OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
|
EL ALMA MATINAL |
|
|
ROMA Y EL ARTE GOTICO1
En Roma no hay grandes ejemplares de arte g�tico. El arte g�tico no fructific� en la Ciudad Eterna. El estilo g�tico-romano no ha dejado monumentos extraordinarios. Sus obras han si�do modestas, opacas, apocadas. Ahora se preten�de erigirlo en estilo genuino y representativa�mente romano. Todos los templos modernos de Roma son g�tico-romanos. Y ya hay en Roma m�s g�tico-romano moderno que g�tico-romano antiguo. La edad del arte g�tico fue una edad azarosa e inquieta para Roma. Durante ella, Roma fue conquistada, asediada, destruida y saqueada va�rias veces. La escasez de creaciones del arte g�tico en Roma encuentra as� su explicaci�n his�t�rica. Pero esta explicaci�n es insuficiente. La verdad es que el arte g�tico no lleg� nunca a aclimatarse en Roma. El ambiente romano no fue un ambiente propicio al arte g�tico. El arte g�tico es esencialmente n�rdico. Es un produc�to del genio, del temperamento y del suelo del norte. Trasplantado al suelo romano, tiene las caracter�sticas de una cosa forastera. Es como una palmera entre los pinos de los bosques ale�manes. El arte griego medr� maravillosamente en el suelo italiano, m�s que por razones de historia, por razones de ambiente. El pueblo ro�mano pod�a sentir, comprender y amar el arte griego como una cosa suya. En tierra latina el Parten�n tendr�a, como en tierra griega, un mar�co propio, un ambiente suyo. El florecimiento del arte greco-romano fue, por esto, una cosa espont�nea, natural y robusta. En Alemania, el arte del Renacimiento y el arte barroco, me han parecido siempre fuera de su sitio. El cielo gris, el fondo neblinoso, la luz discreta de Alemania no est�n hechos para la l�nea alegre y ligera de la arquitectura griega y de la arquitectura italiana. En cambio, la l�nea g�tica encuentra en ese cielo gris, en ese fondo neblinoso, en esa luz discreta, los elementos ambientales que necesita. Tal vez s�lo en Munich, donde hay un poco m�s de sol, un poco m�s de luz que en Berl�n, y donde hay un cierto ambiente de ciudad italiana, el estilo Re- nacimiento ha llegado a aclimatarse un tanto. En Munich el estilo Renacimiento vive como esas plantas tropicales en los conservatorios de los museos bot�nicos. En Berl�n no vive absolutamente. En Francia, en cambio, donde se concilian la bruma del Norte y la luz del mediod�a, donde el ambiente geogr�fico, como el ambiente espiritual es tan ecl�ctico y tan matizado, se concibe perfectamente que el arte g�tico, primero, y el arte Renacimiento, despu�s, hayan hallado un clima conveniente a su desarrollo. En la misma Italia del Norte, en la Lombard�a, en el Veneto, la influencia g�tica pudo dejarse sentir con alguna intensidad. La Italia del Sur, en tanto, prest� siempre un ambiente hostil a todas las expresiones del arte g�tico. La Sicilia y N�poles no son griegos por los templos, los teatros y los palacios griegos de Siracusa, de Taormina, de Pesto y de Pompeya, sino porque griegos son el cielo, la luz, el paisaje. La columna, el capitel, el front�n, la l�nea entera de la arquitectura griega han sido creadas para esta luz y este paisaje. El arte g�tico no pod�a, pues, brotar lozanamente en Roma. El arte g�tico fue en Roma lo mismo que el cristianismo: una invasi�n extranjera, cuya dominaci�n sobre Roma no pudo durar sino a condici�n de dejarse modificar gradualmente por el ambiente y el sentimiento romanos. Roma se convirti� al cristianismo paganiz�ndolo; no se someti� al arte g�tico sine, romaniz�ndolo. Los artistas florentinos, lombardos y venecianos, Cimabu�, Giotto, etc., fueron accesibles al ideal g�tico, porque fueron igualmente accesibles al sentimiento cristiano. Roma no tuvo ning�n Giotto, ning�n Cimabu�. Y en Roma el cristianismo se satur�, poco a poco, de sentimiento pagano. Cuando se habla de una Roma papal no se habla de una Roma cristiana, sino de una Roma cat�lica. Roma no ha podido ser cristiana por las mismas razones que no ha podido ser g�tica. Mientras, durante la edad g�tica, la fecundidad art�stica de Roma fue tan limitada, �qu� fecundidad desde que se inici� el Renacimiento! �Qu� eclosi�n! �Qu� exuberancia en toda Italia! �Con qu� espontaneidad el genio italiano reconoci� en el arte griego y greco-romano su propio arte! El genio italiano necesit� romper con el sentimiento g�tico para que aparecieran Miguel Angel, Leonardo de Vinci, Rafael, Tiziano, Giorgione, Tintoretto, Veronese, Caravaggio, Correggio. Los panegiristas del g�tico �temperamentos m�sticos como John Ruskin o como Vicent D'Indy� no tienen m�s remedio que declarar g�tico todo el principio del Renacimiento, para no ceder al Renacimiento los pintores florentinos o venecianos de su gusto. En su libro Musiciens d'Aujourdui, Romain Rolland remarca que Vicent D'Indy considera g�ticos a Fra Filippo Lippi y a Guirlandaio y piensa que la influencia del Renacimiento empez� �nicamente el siglo diecisiete. Roma no es rica en arte Renacimiento. El Renacimiento vino a Roma de la Toscana y de la Umbr�a ya en pleno apogeo. Y en Roma, justamente, comenz� su decadencia. Pero Roma es, en cambio, la ciudad del arte barroco. El arte barroco ha dado a Roma la Bas�lica de San Pedro y la Bas�lica de San Juan de Letr�n, la fontana de Trevi, la escultura de Bernini, la pintura del Caravaggio y del Dominicchino. Y bien. Nada m�s latino, nada m�s italiano que el arte barroco. El arte barroco es latino y es italiano hasta en sus exageraciones y sus fealdades. M�s a�n. Nunca es m�s latino que en sus exageraciones y sus fealdades. El temperamento ret�rico, ampuloso y exuberante del meridional se refleja absolutamente en el retoricismo, la ampulosidad y la exuberancia del arte barroco. Bernini habr�a sido m�s barroco que Miguel Angel, aunque lo hubiese precedido. Los que en Italia reniegan a Bernini, reniegan a un artista italian�simo, reniegan a un artista t�picamente meridional y espec�ficamente napolitano. Italia renegando el arte barroco me hace el mismo efecto que me har�a Alemania renegando a Wagner, Francia renegando a Verlaine y Espa�a renegando la corrida de toros. No me explico, no podr� explicarme nunca que el arte barroco tenga en Italia m�s detractores que en Alemania, Inglaterra o Francia. Ni que Roma quiera reivindicar como suyo, como leg�timamente suyo, exclusivamente suyo y �nicamente suyo, ese arte g�tico- romano que no le ha dejado nada de grandioso ni de imperecedero. Taine dice que San Pedro no es un templo cristiano sino un gran sal�n de espect�culos. El juicio, en su primera parte, es rigurosamente exacto. San Pedro no es un templo cristiano. El templo cristiano es el templo g�tico. Pero no hay que buscarlo en Roma. Roma no ha sido cristiana, por consiguiente tampoco son cristianos sus templos. Son, a lo sumo, cat�licos. San Pedro no es una obra del esp�ritu cristiano. Es una obra del esp�ritu romano del siglo diecis�is. Est� muy lejos del sentimiento g�tico; pero es porque tambi�n Roma lo ha estado en �se y en casi todos los tiempos. Las estancias de Rafael, igualmente, no son cristianas. No lo es siquiera el Vaticano. El Vaticano, como los dem�s palacios de los Papas, los cardenales y los pr�ncipes de la Iglesia, est� decorado pompeyanamente con cuadros del Olimpo. Est� habitado por Venus, Cupido, Adonis, Baco, Pan, Faunos, S�tiros y Sirenas. Los cuadros de la historia sagrada tienen m�s valor decorativo que contenido m�stico. El tema es b�blico, pero el verso es pagano. En esos palacios, el cristianismo respira una atm�sfera demasiado pecadora para conservarse puro y asc�tico. Yo soy tambi�n un enamorado del arte g�tico. Me emociona m�s la catedral de Colonia que la Bas�lica de San Juan de Letr�n. Pero en Roma me contento con encontrar arte italiano y sentimiento italiano. Y los admiro sin reservas. Este eclecticismo no podr�a existir en Ruskin, en "ese hombre del Norte espiritualista y protestante" como dice Taine. Yo soy un meridional, un sudamericano, un criollo �en la acepci�n �tnica de la palabra�. Soy una mezcla de raza espa�ola y de raza india. Tengo, pues, algo de occidental y de latino; pero tengo m�s, mucho m�s, de oriental, de asi�tico. A medias soy sensual y a medias soy m�stico. Mi misticismo me aproxima espiritualmente al arte g�tico. Un indio est� aparentemente tan lejos del arte g�tico como del arte griego, del Parten�n como de Notre Dame. Pero �sta no es sino una apariencia. El indio, como el egipcio, tuvo el gusto de las estatuas p�treas, de las figuras hier�ticas. Yo, a pesar de ser indio y acaso porque soy in- dio, amo el arte g�tico. Mas no me duelo de que en Roma no exista. En Roma toda mi sensualidad meridional y espa�ola se despierta y exulta. Y me embriago de paganismo como si me embriagase de vino Frascati. Roma no es una Meca cristiana. Los templos romanos descristianizan. Un castillo g�tico de Alemania est� morado por la sombra de los cruzados. Algo de la edad media germana, algo de la leyenda de los caballeros del Grial que guardan la copa de la sangre divina de Jes�s, alienta en su atm�sfera grave y pensativa como un drama l�rico de Wagner. En los palacios romanos reina la mitolog�a pagana con toda su voluptuosidad, con toda su lujuria y con toda su malicia. J�piter �ureo y cachondo, penetra en sus salones para poseer a D�nae. Y si un cisne aparece en sus lagunas, no es portando a Lohengrin que viene a amar castamente a Elsa, sino escondiendo a J�piter, que viene a gozar fren�ticamente a Lada. Un castillo g�tico espiritualiza; un palacio romano sensualiza. Una larga familiaridad con los templos y los palacios romanos causa el horror de la Edad Media y de los recintos l�gubres. Y cultiva el gusto de lo griego, de lo pagano. Roma espiritual, tradicional y ambientalmente es refractaria al arte g�tico. Roma est� geogr�ficamente en las ant�podas del arte g�tico. �C�mo habr�a podido arraigarse y florecer aqu� un arte, un estilo, un ideal tan lejanos del alma, de la naturaleza y del sentimiento romanos?
|
|