OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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TEMAS DE NUESTRA AMERICA |
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LA REACCION EN M�XICO*
Objetivamente considerado el conflicto religioso en M�xico resulta, en verdad, un conflicto pol�tico. Contra �l gobierno del General Calles, obligado a defender los principios de la Revoluci�n, insertados desde 1917 en la Constituci�n mexicana, m�s que el sentimiento cat�lico se revela,. en este instante, el sentimiento conservador. Estamos asistiendo simplemente a una ofensiva de la Reacci�n. La clase conservadora terrateniente, desalojada del gobierno por un movimiento revolucionario cuyo programa se inspiraba en categ�ricas reivindicaciones sociales, no. se conforma con su ostracismo del poder. Menos todav�a se resigna a la continuaci�n de una. pol�tica que �aunque sea con atenuaciones y compromisos� act�a una serie de principios que atacan sus intereses y privilegios. Por tanto, las tentativas reaccionarias se suceden. La reacci�n, naturalmente, disimula sus verdaderos objetivos. Trata de aprovechar las circunstancias y situaciones desfavorables al partido gubernamental. La insurrecci�n encabezada por el General De la Huerta fue, hace tres a�os, su �ltima ofensiva armada. Batida en otros frentes, presenta ahora batalla a la Revoluci�n en el frente religioso. No es el gobierno de Calles el que ha provocado la lucha. Por el contrario, acaso para atemperar las prevenciones suscitadas por su reputaci�n de radical incandescente, Calles se ha mostrado en el gobierno m�s preocupado de la estabilizaci�n y afianzamiento del r�gimen que de su programa y origen revolucionarios. En vez de acelerar el proceso de la Revoluci�n Mexicana, como se esperaba de parte de muchos, el gobierno de Calles lo ha contenido y sofrenado. La extrema izquierda, que no ahorra censuras a Calles, denuncia al laborismo que su gobierno representa como, un laborismo, archidomesticado. Por consiguiente, la agitaci�n cat�lica y reaccionaria no aparece creada por una pol�tica excesivamente radical del gobierno de Calles. Aparece, m�s bien, alentada por una pol�tica transaccional que ha persuadida a los conservadores del declinamiento del sentimiento revolucionario y ha separado del gobierno a una parte del proletariado y a varios intelectuales izquierdistas. El proceso del conflicto revela plenamente su fondo pol�tico. M�xico atravesaba un per�odo de calma cuando los altos funcionarios eclesi�sticos anunciaron de improviso, y en forma resonante, su repudio y su desconocimiento a la Constituci�n de 1917. Esta era una declaraci�n de beligerancia. El gobierno de Calles comprendi� que preludiaba una activa campa�a clerical contra las conquistas y los principios de la Revoluci�n. Tuvo que decidir, en consecuencia, la aplicaci�n integral de los art�culos constitucionales relativos a la ense�anza, y el culto. El clero, manteniendo su actitud de rebeld�a, no ocult� su voluntad de oponer una extrema resistencia al Estado. Y el gobierno quiso entonces, sentirse armado suficientemente para imponer la ley. Naci� as� ese decreto que ampl�a y reforma el C�digo Penal Mexicano estableciendo graves sanciones contra la transgresi�n y la desobediencia de las disposiciones. constitucionales. Este es el decreto contra el cual insurge el clero mexicano, Suspendiendo los servicios religiosos en las iglesias e invitando a los fieles a una pol�tica de no cooperaci�n, disminuci�n de sus gastos al mimo posible a fin de reducir en lo posible, su cuota al Estado. El rigor de algunas disposiciones, verbigratia, la que proh�be el uso del habito religioso fuera de los templos, es, sin duda, excesivo. Pero no se debe olvidar que se trata de una ley de emergencia reclamada al gobierno por la necesidad pol�tica, m�s que por el compromiso program�tica o ideol�gico de aplicar, en el terreno de la ense�anza y del culto, los principios de la Revoluci�n. La Iglesia invoca esta vez en M�xico un postulado liberal: la libertad religiosa. En los pa�ses donde el catolicismo conserva sus fueros de confesi�n del Estado, rechaza y execra este mismo postulado. La contradicci�n no es nueva. Desde hace varios siglos la Iglesia ha aprendido a ser oportunista. No s� ha apoyado tanto en sus dogmas, como en sus transacciones. Y, por otra parte, el ilustre polemista cat�lico, Louis Veinllot, defini� hace tiempo la posici�n de la Iglesia frente al liberalismo en su c�lebre res�puesta a un liberal que se sorprend�a de o�rle clamar por la libertad: �Fin nombre de tus prin�cipios, te la exijo; en nombre de los m�os, te la niego�. Pero en la historia de M�xico, desde los tiem�pos de Ju�rez hasta los de Calle, le ha tocado al clero, combatir y resistir las reivindicaciones populares: La Iglesia ha contrastado siempre en M�xico en nombre de la tradici�n, a la libertad. Por ende, su actitud de hoy, no se presta a equ�vocos. La mayor�a del pueblo Mexicano sabe demasiado bien que agitaci�n clerical es esencialmente, agitaci�n reaccionaria. El Estado mexicano, pretende ser por el momento, un estado neutro laico. No es del caso discutir su doctrina. Este estudio no cabe en un comentario r�pido sobre la g�nesis de los actuales acontecimientos mexicano: Yo, por mi parte, he insistido demasiado respecto a la decadencia del Estado liberal y al fracaso de su agnosticismo para que se me crea entusiasta de una pol�tica meramente laicista. La ense�anza laica, como otra vez he escrito, es en s� misma una gastada f�rmula liberal. Pero el laicismo en M�xico �aunque subsistan en muchos hombres del r�gimen residuos de una mentalidad radicaloide y anticlerical� no tiene ya el mismo sentido que en los viejos Estados burgueses. Las formas pol�ticas y sociales vigentes en M�xico no representan una estaci�n del liberalismo sino del socialismo. Cuando el proceso de la Revoluci�n se haya cumplido plenamente, el Estado mexicano no se llamar� neutral y laico sino socialista.
Y entonces no ser� posible considerarlo anti-religioso. Pues el socialismo es tambi�n, una religi�n, una m�stica. Y esta gran palabra religi�n, que seguir� gravitando en la historia humana con la misma fuerza de siempre, no debe ser confundida con la palabra Iglesia.
NOTA:
* Publicado en Variedades: Lima, 7 de Agosto de 1926
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