OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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TEMAS DE NUESTRA AMERICA |
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SANIN CANO Y LA NUEVA GENERACI�N*
San�n Cano coincide, sin duda, con Bernard Shaw, en la apreciaci�n del periodismo. No aspira al t�tulo de ensayista ni de fil�sofo, porque le basta el t�tulo de periodista. Y si periodismo es todo lo que pretende Bernard Shaw, el escritor colombiano se contenta con una clasificaci�n que no oscurece ni disminuye sus m�ritos de pensador y pol�grafo.
Urge convenir en que el descr�dito del periodista, particularmente el de Am�rica, resulta justificado. El periodismo ejercido generalmente por una muchedumbre m�s o menos an�nima de diletantes, aparece como un g�nero que no requiere ninguna preparaci�n cultural y ninguna aptitud literaria. El periodista se supone el derecho de discurrir de todo sin estar enterado de nada. Frente a una cuesti�n econ�mica o a una doctrina social, no se siente jam�s embarazado por su ignorancia. Lo sostiene una confianza excesiva en que la ignorancia de sus lectores sea a�n mayor: El socialismo, se�aladamente, sufre en la prensa las m�s inveros�miles desfiguraciones por obra de gentes de las cuales no s�lo se puede decir que no han le�do nunca a Marx, Engels, Lasalle ni Sorel, sino que ser�an absolutamente incapaces de entenderlos. Pero se registra ya un movimiento de reivindicaci�n de la profesi�n de periodista. Esta reivindicaci�n no se reduce, por supuesto, al vocinglero empe�o de Henri B�raud de demostrar que un reportero puede escribir tan bien como el mejor literato. (Las mediocres novelas de Henri B�raud, en verdad, no lo prueban todav�a). El art�culo del escritor responsable y calificado desaloja crecientemente de la prensa a la divagaci�n inepta del gacetillero. El p�blico distingue cada vez mejor las varias jerarqu�as de periodistas. Esta rectificaci�n debe mucho, en el sector hisp�nico, a la obra de San�n Cano, que ha contribuido poderosamente a elevar el comentario y la cr�tica period�sticos, con visible influencia Ten la educaci�n del p�blico y en especial del. que no llega al libro. Al periodo del apogeo del "cronista", durante el cual la predilecci�n de los lectores fue acaparada por escritores del tipo de G�mez Carrillo, ha seguido un per�odo de apogeo del ensayista. Lo que demuestra que al lector no le basta. ya la sola an�cdota. Se destaca frecuentemente, como uno de los rasgos mayores de San�n Cano, su humorismo. La aparici�n de este "fil�sofo de la risa" seg�n Araquistain �quien corrobora un concepto de Armando Donoso a prop�sito de Arturo Cancela�, es uno de los signos de maduramiento literario de Hispanoam�rica. El agudo escritor colombiano es, sin disputa, un humorista. Pero su humorismo no es su cualidad sustantiva, ni la que m�s lo distingue entre los pensadores del Continente. A pesar de su humorismo ��l dir�a que precisamente a causa de su humorismo� San�n Cano se singulariza por su pensamiento circunspecto, coherente y hondo. Su gesto de esc�ptico no le impide guardar una leal y honrada devoci�n a algunas ideas fundamentales, verbigracia la idea de la libertad. La iron�a, el humor, en ning�n momento restan seriedad ni unidad a su pensamiento. San�n Cano se comporta siempre como un esp�ritu constructivo, que asume, libre, pero fielmente, una misi�n docente en la evoluci�n intelectual de estos pueblos. No lo atrae el apostolado; pero quiere cumplir sin alarde y sin desplante una obra de orientador y educador. La labor de San�n Cano, forma parte del magno esfuerzo que hacen las mentes m�s l�cidas de Hispanoam�rica por dotar a nuestros pueblos de la "atm�sfera de ideas" que fundadamente ha echado de menos en ellos la cr�tica europea. Se le debe una divulgaci�n eficaz �y a veces una versi�n original� de las ideas y hechos m�s conspicuos de los �ltimos lustros. Y este trabajo se ha caracterizado por la autonom�a austera, aunque sonriente, de su esp�ritu. El trato �ntimo con el pensamiento occidental, no ha descastado a este escritor de Am�rica, que, desde su juventud, explora los m�s diversos caminos de la literatura de Europa. Cada vez que opina sobre un problema de Am�rica, lo hace con acendrado sentimiento de americano. Su ejemplo nos decide a creer que existe ya una estirpe de "buenos americanos" en v�as de afirmar su personalidad y de llenar su funci�n con la misma excelencia que la estirpe de los "buenos europeos". La cultura brit�nica �y quiz� tambi�n el esp�ritu brit�nico� han dejado su huella en la producci�n de San�n Cano, pero sin enflaquecer su savia ni deformar su sensibilidad de hispano-americano. No se le puede reprochar ninguna abdicaci�n de su independencia al juzgar las cosas y los hombres anglo-sajones. El espect�culo de la hegemon�a anglo-sajona, encuentra en San�n Cano un estudioso cauto que no pierde nunca su equilibrio. Inglaterra no lo deslumbra. Y esto no traduce frialdad sino mesura. No creo mucho en su escepticismo. S� que procede de una generaci�n ponderada que, con Rod�, se impuso el gusto de la l�nea ateniense (San�n Cano, sin embargo, no es muy indulgente con algunos aspectos del patrimonio greco-romano. V�ase su ensayo Bajo el signo de Marte). La generaci�n de hoy, por razones de �poca, piensa y obra con un ritmo m�s acelerado. Le toca acompasarse a una hora de violencia. Pero, salvada esta diferencia de pulsaci�n espiritual, puede reconocer en San�n Cano un precursor y un maestro por su pasi�n de verdad y de justicia. Ante el fen�meno norteamericano, San�n Cano ha tenido siempre una actitud de vigilante defensa de la autonom�a y de la personalidad de la Am�rica Latina. Hace poco incitaba a su pa�s a la previsi�n de los peligros de los pr�stamos yanquis. Pocas actitudes de su pensamiento, a mi juicio, definen su ambici�n como la justicia que hace a Brandes en estas palabras: �La muerte de Brandes priva a la idea de la libertad de su m�s alto representante y de su m�s asiduo y eficaz defensor en los �ltimos sesenta a�os. Mientras otras inteligencias ochocentistas, claudicaron y se rindieron, escondiendo en pliegues de sutil iron�a su escepticismo en materia de libertades, Brandes persever� siempre dedicado a los principios formulados ruidosamente con estupenda claridad y hermosura en su conferencia del a�o setenta�. Me complace el haber coincidido con San�n Cano en la estimaci�n del que yo tambi�n considero como el mayor m�rito del pensador escandinavo. A San�n Cano, sus p�steros** le reconocer�n el mismo m�rito de haberse conservado fiel al pensamiento liberal y progresista, en una �poca en que, turbados por la atracci�n reaccionaria, lo renegaba la mayor�a de sus m�s veteranos militantes.
NOTAS:
* Publicado en Variedades: Lima, 8 de Octubre de 1927. ** Descendientes.
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