OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL I |
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SUN YAT SEN*
La revoluci�n china ha perdido su m�s cons�picua figura. En los mayores episodios de su historia, ocup� Sun Yat Sen una posici�n emi�nente. Sun Yat Sen ha sido el leader, el con�dottiere, el animador m�ximo de una revoluci�n que ha sacudido a cuatrocientos millones de hombres. Perteneci� Sun Yat Sen a esa innumerable falange de estudiantes chinos que, nutridos de ideas democr�ticas y revolucionarias en las uni�versidades de la civilizaci�n occidental, se convir�tieron luego en din�micos y vehementes agitadores de su pueblo. El sino hist�rico de la China quiso que esta generaci�n de agitadores, educada en las univer�sidades norteamericanas y europeas, crease en el esc�ptico y aletargado pueblo chino un estado de �nimo nacionalista y revolucionario en el cual deb�a formarse una vigorosa voluntad de resis�tencia al imperialismo norteamericano y europeo. Forzada por la conquista, la China sali� de su clausura tradicional, para, luego, reentrar me�jor en s� misma. El contacto con el Occidente fue fecundo. La ciencia y la filosof�a occidenta�les no debilitaron ni relajaron el sentimiento na�cional chino. Al contrario, lo renovaron y lo rea�nimaron. La transfusi�n de ideas nuevas rejuve�neci� la vieja y narcotizada �nima china. La China sufr�a, en ese tiempo, los vej�menes y las expoliaciones de la conquista. Las potencias europeas se hab�an instalado en su terri�torio: El Jap�n se hab�a apresurado a reclamar su parte en el met�dico despojo. La revuelta boxer hab�a costado a la China la p�rdida de las �ltimas garant�as de su independencia pol�tica y econ�mica. Las finanzas de la naci�n se hallaban sometidas al control de las potencias extranjeras. La decr�pita dinast�a manch�, de otro lado, no pod�a oponer a la colonizaci�n de la China casi ninguna resistencia. No pod�a suscitar ni presidir un renacimiento de la energ�a nacional. Impotente, inv�lida, ante ninguna abdi�caci�n de la soberan�a nacional era ya capaz de retroceder. No la asist�an ni la adhesi�n ni la confianza populares. Exang�e, an�mica, extra�a al pueblo, vegetaba l�nguida y p�lidamente. Representaba s�lo una feudalidad moribunda, cu�yas ra�ces tradicionales aparec�an cada vez m�s envejecidas y socavadas. Las ideas nacionalistas y revolucionarias, difundidas por los estudiantes e intelectuales, en�contraron, por consiguiente, una atm�sfera fa�vorable. Sun Yat Sen y el partido Kuo-Ming-Tang promovieron una poderosa corriente republicana. La China se aprest� a adoptar la forma y las instituciones demo-liberales de la burgues�a europea y americana. No cab�a, absolutamente, en la China, la transformaci�n de la monarqu�a absolu�ta en una monarqu�a constitucional. Las bases de la dinast�a manch� estaban totalmente mina-das. Una nueva dinast�a no pod�a ser improvi�sada. Sun Yat Sen no propon�a, por consiguien�te, una utop�a. Hab�a que intentar, de hecho, la fundaci�n de una rep�blica, que no nacer�a, por supuesto, s�lidamente cimentada, pero que, a tra�v�s de las peripecias de un lento trabajo de afir�maci�n, encontrar�a al fin su equilibrio. Los acontecimientos dieron la raz�n a estas previ�siones. La dinast�a manch� se derrumb�, definitivamente, al primer embate recio de la revoluci�n. La insurrecci�n estall� en Wu Chang, capital de la provincia de Hu-Pei, el 10 de octubre de 1911. La monarqu�a no pudo defenderse. Fue procla�mada la rep�blica. Sun Yat Sen, jefe de la re�voluci�n, asumi� el poder. Pero Sun Yat Sen se dio cuenta de que su partido no estaba a�n maduro para el gobierno. La dinast�a hab�a sido f�cilmente vencida; pero los latifundistas, los tuchuns, los latifundistas del Norte conserva�ban sus posiciones. Las ideas liberales hab�an. fructificado y prosperado en el Sur donde la po�blaci�n, mucho m�s densa, se compon�a princi�palmente de peque�os burgueses. En el Norte do-minaba la gran propiedad. El partido Kuo-Ming-Tang no hab�a conseguido desarrollarse ah�. Sun Yat Sen dej� el gobierno a Yuan Shi Kay que, due�o de un antiguo prestigio de estadista experto, contaba con el apoyo de la clase conser�vadora y de los jefes militares. El gobierno de Yuan Shi Kay representaba un compromiso. Le tocaba desenvolver una pol�tica de conciliaci�n de los intereses capitalistas y feudales con las ideas democr�ticas y republicanas de la revolu�ci�n. Pero Yuan Shi Kay era un estadista del antiguo r�gimen. Un estadista esc�ptico: respecto a los probables resultados del experimento republicano. Adem�s, se apoder� pronto de �l la ambici�n de devenir emperador. Y en diciembre de 1915 crey� llegada la hora de realizar su pro�yecto. La restauraci�n result� precaria. El nue�vo imperio no dur� sino ochenta�tr�s d�as. El sentimiento revolucionario, que se manten�a vi�gilante, volvi� a imponerse. Abandonado por sus propios tenientes, Yuan Shi Kai tuvo que abdicar. Pero, a�o y medio despu�s, otra tentativa de restauraci�n mon�rquica puso en peligro la rep�blica. Y, vencida entonces, la reacci�n no ha desarmado hasta ahora. El mandarinismo, el feudalismo, que la revoluci�n no ha podido todav�a liquidar, han conspirado incesantemente contra el r�gimen democr�tico. Tampoco la re�voluci�n ha desmovilizado sus legiones. Sun Yat Sen ha seguido siendo, hasta su muerte, uno de sus animadores. En 1920, el conflicto entre las provincias del sur, dominadas por el partido Kuo-Ming-Tang y las provincias del norte dominadas por el par�tido An-Fu y por el caudillaje tuchun, produ�jo una secesi�n. Se constituy� en Cant�n un go�bierno independiente encabezado por Sun Yat Sen. Y este gobierno hizo de Cant�n una ciuda�dela de la agitaci�n nacionalista y revoluciona�ria. Conden� y rechaz� el pacto suscrito en Washington en 1921 por las grandes potencias con el objeto de fijar los l�mites de su acci�n en la China. Combati� todos los esfuerzos de la dictadura del Norte por someter la China a un r�gimen excesivamente centralista, contrario a las aspiraciones de autonom�a administrativa de las provincias. Contest� a la organizaci�n de un movimiento fascista, financiado por la alta bur�gues�a de Cant�n, con la movilizaci�n armada del proletariado. Educado en la escuela de la democracia, Sun Yat Sen supo, sin embargo, en su carrera po�l�tica, traspasar los limites de la ideolog�a libe�ral. Los mitos de la democracia (soberan�a po�pular, sufragio universal, etc.) no se ense�orearon de su inteligencia clara y fuerte de idealis�ta pr�ctico. La pol�tica imperialista de las gran-des potencias occidentales lo ilustr� plenamen�te respecto a la calidad de la justicia democr�tica. La revoluci�n rusa, finalmente, lo ilumin� sobre el sentido y el alcance de la crisis con-tempor�nea. Su agudo instinto revolucionario lo orient� hacia Rusia y sus hombres. Sun Yat Sen ve�a en Rusia la liberadora de los pueblos de Oriente. No pretendi� nunca repetir, mec�nicamente, en la China los experimentos europeos. Conformaba, ajustaba su acci�n revolucionaria a la realidad de su pa�s. Quer�a que en la China se cumpliese una revoluci�n china as� como en Rusia se cumple, desde hace siete a�os, una re�voluci�n rusa. Su conocimiento de la cultura y del pensamiento occidentales no desnacionaliza�ba, no desarraigaba su alma al mismo tiempo profundamente china y profundamente humana. Doctor de una universidad norteamericana, fren�te al imperialismo yanqui, frente al orgullo occi�dental, prefer�a sentirse solo un cool�. Sirvi� austera, abnegada y dignamente el ideal de su pueblo, de su generaci�n y de su �poca. Y a este ideal dio toda su capacidad y toda su vida.
NOTA:
* Publicado en Variedades, Lima, 28 de Marzo de 1925.
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