OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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LA ESCENA CONTEMPORANEA |
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ORIENTE Y OCCIDENTE
La marea revolucionaria no conmueve s�lo al Occidente. Tambi�n el Oriente est� agitado, in�quieto, tempestuoso. Uno de los hechos m�s ac�tuales y trascendentes de la historia contempo�r�nea es la transformaci�n pol�tica y social del Oriente. Este per�odo de agitaci�n y de gravidez orientales coincide con un per�odo de ins�lito y rec�proco af�n del Oriente y del Occidente por conocerse, por estudiarse, por comprenderse. En su vanidosa juventud la civilizaci�n occi�dental trat� desde�osa y altaneramente a los pueblos orientales. El hombre blanco consider� ne�cesario, natural y l�cito su dominio sobre el hombre de color. Us� las palabras oriental y b�rbaro como dos palabras equivalentes. Pens� que �nicamente lo que era occidental era civilizado. La exploraci�n y la colonizaci�n del Oriente no fue nunca oficio de intelectuales, sino de comercian�tes y de guerreros. Los occidentales desembarca�ban en el Oriente sus mercader�as y sus ametra�lladoras, pero no sus �rganos ni sus aptitudes de investigaci�n, de interpretaci�n y de captaci�n espirituales. El Occidente se preocup� de consu�mar la conquista material del mundo oriental; pero no de intentar su conquista moral. Y as� el mundo oriental conserv� intactas su mentalidad y su psicolog�a. Hasta hoy siguen frescas y vita�les las ra�ces milenarias del islamismo y del bu�dismo. El hind� viste todav�a su viejo khaddar.1 El japon�s, el m�s saturado de occidentalismo de los orientales, guarda algo de su esencia sa�muray.2 Pero hoy que el Occidente, relativista y esc�p�tico, descubre su propia decadencia y prev� su pr�ximo tramonto, siente la necesidad de explorar y entender mejor el Oriente. Movidos por una curiosidad febril y nueva, los occidentales se internan apasionadamente en las costumbres, la historia y las religiones asi�ticas. Miles de artistas y pensadores extraen del Oriente la trama y el color de su pensamiento y de su arte. Europa acopia �vidamente pinturas japonesas y esculturas chinas, colores persas y ritmos indostanos. Se embriaga del orientalismo que destilan el arte, la fantas�a y las vidas rusas. Y confiesa casi un m�rbido deseo de orientalizarse. El Oriente, a su vez, resulta ahora impregnado de pensamiento occidental. La ideolog�a europea se ha filtrado abundantemente en el alma oriental. Una vieja planta oriental, el despotismo, agoniza socavada por estas filtraciones. La China, republicanizada renuncia a su muralla tradicional. La idea de la democracia, envejecida en Europa, reto�a en Asia y en Africa. La Diosa Libertad es la diosa m�s prestigiosa del mundo colonial, en estos tiempos en que Mussolini la declara renegada y abandonada por Europa. ("A la Diosa Libertad la mataron los demagogos", ha dicho el condottiere de los camisas negras). Los, egipcios, los persas, los hind�es, los filipinos, los marroqu�es, quieren ser libres. Acontece, entre otras cosas, que Europa cosecha los frutos de su predicaci�n del per�odo b�lico. Los aliados usaron durante la guerra, para soliviantar al mundo contra los austro-alemanes, un lenguaje demag�gico y revolucionario. Proclamaron enf�tica y estruendosamente el derecho de todos los pueblos a la independencia. Presentaron la guerra contra Alemania como una cruzada por la democracia. Propugnaron un nuevo Derecho Internacional. Esta propaganda emocion� profundamente a los pueblos coloniales. Y terminada la guerra, estos pueblos coloniales anunciaron, en el nombre de la doctrina europea, su voluntad de emanciparse. Penetra en el Asia, importada por el capital europeo, la doctrina de Marx. El socialismo que, en un principio, no fue sino un fen�meno de la civilizaci�n occidental, extiende actualmente su radio hist�rico y geogr�fico. Las primeras Internacionales obreras fueron �nicamente instituciones occidentales. En la Primera y en la Segunda Internacionales no estuvieron representados sino los proletarios de Europa y de Am�rica. Al Congreso de fundaci�n de la Tercera Internacional en 1920 asistieron, en cambio, delegados del Partido Obrero Chino y de la Uni�n, Obrera Coreana. En los siguientes congresos han tomado parte diputaciones persas, turquestanas, armenias. En agosto de 1920 se efectu� en Bak�, apadrinada y provocada por la Tercera Internacional, una conferencia revolucionaria de los pueblos orientales. Veinticuatro pueblos orientales concurrieron a esa conferencia. Algunos socialistas europeos, Hilferding entre ellos, reprocharon a los bolcheviques sus inteligencias con movimientos de estructura nacionalista. Zinoviev, polemizando con Hilferding, respondi�: "Una revoluci�n mundial no es posible sin Asia. Vive all� una cantidad de hombres cuatro veces mayor que en Europa. Europa es una peque�a parte del mundo". La revoluci�n social necesita hist�ricamente la insurrecci�n de los pueblos coloniales. La sociedad capitalista tiende a restaurarse mediante una explotaci�n m�s met�dica y m�s intensa de sus colonias pol�ticas y econ�micas: Y la revoluci�n social tiene que soliviantar a los pueblos coloniales contra Europa y Estados Unidos, para reducir el n�mero de vasallos y tributarios de la sociedad capitalista. Contra la dominaci�n europea sobre Asia y Africa conspira tambi�n la nueva conciencia moral de Europa. Existen actualmente en Europa muchos millones de hombres de filiaci�n pacifista que se oponen a todo acto b�lico, a todo acto cruento, contra los pueblos coloniales. Consiguientemente, Europa se ve obligada a pactar, a negociar, a ceder ante esos pueblos. El caso turco es, a este respecto, muy ilustrativo. En el Oriente aparece, pues, una vigorosa voluntad de independencia, al mismo tiempo que en Europa se debilita la capacidad de coactarla y sofocarla. Se constata, en suma, la existencia de las condiciones hist�ricas necesarias para la liberaci�n oriental. Hace m�s de un siglo, vino de Europa a estos pueblos de Am�rica una ideolog�a revolucionaria. Y conflagrada por su revoluci�n burguesa, Europa no pudo evitar la independizaci�n americana engendrada por esa ideolog�a. Igualmente ahora, Europa, minada por la revoluci�n social, no puede reprimir marcialmente la insurrecci�n de sus colonias. Y, en esta hora grave y fecunda de la historia humana, p�rete qu� algo del alma oriental transmigrara al Occidente y que algo del alma occidental transmigrara al Oriente. NOTAS: 1 Traje nacional hind�. 2 Casta guerrera del Jap�n. |
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