OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

EL ALMA MATINAL

    

      

ROMA, POLIS MODERNA1

I

El se�or Paul Bourget, de la Academia Francesa, en una novela delicuescente y capitosa, nos ha descrito Roma como una cosm�polis. Pero, por fortuna, las opiniones del se�or Bourget han pasado ya de moda. La literatura decadente abastece a su clientela de novelas m�s adecuadas a su humor post-b�lico. La generaci�n de la post-guerra, conoce a Bourget por el cine. Yo estoy seguro, por otra parte, de que el se�or Bourget no conoce de Roma sino el piccolo mondo moderno de los hoteles del Quartiere Ludovisi. En este mundo, el se�or Bourget, de la Academia Francesa, ha pescado las ideas y los personajes de su Cosm�polis. �No os parece ver al se�or Bourget, sentado en el hall de un gran hotel, en una beata actitud de pecheur a la ligue?

Mas la idea de Roma Cosm�polis no pertenece exclusivamente al se�or Bourget y a su literatura. Es muy dif�cil que un acad�mico se atreva a poseer ideas personales. El se�or Bourget, sobre todo, no habr�a osado nunca, en sus novelas psicol�gicas, sostener una tesis que no hubiese sancionado antes su clientela.

Todo turista se siente inclinado a reconocer en Roma una cosm�polis. El ambiente del hotel, del restaurant y de la Agencia Cook, �no es un ambiente cosmopolita? El turista no tiene tiempo para recordar que en Niza, Baden-Baden y Venecia acontece lo mismo. Y que, sin embargo, ni a Niza ni a Venecia se les llama Cosm�polis. Lo que quiere decir que no es el cosmopolitismo lo que hace de una ciudad una cosm�polis.

La civilizaci�n occidental no se contenta con una cosm�polis. Posee varias: New York, Londres, Par�s, Berl�n. La Ciudad Eterna tiene �como Zol� lo constata en el discurso de una novela folletinesca pero vigorosa� un �nima imperial. En Roma sobrevive obstinadamente el sentimiento del Imperio. (Roma-Imperio, es la f�rmula fascista). Pero no basta tener un �nima imperial para ser una cosm�polis. Malgrado el fascismo, Roma no tiene en el cosmos moderno la misma funci�n que Londres, Par�s, New York, etc. Plutos no se somete a la ret�rica ni a la megaloman�a de los "camisas negras".

II

Roma no es siquiera la metr�poli de la Terza Italia. La capital de la Italia moderna es, m�s bien, Mil�n. Plutos y Demos residen en Mil�n; no pueden residir en Roma. Mil�n tiene caracter�sticas f�sicas de urbe occidental: gran industria, gran proletariado. Mil�n es un n�cleo de civilizaci�n capitalista. Mil�n es el ombligo y el motor de la vida econ�mica de Italia. Mil�n es una ciudad de alta tensi�n. Mil�n es, como dir�a un norteamericano, una ciudad al 100 por ciento. En Mil�n se respira la misma atm�sfera de usina, de bolsa, de feria y de mercado que en Londres, que en New York, que en Par�s. Romain Rolland encontrar�a en Mil�n todos los personajes de La Fotre sur la Place.

En la Italia capitalista y en la Italia del Cuarto Estado, Mil�n juega un rol primario. Un poco ir�nicamente se llama a Mil�n la capital moral de Italia. Mil�n, con su escepticismo septentrional y socarr�n, se contenta de ser la capital econ�mica. Roma vive de sus fueros y de sus t�tulos pol�ticos y espirituales; Mil�n, de sus fuerzas y sus poderes econ�micos.

La urbe moderna constituye, sobre todo, un fen�meno econ�mico. Es una concentraci�n de f�bricas, negocios, bancos, almacenes. Representa, fundamentalmente, un foco de trabajo y de cambio. En Roma todas estas cosas tienen una importancia secundaria. En Roma la pol�tica ocupa m�s sitio que la econom�a. Las bases, los centros de la poblaci�n romana, son la burocracia del Estado �corte, ministerios, parlamento� y la burocracia de la Iglesia �Vaticano, Santo Oficio, Seminario�. Estos dos grandes organismos burocr�ticos son los dos principales factores demogr�ficos de Roma. El tercer factor es el turismo. El turismo alimenta varias categor�as sociales: hoteleros, cicerones, horizontales, etc.

Las ra�ces de la vida de Roma se encuentran en el Vaticano, el Quirinal y la arqueolog�a. La civilizaci�n capitalista no ha hecho de Roma una capital productora. Roma conserva los rasgos morales y f�sicos de una capital medioeval. En el mundo medioeval, sus fueros pol�ticos y espirituales pod�an bastarle para ser una gran se�ora. En el mundo moderno, en el mundo de Plutos, del dinero y de la m�quina, no le bastan sino para ser una mantenida.

En Roma ha surgido, potentemente, una sola industria: la industria del pasado. El comercio de Roma es un comercio de curiosidades, de reliquias, de antig�edades. Es un comercio para peregrinos, viajeros, coleccionistas. Los grandes hoteles son las mayores expresiones de vida moderna de Roma. Roma no explota, en vasta escala, sino sus ruinas, sus monumentos, sus castillos, su campi�a, su cielo y su historia. La cosm�polis moderna se nutre de su presente; Roma se nutre de su pasado.

La Roma de la Terza Italia, la Roma moderna, se reduce, en �ltimo an�lisis, a una casa real, una burocracia, un parlamento. La m�quina del Estado italiano funciona en Roma; pero recibe sus energ�as y sus direcciones de Mil�n, de Tur�n, de G�nova, de Bologna, de N�poles, etc. Todas las grandes corrientes de la Italia Moderna se forman en estas ciudades. Y, sobre todo, en la Italia septentrional. Ninguna ha nacido en Roma. Roma ha sido invariablemente conquistada ya por una, ya por otra corriente forastera. El socialismo germin�, originalmente, en la Lombard�a, en el Piamonte, en la Liguria. Su partida de bautismo es el acta de G�nova. El futurismo reclut� sus primeras fuerzas en el Norte. El fascismo debut� en Mil�n. Y en los or�genes de la Terza Italia encontramos, predominantemente, elementos y energ�as septentrionales. La unidad italiana no se hizo en Roma ni con Roma sino contra Roma.

III

El arte, naturalmente, no logra sustraerse a la influencia de estas fuerzas hist�ricas. En la sociedad medioeval, los artistas medraban y florec�an en torno de las cortes poderosas; en la sociedad burguesa, se sienten atra�dos fatalmente por los grandes centros capitalistas e industriales. Un florecimiento art�stico es, bajo muchos aspectos, una cuesti�n de clientela, de ambiente, de riqueza. Roma, mediocre mercado de arte, no puede ser, por ende, sino un mediocre centro de creaci�n art�stica. En la historia de la pintura italiana moderna, Roma no aparece como sede de ninguna escuela sustantiva. El romanticismo prendi�, principalmente, en N�poles y en la Lombard�a. El divisionismo fructific� en el Septentri�n. Segat�n, Fattori, Morelli, �tres pintores representativos de los �ltimos cincuenta a�os de la historia italiana�, pertenecen a la Toscana, a la Lombard�a, a N�poles. El Instituto de Bellas Artes, la Academia de San L�car y la Academia de Santa Cecilia de Roma, est�n enfermos de decrepitud y de clasicismo. Se pudren en su tradici�n y en su pasado. La vida art�stica de Roma tiene algunas cosas modernas, algunas cosas vitales: La Casa de Arte Bragaglia, el teatro de los Doce, el teatro ruso, etc. Pero ninguna de estas cosas es espec�fica ni originalmente romana.

IV

Roma se refleja en su prensa. En una prensa peculiarmente romana: la prensa del mediod�a, la stampa del mezzogiorno. En esta prensa tiene un puesto preferente el hecho de cr�nica: el fattaccio. El p�blico de esta prensa degusta cotidianamente su fattaccio, con una voluptuosidad totalmente romana. Nada importa que el fattaccio sea casi siempre el mismo. El p�blico necesita, todos los d�as, un melodrama de amor, de pecado, de vendetta. Una novela del demi-monde o del bajo fondo. El Corriere della Sera de Mil�n, parco en estos folletines, resulta un diario demasiado adusto, �rido y milan�s para el gusto romano. El romano del Corso Umberto no se interesa en pol�tica sino por lo epis�dico lo teatral, lo novelesco. En una palabra, por el fattaccio pol�tico. Yo dudo mucho de que un art�culo pol�tico de Nitti o un ensayo filos�fico de Benedetto Croce halle lectores en el Corso Umberto.

No obstante su mill�n de habitantes, Roma tiene, como dijo una vez Caillaux, un ambiente de provincia. Seg�n Caillaux, en la tertulia del Caf� Aragno se compendia y se resume toda la vida romana. Este juicio es, sin duda, excesivo. Pero se acerca a la verdad m�s que la tonta novela del se�or Bourget de la Academia Francesa. Roma no es una cosm�polis. Tiene extensi�n, volumen, elegancia, refinamiento de gran urbe; pero no tiene, en nuestra �poca, esp�ritu ni funci�n de cosm�polis. La Ciudad Eterna �la maravillosa Ciudad Eterna� no constituye uno de los focos de la historia contempor�nea. Roma no es liberal, socialista ni fascista. No quiere ni puede ser una ciudad de opini�n. El fascismo se�orea presentemente en el Capitolio. �Salve Roma Imperial! ululan sus legiones. Pero su incandescente ret�rica no consigue inflamar a la Ciudad Eterna. En sus palacios, en quince siglos, Roma ha visto instalarse, sucesivamente, a muchos conquistadores. Para Roma, el fascismo no es m�s que un gran fattaccio, un inmenso fattaccio. Y, tal vez, no se equivoca.

 


NOTA:

1 Publicado en Mundial: Lima, 3 de Julio de 1925