OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL I |
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CAILLAUX Y LA ACTUALIDAD POLITICA FRANCESA*
Con el retorno de Caillaux ha empezado, en la escena pol�tica francesa, el segundo acto del episodio radical-socialista. Desde el reingreso de Caillaux en Par�s, el ministerio de Herriot da la sensaci�n de un ministerio interino, No parece siquiera que gobernase como antes. Parece que gobernase provisoriamente. Herriot no tiene ya el aire de un jefe. Tiene, m�s bien, el aire de un vicario. En verdad, esta interinidad de Herriot se ma�nifestaba larvadamente en su gobierno desde la primera hora. El retorno de Caillaux no ha hecho sino evidenciarla y precisarla. La luz del banquete de Magic-City ha revelado el verdade�ro contorno del ministerio de Herriot; no ha mo�dificado ni alterado su posici�n ni su sustancia. A Herriot le ha tocado, en este cap�tulo de la pol�tica francesa, una funci�n transitoria: con�ducir a la batalla electoral, con un programa apropiado para ganar la mayor�a de los sufra�gios, al bloque radical-socialista; desalojar y reemplazar �ntegramente en el gobierno al bloque nacional desafiando todos los riesgos de un golpe de estado de Millerand y de las derechas; amnistiar a Caillaux y a Malvy y liquidar las m�s molestas y urgentes de las obligaciones adquiridas con la sucesi�n de Poincar� o contra�das ante el electorado por los candidatos de las izquierdas. En esta funci�n, que su gobierno cumple cada vez con mayor fatiga, Herriot se ha gastado sensiblemente. Y en el bloque de izquierdas, han aparecido, amenazadoras, algu�nas graves fisuras. Briand, que representa en la composici�n del bloque a los elementos menos seguros, ensay�, �ltimamente contra el ministerio una de las ma�niobras parlamentarias en las cuales es experto, abandonando a Herriot en el asunto de la supre�si�n de la embajada ante el Vaticano, o sea en un debate en el cual la oposici�n, con especial ardimiento, lanz� a sus fuerzas al ataque. El redomado parlamentario que vive en perenne ace�cho del poder, impugn� la supresi�n de esa em�bajada a sabiendas de que el gobierno de Herriot no pod�a ceder en este asunto sin renegar una de las aserciones y una de las promesas m�s reiteradas de su programa. Bajo su intervenci�n en el debate se disimulaba mal su deseo de torpedear a Herriot. De otro lado, en el reciente congreso del partido socialista, los fautores del ministerio no obtuvieron f�cilmente el acuerdo de la asamblea respecto a las condiciones del mantenimiento de la colaboraci�n socialista. La tesis colaboracionista sali� victoriosa del debate y de la votaci�n; pero no sin haber sufrido embates y criticas de los oradores minoritarios que la dejaron bastante mal parada. La mayor�a tuvo que acep�tar, parcialmente, las reservas de la minor�a sobre el porvenir de las relaciones del socialismo con el radicalismo. Los oradores de la minor�a pronunciaron una �cida requisitoria contra la pol�tica de Herriot que no se ajusta estrictamente al programa electoral del cartel de izquierdas. El acuerdo de la asamblea, adem�s, fue alcanzado en torno a una f�rmula un tanto am�bigua. Para seguir navegando entre estos arrecife, de la pol�tica parlamentaria, el bloque radical-socialista siente la necesidad de un piloto de m�s autoridad y experiencia que Herriot. La vuelta de Caillaux ha sido, por esto, saludada y festejada, con entusiasta y exultante esp�ritu, por los pol�ticos de este conglomerado. Caillaux no ha asumido todav�a la jefatura del bloque de izquierdas. No se ha reinstalado a�n en la jefa�tura del consejo de ministros. Pero, de hecho, el jefe es ya �l. En el banquete de Magic-City, radicales y socialistas de todos los matices, pre�sididos por un honesto y antiguo soldado de la democracia francesa, Ferdinand Buisson, lo han declarado su leader y su caudillo. Y en su dis�curso de ese d�a, en respuesta a quienes en nom�bre de la democracia francesa lo desagraviaban de los vej�menes y de los ultrajes del bloque nacional, el hombre del "Rubic�n" ha bosqueja-do las l�neas fundamentales de un programa de gobierno. A partir de esa fecha, M. Joseph Caillaux, rehabilitado pol�ticamente despu�s de algunos a�os de ostracismo, es el candidato de las izquierdas a la presidencia del consejo de ministros. No es el caso, por supuesto, de juzgar inmi�nente una crisis ministerial. La candidatura de Caillaux a la presidencia del consejo oficial y parlamentariamente no existe todav�a. Herriot cuenta todav�a con la confianza de la mayor�a parlamentaria. Pero, fuera del parlamento, la candidatura de Caillaux hace su camino. No im�porta que la interinidad de Herriot dure a�n alg�n tiempo. Cualquiera que sea el tiempo que dure, ser� siempre una interinidad. Una buena parte de la burgues�a francesa quiere un gobierno republicano y democr�tico. Pero, sobre todo, quiere que este gobierno sea, adem�s, un gobierno fuerte. ("Un gobierno que gobierne", como dec�a en otro tiempo el propio Caillaux). Para encabezar este gobierno, Joseph Caillaux le parece un hombre a prop�sito. La finanza, la banca, especialmente, tienen en la capacidad de economista de Caillaux una ilimi�tada confianza. En las mismas filas de las dere�chas, Caillaux es considerado un estadista de talla excepcional. Un escritor reaccionario ha es�crito �ltimamente en "La Libert�" estas palabras: "Que se le ame o que se le odie, Caillaux es de todos modos alguien". �Cu�l es el programa de gobierno de Caillaux? En su discurso de Magic-City, el leader radical se ha mostrado mesurado y prudente. Un co�mentador penetrante ha definido as� ese discur�so: "M. Caillaux ha jugado en Magic-City la car�ta audaz que el diablo le ofrec�a. Ha tentado de hacer entrar un programa conservador den�tro de un formulario demag�gico". Este juicio precisa muy bien la posici�n te�rica y pr�ctica de Caillaux. El autor de �A d�nde va Francia? �A d�nde va Europa? cree que "hay que refor�mar y rehacer el Estado"; pero repudia toda reconstrucci�n que no acepte como base la eco�nom�a capitalista. Se preocupa, principalmente, de reclamar orden y ahorro en la administra�ci�n como medio de normalizar la situaci�n eco�n�mica y financiera de Francia. Evita toda proposici�n demag�gica que pueda enajenarle la confianza del capital financiero. Aunque su ambi�ci�n vuele muy alto, Caillaux no aparece, en esta �poca de excepci�n, como un reformador. Se conforma con el rol asaz modesto de normaliza�dor. Reformar o rehacer el Estado le interesa mucho menos que reordenar o reorganizar la hacienda y la econom�a francesas. En su famoso libro �A d�nde va Francia? �A d�nde va Europa?, Caillaux hablaba de "las condiciones de un orden nuevo". Aunque reafir�maba su filiaci�n democr�tica, reconoc�a la decadencia de algunas formas, consideradas esenciales, de la democracia. Arribaba a esta conclusi�n: "Mantener las asambleas parlamentarias. no dej�ndoles sino derechos pol�ticos, nada m�s que una misi�n de control superior, confiar a nuevos organismos la direcci�n completa del Estado econ�mico, hacer en una palabra la s�n�tesis de la democracia de tipo occidental y del sovietismo ruso, tal es el objetivo por alcanzar". Pero Caillaux no formulaba concretamente las condiciones de un orden nuevo. Se contentaba con imaginar abstracta y ecl�cticamente algunos rasgos de un probable o deseable compromiso entre el capitalismo y la revoluci�n. Y de la fecha en que, exiliado de su pa�s y de la pol�tica, escrib�a su libro, en esta otra fecha en que, amnistiado y vindicado, se prepara a la recon�quista del gobierno, Caillaux no ha avanzado na�da en la definici�n del orden nuevo tan vaga-mente esbozado en su plan de reconstrucci�n de Europa y de Francia. Caillaux tiene, en la actualidad pol�tica fran�cesa, el papel de caudillo de la Democracia. Lo vemos rodeado de los m�s ilustres adherentes a la Liga de los Derechos del Hombre y de los m�s ortodoxos partidarios de la Tercera Rep��blica. Sus opiniones nos demuestran, sin embar�go, que Caillaux es un dem�crata sin excesivas supersticiones democr�ticas. (Acerca de este aspecto de su personalidad, seg�n sus adversa�rios de la derecha, el Rubic�n y el plan anexo de un golpe de estado, cuyo secreto confi� Caillaux a la insegura caja de seguridad de un banco, nos ilustran m�s completamente). El proceso, la condena, el destierro, est�n vir�tual y formalmente olvidados. Amigos y enemi�gos saben perfectamente que la "alta traici�n" de Caillaux no fue sino un "accidente del trabajo". Uno de los varios accidentes del trabajo a que se hallan expuestas la vida y la fortuna de los pol�ticos.
NOTA:
* Publicado en Variedades, Lima, 4 de Abril de 1925.
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