OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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EL ALMA MATINAL |
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DIVAGACIONES SOBRE EL TEMA DE LA LATINIDAD1
1. Jos� Vasconcelos, en un art�culo de su revista La Antorcha, nos propone que reneguemos del latinismo. Mi pensamiento sobre este t�pico coincide casi completamente con el del maestro mexicano. M�s de uno de mis art�culos bosqueja mi oposici�n a la tesis de la latinidad de nuestra Am�rica. Vasconcelos no enfoca esta tesis. Prefiere, en su escrito, repudiar netamente todo el esp�ritu de la civilizaci�n y del mundo latino. Pero quiz� habr�a servido mejor su idea si hubiese empezado por desnudar la ficci�n de nuestra latinidad. Lo primero que conviene esclarecer y precisar es que no somos latinos ni tenemos ning�n efectivo parentesco hist�rico con Roma. Los "supuestos pa�ses latinos" de Am�rica, como los llama Vasconcelos, necesitan saberse diferentes del mundo latino, extra�os al mundo latino, para quererlo y estimarlo un poco menos. Nos suponemos latinos porque hablamos un idioma latino. Espa�a no nos inyect� sangre latina. Y las corrientes europeas que hemos recibido durante el �ltimo siglo tampoco nos la han tra�do. Existe alg�n porcentaje de latinidad en la Argentina y el Uruguay; mas ese magro porcentaje no nos autoriza a declarar latina toda nuestra Am�rica. Y, sobre todo, ni en la psicolog�a ni en la mentalidad del hombre hispanoame-americano se descubren los rasgos de la mentalidad y la psicolog�a del hombre del Latium. He sentido, en tierra latina, toda la fragilidad de la mentira que nos anexa espiritualmente a Roma. El cielo azul del Latium, los dulces racimos de los Castillos Romanos, la miel de las abejas de oro de Frascati, la poes�a sensual del paisaje de la �gloga, embriagaron dionis�acamente mis sentidos; pero mi esp�ritu se reconoci� distante de la euforia y de la claridad de la gens latina. Italia, la maravillosa Italia, me italianizaba un poco; pero no me latinizaba, no me romanizaba. Y un d�a en que, entre las ruinas de las termas de Paolo Emilio, los representantes de todas las sedicentes naciones latinas celebraban en un banquete el Natale de Roma, comprend� cu�n extranjeros �ramos en esa fiesta los hispano-americanos. Percib� n�tida y precisamente la artificiosidad del arbitrario y el mito de nuestro parentesco con Roma. Roma conmemoraba en esa fecha su fundaci�n, su navidad, su nacimiento. Y en el banquete de las temas de Paolo Emilio los representantes de doce o quince pueblos hispano-americanos declar�bamos nuestra esa fecha. Estos pueblos aparec�an, en ese cuadro vivo, como descendientes del viejo tronco romano. Remo, R�mulo, la loba nodriza, las �guilas imperiales y los gansos del Capitolio resultaban formalmente incorporados en nuestra historia. Hispano-Am�rica adoptaba la Navidad de Roma como el pr�logo de la historia hispano-americana. Roma nos consent�a sentirnos y decirnos herederos de una parte de su gloria. La prosa de Marco Tulio Cicer�n, la poes�a de Horacio y el genio pol�tico y militar de C�sar quedaban insertos en nuestra genealog�a. Mi alma, mi conciencia, s�bitamente iluminadas, se rebelaron desde entonces contra la ficci�n de nuestra latinidad. En Hispano-Am�rica se combinan varias sangres, varias razas. El elemento latino es, acaso el m�s exiguo. La literatura francesa es insuficiente para latinizamos. El "claro genio latino" no est� en nosotros. Roma no ha sido, no es, no ser� nuestra. Y la gente de este flanco de la Am�rica Espa�ola no s�lo no es latina. Es, m�s bien, un poco oriental, un poco asi�tica. 2. Espiritual, ideol�gicamente, los esp�ritus de vanguardia no pueden, por otra parte, simpatizar con el viejo mundo latino. A las vehementes razones de Vasconcelos se debe agregar otras m�s actuales. El fen�meno reaccionario se alimenta de tradici�n latina. La Reacci�n busca las armas espirituales e ideol�gicas en el arsenal de la civilizaci�n romana. El fascismo pretende restaurar el Imperio. Mussolini y sus camisas negras han resucitado en Italia el hacha del lictor, los decuriones, los centuriones, los c�nsules, etc. El l�xico fascista est� totalmente impregnado de nostalgia imperial. El s�mbolo del fascismo es el fasciolitorio. Los fascistas saludan romanamente a su C�sar. Las divagaciones de los te�ricos del fascismo, cuando atribuyen a esta facci�n una mentalidad medioeval y cat�lica, podr�an extraviarnos o desorientarnos un poco si, al manifestarnos su odio a la Reforma, el Renacimiento y el liberalismo, no nos condujesen, despu�s de un capcioso rodeo, a la constataci�n de que el �nima anticristiana del fascismo se siente filocat�lica porque encuentra en la Iglesia Cat�lica rasgos evidentes y profundos de romanismo. El Renacimiento es responsable, ante los te�ricos fascistas, de haber engendrado la idea liberal, calificada por ellos de idea disolvente. La idea liberal ha destruido el antiguo poder de la jerarqu�a y de la autoridad, consideradas por los te�ricos fascistas como bases perennes del orden social. Y el fascismo se propone la reconstrucci�n de la jerarqu�a y la autoridad. Por esto, halla en Roma, en la civilizaci�n latina, sus ra�ces espirituales. El fascismo, en cuya mentalidad flotaba al principio el anticlericalismo de los manifiestos futuristas, se ha aproximado luego a la Iglesia Cat�lica, no por lo que tiene de cristiana sino de romana. La Iglesia Cat�lica no s�lo es para el fascismo, una ciudad, la del principio de jerarqu�a y del principio de autoridad. Es, adem�s, una organizaci�n conquistadora e imperialista que mantiene y difunde en el mundo, a trav�s de su doctrina, el poder de Roma. Mussolini la ha saludado hace tres a�os, en un discurso pol�tico como una fuerza potente y �nica de expansi�n de la italianidad. 3. Pero no es �ste el �nico hecho que acredita la tendencia de la reacci�n a refugiarse en la ideolog�a de la civilizaci�n latina. Otro hecho del mismo sentido hist�rico es el esfuerzo de la reacci�n por restablecer en la instrucci�n las normas y los estudios cl�sicos. La reforma Gentile, que ha reorganizado en Italia la ense�anza sobre estas bases, ha sido llamada por Mussolini "la m�s fascista de todas las reformas fascistas". El fascismo, por medio de esa reforma y de otros actos de su M�tica educacional, quiere restaurar en la ense�anza la influencia de la Iglesia Cat�lica y el esp�ritu del Imperio Romano. El latinismo tiene hoy en la escuela una funci�n netamente conservadora. La reacci�n lo ha comprendido as� no s�lo en Italia sino tambi�n en Francia. La reforma Berard se inspir� en los mismos intereses pol�ticos que la reforma Gentile. Disfrazados de humanistas, los fil�sofos y literatos de la reacci�n trabajan, en verdad, por resucitar el deca�do prestigio de la jerarqu�a y la autoridad y atiborrar de lat�n y de cl�sicos la inteligencia de las generaciones j�venes. Se vuelve a los estudios cl�sicos con fines reaccionarios. Este rumbo de la pol�tica burguesa no es totalmente nuevo. Ya Jorge Sorel, en su libro La ruina del mundo antiguo, denunciaba la inclinaci�n de la pol�tica burguesa a "limitar la b�squeda cient�fica y preservar del socialismo la nueva generaci�n", mediante la educaci�n cl�sica. 4. La aserci�n de Vasconcelos de que "directamente de Roma procede el capitalismo moderno", me parece una aserci�n demasiado absoluta. El imperialismo romano y el imperialismo moderno son dos fen�menos equivalentes. Nada m�s. El desarrollo del capitalismo no se ha nutrido de la ideolog�a del Imperio. Todo lo contrario. La levadura espiritual del movimiento capitalista han sido la Reforma y el liberalismo. Lo prueba, entre otras cosas, el hecho de que los pa�ses donde ambas ideas tienen m�s antiguo y definido arraigo �Inglaterra, Alemania y Esta�dos Unidos�, sean los pa�ses donde el capitalis�mo ha alcanzado su plenitud. La libre concurren�cia, el libre tr�fico, etc., han sido indispensables para el desarrollo capitalista. Todas las reivindi�caciones humanas formuladas en nombre de la libertad, que han libertado al individuo de las coacciones del Estado, la Iglesia, etc., han repre�sentado, concreta y pr�cticamente, un inter�s de la clase burguesa, due�a del dinero y de los ins�trumentos de producci�n. El crecimiento del ca�pitalismo y del industrialismo requiere un am�biente de libertad. La jerarqu�a y la autoridad, fundadas en la fuerza o en la fe, le resultan in�tolerables. Dentro del r�gimen capitalista, no ca�ben sino la jerarqu�a y la autoridad del dinero. Por consiguiente, al renegar el liberalismo y la democracia, la burgues�a reniega sus propias ra�ces espirituales e hist�ricas. La restauraci�n del condottierismo y del cesarismo, que concentra todo el poder en manos de jefes fan�ticos, su�bordina la econom�a a la pol�tica, contrariando los fundamentos del orden capitalista, dentro del cual la pol�tica se encuentra subordinada a la econom�a. Igualmente, la adopci�n en la ense��anza secundaria y superior de una orientaci�n cl�sica, es opuesta al inter�s de la civilizaci�n ca�pitalista, cuya potencia no puede ser mantenida sino por generaciones educadas t�cnica y profe�sionalmente. La crisis capitalista no encontrar�, por cierto, su remedio en el estudio de las Hu�manidades. El capitalismo moderno en suma, no procede del Imperio Romano. Se ha alimentado durante su crecimiento, de una ideolog�a distinta. La re�surrecci�n de las normas y los principios de la civilizaci�n latina marcan en la historia del ca�pitalismo moderno un per�odo de decadencia. La reacci�n, �desconociendo que la democracia es la forma pol�tica del capitalismo�, pugna por revivir una forma pol�tica caduca que no puede contenerlo. (La experiencia fascista ilustra am�pliamente este concepto). La pol�tica reacciona�ria y la econom�a capitalista, en una palabra, se contradicen. En esta contradicci�n se debaten los Estados occidentales. No resulta, por ende, que la sociedad capitalista provenga del romanismo sino, m�s bien que muere del romanismo que la ha invadido en su decadencia. 5. �Qu� elementos vitales podemos buscar pues, en la latinidad? Nuestros or�genes hist�ri�cos no est�n en (el Imperio. No nos pertenece la herencia de C�sar; nos pertenece, m�s bien la herencia de Espartaco. El m�todo y las m�qui�nas del capitalismo nos vienen, principalmente, de los pa�ses sajones. Y el socialismo no lo apren�deremos en los textos latinos. El III Congreso Cient�fico
Pan-Americano nos ha recomendado el estudio obligatorio del lat�n en la
ense�anza secundaria2. Este voto de un congreso al mismo
tiempo cient�fico y pan-america�no engendrar� probablemente en nuestra
Am�rica m�s de una tropical caricatura de la refor�ma Berard o de la
reforma Gentile que, indiges�t�ndonos de humanidades estimular� la
repro�ducci�n de la copiosa fauna de charlatanes y re�tores que
encuentra, en nuestro continente, cli�mas tan favorables y propicios.
Pero ni el idio�ma latino ni la fiesta de la raza conseguir�n la�tinizarnos.
Y los hombres nuevos de nuestra Am�rica sentir�n cada vez m�s, la
necesidad de desertar las paradas oficiales del latinismo.
1
Publicado en Mundial: Lima, 20
de Febrero de 1925.
2
Ver "un congreso m�s panamericano que cient�fi�co", en Peruanicemos
al Per�, p�gs. 44-49, volumen II de esta serie.
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