OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

TEMAS DE NUESTRA AMERICA

 

"INDOLOGIA" POR JOSE VASCONCELOS* 

 

Nadie se ha imaginado el destino de Am�rica con tan grande ambici�n ni tan vehemente esperanza, como Jos� Vasconcelos en el prefacio de la Raza C�smica, cuya tesis esencial encuentra explicaci�n y desarrollo admirables en Indolog�a, el �ltimo libro del pensador mexicano. El objeto del Nuevo Mundo, seg�n esta tesis que aspira m�s bien a ser una profec�a, es la creaci�n de una cultura universal. En el suelo de Am�rica se confundir�n todas las razas, para producir la raza c�smica. Concluye con la cultura occidental, que se caracteriza ya por su fuerza expansiva y su ideal ecum�nico, la edad de las culturas particulares. La misi�n de Am�rica es el alumbramiento de la primera civilizaci�n cosmopolita. Universalidad, dice Vasconcelos, debe ser nuestro lema.

Indolog�a, desborda as� los l�mites de una "interpretaci�n de la cultura �bero-americana", que es como nos viene presentada, para tocar los de una utop�a en la m�s pura acepci�n del vocablo. Y por esto no es el libro de un soci�logo ni de un historiador ni de un pol�tico, siendo sin embargo, a un tiempo, historia, sociolog�a, pol�tica, por ser el libro de un fil�sofo. La filosof�a recobra aqu� su cl�sica funci�n de ciencia universal, que domina y contiene todas las ciencias y que se siente destinada, no s�lo a explicar e iluminar la vida, sino a crearla, proponi�ndole las metas de una incesante superaci�n. El fil�sofo retorna a una tradici�n en que encontramos a Plat�n y su Rep�blica, para aplicar todas las conquistas del conocimiento a la con�cepci�n de un arquetipo o plan superior de so�ciedad y de civilizaci�n.

Esta concepci�n, por la libertad y la audacia con que se mueve en el tiempo, se coloca fuera del alcance de la cr�tica, forzada a contentarse con el an�lisis de sus materiales hist�ricos y cient�ficos. El secreto de la arquitectura imagi�nada con estos materiales, no se entrega sino parcialmente o fragmentariamente. Es un secreto del esp�ritu creador.

Vasconcelos construye su tesis sin cuidarse de sistematizarla con l�gica rigurosa y pedante. Su procedimiento no conduce a la formalizaci�n r�gida. Y su obra, tiene por esto, como �l lo anhela, m�s de musical que de arquitect�nica. El pensamiento de Vasconcelos, afronta los riesgos de los m�s: intr�pidos vuelos; pero se complace siempre en. retornar a la naturaleza y a la vida, de las cuales extrae su energ�a. El concepto se mezcla en sus obras con el relato, la impresi�n, la poes�a. Su prosa, tiene un contagioso calor l�rico. Cada idea nos descubre, en seguida, en Vasconcelos, su ra�z, su proceso �estoy casi por decir que su biograf�a�. Por esto, el gran mexicano, no nos ofrece nunca tesis fr�as, ideas congeladas, sino un pensamiento m�vil, viviente c�lido, expresado con su fluencia y su movimiento. Y, por esto, tambi�n, su obra tiene en parte un car�cter marcadamente autobiogr�fico �como sucede en el pr�logo de Indolog�a y las cr�nicas de viaje de La Rasa C�smica� que proviene de una profunda adhesi�n, m�s que el concepto mismo, a las percepciones que lo nutren, a la naturaleza que le presta matiz y emoci�n, al hecho que le comunica dinamismo y le atribuye objeto.

�C�mo llega Vasconcelos a su teor�a de la misi�n de Am�rica: cultura universal y raza c�smica? Para entender bien esta concepci�n hay que conocer sus leyes, su andamiaje te�rico. Vasconcelos, los expone as�: �La primera hip�tesis que tomo para organizar el concepto de nuestros ideales colectivos, y que me sirve como de h�lice propulsora en el vuelo del pensamiento hacia el futuro, es mi teor�a de los tres estados de la civilizaci�n. Veo el problema del mundo, no ya subdividido en misiones parciales que a cada raza y a cada per�odo hist�rico ha correspondido desarrollar, sino englobado en tres grandes ciclos, hacia los cuales ha venido convergiendo la historia y cuya consecuci�n todav�a no alcanzamos a mirar. Esos tres grandes ciclos son: el materialista, el intelectualista y el est�tico. No insistir� en el desarrollo de esta tesis, que ya varias veces he procurado esbozar y definir. Insisto solamente en asentarla y a�ado que la historia de cada una de las grandes civilizaciones podr�a demostrarnos la aparici�n sucesiva de cada una de estas �pocas que se caracterizan por el predominio, ya de uno, ya de otro de los factores que sirven de base a la diferenciaci�n. El per�odo militar, que corresponde al r�gimen de tribu; el per�odo del intercambio, las convenciones y los arreglos inteligentes, que corresponde al desarrollo de las instituciones y de la civilizaci�n, y, finalmente, el per�odo est�tico que corresponde a la concepci�n emotiva, religiosa y art�stica de la vida. Tercer per�odo, que ha sido para todas las grandes culturas como una meta. no obstante que todas, hasta hoy, han deca�do antes de alcanzarla. Han deca�do porque la corrupci�n interna, al traicionar las normas superiores, las ha puesto otra vez a merced del apetito y la incredulidad en el ideal�.

Nuestra civilizaci�n no ha cumplido a�n, seg�n Vasconcelos, su ciclo intelectual, dividido por el autor de Indolog�a en tres per�odos: el del abogado, el del economista y el del ingeniero. El primero corresponde al de la elaboraci�n del derecho y la sujeci�n a sus leyes de las relaciones de los individuos como d� los pueblos. El segundo debe conducir al sometimiento del capital a los fines colectivos; al triunfo de los t�cnicos de la econom�a sobre los capitanes de la industria privada; vale decir a la realizaci�n del socialismo. El tercero ser� el per�odo de la t�cnica, de la ingenier�a, del dominio de todas las fuerzas y resistencias de la naturaleza, por la ciencia aplicada. (Vasconcelos har�a justicia a Lenin, si reconociera al genial revolucionario la gloria de haber so�ado, como nadie antes que �l, en esta etapa, cuando planeaba con iluminado empe�o la electrificaci�n de Rusia).

Pero estos per�odos progresan sin duda paralelamente. M�s optimista que Vasconcelos, yo pienso que de los dos �ltimos �el del economista y el del ingeniero� el mundo contempor�neo nos presenta ya logradas anticipaciones. Aunque Vasconcelos, con una falta de justicia y de lucidez que consternan en una mente como la suya se inclin� a negarlo, la obra de la Revoluci�n Rusa representa un gigantesco esfuerzo de racionalizaci�n de la econom�a. Y el avance heroicamente ganado por Rusia hacia el socialismo �en medio de un mundo hostil, dentro del cual ni a�n los fil�sofos m�s atrevidos en su previsi�n del porvenir son capaces de mirarla sin prejuicios� nos indica que no tocar� a Estados Unidos, sino a la Uni�n Sovi�tica, la realizaci�n del sometimiento del dinero y la producci�n a los principios de la econom�a y la justicia sociales.

La ausencia que los esp�ritus de la nueva generaci�n tenemos que constatar, con un poco de tristeza y desencanto, en la obra de Vasconcelos, es la ausencia de un sentido m�s agudo y despierto de lo presente. La �poca reclama un idealismo m�s pr�ctico, una actitud m�s beligerante. Vasconcelos nos acompa�a f�cil y generosamente a condenar el presente, pero no a entenderlo ni utilizarlo. Nuestro destino es la lucha m�s que la contemplaci�n. Esta puede ser una limitaci�n de nuestra �poca, pero no. tenemos tiempo para discutirla, sino apenas para aceptarla. Vasconcelos coloca su utop�a demasiado lejos de nosotros. A fuerza de sondear en el futuro, pierde el h�bito de mirar en el presente. Conocemos y admiramos su f�rmula: "Pesimismo de la realidad; optimismo del ideal". Pero observando la posici�n a que lleva al que la profesa demasiado absolutamente, preferimos sustituirla por esta otra: "Pesimismo de la realidad; optimismo de la acci�n". No nos basta condenar la realidad, queremos transformarla. Tal vez esto nos obligue a reducir nuestro ideal; pero nos ense�ar�, en todo caso, el �nico modo de realizarlo. El marxismo nos satisface por eso: porque no es un programa r�gido sino un m�todo dial�ctico.

Estas observaciones no niegan ni aten�an el valor de la obra de Vasconcelos como aporte a una revisi�n revolucionaria de la historia. Vasconcelos tiene como historiador y soci�logo juicios magistrales. Es imposible, por ejemplo, no suscribir, el siguiente: "Si no hubiese tantas otras causas de orden moral y de orden f�sico que explican perfectamente el espect�culo aparentemente desesperado del enorme progreso de los sajones en el Norte y el lento paso desorientado de los latinos en el Sur, s�lo la comparaci�n de los dos sistemas de los reg�menes de propiedad, bastar�a para explicar las razones del contraste: En el Norte no hubo reyes que estuviesen disponiendo de la tierra ajena como de cosa propia. Sin mayor "gracia" de parte de sus monarcas y m�s bien en cierto estado de rebeli�n moral contra el monarca ingl�s, los colonizadores del Norte fueron desarrollando un sistema de propiedad privada, en el cual cada quien pagaba el precio de su tierra y no ocupaba sino la extensi�n que pod�a cultivar. As� fue que en lugar de encomiendas hubo cultivos y en vez de una aristocracia guerrera y agr�cola, con timbres de turbio abolengo real, abolengo cortesano de abyecci�n y homicidio, se desarroll� en el Norte una aristocracia de la aptitud, que es lo que se llama democracia, una democracia que en sus comienzos, no reconoci� m�s preceptos que los del lema franc�s: "libertad, igualdad, fraternidad".

Pienso, empero, que el juicio de Vasconcelos sobre la diferencia esencial entre la sociedad fundada en el Norte por los sajones y la fundada en el Centro y Sur por los �beros, no est� exento de cierto romanticismo. Lo que fundamentalmente distingue a ambas sociedades no es una raza ni una tradici�n diversas. Es m�s bien el hecho de que con los sajones vino la Reforma, esto es la revoluci�n espiritual de la cual deb�a nacer todo el fen�meno capitalista e industrialista, mientras que con los espa�oles vino el Medio Evo, esto es la subsistencia de un esp�ritu incompatible con un nuevo principio de propiedad, libertad y progreso. El Medio Evo hab�a ya dado todos sus frutos espirituales y materiales. La conquista fue la �ltima cruzada. Con los conquistadores se acab� la grandeza espa�ola. Despu�s no alumbr� sino en �l misticismo de algunas grandes almas religiosas. Coincido con Vasconcelos en la estimaci�n de la obra civilizadora de las misiones del coloniaje. La reconoc� ya hace alg�n tiempo prop�sito de la funci�n de algunas congregaciones en la agricultura y la educaci�n pr�ctica de los ind�genas, en un ensayo sobre la evoluci�n de la econom�a peruana. Pero deduzco todos los factores de estancamiento latinoamericano de la medioevalidad espa�ola. Espa�a es una naci�n rezagada en el progreso capitalista. Hasta ahora, Espa�a no ha podido a�n emanciparse del Medio Evo. Mientras en Europa Central y Oriental han sido abatidos, como consecuencia de la guerra, los �ltimos bastiones de la feudalidad, en Espa�a se mantienen todav�a en pie, defendidos por la monarqu�a. Quienes ahondar hoy en la historia de Espa�a, descubren que a este pa�s le ha faltado una cumplida revoluci�n liberal y burguesa. En Espa�a el tercer estado no ha logrado nunca una victoria definitiva. El capitalismo aparece cada vez m�s netamente como un fen�meno consustancial y solidario con el liberalismo y con el protestantismo. Este no es propiamente un principio ni una teor�a sino m�s bien una observaci�n experimental o emp�rica. Se constata que los pueblos en los cuales el capitalismo �industrialismo y maquinismo� ha alcanzado todo su desarrollo, son los pueblos anglo-sajones, liberales y protestantes. S�lo en estos pa�ses la civilizaci�n capitalista se ha desarrollado plenamente.

Espa�a es, entre las naciones latinas, la que menos ha sabido adaptarse al capitalismo y al liberalismo. La famosa decadencia espa�ola, a la cual exegetas rom�nticos atribuyen los m�s diversos y extra�os or�genes, consiste simplemente en esta incapacidad. El clamor por la europeizaci�n de Espa�a, ha sido un clamor por su asimilaci�n demo-burguesa y capitalista. L�gicamente, las colonias formadas por Espa�a en Am�rica, ten�an que resentirse de la misma debilidad. Se explica perfectamente el que las colonias de Inglaterra, naci�n destinada a la hegemon�a en la edad capitalista, recibiesen los fermentos y las energ�as espirituales y materiales de un apogeo, mientras las colonias de Espa�a, naci�n encadenada a la tradici�n de edad arist�crata, recib�an los g�rmenes y las taras de una decadencia.

Est� en lo justo Vasconcelos cuando denuncia la tesis de la superioridad absoluta de la raza blanca como un prejuicio imperialista de los anglo-sajones. La Am�rica Latina necesita superar este prejuicio que comporta tambi�n el de la inferioridad de todo mestizaje. Vasconcelos pone en el mestizaje, su esperanza de una raza c�smica. Pero exagera cuando atribuye al esp�ritu de la colonizaci�n espa�ola el cruzamiento de la sangre �bera con la sangre india. Los colonizadores sajones llegaron a Norte Am�rica con sus familias. No encontraron, adem�s, un pueblo con tradici�n y cultura. El conquistador espa�ol, tuvo que tomar como mujer a la india. Y hall� en Am�rica dos culturas avanzadas y respetables: al Norte, la azteca; al Sur, la quechua.

 

 


 

NOTA:

 

* Publicado en Variedades: Lima, 22 de Octubre de 1922.