OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

PERUANICEMOS AL PER�

 

LA TRADICION NACIONAL*

Para nuestros tradicionalistas, la tradi�ci�n en el Per� es, fundamentalmente, colo�nial y lime�a. Su conservantismo, pretende imponernos, as�, una tradici�n m�s bien es�pa�ola que nacional. Ya he apuntado en mi anterior art�culo que siempre el tradiciona�lista mutila y fracciona la tradici�n en el Per� y el inter�s clasista y pol�tico de nues�tra casta feudal.

Mientras ha dominado en el pa�s la mentalidad colonialista, hemos sido un pueblo que se reconoc�a surgido de la conquis�ta. La conciencia nacional criolla obedec�a indolentemente al prejuicio de la filiaci�n espa�ola. La historia del Per� empezaba con la empresa de Pizarro, fundador de Lima, El Imperio Incaico no era sentido sino co�mo prehistoria. Lo aut�ctono estaba fuera de nuestra historia y, por ende, fuera de nuestra tradici�n.

Este tradicionalismo empeque�ec�a a la naci�n, reduci�ndola a la poblaci�n crio�lla o mestiza. Pero, impotente para reme�diar la inferioridad num�rica de �sta, no po�d�a durar mucho.

Se puede decir del Per� lo que Waldo Frank dice de Norte Am�rica: que es todav�a un concepto por crear. Mas ya sabernos definitivamente, en cuanto al Per�, que este concepto no se crear� sin el indio. El pasado incaico ha entrado en nuestra historia, reivindicado no por los tradicionalistas sino por los revolucionarios. En esto consiste la derrota del colonialismo, sobreviviente a�n, en parte, como estado social �feudalidad, gamonalismo�, pero batido para siempre como esp�ritu. La revoluci�n ha reivindicado nuestra m�s antigua tradici�n.

Y esto no tiene nada de ins�lito, y ni siquiera nacional no como un ut�pico ideal de restauraci�n rom�ntica, sino como una reintegraci�n espiritual de la historia y la patria peruanas. Reintegraci�n profundamente revolucionaria en su intenci�n y su trascendencia.

A una cr�tica familiarizada con las conciliaciones de la revoluci�n y la tradici�n, el indigenismo de los vanguardistas peruanos no les parece arbitrario. Comentando el primer n�mero de la revista Amauta, "La Fiera Letteraria" se complac�a de que su vanguardismo se armonizase con la m�s anciana tradici�n nacional.

Este criterio, por otra parte, no asoma en la cr�tica s�lo ahora. La filosof�a post-hegeliana de la historia, tiende espont�nea y naturalmente, a la misma conciliaci�n. Hace ya algunos a�os, Mario Missiroli, la formul� en t�rminos absolutos: "La revoluci�n est� ya contenida en la tradici�n. Fuera de la tradici�n, no est� sino la utop�a. He aqu� porqu� Marx injertando su teor�a en el gran tronco del pensamiento moderno concebir� al proletariado como salido del regazo de la burgues�a, y, liquidando toda la, democracia anterior, afirmar� que la lucha de clases en vez de asesinar a la burgues�a capitalista acelera su desarrollo; y Jorge Sorel perfeccionando la doctrina del fil�sofo de Tr�veris propugnar� la misma soluci�n catastr�fica".

La tradici�n nacional se ha ensanchado con la reincorporaci�n del inca�smo, pero esta reincorporaci�n no anula, a su turno, otros factores o valores definitivamente Ingresados tambi�n en nuestra existencia y nuestra personalidad como naci�n. Con la conquista, Espa�a, su idioma y su religi�n entraron perdurablemente eh la historia peruana comunic�ndola y articul�ndola con la civilizaci�n occidental. El Evangelio, como verdad o concepci�n religiosa, val�a ciertamente m�s que la mitolog�a ind�gena. Y, m�s tarde, con la revoluci�n de la Independencia, la Rep�blica entr� tambi�n para siempre en nuestra tradici�n.

El tradicionalismo, el colonialismo, no han perdonado nunca a la Rep�blica su origen y su alcance revolucionarios. Hoy este es ya un t�pico completamente superado. Las responsabilidades de la Rep�blica no son responsabilidades del r�gimen republicano sino del r�gimen colonial, que su pr�ctica �y no su doctrina� dej� subsistente. La Rep�blica, contra lo que pretenden, artificiosa y reaccionariamente sus retardados cr�ticos, no fue un acto rom�ntico. La justifican no s�lo cien a�os de experiencia nacional, sino, sobre todo, la uniformidad con que impuso a toda Am�rica esa forma pol�tica, el movimiento solidario de la independencia, que es absurdo enjuiciar separadamente del vasto y complejo movimiento liberal y capitalista del cual recibi� rumbo e impulso. La monarqu�a constitucional, represent� en Europa una f�rmula de transacci�n y equilibrio entre la tradici�n aristocr�tica y la revoluci�n burguesa. Pero en Europa la tradici�n aristocr�tica y en Am�rica, desde la conquista, que conden� al ostracismo lo aut�ctono, esa tradici�n no era ind�gena sino extranjera.

Nada es tan est�ril como el proceso a la historia, as� cuando se inspira eh un intransigente racionalismo, como cuando reposa en un tradicionalismo est�tico. "Indiestro non si torna".

Cuando se nos habla de tradici�n nacional, necesitamos establecer previamente de qu� tradici�n se trata, porque tenemos una tradici�n triple. Y porque la tradici�n tiene siempre un aspecto ideal �que es el fecundo corlo fermento o impulso de progreso o superaci�n� y un aspecto emp�rico, que la refleja sine contenerla esencialmente. Y porque la tradici�n est� siempre en crecimiento bajo nuestros ojos, que tan frecuentemente se empe�an en quererla inm�vil y acabada.

 

 


NOTA:

* Publicado en Mundial, Lima, 2 de diciembre de 1927