OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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SIGNOS Y OBRAS |
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"POLITICA, FIGURAS, PAISAJES", POR LUIS JIMENEZ DE ASUA1
Con tantos hombres de c�tedra o de letras que, refugi�ndose en un c�modo y cobarde ag�nosticismo de la ciencia y el arte, se sienten exonerados de todo deber civil de combatir o resistir el retorno al despotismo, especialmente si tiene como condotiere2 a un crudo e inculto pretor, Jim�nez de As�a habr�a podido clausurarse en su dominio t�cnico, sentirse penalista y catedr�tico puro, ignorar la suerte de su pueblo, eludir su responsabilidad de ciudadano y de intelectual. Pero Jim�nez de As�a, como don Miguel de Unamuno, tan presente y esencial en todo pensamiento que nos conduzca a Espa�a, como Gregorio Mara��n, pertenece a un tipo de intelectuales que no entienden los deberes de la inteligencia restringidos a un plano profesional sino extendidos a la defensa de todos los valores de la civilizaci�n que no se reducen ciertamente a la ciencia, la c�tedra, el arte. Hombres de sensibilidad exquisita, que reconocen en todo ritorno all'antico,3 en toda reca�da en el absolutismo, en pol�tica, una agresi�n a la cultura, a la civilizaci�n, agresi�n que si no es rechazada victoriosamente comprometer� e insidiar� el progreso de todas las actividades del esp�ritu, a comenzar por aqu�llas que algunos suponen m�s aut�nomas. Jim�nez de As�a ha empezado a reflexionar y a ocuparse en la pol�tica de su patria, solicitado por la necesidad de resistir una reacci�n de este g�nero, que ya ha trascendido a la vida intelectual de su pueblo, de la manera que en alguna parte de su libro comenta. �La vocaci�n por las ciencias del delito �escribe en el pr�logo� me hizo desentenderme, durante largos a�os, de preocupaciones pol�ticas y sociales. A tiempo he comprendido que los t�cnicos que abjuran de su cualidad ciudadana merecen el m�s denso menosprecio. El universo �ntimo de mi ser se ha colonizado por nuevos pobladores, a los que se deben las p�ginas de esta obra. El Directorio4 y los que contin�an ahora sus maneras no son ajenos a esta evoluci�n de mi intimidad, que contemplo con extremo regocijos�. El pensamiento pol�tico de Jim�nez de As�a no est� netamente formulado en su obra. M�s que una doctrina, se dibuja en sus escritos una actitud. Una actitud que no es �nicamente suya y que se podr�a tal vez definir con esta palabra: neoliberalismo, porque la palabra liberalismo sa�be a cosa rancia, bastante desacreditada. Este liberalismo no se estima, doctrinal ni pr�cticamente, inconciliable con el socialismo. Por el contrario, descansa en la convicci�n de que la realizaci�n de la idea liberal, en lo que encierra de m�s esencial, es en nuestro tiempo misi�n del socialismo y de las clases obreras. Es, en sustan�cia, el liberalismo din�mico, dial�ctico hist�rico, del cual ha sido siempre insigne y austero maestro Benedetto Croce, quien exento como pocos pensadores de la misma escuela, de toda gazmo�er�a liberal, o pseudo liberal, condenaba desde 1907 inexorablemente a la reacci�n, con estas palabras: �La pretensi�n de destruir el movimiento obrero, nacido del seno mismo de la burgues�a, ser�a como pretender cancelar la Revoluci�n Francesa, la cual cre� el dominio de la burgues�a. M�s a�n, al absolutismo iluminado del siglo d�cimo octavo, que prepara la revoluci�n, y, de grado en grado, suspirar por la restauraci�n del feudalismo y del Sacro Imperio Romano y por a�adidura el retorno de la historia a sus or�genes, donde no s� si encontrar�a el comunismo primitivo de los soci�logos (y la lengua �nica del profesor Trombetti, pero no se encontrar�a, por cierto, la civilizaci�n). Quien se pone a combatir al socialismo no ya en este o tal momento de la vida de un pa�s, sino en general (digamos as� en su exigencia), est� constre�ido a negar la civilizaci�n y el propio concepto moral sobre el cual la civilizaci�n se funda�. Liberales de esta estirpe, aunque no acepten siempre la etiqueta liberal, son en Europa don Miguel de Unamuno y Bertrand Russell y, en la Am�rica Latina, San�n Cano. Mas esto indica que el liberalismo no tiene continuaci�n y actualidad sino en un plano netamente intelectual y filos�fico; y que si se desciende al terreno de la pol�tica pr�ctica y con- creta, el liberalismo est� representado por con- servadores, atentos s�lo a su t�cnica administrativa y econ�mica y ausentes de su esp�ritu revolucionario, que se obstinan en la tarea reaccionaria de resistir al socialismo, al cual incumbe todo desarrollo posible y l�gico de la idea liberal. Con penetrante percepci�n, un literato ajeno a teorizaciones pol�ticas, como don Ram�n del Valle Incl�n, declara que el deber de todo liberalismo consciente es hacerse socialista. El liberalismo, por tanto, en cuanto quiere permanecer tal, carece de doctrina. Su programa econ�mico es el del socialismo, que recibe todo su patrimonio hist�rico. Y, por consiguiente, no se ve cu�l puede ser, en sentido revolucionario, el oficio de los partidos liberales. El liberal verdadero proclama que su funci�n ha pasado a los partidos socialistas, a la clase trabajadora. El drama del liberalismo est� en su obligaci�n de reconocer que ha llegado la hora de su liquidaci�n como programa econ�mico y como partido pol�tico. Jim�nez de As�a constata que el neoliberalismo espa�ol no puede transigir con el regreso al antiguo r�gimen constitucional y a los hombres y m�todos que lo representaron. �Con independencia de los a�ejos partidos republicanos, cuya �nica misi�n parec�a la de dar ministros al monarca, se ha constituido ya un poderoso n�cleo de acci�n republicana. Espa�a posee, en suma, hombres capaces de regir los destinos del pa�s por rutas certeras y democr�ticas, pero esas juventudes intelectuales, que combaten contra el Directorio y que repudian sus procedimientos, no s�lo quieren luchar contra la epis�dica dictadura vigente sino que desean derrotar al germen de futuros despotismos. No se contentan, pues, con un cambio de m�todos de gobierno, pretenden la sustituci�n del r�gimen monarquico, por una rep�blica democr�tica que viva en estrecha alianza con los obreros. La empresa de derrotar al Directorio no hubiera sido dif�cil si la intelectualidad liberal quisiera convivir con la monarqu�a; pero como sus aspiraciones flechan m�s dilatados horizontes, a�n deber� soportar Espa�a la opresi�n por alg�n tiempo�. El Partido Socialista Espa�ol, a su turno, en su �ltimo congreso, ha revelado, a trav�s de los discursos de Indalecio Prieto y Teodomiro Men�ndez, una acentuada preocupaci�n respecto a la conveniencia de entonar su acci�n con las aspiraciones de la opini�n liberal, hasta transformarse en el n�cleo central de �sta. Prieto y Men�ndez son, sin duda, mucho m�s liberales que socialistas. Son dos liberales que se dan cuenta de que no hay nada que hacer en el liberalismo; pero en quienes los resabios de la pol�tica parlamentaria y electoral, operan todav�a lo bastante para que el liberalismo les parezca, por alg�n tiempo, la mejor pol�tica socialista. Hace falta en Espa�a una clarificaci�n mayor de las ideas para que se arribe a una concentraci�n decisiva de las fuerzas. Tanto las valuaciones de Jim�nez de As�a como las del socialismo oficial, dicen que esa clarificaci�n est� a�n lejos. Las unas y las otras denuncian este hecho: que los liberales no se deciden a ser absoluta y efectivamente liberales, tanto como los socialistas no se deciden a ser efectivamente socialistas.
NOTAS:
1
Publicado en Variedades: Lima,
19 de Setiembre de 1928. En armon�a con una pr�ctica del autor, y en
atenci�n a su car�cter circunstancial, se ha supri�mido del texto un
p�rrafo inicial, que expresaba lo siguiente: �En las nov�simas
ediciones de Historia Nueva que constituyen la primera fase de una labor
de "organizaci�n de la comunidad hisp�nica", ha apa�recido un
libro de Jim�nez de As�a, Pol�tica, Figuras, Paisajes, que inaugura un
cap�tulo de la copiosa bi�bliograf�a del brillante profesor espa�ol.
En este vo�lumen, ha reunido Jim�nez de As�a sus recientes es�critos
sobre temas pol�ticos, culturales y est�ticos, reintegrando a los
primeros cuanto les amputara y recortara la censura, en las planas de La
Libertad, de Madrid. Tenemos aqu� entero y vivo, sin mutilaciones
inquisitoriales, el juicio de Jim�nez de As�a sobre los objetivos de la
batalla liberal contra la dictadura de Primo de Rivera, sobre la amnist�a
y el indulto acor�dados por este gobierno para cancelar las
responsa�bilidades militares de Marruecos, sobre el derecho pe�nal
militar tan entonado en Espa�a a los intereses y sentimientos de la
burocracia marcial, etc. El libro es, ante todo, el alegato escrito de
Jim�nez de As�a contra la dictadura rijosa y flamenca que impone
tem�poralmente a Espa�a un regreso especioso a la monar�qu�a
absoluta�.
2
Conductor, caudillo.
3
Retorno a lo antiguo
4
Dictadura espa�ola impuesta por el General Primo de Rivera.
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