OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

EL ALMA MATINAL

      

     

II. LA ECONOMIA Y PIERO GOBETTI1

 

Promet� un croquis conciso de las ideas de Piero Gobetti, el original y sustancioso ensayista que, precisamente por su escaso t�tulo a la atenci�n siempre oportunista de las gacetas literarias y a la consideraci�n generalmente pedante de las tesis doctorales quiero se�alar entre los m�s vivos y fecundos valores de la cultura italiana contempor�nea. Y justamente porque Piero Gobetti no fue espec�ficamente un economista, me parece oportuno empezar por referirme al peso que en sus juicios morales, pol�ticos, filos�ficos, est�ticos e hist�ricos tuvo, en �ltimo an�lisis, la econom�a. Esta sagaz y constante preocupaci�n de lo econ�mico me parece uno de los signos m�s significativos de la modernidad y del realismo de Gobetti, que la debi�, no a una herm�tica educaci�n marxista, sino a una aut�noma y lib�rrima maduraci�n de su pensamiento.

Gobetti lleg� al entendimiento de Marx y de la econom�a, por la v�a de un agudo y severo an�lisis de las premisas hist�ricas de los movimientos ideol�gicos, pol�ticos y religiosos de la Europa moderna en general y de Italia, en particular. En su juventud, la filosof�a griega y oriental, escol�stica y moderna, la tradici�n intelectual italiana de Machiavelli a Vico y de Spaventa a Gentile, la indagaci�n est�tica, ejercitada con id�ntica agilidad en el Museo Brit�nico y en la literatura rusa, lo acaparaban demasiado para que se insinuasen en su especulaci�n y en su cr�tica los m�viles de la interpretaci�n econ�mica d� la historia. Pero la m�s perfecta familiaridad con Parm�nides y Emp�docles, con Her�clito y Arist�teles, con Descartes y Kant, con Hegel y Croce, no estorb� a Piero Gobetti para reconocer la rigurosa justificaci�n de la teor�a que busca en el movimiento de la econom�a el impulso decisivo de las transformaciones pol�ticas e ideol�gicas.

La ense�anza austera de Croce, que en su adhesi�n a lo concreto, a la historia, concede al estudio de la econom�a liberal y marxista y de las teor�as del valor y el provecho, un inter�s no menor que al de los problemas de l�gica, est�tica y pol�tica, influy� sin duda poderosamente en el gradual orientamiento de Gobetti hacia el examen del fondo econ�mico de los hechos cuya explicaci�n deseaba rehacer o iniciar. Mas decidi�, sobre todo, este orientamiento, el contacto con el movimiento obrero turin�s. Ea su estudio de los elementos hist�ricos de la Reforma, Gobetti hab�a podido ya evaluar la funci�n de la econom�a en la creaci�n de nuevos valores morales y en el surgimiento de un nuevo orden pol�tico. Su investigaci�n se transport�, con su acercamiento a Gramsci y su colaboraci�n en L'Ord�ne Nuovo, al terreno de la experiencia actual y directa. Gobetti comprendi�, entonces, que una nueva clase dirigente no pod�a formarse sino en este campo social, donde su idealismo concreto se nutr�a moralmente de la disciplina y la dignidad del productor. Y, confrontando el proceso religioso y social de Italia con el de los pa�ses de desarrollo capitalista, formul� as� este juicio: "En la historia italiana los tipos de productores resultaron de las transacciones a que constri�e la dura lucha con la miseria. El artesano y el mercader decayeron despu�s de las comunas. El agricultor es el antiguo siervo que cultiva por cuenta de los patrones o de la curia y tiene en la enfiteusis su �nica defensa. La civilizaci�n m�s caracter�stica es luego la que se forma en las cortes o en los empleos y que habit�a a las astucias, a los funambulismos de la diplomacia y de la adulaci�n, al gusto de los placeres y de la ret�rica. El pauperismo italiano se acompa�a con la miseria de las conciencias: quien no se siente cumplir una funci�n productiva en la civilizaci�n contempor�nea, no tendr� confianza en s� mismo, ni culto religioso de la propia dignidad. He aqu� en qu� sentido el problema pol�tico italiano, entre los oportunismos y la caza descarada de los puestos y la abdicaci�n frente a la clase dominante, es un problema moral".

Y siempre que ahonda en la explicaci�n del retardo de la conciencia pol�tica de Italia, Gobetti retorna a este concepto. El retraso de su econom�a impide a Italia acompasar su avance al de los grandes Estados capitalistas de Europa. Un brillante ensayo sobre la cultura pol�tica, comienza con estas consideraciones: "La econom�a nacional est� todav�a demasiado retrasada, el pa�s es pobre y no concede tregua a los individuos, no les permite la dignidad de ciudadanos. Dos tercios de la poblaci�n comparten la suerte de una agricultura atrasada y condenada por muchos a�os a no devenir moderna. Se trata de peque�os propietarios, arrendatarios, aparceros, que aspiran solamente a la paz y a la conservaci�n del estado presente, ostentando indiferencia por toda m�s amplia preocupaci�n. La aristocracia industrial y obrera, a la cual est� ligada la posibilidad de una transformaci�n moderna de Italia, est� apenas en su nacimiento y no logra distinguirse de las sobreposiciones y confusiones parasitarias, no logra vencer el pauperismo y el diletantismo".

La lucha del Risorg�mento, que tiene en Gobetti a uno de sus int�rpretes m�s sagaces, se resiente de este peso muerto. Falta a la batalla liberal de Italia el est�mulo de una vigorosa afirmaci�n de las clases obreras. El absolutismo pacta incesantemente con la plebe indiferenciada para tener a raya el esp�ritu liberal y republicano. "Las plebes �escribe Gobetti� contin�an viviendo en torno de los conventos y de los institutos de beneficencia, todos cat�licos; y permanecen cat�licos por instinto, por educaci�n y por inter�s. La iniciativa toca a la nueva clase burguesa que act�a con Cavour la pol�tica anti-feudal del liberalismo econ�mico, para poderse dedicar a los tr�ficos, a las industrias y a los ahorros y formar la primera riqueza y el primer capital circulante en Italia".

En el siglo dieciocho, no prospera en Italia el movimiento laico y liberal por la acci�n de este mismo factor negativo y retardatario. "Se tiene el fen�meno de plebes resueltamente anti-liberales, domesticadas por la pol�tica de filantrop�a de la Iglesia, la cual para hacer prevalecer su socialismo reaccionario cuenta sobre todo con turbas de par�sitos". "El pauperismo en Piamonte era la garant�a del viejo r�gimen: quien vive de limosna no podr� participar en la lucha pol�tica; una libre clase trabajadora no tendr� ciudadan�a en �sta tierra; el Estado seguir� siendo un aparato administrativo en manos de pocos privilegiados". Y este pauperismo se refleja en el car�cter de la emigraci�n italiana que no es, ni puede ser, dado su origen, una emigraci�n de intr�pidos colonizadores. De Italia no salen a colonizar tierras lejanas, arrojados por la persecuci�n pol�tica, puritanos de fe intransigente, templados en la lucha de la herej�a, precursores de la civilizaci�n industrial y capitalista, sino campesinos y artesanos desterrados de su suelo por la pobreza. "Las turbas m�s numerosas de la emigraci�n temporal �apunta Gobetti� eran de gente humilde y m�sera sin arte ni parte, estrechadas por la desesperaci�n, cansadas de resistir al hambre y en tierras nuevas deb�an buscar piedad m�s bien que trabajo. De la Saboy� y del Valle de Aosta llegaban a Par�s deshollinadores y lustrabotas".

Este aspecto de las meditaciones de Gobetti tiene un excepcional inter�s, que casi es innecesario, subrayar, para los estudiosos de la evoluci�n social de Espa�a y de sus colonias. Las consecuencias morales, pol�ticas e ideol�gicas del pauperismo, de la beneficencia, de las cortes y las administraciones apoyadas en la domesticidad de las clases parasitarias, del servilismo de las plebes menesterosas, no. son menos visibles ni menos tr�gicas, en la Espa�a de Fernando VII y en .la Am�rica de Garc�a Moreno, que en la Italia setentista o neo-g�elfa.


NOTA:

1 Publicado en Mundial: Lima, 26 de Julio de 1929.