OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL I

   

  

LAS ELECCIONES ITALIANAS Y LA DECADENCIA DEL LIBERALISMO*

 

La hora es de fiesta para los fautores y admi�radores de Mussolini y las "camisas negras". Los filofascistas de todos los climas y todas las lati�tudes recogen, exultantes, los ecos fragmentarios de las elecciones italianas que, exultante tam�bi�n, les trae el cable. Aclaman estruendosa y delirantemente la victoria del fascismo. El j��bilo de los reaccionarios es natural y es l�cito. No hay inter�s en contrastarlo. No hay inter�s en remarcarlo siquiera. Pero ocurre qu� en este coro filofascista se mezclan y confunden con los secuaces de la reacci�n muchos adherentes de la democracia. Una buena parte del centro se asocia al regocijo de la derecha. Y esta actitud s� es acreedora de atenci�n y estudio. Sus ra�ces y sus or�genes son muy interesantes. 

El liberalismo y la democracia han renega�do, ante el fascismo, su teor�a y su praxis. Su capitulaci�n ha sido plena. Su apostas�a ha sido total. El liberalismo y la democracia se han dejado desalojar, dominar y absorber por el fas�cismo. El fascismo, en sus m�todos, en su programa y en su funci�n, es esencialmente anti�democr�tico. Los extremistas del fascismo propugnan abiertamente el absolutismo y la dictadura. Mussolini se ha apoderado del poder me�diante la violencia y ha anunciado su intenci�n de conservarlo sin cuidarse de la voluntad del parlamento ni del sufragio. Y los partidos de la democracia, sin embargo, no le han negado ni le han regateado casi su adhesi�n. Se han entregado incondicional y rendidamente al dictador. La mayor�a de la c�mara extinta era liberal-democr�tica. Mussolini la tuvo, no obstante esto, a sus �rdenes. Consigui� de ella los poderes extraordinarios que necesitaba para gobernar dictatorialmente, la sanci�n de los desmanes y desbordes de su pol�tica represora y reaccionaria y una ley electoral adecuada a la formaci�n de un parlamento fascista. Y obtuvo del liberalismo y de la democracia la misma obediencia en todas partes. La prensa liberal, seducida o asustada por los fascistas, cay�, poco a poco, en la m�s categ�rica retractaci�n de su ideario. Apenas si "Il Corriere della Sera" de Mil�n, "Il Mondo" de Roma y alg�n otro �rgano del liberalismo opusieron alguna resistencia al r�gimen fascista. 

La actitud de los liberales y dem�cratas de fuera de Italia coincide, pues, con la de los liberales y dem�cratas de dentro. El liberalismo y la democracia tienen el mismo gesto ante la fuerza y el bast�n fascistas, tanto si sufren como si no sufren la coacci�n de sus amenazas y de sus golpes. 

Las elecciones italianas, en verdad, significan, m�s que una derrota de la revoluci�n, una derrota del liberalismo y la democracia. Constituyen una fecha de su decadencia, un instante de su tramonto. Marcan una rendici�n expl�cita de los liberales italianos al fascismo. Los partidos liberal-democr�ticos han concurrido a estas elecciones uncidos mansa y resignadamente al carro de la dictadura fascista. Orlando, despu�s de algunas coqueter�as y reservas, ha figurado en la lista de candidatos ministeriales. Una parte de los dem�cratas cristianos ha desertado de las filas de Don Sturzo para enrolarse en las de Mussolini. Giolitti, con su s�lita astucia, ha querido diferenciar su candidatura de las del fascismo, present�ndose con sus amigos piamonteses en una lista independiente; pero ha hecho previas protestas de su confianza en el r�gimen fascista. La oposici�n liberal ha estado representada �nicamente por Bonomi, leader de un peque�o grupo reformista y Amendola, uno de los tenientes de Nitti. Nitti se ha abstenido de intervenir en las elecciones. 

La victoria fascista, aparece, pues, en primer lugar, como una consecuencia de la descomposici�n y la abdicaci�n del liberalismo. Los liberales italianos no s�lo no han sabido ni han querido distinguirse en las elecciones de los fascistas sino que, como �stos, se han uniformado de "camisa negra". Su proselitismo, por consiguiente, se ha desbandado o se ha confundida con el del r�gimen fascista. La mayor�a de aquellos electores antiguos habituales clientes de la democracia se ha sentido inclinada a dar su voto al fascismo. El liberalismo se ha presentado esta vez a sus ojos como una doctrina exang�e, superada, vacilante. 

Pero �ste no ha sido sino uno de los elementos de la victoria fascista, Otro elemento principal ha sido la nueva ley de elecciones. Las elecciones de 1919 y 1921 se efectuaron en Italia conforme al r�gimen proporcional. Este r�gimen asegura a cada partido en el parlamento una posici�n que refleja matem�ticamente su posici�n en la masa electora. El fascismo lo consider� contrario a sus intereses. Y, en la nueva ley electoral, torn� Italia al antiguo sistema, que garantiza a la mayor�a un predominio aplastante en el parlamento. 

Las elecciones, adem�s, se han realizado dentro de un ambiente preparado por varios a�os de coacci�n y de violencia. Antes de la "marcha a Ruma" los fascistas destruyeron una gran parte de las cooperativas, peri�dicos, sindicatos y dem�s instrumentos de propaganda socialista. Inaugurada su dictadura, usaron y abusaron de todos los resortes del poder para sofocar esa pro�paganda. El fascismo, por ejemplo, ha puesto la libertad de la prensa en manos de sus prefec�tos. La libertad de opini�n en general ha teni�do los l�mites que le han fijado el bast�n y el aceite de ricino abundantemente empleados por los fascistas contra sus adversarios. Mientras el fascismo ha movilizado para estas elecciones to�das sus fuerzas legales y extra-legales, la oposi�ci�n casi no ha dispuesto de medios de organi�zaci�n ni de propaganda. 

Por consiguiente, tiene mucho valor el hecho de que, en este per�odo de retirada y retroceso revolucionarios, los socialistas hayan conquistado sesenta y cinco asientos en la c�mara. (Veintis�is asientos han sido ganados por los socialistas maximalistas y diecisiete por los comunis�tas). Los tres partidos socialistas han alcanzado, en total, un mill�n cien mil votos. Trescientos mil de estos votos pertenecen a los comunistas que en la nueva c�mara tienen uno o dos puestos m�s que en la vieja. M�s disminuida que la representaci�n socialista ha salido la represen�taci�n cat�lica. Los socialistas, en conjunto, eran 136 en la c�mara vieja; son 65 en la c�mara nueva. Los cat�licos eran 109 en la c�mara vie�ja; en la c�mara nueva no son sino 39, Y los grupos liberal-democr�ticos no incorporados en el bloque ministerial han conquistado una repre�sentaci�n menor todav�a. Adem�s, tanto estos grupos como la democracia cristiana de Don Sturzo, no son verdaderos partidos de oposici�n. En la democracia cristiana, s�lo la fracci�n de izquierda Mauri-Miglioli tiene un tinte acentua�damente anti-fascista. 

Las fuerzas de la democracia y del liberalis�mo italianos resultan, as�, plegadas y rendidas al fascismo. Pero el fascismo se encuentra sometido al trabajo de digerirlas y asimilarlas. Y la absorci�n de los liberales y dem�cratas no es para los fascistas una funci�n f�cil ni Los fascistas, que en sus d�as de ardimiento demag�gico, proclamaban su prop�sito de desalojar radicalmente del gobierno a los pol�ticos del antiguo r�gimen, no se atreven ahora a prescindir de su colaboraci�n. Acontece, a este respecto, en Italia, algo de lo que acontece en Espa�a. La dictadura ha anunciado estruendosamente, en un principio, el ostracismo, la segregaci�n definitiva de los viejos pol�ticos; pero ha concluido, despu�s, por recurrir a los m�s fosilizados y arcaicos de ellos. Los fascistas, en las elecciones recientes, no han querido ni han podido formular una lista de candidatos neta y exclusivamente fascista. Han tenido que incluir entre sus candidatos a muchos liberales, dem�cratas y cat�licos. La lista vencedora es una lista ministerial; pero no es �ntegramente una lista fascista. Ciento veinte de los cuatrocientos diputados de la mayor�a fascista no est�n afiliados al fascismo. A todos estos diputados el fascismo les ha impuesto sus tesis reaccionarias; pero no puede incorporarlos en su cortejo sin adquirir y sin contagiarse de algunos de sus h�bitos mentales. La asimilaci�n de la burocracia liberal y democr�tica modificar� la estructura y la actitud del fascismo. Se advierte, desde hace alg�n tiempo, en el fascismo, la existencia de una tendencia acentuadamente revisionista. Esta tendencia ha sido, en los primeros momentos, excomulgada por el estado mayor fascista. Pero ha aparecido t�citamente amparada por el propio Mussolini. El caso de Massimo Rocca es el incidente m�s notorio de este proceso revisionista. Massimo Rocca, ex-anarquista, conspicuo teniente de Mussolini, public� algunos art�culos que preconizaban la vuelta a la legalidad y condenaban la persistencia en el fascismo de un humor beligerante y demag�gico. El directorio fascista censur� y expuls� del fascismo a Massimo Rocca; pero bajo la presi�n de Mussolini tuvo que reconsiderar su acuerdo. La tendencia revisionista, posteriormente, se ha acentuado. El fascismo tiende cada d�a m�s a adaptarse a las formas que antes quiso romper. Y si hoy exulta es, en parte, porque siente que estas elecciones legalizan, regularizan su ascensi�n al poder. Se habla, actualmente, de que el fascismo va cediendo el puesto al mussolinismo. Y de que el actual gobierno de Italia es m�s mussolinista que fascista. 

Este rumbo de la pol�tica fascista era fatal. El fascismo no es una doctrina; es un movimiento. Por m�s esfuerzos que ha hecho, no ha conseguido trazarse un programa ni una v�a netamente fascistas. No hay ni puede haber una ideario fascista. Los fascistas, naturalmente, creen que el fascismo contiene no s�lo una nueva concepci�n pol�tica sino hasta una nueva concepci�n filos�fica. (La marcha a Roma tiene para ellos una importancia c�smica). Mas una opini�n tan autorizada para el fascismo, como la de Benedetto Croce, se ha burlado exquisitamente de esa pretensi�n. Interrogado por un �rgano fascista "II Corriere Italiano", Benedetto Croce ha declarado: "En verdad, no me parece que se haya presentado hasta aqu� otra cosa que algunas vagas indicaciones de designios pol�ticos y de constituciones nuevas. Lo que existe es m�s bien la f�rmula gen�rica del Estado fascista y el deseo de llenarla con un contenido adecuado. Yo he o�do hablar del pensamiento nuevo, de la nueva filosof�a que estar�a impl�citamente contenida en el fascismo. Y bien, yo he tratado, por simple curiosidad intelectual, de deducir de los actos del fascismo la filosof�a o la tendencia filos�fica que, seg�n se dice, deber�an encerrar; y aunque yo tengo alg�n h�bito y alguna habilidad en estos an�lisis y estas s�ntesis l�gicas, en este arte de encontrar y formular principios, confieso que no he logrado mi objeto. Temo que esa filosof�a no exista y que no exista porque no puede existir". 

La dictadura fascista, por ende, tendr� una fisonom�a menos caracter�sticamente fascista cada d�a. Sostenida por la s�lida mayor�a parlamentaria que ha ganado en las elecciones �ltimas, adquirir� un perfil an�logo al de otras dictaduras de esta Italia de la Unidad y de la dinast�a de Saboya. Crispi, Pelloux, el propio G�olitti gobernaron Italia dictatorialmente. Sus dictaduras estuvieron desprovistas de todo gesto demag�gico y se conformaron con un rol y un car�cter burocr�ticos. Y bien, la dictadura de Mussolini, estruendosa, ret�rica, ol�mpica y d'annunziana en sus or�genes, como conviene en esta �poca tempestuosa, acabar� por contentarse con las modestas proporciones de una dictadura burocr�tica. Perder� poco a poco su �nfasis heroico y su acento �pico. Emplear� para conservar el poder los recursos y expedientes oportunistas de la vieja democracia. (Ya Mussolini ha invitado a colaborar en su gobierno a la Confederaci�n General del Trabajo y a los leaders reformistas). 

A las "camisas negras" les aguarda, en suma, la misma suerte que a las "camisas rojas" de Garibaldi. Dejar�n de ser una prenda de moda a�n entre los fascistas. Y su ocaso ser�, en verdad, el ocaso del fascismo. Porque este estrepitoso estremecimiento pol�tico no significa, realmente, para la Terza Italia, un cambio de doctrina sino apenas un cambio de camisa.

 


NOTA:

* Publicado en Variedades, Lima, 12 de Abril de 1924.