OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

PERUANICEMOS AL PER�

 

EN TORNO AL TEMA DE LA
INMIGRACION*

La Conferencia Internacional de Inmi�graci�n de La Habana, invita a considerar este asunto en sus relaciones con el Per�. Parecen liquidados, por fortuna, los tiempos de pol�tica ret�rica en que, extraviada por las f�ciles lucubraciones de los programas de partido y de gobierno, la opini�n p�blica peruana se hac�a excesivas o desmesuradas ilusiones sobre la capacidad del pa�s para atraer y absorber una inmigraci�n importante. Pero el problema de la inmigraci�n no est� a�n seria y cient�ficamente estudiado, en ninguno de sus dos aspectos: ni en las posibilidades del Per� de ofrecer trabajo y bienestar a los inmigrantes, en grado de determinar una constante y cuantiosa corriente inmigratoria a sus suelos, ni en las leyes que regulan y encauzan las corrientes de inmigraci�n y su aprovechamiento por los pueblos escasamente poblados.

Las restricciones a la inmigraci�n vigentes en los Estados Unidos desde hace algunos a�os, ha mejorado un tanto la posici�n de los dem�s pa�ses de Am�rica en lo concerniente al internamiento de los inmigrantes por sus riquezas y recursos. Pero este es un factor general y pasivo del cual tienen muy poco que esperar los Pa�ses que no se encuentren en condiciones de asegurar a los inmigrantes perspectivas an�logas a las que convirtieron a Norte Am�rica en el m�s grande foco de atracci�n de la inmigraci�n mundial.

Estados Unidos ha sido, en el per�odo; en que aflu�an a su territorio fabulosas masas de inmigrantes, una naci�n en el m�s vigoroso, org�nico y un�nime proceso de crecimiento industrial y capitalista que registra la historia. El inmigrante de aptitudes superiores, hallaba en Estados Unidos el m�ximo de oportunidades de prosperidad o enriquecimiento. El inmigrante modesto, el obrero manual, encontraba, al menos, trabajo abundante y salarios elevados, que en caso de no asimilaci�n le consent�an repatriarse despu�s de un per�odo m�s o menos largo de paciente ahorro. La Argentina y el Brasil, adem�s de las ventajas de su situaci�n sobre el Atl�ntico, han presentado, en otra proporci�n y distinto marco, parecido proceso de desenvolvimiento capitalista. Y, por esta raz�n, se han beneficiado de los aluviones de inmigraci�n occidental en escala mucho mayor que los otros pueblos latinoamericanos.

El Per�, en tanto, no ha podido atraer masas apreciables de inmigrantes por la sencilla raz�n de que, �no obstante su leyenda de riqueza y oro�, no ha estado econ�micamente en condiciones de solicitarlas ni de ocuparlas. Hoy mismo, mientras la colonizaci�n, de la monta�a, que requiere la soluci�n previa y costosa de complejos problemas de vialidad y salubridad, no cree esa regi�n grandes focos de trabajo y producci�n, la suerte del inmigrante en el Per�, es muy aleatoria e insegura. Al Per� no pueden venir, sino en muy exiguo n�mero, obreros industriales. La industria peruana es incipiente y s�lo puede remunerar me�dianamente a contados t�cnicos. Y tampoco pueden venir al Per� campesinos y jornaleros. El r�gimen de trabajo y el tenor de vida de los trabajadores ind�genas del campo y las minas, est�n demasiado por debajo del nivel material y moral de los m�s modestos inmigrantes europeos. El campesino de Italia y de Europa central no aceptar�a jam�s el g�nero de vida que puedan ofrecerle las mejores y m�s prosperas haciendas del Per�. Salarios, vivienda, ambiente moral y social, todo le parecer�a miserable: Las. posibilidades de inmigraci�n polaca, �a pesar de ser Polonia uno de los pa�ses de mayor movimiento emigratorio, a causa de su crisis econ�mica�, est�n circunscritas como se sabe a la monta�a, a d�nde el inmigrantes vendr�a como colono �vale decir como peque�o propietario� y no como bracero. Las leyes de reforma agraria que, despu�s de la guerra, han liquidado en la Europa Central y Oriental �Checoslova�quia, Rumania, Bulgaria, Grecia, etc� los privilegios de la gran propiedad agraria, hacen m�s dif�cil que antes la inmigraci�n de los campesinos de esos pa�ses a pueblos donde no rijan mejores principios de justicia distributiva. El trabajador del campo de Europa, en general, no emigra sino a los pa�ses agr�colas donde se ganan altos salarios o donde existen tierras apropiables. Ni uno ni otro es, por el momento, el caso del Per�.

Las obras de irrigaci�n en la costa, �en tanto que una reforma agraria y del r�gimen de trabajo no se lleve a cabo�, no parecen tampoco destinados a acelerar la inmigraci�n mediante la colonizaci�n de las tierras habilitadas para el cultivo. El derecho de los yanacones y comuneros a la preferencia en la distribuci�n de estas tierras, se impone con fuerza incontestable. No habr�a quien osara proponer su postergaci�n en provecho de inmigrantes extranjeros.

La monta�a, por grande que sea el optimismo que infunda intermitentemente la fortuna de sus pioners, �cuyos innumerables fracasos y penurias tienen siempre menos resonancia� presentar� por mucho tiempo los inconvenientes de su insalubridad y su incomunicaci�n. El inmigrante se aviene cada d�a menos a los riesgos de la selva inh�spita. La raza de Robinson Crusoe se extingue a medida que aumentan las ventajas de la convivencia social y civilizada. Y no aun las razones de patriotismo logran triunfar del leg�timo ego�smo individual, en orden a las empresas de colonizaci�n. Italia no ha logrado dirigir a sus colonias africanas ni las corrientes rumanas ni los capitales que f�cilmente parten a Am�rica, con grave peligro de desnacionalizaci�n, como bien lo siente el fascismo, que se imagina encontrar un remedio en prerroga�tivas incompatibles con la soberbia y el in�ter�s de los estados que reciben y necesitan inmigrantes.

Por las condiciones sociales y econ�micas del pa�s. mucho m�s que por su situaci�n geogr�fica, se explica el que la inmigraci�n que de preferencia ha recibido, haya sido inmigraci�n amarilla. S�lo el cooli chino ha podido trabajar en las haciendas peruanas, en condiciones semejantes al iridio. La agricultura peruana no pudo retener en sus labores al bracero japon�s que, a menos que se arraigue como colono o arren�datario, la deserta apenas le es posible para dedicarse al peque�o comercio, o alg�n oficio o industria.

El experimento de la colonizaci�n de la monta�a con inmigrantes alemanes. y que se detuvo en la colonia del Pozuzo, demuestra la dificultad de asimilar inmigraci�n de esa procedencia. Los colonos del Pozuzo se han enquistado en esa regi�n, sin mezclarse con la poblaci�n nacional, m�s por un sentido de raza, comunidad y civilizaci�n que por la escasez de comunicaciones con los centros poblados. El inmigrante alem�n, por otra parte, es generalmente obrero industrial. Si no puede venir al Per� como comerciante o t�cnico, no encuentra una si�tuaci�n proporcionada a sus aptitudes y aspiraciones.

Inglaterra, por razones de su crisis de desocupaci�n, es el pa�s que acusa, en la estad�stica, una emigraci�n, m�s cuantiosa. Pero ya hemos hecho tambi�n, con el m�s negativo resultado, el ensayo de la inmigraci�n inglesa. Hubo que devolver a su patria a los inmigrantes que vinieron y que, como era natural, regresaron completamente decepcionados.

La inmigraci�n europea que m�s f�cilmente se ha adaptado al pa�s, ha sido la italiana. Pero, por las razones ya expresadas, no encuentra en las condiciones econ�mica  sociales del Per� est�mulos para su crecimiento. Conforme a un resumen estad�stico que, tenemos a la vista, la colonia, italiana del Per� sumaba en 1871, 1,321, personas. En diez a�os aument� a 10,000 para bajar a 4,511, en el per�odo de depresi�n econ�mica que sigui�, a la guerra con Chile. En 1911, se elevaba a 12,000 y de entonces a ac� s�lo ha, crecido en mil personas. La inmigraci�n italiana, en general, se compone en su mayor parte de campesinos. Ocupan el segunda tercero y cuarto lugar en su n�mero, los artesanos, jornaleros y alba�iles, respectivamente.

Espa�a es otro de los principales pa�ses de inmigraci�n, el cuarto en 1925 seg�n los datos estad�sticos de la Oficina Internacional de Trabajo de Ginebra que publicamos m�s abajo. Pero tambi�n la inmigraci�n espa�ola se compone particularmente de campesinos. La Argentina y Cuba son los pa�ses donde pueden obtener remuneraci�n atrayente en el trabajo agr�cola. El Per� no s�lo est� muy lejos; est� adem�s social y econ�micamente retardado.

He aqu� las cifras de inmigraci�n transoce�nica de 1925, seg�n la Oficina Internacional de Trabaj� de la Sociedad de las Naciones: 

Gran Breta�a ....          140,594

Italia                            104,421

Alemania                     62,563

Espa�a                        55,544

Polonia                        38,649

Irlanda                         30,181

Portugal                       21,575 

 

El estudio de la estad�stica de emigraci�n, as� como de la composici�n de las corrientes migratorias europeas, conduce a la conclusi�n de que el Per� tiene que resolver muchos problemas sociales y econ�micos antes que el de la inmigraci�n. Una estad�stica de desocupados, y mejor a�n, una estad�stica del trabajo, es por lo pronto indispensable para conocer la verdadera capacidad actual del pa�s a este respecto.

 

 


NOTA:

* Publicado en Mundial, Lima, 13 de abril de 1928. Apareci� tambi�n en Amauta, N� 13, marzo de 1928, en la secci�n "La Vida Econ�mica", con el t�tulo de "Inmigraci�n": adem�s de peque�as enmiendas al escrito de Mundial, se agreg� algunos p�rrafos, que se han incluido en este art�culo (N. de los E.).