OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
|
LA ESCENA CONTEMPORANEA |
|
|
LLOYD GEORGE
Lenin es el pol�tico de la revoluci�n; Mussollini es el pol�tico de la reacci�n; Lloyd George es el pol�tico del compromiso, de la transacci�n, de la reforma. Ecl�ctico, equilibrista y mediador, igualmente lejano de la izquierda y de la derecha, Lloyd George no es un fautor del orden nuevo ni del orden viejo. Desprovisto de toda adhesi�n al pasado y de toda impaciencia del porvenir, Lloyd George no desea ser sino un artesano, un constructor del presente. Lloyd George es un personaje sin filiaci�n dogm�tica, sectaria, r�gida. No es individualista ni colectivista; no es internacionalista ni nacionalista. Acaudilla el liberalismo brit�nico. Pero esta etiqueta de liberal corresponde a una raz�n de clasificaci�n electoral m�s que a una raz�n de diferenciaci�n program�tica. Liberalismo y conservadorismo son hoy dos escuelas pol�ticas superadas y deformadas. Actualmente no asistimos a un conflicto dial�ctico entre el concepto liberal y el concepto conservador sino a un contraste real, a un choque hist�rico entre la tendencia a mantener la organizaci�n capitalista de la sociedad y la tendencia a reemplazarla con una organizaci�n socialista y proletaria. Lloyd George no es un te�rico, un hierofante de ning�n dogma econ�mico ni pol�tico; es un conciliador casi agn�stico. Carece de puntos de vista r�gidos. Sus puntos de vista son provisorios, mutables, precarios y m�viles. Lloyd George se nos muestra en constante rectificaci�n, en permanente revisi�n de sus ideas. Est�, pues, inhabilitado para la apostas�a. La apostas�a su- pone traslaci�n de una posici�n extremista a otra posici�n antag�nica, extremista tambi�n. Y Lloyd George ocupa invariablemente una posici�n centrista, transaccional, intermedia. Sus movimientos de traslaci�n no son, por consiguiente, radicales y violentos sino graduales y m�nimos. Lloyd George es, estructuralmente, un pol�tico posibilista. Piensa que la l�nea recta es, en la pol�tica como en la geometr�a, una l�nea te�rica e imaginativa. La superficie de la realidad pol�tica es accidentada como la superficie de la Tierra. Sobre ella no se pueden trazar l�neas rectas sino l�neas geod�sicas. Loyd George, por esto, no busca en la pol�tica la ruta m�s ideal sino la ruta m�s geod�sica. Para este cauto, redomado y perspicaz pol�tico el hoy es una transacci�n entre el ayer y el ma�ana. Lloyd George no se preocupa de lo que fue ni de lo que ser�, sino de lo que es. Ni docto ni erudito, Lloyd George es, antes bien, un tipo refractario a la erudici�n y a la pedanter�a. Esta condici�n y su falta de fe en toda doctrina lo preservan de rigideces ideol�gicas y de principiamos sistem�ticos. Ant�poda del catedr�tico, Lloyd George es un pol�tico de fina sensibilidad, dotado de �rganos �giles para la percepci�n original, objetiva y cristalina de los hechos. No es un comentador ni un espectador sino un protagonista, un actor consciente de la historia. Su retina pol�tica es sensible a la impresi�n veloz y estereosc�pica del panorama circundante. Su falta de aprehensiones y de escr�pulos dogm�ticos le consiente usar los procedimientos y los instrumentos m�s adaptados a sus intentos. Lloyd George asimila y absorbe instant�neamente las sugestiones y las ideas �tiles a su orientamiento espiritual. Es avisado, sagaz y fl�xiblemente oportunista. No se obstina jam�s. Trata de modificar la realidad contingente, de acuerdo con sus previsiones, pero si encuentra en esa realidad excesiva resistencia, se contenta con ejercitar sobre ella una influencia m�nima. No se obceca en una ofensiva inmatura. Reserva su insistencia, su tenacidad, para el instante propicio, para la coyuntura oportuna. Y est� siempre pronto a la transacci�n, al compromiso. Su t�ctica de gobernante consiste en no reaccionar bruscamente contra las impresiones y las pasiones populares, sino en adaptarse a ellas para en�cauzarlas y dominarlas ma�osamente. La colaboraci�n de Lloyd George en la Paz de Versalles, por ejemplo, est� saturada de su oportunismo y su posibilismo. Lloyd George com�prendi� que Alemania no pod�a pagar una in�demnizaci�n excesiva. Pero el ambiente deliran�te, fren�tico, hist�rico, de la victoria, lo oblig� a adherirse, provisoriamente, a la tesis contraria. El contribuyente ingl�s, deseoso de que los gas�tos b�licos no pesasen sobre su renta, mal infor�mado de la capacidad econ�mica de Alemania, quer�a que �sta pagase el costo integral de la guerra. Bajo la influencia de ese estado de �ni�mo, se efectuaron las elecciones, presurosamente convocadas por Lloyd George a rengl�n seguido del armisticio. Y para no correr el riesgo de una derrota, Lloyd George tuvo que recoger en su programa electoral esa aspiraci�n del elector in�gl�s. Tuvo que hacer suyo el programa de paz de Lord Northcliffe y del Times,1 adversarios sa��udos de su pol�tica. Igualmente Lloyd George era opuesto a que el. Tratado mutilase, desmembrase a Alemania y engrandeciese territorialmente a Francia. Perci�b�a el peligro de desorganizar y desarticular la econom�a de Alemania. Combati�, por consiguiente, la ocupaci�n militar de la ribera izquier�da del Rhin. Resisti� a todas las conspiraciones, francesas contra la unidad alemana. Pero, con�cluy� tolerando que se filtraran en el Tratado. Quiso, ante todo, salvar la Entente y la Paz. Pen�s� que no era la oportunidad de frustrar las in�tenciones francesas. Que, a medida que los es�p�ritus se iluminasen y que el delirio de la victo�ria se extinguiese, se abrir�a paso autom�tica�mente la rectificaci�n paulatina del Tratado. Que sus consecuencias, pre�adas de amenazas para el porvenir europeo, inducir�an a todos los vence�dores a aplicarlo con prudencia y lenidad. Keynes en sus Nuevas consideraciones sobre las con�secuencias econ�micas de la Paz comenta as� esta gesti�n: "Lloyd George ha asumido las responsabilidad de un tratado insensato, inejecutable en parte, que constitu�a un peligro para la vida misma de Europa. Puede alegar, una vez admitidos todos sus defectos, que las pasiones ignorantes del p�blico juegan en el mundo un rol que deben tener en cuenta quienes conducen una democracia. Puede decir que la Paz de Versalles constitu�a la mejor reglamentaci�n provisoria que permit�an las reclamaciones populares y el ca�r�cter de los jefes de Estado. Puede afirmar que, para defender la vida de Europa, ha consa�grado durante dos a�os su habilidad y su fuer�za a evitar y moderar el peligro". Despu�s de la paz, de 1920 a 1922, Lloyd George ha hecho sucesivas concesiones formales, pro�tocolarias, al punto de vista franc�s: ha aceptado el dogma de la intangibilidad, de la infalibilidad del Tratado. Pero ha trabajado perseverantemen�te para-atraer a Francia a una pol�tica t�cita�mente revisionista. Y para conseguir el olvido de las estipulaciones m�s duras, el abandono de las cl�usulas m�s imprevisoras. Frente a la revoluci�n rusa, Lloyd George ha tenido una actitud el�stica. Unas veces se ha erguido, dram�ticamente, contra ella; otras veces ha coqueteado con ella a hurtadillas. Al princi�pio, suscribi� la pol�tica de bloqueo y de inter�venci�n marcial de la Entente. Luego, conven�cido de la consolidaci�n de las instituciones ru�sas, preconiz� su reconocimiento. Posteriormen�te con verbo encendido y enf�tico, denunci� a los bolcheviques como enemigos de la civilizaci�n. Tiene Lloyd George en el sector burgu�s, una visi�n m�s europea que brit�nica �o brit�nica y por esto europea� de la guerra social, de la lucha de clases. Su pol�tica se inspira en los in�tereses generales del capitalismo occidental. Y recomienda el mejoramiento del tenor de vida de los trabajadores europeos, a expensas de las poblaciones coloniales de Asia, Africa, etc. La revoluci�n social es un fen�meno de la civilizaci�n capitalista, de la civilizaci�n europea, El r�gimen capitalista �a juicio de Lloyd George� debe adormecerla, distribuyendo entre los trabajadores de Europa una parte de las utilidades obtenidas de los dem�s trabajadores del mundo. Hay que extraer del bracero asi�tico, africano, australiano o americano los chelines necesarios para aumentar el confort y el bienestar del obrero europeo y debilitar su anhelo de justicia social. Hay que organizar la explotaci�n de las naciones coloniales para que abastezcan de materias primas a las naciones capitalistas y absorban �ntegramente su producci�n industrial. A Lloyd George, adem�s, no le repugna ning�n sacrificio de la idea conservadora, ninguna transacci�n con la idea revolucionaria. Mientras los reaccionarios quieren reprimir marcialmente la revoluci�n, los reformistas quieren pactar con ella y negociar con ella. Creen que no es posible asfixiarla, aplastarla, sino, m�s bien, domesticarla. Entre la extrema izquierda y la extrema derecha, entre el fascismo y el bolchevismo, existe todav�a una heterog�nea zona intermedia, psicol�gica y org�nicamente democr�tica y evolucionista, que aspira a un acuerdo, a una transacci�n entre la idea conservadora y la idea revolucionaria. Lloyd George es uno de los l�deres sustantivos de esa zona templada de la pol�tica. Algunos le atribuyen un �ntimo sentimiento demag�gico. Y lo definen como un pol�tico nost�lgico de una posici�n revolucionaria. Pero este juicio est� hecho a base de datos superficiales de la personalidad de Lloyd George. Lloyd George no tiene aptitudes espirituales para ser un caudillo revolucionario ni un caudillo reaccionario. Le falta fanatismo, le falta dogmatismo, le falta pasi�n. Lloyd George es un relativista de la pol�tica. Y, como todo relativista, tiene ante la vida una actitud un poco risue�a, un poco c�nica, un poco ir�nica y un poco humorista. NOTA: 1 Ver I. O. |
|