OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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EL ALMA MATINAL |
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"UN LIBERTINO" por: HERMANN KESTEN1 No es solamente libros de guerra lo que se traduce actualmente en la literatura alemana que �con el otorgamiento, a Thomas Mann, del Premio Nobel�, va a entrar seguramente en un per�odo de activa exportaci�n. Exportaci�n: el t�rmino usualmente comercial no es impertinen�te. Durante la postguerra, la literatura, como la industria de Alemania, ha renovado su instru�mental y revisado su t�cnica. Un Libertino, la novela de Hermanri Kesten pertenece aun g�nero del que no tiene muestras el p�blico hisp�nico. Procede de uno de esos equipos de escritores revolucionarios que en Ale�mania profesan y sirven la idea de que la novela debe ser usada como arma de ataque y de cr�ti�ca antiburguesa. Estos escritores quieren emplear la literatura como George Grosz emplea el dibu�jo. Representan una tendencia literaria que co�rresponde espiritualmente a la tendencia art�stica de George Grosz, Heinrich Zille, Kaethe Kol�witz, etc. Por ser una literatura absolutamente de post-guerra, esta literatura no puede por lo general eludir el hecho de que arrancan sus ra�ces: la guerra. Y, bajo cierto aspecto, Un Libertino, de Hermann Kesten, es, tambi�n, al menos en sus �ltimos cap�tulos, un libro de guerra. El protago�nista, Jos� Bar, fuga de su pa�s, Alemania, en 1914, para vivir en el extranjero como un hombre libre. Y la guerra lo sorprende en el pa�s en que se ha refugiado, Holanda, donde resuelve m�s obstinada y pragm�ticamente que antes, permanecer, protegido contra sus obligaciones militares. Un Libertino es, pues, desde este punto de vista, la historia de un desertor; y lo es doblemente, porque Jos� Bar no s�lo reh�sa acudir al llamamiento de su clase militar, sino que al mismo tiempo se rebela contra los intereses y los mandatos de su clase social: Si un an�nimo nos ha dado en Ghinster la historia de un emboscado, del hombre que asiste a la guerra desde el retrofrente, Herman Kesten en Un Libertino nos presenta el caso de un expatriado que se niega a regresar a su pa�s para cumplir un deber que repudia. Jos� Bar en 1914 no es todav�a te�rica y pr�cticamente un revolucionario. Es s�lo un revolt�, un rebelde, un disidente, un evadido: "Jos� �dice el relato� era un individualista empedernido. Y este individualismo empecatado imped�ale sentir la sagrada emoci�n que animaba en aquella hora a cientos de millones de hombres, no le dejaba reconocer la bondad ni la necesidad de la guerra, ver siempre en el enemigo el ileg�timo agresor y en la llamada patria el asilo de toda virtud moral; era tan ciegamente individualista que pensaba que la basura ol�a mal en todas partes, lo mismo en la patria propia que en la del enemigo; que la guerra se hac�a pura y exclusivamente para conquistar riqueza y poder; que no eran m�s que modos de adquirir, cuando no pretextos h�bilmente preparados para deshacerse en grandes cantidades, y a fant�sticos precios, de las existencias acumuladas en los almacenes de los fabricantes de ca�ones o de pa�os para el ej�rcito; que las guerras eran puras especulaciones burs�tiles, operaciones aduaneras, transacciones bancarias, combinaciones para pescar ascensos, maniobras industriales o intrigas ministeriales, en una palabra, una estafa puramente privada de unos cuantos imb�ciles y especuladores ambiciosos y avaros". La novela de Kesten, a la que mejor conviene la clasificaci�n gen�rica de relato, por descarnada y esquem�tica, es una s�tira contra el individualismo de una juventud burguesa descontenta, insurgente. El protagonista de Un Libertino es, como el de John Dos Passos en Manhattan Transfer, como el de Leonhard Frank, en El Burgu�s, un burgu�s idealista, centr�fugo. Es un personaje diverso por el estilo, el ambiente, como lo exige el tono distinto de la obra; pero clasificable, por su procedencia y por su trayectoria, en la misma categor�a. Nada m�s dram�tico, tal vez en nuestros tiempos, que el conflicto de estos hombres a quienes la burgues�a no sabe retener en sus rangos, por descr�dito de sus mitos y relajamiento de sus principios. Estos evadidos, estos pr�fugos no son f�cilmente asimilables por el socialismo y la revoluci�n. Entre su rebeld�a puramente centr�fuga, at�mica, y la disciplina de la revoluci�n proletaria, se interponen recalcitrantes sentimientos individualistas. Pero el proletariado recluta, frecuentemente, a sus m�s apasionados y eficaces adalides, en estas falanges de desertores. El libro de Kesten, que es una befa despiadada del individualismo burgu�s, consigna estas palabras: "La mayor�a de los hombres consideran inmutable la suerte material de su vida; es curioso, pero es as�. Al rico le ayudan a pensar de este modo las leyes hechas para �l. Por su parte, los pobres, que viven fuera de las leyes, parecen comulgar en el credo religioso de la santidad de la pobreza. Este modo de pensar los hunde en la miseria y les impide remediarse ni remediar a los dem�s. No aciertan a unirse ni a meditar acerca de su situaci�n. Sin los burgueses traidores a la causa de la burgues�a, que se pasaron a las filas del proletariado, las masas obreras seguir�an hoy casi tan ciegas como el primer d�a". Conclusi�n excesiva de car�cter pol�mico, como la frase de Lenin inscrita en la entrada de la obra: "La libertad es un prejuicio burgu�s". Esta es una literatura de guerra, de combate, producida sin preocupaci�n art�stica, est�tica. No le interesa sino su eficacia como arma agre�siva. Tal vez la traducci�n es algo premiosa y dura; pero de toda suerte no hay duda de que al autor no le importa mucho la realizaci�n lite�raria de su idea. Y bajo este aspecto, esta lite�ratura no es equiparable al dibujo de Grosz, en que el artista con los trazos m�s simples e infan�tiles se mueve siempre dentro de una �rbita y una atm�sfera de creaci�n art�stica. La s�tira pierde su alcance y su duraci�n, si no est� logra-da literariamente. A la revoluci�n, los artistas y los t�cnicos le son tanto m�s �tiles y preciosos cuanto m�s artistas y t�cnicos se mantienen. Pero documentos como Un Libertino prelu�dian y preparan, con todo, una nueva literatura. En esta violenta renuncia al indumento y a la carne art�sticos, en esta desnudez de esqueleto, act�an la voluntad y los impulsos de un recomienzo.
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