoluci�n inici� definitivamente la organizaci�n de un orden nuevo. Se acentu� en toda Turqu�a una atm�sfera revolucionaria. La Asamblea Nacional dio a la naci�n una constituci�n democr�tica y republicana. Mustaf� Kemal, el caudillo de la insurrecci�n y de la victoria; fue designado Presidente. El Califa perdi� definitivamente su poder temporal. La Iglesia qued� separada del Estado. La religi�n y la pol�tica turcas cesaron de coincidir y confundirse. Disminuy� la autoridad de El Cor�n sobre la vida turca, con la adopci�n de nuevos m�todos y conceptos jur�dicos Pero segu�a en pie el Califato. Alrededor del Califa se form� un n�cleo reaccionario. Los agentes brit�nicos maniobraban simult�neamente en los pa�ses musulmanes a favor de la creaci�n de un Califato d�cil a su influencia. El movimiento reaccionario comenz� a penetrar en la Asamblea Nacional. La Revoluci�n se sinti� acechada y se resolvi� a defenderse con la m�xima energ�a. Pas� r�pidamente de la defensiva a la ofensiva. Procedi� a la abolici�n del Califato y a la secula�rizaci�n de todas las instituciones turcas. Hoy Turqu�a es un pa�s de tipo occidental. Y esta fisonom�a se ir� afirmando cada d�a m�s. Las condiciones, pol�ticas y sociales emanadas de la revoluci�n estimular�n el desarrollo de una nue�va econom�a. La vuelta a la monarqu�a teocr�ti�ca no ser� materialmente posible. La civilizaci�n occidental y la ley mahometana son inconci�liables. El fen�meno revolucionario ha echado hondas ra�ces en el alma otomana. Turqu�a est� enamo�rada de los hombres y las cosas nuevas. Los ma�yores enemigos de la revoluci�n kemalista no son turcos. Pertenecen, por ejemplo, al capitalismo ingl�s. El Times de Londres comentaba senil y lacrimosamente la supresi�n del Califato, �una instituci�n tan ligada a la grandeza pasada de Turqu�a. La burgues�a occidental no quiere que el Oriente se accidentalice. Teme por el contra�rio, la expansi�n de su propia ideolog�a y de sus propias instituciones. Esto podr�a ser otra prue�ba de que ha dejado de representar los intereses vitales de la Civilizaci�n de Occidente. NOTAS: 1 Libros que contiene las revelaciones que Mahoma supuso recibidas de Daos, y que es fundamento de la religi�n mahometana. 2 Se refiere a la Primera Guerra Mundial (1914-1918) |
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