OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

TEMAS DE NUESTRA AMERICA

 

INSTANT�NEA DEL PANORAMA ELECCIONARIO DE COLOMBIA*

 

Colombia se acerca, con la elecci�n de presi�dente de la rep�blica, a la �ltima etapa de su larga experiencia conservadora. El proceso eleccionario est� descubriendo la irremediable crisis, la apresurada descomposici�n del partido que desde hace mucho tiempo detenta el poder en Colombia. Los conservadores se mantienen divididos en rededor de dos candidaturas irreconciliables: la del General Alfredo V�squez Cobo y la del poeta Guillermo Valencia. Una facci�n que tiende ostensiblemente a la pol�tica dictatorial, al gobierno fuerte, a todo lo que quer�a hacer el truculento represor de las huelgas de la regi�n bananera, el ministro de la ley "heroica", General Rengifo, se separa de la facci�n que, por temor a la aventura, por apego al estilo siempre algo acad�mico del conservadorismo colombiano, encuentra su hombre en Guillermo Valencia. En esta batalla, los dos bandos comprometen todas sus fuerzas, empe�an todos sus recursos. El Arzobispo de Bogot�, Monse�or Perdomo, ha ungido la candidatura de V�squez Cobo con la gracia eclesi�stica, contrariando una tradici�n conservadora y cat�lica codificada en magn�fica prosa por don Marcos Fidel Su�rez, que quiere al clero neutral en la lucha eleccionaria. Y, mientras las dos corrientes conservadoras chocan, en el parlamento se acusa al ex Ministro de Guerra, General Rengifo, llamado a rendir cuentas no s�lo de los desmanes de sus subordinados, excitados por su estridente alal� fascista, sino tambi�n de despilfarros y fraudes, cubiertos con su responsabilidad de ministro. El partido, el clero, el ej�rcito, est�n simult�neamente en causa. Los tres aparatos de la pol�tica conservadora, se pre�sentan descompuestos, detonantes; los tres han roto con el estilo cl�sico de un conservadorismo que siempre ha abundado en rectores ortodoxos y en latinistas arc�dicos.

Un juicio simplista podr�a definir a V�squez Cobo como el m�s conservador y a Guillermo Va�lencia como el m�s liberal de los candidatos conservadores. Pero esto ser�a una interpretaci�n sumaria, propia de gentes que se atienen a datos tan convencionales como la indumentaria y la profesi�n. V�squez Cobo, es, sin duda, un reaccionario a quien entusiasma la idea de emplear en el poder la manera fuerte y marcial, propuesta por Rengifo. Pero, por su misma veleidad tropical de aspirante a un destino dictatorial o fascista, V�squez Cobo es propenso al uso de la demagogia, como lo han sido, por lo dem�s, todos los absolutistas de filiaci�n clerical e hisp�nica. Un editorial de Universidad, la revista de Germ�n Arciniegas �tribuna de Sanin Cano, L�pez de Mesa, Armando Solano y otros intelectuales colombianos altamente cotizados en Hispano-Am�rica� insisten en lo que hay en la designaci�n de V�squez Cobo de gusto por la aventura. La entiende como un modo de "invitar al pa�s a que juegue, a que se haga jugador, a que tire la carta de V�squez Cobo como se tira un dado, con la esperanza de que salgan suertes y que no salgan ases". �Una de las caracter�sticas de nues�tro tiempo �agrega el comentador de Universidad� puesto bajo la presi�n de la desesperanza, es la de apuntarse a la cifra en que menos se puede confiar, para arriesgar m�s y sentir mayores emociones. Es una manera de ser tahures y de sustraerse a las leyes matem�ticas de las probabilidades, que los colombianos odiamos conocer porque nos obliga a pensar en un vivir modesto y disciplinado. Tenemos algo del genio espa�ol, que se lanzaba a la aventura m�s azarosa y enigm�tica, a la aventura del Dorado, pero que no ha podido organizarse nunca en una forma cient�fica para el trabajo consciente y para la disciplina constantes. Bajo este aspecto, la repulsa de Universidad es una repulsa de gente de orden. Guillermo Valencia, hasta por su condici�n de literato, pertenece a esa estirpe de humanistas y oradores que tanto se ha acordado siempre con el gusto del conservantismo colombiano. Su candidatura, aunque est� auspiciada por elementos que aspiran a cierto cambio de hombres y de sistemas dentro del dominio conservador, est� m�s a tono que la de V�squez Cobo con el estilo y la tradici�n de su partido. Y, seg�n t�picos de su programa, trasmitidos por el cable, Valencia no est�, en el fondo, menos contagiado de filofascismo que el General V�squez Cobo. Los hombres de letras, son en esto, m�s proclives al desvar�o y al plagio que los hombres de espada o de negocios. De la hora de la espada, el primero en hablar en Sudam�rica ha sido un poeta, var�n pac�fico, contemplativo y sedentario por excelencia. Valencia, por ejemplo, no ha dejado de hacer suyo el m�s ret�rico pensamiento de Mussolini: el del retorno al agro, el del descongestionamiento de la urbe.

Para un letrado, en el fondo patriarcal y provinciano, de Popay�n, es �ste un gesto f�cil. Su gobierno seria el de una clase de terratenientes, de filiaci�n muy espa�ola y cat�lica, que se arrullar�a a s� misma con su ideal de pueblo agr�cola, mientras el capitalismo imperialista explotaba sus mejores riquezas, y en primer t�rmino, la fuerza de trabajo de sus manos proletarias. Y en cuento a rigor en la represi�n, el poeta Guillermo Valencia no ir�a muy a la zaga del General V�squez Cobo. Universidad ha refrescado la memoria de los colombianos con documentos, como los discursos pronunciados por Antonio Jos� Restrepo en 1925, se�alando a Valencia como persecutor de libros y de ideas bajo la dictadura del General Reyes. El discurso de Valencia en el congreso del mismo a�o, defendiendo la pena capital, certifica la aptitud y complacencia del letrado conservador para emplear su verbo en servicio de la fuerza.

La crisis de la pol�tica conservadora en Colombia, por otra parte, no se expresa toda en estos signos de crisis de partido. San�n Cano me escrib�a no hace mucho que la situaci�n actual de su pa�s se parec�a mucho a la del Per� en los tiempos del guano y del salitre, con la diferencia de que lo que aqu� se derrochaba entonces, proced�a de una riqueza real. Universidad trata con severidad este aspecto de la administraci�n del Dr. Abad�a M�ndez. En 1924, "en pleno r�gimen de la far�ndula de la trapacera", los gastos de la Rep�blica ascend�an a $ 38'913,540. El Dr. Abad�a prometi� entonces una pol�tica de prudencia y de mesura. Los hechos contradijeron sus palabras �escribe el editorialista de Universidad�. De $ 38'913,540 que se gastaron el a�o 24, pas� el nuevo mandatario a gastar en 1928 la suma de 110'812,702, es decir un aumento neto de m�s de setenta millones de pesos o sea de 184 por 100, consumido est�rilmente en empresas bizarras, enterrando millones en los ferrocarriles manejados sin orden, sin plan, sin t�cnica, como lo fueron indicando los azares de la pol�tica�.

Contra esta pol�tica, se agitan en Colombia los liberales, divididos en dos corrientes, una intelectual, que se contenta con el ejercicio de su facultad cr�tica, otra impulsiva, movida en parte por cierta nostalgia de los tiempos de beligerancia heroica del liberalismo, y que por esto representa mejor quiz� la tradici�n del partido. Pero el liberalismo formal, doctrinario, ha envejecido en Colombia como en todas partes. Y la funci�n liberal, en su verdadero sentido hist�rico, ha pasado a otro campo, a otro partido. Al partido que est� ahora en sus tiempos de beligerancia heroica: el socialismo revolucionario.

 

 


 

NOTA:

 

* Publicado en Variedades: Lima, 25 de Setiembre de 1929.