OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL I

   

  

EL FASCISMO Y EL MONARQUISMO EN ALEMANIA*

 

El proceso de Hitler y Luddendorf no es s�lo el proceso del fascismo b�varo. Es, sobre todo, el proceso de la segunda ofensiva monarquista y reaccionaria en Alemania. Esta segunda ofensiva ha sido, en apariencia, menos extensa y dram�tica que la primera. Kapp y Lutwitz consiguieron, en marzo de 1920, apoderarse de Berl�n. Impusieron a una parte de la naci�n alemana una dictadura de cuatro d�as. Fueron vencidos por la resistencia en�rgica y disciplinada de todos los elementos republicanos, coaligados en un compacto frente �nico. Hitler y Luddendorf, en noviembre de 1923, no llegaron, en cambio, a dominar Munich. Su tentativa �an�cdota de opereta, conjuraci�n de cervecer�a� abort� espont�neamente. La frustraron dos reaccionarios, dos monarquistas, Von Kahr y Von Lossow, con cuya cooperaci�n o neutralidad contaban los conjurados. Las audiencias de Munich han sido, con este motivo, una mon�tona querella de Hitler y Luddendorf contra Von Kahr y Von Lossow. 

Pero no se puede comprender ni juzgar la insurrecci�n de Munich escindi�ndola y aisl�ndola de los acontecimientos que la antecedieron y circundaron. Esa insurrecci�n constituy� el episodio final de un emocionante cap�tulo de la historia alemana inaugurado por la ocupaci�n del Ruhr. Fue el ep�logo de la batalla librada en Alemania durante tal per�odo, entre las fuerzas de la Revoluci�n y las fuerzas de la Reacci�n. 

La ocupaci�n del Ruhr cre� en Alemania un estado de �nimo agudamente nacionalista. Favoreci�, por consiguiente, el desarrollo de las facciones fascistas que, desde hac�a tiempo, excitaban contra la rep�blica alemana, y contra sus capitulaciones ante Francia, a los elementos accesibles a una propaganda jingoista y guerrera. La carest�a, el ch�mage, la escasez, la ruina del marco exasperaron, al mismo tiempo, la lucha de clases. Los comunistas trataron de empujar al proletariado a la Revoluci�n. 

Baviera era el foco de la agitaci�n reaccionaria y mon�rquica. Las derechas ten�an ah� el gobierno. Von Kahr ejerc�a el poder civil y Von Lossow el poder militar. A ambos les confiri� el gobierno imperial una autoridad extraordinaria y dictatorial. Y ambos la usaron, para rebelarse m�s de una vez contra el gobierno de Berl�n, acusado por las derechas b�varas de excesiva subordinaci�n a las influencias socialistas. El gobierno del imperio decret�, por ejemplo, la suspensi�n del diario de Hitler "Des Voelkische Beobachter", dedicado a una propaganda desembozadamente insurreccional. Kahr y Lossow desobedecieron esta orden. Mientras somet�an a los socialistas y comunistas b�varos a los rigores del estado de sitio, consent�an la actividad subversiva de Hitler que incitaba y organizaba a sus brigadas fascistas para la marcha sobre Berl�n. 

Turinghia y Sajonia, en tanto, eran dos focos contiguos de agitaci�n revolucionaria y comunista. El poder estaba en ambos Estados alemanes en manos de los obreros. Los antiguos ministerios social-democr�ticos fueron reemplazados por ministerios socialistas-comunistas. En Sajonia la cartera de gobierno fue entregada a un comunista. Y todos los ministros comunistas empezaron a usar sus posiciones en el gobierno como bases de operaciones revolucionarias. 

Alemania parec�a pr�xima a la guerra civil. Baviera clamaba contra la rebeli�n de Turinghia y Sajonia. Turinghia y Sajonia clamaban contra la desobediencia de Baviera. En Baviera se organizaba p�blicamente la reacci�n. En Turinghia y Sajonia se organizaba p�blicamente la revoluci�n. Prusia, social-democr�tica y centrista, decidi� entonces contener, ante todo, la ola comunista. El gobierno imperial de Berl�n someti� a Sajonia y Turinghia a la autoridad extraordinaria de un dictador militar. Y exigi� la destituci�n de los ministros comunistas. El partido comunista cont� sus fuerzas, compuls� sus probabilidades, amenaz� con la insurrecci�n. Pero solicit� in�tilmente la solidaridad de los socialistas. Y prefiri� replegarse, sin combatir, a sus posiciones defensivas. Juzg� inmadura la situaci�n para desencadenar una decisiva ofensiva revolucionaria. 

Hitler y Luddendorf, en tanto, vieron en la retirada comunista una coyuntura propicia para acometer la conquista de Alemania. Pensaron que, abortada la tentativa revolucionaria, nada obstruir�a el camino de una tentativa reaccionaria. Mas a sus planes se opon�an las rivalidades y las ambiciones que dividen en dos bandos a las derechas b�varas. Hitler y Luddendorf trabajan por la restauraci�n de un Hohenzollern en el trono del imperio. Von Kahr y sus secuaces aspiran a las sustituci�n de la dinast�a prusiana de los Hohenzollern por la dinast�a b�vara de los Wittelsbach. Su candidato es Rupprecht de Baviera. 

Hitler y Luddendorf han descubierto, en suma, la falta de cohesi�n en las derechas alemanas. El movimiento reaccionario alem�n carece a�n de unidad. Sus adherentes se reparten entre varias sectas y varios capitanes. El fascismo, en Baviera, se apoda demag�gicamente "partido nacional-socialista", y sigue como jefe a Hitler. En el resto de Alemania, la mayor facci�n reaccionaria es el partido pangermanista, uno de cuyos principales leaders es Helferich, parlamentario procesional. Los junkers, los terratenientes, se agrupan en este partido tradicional y agresivamente anti-semita. Los industriales se concentran en el partido populista, representando ahora en el gobierno por Stressemann, uno de sus estadistas de m�s jerarqu�a. De los rangos del partido populista no est�n proscritos los jud�os, ni de su programa, m�s o menos oportunista y flexible, que acepta la rep�blica sin renegar la monarqu�a, ni est�n excluidos los compromisos ni los pactos con la social-democracia. 

Las peripecias de la pol�tica alemana conducen a algunos de sus observadores a la adopci�n de un prejuicio vulgar. Se duda obstinadamente del republicanismo de los alemanes. Se les supone espiritual y org�nicamente conformados al dominio de un monarca militar. Alemania, sin embargo. es una de las naciones m�s educadas y adaptadas a la democracia. El fen�meno fascista y mon�rquico ha sido alimentado ah�, en gran parte, por las consecuencias del tratado de Versailles y de la pol�tica opresora y guerrera de Poincar�. Las facciones reaccionarias reclutan sus adeptos en la clase media afligida por los rigores de una miseria ins�lita, desprovista de una ideolog�a y de una consciencia y propensa, por ende, a la nostalgia del antiguo re gimen Adem�s, la amenaza creciente de la revoluci�n proletaria ha empujado a mucha gente incolora a una posici�n de extrema derecha. La polarizaci�n de las masas a derecha y a izquierda, en Alemania, como en los dem�s pa�ses de avanzado proceso revolucionario, se cumple a expensas de los partidos centristas. Y, con todo, las fuerzas del centro y de la demo�cracia son a�n en Alemania lo suficientemente numerosas para conservar el poder. El ministe�rio actual es un ministerio centrista. Y, aunque las balas nacionalistas han abatido a algunos de los m�s robustos leaders de la democracia. �Erzberger, Rathenau�, la mayor�a de la bur�gues�a alemana persiste todav�a en resistir a la revoluci�n con los sistemas sagaces de una pol�ti�ca oportunista y transaccional v no con los sistemas marciales de una pol�tica reaccionaria.

 


NOTA:

* Publicado en Variedades, Lima, 29 de Marzo de 1924