LA CREACI�N HEROICA DE JOS� CARLOS MARI�TEGUI | ||
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CAPITULO II
Una vez en Lima, en contacto directo con la realidad, Jos� Carlos no hizo sino confirmar las noticias que llegaran hasta �l sobre el gobierno de Legu�a y acerca de la situaci�n que confrontaba el pa�s. Toda la informaci�n que dispon�a Mari�tegui, al retornar a la Patria, emanaba de las cartas que recibiera en Europa de sus amigos, de los datos suministrados por los deportados peruanos radicados en Guayaquil y de las conversaciones sostenidas con V�ctor M. Ma�rtua. Unos y otros testimonios evitaron, en cierta forma, que el reci�n llegado tuviera dificultades con el sistema represivo del r�gimen de Legu�a, por lo menos, en los d�as consecutivos, de su reencuentro con el Per�. El legui�smo, imbuido de paternalismo, se caracterizaba por su descarada pol�tica entreguista del pa�s a las grandes compa��as monopolistas norteamericanas, por agudizar las medidas coercitivas de persecuciones y deportaciones de los elementos de oposici�n y, tambi�n, por pretender �apelando al fraude y la violencia� asegurar su reelecci�n en el gobierno para el per�odo de 1924-1929. Hasta la distante casa de la madre de Jos� Carlos, donde fuera a vivir �ste en forma provisional ubicada en General Varela (Bre�a), acud�an los amigos para conversar con �l (270). Entre ellos, fue a verlo nada menos que Alfredo Piedra. Tra�a este pol�tico palaciego, nuevamente, otro encargo de su primo hermano, el Presidente de la Rep�blica, que consist�a en proponerle a Mari�tegui que aceptara ser designado director de "La Prensa" en lugar del periodista colombiano, don Guillermo Forero Franco (271). O�da la proposici�n nuestro personaje se neg� a aceptarla. Insisti� Piedra, pero Jos� Carlos persisti� a su vez, en rehusar de plano tal ofrecimiento (272). Acababa, Legu�a de expropiar y ocupar "La Prensa" (23.III.1921) "que algunos atribu�an al consejo del Embajador William Gonz�lez, de los EE.UU., que conoc�a esta experiencia en la �poca de su permanencia en Cuba" (273) y de condenar al ostracismo a su director Luis Fern�n Cisneros (julio de 1921), uno de los maestros en periodismo de Mari�tegui durante los a�os que se iniciaba como columnista de ese diario y que firmaba con el seud�nimo de Juan Croniqueur, Jos� Carlos, ten�a, "una declarada y en�rgica ambici�n: la de concurrir a la creaci�n del socialismo peruano". Esta actitud que hab�a asumido con verdadera convicci�n revolucionaria, resultaba irreversible e indeclinable. Era un hombre, indiscutiblemente, con una filiaci�n y una f�, como ya hemos advertido. Desencantado con su misi�n, Piedra se despidi� de Mari�tegui. No comprend�a porqu� su joven amigo rechazaba tan promisor destino. Sin embargo, conociendo su cr�tica situaci�n econ�mica, el mencionado visitante se retir� mascullando: �otra vez ser� (274); actuaba este personaje, a no dudarlo, como un emisario obstinado. Ahora bien, lo que m�s le preocupaba a Jos� Carlos era como empezar a propagar el socialismo entre los trabajadores con la expresa finalidad de dotarlos de una conciencia de clase y, por ende, sacarlos del atraso ideol�gico en que se encontraban. Y al mismo tiempo que pensaba despertar en ellos el conocimiento de si mismos como clase, pretend�a lograr que se sintieran como parte integrante del proletariado mundial. No pod�a disimular, en tal coyuntura el enorme inter�s que pose�a por el movimiento obrero y estudiantil. Fueron sus amigos �entre ellos Fausto Posada� que, para aquietar su desasosiego por divulgar su experiencia revolucionaria europea, le bosquejaron una visi�n panor�mica de como se hallaba uno y otro sector social en ascenso por aquellos d�as. Y, asimismo, como los trabajadores y los universitarios hab�an terminado por convergir en la Universidad Popular �Gonz�lez Prada�. Esta informaci�n hubo de atraer la preferente atenci�n de Mari�tegui. Por aquel tiempo, los trabajadores estaban agrupados en la Federaci�n Obrera Local y los j�venes universitarios en la Federaci�n de Estudiantes. Ambas instituciones, que resultaban ser las m�s progresistas y permeables para las ideas socialistas, no s�lo se hallaban sumamente influidas por las tendencias anarcosindicalistas y libertaria, respectivamente, sino tambi�n empe�adas en mantener v�nculos de solidaridad y cooperaci�n entre s�. Desde luego este estado de cosas, requer�a la necesidad de formar una conciencia pol�tica y sindical de orientaci�n clasista. Pero ello, deber�a hacerse desplegando la mayor cautela posible para no despertar sospechas acerca de los fines pol�ticos e ideol�gicos que alentaba Jos� Carlos, sobre todo en su etapa preliminar, por parte de los sectores del gobierno, de los anarcosindicalistas y de los j�venes universitarios de extracci�n peque�o burguesa que, aparte de tener como com�n denominador el objetivo reformista, se sent�an los llamados a conducir las masas trabajadoras hacia los ideales ut�picos de una no muy definida justicia social. Entonces, con todas las cartas que dispon�a sobre la mesa, vale decir, con los datos indicadores para realizar la campa�a, Mari�tegui se dio cuenta �como m�s tarde lo expresara� que �la �nica c�tedra de educaci�n popular, con esp�ritu revolucionario, es esta c�tedra �se�alar� Jos� Carlos� en formaci�n de la Universidad Popular. A ella le toca, por consiguiente, superando el modesto plano de su labor inicial, presentar al pueblo la realidad contempor�nea, explicar al pueblo que est� viviendo una de las horas m�s trascendentales y grande de la historia, contagiar al pueblo de la fecunda inquietud que agita actualmente a los dem�s pueblos civilizados del mundo..."(275). Y qu� significaba, a todo esto, la Universidad Popular por aquella �poca de los a�os veinte? Sabemos, pues, que el Primer Congreso Nacional de Estudiantes (integrado por los delegados de las cuatro universidades peruanas) reunido en el Cuzco, del 11 al 20 de marzo de 1920, entre otros puntos del temario, acord� establecer el funcionamiento de la extensi�n universitaria en forma permanente y con el nombre de Universidades Populares. "El surgimiento de las Universidades Populares �precisa Mari�tegui�, concebidas con un criterio bien diverso del que inspiraba en otros tiempos t�midos tanteos de extensi�n universitaria, se ha efectuado en toda Am�rica Latina en visible concomitancia con el movimiento estudiantil..."(276) Entre las catorce conclusiones acordadas sobre Universidades Populares a que se llegaran en la cita del Cuzco, las m�s importantes son las primeras siete que pasamos a enumerar: 1.- El primer Congreso Nacional de Estudiantes, acuerda la creaci�n inmediata de las Universidades Populares, bajo la direcci�n de la Federaci�n de Estudiantes del Per�. 2.- El primer Congreso Nacional de Estudiantes, declara: que todo estudiante peruano tiene el deber ineludible de prestarle su m�s decidido apoyo. 3.- Todo Centro Federado organizar� una activa campa�a de propaganda entre los obreros y estudiantes, en favor de la Universidad Popular. 4.- La Universidad Popular tendr� intervenci�n oficial en todos los conflictos obreros, inspir�ndose en los postulados de justicia social. 5.- La ense�anza de la Universidad Popular comprender� dos ciclos: uno de cultura general de orientaci�n nacionalista y eminentemente educativa, y otro de especializaci�n t�cnica, dirigida hacia las necesidades de cada regi�n. 6.- La ense�anza estar� exenta de todo esp�ritu dogm�tico y partidista. 7.- La ense�anza ser� sencilla, met�dica y eminentemente objetiva, ha�ci�ndose ella por lecciones y conversaciones, sirviendo la conferen�cia s�lo como s�ntesis y complemento de �stos. La Federaci�n de Estudiantes, a fines del a�o 1920, presidida por Juan Francisco Valega, para cumplir con as disposiciones del mencionado Con�greso del Cuzco, encarg� a V�ctor Ra�l Haya de la Torre la organizaci�n de la Universidad Popular, quien procedi� a fundar, previa campa�a de propa�ganda entre los trabajadores lime�os y del vecino puerto, este primer n�cleo cultural, el 22 de enero de 1921. De modo que el flamante Centro, fue instalado en el local de la Federaci�n de Estudiantes, sito en el Palacio de la Exposici�n (hoy Museo de Arte) del Paseo col�n s/n. Desde sus inicios, tanto la Universidad de San Marcos como la Facultad de Medicina subven�cionaron a la Universidad Popular con S/. 50.00 y S/. 10.00 mensuales, respectivamente. Luego, se estableci� la segunda Universidad Popular en el cercano pueblo de Vitarte (2. II. 1922). Y, a continuaci�n, fueron creadas en Trujillo, Salaverry, Callao, Arequipa, etc. �El movimiento estudiantil de la reforma universitaria acerca, en la misma forma que en otros pa�ses latinoamericanos, la vanguardia estudiantil al proletariado �advierte Mari�tegui�. El Primer Congreso de Estudiantes del Cuzco, celebrado en 1919 (*), acuerda la creaci�n de las universidades populares; y en 1921 el grupo de vanguardia de este Congreso, encabezado por Haya de la Torre, funda la Universidad Popular �Gonz�lez Prada� en Lima y Vitarte. El Congreso Obrero de Lima aprueba un voto de adhesi�n a la obra de cultura popular de estas universidades. Pero los obreros no conf�an mucho en la perseverancia de los estudiantes; y para no suscitar ning�n recelo, las universidades populares se abstienen de todo trabajo de orientaci�n ideol�gica del proletariado. De otro lado, la mayor�a de los estudiantes de las UU. PP. carece de orientaci�n; en lo tocante a la cuesti�n social va a aprender, m�s bien que a ense�ar, al lado del proletariado...� (277). Seis meses despu�s (*) de haber iniciado sus labores docentes la Universidad Popular, con motivo de conmemorarse el tercer aniversario del fallecimiento de don Manuel Gonz�lez Prada (22. VII. 1921), se puso bajo la advocaci�n de tan ilustre Maestro a dicho Centro de cultura, en un acto solemne al que asistiera su viuda. Poco m�s tarde, (1922), por iniciativa expresa del propio Haya de la Torre, se instituy� la "Fiesta de la Planta" en Vitarte, que tuvo por finalidad primordial no s�lo promover los lazos de solidaridad entre obreros, estudiantes, profesores e intelectuales sino tambi�n estimular la creaci�n art�stica y cultural de estos sectores de marcada inclinaci�n progresista. Adem�s tal festividad mereci� ser considerada, andando el tiempo, como la fiesta del proletariado y el d�a dedicado a arborizar el pueblo de Vitarte. No podemos dejar de mencionar, que tanto la denominaci�n de la Universidad Popular "Gonz�lez Prada" como el establecimiento de la "Fiesta de la Planta", fueron anteriores a la fecha en que Haya de la Torre, el principal animador de estas actividades de unidad obrera y estudiantil, iniciara una gira por el cono sur del Continente, visitando Bolivia, Uruguay, Argentina y Chile (1922). Al regresar al pa�s Haya de la Torre, tras cuatro meses y d�as de ausencia (mes de junio de 1922), el Presidente don Augusto B. Legu�a lo invit�, por intermedio de uno de sus Edecanes, para conversar con �l en su casa particular de la calle Pando (278). El joven viajero acept�, la iniciativa y el lugar fijado para la reuni�n. Quiz�s si esta invitaci�n obedec�a, aparte del inter�s manifiesto por Legu�a, conversar con el dirigente estudiantil sobre los detalles de su recorrido, al agradecimiento que sent�a por V�ctor Ra�l por el hecho de haber intervenido �ste en su elecci�n como "Maestro de la Juventud", igualmente por el gesto de haber acudido a saludarlo con motivo de su arribo procedente de Londres y, asimismo, por el desagravio que le tributara el mencionado alumno sanmarquino cuando don Augusto, en su calidad de candidato a la presidencia de la Rep�blica, recibiera algunos ataques ofensivos para su persona provenientes de sus enemigos pol�ticos. De otro lado, debemos recordar que toda la familia de Haya de la Torre era legui�sta (*) y que, incluso, su propio t�o, don Agust�n de la Torre Gonz�lez, ejerc�a a la saz�n el cargo de Segundo Vicepresidente de la Rep�blica. Todas estas demostraciones, indiscutiblemente, contribuyeron a que el se�or Legu�a acogiera a Haya de la Torre en la intimidad de su hogar. Meses m�s adelante, como hemos dicho, Jos� Carlos, quien se hallaba confrontando serias dificultades econ�micas en su af�n de instalarse en Lima definitivamente, fue comprometido para organizar una exposici�n de �leos y acuarelas italianas por su dilecto amigo don Pedro L�pez Aliaga pero al alim�n. Mari�tegui, gran admirador de este extraordinario temperamento art�stico, no pudo rehusar la proposici�n, y acept�. Figuraron juntos, uno y otro, en los preparativos y presentaci�n de la citada muestra (279) que, por otra parte, result� un acontecimiento en nuestra capital por aquellos d�as. Todo ello, por cierto, signific� para Jos� Carlos el que tuviera que distraer su atenci�n de otros asuntos que ten�a entre manos por resolver. Sin embargo, sus idas y venidas al centro de Lima por la exposici�n, que funcionaba en tres salas de la Sociedad Filarm�nica, sita en la calle Pando, le depar� el poder restablecer contactos personales con algunos amigos que habr�an de serle de suma utilidad en el futuro. Entre ellos Mar�a Wiesse, Jorge Basadre, V�ctor Ra�l Haya de la Torre, Luis Alberto S�nchez, Andr�s Aramburu Salinas, Luis Varela y Orbegozo, etc. Cosa curiosa a la apertura de la mencionada muestra de �leos y acuarelas italianas, concurri� el Presidente de la Rep�blica, don Augusto B. Legu�a(280), quien luego de admirar las obras de arte, departi� con los organizadores de la misma, don Pedro L�pez Aliaga y Jos� Carlos Mari�tegui. Seg�n testimonio de Ricardo Vegas Garc�a, Jefe de Redacci�n de la revista �Variedades�, que se hallaba ah� presente, dice que don Augusto, antes de despedirse, manifest� su deseo de conversar con L�pez Aliaga y Mari�tegui en su residencia de Pando(281). No obstante la cordial invitaci�n formulada por el Presidente, Jos� Carlos no acudi� a la cita, con gran preocupaci�n de su amigo L�pez Aliaga y del propio oferente(282), quien no se sinti� agraviado por la ausencia inexplicable del invitado. Mari�tegui no ten�a inter�s de charlar con Legu�a y mucho menos que insistiera en su nombramiento para ser designado director del expropiado diario �La Prensa�. Simult�neamente con la preparaci�n que ven�a desplegando para el �xito de la antedicha exhibici�n de arte italiano, Jos� Carlos �cierta noche del mes de mayo� acompa�ado de Fausto Posada, alumno fundador de la Universidad Popular �Gonz�lez Prada�, se encamin� al expresado local(283). Alentaba la idea �ya lo dijimos� de utilizar esa tribuna proletaria y estudiantil para divulgar la experiencia europea que tra�a. Una vez ah� en la Universidad y muy cerca de la puerta de acceso, se reencontr� con algunos obreros y j�venes universitarios a quienes conoc�a, con anterioridad a su viaje a Europa, departiendo amigablemente con ellos; mientras otros, con una no muy disimulada hostilidad hacia su persona, le dieron las espaldas cuchicheando a escasa distancia de �l(284). Luego �ste, pretendiendo ignorar esa ingrata actitud, se dirigi� �seguido de su amigo Posada� a tomar asiento, en una sala interior, para escuchar las clases que iban a ser dictadas de inmediato. Coincidencia, pues sin propon�rselo hubo de o�r un tema de geograf�a sustentado por Haya de la Torre. Veamos al respecto, lo que recuerda el mencionado Profesor: �Estaba explicando una clase de geograf�a en la Universidad Popular que funcionaba en el local de la Federaci�n de Estudiantes �son palabras de Haya de la Torre�, cuando al fondo del sal�n vi que Jos� Carlos Mari�tegui se hallaba en compa��a de Fausto Posada escuchando la charla y observan- do el gran n�mero de obreros, empleados y estudiantes que ah� se encontraban. Entonces, �ste impresionado por la concurrencia, exclam�: aqu� se puede hacer obra�. �Despu�s de terminada mi disertaci�n �prosigue V�ctor Ra�l� salimos caminando de la Universidad Popular en direcci�n a la casa de Jos� Carlos, que viv�a por Bre�a. En el trayecto a la altura de la Plaza Bolognesi, nos detuvimos. Mari�tegui, quien sosten�a la conversaci�n, manifest� su anhelo de cooperar en la labor docente de la Universidad Popular�. Haya de la Torre cuenta que respondiendo a su ofrecimiento, le expres�: �que la Universidad Popular constitu�a un movimiento nuevo, hecho a base de los obreros anarquistas, los cuales hab�an establecido una disciplina moral. La reacci�n producida por la actitud de Nicol�s Gutarra frente a Legu�a (alude al entendimiento a que llegaron uno y otro), ha impulsado a que los trabajadores se tornen m�s exigentes con todos aquellos que coincidan con el movimiento social. Por eso, remarc� Haya de la Torre, es que hay que mantener una l�nea principista�. �Jos� Carlos, por su lado, continu� hablando muy entusiastamente sobre su viaje y aprendizaje en Europa�. Haya de la Torre insisti�, dirigi�ndose a Mari�tegui: �si Ud. se identifica con nuestras normas morales no hay ning�n inconveniente para que colabore con nosotros�. �Fue aqu� que Mari�tegui, seg�n versi�n de V�ctor Ra�l Haya de la Torre, confes� enf�ticamente: he venido completamente transformado del Viejo Mundo. No estoy vinculado en manera alguna con el Gobierno. Algo m�s, he rechazado la direcci�n del diario �La Prensa� que me ha ofrecido Legu�a. Y para poder vivir, voy a colaborar en la revista �Variedades�. Sigui� reiterando su inter�s por trabajar en la Universidad Popular�. �Recuerde bien �advirti� V�ctor Ra�l� que el reglamento vigente, exige un requisito a todo postulante al profesorado: escuchar diez clases como alumno. Este era el per�odo de prueba. Jos� Carlos acept� esa condici�n y luego profes�. El obrero �a�adi� Haya de la Torre� que concurre no tiene educaci�n primaria ni media. Adem�s, luego de la jornada agotadora que realiza es menester que se sienta c�modo y contento en las horas que asiste a nuestras aulas. Hay que ense�arle con una pedagog�a atractiva y �gil. Lo que requiere ser mitad profesor y mitad prestidigitador. En este sentido, el profesor Arist�bulo Ch�vez Herrera tiene un m�todo pedag�gico estupendo para mantener la atracci�n, Ch�vez Herrera explica, por ejemplo, el botiqu�n del hogar con un poder verdaderamente fascinante". "No olvide �agreg� en sus consejos V�ctor Ra�l a Jos� Carlos� que es necesario ser objetivo en sus clases, no tome partido, porque la Universidad Popular es apol�tica, y porque la mayor parte de los obreros son libertarios". "Aqu� no hay comunismo; si es verdad que la c�tedra es libre �sentenci� Haya de la Torre�, pero no es tribuna de propaganda alguna". "Luego de estas recomendaciones que le hiciera, Mari�tegui concluy� diciendo: que �l podr�a encargarse de dictar el tema: "El proletariado y la crisis mundial", tom� nota de su sugerencia y le ofrec� apoyarlo �afirma V�ctor Ra�l. "Jos� Carlos agradeci� mi ofrecimiento, quedando en verse al d�a siguiente conmigo para reanudar la conversaci�n. De inmediato, se despidi� tanto de m� como de Fausto Posada. Ambos lo seguimos con la mirada, hasta que se perdi� su fr�gil figura envuelta en las sombras de la mal alumbrada calle Arica pr�xima a su casa" (285). Mientras tanto Mari�tegui, caviloso como era, durante el trayecto que hubo de recorrer de regreso a su hogar, estamos seguros que no pudo eludir de meditar sobre el di�logo altisonante entablado con Haya de la Torre. Pues, es de presumir que Jos� Carlos proceder�a a hacer un riguroso an�lisis de la actitud asumida por V�ctor Ra�l y sus advertencias de sometimiento a sus propias reglas de juego. De la mencionada conversaci�n, obviamente, se pod�a deducir que Haya de la Torre intentaba planes personales de proyecci�n pol�tica e ideol�gica futura. Saltaba esta intenci�n en cualquier simple charla que �l sostuviera. De ah� que a Mari�tegui no le quedara otra alternativa que mostrarse herm�tico con V�ctor Ra�l, con respecto al proyecto que tra�a en mente para crear, a su vez, un movimiento socialista revolucionario en el Per�. No deseaba provocar conflictos con Haya de la Torre, quien en ese momento ejerc�a influencia decisiva sobre los obreros y estudiantes de avanzada. Precisamente, los dos sectores b�sicos escogidos por Jos� Carlos para realizar su labor proselitista. En todo caso s�lo cab�a actuar con tino y aguardar mejores oportunidades con el prop�sito de aclarar y definir posiciones revolucionarias con V�ctor Ra�l. Aunque Mari�tegui estaba plenamente persuadido de que, a la larga o a la corta, ganar�a para el socialismo a Haya de la Torre (286). Era cuesti�n de tiempo y trabajo, dec�a Jos� Carlos (287). Desde entonces, sin darse la m�s m�nima tregua, se entreg� con ah�nco a la tarea de captar para las filas socialistas a los obreros, estudiantes y profesores de la Universidad Popular Gonz�lez Prada y, mas adelante a los de la Federaci�n Obrera Local de Lima y a los del baluarte proletario de Vitarte. Eso s� tuvo que poner o�dos sordos, por cierto, a las recomendaciones de apoliticismo que reclamaban, en forma reiterada, V�ctor Ra�l y sus m�s cercanos seguidores los anarcosindicalistas. Poco a poco, se fue dando cuenta Mari�tegui con qui�n o con quienes tendr�a que v�rselas. Todas estas incidencias o peque�os rozamientos lo impulsaron a observar atentamente las inquietudes de las masas y la realidad que confrontaban �stas en los campos ideopol�tico y sindical. Cabe a�adir, que Jos� Carlos se percat� ampliamente de la formaci�n ideol�gica de Haya de la Torre, a quien se le consideraba el conductor de la renovaci�n social por aquellos a�os de la d�cada del veinte. Era extremadamente ostensible que ni la propia Universidad Popular "Gonz�lez Prada", "se estructuraba el frente �nico de trabajadores manuales e intelectuales, que d�as m�s tarde recibir� su bautizo de sangre (el 23 de mayo de 1923) y de cuyas filas saldr�an los fundadores del Apra..." tal como lo reconocer� V�ctor Ra�l a�os despu�s (288). Luego de la entrevista con Haya de la Torre, Mari�tegui continu� asistiendo a las clases de la Universidad Popular para cumplir con el reglamento y para estar en condiciones de incorporarse al profesorado y poder as� empezar las disertaciones sobre la experiencia lograda en el Viejo Mundo. Es un hecho incontrovertible que V�ctor Ra�l, a la saz�n, se hallaba influido por el credo anarquista de Manuel Gonz�lez Prada y por la pr�dica de Henri Barbusse. Evidentemente, "no se puede ignorar �como afirma Haya de la Torre� que el movimiento precursor de las Universidades Populares era de filiaci�n libertaria. Y que al constituirse en tales centros el primer frente �nico de estudiantes y trabajadores manuales en el Per� �contin�a soste�niendo�, �stos integraban un fuerte n�cleo ideol�gico anarcosindicalista, formado por disc�pulos obreros de Gonz�lez Prada que con �l colaboraban en "La Protesta" y "Germinal". Insiste v�ctor Ra�l "que no se puede ignorar los antecedentes anarquistas del ideario precursor del Aprismo de los cuales provienen dos fuertes tendencias apristas: la idea de la libertad y la que toda revoluci�n debe comenzar por la formaci�n de una conciencia social la que �como dice el lema docente de Haya de la Torre en la Universidad Popular�, se adquiere con ciencia... Parecen no saber que los vigorosos grupos anarquistas en nuestra Am�rica eran muy influyentes y muy bien organizados. Con el mismo t�tulo del diario anarquista "La Protesta" de Buenos Aires y la revista "Claridad" de Santiago de Chile se publicaba en Lima un peri�dico regularmente y tambi�n una "Claridad" lime�a. "Germinal" fue asimismo un peri�dico en el cual colaboraba asiduamente Gonz�lez Prada. Y las reunio�nes libertarias y su influencia en los nacientes sindicatos y en ciertos gremios importantes fueron frecuentes y notables". "Como anarquistas libertarios todos estos revolucionarios puritanos �con Prada mismo� fueron antimarxistas. En Lima se le�a a Bakhunin, a Proudhon, a Kropotkin, a Malatesta, a Ferrera, y a tantos otros con gran cuidado y m�todo. Ya exist�an �remarca V�ctor Ra�l� grupos de discusi�n y comentario de teatro y m�sica. De aqu� la resistencia de las organizaciones obreras frente al comunismo inicial. No hay que olvidar que Jos� Carlos Mari�tegui, en su primera conferencia en la Universidad Popular en junio de 1923, fue silbado por el grupo anarquista m�s recalcitrante cuando dej� entender su admiraci�n por Marx. El apoliticismo de las Universidades Populares, como su pasi�n libertaria, como su antidictatorialismo, proceden de aquellas fuertes tendencias que m�s tarde se refundieron en el Apra. La cual fue fundada a sugerencia de muchos ex anarquistas, quienes exigieron que la libertad, la antitiran�a y el sindicalismo �vale decir, la democracia social� fueran la condici�n sine qua non del nuevo movimiento, diferente del comunismo, precisamente por la influencia de los libertarios" (289). Casi a mediados del mes de abril, se volvi� a encontrar Jos� Carlos con V�ctor Ra�l en la librer�a Aurora Literaria, que se hallaba ubicada en la calle Baqu�jano 758, junto al Teatro Excelsior(290). Haya de la Torre estaba haciendo gestiones para obtener un aviso publicitario de este establecimiento destinado a la revista "Claridad", evocaci�n del t�tulo de Barbusse, que saldr�a a la estampa en fecha pr�xima como �rgano de la Universidad Popular Gonz�lez Prada (291). Los propietarios de la Librer�a en referencia eran de nacionalidad espa�ola y se desempe�aba como jefe de ventas de la misma don Carlos L. Pezzuti quien, por a�adidura, era alumno fundador de la Universidad Popular. Ello, desde luego, facilit� que los due�os autorizaran la publicaci�n pagada de una lista de libros de tendencia izquierdista en la revista por aparecer (292). Concluida la gesti�n que damos cuenta, Haya de la Torre fren�tico de entusiasmo se volvi� hacia Mari�tegui, quien se hallaba a pocos metros de distancia revisando las p�ginas de un libro en el interior de la citada librer�a, para invitarlo a que se sumara al movimiento de protesta que estaba organizando contra la maniobra del gobierno de Legu�a encaminada a consagrar el Per� al Coraz�n de Jes�s. Sin dar tiempo a que respondiera Jos� Carlos, agreg� V�ctor Ra�l: �"Gu�rdeme el secreto, voy a sacar sesenta mil obreros a la calle". Mari�tegui contest�: "son paparruchas. Todo ello responde a un movimiento demoliberal contra el que debemos estar ya vacunados. No me interesa tomar parte en �l" (293). Haya de la Torre, a su vez, replic�: "usted, Mari�tegui, est� influido por un lenguaje y una visi�n europe�sta de las cosas. Aqu� lo que Ud. llama demoliberalismo, es para nosotros de una importancia vital. Es la defensa de la libertad de conciencia y de la lucha contra esta dictadura (294). Jos� Carlos, puso fin a este �spero di�logo, neg�ndose a participar terminantemente en dicho acto de protesta (295). Debemos admitir que Mari�tegui, despu�s de esta conversaci�n con Haya de la Torre, tuvo que reflexionar nuevamente sobre la batalla ideopol�tica que tendr�a que afrontar para librar a la clase obrera y al pueblo del simple economismo, elevando su conciencia de clase y prepar�ndola para su funci�n hist�rica de dirigente del pa�s; y, tambi�n, para preservar a dicho binomio de las actitudes fuertemente hegem�nicas de la peque�a burgues�a liberal y reformista, engendrada en el proceso de las �ltimas d�cadas. Indudablemente que Jos� Carlos ten�a ante s�, el dar la cara a un nuevo cap�tulo de la historia social del pa�s. Por tal motivo, se vio obligado a intensificar sus estudios y pesquisas sobre los trabajadores y acerca de la Reforma universitaria, como instrumentos indispensables para poder ejer�cer con cierta eficiencia, el profesorado en la Universidad Popular y estar en condiciones de ser escuchado con inter�s por los obreros y estudiantes de ese centro de extensi�n universitaria. As� la ma�ana del 23 de mayo de 1923, en que caminaban por las calles vecinas al Parque Universitario, donde justamente estaba situada la Univer�sidad de San Marcos, Jos� Carlos, F�lix del Valle y Fausto Posada, vieron de pronto desfilar una enardecida multitud protestando contra la pol�tica clerical de Legu�a (296). Seg�n opini�n de Mari�tegui, "un cambio se inicia con la acci�n del 23 de mayo, dirigida y animada por la U.P. con el concurso de los obreros organizados" (297). En qu� consiste realmente la mutaci�n que menciona Mari�tegui y que, en cierta forma, lo hace variar de criterio con respecto al 23 de mayo de 1923?. Estamos en condiciones de poder aseverar, que las ideas y los prop�sitos de los organizadores �pertenecientes al sector peque�o burgu�s estudiantil� implicaban, en cierto modo, el compromiso para que la dictadura legui�sta pudiera ser aplastada, el laicismo era el precio que habla de pagar la democracia. Tal intenci�n, por supuesto, requer�a aproximarse a otras fuerzas afines. Entonces, las circunstancias exig�an ratificar el frente �nico de obreros y estudiantes �puesto ya en pr�ctica en las Universidades Populares� para combatir la consagraci�n del Per� al Coraz�n de Jes�s. Cosa curiosa durante la etapa inicial de los preparativos para rechazar las medidas antidemocr�ticas del gobierno y de la Iglesia, los j�venes universitarios constitu�an la vanguardia del llamado frente �nico. Pero m�s adelante, la realidad impuso que la clase obrera tuviera que afrontar el peso de la lucha y que por primera vez en su historia, interviniera en un movimiento marcadamente pol�tico, a pesar de su declarado "apoliticismo". No podemos dejar de admitir, sin embargo, que cont� con la alianza de los estudiantes y de otros sectores minoritarios de la peque�a burgues�a demoliberal, pero quien decidi� la batalla y alcanz� el triunfo fue la masa proletaria. Semejante ejemplo de valor clasista, estimul� en los combates a los j�venes universitarios. Y as�, a trav�s de esta experiencia, lograron tener una mejor visi�n de la realidad social, de sus luchas y antagonismos con la clase dominante. Desde ese momento crucial, incuestionablemente, empez� la inquietud por incorporarse a la lucha pol�tica y social, superando as� poco a poco el per�odo de orientaci�n peque�o burguesa. Fueron verdaderamente los obreros que protagonizaron las m�s heroicas haza�as el 23 de mayo aunque carecieron de reivindicaciones espec�ficas. No obstante ello, desafiando con sus pu�os y pechos al descubierto, rescataron los cad�veres de Salom�n Ponce (proletario) y de Manuel Alarc�n Vidal�n (estudiante) ca�dos en lucha cuando fueron secuestrados por la polic�a; condujeron sobre sus hombros a las v�ctimas, de la Morgue a la Universidad; defendieron el viejo local de San Marcos; decidieron el paro general de protesta; y llevaron al Cementerio entonando sus c�nticos revolucionarios a sus muertos, sin que las fuerzas represivas intentaran arrebat�rselos. De modo que los h�roes inmolados en la refriega, no s�lo simbolizaban la unidad obrero-estudiantil que hab�a rebasado los marcos de las expectativas de la peque�a burgues�a, sino tambi�n se�alaban con su cruento sacrificio, la obligaci�n de unirse a la lucha social y liberadora de la clase obrera y del pueblo. Esta nueva perspectiva, surgida de la jornada del 23 de mayo, impulsaba a identificar la Universidad con los trabajadores y con el pueblo. Hab�a sonado la hora de rectificar la concepci�n peque�o burguesa y empezar a nutrirse de los principios revolucionarios clasistas. Y claro est�, los estudiantes no pod�an ser ajenos a este imperativo que denotaba la lucha democr�tica anti-imperialista y liberadora que impon�a el destino hist�rico de los pueblos sometidos a la dependencia for�nea. Precisamente por esta misma fecha a la que nos estamos refiriendo, el diario "El Tiempo" anunciaba que en la Universidad Popular Gonz�lez Prada el escritor Jos� Carlos Mari�tegui empezar� a dictar el viernes pr�ximo en la noche un curso de conferencias sobre la "Historia de la crisis mundial". "En su primera disertaci�n �agregaba la nota� Mari�tegui expondr� el programa del curso y explicar� la trascendencia que tiene para el proletaria�do el conocimiento de la crisis mundial" (298). Cabe citar a continuaci�n las impresiones que produjeron en el �nimo de Jos� Carlos los acontecimientos del mencionado 23 de mayo. Ello est� consignado en el siguiente trabajo del propio Mari�tegui, publicado en la revista "Claridad" a escasos d�as de aquel memorable suceso. "En el cortejo estudiantil y obrero del 25 de mayo �opina Jos� Carlos� el rector y los catedr�ticos de San Marcos, que marchaban con la juventud y el pueblo, no eran sus conductores, sino sus prisioneros. No eran leadeeres: eran sus rehenes. No acaudillaban a la muchedumbre: la escoltaban. Iban llenos de aprensi�n, de desgano, de miedo, malcontentos y, en algunos casos, espeluznados". "Ante este triste panorama universitario la frase justa no es: "falta juventud estudiantil", la frase justa es: "faltan maestros, faltan ideas". En algunos sectores de la juventud estudiantil hay s�ntomas de inquietud y se refleja, aunque sea vaga, inconexamente, la gran emoci�n contempor�nea. Algunos n�cleos de la juventud son sensibles y permeables a las ideas de hoy. Una se�al es la acorde vibraci�n revolucionaria de algunos intelectuales j�venes que se preparan a fundar entre nosotros el grupo "Claridad". La llanura est� poblada de brotes nuevos, �nicamente las cumbres est�n peladas y est�riles, calvas y yermas, apenas cubiertas del c�sped an�mico de una pobre cultura acad�mica . "Y esta es la crisis de la Universidad. Crisis de maestros y crisis de ideas. Una reforma limitada a acabar con las listas o a extirpar un profesor inepto o est�pido, ser�a una reforma superficial. Las ra�ces del mal quedar�an vivas. Y pronto renacer�a este descontento, esta agitaci�n, este af�n de correcci�n, que toca epid�rmicamente el problema sin desflorarlo y sin penetrarlo� (299). Mari�tegui que hab�a seguido con detenimiento lo sucedido el 23 de mayo, sin participar en el conflicto, como hemos explicado, se presenta a la Universidad Popular para realizar la verdadera lucha revolucionaria. Y ello lo hace utilizando dos aspectos b�sicos: el adoctrinamiento ideol�gico y la acci�n. Tra�a la idea de incorporar a los trabajadores y a los estudiantes al socialismo, preconizando en el fondo de su pr�dica, una democracia social, antiimperialista y de liberaci�n nacional que el momento hist�rico requer�a. Pero para ello era necesario acabar con la influencia anarcosindicalista, anarquista y fundamentalmente, con la orientaci�n peque�o burguesa que predominaba por aquellos tiempos. �Una noche a comienzos de 1923 �relata Enrique Cornejo K�ster, estudiante de medicina� se present� Haya de la Torre, en el local del Palacio de la Exposici�n, donde funcionaba la Universidad Popular Gonz�lez Prada, acompa�ado de un hombrecito esmirriado, que cojeaba por tener una rodilla anquilosada en semiflexi�n; muy vivaz, con mirada inteligente y en�rgica, y nos lo present� diciendo: � Este es Jos� Carlos Mari�tegui, nuevo profesor de la Universidad Popular. �Despu�s de animada conversaci�n con el reci�n llegado, que volv�a de Europa, Mari�tegui convino en dictar charlas los d�as jueves (*) por la noche, no sobre una materia especial, sino para presentarnos el panorama pol�tico, cultural y art�stico de Europa. �A poco de iniciar Mari�tegui sus charlas, el sal�n de la Universidad Popular se llenaba hasta m�s all� de su capacidad. Obreros y estudiantes eran su p�blico. �Desarrollaba sus charlas amenas y a la par que interesantes. Por . primera vez escuchaba el p�blico de Lima, a�o 1923 (importante para el estudio de la historia de las ideas en el Per� en el siglo XX), hablar de Einstein, Plank, Freud, Maiakosky, Marinetti, Mussolini, entre otros; de los partidos socialistas; de la Revoluci�n Rusa y de sus l�deres, etc. �Mari�tegui produjo con sus charlas una revoluci�n intelectual y una gran inquietud cultural entre los estudiantes de San Marcos y los obreros. Estas charlas las public� despu�s en forma de libro bajo el t�tulo de �La escena contempor�nea� (300). Ahora cedamos la palabra sobre este punto a Haya de la Torre. �La primera noche que dictaba su conferencia Jos� Carlos en la U. P. se dej� escuchar una silbatina en se�al de protesta por la presencia de Mari�tegui �. V�ctor Ra�l que estaba perseguido �a ra�z de los sucesos del 23 de mayo� ingres� por el Parque Zool�gico y luego traspuso una ventana del local de la Federaci�n para presentar a Jos� Carlos y para calmar a los elementos anarquistas que hab�an concurrido (301). A su vez Mari�tegui, ratificando lo dicho por V�ctor Ra�l, expresa �... Las U. P. que est�n en su apogeo, con motivo de las jornadas del 23 de mayo, le ofrecen su tribuna y �l (Jos� Carlos) la acepta. Desarrolla un curso de conferencias sobre la crisis mundial, en la que explica el car�cter revolucionario de esta crisis. Los anarquistas se muestran hostiles a esta propaganda, sobre todo por la defensa de la revoluci�n rusa a que en parte se contrae; pero Mari�tegui obtiene la solidaridad de la U. P. y de sus adherentes m�s entusiastas de las organizaciones obreras� (302). La primera conferencia fue pronunciada por Jos� Carlos el viernes 15 de junio de 1923, en el local de la Federaci�n de Estudiantes (Palacio de la Exposici�n), con el t�tulo de �La crisis mundial y el proletariado peruano�. Pero antes de empezar el orador en el auditorio como estaba establecido por los propios trabajadores, se cant� la �Internacional�. Mari�tegui debi� haber vibrado de entusiasmo al escuchar los acordes de esa canci�n proletaria que sin duda alguna le tra�a recuerdos de sus d�as en Europa. Entresacamos, a continuaci�n un fragmento de dicha conferencia: �En esta gran crisis contempor�nea �declara el conferenciante� el prole�tariado no es un espectador; es un actor. Se va a resolver en ella la suerte del proletariado mundial. De ella va a surgir, seg�n todas las probabilidades y seg�n todas las previsiones, la civilizaci�n proletaria, la civilizaci�n socialista, destinada a suceder a la declinante, a la decadente, a la moribunda civilizaci�n capitalista, individualista y burguesa. El proletariado necesita, ahora como nunca, saber lo que pasa en el mundo. Y no puede saberlo a trav�s de las informaciones fragmentarias, epis�dicas, homeop�ticas del cable cotidiano, mal traducidas y peor redactadas en la mayor�a de los casos, y provenientes siempre de agencias reaccionarias, encargadas de desacreditar a los partidos, a las organizaciones y a los hombres de la Revoluci�n y desalentar y desorientar al proletariado mundial. � En la crisis europea se est�n jugando los destinos de todos los trabajadores del mundo. El desarrollo de la crisis debe interesar, pues, por igual, a los trabajadores del Per� que a los trabajadores del extremo Oriente. La crisis tiene como teatro principal Europa; pero la crisis de las instituciones europeas es la crisis de las instituciones de la civilizaci�n occidental. Y el Per�, como los dem�s pueblos de Am�rica, gira dentro de la �rbita de esta civilizaci�n, no s�lo porque se trata de pa�ses pol�ticamente independientes pero econ�micamente coloniales, ligados al carro del capitalismo brit�nico, del capitalismo americano o del capitalismo franc�s, sino porque europea es nuestra cultura, europeo es el tipo de nuestras instituciones. Y son precisamente, estas instituciones democr�ticas, que nosotros copiamos de Europa, esta cultura, que nosotros copiamos de Europa tambi�n, las que en Europa est�n ahora en un per�odo de crisis definitiva, de crisis total. Sobre todo, la civilizaci�n capitalista ha internacionalizado la vida de la humanidad, ha creado entre todos los pueblos lazos materiales que establecen entre ellos una solidaridad inevitable. El internacionalismo no es s�lo un ideal; es una realidad hist�rica. El progreso hace que los intereses, las ideas, las costumbres, los reg�menes de los pueblos se unifiquen y se confundan. El Per�, como los dem�s pueblos americanos, no est�, por tanto fuera de la crisis; est� dentro de ella. La crisis mundial ha repercutido ya en estos pueblos. Y, por supuesto, seguir� repercutiendo. Un per�odo de reacci�n en Europa ser� tambi�n un per�odo de reacci�n en Am�rica. Un per�odo de revoluci�n en Europa ser� tambi�n un per�odo de revoluci�n en Am�rica. Hace m�s de un siglo, cuando la vida de la humanidad no era tan solidaria como hoy, cuando no exist�an los medios de comunicaci�n que hoy existen, cuando las naciones no ten�an, el contacto inmediato y constante que hoy tienen, cuando no hab�a prensa, cuando �ramos a�n espectadores lejanos de los acontecimientos europeos, la Revoluci�n Francesa dio origen a la guerra de la Independencia y al surgimiento de todas estas rep�blicas. Este recuerdo basta para que nos demos cuenta de la rapidez con que la transformaci�n de la sociedad se reflejar� en las sociedades americanas. Aquellos que dicen que el Per�, y Am�rica en general, viven muy distantes de la revoluci�n europea, no tienen noci�n de la vida contempor�nea, ni tienen una comprensi�n, aproximada siquiera, de la historia. Esa gente se sorprende que lleguen al Per� los ideales m�s avanzados de Europa; pero no se sorprende en cambio que lleguen el aeroplano, el trasatl�ntico, el tel�grafo sin hilos, el radio; todas las expresiones m�s avanzadas, en fin, del progreso material de Europa. La misma raz�n para ignorar el movimiento socialista habr�a para ignorar, por ejemplo, la teor�a de la relatividad de Einstein. Y estoy seguro de que al m�s reaccionario de nuestros intelectuales �casi todos son impermeables reaccionarios� no se le ocurrir� que debe ser proscrita del estudio y de la vulgarizaci�n la nueva f�sica, de la cual Einstein es el m�s eminente y m�ximo representante. �Y si el proletariado, en general, tiene necesidad de enterarse de los grandes aspectos de la crisis mundial, esta necesidad es a�n mayor en aquella parte del proletariado, socialista, laborista, sindicalista o libertario que constituye su vanguardia; en aquella parte del proletariado m�s combativa y consciente, m�s luchadora y preparada; en aquella parte del proletariado encargada de la direcci�n de las grandes acciones proletarias; en aquella parte del proletariado a la que toca el rol hist�rico de representar al proletariado peruano en el presente instante social; en aquella parte del proletariado, en una palabra, que cualquiera que sea su credo particular, tiene conciencia de clase, tiene conciencia revolucionaria. Yo dedico, sobre todo, mis disertaciones a esta vanguardia del proletariado peruano. Nadie m�s que los grupos proletarios de vanguardia necesitan estudiar la crisis mundial. Yo no tengo la pretensi�n de venir a esta tribuna libre de una universidad libre a ense�arles la historia de esa crisis mundial, sino a estudiarla yo mismo con ellos. Yo no ense�o, compa�eros, desde esta tribuna, la historia de la crisis mundial; yo la estudio con vosotros. Yo no tengo en este estudio sino el m�rito modest�simo de aportar a �l observaciones personales de tres y medio a�os de vida europea, o sea de los tres y medio a�os culminantes de la crisis, y los ecos del pensamiento europeo contempor�neo. �Yo invito muy especialmente a la vanguardia del proletariado a estudiar conmigo el proceso de la crisis mundial por varias razones trascendentales. Voy a enumerarlas sumariamente. La primera raz�n es que la preparaci�n revolucionaria, la cultura revolucionaria, la orientaci�n revolucionaria de esa vanguardia proletaria, se ha formado a base de la literatura socialista, sindicalista y anarquista anterior a la guerra europea. O anterior por lo menos al per�odo culminante de la crisis. Libros socialistas, sindicalistas, libertarios, de vieja data, son los que, generalmente, circulan entre nosotros. Aqu� se conoce un poco la literatura cl�sica del socialismo y del sindicalismo; no se conoce la nueva literatura revolucionaria. La cultura revolucionaria es aqu� una cultura cl�sica, adem�s de ser, como vosotros, compa�eros, lo sab�is muy bien, una cultura muy incipiente, muy inorg�nica, muy desordenada, muy incompleta. Ahora bien, toda esa literatura socialista y sindicalista anterior a la guerra, est� en revisi�n. Y esta revisi�n no es una revisi�n impuesta por el capricho de los te�ricos, sino por la fuerza de los hechos. Esa literatura, por consiguiente, no puede ser usada hoy sin beneficio de inventario. No se trata, naturalmente, de que no siga siendo exacta en sus principios, en sus bases, en todo lo que hay en ella de ideal y de eterno; sino que ha dejado de ser exacta, muchas veces, en sus inspiraciones t�cticas, en sus consideraciones hist�ricas, en todo lo que significa acci�n, procedimiento, medio de lucha. La meta de los trabajadores sigue siendo la misma; lo que ha cambiado, necesariamente, a causa de los �ltimos acontecimientos hist�ricos, son los caminos elegidos para arribar, o para aproximarse siquiera a esa meta ideal. De aqu� que el estudio de esos acontecimientos hist�ricos y de su trascendencia, resulte indispensable para los trabajadores militantes en la organizaciones clasistas...� (303). Igual que Lenin �a trav�s de la precedente disertaci�n como de las otras que ofreciera en la Universidad Popular� ense�aba Mari�tegui que la revoluci�n social y las transformaciones socialistas solamente pueden ser realizadas con la direcci�n de la clase obrera. Tambi�n como aqu�l, consideraba que lo principal en la doctrina de Carlos Marx era la revelaci�n de esta verdad y el esclarecimiento del papel hist�rico mundial, del prole�tariado como creador de la sociedad socialista. As� pues Jos� Carlos no s�lo era un exponente de las nuevas inquietudes pol�ticas y de las corrientes renovadoras, sino que tambi�n gradualmente se iba transformando en el organizador indiscutido del partido revolucionario de la clase trabajadora peruana. El conferenciante �puesto que el auditorio que concurr�a a escucharlo, con inusitada avidez, estaba integrado por obreros y estudiantes� buscaba identificar a los universitarios con los trabajadores, con el pueblo, tratando de borrar definitivamente toda barrera que impidiera culminar esta meta. Vale decir, persegu�a incorporar a los estudiantes a la lucha pol�tica y social pero al servicio de la causa proletaria. En el curso de sus aleccionadoras conferencias, Mari�tegui desbarat� los dogmas oportunistas de que en el Per� era imposible, debido al atraso del pa�s, al d�bil desarrollo de las fuerzas productivas y a que el proletariado era poco numeroso, todo intento de aplicar el socialismo cient�fico. La presencia de este joven marxista produjo un gran impacto entre los obreros y estudiantes de la Universidad Popular �como lo dijera Cornejo K�ster�. Merced a la divulgaci�n marxistas de Jos� Carlos, muchos de los anarquistas se apartaron de esa concepci�n. Las intervenciones de Mari�tegui se produc�an en un ambiente de intensa discordia ideol�gica. El, a la vez que defend�a la doctrina marxista, rechazaba con autoridad y firmeza los ataques de los adversarios. Asimismo, como se puede inferir de una y otra posici�n ideol�gica mantenida por Haya y Mari�tegui, se libraba por ambas partes aunque indirectamente una batalla en el campo de las ideas. Jos� Carlos, sin violentar sus relaciones con V�ctor Ra�l, combat�a eficazmente las opiniones antieuropeas y antimarxistas de �ste, quien no pod�a negar que estaba profundamente dominado por el esp�ritu del eclecticismo peque�o burgu�s. Era evidente que con cada una de sus lecciones, Jos� Carlos enriquec�a a su auditorio con nuevos conocimientos, ampliaba sus horizontes, les forjaba la conciencia de clase, los desarrollaba pol�ticamente. Tanto los trabajadores como los estudiantes estaban sumamente interesados de conocer la experiencia marxista europea. No obstante su trabajo agotador, ellos sacrificaban sus horas de sue�o para intervenir con preguntas y para comentar los libros que le�an por indicaci�n del disertante. Justamente, viene el caso citar, que una publicaci�n local que le hiciera una entrevista a Mari�tegui, por aquel tiempo, le formul� la siguiente pregunta �entre otras� que, dicho sea de paso, se hallaba �ntimamente relacionada con su posici�n ideo-pol�tica: �Y el h�roe de la vida real que gana sus simpat�as?. Responde Jos� Carlos: �el h�roe an�nimo de la f�brica, de la mina del campo, el soldado ignoto de la revoluci�n social� (304). Casi como una pausa dentro de su agitada vida de revolucionario, a poco de haberse afincado en Lima, Jos� Carlos recibi� la noticia que su �novia literaria� Juanita Mart�nez de la Torre, a quien dedicaba sus versos de contenido autobiogr�fico en el periodo que usaba el seud�nimo de Juan Croniquer, acababa de casarse (28 de febrero de 1923) con el afortunado comerciante Augusto Ratti, quien a la saz�n desempe�aba el cargo de Alcalde de la provincia de Islay. Igualmente, por aquellos d�as, tuvo la agradable sorpresa de conocer personalmente a su primog�nita Gloria Mari�tegui Ferrer, que frisaba los tres a�os y medio de edad. La ni�a acudi� a visitar a su padre en compa��a de su prima hermana, T�rtola Falc�n Ferrer, hija del distante C�sar. Este hecho, de por s� profundamente conmovedor, fue para nuestro personaje no s�lo un encuentro emocionante sino tambi�n de grat�simos recuerdos. Como dec�amos anteriormente, �...despu�s del 23 de mayo, Legu�a dispuso la prisi�n de Haya de la Torre. Los obreros se presentaron ante el Mandatario para solicitar la libertad de aqu�l. El presidente de la Rep�blica se neg� a acoger dicha petici�n. Y dijo, al indicado grupo de trabajadores, que V�ctor Ra�l le hab�a declarado en la entrevista que sostuviera con �l, en su casa de Pando, que iba hacerla revoluci�n social con ayuda de Chile. En ese momento hacer una acusaci�n de tal naturaleza era muy grave. Haya, en conocimiento de esa amenaza, se prepar� a defenderse con ardor. De inmediato fue en busca de Jos� Carlos, entrevist�ndose ambos en lo que hoy d�a se conoce con el nombre de Malec�n de la Reserva en Miraflores, ah� le pidi� el favor a Mari�tegui de que invitase a Alfredo Piedra a la conferencia que sustentar�a (Jos� Carlos) en la Universidad Popular, Mari�tegui acept� realizar la gesti�n. As� el d�a que Jos� Carlos ofreci� su disertaci�n estuvo presente Piedra, conforme lo hab�a solicitado Haya de la Torre. Entretanto �ste, nuevamente burlando la vigilancia policial, se introdujo por una de las ventanas que daban acceso al local de la Universidad Popular y se dirigi� a la sala de conferencias. Tan pronto Mari�tegui advirti� la presencia de V�ctor Ra�l, de acuerdo a lo convenido, interrumpi� su disertaci�n. Entonces Haya de la Torre, agradeci� a la comisi�n que fuera a abogar por �l ante Legu�a y expres�: �El presidente ha declarado que yo voy a hacer una revoluci�n social con ayuda de Chile, lo cual no es verdad. S�lo existe un testigo de excepci�n de que aquello carece de veracidad, recalc�, y la persona es el se�or Alfredo Piedra aqu� presente. De modo que Legu�a �exclam� Haya de la Torre� resulta un canalla o un idiota�. �M�s tarde Piedra le cont� a Mari�tegui que hab�a acudido donde Legu�a y le increp� su conducta. Le dijo, tambi�n, que Mari�tegui y del Valle lo llevaron al local de la Federaci�n donde escuch� la defensa de V�ctor Ra�l. Legu�a sorprendido en esta intriga, no pudo m�s que decirle (a su primo Piedra): Haya de la Torre s�lo ser� tomado preso, pero no insistir� en la acusaci�n de que se ha �vendido al oro chileno�. Piedra �sostuvo V�ctor Ra�l� impidi� algunas veces los excesos de Legu�a� (305). No olvidemos a prop�sito que recientemente hab�a aparecido el primer n�mero de �Claridad� (primera quincena de mayo de 1923) como �rgano de la juventud Libre del Per� y con la direcci�n de V�ctor Ra�l Haya de la Torre. A pesar de que este flamante director se mostraba reacio a las ideas y m�todos provenientes del Viejo Mundo, por esas raras contradicciones de su propia extracci�n social, sin embargo ello no fue �bice para que se sintiera influido por el europeo Henri Barbusse. A tal punto, que lleg� a identificarse con el movimiento �Clart� que el ilustre maestro franc�s alentaba, justamente, desde el llamado meridiano de Par�s. Esta actitud de V�ctor Ra�l la encontramos expuesta, por cierto, en la nota editorial escrita por �l y publicada en el n�mero inicial de la revista �Claridad� �en este caso diremos peruana porque exist�an con el mismo nombre e igual influencia en varios pa�ses latinoamericanos y europeos. He aqu�, a continuaci�n, el texto integro de la nota a la que nos estamos refiriendo: �No surge �Claridad� al amparo de programas sonoros, porque aspira a tener firme tribuna de juventud libre, sin marca de pol�tica ni doblez de secta. �Queremos asumir f�rvidamente la responsabilidad de pensar y de so�ar sin limitaciones ni precio; queremos que en este lado de Am�rica hallen eco y portavoz los nuevos llamados de la justicia humana que escuchan y siguen ya los esp�ritus lealmente j�venes de todos los pueblos. �Queremos intentar que aqu� tambi�n se cumpla la invocaci�n admirable de la Internacional del Pensamiento (*) y se haga la revoluci�n de los esp�ritus (**). �Rechazada la complicidad predominante en el periodismo burgu�s que calla o falsea la verdad de esta hora trascendente del mundo en que el advenimiento hist�rico de un m�s bello y profundo sentido de la justicia social plasma vigorosamente en la conciencia de todos los hombres insumisos al pasado, nuestra misi�n m�s alta ser� precisamente hablar desde lo hondo de la palpitante realidad de estos tiempos sin insinceridad y sin cobard�a. Todos los esp�ritus del Per� due�os de esa perdurable juventud que es poder de renovaci�n, deben considerarse copart�cipes en la obra de �Claridad�. Sin ayuda no significar� favor sino deber. �Erguida y fuerte nuestra fe, incorporamos esta hoja �con t�tulos bastantes de entusiasmo si no de suficiencia� en la brillante vanguardia del periodismo libertario del continente. Y desde aqu� y por sobre mares y fronteras, va nuestro saludo y nuestro aliento a los que, obreros, estudiantes e intelectuales, forman la inmensa muchedumbre so�adora que marcha, victoriosa de todos los dolores, hacia la certidumbre de un futuro mejor (306). Despu�s de revisar el contenido del primer n�mero en cuesti�n que inserta �entre otros art�culos y comentarios� "El ocaso de la civilizaci�n europea. Un interesante reportaje a Jos� Carlos Mari�tegui" (p�ginas 16-18), se advierte que la mencionada publicaci�n revela una tendencia ideol�gica marcadamente anarquista. Entre la aparici�n del primero y el segundo n�mero de �Claridad�, naci� el tercer genito de Jos� Carlos, Sigfried Mari�tegui Chiappe, el 9 de julio de 1923, en la nueva casa que ocupaba en la calle Huari 255 de los Barrios Altos (307). La segunda entrega de �Claridad� se efect�a en julio de 1923, la que aparte de continuar con su orientaci�n libertaria, trae una colaboraci�n de Jos� Carlos Mari�tegui, intitulada �La crisis universitaria, Crisis de maestros y crisis de ideas� (p�ginas 3-4) y que ya hemos mencionado l�neas atr�s. El tercer n�mero de �Claridad�, que saliera con sumo retraso (segunda quincena de setiembre de 1923), se inserta un homenaje a Manuel Gonz�lez Prada y, adem�s, divulga una serie de notas de protesta contra los sucesos del mes de mayo. Al finalizar, precisamente, el mes de setiembre, o sea casi a medio a�o de la vuelta al Per� de Jos� Carlos, �ste se perfilaba como un revolucionario profesional. Estaba consagrado a preparar sus clases destinadas a la Universidad Popular Gonz�lez Prada y a escribir sobre pol�tica internacional. Por esa fecha Mari�tegui ya hab�a pronunciado trece conferencias con el t�tulo general: �La historia de la crisis mundial y el proletariado�. Sin lugar a dudas, �l aparec�a ante los dem�s por esa �poca, como un nuevo profesor y un nuevo comentarista, distinto del tipo que conoc�an hasta entonces los alumnos y los lectores. Igualmente por aquella etapa, que venimos glosando, Mari�tegui hab�a empezado a colaborar semanalmente en la revista �Variedades� (308) que dirig�a don Clemente Palma en colaboraci�n con Ricardo Vegas Garc�a, jefe de redacci�n del citado �rgano de prensa lime�o. Aqu� es conveniente decir que Jos� Carlos durante el tiempo en que estuvo perseguido por la polic�a V�ctor Ra�l y que se refugiaba en Miraflores, en la casa del doctor John A. Mackay, fue a verlo para dialogar con �l sobre las actividades de la Universidad Popular, la revista �Claridad� y para comentar sobre la situaci�n pol�tica (309). �Poco despu�s �continua en su versi�n personal Cornejo K�ster� Haya de la Torre fue apresado y encarcelado en la isla San Lorenzo, mientras Mari�tegui adquir�a en nuestro grupo la categor�a de l�der y en reuni�n conjunta realizada por obreros y estudiantes para coordinar la acci�n de protesta por la prisi�n de Haya fuimos apresados todos los dirigentes de la Federaci�n Obrera Local y los profesores de la Universidad Popular; Mari�tegui estuvo entre los presos (310). Durante los primeros d�as del mes de octubre de 1923, cuando se estaba preparando el cuarto n�mero de la revista �Claridad� el gobierno de Legu�a con el prop�sito avieso de asegurar su reelecci�n presidencial y adem�s para desquitarse la derrota que se le infligiera el 23 de mayo, desencadena la represi�n contra esclarecidas figuras pol�ticas adversas a su r�gimen y, tambi�n, contra los estudiantes y obreros, cometiendo arbitrarios apresa�mientos y deportaciones. Tales medidas dictatoriales merecieron las mas airadas manifestaciones de protesta y hasta provocaron una huelga general por parte de la Federaci�n Obrera Local de Lima. Seg�n declaraciones oficiosas toda esta an�mala situaci�n hab�a sido motivada por el descubrimiento de un golpe de Estado que debi� haberse producido en la capital con el objeto de derrocar al gobierno. Se sindicaba al se�or Don Germ�n Legu�a y Mart�nez, primo hermano del Presidente de la Rep�blica y que hasta hac�a poco hab�a presidido el Consejo de Ministros, como el presunto jefe del fallido movimiento sedicioso. Entre los complicados aparec�a nada menos que el joven Haya de la Torre, el cual se hallaba perseguido por las autoridades policiales desde la jornada de mayo �ltimo. Por extra�a coincidencia se daba el caso de que V�ctor Ra�l y Manuel Seoane, en esos momentos, se disputaban la presidencia de la Federaci�n de Estudiantes del Per�. Precisamente la noche del 2 de octubre mientras se efectuaban los preparativos para la renovaci�n de cargos de la Junta Directiva de la FEP, lleg� la noticia que Haya de la Torre hab�a sido detenido y conducido a la isla San Lorenzo. Los electores entonces, enterados de la prisi�n de uno de sus candidatos, optaron por unanimidad elegir a V�ctor Ra�l como presidente de la Federaci�n y a Seoane proclamarlo vicepresidente encargado de la presidencia en tanto durase la obligada ausencia del titular. No bien termin� el proceso electoral en la Federaci�n de Estudiantes del Per�, se produjo la clausura del local ocupado por las fuerzas de seguridad p�blica. Dicha medida se hizo extensiva, asimismo, para la Universidad Popular. Entretanto la Federaci�n Obrera Local de Lima, emiti� un comunicado de prensa dando a conocer a la opini�n p�blica las en�rgicas resoluciones que hab�a adoptado contra los desmanes del r�gimen imperante y que dice a la letra: �Habiendo el Ministro de Gobierno denegado la solicitud hecha por la Federaci�n Obrera Local de Lima, que ped�a la libertad inmediata del estudiante Haya de la Torre, esta organizaci�n obrera ha decretado conforme a un acuerdo anterior, el paro general. �Se ha acordado adem�s las siguientes conclusiones: El paro es indefinido y se levantar� s�lo cuando: �lo. El compa�ero Haya de la Torre sea puesto en libertad y goce de amplias garant�as. �2o. El gobierno formule la declaraci�n de que se permitir� el libre funcionamiento de las Universidades Populares Gonz�lez Prada y de los locales obreros. �3o. Se ponga en libertad, tambi�n, a todo estudiante u obrero apresado con motivo de la protesta por la detenci�n del Presidente de la Federaci�n de Estudiantes del Per�, V�ctor Ra�l Haya de la Torre; y �4o. Se garantice, que no se obstaculizar� la formaci�n de nuevas organizaciones obreras. �Por la Confederaci�n Obrera Local de Lima. Manuel L. Farf�n, Secretario del Interior (311)�. A las acciones de protesta y movimiento de solidaridad expresados se sumaron las de la Federaci�n de Estudiantes del Per� de los Centros Federados y de la Universidad Popular. La verdad era que cada d�a se caldeaban los �nimos de los obreros, estudiantes y del pueblo en general. La polic�a se mostraba extraordinariamente activa contra la reprobaci�n que iba ganando la conciencia popular lime�a y de provincias. Y, por supuesto, multiplicaban sus esfuerzos por vigilar los pasos de los elementos sospechosos de conspirar contra el r�gimen que representaba a �La Patria Nueva�. Fue as� que mediante esta celosa atenci�n policial, pudieron sorprender una reuni�n clandestina que se realizaba en una habitaci�n interior de la calle Rufas 149, la cual hab�a sido convocada por los dirigentes de la Federaci�n Obrera Local de Lima y por varios profesores de la Universidad Popular �entre los que se hallaba Jos� Carlos Mari�tegui� para adoptar medidas en apoyo del paro y para intensificar la presi�n sobre el gobierno. Cuando los asamble�stas estaban en pleno debate de los puntos indicados, fueron interrumpidos por la repentina presencia del tenebroso Bernardo Fern�ndez Oliva, jefe de Investigaciones policiales, quien dispuso la detenci�n de todos los ah� reunidos. Sin mayor dilaci�n, orden� que se condujera a los arrestados a la Intendencia, ubicada en la calle Pescader�a a un costado de Palacio de Gobierno. Julio Portocarrero, que fue uno de los detenidos en esa redada, recuerda que el trayecto entre Rufas y Pescader�a, lo hicieron a pie custodiados muy de cerca por la gendarmer�a. La relaci�n de los presos fue hecha p�blica por el diario �La Prensa� y es la que sigue: �Amador Herrera (*), profesor de la Universidad Popular (U. P.); Luis Heysen, profesor de la U. P.; Jos� Carlos Mari�tegui, profesor de la U. P.; Jacobo Hurwitz, profesor de la U. P.; Nicol�s Terreros, profesor de la U. P.; Julio Portocarrero, delegado de los tejedores, que estuvo en la c�rcel, acusado de homicidio (**); Felipe V�squez, delegado de los molineros; Ruperto Reyes, delegado de mec�nicos; Patricio Romero, delegado de curtidores; Te�filo Vera, delegado del Sindicato Sanguinetti y Dasso; Amador Valverde, delegado de molineros; Maximiliano Alva, delegado de molineros; Daniel Arrieta, delegado de mec�nicos; P�o Sabogal, delegado de carrilanos; Amadeo Albites, delegado de encuadernadores; Ricardo Tenorio, delegado de tejedores; Lorenzo Bartra, delegado de tejedores; Amadeo Chac�n, delegado de curtidores; Jos� Yon, delegado de sastres, Avelino Araos, delegado de curtidores; Luis C�rdova, delegado de vulcanizadores; Paulino Montoya, delegado de tejedores; Etelredo Rodr�guez, delegado de tejedores, Octavio Carbajo, delegado de tejedores; Benjam�n Olivos, delegado de motoristas; Celso L�pez delegado de carpinteros. En poder de los mencionados dirigentes comprometidos, la polic�a encontr� varios documentos que fueron entregados al prefecto del Departamento� (312). Tan pronto se propal� en Vitarte la prisi�n de V�ctor Ra�l y de Jos� Carlos Mari�tegui "...toda la poblaci�n obrera de ese lugar, incluso mujeres y ni�os, resolvieron venir a la capital a solicitar de las autoridades la libertad de sus maestros Haya de la Torre y Jos� Carlos Mari�tegui, el �ltimo de los cuales fue apresado el viernes. Con tal objeto se constituyeron en la estaci�n de ferrocarril y compraron los boletos respectivos para trasladarse a Lima en el tren lechero de Chosica, que pasa por ah� a las ocho de la ma�ana; pero su sorpresa fue grande al advertir que el citado convoy no se detuvo como de costumbre en Vitarte, para recibir pasajeros sino que pas� de largo, dej�ndolos burlados. En estas circunstancias lleg�, momentos despu�s a la estaci�n un tren de Lima llevando una bodega de carga y un carro plataforma y de este convoy quisieron los obreros aprovechar para realizar su proyectado viaje a la capital, pero tropezaron con el inconveniente de que los empleados superiores del ferrocarril se negaron rotundamente a ordenar al maquinista que regresase a Lima. Inici�se con tal motivo una discusi�n que se prolong� largo tiempo y que dio lugar a que las autoridades de esta ciudad se dieran cuenta de lo que pasaba y enviaran un tren con tropas a restablecer el orden. El oficial que iba a cargo de ellas orden� desembarcar a los soldados y quiso obligar a los obreros a que se retiraran a sus hogares, a lo que �stos se resistieron, suscit�ndose entonces un choque entre soldados y paisanos en medio del cual resonaron algunos tiros de rifle, de los cuales resultaron un operario muerto y otro herido. Llam�base el primero Tom�s L�vano, quien falleci� a consecuencia de una herida en la espalda. El nombre del herido que se hallaba en el hospital Dos de Mayo con una bala en el muslo izquierdo, era Mois�s Calder�n (313). Pocos d�as despu�s tambi�n muri� este ultimo debido a que no se le prest� la conveniente atenci�n m�dica. Tras de la denuncia precedente dando cuenta de la masacre de la poblaci�n obrera de Vitarte, sali� a luz la declaraci�n de la Universidad Popular condenando los acontecimientos que se ven�an sucediendo. He aqu�, a continuaci�n, los acuerdos a que lleg� este centro de estudios: �Declaraci�n de la U. P. 1o. Protestar contra el abaleamiento de los trabajadores de Vitarte responsables tan solo de una leal y abnegada devoci�n a sus maestros y a sus ideales; y denunciar a todas las conciencias honradas como un crimen de la represi�n marcial de la huelga, la muerte del obrero L�vano, herido por la espalda por los disparos de la tropa. 2o. Protestar contra la prisi�n de sus profesores Oscar Herrera, Jos� Carlos Mari�tegui, E. Cornejo K�ster, Jacobo Hurwit, Luis Heysen, Nicol�s Terreros y denunciarla como un vulgar atropello a la libertad de pensamiento y de reuni�n, pues todas las inculpaciones formuladas contra nuestros compa�eros son incalificadamente falsas y reposan en la adulteraci�n de sus actos, maliciosamente mistificados y deformados por los agentes de polic�a y sus jefes. 3o. Protestar contra la forma vejatoria e inhumana con que han sido tratados nuestros citados compa�eros, alojados en repugnantes, h�medos y mort�feros calabozos, sin una tarima y sin un jerg�n. 4o. Reclamar la libertad de los profesores de la U. P. que siguen detenidos �Herrera, Cornejo, Hurwitz y Terreros� as� como la de todos los delegados de de las organizaciones obreras, v�ctimas tambi�n de una orden arbitraria. 5o. Rechazar la acusaci�n de complicidad en un complot pol�tico burgu�s hecha a nuestro Director V�ctor Ra�l Haya de la Torre, invocando, contra esa imputaci�n, no s�lo la garant�a moral de la filiaci�n doctrinaria de Haya de la Torre y su orientaci�n r�gidamente principista sino tambi�n la prueba material de la reciente declaraci�n de la U. P. publicada en �Claridad�, que invita al proletariado a la defensa de las garant�as obreras y sindicales, lo advierte del peligro que su acci�n sea explotada por los partidos pol�ticos de oposici�n y lo estimula a desenvolver su acci�n sobre un terreno netamente proletario y clasista; y 6o. Declarar su fraternal solidaridad con la actitud del proletariado organizado y de la juventud estudiantil, reafirmar su independencia y su repugnancia de los intereses facciosos de la pol�tica. Lima, 7 de Octubre de 1923. El Comit� de la Universidad Popular� (314). Simult�neamente con la declaraci�n de la Universidad Popular se puso en libertad a los profesores y obreros que hab�an estado en prisi�n con motivo de las manifestaciones de protesta realizada los primeros d�as del mes de octubre. Al mismo tiempo la Federaci�n Obrera Local de Lima, por razones muy poderosas y de orden institucional, declar� terminado el paro general que proclamara con motivo de la detenci�n de V�ctor Ra�l. Haya de la Torre, que no pudo librarse de la deportaci�n, se vio obligado a abandonar el pa�s con destino a Panam� viajando en el mismo barco de bandera alemana �Negada�(315), en el que por rara coincidencia volviera Mari�tegui de su prolongado exilio seis meses atr�s. Fue breve la primera experiencia carcelaria de Jos� Carlos, apenas dos d�as de reclusi�n en un calabozo h�medo, sin ventilaci�n, sin cama ni siquiera un jerg�n para descansar. Su anterior detenci�n en el a�o 1919 s�lo hab�a sido domiciliaria. Mari�tegui por ausencia de V�ctor Ra�l, asumi� la total responsabilidad de dirigir a los estudiantes y obreros. No obstante el esfuerzo que ello deparaba, segu�a con gran inter�s la revoluci�n de octubre y su desarrollo, estaba atento, como testimonian sus colaboraciones en �Variedades� y sus intervenciones en la Universidad Popular, a que surgiera igual acontecimiento en Europa. �La fuerza que mantuvo viva hasta 1923 con alguna intermitencia, la esperanza revolucionaria �escribir� posteriormente� no era, pues la voluntad rom�ntica de reconstrucci�n, la inquietud tumultuaria de la juventud en severa vigilia; era la desesperada lucha del proletariado en las barricadas; en las huelgas, en los comicios, en las trincheras. La acci�n heroica operada con desigual fortuna de Lenin y su aguerrida facci�n en Rusia, de Liebknecht, Rosa de Luxemburgo, y Eugenio Levin� en Alemania, de Bela Kun en Hungr�a, de los obreros de la Fiat en Italia hasta la ocupaci�n de las f�bricas y escisi�n de las masas socialistas en Livorno� (316) �Despu�s de la deportaci�n de Haya de la Torre, Mari�tegui �afirma Enrique Cornejo K�ster�, aunque era el m�s nuevo de los profesores, fue nuestro l�der � (317). A consecuencia de los acontecimientos del mes de octubre y en que la Universidad Popular se hab�a convertido, seg�n opini�n de las autoridades policiales, en un peligroso centro de agitaci�n y subversi�n, evidentemente presionada por el Gobierno, la Municipalidad de Lima reclam� el local que ocupaban los estudiantes y la Universidad Popular, pretextando que hab�a resuelto instalarse ah� mientras se repararan los da�os sufridos por su edificio en la Plaza de Armas a causa del incendio �ltimo. Por estas razones, procedi� a arrojar a las instituciones que estaban en posesi�n del ala izquierda del Palacio de la Exposici�n. Ante tal hecho de fuerza la Federaci�n de Estudiantes del Per� elev� su m�s en�rgica protesta por dicho desalojo, firmaban el documento: Manuel Seoane, Presidente; R�mulo Jord�n y Enrique Cornejo K�ster, Secretarios (318). Frente a la situaci�n creada, la Universidad Popular inform� a los alumnos que oportunamente anunciar�a el local en que se efectuar�an las tres �ltimas conferencias de Jos� Carlos sobre �La historia de la crisis mundial� (319). Por aquella �poca, Mari�tegui revelar� la intenci�n concebida en Europa de sacar una revista (320) donde pudiese exponer los temas relacionados con la revoluci�n, con la m�xima libertad posible, fuera de la influencia de los anarquistas partidarios de Haya de la Torre. Para Jos� Carlos el peri�dico en ciernes no s�lo ser�a un veh�culo de propaganda y un agitador de masas, sino tambi�n un organizador colectivo. Vale decir, el plan de la nueva publicaci�n, lejos de ser el fruto de un trabajo de personas ganadas por la acci�n doctrinante y el esp�ritu libresco, fuese por el contrario, un proyecto m�s pr�ctico para divulgar y organizar �con toda amplitud� el socialismo en el Per�. De este modo se dio a la publicidad varios anuncios, informando sobre la pr�xima salida del mencionado �rgano de prensa. Entre ellos, citaremos dos textos que aparecieran, uno en el peri�dico �Informaci�n�, de Fabio Camacho: �Vanguardia� Revista semanal de renovaci�n ideol�gica. Voz de los nuevos tiempos. Directores Jos� Carlos Mari�tegui y F�lix del Valle. Casilla de correo No. 2107 (321); y el otro, en la revista �Bohemia Azul� repitiendo el mismo contenido anterior, pero con el siguiente agregado: �Y contar� en el extranjero con la cooperaci�n y el est�mulo intelectual de Luis de Araquistain, Miguel Unamuno, Ram�n del Valle Incl�n, Jos� Vasconcelos, Antonio Caso, Giovanni Papini, Alexander Archipenko, Hertwarth Walden, C�sar Falc�n y Ram�n G�mez de la Serna. Aparecer� a fines de noviembre� (322). Igualmente, continuaron anunciando la publica�ci�n de �Vanguardia� los peri�dicos: �El Comercio�, �Claridad�, �Variedades�, �Solidaridad�, etc. El 1 de diciembre de 1923 sali� un suelto participando la clausura del ciclo anual de clases de la Universidad Popular Gonz�lez Prada, la cual se efectuar�a en una actuaci�n p�blica. El programa consistir�a, entre otros n�meros, de un discurso memoria del Director de la U. P. doctor Oscar Herrera y de una disertaci�n de Jos� Carlos Mari�tegui (323). Mari�tegui �como se ha venido observando� era un convencido partidario de la doctrina revolucionaria marxista sobre los cambios que deb�an realizar�se en la humanidad y acerca de la misi�n hist�rica de la clase obrera dentro de tal proceso de renovaci�n. De ah� que, por lo tanto, la filosof�a para �l �as� se infiere de las orientaciones contenidas en sus escritos e intervencio�nes orales� no s�lo ten�a que limitarse a interpretar el mundo sino tambi�n a transformarlo. Por las razones ya expuestas, Jos� Carlos ten�a el pleno convencimiento del car�cter de clase con que hab�a de encarar los problemas nacionales y la necesidad hist�rica que los obreros, en un futuro pr�ximo, tuvieran la direcci�n del pa�s, Todo ello, por cierto, exig�a la creaci�n de una nueva conciencia social. Dicho de otra manera, se trataba de un trabajo ideol�gico de masas encaminado a capacitarlas para transformar su ser social y con �l las condiciones materiales objetivas que, en �ltima instancia, determinan su conciencia social. Podemos a�adir que este gigantesco intento �repetimos� tuvo su punto de partida a la vuelta al Per� de Jos� Carlos, tras de entrar nuevamente en relaci�n con los trabajadores y estudiantes movidos por la inquietud social de su tiempo. Adem�s esta tarea, que inici� Mari�tegui pacientemente y con redoblada tenacidad en el Per�, no s�lo supon�a �por parte de �l� la organizaci�n de un partido de car�cter clasista, que estimulara el pensa�miento y la acci�n, sino que simult�neamente imprimiera una l�nea de clase en el campo sindical. Aparte de preparar los cuadros de direcci�n revolu�cionaria y de publicar un �rgano period�stico que agrupase a todos los elementos progresistas. Llegados a este punto se hace necesario precisar que toda esta actividad de por s� bastante complicada, ten�a que hacerse en medio de la desorien�taci�n ideol�gica y org�nica que se observa por aquellos a�os. Jos� Carlos a la saz�n insist�a en destruir los dogmas oportunistas que en el Per� era imposible, debido al patente atraso econ�mico e industrial del pa�s, aplicar el socialismo cient�fico a nuestra realidad nacional. Eran los tiempos desde luego, en que los obreros y estudiantes �como hemos dicho� se hallaban influidos por el anarquismo y el caudillismo peque�o burgu�s. Pero Mari�tegui que miraba hacia el porvenir irradiaba de �l una fe tan entusiasta que se trasmit�a a quienes le escuchaban. Ya entonces sab�a convencer y atraer con su palabra. Gracias a la pr�dica marxista que hac�a, muchos de los �cratas se apartaron de su credo. Las intervenciones del joven maestro se efectuaban en un ambiente de viva pugna ideol�gica, Mari�tegui, a la vez que defend�a la doctrina marxista, rechazaba con energ�a los ataques de sus adversarios. Por aquella �poca, estaba plenamente consagrada toda su vida y todas sus fuerzas a la labor revolucionaria. Y como es l�gico deducir, por la misma labor proselitista que desplegaba, comenz� a ganar simpatizantes para la causa que propugnaba con verdadero apasionamiento y certeza revolucionaria. Dem�s est� decir, por otra parte, que tan tit�nica empresa requer�a estar �ntimamente vinculada con el sector avanzado de los trabajadores sobre el que se pretend�a realizar la acci�n socialista. En efecto as� procedi� Jos� Carlos, quien en Europa fuera testigo de la quiebra de los principios marxistas de los partidos socialistas adheridos a la II Internacional que se manten�an inm�viles dentro de los estrechos l�mites de la democracia parlamentaria burguesa. Por eso �l, de acuerdo con la experiencia vivida en el Viejo Mundo, fue tajante al definir las posiciones adoptadas en la lucha social, afirmando que �en el proletariado no existen sino dos intensos campos de gravitaci�n: la revoluci�n y la reforma� (324). La actitud consecuente con las ideas marxista revolucionarias asumida por Jos� Carlos, justifica su trayectoria ideopol�tica en el seno de la Universidad Popular, en la defensa de los estudiantes y obreros y en la redacci�n de la revista �Claridad�, que trajo como resultado afrontar algunas medidas represivas por parte del gobierno de Legu�a. Al respecto cabe citar el juicio que emite Jos� Carlos sobre la Universidad Popular a los pocos meses de su arribo al Per� y, tambi�n, porqu� no decirlo de su ejemplar acci�n revolucionaria como profesor de la misma: �Las universidades populares �declara sin ning�n eufemismo Mari�tegui� no son instituciones de agn�stica e incolora extensi�n universitaria. Son escuelas de clase. Son escuelas de renovaci�n. No viven adosadas a las academias oficiales ni alimentadas de limosnas del Estado. Viven del calor y de la savia populares. No existen para la simple digesti�n rudimentaria de la cultura burguesa. Existen para la elaboraci�n y la creaci�n de la cultura proletaria� (325). Ahora bien s�lo a mediados del mes de enero de 1924 aparece la cuarta entrega de la revista �Claridad�. que por haber sido condenado al exilio Haya de la Torre asume la direcci�n interina de la misma Jos� Carlos. La mencionada publicaci�n, a guisa de explicar el retardo de su salida, dice lo siguiente en el primer p�rrafo de la nota editorial: ��Adelante!� �Claridad� reaparece despu�s de dos meses de ausencia. Interrumpi� la preparaci�n de este n�mero la prisi�n de Haya de la Torre. La paralizaron luego las dispersiones de nuestras energ�as, embargadas por la lucha, por la protesta, por la Universidad Popular. Hoy, sistemada y reorganizada finalmente nuestra actividad, tornamos a encender esta luz en las tinie�blas...� (326). M�s adelante, en p�gina y secci�n aparte, se inserta la advertencia que sigue: �Este n�mero de �Claridad� debi� aparecer en los primeros d�as de octubre. Casi todo el material hab�a sido dado a la imprenta por Haya de la Torre. Hemos tardado en complementarlo y revisarlo porque fuimos solicitados primero por el deber de la protesta y, despu�s, por el deber de vivificar y defender la Universidad Popular Gonz�lez Prada, acechada por la reacci�n. Apenas cumplimos estos deberes hemos venido a la imprenta a poner en marcha otra vez �Claridad� que a partir de este n�mero aparecer� regularmente�(327). Inmediatamente que se efectu� la distribuci�n de los ejemplares de la revista �Claridad� a los puestos de venta al p�blico, la polic�a procedi� en forma ilegal a recoger la edici�n y a detener al director interino, a uno de los redactores, al impresor y a dos de los distribuidores de la publicaci�n en referencia. Veamos al respecto, el contenido de la carta que los encargados del �rgano de prensa dirigen al director de la �Cr�nica� doctor Clemente Palma, con fecha 13 de enero de 1924 (*), explicando los detalles y posibles motivos del citado atropello de que fueron objeto y, adem�s, condenando tan injusta medida policial. He aqu� el texto del documento que venimos haciendo menci�n: �La polic�a ha perpetrado ayer el m�s est�lido de sus desmanes. Se ha incautado violentamente de la edici�n de la revista �Claridad�. allanando la librer�a Lorenzo y Rego y la librer�a Rosay arrebat�ndole a los puestos de peri�dicos; ha detenido a uno de sus redactores, el estudiante Oscar Herrera, secretario de la Federaci�n de Estudiantes y secretario general de la Universidad Popular; y ha detenido al ciudadano espa�ol se�or Rego, propietario de la librer�a de su nombre y al se�or Am�rico Accineli, propietario de la imprenta impresora de la revista. El se�or Fernando Rosay, propietario de la librer�a Rosay, ha sido tambi�n arbitrariamente llamado a la prefectura �cu�l es el pretexto de este atropello? Lo ignoramos hasta ahora. �Claridad� no es �rgano de ninguna facci�n �oposicionista�, no tiene ninguna vinculaci�n con nuestra pol�tica partidista; no puede ser acusada de concomitancia y relaciones con ninguna conspiraci�n facciosa. Su filiaci�n la coloca por encima de estas menudas cosas de nuestro ambiente pol�tico. �Claridad� es un eco de un vasto y mundial movimiento ideol�gico que tiene muchos representantes ilustres, Anatole France, Henri Barbusse, Romain Rolland, Bernard Shaw, Bertrand Rusell, Jos� Ingenieros, Miguel de Unamuno, Jos� Vasconcelos, entre otros. En el sumario del n�mero secuestrado de �Claridad� figuran Anatole Franca, Barbusse, Baroja, Altamira, Caso (Y de Antonio Caso �Claridad� ha publicado un inocuo art�culo sobre �El descubrimiento de Am�rica�). La persecuci�n de esta literatura constituye una verg�enza para la cultura del pa�s. Es indispensable que la prensa independiente la conozca, la denuncie y la vitupere. "Hace tres meses se deport� a Haya de la Torre acus�ndole de participaci�n en una conjuraci�n pol�tica. La acusaci�n era falsa y temeraria; pero revelaba escr�pulos para perseguir y reprimir a Haya de la Torre, por sus ideas y su filiaci�n doctrinaria. Se recurri� entonces a un expediente hip�crita y la hipocres�a, como ha dicho alguien, es un homenaje a la virtud. Hoy se ataca una revista sostenida por un grupo de intelectuales y estudiantes, exentos de todo contacto con la pol�tica criolla, �nicamente a causa de su filiaci�n y sus ideas�. �Asistimos a un acto francamente inquisitorial, desembozadamente reaccionario. El gobierno no puede decir en este caso que suprime un �rgano de agitaci�n oposicionista conectado con alg�n complot o destinado a suscitar o estimular un pronunciamiento. �Claridad� est� muy lejos de los s�rdidos intereses que pueden instigar en esta �poca un golpe de Estado. Ninguna raz�n de orden p�blico, puede ser usada, por consiguiente, para justificar o excusar el decomiso de su edici�n y la detenci�n de su impresor, de uno de sus redactores, etc. �Va el gobierno a asumir la responsabilidad de oponerse a toda penetra�ci�n en nuestro medio de la ideolog�a socialista?. �Va el gobierno a asumir la responsabilidad de vedar policialmente la organizaci�n y la educaci�n clasista de los trabajadores? Que venga, de una vez, una palabra franca. El proletariado y la juventud libre exigen perentoriamente�. �Quiera usted Se�or Director, acoger en sus columnas estas l�neas y aceptar nuestros cordiales saludos�. (Firman) Jos� Carlos Mari�tegui, Luis E. Heysen, Enrique Cornejo K�ster, Luis F. Bustamante, Jacobo Hurwitz, Julio Lecaros B. �P.S. Escrita esta carta, Jos� Carlos Mari�tegui fue notificado en su domicilio, por el Subjefe de Investigaciones, de que tambi�n contra �l se hab�a dictado orden de detenci�n. Y, acompa�ado por ese funcionario policial, fue conducido a la Intendencia, donde permaneci� incomunicado hasta las 8 de la noche, hora en que se puso en libertad a los cuatros detenidos, se�ores Mari�tegui, Herrera, Rego, Accinelli. Tambi�n fue liberado, a esa hora el obrero Luque de la imprenta �El Inca�, perseguido con motivo de la impresi�n en esa imprenta, hace varios meses, de un folleto de Haya de la Torre. Vale� (328). Es conveniente dar a conocer que en cuanto tuvo noticias la Federaci�n Textil de Trabajadores �el sector m�s combativo de la clase obrera� de la prisi�n de los se�ores Oscar Herrera, Director de la Universidad Popular y de Jos� Carlos Mari�tegui, profesor de dicho centro de estudios, acord� realizar una manifestaci�n de protesta, pero ella qued� sin efecto en vista de que los citados personajes fueron puestos en libertad al anochecer del d�a 15 de enero de 1924 (329). Volviendo a fijar la atenci�n en el cuarto n�mero de la revista �Claridad�, que estamos aludiendo, aparece en las p�ginas 15 y 17 respectivamente, una nota en que se hace un llamamiento de solidaridad y de ayuda destinado a los obreros alemanes que seg�n versi�n de Vegas Garc�a, fue Mari�tegui el encargado de hacer las gestiones y de conseguir el apoyo respectivo. Ello pone en evidencia los contactos internacionales que hab�a establecido Jos� Carlos durante su estancia en el Viejo Mundo. La informaci�n en referencia es la que sigue: �Los socorros a los obreros alemanes�. �Publicamos en esta p�gina el llamamiento que la Federaci�n Obrera Local, la Universidad Popular Gonz�lez Prada y el Comit� de Socorros Obrero dirigen a la clase trabajadora del Per�: �Claridad� hace suyo este llamamiento, la conciencia internacionalista de nuestra vanguardia proletaria est� a prueba. Todos los trabajadores del mundo cooperan en la acci�n de socorro al proletariado alem�n. Como el llamamiento dice, los trabajadores del Per� �no pueden dejar de estar presentes en ese gran acto de solidaridad humana�. �Llamamiento a las trabajadores del Per�� �El manifiesto de los intelectuales y leaderes de vanguardia de Europa y Estados Unidos, que nos describe la situaci�n de los trabajadores alemanes, afligidos por la desocupaci�n y la miseria m�s absoluta reclama nuestra presencia en un gran acto de solidaridad internacional y nos coloca ante un deber ineludible...�. (Termina el llamamiento con las siguientes frases): �!Viva la solidaridad internacional! !Viva la solidaridad de todos los obreros del mundo!� (330). Poco despu�s del suceso protagonizado por la salida del n�mero de la revista �Claridad� y que ya hemos dado cuenta, la Universidad Popular Gonz�lez Prada organiz� una actuaci�n solemne, el s�bado 26 de enero de 1924, en el local de la Sociedad de Motoristas y Conductores, conmemorando el tercer aniversario de su fundaci�n. Luego de la intervenci�n de Oscar Herrera, secretario general de la instituci�n, Mari�tegui subi� a la tribuna para rendir en nombre de la Universidad Popular un homenaje a la memoria de Lenin, recientemente fallecido. Ah�, tambi�n, se dio a conocer la resoluci�n tomada en ese Centro de remitir un cablegrama de condolencia a Rusia por la muerte del genial revolucionario sovi�tico (331). A los pocos d�as, la Federaci�n Obrera Local de Lima emiti� igualmente, un comunicado solidariz�ndose con el acuerdo adoptado por la Universidad Popular Gonz�lez Prada (332). Justo por esa fecha, pare tener una idea aproximada de la mentalidad anticomunista que predominaba, aludimos a la carta que Humberto Gaicochea, alumno de San Fernando, le dirige al doctor Oscar Herrera, Secretario de Relaciones Exteriores del Centro de Estudiantes de Medicina, acometiendo contra �l y contra la Junta Directiva de aquella instituci�n. No olvidemos, de otro lado, que Herrera era Secretario General de la Universidad Popular, redactor de la revista �Claridad� y colaborador, en cierta forma, de Jos� Carlos. En el contenido de la citada nota �de la cual extraemos un fragmento�, Gaicochea lanza una rotunda negaci�n ante lo que considera un supuesto peligro para el pa�s, al sostener: �que hay que evitar la necesidad de reducir a escombros todo lo existente �con que fin? �Para que el bolcheviquismo criollo, m�s pernicioso que todas las plagas, impere en nuestra Patria? !No! Semejante tarea �afirma� jam�s contar� con el concurso de quienes tenemos la raz�n equilibrada� (333). La actitud asumida por el autor de la carta en referencia, no constituye una opini�n solitaria, ni mucho menos una posici�n aislada, pues la compart�a el r�gimen de la �Patria Nueva�, el doctor Luis Mir� Quesada de la Guerra, los anarcosindicalistas y otros elementos afines, quienes se hallaban atentos a cualquier manifes�taci�n de esta tendencia ideol�gica para denunciar a sus seguidores o para reprimirlos dr�sticamente. Ocurre tambi�n que al terminar ese mismo mes de enero, vemos a Jos� Carlos concurrir a la �Fiesta de la Planta� que anualmente se celebraba en Vitarte. Indiscutiblemente que esa festividad se convirti�, andando el tiempo, en una jornada fraternal y de unidad para los trabajadores. No se puede dejar de mencionar que Mari�tegui se sent�a comprometido con aquella localidad, pues apenas hac�a pocos meses que al conocer la detenci�n policial de que fueran objeto Jos� Carlos y Haya de la Torre, el pueblo se moviliz� y ocup� las calles para solicitar la libertad de ambos. Y esta manifestaci�n de protesta, protagonizada por los vitartinos fue brutalmente disuelta por las r�fagas de las ametralladoras y balas de fusil disparadas por la Gendarmer�a que, adem�s, segaron la vida de dos proletarios del lugar. Ah� en Vitarte no s�lo se congregaron los obreros, sino tambi�n los campesinos de los alrededores, las delegaciones de los mineros de la zona del centro y, asimismo, los trabajadores, estudiantes e intelectuales que llegaban procedentes de la capital. Durante los d�as 30 y 31 del mes de enero de 1924, se desarroll� un vasto programa cultural art�stico y deportivo. �Toda la vanguardia de Lima �comentaba la revista �Claridad�� se ha asociado entusiastamente a esta fecha de Vitarte que ha sido una fiesta del proletariado lime�o� (334). Mientras tanto, a mediados del mes de marzo de 1924, sali�, el quinto n�mero de la revista �Claridad�, en cierto modo, transformado en un vocero de los trabajadores, por iniciativa de su nuevo director Mari�tegui. La propia publicaci�n, en una de sus p�ginas principales, anunci� que �la auspician y la sostienen la Juventud Libre del Per� y la Federaci�n Obrera Local. La redacta un grupo de intelectuales, estudiantes y obreros de filiaci�n vanguardista, extra�os a los intereses y a las peripecias de la pol�tica criolla. Aparecen como Director fundador V�ctor Ra�l Haya de la Torre y como Director interino Jos� Carlos Mari�tegui�. Y a manera de nota editorial se inserta el texto que sigue: �La historia del retraso con que aparece este n�mero de �Claridad� �escribe el editorialista� es suficientemente conocida. La salida de nuestro cuarto n�mero, en la primera quincena de enero, nos atrajo las m�s desmandadas persecuciones del poder y sus agentes. La polic�a apres� a Jos� Carlos Mari�tegui y a Oscar Herrera; impuso un temerario arresto al propietario de la librer�a 'La Aurora Literaria' y al de la imprenta donde se imprimi� ese n�mero de �Claridad�; y se secuestr� m�s de mil ejemplares de nuestro peri�dico. Todas estas violencias fueron denunciadas y condenadas por nosotros en una carta publicada en las columnas de �El Tiempo� y �La Cr�nica�. Comentarlas de nuevo nos parece superfluo. Nos limitaremos, pues a decir que para nosotros es un episodio honroso de la lucha. Y para la cultura nacional una verg�enza�. �Hoy reaparece nuestra revista bajo el amparo del proletariado organizado de Lima que la ha declarado su �rgano. La solidaridad de los trabajadores es la mejor recompensa a que pod�amos aspirar. Reforzados por ella seguimos adelante� (335). En el escrito precedente se advierte el inconfundible estilo de Mari�tegui y su decidida orientaci�n clasista. Ello se ve confirmado por el mismo Jos� Carlos, cuando en el n�mero cinco se�ala el principio de un franco orientamiento doctrinario en el que "Claridad" abandona el tono estudiantil. Donde ese n�mero de "Claridad", aparece como �rgano de la Federaci�n Obrera Local. Perseguida por la polic�a, el proletariado organizado ha querido ampararla con su solidaridad formal� (336). Tambi�n el n�mero cinco trae una traducci�n y un encabezamiento escrito por Mari�tegui, que antecede al cuento de Eugenio de Levin� �uno de los m�s destacados leaders del partido espartaquista alem�n y que como se sabe, fue uno de los m�rtires de la revoluci�n comunista de Baviera, pose�a un temperamento fino, culto y rico de escritor. Estas admirables p�ginas suyas lo acreditan� (337). Es conveniente detenerse aqu� para evocar que Jos� Carlos tuvo las primeras noticias de Levin� durante el recorrido que hiciera, precisamente, por Baviera el a�o 1922. Igualmente en la mencionada revista �Claridad�, se anunciaba la aparici�n pr�xima de la obra, intitulada: �Figuras y aspectos de la vida mundial�, que un a�o m�s tarde (1925) sali� con el t�tulo definitivo de �Escena Contempor�nea�, y que debi� su retraso a la enfermedad de Mari�tegui. As� pues la nota que anticipaba la entrega del volumen tra�a el comentario siguiente: �Libro de Jos� Carlos Mari�tegui, que reunir�, completados y revisados, sus estudios sobre Lenin, Wilson, Lloyd George, Poincar�, Mussolini, Ramsay Mac. Donald y el Partido Laborista, el Directorio Espa�ol Tchicherin, Hug� Stinnes, Rudolf Hilferding, Nitti, Caillaux, la Sociedad de las Naciones, la Revoluci�n Mexicana, Arte de Vanguardia y otros personajes y escenas de la vida contempor�nea. �Este libro �anotaba el glosador� refleja las grandes corrientes de la �poca (338). Ahora para explicar mejor este per�odo de la actividad de Jos� Carlos por los a�os veinte, recurrimos �otra vez� a la versi�n que nos proporcionara al respecto un coet�neo suyo, Enrique Cornejo K�ster, dirigente de la Federaci�n de Estudiantes del Per�, miembro de la redacci�n de �Claridad� y profesor de la Universidad Popular que dice a la letra: �La revista �Claridad�, fundada por Haya de la Torre, sali� nuevamente bajo la direcci�n de Mari�tegui, y �ste, comenz� reci�n su trabajo de conducir nuestro movimiento hacia el comunismo, sus conversaciones, sus consejos trataban de inducirnos a la formaci�n del Partido Comunista peruano que no ser�a p�blica, sino secreta. Mari�tegui era consejero, orientador y maestro nuestro. Lentamente y con gran habilidad fue infiltrando sus ideas. En mi concepto Mari�tegui trajo de Europa la misi�n de fundar el Partido Comunista peruano, raz�n por la que vino a nuestra organizaci�n. Algunos escucharon. Yo he tenido un acta a m�quina, que entregu� a Andr�s Townsend en Buenos Aires a�os despu�s, ya deportados por Benavides donde sent�bamos las bases secretas del Partido Comunista peruano. �La mayor�a de los profesores de la U. P. simpatizamos en esa �poca con las proposiciones de Mari�tegui, m�s la resistencia obrera y los consejos recibidos de Haya de la Torre, nos alejaban de actuar en el sentido que quer�a Mari�tegui. Haya de la Torre nos dec�a siempre a algunos entu�siasmados por la revoluci�n rusa, a los convencidos por los escritos de Lenin y a quienes quer�an dar orientaci�n comunista o socialista a nuestra labor: �Somos muy pocos para dividirnos. Los obreros del Per� necesitan cultura e instrucci�n. Ese es nuestro lema. Las U. P. no tienen m�s dogma que la justicia y la realidad social y cultural de nuestra Patria que no deben ser olvidadas, o nuestra labor ser� est�ril. �Esta labor de Haya impidi� que di�ramos el paso a que nos induc�a Mari�tegui. La primera prueba de lo acertado de los consejos que nos dejara Haya fue el primer n�mero de la revista �Claridad� que sali� bajo la direcci�n de Mari�tegui. Ese n�mero estaba �ntegramente dedicado a la memoria de Lenin. Art�culos sobre la infancia llenaban sus p�ginas, su obra revoluciona�ria; su vida y su doctrina; numerosos grabados la ilustraban; desde Lenin ni�o hasta el conocido retrato con gorra y perita. Este n�mero produjo una tempestad. "El gobierno de Legu�a nos hab�a quitado los salones del Palacio de la Exposici�n donde funcionaban la Federaci�n de Estudiantes y la Universi�dad Popular. Se hab�a incendiado la Municipalidad de Lima y este cabildo hu�rfano de albergue tuvo que refugiarse en lo que consideramos nuestra casa. Las U.P. se dividieron en los locales de cuatro sindicatos: tranviarios, textiles, choferes y zapateros, yen lugar de una Universidad Popular fueron igual que el n�mero de locales, todos en Lima, funcionando d�a por medio de 9 � 11 de la noche. Los zapateros, anarquistas en su mayor�a; los textiles y los de Vitarte hicieron cuesti�n sobre el n�mero de "Claridad" dedicado a Lenin; sobre todo los anarcosindicalistas estaban indignados, y hablaban de expulsarnos del local del sindicato de zapateros. Pudimos parar la tempes�tad se�alando que ese n�mero no indicaba una filiaci�n comunista de la U. P. sino era el homenaje a un gran l�der revolucionario de Rusia. La tempestad pas�. Los lazos de la U. P. y sus alumnos quedaron nuevamente firmes. Mari�tegui y nosotros recibimos una lecci�n y se afirm� en todos la convicci�n de la solidez de la orientaci�n de Haya de la Torre". "Los lazos de camarader�a y amistad de nuestro grupo �se refiere a los admiradores personales de Haya de la Torre y que estaban imbuidos de ideas peque�o-burguesas� se afirmaron con la enfermedad de Mari�tegui" (339). Las dificultades que se presentaron, en los primeros momentos en la actividad clasista que desarrollaba Mari�tegui �y que advierte Cornejo K�ster en su testimonio� ponen de manifiesto lo acertado de la t�ctica a que recurriera Jos� Carlos al no provocar una ruptura frontal con Haya de la Torre ni tampoco con el grupo anarquista. Antes por el contrario, para no crearse obst�culos dif�ciles de superar, realiza su trabajo tendiente a echar las bases del movimiento comunista en forma discreta yen lo posible subrepticiamente. La autoridad del carism�tico V�ctor Ra�l, por una parte, y de los anarquistas, por la otra, era sumamente influyente sobre los obreros y estudiantes de aquel tiempo. De tal manera que la tarea que ten�a por delante Jos� Carlos resultaba ardua, complicada y llena de tropiezos. Pero, sin embargo, Mari�tegui se sent�a indoblegable y parec�a agigantarse ante los problemas que entorpec�an su acci�n revolucionaria. M�s, eso s�, ten�a un gran respeto por las opiniones que expresaban, en forma mayoritaria, los trabajadores y j�venes universitarios. Despu�s de todo, ya se ha dicho, que el contacto directo de Jos� Carlos con el movimiento obrero y las ense�anzas derivadas de la Revoluci�n Rusa, contribuy� al desarrollo de su personalidad como el primer gu�a, indiscutible, de la lucha marxista revolucionaria en nuestro pa�s. Y desde aquel entonces busc�, por todos los medios a su alcance, una plena identidad con los trabajadores y estudiantes influidos por el fermento de rebeld�a engendrado por el dominio olig�rquico-imperialista. Aquellos sectores sociales pujantes y conscientes de la espinosa tarea acometida por Mari�tegui en dos campos: el de la acci�n y del adoctrinamiento ideol�gico, le brindaron su apoyo y solidaridad. Ahora frente al reto que hab�a que trabajar por la educaci�n y organiza�ci�n de la clase obrera, fue aceptada la iniciativa del propio Jos� Carlos para ampliar los instrumentos de difusi�n ideopol�ticos consistente en crear la Sociedad Editorial Obrera �Claridad�. En efecto, el Comit� de Organizaci�n de dicha Sociedad fue instalado el 6 de abril de 1924, y estuvo representado por las Federaciones obreras e ind�genas, por las Universidades Populares Gonz�lez Prada y por empleados e intelectuales de vanguardia que se propon�an, entre otros fines, la realizaci�n de un gran anhelo del proletariado peruano: la publicaci�n de un diario que defendiera sus intereses y propugnara sus ideales clasistas. La publicaci�n de un diario era el prop�sito central �que anunciaban los dirigentes�, pero no �nico y exclusivo del extenso frente �nico que este Comit� propiciaba. Los proyectos �a�ad�an� anexos de fundaci�n de una librer�a obrera y edici�n de los libros, folletos y revistas necesarios a la propaganda y a la cultura clasista de los trabajadores y que son igualmente, en el criterio yen el programa del Comit�, de importancia primaria y urgente (340). Estando, pues, en plena y tesonera labor por inculcar la conciencia socialista y las bases del sindicalismo revolucionario en las masas populares, Jos� Carlos hubo de ser sorprendido por la aparici�n repentina de una gangrena en su pierna derecha (341) que aparentemente se le consideraba en perfectas condiciones pues, como se recordar�, hab�a sido su otra extremidad (la izquierda), la que fuera atacada de tuberculosis articular y la que le provocara la cojera desde los lejanos tiempos de su ni�ez. La fiebre alta y los dolores agudos, provenientes de la enfermedad que le inquietaba, por supuesto le obligaron a guardar cama y le impidieron cumplir algunos compromisos contra�dos. Justo en los momentos que, ardorosamente, se preparaba para tomar parte en la actuaci�n de la Universidad Popular Gonz�lez Prada y, adem�s, en otras demostraciones que se ven�a progra�mando para rememorar el 1o. de Mayo de 1924 (342). Pero a�n as� yen tan deplorable estado de salud, el enfermo sigui� trabajando en el mensaje del 1o. de Mayo y el Frente �nico que luego dirigiera a los obreros en esa fecha significativa (343). Aqu� es preciso que hagamos conocer, igualmente, el esfuerzo desplegado por la familia para disuadir a Mari�tegui con el fin de que no se levantara de su lecho en una tentativa por cumplir con la cita laboral (344). Para Jos� Carlos este aniversario era de esencial importancia, no s�lo por ser un acontecimiento en la historia del movimiento obrero internacional, sino tambi�n porque tal d�a hab�a sido se�alado para ofrecer su �ltima conferencia sobre el ciclo correspondiente a la �Historia de la crisis mundial� y deber�a convertirse en un balance cr�tico y autocr�tico de la clase trabajadora y, por tanto, en el punto de arranque de una nueva etapa para su vida sindical y revolucionaria. Ya lo hab�a anticipado Jos� Carlos, en su primera disertaci�n del mes de junio de 1923, que: �aqu�, como en Europa, los proletarios, tienen pues, que dividirse no en sindicalistas y socialistas �clasificaci�n anacr�nica�, sino en colaboracionistas y anticolaboracionistas, en reformistas y maximilistas (l�ase marxistas). Pero para que esta clasificaci�n se produzca con nitidez, con coherencia, es indispensable que el proletario conozca y comprenda en sus grandes lineamientos, la gran crisis contempor�nea. De otra manera, el confusionismo es inevitable. �Yo participo �declara Mari�tegui enf�ticamente� de la opini�n de los que creen en que la humanidad vive un per�odo revolucionario. Y estoy convencido del pr�ximo ocaso de todas las tesis socialdemocr�ticas de todas las tesis reformistas, de todas las tesis evolucionistas... (345). La t�ctica del frente �nico obrero propuesta por Jos� Carlos, en nuestro medio, a trav�s de su mensaje del 1� de mayo, obedec�a a una consigna de �!Ir a las masas!� trazada por el Tercer Congreso de la III Internacional para abrir a los comunistas la perspectiva de ganar para su causa la mayor�a de la clase obrera y de todos los trabajadores. En este sentido ten�a una importancia primordial la lucha en defensa de las demandas vitales de los sectores populares, ya que s�lo poni�ndose al frente de estos hechos cotidianos alcanzar�an los comunistas dicho objetivo. El 12 de Agosto de 1921, el Comit� Ejecutivo de la Comintern emiti� un llamamiento especial, en el que dec�a: �Luchar por la uni�n de las masas obreras de todos los pa�ses a fin de parar los golpes del capitalismo, luchar al frente de las masas obreras unidas por su emancipaci�n: esa es nuestra tarea. En el proceso de su cumplimiento cohesionaremos las masas en torno a la Internacional Comunista, la �nica �Internacional viva y capaz de liberar al proletariado de la influencia burguesa, de unirlo y oponerlo como fuerza a la burgues�a� (346). Por consiguiente, no pudo llegar Jos� Carlos a la velada en homenaje al D�a del Trabajo, organizada por la Universidad Popular en el local de la Federaci�n de Motoristas y Conductores, sito en la Espalda (sic) de Santa Clara, pero si el llamamiento, escrito por �l y que dirigiera a los trabajadores record�ndoles que el lo. de Mayo era la fiesta de todas las internacionales, ya sean socialistas, comunistas, libertarias. A continuaci�n explicaba en dicho documento el significado del frente �nico proletario. Y al referirse al Per�, recordaba que era una decisi�n y un anhelo evidente de las masas lograr la unidad obrera. D�as antes de realizarse aquella actuaci�n evocativa, en el citado centro gremial, circul� el siguiente programa art�stico-cultural: lo. Apertura por el Centro Musical Obrero. 2o.Ofrecimiento de la velada por el profesor Julio Lecaros. 3o.M�sica aborigen. 4o.Algunos conceptos por el delegado de los alumnos ind�genas (Ezequiel) Urbiola. 5o.Estudio de la obra de la poetisa (Gabriela) Mistral, por Armando Baz�n. Ultima conferencia sobre la �Historia de la crisis mundial�, por Jos� Carlos Mari�tegui. Segunda parte: M�sica por el Centro Musical Obrero: 1o. Algunas palabras por el alumno obrero (Fernando) Garc�a. 2o. Himno del trabajo. 3o. Recital de (Jacobo) Hurwitz. 4o. Discurso por un delegado de la Federaci�n Obrera Local de Lima. 5o. Solo de flauta por Sara Gratz. 6o. Hablar� (Francisco) S�nchez R�os en nombre del Comit� Organizador de la Editorial �Claridad�. Cerrar� la actuaci�n el Secretario General Oscar Herrera, con breves palabras sobre la significaci�n del D�a del Trabajo (347). La ausencia de Jos� Carlos, por aquellos d�as de las actividades revolucionarias, result� inexplicable a�n para sus colaboradores m�s cercanos. Algunos enemigos de Mari�tegui se aprovecharon de la oportunidad para hacer circular �La leyenda negra� de que, seguramente, su alejamiento sorpresivo y cuando menos se aguardaba, respond�a a un entendimiento con el gobierno de Legu�a (348). Pero Jos� Carlos, ajeno a esta infame diatriba, se hallaba atenazado por una turbadora enfermedad. Entonces el mencionado mensaje que enviara desde su lecho de enfermo a la clase trabajadora y, por otro lado, al hacerse p�blica la grave dolencia que le aquejaba, desvirtu� el infundio lanzado contra �l, a quien se le empezaba a temer por su enorme arraigo y autoridad conquistada entre las masa populares. D�bese �nica y exclusivamente al doctor Carlos Roe �su amigo desde los a�os de su estancia en Europa y m�dico de cabecera� quien al atender a Mari�tegui en su modesta casa, situada en los Barrios Altos, y al comprobar el delicado estado de �ste, notific� a Ricardo Vegas Garc�a, Secretario del C�rculo de Prensa, sobre el peligroso mal que minaba una de las extremidades de Jos� Carlos y le hac�a peligrar hasta su propia vida. Al conocer Vegas Garc�a la dif�cil situaci�n que padec�a Mari�tegui, de inmediato y bajo su responsabilidad, dispuso el traslado del paciente al Hospital Italiano. En el carro de la ambulancia acompa�aron a Jos� Carlos Anna Chiappe, Mar�a Amalia de Mari�tegui (la madre), Carlos Roe, Jorge Basadre y Ricardo Vegas Garc�a (349). Una vez internado en el Hospital Italiano, fue examinado por el m�dico cirujano y prestigiado maestro universitario doctor Guillermo Gasta�eta que, tras comprobar la presencia de un tumor y de una infecci�n aguda, decidi� amputarle la pierna derecha. A Mari�tegui a quien por razones obvias no se le hizo saber el sacrificio que hab�a de sufrir, se le adormeci� totalmente media parte del cuerpo para practicarle la intervenci�n quir�rgica, mediante la aplicaci�n de una inyecci�n a la m�dula (350). Pero antes de ejecutar aquella medida extremadamente dolorosa, el galeno hizo las consultas pertinentes entre los familiares m�s directos del paciente a fin de lograr la autorizaci�n que para esos casos se requer�a. Entonces, entre los parientes, despu�s de escuchar tan escalofriante opini�n del facultativo, se suscit� una escena dram�tica protagonizada por do�a Amalia La Chira �la madre� y por do�a Anna Chiappe �la esposa�. La primera, invoc� razones de orden religioso para oponerse a la mutilaci�n que se pretend�a inferir a su hijo. Y la segunda, apel� a su condici�n de compa�era y madre de dos peque�as criaturas para apoyar, decididamente, la resoluci�n que hab�a adoptado el m�dico para intentar salvar la vida de Jos� Carlos. Entre la actitud de una y otra mujer se impuso, como era l�gico, el criterio de la abnegada c�nyuge. Lo curioso del asunto, es que el doctor Gasta�eta hab�a pertenecido al Partido �Futurista�, presidido por Jos� de la Riva Ag�ero y que tanto le combatiera Mari�tegui en sus a�os mozos. Asimismo aquel m�dico hab�a trabajado con el traumat�logo franc�s, doctor F�lix Larr�, que le hiciera la primera intervenci�n quir�rgica a Jos� Carlos all� por 1902. Incluso Gasta�eta, cuando aqu�l retorn� a Francia en forma definitiva, lo reemplaz� como cirujano principal de la Maison de Sant�. Y, tambi�n por si hiciera falta decirlo, era apreciado como maestro por los estudiantes reformistas de la Facultad de Medicina de San Fernando. Con el consentimiento de Anna Chiappe, el doctor Gasta�eta procedi� a amputarle la pierna gangrenada a Jos� Carlos. La operaci�n en s� fue un �xito. M�s, a consecuencia del proceso infeccioso, le sobrevino al enfermo algunas complicaciones postoperatorias, que retardaron su recuperaci�n. Entre tanto, los familiares no s�lo daban muestras de desaliento por la persistencia del mal sino porque tambi�n se acumulaban las deudas. La verdad era que ellos no pod�an hacer frente a los gastos que demandaba la permanencia de Mari�tegui en ese nosocomio; su condici�n econ�mica no se lo permit�a. En cambio Jos� Carlos, consumido por la fiebre intensa, yac�a inmerso en un mundo muy cercano a la muerte. Sus ojos brillantes y profundos de por si, en otrora, estaban casi como ausentes de todo lo que le rodeaba y acontec�a. Se pod�a decir que, a�n en ese estado inquietante, daba la sensaci�n de librar una desigual lucha en lo m�s rec�ndito de su ser por prolongar la vida. No quer�a quedarse en medio camino . Ten�a tanto y tanto por hacer. Y lo que es m�s no pod�a incumplir la cita con los trabajadores que reclamaban su presencia. De ah� que, en sus horas de delirio febril, sus frases no fueron incoherentes, cuando dec�a !d�jenme ir con los obreros! Pues , reiteramos, ten�a un encuentro hist�rico con ese sector social. En tales circunstancias adversas, compartiendo la incertidumbre de los allegados a Jos� Carlos, el joven ensayista Luis Alberto S�nchez escribi� un sentido y vibrante art�culo period�stico para la revista �Mundial� (351), demandando en�rgicamente ayuda al �C�rculo de la Prensa�, presidido por Luis Varela y Orbegoso, donde actuaba como Secretario de la misma Ri�cardo Vegas Garc�a, para el colega que hab�a quedado inv�lido y no pose�a los medios econ�micos suficientes para sufragar la atenci�n hospitalaria y encarar su convalecencia. Insertamos a continuaci�n la solicitud de S�nchez, que dice textualmente: �Levanta una protesta �sosten�a Luis Alberto� la tragedia de Mari�tegui. Nos conmueve y nos arredra ver el dolor en casa hermana, y la angustia irreparable en uno de los nuestros. Casi da gana s de arrojar la pluma lejos, y dedicar la vida a menesteres m�s f�ciles y alegres, que este pensar por cuenta de los dem�s, cuando se mira, se palpa, se respira la tragedia incruenta de un hombre joven, despedazado por la vida. Y la vida ha acechado el momento m�s �lgido en la juventud de Mari�tegui; ha esperado que el mozo se haga hombre; que la cultura y los viajes y el incontable meditar hayan madurado ese inquieto esp�ritu y que sobre sus hombros harto fr�giles descanse la serenidad de un hogar hecho a base de esfuerzo y de amor. Ha aguardado arteramente, la vida, que la bohemia pasara y el "dilettanismo" huyera para clavarle las garras a Mari�tegui, cuando empieza a ser suya el �alba de oro�. �La tragedia de Jos� Carlos Mari�tegui es, para los que alguna vez estuvimos cerca de �l, espantosa. Para el p�blico, que menos la conoc�a, injusta y cruel. Para los obreros, irreparable. No es frecuente entre nosotros el caso de una tan acendrada voluntad. Ni es frecuente que los escritores, al regresar de Europa, se dediquen con toda el alma, a divulgar ideas nov�simas, a agitar conciencias adormecidas, a hacer carne, verbo, la efervescencia reformadora del mundo. Por lo general, nuestros escritores van a Europa plebeyos, pero regresan �dandies�. No s�lo detestan Lima, sino que tienen a menos a los compa�eros de otros d�as. Se desarraigan tontamente, para enseguida, enraizarse nuevamente, como injertos, en el presupuesto nacional. Para huir de lo vulgar, caen en el ventralismo. Y desde la prebenda palaciega suspiran por Fornos, Montmartre, �Unter der Lieden� y la �Puerta del Sol�. �Mari�tegui, no. Mari�tegui es de otra pasta. Mari�tegui fue revoltoso y regres� revoltoso. Se fue con ansias renovadoras y las madur� al calor de los hombres y los hechos cumbres de Italia, y Alemania. Del sonriente, pero incisivo, comentador de nuestra vida parlamentaria, naci� el sereno y certero glosador de la vida mundial... Del cronista iconoclasta de hace ocho a�os, el propagandista bolchevique de hoy. Del poeta galant�simo de 1917, el conferencista macizo de esta hora. El fue, con Valdelomar y Federico More, de los que m�s aporrearon el cr�neo del �Se�or Que no comprende nada�. El fue, con Valdelomar, More, Aguirre Morales, Gibson, de los fundadores de �Colonida�, la revista de inolvidable rebeld�a. El fue de los que alborotaron el ambiente art�stico con una desaforada disputa con Te�filo Castillo acerca de dos pintamonos mediocres: Oxandamberro y Franciscovich. El fue, con C�sar Falc�n y Humberto del Aguila, iniciador de un movimiento socialista desde las columnas de �La Raz�n�, de donde arranc� la revoluci�n universitaria del a�o 19. El ha sido, con Haya de la Torre, maestro de los obreros y difundidor de ideas del d�a. El es quien ha dado a conocer, en gran parte, muchos aspectos de la vida pol�tica europea y ha expuesto las m�s avanzadas teor�as en conferencias gallad�simas... Ya no hac�a literatura. Hac�a socialismo. Y emocionaba verlo tan delgado, tan d�bil, tan p�lido, erguirse sobre su pierna sana, para hablar de Trotzky y de Lenin, de Pirandello y Mussolini, de Primo de Rivera y de Vasconcelos; y luego, aplacado el fervor, se alejaba renqueando, apoyado en su bast�n de lisiado. �Y ahora ..., ahora �cuesta repetirlo (dec�a S�nchez)� ahora le acaban de amputar la pierna sana, su �nica pierna. Y lo que es m�s grave, la enfermedad no se doblega y, tras de la mutilaci�n, se lleva la tranquilidad de Mari�tegui. �Se escribe con impaciencia. Con emoci�n, se quisiera mondar todo adjetivo y callar un rato, porque es horrible la tragedia del compa�ero. Porque, junto a �l, madre, esposa y dos chiquitines, van amparando d�a a d�a, una esperanza. Porque �l, como escritor, como propagandista, como hombre, merece algo m�s que estos renglones retorcidos y balbuceantes. �El c�rculo de la Prensa� debe hablar, si existe, esta es la hora de cumplir con uno de sus m�s sagrados deberes. Un compa�ero se encuentra en situaci�n terrible, mutilado; y mientras los obreros le rodean con lealtad de hermanos, los periodistas, los escritores le olvidamos. Algo hay que hacer por �l. Algo que sea m�s que art�culos l�ricos como �ste, palabras sentidas como otros. Algo pr�ctico. Que se haga algo en favor de Mari�tegui. Si como escritor se lo merece como colega lo exige. Y que, siquiera esta vez, los escritores seamos uno solo ante el dolor de un compa�ero�. Y como no pod�a ser m�s pat�tico y directo el llamamiento de S�nchez, el �C�rculo de la Prensa�, enseguida lo acogi� y se moviliz� para organizar una Gran Funci�n de Gala en beneficio de Mari�tegui en el Teatro Municipal. Para tal efecto, se puso en relaci�n con los elementos representativos de la actividad art�stica y empresarial y , de mutuo acuerdo, elaboraron un programa selecto y de impecable calidad. As� el 10 de junio de 1924, a las seis de la tarde, al levantarse el tel�n del teatro principal figuraban en el reparto: los poetas Francisco Villaespesa (espa�ol) y Jos� Santos Chocano (peruano); el eximio pianista y compositor nacional Alfonso de Silva y la Compa��a de Operetas In�s Berutti (de procedencia extranjera). La funci�n alcanz� un �xito halagador y, por ende, un considerable ingreso en la taquilla por venta de localidades. Asistieron Ministros de Estado, altos funcionarios p�blicos, miembros del cuerpo diplom�tico, intelectuales, periodistas, alumnos universitarios y obreros en general (352). Alfredo Piedra que, acababa de ser nombrado Ministro de Guerra por Legu�a (5 de mayo de 1924), dispuso que su ayudante el Mayor E. P. Luis M. S�nchez Cerro y su Secretario F�lix del Valle �este �ltimo entra�able amigo de Jos� Carlos� adquirieran por cuenta del Ministerio un regular n�mero de entradas para el indicado espect�culo; y al mismo tiempo, recomendaran por tel�fono a los amigos del Ministro para que concurrieran a tan significativa representaci�n (353). Terminada la actuaci�n entre grandes aplausos del p�blico asistente, el doctor Luis Varela y Orbegoso, Presidente; y Ricardo Vegas Garc�a, Secretario del �C�rculo de la Prensa�, fueron al hospital en busca de Anna Chiappe y le hicieron entrega de un anticipo de quinientos soles. El presidente de la instituci�n inform� del �xito de la funci�n en beneficio de Jos� Carlos y de que se hab�a acordado ceder a �l el �ntegro de la suma recaudada, y extendi� un cheque bancario por la cantidad antes aludida a la orden de la compa�era de Mari�tegui. Este adelanto lo otorg� de su propio peculio el doctor Varela y Orbegoso, porque a�n no hab�a recibido el dinero proveniente de lo recolectado en dicho espect�culo, ni el monto total que alcanzaba (354). Ahora, para tener una imagen m�s completa en torno a la enfermedad y convalecencia de Jos� Carlos, cedemos la palabra a Enrique Cornejo K�ster, quien como estudiante de medicina, por aquella �poca, cooper� con el doctor Guillermo Gasta�eta. He aqu� el testimonio fidedigno que nos ofrece al respecto: �Mari�tegui �nos dice en su versi�n Cornejo K�ster� cay� enfermo. Una alta fiebre lo consum�a, un m�dico amigo suyo, tom� a cargo al enfermo. Pasaban los d�as y Jos� Carlos segu�a con fiebre alta y cada vez m�s postrado; nos alarmamos. Luis F. Bustamante pidi� autorizaci�n para traer en consulta a un viejo profesor de Medicina tropical de la Facultad, doctor Juli�n Arce. �Este m�dico apenas hubo visto a Mari�tegui nos dijo una verdad amarga por haber dejado pasar los d�as sin tomar decisi�n alguna. Trajo al cirujano don Guillermo Gasta�eta, entonces Decano de la Facultad, y este resolvi� operar como �nico medio de salvar la vida de nuestro amigo Mari�tegui. Fue conducido a la Maison Sant� (*). Sus amigos pagaron los gastos; los m�dicos y cirujanos se negaron a recibir sus honorarios. Gasta�eta nos dijo que como la lesi�n estaba en la rodilla de la pierna sana, no amputar�a la pierna, sino har�a una reccesi�n. Pero Mari�tegui no mejoraba a pesar de haber sido operado, la fiebre segu�a consumi�ndolo; nos turn�bamos para acompa�arlo los profesores de la U. P. que nunca lo dejaban solo. Un d�a Casta�eta nos llam� y nos hizo saber que deb�an amputar. Era la �nica oportunidad de salvaci�n. Uno de los m�dicos presentes recuerdo que dijo: Doctor Gasta�eta; mire usted que su prestigio de cirujano se puede jugar en esta oportunidad; es un escritor conocido y lo m�s probable es que muera en la mesa de operaciones. A lo que Gasta�eta respondi� con firmeza: aqu� no est� en juego mi prestigio, lo que cuenta es la vida de un hombre, quien quiera que fuera; una posibilidad de salvarle la vida contra cien, yo opero; y oper� r�pidamente, exitosamente. Con angustia esperamos el resultado: angustia que nos uni� a la admirable compa�era de Mari�tegui que tambi�n tuvo que soportar la incertidumbre de unas horas terribles�. �Mari�tegui regres� de la sala de operaciones, siendo atendido con gran dedicaci�n por todo el personal de la Cl�nica. Don Guillermo Gasta�eta se jug� por entero no s�lo operando sino siguiendo el pos-operatorio. Mientras tanto Mari�tegui no sab�a que le hab�an cortado la pierna sana. El cirujano nos hab�a aconsejado dejar pasar unos d�as hasta que el enfermo estuviese algo recobrado para darle la noticia. Al operarlo, su estado de obnubilaci�n y gravedad no hac�a posible pedirle su consentimiento. Mari�tegui mejoraba d�a a d�a a poco de amputada la pierna, y extirpado, as�, el foco infeccioso, la fiebre desapareci�. Lo cuid�bamos como a un hermano mayor. Todas las noches uno de nosotros quedaba al lado de su lecho de enfermo. Una noche Tejadita, estudiante de ingenier�a que poco sab�a de menesteres de enfermero o m�dico, cuidaba sentado al lado de la cama; en la antesala convers�bamos en voz baja varios de nosotros, de pronto vimos salir a Tejadita(*) muy alarmado y presuroso a decirnos con angustiada voz, que Mari�tegui se hab�a vuelto loco; est� pidiendo un loro nos dijo. Entramos apresuradamente en la pieza, Mari�tegui con brillantes ojos y un poco dominado por su contenido enojo, nos grit�, por favor el papagayo que no aguanto m�s, le alcanzamos el �til aparato con gayo nombre y todo qued� aclarado�. A los pocos d�as Armando Baz�n, poeta y bohemio, estaba de guardia, era de ma�ana, de pronto Jos� Carlos incorpor�ndose le dice brutalmente: �Por qu� me han cortado la pierna? la confusi�n del poeta fue enorme, no atin� a responder pero en sus ojos llenos de l�grimas Mari�tegui ley� la afirmativa respuesta, y tuvo la evidencia que andaba buscando. Despu�s de unos momentos de desaliento se recobr� y con gran enteraza acept� el terrible hecho. Se le dieron las explicaciones y las acept�, amargado y resignado. Cuando Gasta�eta vino a visitarlo y le dijo: Don Jos� Carlos hemos ganado la batalla. S�, respondi� Mari�tegui hemos ganado la batalla pero hemos perdido las escaramuzas. �A pesar de la terrible noticia, Mari�tegui conserv� su humor; en oportunidad que el cirujano lo felicitara por su restablecimiento, d�jole Jos� Carlos la pr�xima vez que me opere doctor, tendr� que usar dinamita. �Porqu� eso amigo Mari�tegui?, respondi� preguntando Don Guillermo. Por tanto meta que ha hecho poner usted: calcio, hierro, f�sforo, plata, ars�nico, debo estar hecho una mina (355). En cuanto el doctor Gasta�eta juzg� necesario darle de alta del Hospital, Jos� Carlos fue directamente a convalecer a la �Quinta de Reposo�, que hab�a establecido en Chosica (1918-1928) el doctor Luis Pesce Pesceto (1864-1944), progenitor nada menos de Hugo Pesce. All�, en esa localidad recostada en los andes y en que el clima y la atenci�n m�dica eran apropiadas para la rehabilitaci�n de Mari�tegui, permaneci� un tiempo prudencial. Y por coincidencia fue, tambi�n ese apacible y soleado lugar, el escenario del encuentro con uno de sus m�s dilectos amigos y camaradas: el doctor Hugo Pesce. Hac�a tres meses escasos que Pesce (hijo), tras de vivir en Italia �la Patria de sus padres� dieciocho a�os (1906-1924), hab�a vuelto al Per� graduado de m�dico cirujano, con el prop�sito de cooperar con el autor de sus d�as. A Hugo, aparte de sus conocimientos cient�ficos, le fascinaba los estudios human�sticos. As�, inmediatamente que se instal� en Lima, su inquietud lo condujo a leer las revistas y peri�dicos que circulaban por aquella �poca De pronto, en la revista �Variedades�, sus ojos �vidos de novedades, se detuvieron en la secci�n Figuras y aspectos de la vida mundial que encabezaba los trabajos de Jos� Carlos titulados: �Algunas ideas, autores y escenarios del teatro moderno� (356), �Las elecciones italianas� y �La decadencia del liberalismo� (357). Todo fue concluir de leer ambos temas relacionados, precisamente, con la Pen�nsula y de hecho apoderarse de Hugo una incontenible indignaci�n. Se pregunt� en tal coyuntura �qui�n ser�a ese sinverg�enza, que se atrev�a a plagiar aquellos art�culos?. No pod�a admitir que en el Per�, hubiera alguien que escribiera con tanta madurez y reflejara el momento pol�tico y art�stico europeo con impresionante veracidad. Y cu�l no ser�a la sorpresa de Hugo que, poco despu�s al dirigirse a Chosica a la �Quinta de Reposo� donde su padre era director propietario, �ste le recibiera, d�ndole la noticia que estaba alojado ah� el escritor Jos� Carlos Mari�tegui a quien �agreg� el viejo galeno� lo apreci� much�simo por su admirable talento. �Hugo, sin poder contener su reacci�n, replic� a su progenitor �-!Ese sujeto es un desvergonzado pirata! �C�mo puedes t� estimarlo?. �Entonces el padre, tratando de calmarla excitaci�n de su hijo, expres�: ��Ya comprobar�s lo equivocado que est�s en tu juicio. Te recomiendo que primero lo conozcas y luego opines sobre �l: Antes es completamente prematuro y vituperable condenarlo solo por las apariencias (358). ��Marcaban m�s o menos las diez de la ma�ana de un domingo �cuenta Hugo�, cuando mi padre descorri� las cortinas del ba�o de sol �estilo Rollierr� y ambos pudimos distinguir sobre la blancura de una cama el cuerpo oscuro de Mari�tegui, enclenque y mutilado. Y, sobre todo, con una cabeza de �guila y una mirada suave e inteligente. Al vernos nos acogi� con una leve sonrisa. Hubo que aguardar algunos minutos, sin interrumpir su terapia, hasta que terminara el tiempo fijado para ella. Acto seguido, vinieron las presentaciones del caso. Le ayud�, de inmediato a vestirse y lo coloqu� en su sill�n de ruedas. Mientras mi padre practicaba parecida tarea con otro paciente�. �De ah� lo acompa�e al interior de la casa de salud, empujando su silla de inv�lido e iniciando en el trayecto una amena y aleccionadora conversaci�n para m�. Llegada la hora del almuerzo, me invit� Jos� Carlos a compartirlo. As� pas� toda la tarde y parte de la noche. A trav�s de la charla sostenida por Mari�tegui, desfilaron en fragmentos el panorama entero de la cultura europea: los cl�sicos, el romanticismo, las escuelas literarias, el arte de vanguardia. Tambi�n toc� la cuesti�n religiosa y los aspectos pol�ticos de la efervescencia de autores y sus reflejos en los c�rculos intelectuales y con su expresi�n en los partidos en pugna. No hubo un solo punto en que no lo encontrara perfectamente documentado y due�o de un agudo y preciso criterio discriminador. Mis preguntas capciosas, eran desechadas y recib�an los rayos luminosos de su interpretaci�n. Fueron muchos los aspectos que se detuvo a examinar y que, a la postre, resultaron inefables revelaciones para m�. �Qued� prendado de la inteligencia clara, de su cultura medular y de su esp�ritu bondadoso y fraternal. Desde entonces comenz� nuestra amistad, cada vez m�s profunda, que ni la muerte ha podido interrumpir. Durante la temporada en que Mari�tegui permaneci� en Chosica iba a menudo a visitarlo. El contacto con este hombre �gracias a mi padre� fue muy �til e instructivo para m� (359). Hasta la casa de salud de Chosica, donde se hallaba alojado Mari�tegui, llegaron los representantes de numerosas delegaciones obreras, estudiantiles y culturales portando donativos, entre ellas; el Comit� Organizador de la Sociedad Editorial �Claridad�; la Universidad Popular Gonz�lez Prada; la Federaci�n Obrera Local de Lima; la Federaci�n de Estudiantes del Per�; el Grupo �El Norte� de Trujillo se hizo representar por intermedio del estudiante Manuel V�zquez D�az, quien fuera portador del producto de la colecta reunida por esa instituci�n y que alcanzaba casi la suma de mil soles (360), etc. Es cosa averiguada que reci�n durante su mejor�a postoperatoria, Jos� Carlos pudo enterarse de varios sucesos que, en cierta forma estaban directamente vinculados con su actividad revolucionaria. Los anarquistas, concientes que Mari�tegui les ven�a mermando la autoridad que ejerc�an, desde larga data, sobre las masas, se hab�an empe�ado en sostener una intensa campa�a contra las ideas marxistas que �l profesaba. Bastar�a recordar que, todo ello se puso en evidencia, en las primeras conferencias que dictara en el local de la Universidad Popular Gonz�lez Prada, en los comentarios con que recibieron el No. 5 de la revista �Claridad� (2da. quincena de marzo de 1924) dedicada a exaltar la memoria de Lenin y en la disertaci�n que le tributara a este genial gu�a del socialismo internacional, con motivo de su fallecimiento, en nombre de la Universidad Popular, en el local de la Sociedad de Motoristas y Conductores. En cada una de estas intervenciones, Mari�tegui fue objeto de �speras cr�ticas por parte de los directivos �cratas. Pero ahora aquellos ataques anticomunisitas que se disparaban desde otros parapetos �ante los ojos asombrados de Jos� Carlos que los le�a� iban adquiriendo considerable fuerza, lo cual lo compel�a a �l a recuperarse en el menor tiempo posible para hacerles frente. Nos referimos, concretamente, a la embestida que recibiera, por carambola, Mari�tegui, con el t�tulo de �Una aclaraci�n�, inserta en el peri�dico anarquista �La Protesta� (361), justo por los d�as en que Jos� Carlos se debat�a entre la vida y la muerte. Aunque claro est� que el tal �esclarecimiento� iba dirigido a los miembros de la redacci�n del �Obrero Textil�, �rgano de la Federaci�n Textil, a nadie se le enga�aba que, en verdad, llevaba otra direcci�n pues se alud�a a un personaje que no se mencionaba su nombre, pero s� su infatigable tarea de adoctrinamiento marxista que se realizaba a campo descubierto y sin tapujos de ninguna especie: Mari�tegui. Dicho �rgano �crata sosten�a por entonces, que � los anarquistas desde Bakounine y Kropotkin a Faure y Malatesta, siempre hemos sido contrarios al socialismo estatal o marxista hoy bolchevismo. Al contrario, imitadores son los que con sinceridad de prop�sitos o no, de poco tiempo a esta parte, en Lima y anexos, han abrazado los principios del bolchevismo, y sue�an con la dictadura del proletariado sin darse cuenta, suponemos, que la experiencia marxista en Rusia ha resultado un fracaso desastroso y completo�. M�s adelante, insist�a en asegurar �que la propaganda bolchevista existe realmente en esta, desde la deportaci�n del compa�ero Haya de la Torre: a poco que fuera deportado, surgi� el funesto bolchevismo�. �Ni en �La Protesta� �prosigue diciendo� ni en nuestras conversaciones semanales, los anarquistas hemos atacado a las tres instituciones que mencionan dichos compa�eros(*) y mal podriamos acusarlas de bolchevistas, cuando ellas no se han declarado, oficialmente. Pero si nadie puede negar que entre sus miembros existen bolchevistas y que el �ltimo n�mero de �Claridad� (N�m. 5, segunda quincena de marzo de 1924) es abiertamente bolchevista�. Aqui �como se puede observar� la acusaci�n es m�s precisa porque a partir de ese n�mero aparece Jos� Carlos como Director Interino de la citada publicaci�n. Al respecto Julio Portocarrero, que era el agente distribuidor de �La Protesta� en la F�brica textil de Vitarte, asevera que tan pronto tuvo conocimiento de la campa�a alentada por este peri�dico contra la pr�dica de Mari�tegui, notific� al Director que, en lo sucesivo, no le ser�a grato continuar repartiendo dicha hoja anarquista entre el gremio de ese centro fabril (362). A�n en pleno reposo prescrito por el m�dico, Jos� Carlos se inform� asimismo que, durante el temporal retiro de sus faenas cotidianas a ra�z de su dolencia, se hab�a intensificado la represi�n contra el movimiento obrero y estudiantil. Adem�s le fue f�cil darse cuenta, de todo ello, debido a las notorias ausencias de algunos de sus m�s descollantes disc�pulos por esa �poca de aguda agitaci�n. Tampoco fue dif�cil para el maestro, en ese trance, hallar la raz�n de aquella violenta persecuci�n emprendida por el r�gimen de Legu�a. Pues �como sabemos� Mari�tegui se hab�a preocupado, hondamente, de ense�ar que los estudiantes deber�an identificarse con la clase trabajadora si quer�an encontrar su destino hist�rico. Y as� lo hicieron. Entonces quiz�s Jos� Carlos, en medio de sus penurias, debi� sentirse reconfortado de que sus palabras influyeran sobre aquel beligerante estrato social. Las noticias siguieron llegando hasta el aposento de Mari�tegui en Chosica, a pesar de las severas medidas adoptadas por su abnegada compa�era Anna para evitar que su esposo en tan precario estado de salud �inv�lido, maltrecho y condenado a pasar el resto de su vida en una silla de ruedas�, se intranquilizara m�s de lo normal y sufriera un retroceso en su recuperaci�n. Pero todas las disposiciones resultaron inoperantes, pues Jos� Carlos no pod�a estar al margen del grave momento pol�tico que afrontaba el pa�s, y mucho menos, mostrarse impasible cuando al fin y al cabo su obra revolucionaria estaba �como se ha dicho� soportando la arremetida de la en�rgica y despiadada restricci�n policial. Era admirable seg�n testificaci�n de quienes visitaban a Mari�tegui en su retiro chosicano (363), que, �ste elev�ndose por encima de las deplorables circunstancias que lo rodeaban, con gran serenidad de esp�ritu y ejemplar do�minio de s� mismo, ante tales hechos, reasumiera su responsabilidad como conductor del movimiento revolucionario y en, esa coyuntura, los instara a reorganizar las raleadas filas para reemprender la lucha. Y expres� �tratando de reconfortara quienes lo escuchaban�: �Estas son simples escarumazas que s�lo sirven para templar y poner a prueba a los esp�ritus combatientes y al hombre nuevo�. �Ahora a�adi� en tono sentencioso: -�Si resisten la experiencia y no decae en ellos, la esperanza, ser�n los elegidos para construir el socialismo en el futuro. (364). �Y como nosotros �son palabras de Baz�n� lo observ�ramos con ins�lita extra�eza, puesto que �ramos los llamados a reanimarlo y result�bamos a la postre, los alentados por Mariategui �l nos advirti� medio ri�ndose y como si pretendiera salir al encuentro de cualquier pensamiento derrotista nuestro: -� Eso s� deben estar ustedes completamente convencidos de que Legu�a morir� antes que yo piense hacerlo� (365). -�La verdad �continu� Baz�n� es que retornamos a Lima como si hubi�ramos recibido un ba�o lustral, luego de la entrevista que sostuvi�ramos con Jos� Carlos. De inmediato, como si se hubiera operado una renovaci�n en nosotros mismos, empezamos a examinar los problemas con optimismo y con la fe puesta en el ma�ana que anunciara el maestro, y hasta nos atrevimos a decir, compartiendo la firme decisi�n de que, tambi�n, nos sentimos combatientes de la revoluci�n peruana� (366). Y bien, a todo esto veamos lo que ven�a sucediendo en la capital y que adem�s, hab�an provocado que el maestro y sus disc�pulos tuvieran el alma en vilo. Por una parte, los j�venes estudiantes se hab�an solidarizado con el proletariado en su justa protesta por la reglamentaci�n de la Ley de accidentes de trabajo que, de hecho, usurpaba en favor de los capitalistas las mezquinas indemnizaciones a los inv�lidos del trabajo; y por otra, defend�an a los mineros y campesinos de la zona del centro, donde estaba enclavada la fundici�n de la Oroya, perteneciente a la empresa norteamericana de la Cerro de Pasco Copper Corporation, de los ponzo�osos humos que destru�an implacablemente no s�lo la vida humana, sino tambi�n la producci�n agr�cola y ganadera (367). Frente a estos conflictos que cada d�a alcanzaban dimensiones amenazadoras y en que los obreros y estudiantes hac�an causa com�n, Legu�a �en franco entendimiento, a su vez, con los patronos nativos y for�neos� hubo de dictar, en resguardo de esos sagrados intereses, las disposiciones m�s coercitivas encaminadas a doblegar la unidad y la beligerancia de los trabajadores y alumnos universitarios, Era el precio que Legu�a, sin ning�n regateo, pagaba para permanecer en el gobierno de la Rep�blica un nuevo per�odo presidencial (1924-1929). Justamente por los meses de junio y julio de 1924 �a los cuales nos hemos venido refiriendo l�neas arriba� se suscitaron varias acciones de masas que fueron combatidas y acalladas por la fuerza p�blica. Los peri�dicos de la �poca �por lo menos durante los primeros d�as� dieron cuenta pormenorizada de las manifestaciones populares, estudiantiles y campesinas que se realizaron en amparo de los derechos humanos que les correspond�a a los trabajadores para recibir el �ntegro de los beneficios contemplados por la Ley de accidentes del trabajo y para que los pobladores de la zona minera central del pa�s pudieran vivir libres de la contaminaci�n de los humos de la Oroya. As� como tambi�n, se inform� sobre las clausuras de los locales de las Universidades Gonz�lez Prada de Lima, Vitarte, Barranco, Trujillo, Salverry, Arequipa, y Cuzco (368). Igualmente se dio a conocer el n�mero de estudiantes heridos y detenidos (369) a ra�z de estos sucesos. Entre los presos, figuraban Manuel Seoane (Presidente de la Federaci�n de estudiantes del Per�), Julio Lecaros, Luis Heysen, Nicol�s Terreros, Rub�n Az�car (este �ltimo alumno universitario y poeta chileno), etc. Al entrar en prensa el n�mero sexto de �Claridad�, que deb�a aparecer la segunda quincena del mes de setiembre pr�ximo, los redactores de la Revista teniendo en cuenta que el contenido de la misma era muy compro�metedor, ya que se recog�a en sus p�ginas los acontecimientos y las protestas de los meses de junio y julio, opinaron pertinente que Mari�tegui no corriera, por razones obvias, con la responsabilidad de la publicaci�n. Consultado Jos� Carlos al respecto, agradeci� la preocupaci�n de sus allegados y les manifest� que de ninguna manera pod�a eludir su responsa�bilidad sobre tal n�mero. Al contrario dijo: � Pienso remitir una carta para reforzar mi posici�n de Director Interino y para que nadie pueda creer que por el hecho de encontrarme en obligado reposo, quiera aprovechar de desligarme de la funci�n que me corresponde (370). En efecto as� lo hizo Jos� Carlos, he aqu� el tenor de la nota que dirigi� por entonces a los redactores de �Claridad�. �Queridos compa�eros: �No quiero estar ausente de este n�mero de "Claridad". Si nuestra revista reapareciese sin firma, yo sentir�a m�s, mucho m�s mi quebranto f�sico. Mi mayor anhelo actual es que esta enfermedad que ha interrumpido mi vida no sea bastante fuerte para desviarla ni debilitarla. Que no deje en m� ninguna huella moral. Que no deposite en mi pensamiento ni en mi coraz�n ning�n germen de amargura ni de desesperanza. Es indispensable para m� que mi palabra conserve el mismo acento optimista de antes. Quiero defenderme de toda influencia triste, de toda sugesti�n melanc�lica. Y siento m�s que nunca necesidad de nuestra fe com�n. �Estas l�neas escritas en la estancia donde paso mis largos d�as de convaleciente, aspiran, pues, a ser al mismo tiempo que un saludo cordial a mis compa�eros de "Claridad" una reafirmaci�n de mi fervor y de sus esperanzas. �Os felicito por el noble ardimiento con que os dais a la empresa de reorganizar "Claridad". �Nuestra causa es la gran causa humana. A despecho de los esp�ritus esc�pticos y negativos, aliados inconscientes e impotentes de los intereses y de los privilegios burgueses un nuevo orden social est� en formaci�n. La perspectiva mundial es hoy m�s confortante que ayer. La reacci�n retrocede vencida en los mayores pa�ses del mundo, a cuya irradiaci�n est�n sujetos los pueblos menores. Francia, cada d�a m�s purgada de la intoxicaci�n de la victoria, rectifica literalmente su orientaci�n pol�tica. En Alemania declina la corriente nacionalista y reaccionaria, y, sus marciales caudillos han perdido definitivamente en un complot de cervecer�a, la esperanza de conquistar y acaparar el poder. El fascismo italiano, malogrado todas las jactancias de su condottiero, se encuentra en un per�odo, de descomposici�n. El tartarinesco directorio �cuya historia dar� tal vez asunto a alguna opereta del futuro� ofrece un grotesco espect�culo de incapacidad y de impotencia. El m�todo reaccionario ha fracasado en todas partes. El r�gimen capitalista se ha visto constre�ido a aceptar la convivencia pac�fica con el r�gimen comunista. Los soviets han sido reconocidos como una forma de gobierno legitima. Se constata que el mundo marcha hacia el socialismo. Signos inequ�vocos anuncian que el provenir pertenece a la revoluci�n. �Nuestra burgues�a no comprende ni advierte, nada de esto. Tanto peor para ella. Seg�n todas las probabilidades, el destino de la generaci�n que la representa actualmente es ahogarse en su estupidez y en su obscenidad. Dejemos que ese destino se cumpla. Obedezcamos la voz de nuestro tiempo. Y prepar�monos a ocupar nuestro puesto en la historia� (371). Por aquellos d�as, Mari�tegui se hallaba sumamente afectado por la embarazosa situaci�n que enfrentaba el binomio integrado por la clase trabajadora y por el sector estudiantil. No pod�a disimular el desasosiego y el enmudecimiento que ello le produc�a. Se notaba, particularmente en �l, una creciente preocupaci�n por saber la suerte que corr�an sus disc�pulos y las instituciones que representaban. A todo ello se a�ad�a, dos circunstancias penosas de superar mientras permaneciera alejado de Lima: primero, que no resultaba f�cil que sus amigos pudieran viajar, muy a menudo, para tenerlo al corriente de los incidentes ocurridos; y segundo, que los diarios locales, ya sometidos a la censura, evitaban toda informaci�n al respecto. En estas condiciones adversas, en que se pon�a a prueba la tensi�n an�mica del enfermo, la familia hubo de tomar la determinaci�n de volver a la capital y poner fin al per�odo de su convalecencia en aquel lugar para salvaguardar precisamente su inestable salud. La verdad era que Chosica se encontraba situada a regular distancia de lo que podr�amos llamar �el centro de operaciones� de Jos� Carlos (372). Esta resoluci�n adoptada contribuy� en cierta forma, a devolverle la tranquilidad a Mari�tegui y sobre todo, aproximarlo a las fuentes informativas directas. No cab�a duda que el paciente para superar sus deterioradas condiciones de salud, como era aconsejable por aquella �poca, requiriera seguir disfrutando de un clima apropiado. Entonces, el facultativo insinu� que fuera a pasar una temporada a Miraflores, pero de preferencia a un lugar cercano al mar (373). Anna qued� encargada de buscar una modesta casa por ese balneario que se ajustara a su capacidad econ�mica y a las indicaciones del medico. Jos� Carlos se hallaba, a la saz�n, con las huellas recientes todav�a visibles de su reciente internamiento hospitalario. Se le ve�a demacrado y sumamente enflaquecido. As� los esposos Mari�tegui fueron a residir al Leuro (Miraflores) a la calle Shell s/n. que quedaba a poca distancia de la playa (374). El cambio de atm�sfera y los afanosos cuidados de su compa�era produjeron en Jos� Carlos un reconfortante estado de �nimo y una magn�fica disposici�n para reanudar sus tareas cotidianas que, como sabemos estaban suspendida por su persistente dolencia. Y result� asombroso que, de un momento a otro, volviera a escribir art�culos destinados a la revista Variedades (375) y, simult�neamente accediendo a una invitaci�n que le hiciera el propio Director, don Andr�s A. Arambur�, empezara a colaborar en �Mundial�(376). No bien Mari�tegui se hubo instalado en su nuevo domicilio cuando le hicieron recordar que, en el mes de junio de 1924, hab�a sido nominado �junto con Percy Gibson, Manuel Beingolea, Luis Alberto S�nchez y Manuel Beltroy� miembro del jurado de los Juegos Florales Universitarios, convocados de Estudiantes del Per�, que presid�a Manuel Seoane, para proceder a calificar los trabajos de poes�a presentados por los concursantes. Las designaciones resultaron ins�litas, dentro del ambiente intelectual de la �poca, toda vez que se hab�a recurrido a tres personas que eran completamente ajenas a la actividad acad�mica universitaria �para integrar el jurado y que, adem�s, estaban en mayor�a. Dado el tiempo corrido, urg�a que los miembros del citado jurado emitieran su dictamen. Al respecto creemos necesario traer a colaci�n un comentario de Luis Alberto S�nchez �quien, como ya se ha advertido, recibiera el encargo de dictaminar los poemas sometidos al certamen�, que dice lo siguiente: �Cuando, con Gibson, fuimos �una noche a las doce, hora con brujas y parrandistas� hasta el Luero para leer los versos presentados a los Juegos Florales, Mari�tegui hab�a recuperado su energ�a; era el mismo esp�ritu viril de siempre, optimista y agudo. Esa noche se resolvi� premiar a Enrique Pe�a, por El aroma de silencio. Como en los d�as de bohemia, conversamos hasta las tres de la madrugada. Cuando salimos con Gibson, buscamos al chofer que nos hab�a conducido hasta ah�: estaba magn�ficamente arropado con una manta, y ante una j�cara de chocolate, manta y chocolate que Anita, la esposa de Jos� Carlos, le hab�a brindado� (377). A los pocos d�as, de aquella memorable reuni�n, apareci� el sexto n�mero de �Claridad�, correspondiente a la segunda quincena de setiem�bre de 1924, trayendo un material harto comprometedor para el responsable del citado vocero period�stico. La revista conten�a diversos temas de actualidad sociopol�tica, que llevaban las firmas de V�ctor Ra�l Haya de la Torre, Jorge Basadre, Manuel Seoane, Antenor Orrego, Juan M. Merino Vigil, Oscar Herrera, etc. Igualmente se pod�a leer inflamadas notas de protesta, emitidas por la Federaci�n de Estudiantes del Per�, la Federaci�n Obrera Local y las Universidades Populares, debido a la pol�tica de persecuciones, encarcelamientos y clausura de locales dispuesta en los �ltimos meses, por el gobierno. As� como tambi�n ven�a inserto �por recomendaci�n expresa de Mari�tegui (378)� un Manifiesto del Comit� Ejecutivo de la III Internacional, remitido al Per� por el Secretariado Internacional del Partido Comunista de M�xico. El documento en referencia, invitaba �ah� donde no los hubiera� a fundar los Partidos Comunistas del Centro y Sud Am�rica y, a la vez, demandaba a esos pa�ses para que estuvieran representados con un delegado en la pr�xima reuni�n cumbre que se celebrar�a en Mosc�, con motivo de cumplirse el V� Aniversario de la Fundaci�n de la III Internacional. La citada declaraci�n, al propio tiempo que pon�a al descubierto las actividades que desarrollaban los agentes de la contrarrevoluci�n, saludaba a los Partidos Comunistas del Centro y Sud Am�rica �existentes a la fecha� y les reiteraba la conveniencia para que acudieran a la concentraci�n comunista que se realizar�a en la capital sovi�tica (379). A estas alturas de la biograf�a, resulta pues inconfundible la posici�n ideol�gica de Jos� Carlos que, adem�s, no la ocultaba. De ah� que Luis Alberto S�nchez, el mismo que lo motejara de �propagandista bolchevique de hoy� (380), dijera, poco despu�s que: �ya en 1924, Mari�tegui hab�a tratado de incluir a las Universidades Populares Gonz�lez Prada hacia la l�nea de Mosc�� (381). Coinciden con S�nchez, pero para ratificar la filiaci�n comunista de Jos� Carlos las autorizadas opiniones de V�ctor Andr�s Bela�nde (382), Jorge Basadre (383), Alberto Ulloa Sotomayor (384), Enrique Cornejo K�ster (385), C�sar Atahualpa Rodr�guez (386), C�sar Falc�n (387), V�ctor Ra�l Haya de la Torre (388), etc., quienes consideran a Mari�tegui, sin reticencia alguna, como comunista convicto y confeso. Asimismo, debemos declarar, por si hiciera falta hacerlo, que ah� est� su propia obra que lo respalda y desde la cual partieron aquellos personajes para determinar la posici�n ideopol�tica de �ste. A la postre Manuel Seoane, no obstante la tenaz oposici�n que se hizo, sali� deportado del pa�s, con destino a la Argentina. Los dem�s l�deres universitarios que se hallaban detenidos, fueron puestos en libertad. Incluso, el gobierno se vio precisado a dictar algunas medidas en torno a la Ley de accidentes de trabajo y sobre los humos de la fundici�n de La Oroya, que constituyeron los factores de descontento y de movilizaci�n de masas. Tambi�n se procedi� a levantar la orden de clausura que pesaba sobre las Universidades Populares Gonz�lez Prada. Despu�s de todo, al hacer el balance de la situaci�n, podemos deducir que aquella jornada de lucha obrera-estudiantil, correspondiente a los meses de junio y julio de 1924, culmin� en una conquista si se quiere para este beligerante sector social. Por aquel tiempo Jos� Carlos �cuenta Cornejo K�ster en el testimonio que nos proporcionara� que �ya no ser�a m�s el Maestro de las Universidades Populares Gonz�lez Prada, o fue el maestro de una generaci�n. Maestros, estudiantes, obreros e intelectuales, �bamos con frecuencia a recibir sus ense�anzas. Hablaba de todo: tanto nos daba una lecci�n de materialismo hist�rico, como nos hablaba de las nuevas corrientes en el arte. Los escritores noveles acud�an a pedirle consejo. Nosotros �bamos a pedir consejo hasta de cuestiones importantes. Por ejemplo, cierta vez unos anarquistas rusos que eran amigos de algunos de nosotros nos propusieron una soluci�n para librarnos de la dictadura de Legu�a que se ensa�aba con obreros y estudiantes. �Manuel Seoane, entonces presidente de la Federaci�n de Estudiantes, sal�a deportado al exterior. Mientras los profesores de la U. P. con frecuencia �ramos apresados. �En cierta ocasi�n, a ra�z de haber ido a Vitarte al entierro de unos obreros muertos por la tropa en una huelga, fuimos apresados y pens�se en deportarnos a la lejana Australia. Nos declaramos en huelga de hambre al saberlo, y por intervenci�n del doctor Gasta�eta ante Legu�a se hizo suspender la orden (datos de un oficial del cuartel �La P�lvora�, donde estuvimos presos). �Y en general, cada vez que hab�a huelga, los profesores de la U. P. que funcionaba en locales gremiales, eran apresados. �Este era el panorama pol�tico en los momentos en que los dos anarquistas se acercaron a nosotros a presentarnos un plan: eliminar a Legu�a en el hip�dromo un pr�ximo domingo. Si conven�a a nuestra causa, proceder�an, y no en el caso de perturbar nuestra labor. Nos reunimos esa noche. �ramos ocho los profesores que pod�amos conocer este asunto. Cuatro votaron por la afirmativa y cuatro se opusieron. �Habiendo empate y no sabiendo que hacer recurrimos a Jos� Carlos, quien con l�gica fr�a nos hizo ver lo inconveniente de un asesinato pol�tico sin tener nada preparado para tomar el poder. �Este plan es prematuro, nos dijo; la labor por ahora es de ense�anza y difusi�n. �Mari�tegui, por lo menos a los profesores y alumnos de las Universidades que permanec�amos fieles a las ense�anzas de Haya, no volvi� a hablarnos del Partido Comunista. Continuaba su labor lenta y diaria, que m�s tarde dar�a como fruto la adhesi�n de algunos obreros y estudiantes al comunismo, pero creo que Mari�tegui iba siendo captado por nuestra realidad y su pensamiento iba coincidiendo paulatinamente con Haya de la Torre, como se dej� ver en muchos art�culos que escribiera en 'Amauta', revista que fundara para reemplazar a 'Claridad', que fue clausurada por Legu�a (389). Pero la paz octaviana no perdur� mucho, pues, entre una y otra represi�n, sobrevino inmediatamente la huelga general decretada por la Federaci�n Obrera Local de Lima en solidaridad y en amparo de los motoristas y conductores, quienes exig�an de las Empresas El�ctricas Asociadas el cumplimiento de un pacto y de la ley que establece la jornada de ocho horas de trabajo. Otra vez, como secuela de este conflicto clasista surgieron dificultades con los sectores patronales y del gobierno, se abrieron las prisiones y el exilio para los dirigentes proletarios y universitarios. Justo, por aquellos d�as aciagos, apareci� el n�mero s�timo de la revista �Claridad" que, era vocero oficial de la Federaci�n Obrera Local de Lima y de la Federaci�n de Estudiantes del Per�, recogiendo y glosando el material informativo sobre tales acontecimientos (390). M�s a medida que finalizaba el a�o 1924 y empezaban los primeros meses de 1925 arreci� la pol�tica de persecuci�n, torturas f�sicas, cierre de locales y deportaciones. Desde luego, todos estos atentados contra los derechos humanos no ten�an precedentes en el r�gimen de la llamada "Patria Nueva�. No cab�a duda que la endeble burgues�a nacional, dirigida por Legu�a, buscaba consolidar la sociedad que preconizaba con el lema antes indicado y, por lo tanto, se adelantaba a eliminar a los elementos reacios a su nov�simo evangelio. A pesar de la censura impuesta por aquel gobierno a los diarios locales, de cuando en cuando, se publicaba una que otra nota de denuncia y protesta contra los mencionados m�todos restrictivos. De esta manera, la opini�n p�blica llegaba a enterarse de los nombres de las personas privadas de su libertad y de las organizaciones a las cuales pertenec�an, as� como tambi�n de las huelgas de hambre que practicaban y, sobre todo, el destino final que les aguardaba a los sufrientes luchadores sociales (391). Cabe resaltar que Mari�tegui, a�n estando de por medio las severas condiciones que imperaban en esos momentos, jam�s dej� de hacer llegar sus palabras saturadas de fraternidad y fe a quienes eran v�ctimas de la ignominiosa dictadura legui�sta. Ello, indiscutiblemente, respond�a a la profunda calidad humana que caracterizaba su vida y obra. Era incre�ble, la angustia y vehemencia con que indagaba, cada d�a, sobre la situaci�n que corr�an sus disc�pulos (392). �De fines de 1924 a principios de 1925 �escribir� Jos� Carlos� la represi�n de la vanguardia estudiantil se acent�a. Son deportados los m�s activos de los elementos de la U. P. y la Federaci�n de Estudiantes: Herrera, Bustamante, Ravines. Hurwitz, Terreros, Lecaros, Seoane, Heysen Cornejo, Pavletich, etc. Tambi�n se deporta al secretario de la Federaci�n Obrera Local Arcelles y a dos de los dirigentes de la organizaci�n ind�gena...� (393). Aqu� es muy posible que, despu�s de haber sido descabezado el movimiento obrero y estudiantil por las dr�sticas disposiciones del gobierno, Mari�tegui, parafraseando al c�lebre conquistador hispano don Francisco de Carvajal cantara: "Esos mis cabellicos madre, dos a dos me los lleva el aire". El cuadro que presentaba la realidad sociopol�tica del pa�s debido a los reciente episodios que hemos dado cuenta, resultaba extremadamente desconsolador. Hasta podr�amos aventurar a afirmar sin equivocarnos, que el anillo en torno a las actividades desarrolladas por Jos� Carlos y sus colaboradores, paulatinamente, se iban cerrando. Quiz�s si todos estos hechos de fuerza, protagonizados por el gobierno, estaban dirigidos a amedrentar a Mari�tegui y a doblegarlo. Empero frente a cada nuevo acto coercitivo, debemos decir que el maestro no perd�a la serenidad y gracias, a su talento y experiencia marxista, reaccionaba haciendo cosas aparente-mente distintas a las que ven�a realizando. As� el ojo avizor de los polizontes encargados de estar atentos al menor movimiento que �l hiciera para combatirlo, se despistaba y luego le costaba dificultad para reencontrar el punto desde donde desviara su circunspecci�n atra�do por falsos espejismos. Jos� Carlos, en una palabra , no deseaba provocar sacrificios est�riles en esa etapa adversa para la historia del proletariado peruano. Por entonces, como consecuencia de lo ocurrido, Mari�tegui se dedic� con verdadero tes�n a organizar la Editorial �Minerva� y a preparar su primer libro, que titulara: Escena Contempor�nea. Dichas tareas las empez� a cumplir sin descuidar por cierto, la acci�n revolucionaria a que estaba habituado desde que llegara al Per�. Se hallaba, eso s�, plenamente convencido de la importancia de abrir un nuevo frente de lucha, no s�lo para burlar la vigilancia policial a laque estaba expuesto por razones obvias sino tambi�n, partiendo del principio de que la sociedad de su tiempo requer�a de elementos que tuvieran ideas diferentes a las tradicionales y que poseyeran sensibilidad social. Y claro est� que ello supon�a, cuando menos, contar con los medios indispensables para divulgar el mensaje de aquellos hombres que demos-traban inquietud por los problemas de su �poca y que, dadas las circunstancias, se les pod�a considerar revolucionarios en potencia y con las posibilidades de ser absorbidos por el movimiento marxista en un futuro pr�ximo. De ah� que estuviera Jos� Carlos empe�ado en publicar y difundir las obras de tales escritores postergados por explicables intereses en juego, Este punto de singular trascendencia para la vida intelectual del pa�s, lo tratare�mos m�s adelante. De otro lado, se hac�a necesario reponerse de los golpes asestados por el r�gimen imperante y proceder a reemplazar, en el menor tiempo posible, a los que fueron condenados a ausentarse del pa�s. He aqu� la misi�n, nada f�cil que ten�a entre sus manos Mari�tegui, para resolver de inmediato. En efecto, debemos tener presente que dentro del seno de nuestra sociedad neocolonial de aquellos a�os veinte, se hallaba en pleno proceso de formaci�n los elementos de una nueva sociedad. Y como venimos observando, a este advenimiento auroral no era ajeno el pensamiento y la acci�n socialista de Jos� Carlos. Y �por qu� decimos esto?, valga la insistencia, pues, es necesario recordar que, cuando arrib� Mari�tegui del Viejo Mundo, los trabajadores peruanos no hab�an adquirido conciencia de sus intereses de clase. Todav�a, hist�ricamente, exist�an las primeras formas de organizaci�n clasista del proletariado. Es decir, a�n imperaba la lucha econ�mica, basada �nica y exclusivamente en ventajas de car�cter gremial. De modo que toda esta etapa de espontaneidad con que se caracterizaba la lucha de clase, corresponde al predominio de los �cratas y anarcosindicalistas durante casi veinte y cinco a�os (1900-1924) m�s o menos. A decir verdad, fue Jos� Carlos el primero que se ocup�, en nuestro pa�s, de orientar, esclarecer e introducir �por medio de las conferencias dictadas en la Universidad Popular , art�culos period�stico, llamamientos dirigidos a los trabajadores y de conversaciones directas con algunos dirigentes gremiales� la lucha pol�tica que vino a ser la forma superior de la lucha de clase del proletariado. Entendi�ndose, por cierto, que esta lucha pol�tica, no pod�a estar limitada a s�lo los obreros de una empresa contra sus patronos, sino que ella debiera abarcar a toda la clase proletaria contra la clase capitalista. Es conveniente reconocer aqu� que, irrefutablemente, se debi� a Mari�tegui la transformaci�n de la lucha de clase espont�nea en lucha de clase conciente o pol�tica. Sab�a Jos� Carlos de antemano, que el surgimiento de la denominada lucha de ciase conciente en las filas del proletariado creaba, a la corta o la larga, la necesidad imperiosa en tal sector de contar con su propio partido pol�tico, el cual deber�a proporcionarle la conciencia cient�fica ajustada a sus intereses espec�ficos de clase. Al respecto explicaba Mari�tegui, entre sus j�venes disc�pulos obreros y estudiantes, que la lucha de clases, desde el punto de vista marxista, se manifiesta como motor del desarrollo hist�rico, ante todo, porque a trav�s de ella se logra un nuevo orden social m�s justo y congruente (394). Tampoco dejaba de abordar Jos� Carlos en sus aleccionadoras reuniones, la importancia fundamental que ten�a para la lucha de clases la emancipaci�n del proletariado de la influencia ideol�gica burguesa. En este sentido, era muy expl�cito en se�alar que la lucha ideol�gica estaba llamada a conducir a las masas proletarias a la ideolog�a socialista y, tambi�n, a ayudarlas a tomar conciencia de su misi�n hist�rica como clase revolucionaria. Reiteraba, asimismo. que el cumplimiento de esta tarea contribuir�a a hacer posible la transformaci�n de la lucha de clase espont�nea en lucha conciente. Finalmente, a la par que sosten�a que la lucha ideol�gica deber�a estar dirigida contra todas las formas de la ideolog�a burguesa y reformista, abogaba por que se deber�a impulsar la materializaci�n de los planes de la Editorial Obrera �Claridad� (395) y hacer posible la publicaci�n de la revista �Vanguardia� que ven�a anunciando (396). Todas estas preocupaciones de Mari�tegui, indudablemente, prefiguraban la creaci�n de la revista �Amauta� (1927-1930), del Partido Socialista (1928), del semanario �Labor (1928-1929) y de la Confederaci�n General de Trabajadores (1929). De lo expuesto, importa deducir que los m�s afectados por los designios ideo-pol�ticos de Jos� Carlos resultaban ser los libertarios y, muy especialmente, los anarcosindicalistas que a la saz�n ejerc�an notable influencia sobre la clase trabajadora y el sector de la peque�a burgues�a. Ahora, por los documentos que obran en nuestro poder, los anarquistas desde el primer momento entrevieron los prop�sitos que alentaba Mari�tegui y, naturalmente, empezaron a obstaculizar su labor docente en la Universidad Popular, como se ha venido dando cuenta. Poco m�s tarde, desataron contra su ideolog�a y la obra de penetraci�n que realizaba, una obstinada y sistem�tica campa�a period�stica, pero sin mencionar su nombre. Insertamos pues, a continuaci�n, cinco fragmentos de los acometedores ataques que escribieron los anarquistas contra la amenaza bolchevique o comunista y que fueran publicados por "La Prensa". �... El compa�ero Enrique Elmore sell� la actuaci�n con sus argumentos contundentes en pro de nuestra causa (el anarquismo) y contra la obra �culturalista y muy leninista de los profesores de la U. P. (397). �... Es sensible que la verdad les duela a muchos que se llaman revolucionarios, como es lastimoso que la campa�a sorda contra �La Protesta� y la alineaci�n contra los �cratas sea producto de la cacareada 'cultura revolucionaria' de la Universidad Popular que ostenta el inmaculado nombre del maestro y precursor de nuestro ideal en el Per�� (398). �El jueves 14 de mayo de 1925, el compa�ero Rafael Montoya �glosaba �La Protesta�� ley� sus opiniones sobre la Editorial Claridad y la obra de zapa de nuestros comunistas autoritarios: fue un trabajo claro, razonado pero valiente, nada insultativo, contra los que so pretexto de hacer un diario obrero, han constituido la Editorial Claridad; fue destructivo, porque hizo ver las enga�ifas, el acomodo lucrativo que se traslucen a trav�s de los estatutos de esa editorial capitalista; constructivo porque propuso si era necesidad el diario obrero, que las organizaciones obreras dieran vida a la Imprenta �Proletaria�, comprando el material tipogr�fico indispensable para la salida cotidiana de los �rganos gremiales y la edici�n de folletos y volantes que contribuyeran al despertar y cultura revolucionarias del pueblo� (399). �El jueves 21, se realiz� una controversia entre el C. E. Paredes y un profesor de la Universidad Popular Gonz�lez Prada, sobre el tema: el sindicalismo revolucionario. Comenz� el profesor protestando de nuestro bolet�n n�mero 1, dirigido a los trabajadores del campo, a nuestra verdades arrojadas a la faz del profesorado bolchevista de la Universidad Popular, le llam� insultos, enton� el 'mea culpa' diciendo que si era cierto que entre sus compa�eros profesores hab�a comunistas, �l no era. En cuanto al sindicalismo revolucionario, se debati� en un mar de incongruencias y contradicciones y errores, que, bien a las claras demostr�, conocer superficialmente este medio de organizaci�n obrera. Pero s� demostr� su simpat�a a la labor revolucionaria (�?) de los gobernantes de Rusia y su profunda aversi�n a la ideolog�a an�rquica (400). �En el Per�, el movimiento obrero nacido al margen y contra las vetustas corporaciones de la Conferencia de Artesanos y la Asamblea de Sociedades Unidas, fue creado y alentado por los anarquistas, inspirados siempre en sus ideales. Pero la mucha confianza primero y despu�s la complacencia con esa juventud estudiantil que, para mejor recordar su tendencia socialista, enarbola como una bandera el nombre de Manuel Gonz�lez Prada, ha dado lugar a ese maremagnum e impotencia que se nota en la organizaci�n obrera, y a que surjan l�deres devotos de Lenin, renegados del anarquismo que obran bajo la sugesti�n de esa 'juventud de avanzada' que, como dec�amos en nuestro n�mero anterior, no ha podido curarse de esa enfermedad contagiosa �la pol�tica� que infecta los claustros de la Universidad de San Marcos, porque no cabe duda que esa juventud es comunista. Y todo comunista es un pol�tico barnizado al rojo vivo que esconde su autoritarismo de providencial y su ambici�n arribista en su verba f�cil y relumbrona y su culturismo cient�fico aburguesado�. �Ante esta situaci�n �debemos los anarquistas permanecer al margen del movimiento obrero? No; de ning�n modo� (401). Efectivamente, aquello no fue una mera declaraci�n formal, pues los anarquistas intensificaron su actividad anticomunista �ampliando su radio de acci�n desde la prensa� a otros frentes de lucha para oponerse a la transformaci�n del movimiento obrero, tal como lo pretend�a realizar Mari�tegui y sus seguidores. Es un hecho que los libertarios trataron, constantemente, de impedir la propagaci�n entre las filas del proletariado y de las capas peque�as burguesas el esp�ritu de lucha de clase que, indudablemente, les proporcionaba una visi�n clara de sus objetivos clasistas. Toda esta manifiesta y vigorosa oposici�n por parte del sector anarcosindicalista �ya sea desde la prensa, hojas volantes, asambleas de trabajadores o de simples discusiones informales en las f�bricas, barrios populares, corredo�res, patios de la Universidad, etc. � le sirvi� de est�mulo a Jos� Carlos para multiplicar su tarea revolucionaria y para poner en pr�ctica algunas t�cticas que, finalmente, facilitaron el cambio de la vetusta estructura gremial por el sindicalismo revolucionario. Entretanto, veamos las peripecias que hubo de encarar V�ctor Ra�l Haya de la Torre, en el exterior �tras de haber sido desterrado por el gobierno de, Legu�a� a fin de continuar estableciendo las diferencias ideol�gicas de aqu�l con Jos� Carlos. Aunque, en honor a la verdad, se hace imperioso convenir que este �ltimo abrigaba la esperanza de incorporar, andando el tiempo, a Haya de la Torre en el movimiento obrero revolucionario que se encontraba en su fase inicial, o sea partiendo de los primeros �balbuceos� de su formaci�n clasista. Mari�tegui, por aquellos d�as, estaba entregado a seleccionar los cuadros dirigentes de la lucha revolucionaria de los trabajadores, e incitarlos en el estudio de la teor�a del socialismo cient�fico y a observar la eficacia con que realizaban las tareas pr�cticas en sus centros de labor. De aqu� que, entonces s�, podamos explicarnos el por qu� Jos� Carlos, durante un extenso per�odo, se mostrara en reiteradas ocasiones un tanto tolerante con la actitud y proceder de V�ctor Ra�l (402). Volviendo a los sucesos que rodearon el forzado periplo de Haya de la Torre damos cuenta que, a poco de haber abandonado el Per� y sin mayores contratiempos en la ruta, arrib� a Panam�. En este pa�s, cuando estaba ofreciendo un ciclo de conferencias, se enter� que merced a las gestiones de Gabriela Mistral, Jos� Vasconcelos, Secretario de Educaci�n de M�xico, procedi� a cursarle una invitaci�n para que se dirigiera a M�xico a fin de colaborar con �l. Enseguida que tuvo conocimiento de esta generosa expresi�n de hospitalidad, V�ctor Ra�l sali� con destino a esa Rep�blica que se hallaba en pleno proceso de realizaciones revolucionarias. Pero antes, a fines del mes de octubre de 1923, se detuvo el viajero en la isla de Cuba, por algunos d�as, informado de que ah� se efectuaba un Congreso de Estudiantes. Y, por consiguiente, no pod�a desperdiciar de aquilatar con su presencia, en el lugar de los hechos, tan significativo acontecimiento para la causa de los universitarios hispanoamericanos. Dicho sea de paso que la isla antillana, resultaba ser el punto intermedio entre el istmo paname�o y M�xico. Una vez en territorio cubano Haya de la Torre, �vido de noticias, hizo todo lo posible para entrevistarse con los j�venes dirigentes universitarios que acababan, precisamente, de clausurar su Primer Congreso Nacional de Estudiantes (del 15 al 25 de octubre de 1923) y que estuviera presidido por Julio Antonio Mella quien, tambi�n, ven�a ejerciendo la Secretar�a General de la Federaci�n de Estudiantes de Cuba. Tan pronto logr� establecer relaci�n con los citados directivos, no le fue dif�cil a V�ctor Ra�l conocer los temas y metas ventilados en ese certamen. Supo que la reuni�n realizada en el local de la Universidad de La Habana, hab�a transcurrido en medio de gran entusiasmo, solidaridad y de acalorados debates. Los asuntos trata�dos, desde luego, estuvieron de acuerdo con los requerimientos de la Reforma Universitaria, por una parte; y por otra, con los problemas sociopol�ticos que inquietaban a los pueblos de este lado del mundo por aquella �poca. Entre los puntos materia de los debates habidos en el seno del Congreso figuraban: la condena pol�tica de intromisi�n de los Estados Unidos de Norte Am�rica en los asuntos internos de los pa�ses hispanoamericanos; el apoyo irrestricto a la unidad obrero-estudiantil; la simpat�a por la gran Revoluci�n de Octubre y por su genial gu�a, Vladimir llich Lenin; la petici�n al gobierno de Cuba para establecer relaciones con la Rusia Nueva; la designaci�n de una junta especial ante el Departamento de Cultura de la FEUH para que organice una intensa campa�a nacional contra el analfabetismo semejante a las emprendidas en Rusia por Lunatcharsky y en M�xico por Vasconcelos; etc. (403). Por lo que observamos, esta trascendental reuni�n universitaria fue una jornada de gran aliento y marc� un paso sumamente progresista en la historia de las organizaciones estudiantiles de Hispanoam�rica. No en vano se dijo �en Cuba� que el citado Congreso de Estudiantes respondi� a las exigencias revolucionarias que viv�an los j�venes universitarios del Nuevo Mundo. Ahora bien, como no puede ser de otra forma, la fundaci�n de la Universidad Popular Jos� Mart�, a la cual asisti� invitado Haya de la Torre, fue la consecuencia, en definitiva del anhelo manifestado a trav�s de las deliberaciones del referido Congreso Nacional de Estudiantes cubanos. Tan luego arrib� V�ctor Ra�l a la ciudad de M�xico (noviembre de 1923), Vasconcelos lo design� para que desempe�ara un puesto en su oficina privada, en el Palacio de su Secretar�a de Educaci�n. Es preciso se�alar que Haya de la Torre, desde el importante cargo que ocupaba al servicio de la Revoluci�n mexicana, se entreg� ardorosamente a estudiar esta Revoluci�n democr�tica burguesa de transformaci�n, socio-econ�mica y pol�tica surgida en Hispanoam�rica. A ello cabe a�adir, que el joven exiliado peruano deseaba completar un ambicioso proyecto que a�n lo ten�a en mente y que se hallaba en pleno proceso de maduraci�n. No ser� menester insistir sobre este punto, puesto que se trataba de dar vida al APRA, que dicho sea de paso, su origen no proven�a de la estancia de Haya de la Torre en M�xico sino que se remonta a sus reflexiones sobre la Reforma Universitaria (1918-1923) y a su experiencia como Rector de la Universidad Popular (1921-1923). Podemos convenir, en todo caso, que el contacto directo con la Revoluci�n mexicana fue el factor desencadenante para revelar la idea en ciernes que portaba Haya de la Torre por aquellos tiempos. As� se colige por las propias declaraciones de �ste y de su comportamiento frente a Mari�tegui (1923). De ah�, tambi�n, se desprende que ambos ide�logos �Jos� Carlos y V�ctor Ra�l� tuvieran reservas entre s� para abordar sus futuros planes ideopol�ticos. Ambos pues evitaron, por todos los medios a su alcance, exteriorizar los objetivos pol�ticos que persegu�an Vale decir, para confesarse el uno al otro las finalidades que los mov�a par crear, finalmente, sendos movimientos sociopol�ticos. El primero, desean fundar el Partido Socialista (de tendencia marxista revolucionaria); y e segundo, un n�cleo a nivel hispanoamericano que respondiera al sentimiento antiolig�rquico y antiimperialista que predominaba entre los pa�ses sometidos a la expoliaci�n de los grandes monopolios for�neos y a los m�todo represivos de los gobiernos comprometidos con aquellos inversionistas Todo su plan, desde luego, lo proyecta Haya de la Torre con un criterio reformista y �neoliberal�. Sin embargo, no se puede negar que V�ctor Ra�l �consecuente con su actitud demoburguesa� admite que la Revoluci�n mexicana es el antecedente m�s directo de su movimiento renovador, porque �aparece y queda en la historia de las luchas sociales como el primer esfuerzo victorioso de un pueblo indoamericano �son afirmaciones de Haya de la Torre� contra la doble opresi�n feudal e imperialista. Confuso, el movimiento social mexicano es, en esencia: primero, el estallido ciudadano contra la dictadura feudal, supresora desp�tica de los derechos democr�ticos; despu�s el alzamiento campesino contra la clase que ese gobierno representaba, y, finalmente, acci�n conjunta de las masa de la ciudad y del campo �campesino, obrero y clase media� que cristaliza jur�dicamente en la Constituci�n de Quer�taro de 1917. El contenido social econ�mico de esa Ley fundamental de la Revoluci�n mexicana es antifeudal y antiimperialista en el art�culo 27, obrerista y mesoclasista en el art�culo 23, y demoburgu�s o liberal en su inspiraci�n total (404). Al rastrear sobre el g�nesis del Apra es necesario tomar en cuenta, por cierto, lo que dice el propio Haya de la Torre al respecto: �los fundadores del APRA hab�amos recogido dos vigorosas inspiraciones idealistas trasuntadas por nosotros, en consignas normativas: la de independizar a nuestra generaci�n del 'colonialismo mental' de Europa, y de aunarnos, los trabajadores intelectuales y manuales, para acometer juntos una atrevida empresa de civilizaci�n democr�tica: confederar a nuestros pueblos y conseguir para ellos la justicia econ�mica, mas sin menoscabo de su libertad� (405). En M�xico, seis meses despu�s de la llegada a ese pa�s, V�ctor Ra�l �sienta las bases de la organizaci�n continental aprista conformada al tenor de las mismas pautas org�nicas de nuestro frente �nico de las Universidades Populares" (406), sostiene enf�ticamente el fundador de tal agrupaci�n. Haya de la Torre, el 7 de Mayo de 1924, ante un grupo de dirigentes estudiantiles de la Universidad de M�xico, convocados de prop�sito, hace entrega de la bandera de la unidad �indoamericana� y al propio tiempo anuncia los cinco puntos del programa m�ximo de un nuevo frente de lucha que recibe el nombre de: Alianza Popular Revolucionaria Americana y que es m�s conocida por la sigla de APRA (407). De este modo, el desterrado Presidente de la Federaci�n de Estudiantes del Per� se hac�a eco que la batalla contra la oligarqu�a era inseparable de una acci�n antiimperialista, como lo hab�an advertido los primigenios manifiestos reformistas, los trabajos del maestro Jos� Ingenieros y la proyecci�n continental de los cambios proclamados por los universitarios de C�rdova en 1918. Con la finalidad expresa de dejar definitivamente esclarecido que V�ctor Ra�l �antes de salir del Per�� ya ten�a el designio de formar el APRA, recurrimos a uno de sus disc�pulos dilectos, Andr�s Townsend Ezcurra, quien afirma lo siguiente �...culminaba (se refiere a la creaci�n del mencionado movimiento) de este modo, en el destierro, una larga maduraci�n ideol�gica peruana empezada al calor de las confrontaciones y pol�micas en las Universidades Populares. Haya de la Torre intent� consumar a trav�s de ollas una transformaci�n social por las v�as de la cultura y de una actividad esencialmente pol�tica, pues de este vocablo y de todo lo que �l encerraba, hab�an adquirido, por envilecimiento y corrupci�n olig�rquicos, insuperable descr�dito en una juventud iconoclasta y disconforme que buscaba inspirarse fundamentalmente en conceptos libertarios y sindicalistas....�(408). Es evidente que V�ctor Ra�l para fundar el APRA parti� de dos focos cardinales: la Reforma Universitaria y el llamado frente �nico de los trabajadores manuales e intelectuales. Ambas sugestiones, por propia gravitaci�n, concurrieron a satisfacer los anhelos de una masa impregnada por el �ideario� reformista en toda la extensi�n del vocablo. A�n predominaba, no obstante la pr�dica de Mari�tegui, la conciencia espont�nea y anarcoide entre los obreros y estudiantes. Haya de la Torre, en efecto, no quiso dejar de aprovechar aquel nivel ideol�gico que le facilitaba, desde luego, su labor proselitista. Entonces, por una parte, extrajo de la Reforma Universitaria �con miras a crear un n�cleo aglutinante de acci�n continental� las ideas de afirmaci�n de fe americanista y antieuropea; y, por otra, mediante la consigna de la alianza de los trabajadores manuales e intelectuales �directiva lanzada por el maestro �crata Don Manuel Gonz�lez Prada (409)� atraerse a los estudiantes que representaban intereses nuevos en la sociedad de aquellos tiempos y a los trabajadores. Si examinamos el reciente ideario que enunciara V�ctor Ra�l en M�xico, nos encontramos con algunos elementos esenciales que, incuestionablemente, fueron incorporados con la idea preconcebida de conquistar a las masas que carec�an de educaci�n pol�tica y que eran manipuladas por los anarquistas. De tal manera que el APRA, empez� a engrosar sus filas con los adeptos del anarquismo y del anarcosindicalismo. Por supuesto que este m�todo de seducci�n doctrinaria no resultaba enteramente original, como es el caso recordar, ya se hab�a puesto en pr�ctica en la Universidad Popular Gonz�lez Prada. Incluso hasta la propia advocaci�n que llevaba ese centro de ense�anza, correspond�a a un eminente anarquista. Y, por �ltimo no podemos pasar por alto que uno de los principios esenciales del APRA se basaba en una de las consignas que preconizaba Don Manuel Gonz�lez Prada: �la uni�n o alianza de la inteligencia con el trabajo� (410). Es decir, el frente �nico de los trabajadores manuales e intelectuales que m�s tarde, proclamara V�ctor Ra�l: primero en las Universidades Populares; y segundo, en el APRA. De aqu�, se deduce el origen libertario del movimiento aprista y sus ra�ces peruanas. Tras de este proleg�meno sobre la fundaci�n del APRA, cabe hacer las preguntas que siguen: �Exist�a, por esos a�os, homogeneidad entre Haya de la Torre y Mari�tegui? Ten�an alguna idea en com�n, aparte de la aversi�n contra la dictadura de Legu�a y el imperialismo? Se consideraban rivales? �Es verdad que se interpon�a entre ambos una lucha sorda y no declarada? �O en el fondo, buscaba uno y otro por absorberse a sus respectivos bandos?. Efectivamente, entre V�ctor Ra�l y Jos� Carlos hab�a de por medio serias divergencias ideol�gicas. Pero al mismo tiempo, cada uno de ellos abrigaba la esperanza de marchar juntos en el futuro. Ahora que mientras esto aconteciera, manten�an reservas sobre sus respectivos planes a desarrollar, limitaban sus ataques entre s�, aunque a veces se deslizaban ciertas cr�ticas. Quiz�s ambos, teniendo en cuenta que era prematuro apartarse, dentro de tal proceso hist�rico en que se pugnaba por crear un movimiento progresista de afirmaci�n nacional, evitaban agudizar las diferencias ideol�gicas. Con todo, aquellos personajes m�s de una vez se vieron enredados en Inquietantes escaramuzas. Debemos recordar que Mari�tegui pertenec�a al ala revolucionaria del movimiento obrero internacional, que se hab�a forjado en Europa, y que Haya de la Torre se hallaba comprometido con el reformismo peque�o burgu�s, emanado de la Revoluci�n mexicana. Siendo as� que el primero, consideraba al Per� y Am�rica como parte del sistema mundial. Y el segundo, cre�a que el Per� y Am�rica eran independientes de aquel conjunto. Bas�ndose en tan singular argumento, V�ctor Ra�l reiter� que hab�a que �independizar a nuestra generaci�n del colonialismo mental de Europa�. Simult�neamente, reclamaba el derecho que le asist�a a Indoam�rica para regir su propio destino. En otras palabras, que estuviera libre de influencias for�neas. Partiendo de esta indeclinable posici�n, Haya de la Torre al primero que motej� de europeizante �como si se tratara de un elemento ex�tico o equivocado� fue a Mari�tegui. No bien recibi� el puntillazo Jos� Carlos, sin perder la sind�resis, no le qued� otra disyuntiva que salir en defensa, precisamente, de lo europeo y, por ende, del legado que ello significaba para la vida y la historia del Per� y Am�rica. De modo que, en m�s de una oportunidad, Mari�tegui, evitando todo rozamiento de car�cter personal, puso los puntos sobre las �es al autor de tal engendro. Jos� Carlos consideraba que tanto el Per� como Am�rica eran parte indivisible del escenario mundial, que no se pod�a aislar, ni impedir la influencia internacionalista que se operaba a nivel del mundo entero. En el fondo V�ctor Ra�l, con su excluyente idea, buscaba que el APRA fuera diferente al movimiento internacionalista que estaba representado por la Revoluci�n rusa y por los Partidos Comunistas, los cuales cifraban sus expectativas hist�ricas en las realizaciones socialistas sovi�ticas y en la revoluci�n mundial que tendr�a por epicentro Europa. A este proceso, signado por tales acontecimientos, Haya de la Torre opon�a el APRA como una v�a m�s cercana e inmediata para los pueblos de Am�rica. A continuaci�n, insertamos algunos fragmentos de las tesis que sostuvieran Jos� Carlos y V�ctor Ra�l en torno a lo nacional y lo for�neo. Empezamos por transcribir una parte del trabajo que escribiera Mari�tegui con el t�tulo: �Lo nacional y lo ex�tico� en un intento por responder a la campa�a emprendida por Haya de la Torre: �Frecuentemente se oyen voces �remarca Jos� Carlos� de alerta contra la asimilaci�n de ideas extranjeras. Estas voces denuncian el peligro de que se difunda en el pa�s una ideolog�a inadecuada a la realidad nacional. Y no son una protesta de las supersticiones y de los prejuicios del difamado vulgo. En muchos casos, estas voces parten del estrato intelectual. �Podr�an acusar una mera tendencia proteccionista, dirigida a defender los productos de la inteligencia nacional de la concurrencia extranjera. Pero los adversarios de la ideolog�a ex�tica s�lo rechazan las importaciones �tiles a ese inter�s, no les parecen nunca malas, cualquiera que sea su procedencia. Se trata, pues, de una simple actitud reaccionaria, disfrazada de nacionalismo. �La tesis en cuesti�n se apoya en algunos fr�giles lugares comunes. M�s que una tesis es un dogma. Sus sostenedores demuestran en verdad, muy poca imaginaci�n. Demuestran, adem�s, muy exiguo conocimiento de la realidad nacional. Quieren que se legisle para el Per�, que se piense y se escriba para los peruanos y que se resuelva nacionalmente los problemas de la peruanidad, anhelos que suponen amenazados por las filtraciones del pensamiento europeo. Pero todas estas afirmaciones son demasiado vagas y gen�ricas. No demarcan el l�mite de lo nacional y lo ex�tico. Invocan abstractamente una peruanidad que no intentan, antes, definir�. En el �ltimo par�grafo, sustenta Mari�tegui que: �La independencia aceler� la asimilaci�n de la cultura europea. El desarrollo del pa�s ha dependido directamente de este proceso de asimilaci�n. El industrialismo, el maquinismo, todos los resortes materiales del progreso nos han llegado de fuera. Hemos tomado de Europa y Estados Unidos todo lo que hemos podido. Cuando se ha debilitado nuestro contacto con el extranjero, la vida nacional se ha deprimido. El Per� ha quedado as� insertado dentro del organismo de la civilizaci�n occidental" (411). Poco despu�s Haya de la Torre, a su vez, dir� por 1927; �El revolucionario que quiere hacer en Am�rica exactamente lo que hace en Europa es traidor al m�s elemental principio socialista y marxista que impone 'no inventar' sino 'descubrir la realidad' como precisa claramente Engels en el Antid�hring. Nuestros revolucionarios no han hecho hasta hoy sino tratar de 'inventar un ambiente europeo en una realidad americana que jam�s descubrieron" (412). Quiz�s a guisa de r�plica, pero ya m�s rotunda y desembozada, Mari�tegui fija su posici�n frente a la obstinada controversia que libraba con Haya de la Torre sobre la influencia que ejerc�a Europa en el mundo americano; �... no faltan �declara Jos� Carlos� quienes me suponen un europeizante, ajeno a los hechos y a las cuestiones de mi pa�s. Que mi obra se encargue de justificarme, contra esta barata e interesada conjetura. He hecho en Europa mi mejor aprendizaje. Y creo que no hay salvaci�n para Indo Am�rica sin la ciencia y el pensamiento europeos u occidentales. Sarmiento que es todav�a uno de los creadores de la argentinidad, fue en su �poca un europeizante. No encontr� mejor modo de ser argentino� (413). Por su parte V�ctor Ra�l, un a�o m�s tarde, suprimiendo todo eufemismo en su trato con Mari�tegui, insistir� en tildarlo de for�neo por sus ideas: �... Ud. �dirigi�ndose Haya de la Torre a Jos� Carlos, le dice� est� lleno de europe�smo.! Que distinto efecto ha producido Europa en Ud. y en m�! Ahora aprecio las diferencias y veo que ten�a raz�n cuando me re� cordialmente de la oposici�n de Ud. a creer que el 23 de Mayo no era un movimiento pr�cticamente aprovechable...� (414). Todo ello pon�a de manifiesto, sin duda alguna, una especie de nacionalismo y eclecticismo burgu�s que animaba a V�ctor Ra�l. Dejemos por el momento aquella discordancia, preludio de la ruptura entre Mari�tegui y Haya de la Torre, para volver a tomar el sesgo de las actividades de V�ctor Ra�l en el extranjero. Luego de haber dado vida al APRA en M�xico y por consiguiente, a la primera parte del ideario aprista (415), el Presidente de la Federaci�n de Estudiantes del Per� abandon� el pa�s azteca con destino a la lejana Patria socialista. El viaje, en el que hubo de participar Haya de la Torre, fue organizado por un grupo de estudiantes norteamericanos que pertenec�an a una asociaci�n de cristianos independientes. Pero antes, V�ctor Ra�l acompa�� a Jos� Vasconcelos a la Universidad de Texas y despu�s de extenso recorrido, por el interior de los Estados Unidos del Norte, arrib� a Nueva York. Y de ah�, definitivamente, parti� con rumbo a Rusia. Los Estados Unidos de Norteam�rica que conoci�, en forma directa Haya de la Torre �casi a mediados de 1924� se hab�a convertido como resultado de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) en la potencia imperialista m�s poderosa del orbe. Por entonces desempe�aba la m�s alta magistratura de aquel Estado, Calvin Coolidge, quien pertenec�a a los registros del Partido Republicano que, por esa misma �poca, fomentaba el �aislacionismo�, la �diplomacia del d�lar� y el intervencionismo armado o financiero de su pa�s en los diferentes lugares de nuestro vasto territorio hispanoamericano. Una vez que se estableci� en la URSS V�ctor Ra�l, en compa��a de los estudiantes norteamericanos y de un mexicano, con los cuales hab�a emprendido dicha excursi�n, se dedic� con tes�n a estudiar y comparar los sistemas econ�micos y pol�ticos del mundo capitalista -de donde proven�a �l- y del socialista. Igualmente, Haya de la Torre, durante su estancia en el primer pa�s socialista, tuvo la oportunidad de conocer y dialogar con algunos hombres prominentes de la Revoluci�n Rusa. Entre ellos, con A. Lunatcharski, Comisario de Educaci�n P�blica; y A. Losovski, Secretario General de la Internacional Sindical Roja (ISR), con quienes, a�n despu�s de ausentarse de la Uni�n Sovi�tica, mantuvo ocasional y controvertida correspondencia. Asimismo, se vincul� con distinguidas figuras revolucionarias extranjeras. Adem�s le cupo la suerte al viajero peruano, en el lapso que permaneci� en Mosc�, de poder asistir �en calidad de observador� a tres magnas reuniones de trascendencia universal, como fueron: el V� Congreso de la Internacional Comunista , el III� Congreso de la Internacional Sindical Roja y el Congreso Mundial de la Juventud Comunista. Justamente, Haya de la Torre fue portador de un mensaje de saludo y presentaci�n de la Central de Trabajadores de Lima para ser entregado a la Internacional Sindical Roja, con motivo de la reuni�n que a nivel mundial se habr�a de realizar en la capital sovi�tica. He aqu� �a continuaci�n� el tenor de la citada nota: �La Federaci�n Obrera Local de Lima, que representa al proletariado industrial de la capital del Per�, aprovecha del viaje del compa�ero V�ctor Haya de la Torre �expresaba la comunicaci�n en referencia� para enviar un saludo cordial a los trabajadores rusos. �El compa�ero Haya de la Torre es un personero genuino de la vanguardia revolucionaria del proletariado. Fundador, animador y sostenedor de la obra de las Universidades Populares, ha trabajado intensa, singular y brillantemente por la liberaci�n y la iluminaci�n de las conciencias proletarias, en las cuales ha estimulado la fe, la convicci�n y la ideolog�a clasista. �Actualmente Haya de la Torre se encuentra fuera del Per� arrojado por el odio de la reacci�n, a la cual infligi� en mayo del a�o �ltimo una tremenda derrota impidiendo la ceremonia de la consagraci�n del Per� al culto del Coraz�n de Jes�s organizado por los conservadores y reaccionarios. �La Federaci�n Obrera Local os presenta a Haya de la Torre como a un militante ardoroso y abnegado de la causa de la redenci�n de los trabajadores; y encarga a Haya de la Torre la misi�n de investigar y estudiar la situaci�n rusa para informar m�s tarde sobre ella a los sindicatos de Lima agrupados en esta organizaci�n. Salud: Ricardo C�ceres, Secretario General (firmado). Lima, 2 de abril de 1924�(416). Concluida la visita de V�ctor Ra�l a Rusia, viaj� con destino a Suiza (casi al finalizar los meses de 1924) debido a su quebrantado estado de salud. Haya de la Torre arrib� al Viejo Mundo profundamente embelesado por la Revoluci�n Sovi�tica, por los personajes que la hicieron posible y por el extraordinario balance de sus realizaciones ventiladas en los recientes congresos efectuados en Mosc� y a los cuales �l acudiera. La fe y el optimismo que trajo de la cuna de la revoluci�n proletaria, la puso de manifiesto V�ctor Ra�l en muchos de sus art�culos, cartas y conversaciones. Bastar�a con revisar su libro, intitulado: Impresiones de la Inglaterra imperialista y la Rusia sovi�tica (417), as� como el texto de la carta que dirigiera al Per� desde Suiza �para tener una idea hasta donde hab�a calado el marxismo revolucionario en �l� y que a continuaci�n insertamos: �Leysin, 22 de enero de 1925. A los compa�eros de �El Obrero Textil�. Lima. �...Tanto en el seno de las Universidades Populares Gonz�lez Prada, como en el de las organizaciones obreras, el proletariado verdaderamente revolucionario debe ser inflexible en mantener la unidad, el frente �nico contra la burgues�a y el feudalismo y sus aliados: el estado capitalista y la iglesia. Nuestro deber es trabajar incansablemente por la formaci�n de una conciencia social de clase tanto en el obrero como en el campesino de la sierra y la costa. Todos los trabajadores de Am�rica Latina, y especialmente los del Per�, tienen delante de s� a la burgues�a , al capitalista nacional, y detr�s de estos al imperialismo yanqui que apoya y sostiene a esas clases explotadoras. Tanto en la miner�a, como en las industrias de tejidos, az�car, petr�leo, que son las m�s fuertes del pa�s, el capitalismo yanqui, tiene el 80% del poder. Luego nuestra lucha contra un enemigo tan formidable, no se conseguir� con simples palabras, con misticismos vagos, con lirismos burgueses; nuestra lucha y nuestro triunfo ser�n obra de una labor profunda, incansable de unidad de todos los trabajadores. Todos comprendamos bien que si se unieran los tres millones de ind�genas campesinos de la costa, nada ni nadie resistir�a a su empuje organizado y poderoso. Pero nuestro enemigo principal est� en la inconciencia de clase, que no permite la uni�n de todos los productores �cu�l debe ser nuestro trabajo?...1� la formaci�n de una conciencia de clase. 2� la unificaci�n de todos los trabajadores. �Pues bien, esa doble labor debe ser emprendida como la �nica forma de alcanzar la victoria en la lucha final�. Hasta aqu� el autor de esta carta (418). Esta nueva trayectoria en el pensamiento ideo-pol�tico de Haya de la Torre, en que empieza a hacer sus an�lisis sociopol�ticos desde el �ngulo clasista, se pone en evidencia a fines de 1924. Sobre todo, durante la fase en que el mundo capitalista entra en un per�odo de estabilizaci�n parcial y temporal. No cabe duda que el hecho de comprometerse, d�a a d�a, V�ctor Ra�l con la Revoluci�n socialista �como venimos observando a partir de su viaje a la URSS� estimul� en Mari�tegui la creencia de que muy pronto aqu�l terminar�a militando en las filas del marxismo aut�ntico. Recordando su residencia en Suiza, Haya de la Torre dir� adem�s �en una obra publicada siete a�os despu�s�: �escrib� los originales de un libro que deb�a haber aparecido en Buenos Aires con el material que hab�a recogido en los tres largos meses de mi permanencia en el pa�s de la Revoluci�n proletaria, logr� completar una informaci�n bastante nutrida sobre aquella visita inolvidable. A la entrada del invierno de 1925 termin� en Suiza, donde me hallaba recluido en un sanatorio, la labor de redactar mis impresiones, que hab�a comenzado en Rusia misma y continuado en Alemania. P�blico es que en Suiza fui procesado por el Procurador General de la Confederaci�n como revolucionario y conspirador ... Todos mis papeles, todos mis libros, fueron requisados como subversivos ...� (419). Frente a este atropello, V�ctor Ra�l se vio obligado a salir de Suiza y, burlando la vigilancia policial, alcanzar el territorio italiano. As� recorriendo la Pen�nsula, experiment� la grata satisfacci�n de reencontrarse con dos paisanos y amigos suyos: el pintor Felipe Coss�o del Pomar (en Florencia) y con el C�nsul General del Per�, Palmiro Machiavello (en G�nova). Incluso, mientras hubo de permanecer V�ctor Ra�l de visita en ese puerto it�lico, estuvo alojado en la casa de Machiavello (420). Durante el curso de las conversaciones que sostuviera este �ltimo con Haya de la Torre, en la intimidad del hogar, le formul� la siguiente pregunta sin sospechar, desde luego, la reacci�n que ella producir�a en V�ctor Ra�l: �C�mo va la organizaci�n del movimiento socialista en el Per�, qu� le confi�ramos a Mari�tegui? (421). A decir verdad, la mencionada demanda no s�lo result� sorprendente para Haya de la Torre sino tambi�n un tanto indiscreta, ya que Jos� Carlos �como hemos visto antes�, por razones t�cticas, evit� revelarle la intenci�n que tra�a de Europa para fundar el Partido Socialista. Vale decir, en el fondo Mari�tegui recelaba de V�ctor Ra�l porque estaba seguro que �ste urd�a, secretamente, la posibilidad de crear una agrupaci�n pol�tica dis�mil y contraria a la suya. Su conjetura no era inexacta pues ella se fundamentaba en la conducta asumida por Haya de la Torre en la direcci�n de la Univer�sidad Popular yen los acontecimientos del 23 de mayo de 1923. Y en este caso, no cab�a la m�s m�nima sinceridad de parte de Jos� Carlos para con aqu�l. Ahora bien, podemos figurarnos qu� impresi�n debi� causar a V�ctor Ra�l la impertinencia, hasta cierto punto, de Machiavello. Mas, en descargo de la responsabilidad de �ste, Mari�tegui no dispuso de tiempo para advertirle el procedimiento adoptado por �l frente a las expectativas de Haya de la Torre. De otro lado la misi�n a la que alude Machiavello (encargada a Jos� Carlos), respond�a al acuerdo aprobado por la denominada c�lula comunista peruana , fundada en Italia, poco antes de alejarse Mari�tegui de este pa�s, y que se hallaba formada por C�sar Falc�n, Carlos Roe, Palmiro Machiavello y Jos� Carlos. Despu�s de todo Haya de la Torre, tampoco le hab�a participado a Mari�tegui los prop�sitos que abrigaba de fundar el APRA. Puesto que, como aqu�l lo confiesa, la gestaci�n del movimiento que recibir�a la sigla de APRA, lo empez� a concebir �en el Per�� al examinar los logros de la Reforma Universitaria y las experiencias alcanzadas por las Universidades Populares Gonz�lez Prada. De donde resulta, a la postre, que ambos adversarios en potencia mantuvieron discreci�n en torno a sus planes ideo-pol�ticos futuros. C�benos, en relaci�n con lo expuesto l�neas arriba, interpelarnos a s� mismo y responder: ��Estuvo justificada la actitud asumida por uno y otro personaje?. Podemos declarar, enf�ticamente, que s�. Y eso, teniendo en consideraci�n que se trataba �aunque s�lo se present�a tales intentos a trav�s de la conducta de sus autores� de dar vida a dos movimientos antag�nicos entre s�, cuyos idearios y praxis respond�an a campos diferentes: revoluci�n (Mari�tegui) y reforma (V�ctor Ra�l). Es conveniente a�adir que el di�logo entre Machiavello y Haya de la Torre, se produjo durante el per�odo que este viajero se hallaba fascinado por la Revoluci�n rusa y, por tanto, parec�a que estaba totalmente identificado con la doctrina marxista revolucionaria que hab�a servido de instrumento esencial para la transformaci�n socioecon�mica y pol�tica de esa sexta parte del mundo (422). Esclarecida otra de las escaramuzas libradas entre V�ctor Ra�l y Jos� Carlos, a trasluz de las posiciones en que se hab�an situado por causas de car�cter ideopol�ticos: reforma y revoluci�n, pasamos a informar que el primero de los nombrados viaj� a Francia, donde tom� contacto con algunos peruanos, residentes en Par�s, y, finalmente, arrib� a Inglaterra para proseguir estudios (marzo de 1925) en la Escuela de Econom�a de la Universidad de Londres. Por aquellos a�os entre 1925 y 1927 (en los que Haya de la Torre va a residir en la city londinense), todav�a la Gran Breta�a era el imperio m�s grande del mundo (pues a�n dominaba las dos terceras partes del orbe). Y se hallaba gobernado, a la saz�n, por el Partido Conservador brit�nico (los �tories�), en la persona de Stanley Baldwin, Primer Ministro del �Reino Unido�, quien propiciaba abiertamente una violenta ofensiva contra la clase trabajadora del pa�s y una agresiva pol�tica colonialista. V�ctor Ra�l �en esos momentos de su exaltada simpat�a por la Revoluci�n Rusa� no pudo olvidar que los c�rculos reaccioanarios ingleses fueron los primeros en adoptar una posici�n marcadamente hostil contra el nuevo Estado Sovi�tico. No s�lo se contentaron �stos con ordenar la invasi�n, despu�s de la Revoluci�n de Octubre, al territorio sovi�tico, sino que dispusieron el bloqueo, y, simult�neamente, alentaron los movimientos contrarrevolucionarios mediante el suministro de dinero y armas a los guardias blancos. Igualmente, el joven estudiante peruano estaba enterado de que el Partido Laborista, presidido por James Ramsay MacDonald (1866-1937), hab�a asumido el poder por escasos once meses (de enero a noviembre de 1924) y que, en resumidas cuentas, result� a su administraci�n pol�tica un rotundo fracaso debido a sus vacilaciones frente a la pujante presi�n del capitalismo ingl�s. Asimismo, no fue para el visitante una sorpresa que una de las primeras medidas del Partido Laborista, en el gobierno, estuviera encaminada a reconocer a Rusia Sovi�tica (en enero de 1924) y, por estas circunstancias, haber acreditado un embajador en Mosc�. Tambi�n, por ese tiempo, se procedi� a negociar un tratado anglo-sovi�tico y a entrar en discusiones acerca de un proyecto de pr�stamo para la Uni�n Sovi�tica. Todos estaban informados de que esta pol�tica, por cierto, obedec�a a la creciente influencia del ala izquierda del movimiento laborista. Para tener una idea de la opini�n de V�ctor Ra�l al respecto, transcribimos el fragmento de un art�culo period�stico publicado, precisamente por �l durante aquel per�odo hist�rico, y que dice a la letra: �Me parece equivocado �sostiene Haya de la Torre� pretender estudiar la vida inglesa tomando a los individuos como punto de partida. El individua�lismo ingl�s esotra paradoja que he de intentar explicar m�s tarde desde un punto de vista econ�mico. Los individuos no son sino factores de la clase a que pertenecen. Fatalmente son arrastrados por la fuerza de la atracci�n de su propia clase, por la gravitaci�n econ�mica. �... El partido de la peque�a burgues�a saldr� de la fracci�n socialista. Seg�n parece, MacDonald, Thomas y compa��a reclaman posiciones socialistas pero su clase los empuja a las filas de la peque�a burgues�a. No adelanto otras observaciones �dice V�ctor Ra�l� sino como esbozos de art�culos posteriores, pero creo que al partido liberal ingl�s que ya no representa clase alguna, le suceder� un nuevo partido producto del fraccionamiento del Viejo Partido Laborista. Un partido proletario tiene que surgir de la izquierda actual del socialismo� (423). A poco, pues, de haberse radicado Haya de la Torre en la m�s poderosa metr�poli europea, de pronto, se hall� de improviso con C�sar Falc�n, quien desempe�aba por esa �poca el codiciado cargo de corresponsal del principal diario espa�ol �El Sol� (de Madrid) en Londres. El encuentro, inesperado, de ambos personajes fuera de la Patria, fue motivo para mantener un di�logo evocativo y a la vez nutrido de actualidad mundial. Falc�n, adem�s, le inform� a V�ctor Ra�l acerca de los pormenores de la censurable actuaci�n del Partido Laborista en el gobierno brit�nico. C�sar puso en conocimiento de su paisano y miembro de su propia generaci�n, que el mencionado Partido Laborista hab�a seguido una pol�tica esencialmente reformista, para ganarse la confianza de la clase dominante, como el resto de los Partidos Socialdem�cratas �con el cual estaba identificado aqu�l� que reg�an los destinos de casi la mayor�a de pa�ses del continente europeo (424). En dicha oportunidad Falc�n se refiri�, muy particularmente , a dos sucesos pol�ticos que originaron: en primer lugar, la renuncia de Mac Donald como Primer Ministro y Encargado de Negocios del Exterior; y en segundo, la derrota infligida a su Partido en las elecciones del pasado mes de octubre de 1924. Uno y otro hecho �seg�n parecer de C�sar� estaba vinculado y respond�a a una artera maniobra, dirigida y organizada por el viejo Partido conservador brit�nico, para poner fin al gobierno de los laboristas. Y as� ocurri�. Pero antes , ser� necesario conocer la versi�n que sobre aquellos dos acontecimientos �a que hacemos menci�n l�neas arriba�, le proporcionara a Haya de la Torre, nada menos que el corresponsal del diario espa�ol m�s importante en Londres: C�sar Falc�n. � En efecto, el susodicho periodista pas� a relatar que, por el mes de agosto de 1924, el r�gimen laborista dispuso, sin mayores pruebas, la captura del editor del peri�dico comunista �Worker's Weekly�, J.R. Campbell, acusado de sedici�n. Mas, de inmediato, se levant� una ola incontenible de protestas por parte del sector izquierdista y, entonces, el gobierno retir� los cargos que pesaban sobre aqu�l y de hecho obtuvo su libertad. Esta medida, sin, embargo, provoc� que se abriera enseguida una investigaci�n sobre el caso y, por los resultados a que se lleg�, las autoridades gubernamentales tuvieron que soportar los m�s severos ataques por haber retirado la denuncia contra el indicado editor comunista. A este desventurado incidente, se a�adi� el proyecto que se estaba debatiendo para otorgarle un pr�stamo a la Uni�n Sovi�tica. Frente a tan dif�cil situaci�n pol�tica �que ven�an promoviendo los sectores reaccionarios y anticomunistas� a MacDonald no le qued� otra disyuntiva que presentar su renuncia y convocar a nuevas elecciones. No bien comenzaron las actividades electorales, cuando surgi� la fraguada �Carta roja� atribuida a Zin�viev. El documento en referencia consist�a en una supuesta comunicaci�n dirigida por el Comintern al Partido Comunista Ingl�s, incit�ndole a actos conspirativos destinados a quebrantar la disciplina de las fuerzas armadas brit�nicas en favor del comunismo internacional. Toda esta mal�vola campa�a se realiz� sin mostrar el original de dicha nota. Indudablemente, que la falta de esclarecimiento por parte del Partido Laborista y del gobierno sobre tan repudiables m�todos de falseamiento de los hechos condujo al desastre electoral a dicha fuerza pol�tica. Despu�s de todo, los laboristas cre�an firmemente en la utilizaci�n del Parlamento y de que el socialismo llegar�a al poder por medio de la democracia burguesa (425). Y sin pena ni gloria, termin� el primer gobierno de los laboristas en Inglaterra por el mes de noviembre de 1924. En el transcurso de las conversaciones que sostuviera C�sar con V�ctor Ra�l �como antes lo hiciera Machiavello�, el primero de los nombrados, ratific� lo de la gesti�n encomendada a Mari�tegui por la c�lula establecida en la pen�nsula italiana (426). Haya de la Torre aunque disimulando su enojo por no haberlo sabido oportunamente, concluy� por bautizar a dicha resoluci�n con el significativo nombre de �Pacto de G�nova� (427). De inmediato V�ctor Ra�l, a instancias de su interlocutor, se hosped� en la misma pensi�n que ocupaba Falc�n, sin sospechar que se ver�a implicado en un bullicioso romance protagonizado por su paisano y por una jovenzuela espa�ola, menor de edad, que respond�a a los apelativos de Irene Lewis Rodr�guez. A tal punto fue de embarazoso el asunto, que la madre de la novia acus� a Cesar de rapto en agravio de su hija, ante las autoridades inglesas. Haya de la Torre, entonces se vio compelido a terciar en el desaguisado para amenguar el ruidoso esc�ndalo en que su amigo y la amada de �ste se hallaban enredados. En efecto, V�ctor Ra�l inst� al C�nsul del Per� (en Gran Breta�a) para que protegiera a la pareja (428). Ipso facto, el mencionado funcionario los cas� y Haya de la torre fue testigo del pretendiente (429). Mientras tanto las autoridades del Reino Unido se cercioraban si los consulados pod�an unir en matrimonio a las personas de nacionalidad peruana. Falc�n y su prometida aprovecharon de tal coyuntura para ampararse en las leyes especiales de Escocia, que permiten a los menores de edad casarse contra la voluntad de sus padres aunque se encontraran como en el caso de Irene Lewis Rodr�guez sin tutela judicial. De esta manera los interesados, pues, cumplieron los quince d�as de residencia en Escocia exigidos por la Ley para contraer enlace nupcial (430) y as� pudieron salvarse de las sanciones que contempla el c�digo ingl�s para quienes se fugan con menores de edad (431). Repuesto del susto, Falc�n le escribi� a Jos� Carlos inform�ndole de la sorpresa que se hab�a llevado Haya de la Torre al conocer la resoluci�n de la c�lula peruana en Italia. Asimismo, C�sar le participaba a Mari�tegui que V�ctor Ra�l, cada vez m�s, se orientaba hacia la l�nea clasista revolucionaria (432). Tambi�n, le daba detalles sobre la correspondencia que manten�a Haya de la Torre con Lunatcharski y con Losovski (433). Y del inter�s con que le�a las publicaciones marxistas y los comentarios que hac�a. Igualmente, Mari�tegui hab�a recibido una carta de Machiavello pocos d�as antes conteniendo similares opiniones (434). Tiempo despu�s de haber fijado su residencia en la urbe londinense, termin� de redactar el programa complementario del APRA, que empezara a escribir durante su corta estancia en Suiza (435). �El aprismo comenzaba as�, por definir el imperialismo cual un fen�meno econ�mico de expansi�n capitalista. De esta suerte coincide, en principio, con la definici�n del !marxismo leninismo" (436), sostiene V�ctor Ra�l. El documento que acabamos de mencionar, fue aprobado �seg�n versi�n del propio Haya de la Torre� por la primera asamblea de apristas de Par�s en julio de 1925 (437). Sin duda alguna, se refiere a la primera c�lula de ese movimiento creada en Europa por V�ctor Ra�l y a la cual asistiera �ste a su sesi�n inaugural, tras de haber concluido, por cierto, su ciclo preliminar de estudios en la Universidad de Londres. Fue debido a esta circunstancia, por la que hubo de viajar a Francia en uso de sus vacaciones. Concurrieron a la citada reuni�n entre otros: C�sar Vallejo (438), Felipe Coss�o del Pomar, los hermanos Rozas (Gregorio y Wilfredo), Gonz�lez Willis (Rafael y Alfredo) (439). Incluso, afirma Haya de la torre, que en esta cita inicial se recibi� un mensaje de adhesi�n de Romain Rolland, desde Villeneuve, Suiza, que dec�a textualmente: �Yo me siento feliz de que sea Par�s en que vosotros sent�is las bases del nuevo movimiento aprista para unir y liberar a los pueblos de la Am�rica Latina. Es una empresa venturosa llamada a un alto destino que, como otras que han repercutido profundamente en el mundo, surge de la ciudad que fue cuna de la Revoluci�n Francesa (440). A��dase a todo esto, que el antedicho grupo fue considerado por Haya de la Torre no s�lo como la primicial escuela de l�deres sino tambi�n como el naciente �seminario� de capacitaci�n de futuros dirigentes del APRA (441). Por aquel per�odo con el pretexto de informar a Jos� Carlos sobre las actividades apristas desarrolladas en el Viejo Mundo, V�ctor Ra�l le dirigi� una comunicaci�n (442). A trav�s de ella, Haya de la Torre le increpaba amistosamente el hecho de que hubiera callado el �Pacto de G�nova�. Entonces Mari�tegui �de acuerdo con el testimonio que nos suministrara V�ctor Ra�l� procedi� a explicarle los m�viles que mediaron para observar aquella posici�n de reserva y prudencia. Pero ah� no qued� la situaci�n, pues tambi�n Mari�tegui, por su parte, le hizo a V�ctor Ra�l an�logo cargo con respecto al premeditado silencio que guardara en torno a la fundaci�n del APRA. Evidentemente, Haya de la Torre �nos hemos referido ya� hab�a empeza�do a madurar el proyecto de crear el APRA desde los tiempos en que estuvo en Lima al frente de las Universidades Populares y de la revista �Claridad�. O sea, en una �poca que, precisamente, contaba con la colaboraci�n de Jos� Carlos. Por lo que sabemos, tampoco aqu�l le particip� su plan a Mari�tegui. De tal manera, que uno y otro opositor mantuvo en secreto sus proyectos respectivos. En el fondo, se interpuso �entre ellos� una lucha ideol�gica sorda que a�n no se manifestaba p�blicamente. Pero de pronto este desacuerdo, despu�s del viaje de V�ctor Ra�l a la Uni�n Sovi�tica, se troc� en una eficaz colaboraci�n entre estos personajes y sus correspondientes grupos de activistas que dur� algunos a�os. Pues Haya de la Torre, a la saz�n, atra�do por el creciente inter�s hacia el marxismo que aumentaba impetuosamente, abord� una serie de temas relacionados con la teor�a cient�fica e ideol�gica de la clase obrera, desde posiciones consecuentemente clasistas, en una tentativa por analizar los m�todos a los que recurr�an los pol�ticos burgueses y los revisionistas para tergiversar esta doctrina revolucionaria. A�n m�s, V�ctor Ra�l por su ostensible inclinaci�n hacia la Revoluci�n Sovi�tica �que vert�a con todo entusiasmo por intermedio de la palabra hablada y escrita� se vio expuesto a ser criticado severamente por los anarquistas y por los sectores reaccionarios del pa�s. Tenemos a la vista una nota inserta en el peri�dico �La Protesta� que, con el t�tulo No nos convence, apareci� el 14 de noviembre de 1924 (p�g. 8). Copiamos, a continuaci�n, algunos fragmentos de su texto: �El Tiempo� del 9 del pasado mes, publica un art�culo: �Impresiones de Rusia�, de V�ctor Ra�l Haya de la Torre comenta �'La Protesta'�, en el que se ensalza, se glorifica, el r�gimen bolchevista. �No esper�bamos otra cosa del articulista, desde que ya sab�amos su filiaci�n socialista estadual. Es pues, libre Haya de la Torre para alabar un Estado que est� de acuerdo con su tendencia social autoritaria. �Pero decir que en Rusia 'se vive la nueva vida a plenitud' y que 'est� prescrita la explotaci�n capitalista' ya cambia de tono y no es la verdad rusa, ni siquiera la verdad de los prohombres del poder maximalista. �Y ya que tratamos de la 'verdad rusa' tenemos que desmentir categ�ricamente el que el proletariado del Per� haya enviado delegado alguno al �ltimo congreso de la Internacional Comunista de Mosc�, como informan algunos peri�dicos de Europa y Am�rica. �Ni la local (se refiere a la Federaci�n Obrera Local) de Lima ni los gremios organizados han tratado de nombrar delegado alguno a dicho congreso. S�lo por el �ltimo n�mero del �rgano comunista �Claridad�, publicado en �ste por un grupo universitario, nos enteramos, con sorpresa, que la Local hab�a nombrado a Haya de la Torre para que, a su llegada a Rusia, saludara al proletariado Ruso, y nada m�s . Y conste que este nos dicen algunos delegados, no fue acordado en Asamblea General de la Local, sino por algunos que est�n acordes con los dictadores y que vienen actuando, de poco tiempo a esta parte, sin consultar con las asambleas de sus respectivos gremios�. Todo lo expuesto anteriormente, explica por qu� Mari�tegui se adhiere al movimiento aprista que propugna Haya de la Torre y as� se lo hace saber a �ste por escrito (443). Naturalmente, ello acontece, cuando el APRA respond�a a una organizaci�n de frente �nico. Adem�s, eran en los a�os en que tanto los disc�pulos de V�ctor Ra�l prestaban su concurso a la obra de Mari�tegui como viceversa los adictos de este �ltimo colaboraban en levantar sensiblemente el nivel revolucionario al lado de Haya de la Torre. Y esta acci�n en com�n �que se mantuvo por algunos a�os (1924-1928)� coincidi� con el establecimiento de los j�venes extra�ados del pa�s �por la dictadura de Legu�a� en M�xico, Buenos Aires, La Paz, Santiago de Chile, Cuba y Par�s que fueron a formar los primigenios grupos del APRA. Asimismo, y por qu� no decirlo, en Lima se constituy� un n�cleo aprista en el que particip� Mari�tegui, pero teniendo en cuenta la posici�n ideopol�tica de V�ctor Ra�l que, por ese entonces, estaba comprometido con los principios revolucionarios marxistas. Y que, como hemos advertido, ello hac�a presagiar la conversi�n plena de Haya de la Torre y de sus disc�pulos a la causa del socialismo cient�fico. Por supuesto, hab�a que tener presente que la asimilaci�n de las concepciones marxistas para V�ctor Ra�l y sus partidarios en una sociedad donde dominaba la ideolog�a burguesa no era un proceso que transcurriera sin obst�culos y autom�ticamente. �Al poco tiempo de estudiar en la Universidad inglesa (Haya de la Torre) �escribe Coss�o del Pomar�, llega a perfeccionar a tal punto su conocimiento del idioma, que le permite colaboraren revistas como: 'Foreign Affairs', 'New Leader'; "Labour Monthly'; 'Lansbuly Weekley' y otras publicaciones inglesas y norteamericanas�(444). Aparte, claro est�, de otras colaboraciones que publica en la Argentina. Retornando a los sucesos que se registran en Lima �a mediados de 1925�, tenemos en primer lugar: la promulgaci�n de la llamada Ley sobre la Vagancia que, aparte de constituir un instrumento ignominioso de represi�n �del Estado policial instaurado por Legu�a�, ten�a por finalidad sindicar de vagos y enviar a la selva a dirigentes sindicales y opositores al r�gimen de la �Patria Nueva� (445). Seg�n la opini�n autorizada de Juan M. Merino Vigil la expresada Ley significaba, adem�s, declarar al Per� en estado de sitio perpetuo(446). Tres a�os m�s tarde Mari�tegui, al hacer una especie de balance de la mencionada norma, dir� que �No se extirpa la vagancia reprimi�ndola sino previni�ndola. La 'vagancia' no es un s�ntoma y un efecto. Su existencia acusa invariablemente un defecto de la organizaci�n econ�mica y educacional...� (447). Finalmente, Jos� Carlos pide la derogatoria de dicha Ley que atenta contra los derechos humanos. Como es de suponer, la reacci�n contra la dr�stica medida no se hizo aguardar, pues, de inmediato la Federaci�n Obrera Local de Lima y la Federaci�n de Estudiantes del Per�, a la par que constituyeron un frente �nico de lucha, organizaron un paro general con el fin de que se aboliera tan nefasta disposici�n contra la �vagancia�. En una de las reuniones de los representantes de las citadas centrales que dirig�an la huelga de protesta, fueron detenidos Luis F. Bustamante, Presidente; y Esteban Pavletich, Secretario del Exterior de la Federaci�n de Estudiantes. Todo ello ocurri� por el mes de junio de 1925. Ambos directivos universitarios, tras de haber sido conducidos a la isla de San Lorenzo y de permanecer muchos d�as encar�celados, salieron extra�ados del Per� rumbo al extranjero �como antes lo hab�a experimentado tambi�n, por otros excesos cometidos por el despotismo legui�sta, una veintena de estudiantes�. De modo que los dos expatriados, al t�rmino de su periplo, desembarcaron en Panam�. Ah�, luego del cordial recibimiento que les prodigaron sus cong�neres paname�os, participaron en uno de los conflictos sociales de m�s resonancia en Am�rica: el paro del inquilinato. Eso s�, a consecuencia de haber intervenido en esta acci�n de masas, el gobierno de aquel pa�s los oblig� a abandonar su territorio. Pero antes de alejarse del istmo, tanto Bustamante como Pavletich, se reencontraron con sus paisanos y colegas Hurwitz, Lecaros, Terreros y otros (448) que se hallaban fuera de la Patria por haber sido, a su vez, deportados por el gobierno de Legu�a con algunos meses de antelaci�n e inculpados de motivos an�logos. Incuestionablemente cada prisi�n y extra�amiento que se efectuaba en agravio de los trabajadores o estudiantes, por parte de la dictadura reaccio�naria, afectaba a Jos� Carlos. Era un hecho evidente que �l, a pesar de su manifiesta imposibilidad f�sica, no se hallaba al margen de las acciones clasistas que se organizaban para contener los desmanes de la tiran�a amparada por el imperialismo yanqui. Es m�s, Mari�tegui ve�a con intensa congoja que, d�a a d�a, se diezmaban las filas de sus colaboradores inmediatos en forma pertinaz y frecuente. Nadie mejor que �l �luego de su experiencia europea� sab�a lo dif�cil que era forjar dirigentes para la revoluci�n. En otras palabras: crear, mantener y acrecentar su nivel ideol�gico y adem�s, orientar su praxis. Aunque, de otro lado, Jos� Carlos ten�a la certidumbre que los expulsados del pa�s iban directamente a reforzar los primigenios n�cleos del APRA en el exterior. Pavletich nos cuenta, a prop�sito, que a Mari�tegui no le agradaba, en lo m�s m�nimo, que los j�venes desterrados �todav�a biso�os� se entrometieran o mezclaran en los asuntos pol�ticos y sociales internos de los pa�ses que les brindaban hospitalidad. Por lo menos, as� se lo hizo conocer Jos� Carlos a Pavletich en una carta que le dirigiera, despu�s de la forzosa salida de �ste del istmo paname�o debido a los incidentes a que nos hemos referido antes (449). El r�gimen de turno en el Per� �desde 1919 hasta la fecha (1925)� hab�a Implantado con la poderosa protecci�n del imperialismo yanqui, un gobierno de violencia y de persecuci�n despiadada. Las delaciones, encarcelamien�tos, muertes y exilios estaban a la orden del d�a. El pa�s de aquella �poca, se encontraba casi intimidado y, hasta cierto punto, aterrado por los m�todos de fuerza que se utilizaban, a no dudarlo, sin precedencia en su historia pol�tica. Los m�s avisados en estos asuntos, consideraban que la dictadura legui�sta recib�a consejos e instrucciones for�neas para emplear tales procedimientos inauditos con el fin de sojuzgar al pueblo peruano. Y no andaban equivocados en sus asertos, pues, es de recordar que V�ctor Andr�s Belaunde, profesor universitario sanmarquino �a quien no se puede motejar de comunista o algo parecido� denunci�, por aquel a�o 1922, que el Embajador estadounidense, William Gonz�les, acreditado ante la Canciller�a peruana, hab�a inducido al Presidente Legu�a a expropiar el diario �La Prensa� de Lima (450). El estado norteamericano, con su penetraci�n econ�mica y pol�tica, agudizaba las condiciones de dependencia y miseria entre las masas y no vacilaba para ello en ayudar a conculcar los derechos democr�ticos y sociales de los trabajadores y del pueblo en general, cuando se trataba de aumentar los caudales en beneficio de los grandes monopolios, de los c�rculos bancarios y financieros de su pa�s. En el recuento que hace Basadre de la administraci�n de Legu�a, dice que �ste: �fue demasiado sumiso y deferente ante Estados Unidos, pa�s que entonces pon�a en pr�ctica una pol�tica de imperialismo en las Antillas, Am�rica Central y Am�rica del Sur� (451). Centenares de luchadores por la libertad y la democracia: izquierdistas y no izquierdistas se hallaban recluidos en las c�rceles de la Rep�blica �isla de San Lorenzo, Penitenciar�a, Taquila, etc.� por haber pretendido defender los intereses populares y de la Patria. Entre los detenidos por las autoridades no solo hab�an obreros y campesinos (como Juan H. P�vez y los dirigentes de la Federaci�n Campesina de Ica), sino tambi�n militares, estudiantes e intelectuales patriotas. Igualmente, exist�a una larga lista de j�venes universitarios excluidos de algunas universidades de provincias (Luciano Castillo, Manuel V�squez D�az, Carlos Manuel Cox, Fernando Ch�vez Le�n, Teodomiro S�nchez y otros procedentes de la Universidad de La Libertad) a los cuales se les conden�, por sus actividades pol�ticas a trasladarse a la capital de la Rep�blica para continuar sus estudios profesionales. En lo que se refiere a las torturas f�sicas que se aplicaban a los detenidos pol�ticos y sociales, existen infinidad de documentos fehacientes al respecto. Bastar� con traer a colaci�n las causas reales que llevaron al suicidio a Abelardo Fonk�n y el origen de la invalidez de Delf�n L�vano. En cuanto a los cr�menes cometidos por los sicarios del legui�smo, agreguemos a los del 23 de Mayo y del pueblo de Vitarte, el asesinato del Mayor Santiago Caballero, el fusilamiento en Chota del coronel Samuel Alc�zar y del teniente Carlos Barreda, el misterioso fallecimiento de Augusto Durand, ex Director de �La Prensa� de Lima y la pavorosa masacre del pueblo campesino de Parcona, a poca distancia de la ciudad de Ica (20.II.1924). Y entre los deportados, aparte de los obreros Barba, Gutarra, Arcelles, etc. y de los directivos universitarios �que hemos dado cuenta� figuraban: el general Oscar R. Benavides; los coroneles Teobaldo Gonz�lez, Enrique Ballesteros, C�sar Enrique Pardo, Mateo Vera y Ernesto Zapata; el teniente coronel Juan P. Santib��ez; el sargento mayor Juan de la C. Ovalle; el capit�n de fragata Juan Althaus; el capit�n Guillermo Cervantes; y los civiles Germ�n Legu�a y Mart�nez junto con sus hijos Oscar y Jorge Guillermo, Jorge Prado, Luis Fern�n Cisneros, el joven poeta chileno Rub�n Az�car, Reynaldo Saavedra Pin�n, Pedro Ru�z Bravo, ex Director de �El Tiempo�, V�ctor Andr�s Belaunde, Ing. Jos� Balta, Arturo Garc�a Salazar, Jos� Antonio Encinas, Hildebrando Castro Pozo, el poeta Alberto Delgado (*) y otros. S�lo nos estamos refiriendo a los elementos de tendencia, sise quiere, demoliberal. En aquella enumeraci�n, no mencionamos a los hombres de la oligarqu�a �civilista� que corrieron igual suerte. Desde luego, todos los nefastos y dram�ticos sucesos que estamos describiendo tuvieron lugar durante el primer per�odo del gobierno de Augusto B. Legu�a (1919-1924). En medio de esta borrascosa y temeraria pol�tica fascista que asolaba al pa�s y ten�a amedrentada a la ciudadan�a, con los asesinatos, maltratos, persecuciones, secuestros y exilios, se levantaba la casa de Jos� Carlos, situada en la calle Schell de Miraflores, donde se refugiaba y pon�a de manifiesto su decidida voluntad de luchar. Ah�, en su interior, parec�a vivirse un mundo completamente diferente y se desarrollaba una extraordinaria actividad a cargo de los que, como Mari�tegui y su grupo, no hab�an perdido la fe y, por el contrario, se afirmaban por extraer una lecci�n que sirviera para el futuro. Hasta este lugar, que daba la sensaci�n de gozar de una especie de inmunidad o extraterritorialidad, llegaban en busca de consejos, esclarecimientos y directivas los estudiantes y obreros, en quienes confiaba Jos� Carlos para llevar a cabo su obra poderosa. Asimismo, acud�an personajes vinculados a las ideas democr�ticas y progresistas �diremos as� para comentar los acontecimientos de actualidad, la hablilla y los chismes pol�ticos. Tambi�n se ve�a aparecer intelectuales y artistas que conversaban con el due�o de casa sobre las escuelas, tendencias y movimientos est�ticos y literarios que se hallaban en boga. Adem�s, por una u otra raz�n, se terminaba en tales tertulias intercalando elementos ideol�gicos, tales como las perspectivas del desarrollo revolucionario internacional y las nuevas metas derivadas de la causa hist�rico mundial. En el curso de estos debates, eran objeto de animada discusi�n los art�culos que publicaba Mari�tegui, semana a semana, en las revistas �Variedades� y �Mundial�. Ahora para decirlo con las mismas palabras de Jos� Carlos recurrimos a la semblanza que escribiera sobre Lenin �para aplicarlas al propio caso mariateguiano� �el libro, el discurso, el art�culo no son �para �l� sino instrumentos de propaganda, de ofensiva, de lucha ...�. De lo cual se deduce que dichos di�logos miraflorinos, s�lo respond�an a las necesidades ideopol�ticas del due�o de casa y de su grupo m�s �ntimo. Mari�tegui, en sus citas pol�ticas completamente aparte, dentro de su silla de ruedas, con firmeza y con profundo esp�ritu creador, intercambiaba ideas e impart�a con realismo, exento de demagogia y provocaci�n, las pautas para la continuidad de la lucha obrera y estudiantil, a despecho de las restricciones existentes (452). La resistencia popular prosegu�a sin ser abatida en su totalidad, no obstante los duros m�todos que ensayaba la dictadura. Se desarrollaban, por aparte del grupo revolucionario, las m�s diversas formas de acci�n. La palabra orientadora de Jos� Carlos se hac�a o�r con respeto en los sindicatos y en las asambleas estudiantiles a trav�s de los calificados l�deres, simpatizantes de la causa que preconizaba el joven maestro. Un rasgo caracter�stico de la ampliaci�n de la lucha, en esos momentos hist�ricos, lo constitu�a el acercamiento que propugnaba Mari�tegui con lo intelectuales, artistas y personalidades de procedencia liberal reformista. En la casa de Schell, enclavada en el barrio de Miraflores, se congregaban con renovado inter�s: Jos� Mar�a Eguren (poeta), Alberto Ureta (Idem), Jos� G�lvez (idem), Alcides Speluc�n (idem), Armando Baz�n (idem), Alberto Ulloa Sotomayor (profesor universitario), Mariano Iberico (idem), Ismael Bielich, Fabio Camacho (periodista), Lucas Oyague (idem), Ricardo Vega Garc�a (idem), Eugenio Garro, Hugo Pesce (453), Jos� Sabogal (pintor), Julia Codesido (idem), Mar�a Wiesse (escritora), Luis Alberto S�nchez (idem), Luciano Castillo, Jorge Basadre, Miguel Adler, Manuel V�squez D�az, Julio Portocarrero (dirigente sindical), Avelino Navarro (idem), Manuel Zerpa (idem), Fernando Borjas (idem), Manuel Pedraza (idem), Oct�vio Carbajo (idem), Fausto Posada, Francisco Castillo, etc. Ahora bien. �En qu� consist�a, pues, la denominaba inmunidad o extraterritorialidad que, supuestamente, se atribu�a a la casa de Mari�tegui?(*). La respuesta es sencilla y la hallamos, sobre todo, en el hecho de que Jos� Carlos, por aquellos agitados y temibles a�os veinte, se hab�a convertido en la figura m�s descollante de la izquierda aut�ntica peruana y la que m�s influ�a entre los sectores obreros, estudiantiles e intelectuales. Ciertamente �declaramos� que ello no se deb�a al poder de sus condiciones carism�ticas, ni a sus conocimientos inertes y librescos, sino a sus ideas marxistas cient�ficas y a la acertada acci�n que cumpl�a al lado de las masas. En esta creciente actividad ideopol�tica, Mari�tegui pon�a, de relieve con apasionado ardor, una plena identificaci�n con los intereses de la clase trabajadora y una decidida fe en las fuerzas internas de la misma. Por las razones antes expuestas, basadas en las profundas ra�ces de los sectores revolucionarios del pa�s, la existencia de la casa de Jos� Carlos, en tales condiciones, resultaba un desaf�o, un cierto enfrentamiento con la dictadura imperante que todo lo avasallaba. Pero que, en este caso, no se atrev�a a destruir por el temor a una reacci�n popular de imprevisibles consecuencias. Lo m�s aconsejable para el astuto Presidente Legu�a, en tal coyuntura, era aguardar el momento oportuno para descargar un golpe baja y contundente que derribara, de una vez por todas, el basti�n miraflorino. Y as� se intent� hacer dos a�os despu�s, cuando fue a vivir a Lima Jos� Carlos, pero devino, en un rotundo fracaso la operaci�n policial (1927), a pesar de responder � un meditado plan y de constituir la primera persecuci�n anticomunista que pusiera en ejecuci�n, en el pa�s, la dictadura contra Mari�tegui y sus colaboradores. Cada d�a, inexorablemente, Jos� Carlos se adentraba en el coraz�n de los trabajadores que ve�an en �l a su gu�a indiscutible y, por lo tanto, a quien los conducir�a a acciones gloriosas y a disponer del instrumento adecuado para crear un Per� nuevo dentro de un mundo nuevo. Debido a esta circunstancia extraordinaria Mari�tegui, por todos los medios a su alcance, procuraba atraerse a los mejores hombres de la clase trabajadora. Eran los tiempos en que este revolucionario por vocaci�n aguardaba desesperadamente que se dieran las condiciones objetivas y subjetivas para organizar el Partido de clase o, dicho de otro modo, la vanguardia pol�tica del proletariado peruano. S�lo el Partido obrero �comentaba Mari�tegui por esos d�as� es capaz de orientar y dirigir con acierto las acciones de masas (454). Mientras tanto, laboraba Jos� Carlos en estructurar la Editorial Obrera �Claridad� con la perspectiva de sacar un �rgano gremial (de propaganda sindical clasista y de cohesi�n) y, de otro lado, se hallaba aglutinando �con la eficaz ayuda del grupo de Lima� el frente �nico (base del APRA), pero a nivel nacional, por intermedio del cual pretend�a influir sobre la Alianza Popular Revolucionaria Americana para que abandonara, en forma definitiva, la posibilidad de seguir gravitando en el campo reformista (455). Reviste capital importancia que, dentro del per�odo materia de este an�lisis, Mari�tegui con ejemplar dedicaci�n, en la pr�ctica diaria, demostra�ba como combinar las tareas legales con las ilegales para lograr los objetivos revolucionarios en esa hora dolorosa y aciaga para los destinos del pueblo peruano. Coincidiendo con aquella �poca (a mediados de la d�cada del veinte), en que la econom�a capitalista hab�a superado la crisis de posguerra y estaba en pleno ascenso, Jos� Carlos pon�a particular atenci�n en seguir los debates acerca de la Revoluci�n permanente, la aplicaci�n del socialismo en un solo pa�s y sobre la Revoluci�n china (1924-1927). Y no lo hac�a, desde luego, con el �nico prop�sito de disponer de temas para escribir los art�culos que publicaba en �Variedades� y �Mundial� sino tambi�n con el deliberado inter�s de exponer dichos acontecimientos, que ven�an conmoviendo el mundo socialista revolucionario, en el seno del grupo que encabezaba y as� contribuir, aceleradamente, a su preparaci�n marxista cient�fica (456). Igual curiosidad se despertaba en nuestro personaje, por esos a�os, al observar que, paralelamente con la recuperaci�n de la mencionada econom�a, se iban consolidando los reg�menes estatales burgueses, que recib�an el apoyo incondicional del socialismo de derecha vinculado a la Segunda Internacional. Portal apuntalamiento no resultaba extra�o �explicaba Mari�tegui dentro de su grupo marxista (457)�, que los socialdem�cratas estuvie�ran gobernando �con su pol�tica claudicante� en casi la mayor�a de los pa�ses europeos y de que, por intermedio de tan eficaz colaboraci�n, aumentase la influencia ideol�gica y pol�tica de la burgues�a entre los trabajadores. Los ide�logos pol�ticos de derecha burgueses y los socialdem�cratas, hermana�dos por las ideas contrarrevolucionarias, anunciaban descaradamente el advenimiento de la �prosperidad de tipo capitalista� (458). M�s adelante Jos� Carlos, en el marco de aquellas mismas reuniones que celebraba con sus disc�pulos, en el momento de hacer el examen sobre la Revoluci�n permanente y la creaci�n del socialismo en la Uni�n Sovi�tica, a la par que lo hac�a con admirable erudici�n y claridad, recurr�a a los puntos de vista de Lenin, quien afirmaba al respecto que �el socialismo en construcci�n� (459) era la base de la revoluci�n mundial. Es decir �precisaba Mari�tegui� que el primer pa�s sovi�tico, por su propia edificaci�n socialista, de hecho y de derecho, constitu�a el gran soporte de la revoluci�n internacional (460), quedando en evidencia la falsa posici�n de Trotski y sus planteamientos seudorevolucionarios. El trotskismo, en dos palabras negaba la posibilidad de construir el socialismo en Rusia sovi�tica sin �la ayuda estatal directa del proletariado occidental�. Y no s�lo esto sosten�a, sino que tambi�n alentaba contraponer a los comunistas militantes con el aparato del Partido, exigiendo una �democracia interna� que le permitiera organizar fracciones, combatir en la pr�ctica a la Nueva pol�tica econ�mica y destruir la alianza de la clase obrera con el campesinado. Por esta cerrada oposici�n antileninista y contraria a los principios del movimiento revolu�cionario en la Uni�n Sovi�tica y en el mundo comunista, mereci� el r�probo una sanci�n ejemplar. Al darse a conocer la medida reca�da en este contrarrevolucionario, Jos� Carlos record� en un art�culo period�stico �que seguramente mereci� la aprobaci�n del n�cleo promarxista� y que dec�a as�: �... Trotski, como casi nadie ignora �afirmaba Mari�tegui�, no ha sido nunca un bolchevique ortodoxo. Perteneci� al menchevismo. Unicamente a partir de entonces se avecino al programa y a la t�ctica leninista. Y s�lo en julio de 1917 se enrol� en el bolchevismo. Lenin vot� en contra de su admisi�n en la redacci�n de �Pravda� .... Trotski, en todo caso, ha perdido su m�s grande batalla. Su partido lo ha exconfesado y le ha retirado su confianza...�(461). Y no menos did�cticas, resultaban las aleccionadoras charlas que dictaba Mari�tegui a los j�venes simpatizantes del marxismo de izquierda sobre las contradicciones que se advert�an dentro del proceso de la Revoluci�n china (462). Pero antes ser� necesario hacer un poco de historia acerca de este movimiento. En efecto en enero de 1924, el Congreso del Kuomintang (o sea la fuerza pol�tica que en China encarnaba la revoluci�n democr�tica burguesa de reconstrucci�n nacional) se pronunci� por una colaboraci�n con el Gobierno Sovi�tico y con el Partido Comunista chino. Inclusive, fueron elegidos tres conspicuos dirigentes de est� �ltima agrupaci�n y otros seis (entre ellos Mao Tse Tung) como suplentes en el Comit� Central del Kuomintang (463). Un a�o m�s tarde (1925), cuando a�n se manten�a la alianza del Kuomintang con los comunistas sovi�ticos y chinos, los miembros del grupo que dirig�a Mari�tegui recuerdan que durante la disertaci�n que sostuviera �ste sobre la lucha antiimperialista y antifeudal china, aprovechando una pausa, procedi� a leer una carta que le dirigiera V�ctor Ra�l Haya de la Torre, desde Londres, por intermedio de la cual le manifestaba su profunda devoci�n por el Kuomintang (464). Haya de la Torre, seg�n la remembranza de los activistas del citado grupo, en su comunicaci�n remitida a Mari�tegui, explicaba las semejanzas del APRA con la organizaci�n del Kuomintang (465). La verdad era que los dos movimientos, aparte de haber surgido en igual n�mero de pa�ses de econom�a atrasada, se apoyaban en el frente �nico y ten�an como finalidad la Revoluci�n democr�tica burguesa, antiimperialista y antifeudal. A Jos� Carlos no le disgustaba confirmar las coincidencias de las que se ufanaba V�ctor Ra�l porque ello, en cierta forma, ven�a a ratificar las ideas que alentaba de influir sobre el APRA. Y mejor oportunidad no se le pod�a presentar a Mari�tegui ya que se justificaba la posibilidad de crear un ala de izquierda dentro del APRA, al estilo del Kuomintang donde dominaban los comunistas chinos. Y, sobre todo, sin atraerse el enojo ni el rompimiento con Haya de la Torre y sus adictos peque�os burgueses. Planteada la coyuntura en dichos t�rminos y a base de las concordancias con la Revoluci�n china, no quedaba otro medio que proseguir fortaleciendo el grupo de Lima con miras a establecer un bloque dentro del APRA, en igual forma como ocurr�a en el lejano pa�s donde predominaba el Kuomintang. Pero a�os despu�s, las fuerzas de derecha �representantes de los intereses de la burgues�a china� empezaron a combatir a los comunistas en las ciudades industriales de ese dilatado pa�s asi�tico. Y uno a uno de los bastiones comunistas fueron cayendo, de acuerdo con la estrategia de los generales reaccionarios del Kuomintang, al servicio de la burgues�a china, que s�lo pretend�an desarrollar una econom�a dependiente sin dificultad alguna y, por l�gica consecuencia, exterminar todo foco revolucionario que se opusiera a sus anhelos. En esta actitud contaron con el apoyo de la peque�a burgues�a y de los sectores conservadores. Mas, la historia les result� a los generales y a sus agentes, totalmente, adversa en los a�os heroicos de la Revoluci�n china que lleg� a despertar la admiraci�n de todos los revolucionarios del mundo entero. Vale decir, antes que aparecieran las primeras desviaciones te�ricas e ideol�gicas en la interpretaci�n del marxismo cient�fico por parte de los dirigentes del denominado �comunismo chino�. Pasando a otro aspecto de la actividad ideopol�tica de Jos� Carlos encontramos que, por aquellos d�as, empez� a publicar uno que otro ensayo suyo en la revista �Mercurio Peruano� (466), cuyo director fundador V�ctor Andr�s Belaunde �como ya lo anticipamos� se hallaba desterrado del Per�, desde hac�a cuatro a�os (julio de 1921), a causa de sus convicciones pol�ticas. Belaunde, por su propia extracci�n social y vinculaciones familiares, pertenec�a al sector pol�tico conservador que combat�a el legui�smo por motivos legalistas y formales. Ahora bien, durante su extra�amiento del pa�s, Belaunde crey� conveniente encargar a cuatro j�venes maestros sanmarquinos, miembros de su generaci�n: Alberto Ureta (poeta), Mariano Iberico Rodr�guez (fil�sofo), Alberto Ulloa Sotomayor (jurista) y C�sar Antonio Ugarte (economista) para que dirigieran su Revista. Pero cosa curiosa, dicho cuarteto comenz� por orientar a �Mercurio Peruano�, apenas tom� posesi�n del mismo, con una t�nica completamente discrepante con la observada por el Director fundador (467). Entonces, ante este hecho, totalmente extra�o en nuestro medio, cabe interrogarnos al respecto �qu� sucedi� y por qu� adoptaron tal comporta- miento los directivos de la citada publicaci�n?. Pues los miembros del Comit� de redacci�n, de acuerdo con la �poca que viv�an no pudieron librarse de las corrientes renovadoras y mucho menos de la influencia seductora de Mari�tegui. No olvidemos que aquellos discordantes con las ideas derechistas de Belaunde, eran contertulios de las reuniones que se efectuaban en la casa de Jos� Carlos sita en la calle Schell de Miraflores s/n y, poco despu�s, habr�an de figurar como colaboradores de �Amauta� (468). De donde se infiere, en cierta forma, las posibles ra�ces de las divergencias entre Belaunde y sus representantes en el Per�. Y, como es natural, la conducta asumida por los responsables de �Mercurio Peruano� en Lima, inquiet� sobremanera a Belaunde y, en el acto, se dirigi� a sus amigos y colegas, solicit�ndoles que, en aras de la amistad y del compa�erismo universitario, rectificaran el sesgo que ven�an imprimiendo al mencionado �rgano de prensa de su propiedad y retornaran al cauce del apoliticismo a ultranza. Esta actitud, desde luego, provoc� el rechazo un�nime y, por consiguiente, el inmediato apartamiento de los mencionados intelectuales (469). Es necesario subrayar que dentro de esta etapa, signada por el pensamiento progresista de los referidos miembros del Comit� de redacci�n de �Mercurio Peruano�, es cuando vemos aparecer los trabajos de Mari�tegui en la citada Revista que se publicaba cada mes. Merecidamente, por ese mismo a�o de 1925, Mari�tegui experiment� la grata satisfacci�n que los miembros del Comit� Directivo de la Federaci�n de Estudiantes de San Marcos lo propusieran, ante las autoridades del claustro, para que ocupara una de las c�tedras de su competencia pero, como Jos� Carlos escribiera, �la mala voluntad del Rector (Dr. Mat�as Manzanilla) y, seguramente, mi estado de salud, frustraron esta iniciativa� (470). Debido a tan infortunados causales, la Universidad de San Marcos se vio privada del aporte de la inteligencia de Mari�tegui quien desde su sill�n de ruedas, dictaba innumeras lecciones magistrales al pa�s: ora escribiendo, dialogando y, en una palabra, orientando a los trabajadores, estudiantes e intelectuales. As� m�s de uno de los favorecidos por el magisterio libre que ejerc�a Jos� Carlos, pudo confesar que su mejor Universidad la hall� frecuentando los escritos y las conversaciones con este ejemplar y digno maestro socialista. La escasez de una prensa docente y con �filiaci�n ideol�gica�, adem�s de la presencia de intelectuales revolucionarios y de cuadros sindicales, que hab�a echado de menos en su primera conferencia, ofrecida en la Universi�dad Popular Gonz�lez Prada (el viernes 15 de junio de 1923) estaba en trance de superarse, escasamente dos a�os m�s tarde, merced al esfuerzo, sin sosiego, desplegado por este pensador marxista. Para satisfacer su creciente preocupaci�n de contar con un equipo m�nimo de intelectuales revolucionarios o, de simplemente, de j�venes inquietos por los temas sociopol�ticos de aquel momento hist�rico, Mari�tegui tuvo la feliz idea de entrever que, as� como se hab�a planeado la Editorial Obrera �Claridad�, se pod�a organizar una empresa similar destinada a promover la cultura peruana y universal en nuestro ambiente y, por ende, ayudar a los escritores pospuestos por la clase dominante que s�lo acog�a y estimulaba la producci�n hist�rica, literaria y cient�fica de los adictos a su causa. Pero �c�mo llevar a la pr�ctica este ambicioso proyecto?. Tras de muchas cavilaciones sobre la iniciativa, Jos� Carlos, pens� en su hermano . menor, Julio C�sar, quien a la saz�n todav�a se hallaba en Huaral, a su vez, redondeando la posibilidad de transportar su peque�o taller de imprenta, del que era propietario, al vecino pueblo de Huacho con el alentador prop�sito de ampliar el negocio. En esta circunstancia singular, Mari�tegui le escribi� plante�ndole que viniera a la capital de la Rep�blica para establecerse definitivamente (471). Adem�s, Jos� Carlos le confi� su programa editorial y le ofreci� ayudarlo para lo cual pensaba movilizar algunos amigos pudien�tes que pod�an servirle de garantes para obtener pr�stamos y cr�ditos a fin de renovar la maquinaria de su imprenta y, asimismo, proceder de acuerdo con las perspectivas trazadas a agrandarla. Entonces Julio C�sar, aconsejado por su se�ora madre, do�a Mar�a Amalia La Chira de Mari�tegui, accedi� a la sugerencia de su hermano mayor y sali� rumbo a Lima. Llegado que hubo a esta ciudad, de inmediato, se encamin� a la calle Schell (Miraflores) para charlar con Jos� Carlos y luego, de resolver espinosos problemas en torno al intento que ten�an entre manos, se decidieron por instalar la imprenta en la calle Sag�stegui (jir�n Abancay) n�meros 667-69, Lima, con la raz�n social de Imprenta Editorial �Minerva� Julio C�sar asumi� el cargo de Gerente y Jos� Carlos de Director de la misma, respectivamente. Ambos directivos, convinieron establecer una Sociedad para la explotaci�n de los negocios de imprenta, de edici�n y comercio de libros con el capital efectivo de tres mil libras peruanas por el primero y setecientas libras peruanas por el segundo. El capital de dicha Sociedad estar�a representado por las maquinarias, enseres, mobiliario, instalaciones y materiales de la Imprenta Editorial �Minerva�. El aporte de Jos� Carlos para instituir la expresada Sociedad con su hermano, provino de varios pr�stamos que fueron otorgados por algunos amigos (entre ellos Luis Pesce Pesceto, Carlos Roe, Juan Puppo, Sebasti�n Lorente Patr�n, Sasson Sarfaty (472) con quienes, por otra parte, se comprometi� a rembolsar �ntegramente lo adeudado con las utilidades que percibir�a del negocio. La Sociedad como tal �seg�n copia del documento que tenemos a la vista� s�lo pudo ser elevada a escritura p�blica, siete meses despu�s de haber dado inicio a sus actividades tipogr�ficas (21. V. 1926) (473). Dentro del programa elaborado, a iniciativa de Mari�tegui, para que se cumpliera por la Imprenta Editorial �Minerva�, figuraba la publicaci�n de tres bibliotecas: la Biblioteca "Moderna", dedicada a obras representativas del esp�ritu contempor�neo; la biblioteca �Amauta�, particularmente destinada a estudios sobre las civilizaciones americanas y obras de literatura nacionalista; y la biblioteca "Vanguardia", que recoger�a especialmente obras de literatura de autores peruanos y extranjeros. Entre las traducciones que se ofrecer�a, por cuenta de la casa editora, se anunciaba: Kira Kiralina de Panait Strati, traducida por Eugenio Garro; Tio Anghel del mismo literato rumano vertida al castellano por Jos� Carlos Mari�tegui; Lenin y el campesino ruso de M�ximo Gorki; Bubu de Montparnasse de Charles Louis Philippe, traducido por Manuel Beltroy. Otro de los prop�sitos que la Editorial se�alaba era la publicaci�n de El nuevo absoluto de Mariano Iberico Rodr�guez; La aldea encantada de Abraham Valdelomar; Coraz�n de payaso de Alberto Guill�n; Las migajas de la historia de Luis Alberto S�nchez; Tempestad en los Andes (estudio sobre el problema del indio) y Leyendas y cuentos Inkas de Luis E. Valc�rcel. Se pretend�a dotar al pa�s de una editorial que no s�lo pusiera al alcance del p�blico lector las obras m�s importantes de la bibliograf�a nacional y extranjera, sino que tambi�n tuviera un precio moderado cada uno de los ejemplares que publicaba. As� se hizo y las ediciones de la empresa editora, que dirig�a Jos� Carlos, fueron acogidas con renovado regocijo por el pueblo. Con una reuni�n, sumamente sencilla en el local de la calle Sag�stegui, fue inaugurada la Imprenta Editorial "Minerva" el 31 de octubre de 1925. Asistieron a este acto, los trabajadores de la Federaci�n Obrera Local de Lima, los profesores (tanto de la Universidad Popular Gonz�lez Prada como los de la Universidad de San Marcos), familiares de los propietarios de la flamante sociedad editora y distinguidos intelectuales. Entre estos �ltimos, se hallaban los firmantes del memorial de solidaridad con el maestro Jos� Vasconcelos frente a la diatriba ponzo�osa del poeta Jos� Santos Chocano tan proclive a defender a los tiranos de turno en Hispanoam�rica y tan presto a atacar a las personalidades de ideas progresistas(474). Incluso, estuvo Chocano en dicha inauguraci�n y, en un aparte, le increp� a Mari�tegui por haber suscrito la nota de desagravio a Vasconcelos. Fueron minutos �a decir de algunos invitados que estuvieron muy cerca de ellos (475) � de alta tensi�n entre Jos� Carlos y el autor de Alma Am�rica. Los motivos de la infame controversia �iniciada por Chocano a ra�z d� haber sido proclamado Jos� Vasconcelos como Maestro de la Juventud peruana, por los estudiantes universitarios�, se troc� por parte de aqu�l en un despiadado ataque contra la Revoluci�n mexicana y sus insignes conductores lo cual, ipso facto, provoc� que el sector antiimperialista y antiolig�rquico de Lima �encabezado por Jos� Carlos� asumiera la defensa de ese proceso revolucionario en la persona de Jos� Vasconcelos en quien reca�an las agresiones verbales del poeta Chocano. Enterado �ste de la declaraci�n que hemos mencionado antes, cobardemente, busc� afanoso, entre la lista de los suscritos, a su v�ctima propiciatoria. Fue de este modo que su odio y rencor desmesurado se�al� a Elmore, uno de los combatientes en la lucha por la liberaci�n de Hispanoam�rica y por la unidad de las fuerzas democr�ticas, para ser eliminado f�sicamente. Luego de haber concurrido a la ceremonia de apertura de la Imprenta Editorial �Minerva� y de haber re�ido con Mari�tegui, Chocano se encamin� hacia el diario �El Comercio� y, de pronto, en el patio de entrada se top� con Edwin Elmore, suscit�ndose entre ellos un altercado, en el curso del cual, el poeta dispar� a quemarropa a su contrincante. La nefasta noticia para Jos� Carlos, que la recibi� estando todav�a en la casa editora oficiando de anfitri�n, fue hondamente conmovedora y deprimente para �l. No pod�a concebir tal desprop�sito y mucho menos que un joven con tanta vitalidad y plenamente comprometido con las tareas m�s apremiantes del Per� e Hispanoam�rica, se hallara en ese momento entre la vida y la muerte; dos d�as m�s tarde, el 2 de noviembre, expiraba en el Hospital Italiano. La publicaci�n inicial con que arranc� sus actividades la recent�sima Editorial �Minerva� �por haber entregado los originales oportunamente su autor�, fue La escena contempor�nea de Jos� Carlos Mari�tegui que, a su vez era el primer libro que se editaba de �l. De manera, que la obra comenz� a circular a mediados del mes de noviembre de 1925. La escena contempor�nea, por la calidad de los temas que abarcaba, alcanz� renovada acogida y resonancia en la vida nacional y, por tanto, mereci� las cr�ticas y comentarios de una constelaci�n de j�venes escritores y periodistas de la �poca. Entre ellos, cabe citar a Alberto Guill�n , Ricardo Vegas Garc�a, Alberto Ulloa Sotomayor, Ra�l Porras Barrenechea, Luis Alberto S�nchez, C�sar Falc�n, Pepe (seud. de un colaborador asiduo del peri�dico obrero �Solidaridad�) (476) y Antenor Orrego. (**). La referida edici�n compilaba los art�culos publicados por Mari�tegui en las revistas �Variedades� (en mayor proporci�n) y �Mundial� (en menor cuant�a), en los cuales, al analizar la situaci�n que confrontaba el mundo, durante el per�odo de la primera posguerra mundial, hiciera un valioso aporte al estudio de los problemas del desarrollo de las fuerzas revolucionarias y retr�gradas de aquel tiempo. Aparec�a ante el lector, gracias a su buida pluma y �al m�todo un poco period�stico y un poco cinematogr�fico�, el panorama de los profundos cambios sociales y pol�ticos que se ven�an operando a nivel internacional; el incontenible avance revolucionario en el orbe; y la continua modificaci�n de la correlaci�n de fuerzas a favor del socialismo marxista. La obra, adem�s, estaba agrupada en siete divisiones, cuyos t�tulos eran los siguientes: I. La biolog�a del fascismo. II. La crisis de la democracia. III. Hechos e ideas de la Revoluci�n rusa. IV. La crisis del socialismo. V. La Revoluci�n y la inteligencia. VI. El mensaje de oriente VII. El semitismo y el antisemitismo. Podemos arriesgarnos a decir, sin ambages, que La escena contempor�nea resultaba una publicaci�n, completamente, testimonial. Bastar�a recordar que Jos� Carlos si se quiere, no s�lo fue testigo presencial sino tambi�n hasta protagonista de algunos sucesos europeos entre los a�os 1919-1923. Convalida esta situaci�n, la advertencia que Mari�tegui hace en su primer libro, al declarar con toda honestidad lo que sigue: �No soy un espectador indiferente del drama humano. Soy por el contrario, un hombre con una filiaci�n y una fe�. Y as� llegamos, pues, al t�rmino de este segundo cap�tulo �La tarea inmediata�, que coincide con la aparici�n de la La escena contempor�nea, y s�lo responde a una sucinta relaci�n de la vida y obra revolucionaria de Mari�tegui. El mencionado cap�tulo no tuvo otro confesable prop�sito que preparar el ambiente ideopol�tico favorable para impulsar su creaci�n medular y trascendental, como lo veremos en el curso del desarrollo de esta biograf�a.
NOTAS CAPITULO II
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