OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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EL ALMA MATINAL |
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GIOVANNI PAPINI1 I Italia ha sido en los �ltimos lustros un pa�s lleno de inquietud intelectual. Varias r�fagas de renovaci�n han soplado sobre sus ciudades, su gloria, su arqueolog�a, su clasicismo y su ret�rica. En la Europa del siglo veinte, Italia ha sido una zona de activa fermentaci�n revolucionaria. Un d�a el modernismo, vaciado en moldes m�s audaces y menos pol�ticos que la democracia cristiana de don Sturzo, intent� remozar y refrescar el catolicismo y la Iglesia Romana. Otro d�a el futurismo, incubado en un nido literario, quiso invadir bulliciosamente todos los planos de la vida italiana. Otro d�a, el pragmatismo importado de Norte Am�rica, inyect� en la mentalidad italiana un poco de novedosas ideas ultramarinas. El nombre y la historia de Giovanni Papini est�n vinculados a dos de estos movimientos ideol�gicos. Papini ha sido futurista y ha sido pragmatista. Con el pragmatismo ha arremetido contra la filosof�a del siglo diecinueve, sus hierofantes y sus doctores. Y con el futurismo ha cargado contra la literatura y el arte anquilosados y hier�ticos de las academias... Pero Papini, como escritor, no procede del haz futurista. Dio su adhesi�n al futurismo cuando era ya un escritor cuajado. Ten�a escritos El Crep�sculo de los Fil�sofos, Lo Tr�gico Cotidiano y otros libros ilustres. Al futurismo lo llevaron el fuego,".a exuberancia, la vitalidad y la juventud de su edad bizarra y revolucionaria. Al futurismo se sinti� atra�do por la beligerancia altanera e iconoclasta de Marinetti y sus secuaces. Militaban entonces en el futurismo varios artistas un�nimemente consagrados m�s tarde: Palazzeschi, Govoni, Folgore, Boccioni. En su libro Experienza futurista, ha reunido Papini algunos recuerdos, algunos ecos y algunos trofeos de su �poca de futurista. All� est�n sus ap�strofes contra Florencia, calificada de ciudad de chamarilleros y de mercaderes del pasado y de la tradici�n, "donde se llama cr�tico a Ugo Oietti y orador a Isidoro del Lungo". All� est�n sus contumelias contra la Roma de la Terza Italia y la filosof�a idealista y hegeliana de Benedetto Croce. All� est�n finalmente las razones de su disidencia y de su apartamiento del futurismo. Papini hab�a buscado en el futurismo una posici�n de combate contra todas las escuelas y todas las capillas literarias y art�sticas. Pero el futurismo, que hab�a agredido las viejas formas, hab�a intentado, sincr�nicamente, reemplazarlas en otras formas r�gidas y sectarias. Los futuristas hab�an derribado un �cono para sustituirlo con otro. Por esto la adhesi�n de Papini al futurismo se enfri� y consumi�, poco a poco. Papini hab�a ingresado al futurismo en busca de aire libre. Y se hab�a encontrado dentro de una nueva academia, con su perspectiva, su liturgia y su burocracia. Una academia, estruendosa, combativa, traviesa. Pero siempre una academia. El paso de Papini por el futurismo coincidi� con el per�odo m�s brillante y sazonado de su literatura. Papini desconcertaba a las gentes de entonces. Su figura agresiva y pintoresca, plena de originalidad y de �mpetu, era una figura excepcional en aquellos beatos d�as de quietud burguesa. Sus libros seduc�an a los p�blicos de Europa como un tapiz persa, como una melod�a moscovita. Papini escrib�a p�ginas al mismo tiempo epatantes y profundas, atrabiliarias y sustanciosas. En el pr�logo de El Crep�sculo de los Fil�sofos declaraba: "Este no es un libro de buena fe. Es un libro de pasi�n y, por tanto, de injusticia. Un libro desigual, parcial, sin escr�pulos, violento, contradictorio, insolente, como todos los libros de aquellos que aman y odian y no se averg�enzan de sus amores ni de sus odios". Y luego llamaba a Kant "un burgu�s honesto y ordenado". De Hegel, "el hombre de la ant�tesis, de la contradicci�n, el homo duplex" dec�a que "como los gatos ve�a mejor en las tinieblas". Defin�a a Schopenhauer como "un gentilhombre angl�filo, un poco ancien regime con un aire de m�dico materialista, maligno y libertino, desilusionado y mis�ntropo"; y su filosof�a, como "la filosof�a de la vejez desconfiada, perezosa y rega�ona, la obra maestra del senilismo". Clasificaba a Augusto Comte, "sentimental, autoritario, pontifical y prof�tico", como "el Santo Tom�s y el San Ignacio de Loyola del nuevo catolicismo cient�fico", y se burlaba �cidamente de sus gestos sacerdotales. Presentaba la filosof�a spenceriana como "la obra paciente y minuciosa de un mec�nico desocupado". Y declaraba a Nietzche "un encantador cuentista de mitos, un alegre trovador de canciones de baile, un delicioso causseur de malignidades anticient�ficas y anticristianas". Con estas bizarras frases se mezclaban agudos y jugosos conceptos cr�ticos sobre estos fil�sofos y su filosof�a, estudiada por Papini en sus lenguas originales. Papini posee una personalidad rica en matices propios y en contornos singulares. Ha escrito ensayos, novelas, versos. Ha hecho poes�a, filosof�a, pol�mica. Es un escritor poli�drico. Un escritor dotado de agilidad, de hondura, de donaire. Es un pensador y es un artista. Pero prevalece en su obra el artista sobre el pensador. Su pensamiento es invariablemente elegante. Todo en Papini es muy personal y muy arbitrario. De la filosof�a de Papini dicen los fil�sofos que no es verdadera filosof�a. Y de los cuentos y no- velas de Papini pueden decir los cr�ticos que tampoco son verdaderos cuentos o novelas. Papini cultiva un g�nero literario que �l denomina "ficci�n". Ficci�n es Un uomo finito y ficci�n son las Memorie di Nessuno. La novela, como g�nero literario, ha sido acaparada por el naturalismo y el realismo. Los artistas de los nuevos tiempos se sienten, por eso, m�s atra�dos por la ficci�n que por la novela. Un poco tard�a e incompleta es la traducci�n al espa�ol de la abundante, heter�clita y gallarda obra de Papini. Filtrada por los traductores, la obra de Papini pierde, adem�s, un poco de su prestancia y de su estilo. Su est�tica se oscurece y se empa�a. Pero, de toda suerte, de la traducci�n emerge una personalidad exorbitante, rutilante, tornasolada. Una de las m�s fuertes personalidades de esta jugosa Italia de Pirandello, de Tilgher y de Panzini. Mas Papini llega a Sud Am�rica con un poco de retardo. Y, por esto, al mismo. tiempo que el Papini de las Memorias de Dios, nos llega el Papini de la Historia de Cristo. Estas generaciones hispano-americanas leen simult�neamente al Papini blasfemo y al Papini religioso. Conocen al Papini irreverente, al Papini her�tico cuando ese Papini no existe ya. Actualmente se reconcilian con Papini el Vaticano, las Academias y el Ministerio de Instrucci�n P�blica. La Historia de Cristo es recomendada oficialmente en las escuelas del Estado por Mussolini y el fascismo. Acontece, entre otras cosas, que Papini y el fascismo se han convertido simult�neamente. El fascismo, heredero de muchos elementos del futurismo, era originariamente anticlerical, irreligioso e iconoclasta. Y ahora se torna creyente y cristiano. Devuelve la escuela a la Iglesia. Persigue la literatura voluptuosa, m�rbida y estupefaciente. Florece una paradojal estirpe cat�lica, que ha reclutado sus pros�litos en los rangos del ate�smo, del paganismo y del naturalismo modernos. El catolicismo de Charles Maurr�s, por ejemplo, es el catolicismo de un ateo. Yo conoc� en Roma a un poeta franc�s de la filiaci�n y de la escuela de Maurr�s, Era un poeta materialista, helenista y sensual, que maceraba su temperamento pagano en la Ciudad Eterna, pero que se repet�a cotidianamente la frase de Pascal: Prenez de l'eau benite. Papini, que en su juventud y en su plenitud ha sido incandescente y atrabiliario, se torna pascual, cristiano y m�stico. Y es que Papini, en el fondo, es un peque�o-burgu�s provinciano, menesteroso de paz, de orden y de sosiego. Papini ama la provincia, ama la aldea, ama el remanso. Durante el mal tiempo, est� muy a gusto en Florencia, en su departamento de la V�a Coletta, con su mujer, brava masaia, con sus libros y con sus ideas. Y durante el buen tiempo est� muy a gusto en su casita r�stica de una aldea monta�esa y toscana. No estar�a, en cambio, a gusto en Mil�n, la ciudad de la gran industria literaria, como me dec�a una tarde en Florencia. New York y sus rascacielos lo horrorizar�an. Su psicolog�a es la psicolog�a ponderada y quieta del toscano. Y la historia de su �poca conflagrada, atrevida y beligerante es probablemente la misma de otros intelectuales. En �pocas normales, en �pocas quietas, los intelectuales reaccionando contra el mundo exterior, gustan de adquirir una postura atrabiliaria y demoledora. En �pocas tempestuosas y revolucionarias, los intelectuales, reaccionando tambi�n contra el mundo exterior, buscan una posici�n conservadora. Dentro de un ambiente apacible y muelle el intelectual no tiene inconveniente en ser iconoclasta y agresivo. Dentro de un ambiente convulsionado y apocal�ptico, el intelectual tiende a tornarse amoroso y manso. El intelectual, el artista, est�n siempre en conflicto con la vida, con la historia. Son org�nicamente descontentos y. rega�ones. Adem�s, malgrado sus habituales burlas y contumelias contra la Civilizaci�n, la aman con escondida e involuntaria ternura. Y, por eso, frente a las sacudidas y tempestades que amenazan esta Civilizaci�n, su gracia, su potencia y su confort, en los labios del intelectual y del artista, antes esc�ptico, ululante y maligno, se extingue de improviso la blasfemia y se enciende nost�lgica la plegaria. II En el Dizionario dell'omo salvatico, libro pol�mico, agresivo, Giovanni Papini contin�a su batalla cat�lica. Colabora con Papini en este trabajo, un escritor toscano, Dom�nico Giuliotti, que en un libro lleno de pasi�n y ardimiento, La Hora de Barrab�s, asumi� en 19232 la m�stica actitud de cruzado tomada por el autor de la Historia de Cristo. El Diccionario del Hombre Selv�tico no es un libro de apolog�tica. Es, m�s bien, un libro de ataque. Seg�n las palabras del prefacio, mueve a los autores "la esperanza de hacer reflexionar a aquellas almas desviadas pero no perdidas, ofuscadas pero no cegadas, lejanas pero no podridas, sobre las cuales pesan los fuliginosos vapores de cinco siglos de pestilencias espirituales". Este "diccionario" es absolutamente un documento de la �poca. No tiene ninguna afinidad de esp�ritu ni de g�nero con los "diccionarios" de Bayle, de Voltaire ni de Flaubert. La �nica obra con la cual su parentesco espiritual resulta evidente, es la Ex�g�se des Lieux Comuns de Le�n Bloy. El bizarro, brillante y violento Le�n Bloy revive en Papini y Giuliotti. Como el de Le�n Boy, el catolicismo de Papini y de Giuliotti es un catolicismo beligerante, combatiente y col�rico. Papini y Giuliotti repudian y condenan en bloque la modernidad. El esp�ritu moderno, cuyos primeros elementos aparecen con el Renacimiento, se presenta hoy como causa y efecto a la vez de esta civilizaci�n industrialista y materialista. Se llama humanismo, protestantismo liberalismo, ate�smo, socialismo, etc. Papini y Giuliotti nos predican, como otros espiritualistas reaccionarios, el retorno al Medio Evo. Su rencor contra la modernidad se traduce, por ejemplo, en una ac�rrima diatriba contra Am�rica. "La Am�rica �dice el Diccionario� es la tierra de los t�os millonarios, la patria de los trusts, de los rascacielos, del tranv�a el�ctri�co, de la Ley de Lynch, del insoportable Wash�ington, del aburrido Emerson, del pederasta Walt Whitman, del vomitivo Longfellow, del an�g�lico Wilson, del fil�ntropo Morgan, del inde�seable Edison y de otros grandes hombres de la misma pasta. En compensaci�n nos ha veni�do de Am�rica el tabaco que envenena, la s�fi�lis que pudre, el chocolate que harta, la patata pesada para el est�mago y la declaraci�n de la Independencia que engendr�, algunos a�os des�pu�s, la Declaraci�n de los Derechos del Hom�bre. De lo que se deduce que el descubrimiento de Am�rica �aunque realizado por un hombre que tuvo lados de santidad� fue querido por Dios en 1492 como una punici�n represiva y pre�ventiva de todos los otros grandes descubrimien�tos del Renacimiento: esto es, la p�lvora de ca���n, el humanismo y el protestantismo". La fren�tica requisitoria contra Am�rica de�fine la posici�n anti-hist�rica de Papini y Giu�liotti. Claro que no todas sus razones deben ser tomadas al pie de la letra. Encolerizarse contra Am�rica por haber dado al mundo la patata, tiene que parecerle a todos un mero exceso de exaltaci�n verbal. La patata est� justificada y defendida por el plebiscito de toda Europa. Un escritor franc�s un tanto pr�ximo a Papini en el esp�ritu �Joseph Delteil� ha hecho en su Juana de Arco �libro que tal vez sea adoptado por la nueva apolog�tica que el Diccionario pro�pugna y augura� el elogio de la patata. Delteil la declara alimento intelectual por excelencia. Entre otras virtudes le atribuye la de mantener la agilidad del esp�ritu y conferir el gusto del di�logo. Pero dejemos a Am�rica y la patata y, volviendo a las sugestiones esenciales del Diccionario, constatemos que el caso de Papini convertido al catolicismo, no es un caso solitario y �nico en la inteligencia contempor�nea. El caos contempor�neo angustia y aterra a los intelectuales. Todos sienten la necesidad de un orden, de una fe. Los que no son capaces de adherirse a un orden nuevo buscan con frecuencia su refugio en. Roma. La Iglesia Cat�lica les ofrece asilo contra la duda. Estas adhesiones de intelectuales desencantados no robustecen hist�ricamente al catolicismo; pero restauran los gastados prestigios de su literatura. Tenemos en el campo filos�fico una escuela neotomista. La escol�stica es desempolvada por escritores y artistas que hasta ayer representaron un nihilismo, un escepticismo, a veces blasfemos. Papini, extremista org�nico, ten�a que reaccionar contra el caos moderno adhiri�ndose a la revoluci�n o la tradici�n. Su psicolog�a y su mentalidad de toscano no eran propensas al misticismo oriental del bolchevismo. Nada hay de raro ni de il�gico en que lo hayan conducido a la tradici�n romana, al orden latino. Pero, �ser� esta la �ltima estaci�n de su viaje? Giuseppe Prezzolini que lo conoce y admira como nadie, se lo pregunta con incertidumbre: "�permanecer� cat�lico? �Tendr� tiempo a�n de ensangrentar sus pies por �speros caminos, lo veremos todav�a correr tras de una nueva quimera, o quedar� encerrado en la cristalizaci�n de la f�rmula religiosa y del �xito material?" Aunque trat�ndose de Papini es arriesgado hacer predicciones, lo �ltimo me parece lo m�s probable. Ya he dicho por qu�.
NOTAS:
1
Publicado en Variedades: Lima,
17 de Noviembre de 1923 (Giovanni Papini) y 26 de Junio de 1926 (El
Diccinario dell'omo salvatico de Papini y Gulliotti).
2
Corregido por nosotros. El texto original dice: "asumi� hace tres a�os
la m�stica actitud"...
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