OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

DEFENSA DEL MARXISMO

    

 

PRESENTACION

 

A m�s de sesenta a�os de haber pronosticado el profesor Charles Adler "La disoluci�n del marxismo" y entretenido "a sus oyentes en la c�tedra, con sus divagaciones eruditas sobre ese tema", el marxismo goza de buena salud, pleno de vigor y energ�as juveniles. Los principios de Carlos Marx y Federico Engels, enriquecidos, entre otros, por Lenin, Luxemburgo, Stalin, Mao Tse-tung, gu�an la edificaci�n del socialismo en buena parte del mundo, creando condiciones de felicidad para m�s de mil millones de seres, y son el faro iluminador de la esperanza del resto de la humanidad. "Marx est� vivo en la lucha que por la realizaci�n del socialismo libran, en el mundo, innumerables muchedumbres, animadas por su doctrina" y los hechos confirman que "El capitalismo ha dejado de coincidir con el progreso", en irrefutables afirmaciones de Jos� Carlos Mari�tegui.

A treinta a�os de haber muerto Mari�tegui, y a algunos a�os m�s de haber sido el primer peruano, el primer escritor peruano, en declararse marxista "convicto y confeso", y en relaci�n a esa realidad del mundo actual, llama a preocupaci�n el haber a�n aqu�, intelectuales que a los ojos de la burgues�a pretendan ocultar su adhesi�n marxista, envolvi�ndola, ante la vida p�blica, en papeles impermeables. Si se comprueba haber buen tiempo, no se puede salir al campo, en radiante d�a de primavera, cubierto con gorra de piel, bufanda y abrigo acolchado. Para convencer a los dem�s de la felicidad en gozar de un d�a de sol en la euforia de la naturaleza, hay que ir al campo como los ni�os: alegres y desnudos. Valga la figura para rasgar el velo de esa contradicci�n, injustificable y negativa en general cuando el marxismo es una realidad objetiva compartida por millones de seres humanos, libres de la explotaci�n y emancip�ndose de las normalidades subjetivas de clase.

La divulgaci�n de los principios del materialismo hist�rico no es funci�n de encapuchados; no es labor de confesionario ni el cen�culo. El estilo misterioso de lo coasirativo es de los m�s extra�o al marxismo, porque en su accionar pol�tico y en su exposici�n doctrinaria no es un movimiento de sacerdotes en secreto ni confabulaci�n e "salvadores del pueblo". El marxismo es la interpretaci�n cient�fica del proceso hist�rico de la sociedad y el avance hacia a confirmaci�n de sus pron�sticos, no tiene otro camino, oxigen�ndose al aire libre, que el de las masas populares, cada d�a m�s conscientes, cada d�a m�s preparadas para romper ataduras y quemar supersticiones.

"Poco significa dice Mari�tegui en este libro que el socialismo no consiga la misma clientela que en un p�blico vers�til hallan el espiritismo, la metaps�quica y Rodolfo Valentino". Lo importante, lo indispensable, es que la halle cada d�a m�s cuantiosa y m�s elevada en conocimiento en los trabajadores en general, y, particularizando, en los intelectuales serios, realmente intelectuales. La subrayaci�n viene engarzada a diferenciar a �stos de quienes "Repudian a la burgues�a, pero no se deciden a marchar al lado del proletariado. En el fondo de su actitud se agita un desesperado egocentrismo. Los intelectuales querr�an sustituir al marxismo, demasiado t�cnico para unos, demasiado materialista para otros, con una teor�a propia. Un literato, m�s o menos ausente de la historia, m�s o menos extra�o a la Revoluci�n en acto, se imagina suficientemente inspirado para suministrar a las masas una nueva concepci�n de la sociedad y la pol�tica. Como las masas no le abren inmediatamente un cr�dito bastante largo, y prefieren continuar, sin esperar el taumat�rgico descubrimiento, el m�todo marxista-leninista, el literato se disgusta del socialismo y del proletariado, de una doctrina y una clase que apenas conoce y a las que se acerca con todos los prejuicios de universidad, de cen�culo o de caf�", por lo que "es absurdo mirar en ellos otra cosa que un humor reaccionario, del que no cabe esperar ning�n concurso al esclarecimiento de los problemas de la Inteligencia y la Revoluci�n". De tales, s�lo puede esperarse el m�ximo uso del malabarismo "intelectual" para confundir y el aprovechamiento de cualquier pretexto para fugar de su "pecado" de juventud o de entusiasmo y aposentarse en las rollizas ubres de la "libertad de la cultura" y hasta del colonialismo. Henri de Man, cuyo fullero revisionismo Mari�tegui refuta en este libro, es uno de esos especimenes. Aqu�, a de Man, lo han imitado y superado unos cuantos.

A tal esclarecimiento referente a los intelectuales, puede aunarse el hecho por Mari�tegui respecto a la concepci�n que tenemos los marxistas de a qui�nes corresponde la integraci�n del movimiento. Es una definici�n que pone contra la pared falsas cr�ticas y no menos desfiguraciones y calumnias. Dice Mari�tegui: "Los marxistas no creemos que la empresa de crear un nuevo orden social, superior al orden capitalista, incumba a una amorfa masa de parias y de oprimidos, guiada por evang�licos predicadores del bien. La energ�a revolucionaria del socialismo no se alimenta de compasi�n ni de envidia. En la lucha de clases, donde residen todos los elementos de lo sublime y heroico de su ascensi�n, el proletariado debe elevarse a una "moral de productores", muy distante y muy distinta de la "moral de los esclavos"; de que oficiosamente se empe�an en proveerlo sus gratuitos profesores de moral, horrorizados de su materialismo". En otras palabras, la comprensi�n del marxismo y la tarea hist�rica de avanzar al cambio de la estructura de las relaciones, de producci�n, como antes cambi� la del feudalismo y fue sustituida por la del capitalismo, es una empresa de hombres de la m�s liberada conciencia y de la m�s elevada moral.

En interpretaci�n materialista correcta de "la funci�n germinal del pensamiento", Mari�tegui logr� esta definici�n, convincente e importante de, remarcar: "El intelectual necesita apoyarse, en su especulaci�n, en una creencia, en un principio, que haga de �l un factor de la historia de progreso. Es entonces cuando su potencia de creaci�n puede trabajar con la m�xima libertad consentida por su tiempo. Shaw tiene esta intuici�n cuando dice: "Karl Marx hizo de m� un hombre, el socialismo hizo de m� un hombre". He ah� precisado, concretado, el hombre y su filiaci�n, este es: Jos� Carlos Mari�tegui.

Tan lejos del sectarismo "izquierdista" como del revisionismo "derechista", mucho antes de escribir "Defensa del Marxismo", Jos� Carlos Mari�tegui se pronunci� contra el reformismo o cualquier otra forma oblicua de entender el marxismo. En una de sus primeras conferencias en la "universidad popular", analizando diversos intentos de deformaci�n del marxismo y de inoculaci�n en �ste del subjetivismo del pensamiento burgu�s y peque�o burgu�s, llamando a los obreros a cuidarse de no ser desviados por el confusionismo, se defini� adherido al contenido revolucionario del marxismo. Esto es, por la correcta interpretaci�n materialista de la realidad objetiva. En refutar "M�s all� del Marxismo de Henri de Man, escribiendo esta "Defensa del Marxismo" que en su leg�tima primera edici�n y en identidad con su autor, es honor prologar encontr� el medio de hacer una exposici�n amplia de los principios por �l representados en el Per�, como introductor cient�fico y promotor organizativo. Lo hizo sustentando que "El marxismo donde se ha mostrado revolucionario vale decir donde ha sido marxismo no ha obedecido nunca a un determinismo pasivo y r�gido" y que "El socialismo no puede ser consecuencia autom�tica de una bancarrota; tiene que ser el resultado de un tenaz y esforzado trabajo de ascensi�n". A �l, a ese trabajo, se dedic�, y uno de sus frutos es este libro en el que, el lector, junto con una claridad de expresi�n, encontrar� una indiscutida riqueza de contenido. S�lo debe tener en cuenta que "Las clases que se han sucedido en el dominio de la sociedad, han disfrazado siempre sus m�viles materiales con una mitolog�a que abonaba el idealismo de su conducta. Como el socialismo, consecuente con sus premisas filos�ficas, renuncia a ese indumento anacr�nico, todas las supersticiones espiritualistas se amotinan contra �l, en un c�nclave de farise�smo universal, a cuyas sagradas decisiones sienten el deber de mostrarse atentos, sin reparar en su sentido reaccionario, intelectuales p�vidos y universitarios ingenuos". Medite el intelectual y estudie el pueblo en esta clara conclusi�n. Les servir� para descubrir la correcta interpretaci�n de la realidad objetiva de la sociedad y para hallar las rutas del proceso hist�rico, uniendo, como Mari�tegui, la pr�ctica a la teor�a.

 

Jorge Falc�n