OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL I |
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LA ESCENA RUMANA*
Los libros del genial vagabundo Panait Istra�ti nos han revelado a Rumania. Nos han asoma�do a la llanura �spera por donde, mitad caballe�ros, mitad bandidos, galopan o vivaquean los haiducs. Nos han comunicado con el alma de un pueblo m�s oriental que europeo, permeado de sentimientos y de aromas asi�ticos. Pero la imagen de Rumania que las novelas o los rela�tos de Istrati nos ofrecen es la imagen de la vie�ja Rumania. De la vieja Rumania, medioeval, agraria, abrupta, que la crisis b�lica ha sacudi�do, mudado y turbado, profundamente. Rumania es uno de los pa�ses de Europa en los cuales la guerra ha abatido la feudalidad. En Rumania, la guerra ha inaugurado una era libe�ral y burguesa. Para decidir a las masas a la lucha contra Alemania, la burgues�a rumana les prometi� dos cosas: el reparto de tierras y el sufragio universal. El sufragio universal no les importaba mucho a los campesinos. Pero el re�parto de tierras s�. Por la posesi�n de la tierra, los campesinos rumanos hab�an insurgido muchas veces. La victoria aliada plante�, en t�rminos pe�rentorios, la cuesti�n. La revoluci�n rusa esti�mul� y robusteci� la reivindicaci�n campesina. En el territorio de la Besarabia, asignado por el tratado de paz a Rumania, los campesinos se apoderaron de hecho de las tierras. Sopl� en Ru�mania un viento revolucionario. Y asumi� el poder un gabinete, presidido por el general Averes�cu, apoyado en la masa agraria y en la peque�a burgues�a. Modificaron as� la estructura y la organiza�ci�n pol�ticas de Rumania, en los primeros a�os post-b�licos, la reforma agraria y la reforma cons�titucional, que en toda la historia de Occidente aparecen como una consecuencia natural de la econom�a capitalista. La aristocracia rumana que, como todas las aristocracias, ten�a en la propie�dad de la tierra la ra�z de su poder, sufri� un golpe mortal con la ley de fraccionamiento de los latifundios. La burgues�a urbana, usufructua�ria del sufragio universal, la desaloj� de sus po�siciones tradicionales en la pol�tica de Rumania. Esta transformaci�n pol�tica no fue el �nico fen�meno que acerc� a Rumania al Occidente. Otro fen�meno de no menor trascendencia en la occidentalizaci�n de Rumania trajo en su seno la paz. Rumania, en virtud del tratado de paz, vio duplicada su poblaci�n y duplicado su terri�torio. Los hacedores de la paz le. donaron la Be�sarabia, la Bukovina, la Transilvania, el Banat y otros territorios. Dentro de los nuevos confi�nes de Rumania dejaron encerradas numerosas y homog�neas minor�as nacionales. (Dos millones de h�ngaros. Quinientos mil austr�acos. Tres�cientos mil rutenos. Ciento setenta mil b�lga�ros. Setenta mil rusos). Los intereses internacionales de Rumania ex�perimentaron un vasto desplazamiento a conse�cuencia de estas anexiones. Rumania tuvo nece�sidad de celebrar pactos y acuerdos que la pre�cavieran, sobre todo, contra cualquier reivindi�caci�n rusa y h�ngara. La Entente emple� a Ru�mania para ahogar la revoluci�n h�ngara. Y, luego, la mantuvo apercibida para el combate contra Rusia. La solidaridad de intereses inter�nacionales de Checoeslovaquia, Yugoeslavia y Rumania anud� entre estas naciones un acuerdo que, posteriormente, aument� los v�nculos de Rumania con el Occidente. Por otra parte, la anexi�n de la Bukovina y la anexi�n de Siebeng�rgen incorporaron en Rumania, que hasta la guerra constituy� un pa�s agr�cola, regiones industriales que injertaron en la nueva composici�n del Estado las ideas y los impulsos peculiares al industrialismo. Esto es, los factores y los productos m�s caracter�sticos de la civilizaci�n occidental. La consolidaci�n de la Grande Rumania, como se llama el Estado rumano nacido de la conferencia de la paz, representa otro de los problemas de la paz. Rumania no ha tenido m�s fortuna que Yugoeslavia ni que Checoeslovaquia. No ha logrado todav�a asimilarse a las poblaciones al�genas. Los h�ngaros, los austr�acos y los rusos que el tratado de paz ha colocado dentro de Rumania, no conviven de buen grado con los rumanos. Rusia reivindica sus derechos sobre Besarabia. Y reclama un plebiscito que Rumania se niega obstinadamente a afrontar. El orden interno no es tampoco s�lido. Y se encuentra tambi�n bajo la influencia del problema de las minor�as nacionales. El gobierno de la nueva Rumania necesita, por ejemplo, tomar en cuenta las corrientes de opini�n, m�s o menos impregnadas de socialismo, de las regiones industriales anexadas. Y se ha hallado forzado a legalizar la expropiaci�n de las tierras efectuada en Besarabia por los campesinos al influjo de la revoluci�n rusa. Cualquier resistencia del gobierno rumano a sancionar esta expropiaci�n habr�a excitado en la poblaci�n de la Besarabia el sentimiento anti-rumano. La reforma agraria se ha cumplido menos radicalmente en el resto de Rumania. Pero el latifundismo ha quedado, de todos modos, herido de muerte. El primer lote de tierras repartidas entre los campesinos pobres ha sido de doscientas mil hect�reas. Estas tierras pertenec�an al Estado, a la corona y a los grandes propietarios. La indemnizaci�n pagada a sus due�os ha sido muy peque�a. Se ha calculado el valor de la propiedad agraria seg�n su r�dito en los a�os de 1914 a 1916. Mas, a consecuencia de la desvalorizaci�n de la moneda rumana, el monto de cada indemnizaci�n ha experimentado una serie de evaporaciones. El Estado abon�, adem�s, las indemnizaciones en t�tulos de deuda p�blica que hace pocos meses eran cotizados al 42 por ciento de su valor nominal. Los propietarios, de los fundos expropiados han conservado para s� una parte de su propiedad, fluctuante entre cien y quinientas hect�reas. Quinientas hect�reas es en Rumania, como en Checoeslovaquia, en virtud de la reforma agraria, el m�ximo de tierras que un agricultor tiene derecho a poseer. No gobiernan desde hace a�os en Rumania los representantes de las masas campesinas. El general Averescu no dur� en el poder sino los dos primeros a�os de la post-guerra. Le falt� energ�a creadora. Le falt� direcci�n ideol�gica. Perdi� en poco tiempo la fuerza popular que lo elev� al gobierno en 1918. Los elementos liberales y democr�ticos, encabezados por Juan y Vintila Bratiano y Take Jonesku, respectivamente, y apoyados en la burgues�a industrial y urbana, maniobraron diestramente hasta torpedear en las elecciones al Partido Popular acaudillado por Averescu. Desde entonces el poder est� en manos de los hermanos Bratiano. Un r�gimen dictatorial y burocr�tico, que ornamenta su pol�tica con frases democr�ticas y votos parlamentarios, rige los destinos del Estado rumano. Averescu es el leader de la oposici�n campesina peque�o-burguesa. Esta oposici�n acusa al gobierno liberal de haberse comportado en la cuesti�n agraria con un criterio de partido. Los terratenientes liberales han sido especialmente indemnizados o amparados contra las expropiaciones. La reforma agraria, despu�s del primer impulso, se ha empantanado. Pero nada de esto disminuye sustancialmente el inter�s de la escena rumana. Se ha realizado ah� una de las m�s extensas transformaciones de la propiedad agraria operadas en la Europa central y oriental. Rumania no ha encontrado a�n su equilibrio definitivo. Mas ha dejado de ser para siempre la feudal y vieja Rumania pre-b�lica de los inmensos latifundios y de los barones omnipotentes.
NOTA:
* Publicado en Variedades, Lima, 5 de Setiembre de 1925
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