OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL I

   

  

ROMANONES Y EL FRENTE CONSTITUCIONAL EN ESPA�A*

 

La escena pol�tica espa�ola se reanima poco a poco. El Conde de Romanones trabaja por unir a los grupos constitucionales en un frente �nico m�s o menos un�nime. El fin del Direc�torio parece pr�ximo. El debate pol�tico obtie�ne de la censura un rigor m�s el�stico. El mon�logo de la "Gaceta", no acapara ya toda la aten�ci�n p�blica. Los pol�ticos del "viejo r�gimen", despu�s de un largo per�odo de cazurro silen�cio, pasan a las ofensiva. Se aprestan a distri�buirse equitativamente la herencia del Directorio.

El golpe de estado de Primo de Rivera no los sac� de quicio. Los partidos constituciona�les no encontraron prudente ni oportuno en ese instante resistir a la dictadura. El Rey ampara�ba con su autoridad a los generales que la ejer�c�an. Hab�a que esperar, por consiguiente, que el experimento reaccionario y absolutista se cumpliese. Conven�a aguardar una hora m�s pro�picia para la defensa de la Constituci�n y del Parlamento. Los partidos constitucionales no sent�an, por el momento, ninguna urgente nos�talgia de la Libertad. Aceptaban, transitoriamen�te, su ostracismo.

Pero, a medida que se constataba el fraca�so del Directorio, a medida que el humor del Rey daba se�ales de embarazo y de inquietud, la nostalgia de la Libertad y de la Constituci�n se ense�ore� en el �nimo de los partidos constitucionales. El esp�ritu de los pol�ticos del "viejo r�gimen" se ilumin� de improviso. La pol�tica del Directorio se revelaba impotente y est�lida. Luego, era tiempo de declararla mala. Esta declaraci�n, sin embargo, deb�a ser formulada con un poco de precauci�n. Por ejemplo, en una carta privada que la indiscreci�n del Directorio se encargar�a de descubrir y denunciar al p�blico. Don Antonio Maura emple�, con escaso �xito, este medio. El Conde de Romanones pens� entonces que, sin renunciar a ninguna de las reservas aconsejadas por el tacto y la prudencia, era el caso de utilizar contra el Directorio un instrumento p�blico.

En esta atm�sfera se incub� su libro Las Responsabilidades del Antiguo R�gimen, en el cual el Conde se limita a una ponderada defensa de los estadistas de la Restauraci�n o, mejor dicho, de los estadistas que han gobernado a Espa�a de 1875 a 1923. Libro, pues, no de ataque, sino apenas de contra-ataque. A la requisitoria ac�rrima y destemplada del Directorio contra la vieja pol�tica, sus ideas y sus hombres, no responde con una requisitoria contra la Reacci�n y sus generales. Libro de defensa lo llama en el prologo el Conde de Romanones. "Nadie espere �advierte� encontrar en este libro ni disonancias ni estridencias; no me he propuesto contestar a unos agravios con otros, ni siquiera llamar cap�tulo de responsabilidades a quienes deben aceptar buena parte de las que graciosamente arrojan sobre los dem�s". Acerca del Directorio, el Conde de Romanones se contenta con el augurio de que d�a llegar� en que su libro admita una segunda parte. "Al examen de la obra y de las responsabilidades de ayer seguir� el examen de la obra y de las responsabilidades de hoy".

En un grueso volumen, el Conde de Romanones hace una magra defensa del "antiguo r�gimen". Con la estad�stica en la mano, explica como Espa�a, en cincuenta a�os, ha progresado remarcablemente. La agricultura, la industria, la miner�a, la banca, se han desarrollado. Los negocios prosperan. (La palabra del Conde de Romanones, ping�e capitalista, es a este respecto digna de todo cr�dito). La poblaci�n del reino ha aumentado considerablemente. Y no porque los espa�oles sean m�s prol�ficos que antes �el aumento depende de una menor mortalidad� sino porque viven en mejores condiciones higi�nicas. Es cierto que la prosperidad de Espa�a no puede absorber ni alimentar a esta sobre- poblaci�n; pero tal desequilibrio encuentra en la emigraci�n un remedio autom�tico. Espa�a ha perdido en los �ltimos cincuenta a�os casi todos los restos de su poder colonial. El Conde de Romanones se ve obligado a constatar. Mas se consuela con la satisfacci�n de que Espa�a, instalada en el consejo de la Sociedad de las Naciones, se encontraba en 1922 menos aislada que en 1875.

En materia de pol�tica interna, el Conde tiene motivos para mostrarse menos optimista respecto a los resultados de medio siglo de beata monarqu�a constitucional. No puede hablar, apoy�ndose en datos estad�sticos y en hechos hist�ricos, de un extraordinario progreso democr�tico. La democracia no ha echado ra�ces en Espa�a. El leader liberal lo reconoce melanc�licamente. Un hecho hist�rico de filiaci�n inequ�voca �la dictadura de Primo de Rivera� desvanece toda ilusi�n sobre la realidad de la democracia espa�ola. Malgrado su inagotable optimismo, el Conde de Romanones tiene que conformarse con esta pobre realidad que, desgraciadamente, no puede ser contradicha, o atenuada al menos, por la estad�stica. Observa con tristeza que "antes se mor�a por la libertad, por ella se afrontaban persecuciones, mientras que hoy... hoy los nietos de aquellos que murieron o estuvieron dispuestos a morir por la libertad, nie�gan esa libertad". La crisis de la libertad �una de las crisis contempor�neas� consterna al Conde. Un viejo y ortodoxo liberal no puede ex�plic�rsela. Le resulta absolutamente inasequible e impenetrable la idea de que la libertad no es el mito de esta �poca. O, mas bien, de que la libertad tiene ahora otro nombre. La libertad jacobina y mon�rquica del conde millonario no es, ciertamente, la libertad del Cuarto Estado. Al proletariado socialista no le interesa demasiado la libertad cara al Conde de Romanones. El Conde piensa que "un pueblo que permanece insensible ante la negaci�n de su Estatuto funda-mental y de las garant�as m�s esenciales para su derecho y su vida, es un pueblo que no puede ofrecer apoyo alguno al gobierno para em�prender una obra de aliento". Pero este es un mero error de perspectiva hist�rica. Las muche�dumbres contempor�neas, insensibles a su Esta�tuto fundamental, m�s insensibles todav�a al verbo del Conde Romanones, no creen ya que el r�gimen mon�rquico-constitucional-parlamen�tario les asegura las "garant�as esenciales para su derecho y su vida". Hacia la reivindicaci�n de otras garant�as, que no son las que bastan al Conde de Romanones, se mueven hoy las masas.

El propio conde, por otra parte, se muestra dispuesto a sacrificar pr�cticamente muchos de los principios de su liberalismo. Propugna ac�tualmente la formaci�n de un frente �nico cons�titucional. En este frente �nico se confundir�an y se amalgamar�an liberales y conservadores de todos los matices. Confusi�n y amalgama que ya se ha ensayado y practicado otras veces en Espa�a en servicio de las mismas institucio�nes: monarqu�a y parlamento. Confusi�n y amal�gama que, en estos tiempos, no constituyen ade�m�s la conciliaci�n de dos t�rminos antit�ticos y contrarios. Los t�rminos liberalismo y conservadorismo han perdido su antiguo sentido hist�rico. Entre liberales y conservadores no existe hoy ninguna diferencia insuperable. La pol�tica de los liberales no se distingue fundamentalmente de la pol�tica de los conservadores. Ante la cuesti�n social, conservadores y liberales tienen casi la misma posici�n y el mismo gesto. El Conde de Romanones lo admite en va�rias p�ginas de su libro al constatar que la reforma social no ha marchado en Espa�a m�s a prisa bajo los gobiernos liberales que bajo los gobiernos conservadores. Puede agregarse que te�ricamente los liberales se encuentran a veces m�s embarazados que los conservadores pa�ra una pol�tica de reforma social. Sus ideas inindividualistas les impiden, frecuentemente, adaptarse a la concepci�n "intervencionista" del Estado.

El Conde de Romanones da, en cambio, en el blanco cuando dispara el vano y absurdo empe��o de los hombres del Directorio de crear, con el t�tulo de Uni�n Patri�tica y sobre una ca�ti�ca base, un partido nuevo. "Intentar substituir �escribe� los antiguos partidos por otros im�puestos de arriba a abajo, es contra naturale�za, es una monstruosidad pol�tica y social, que emp��ese quien se empe�e, no fructificar�. Porque los partidos tienen su biolog�a, que no depen�de de los caprichos de los hombres ni de las arbitrariedades de los gobernantes. Y la primera ley reguladora de esa biolog�a, es que nacen y crecen de abajo arriba".

No es posible, sin embargo, que Romanones se persuada de que los viejos partidos est�n, m�s o menos, en el mismo caso. Sus ra�ces his�t�ricas se han envejecido, se han secado. Ha de�jado de alimentarlas el "humus" del suelo. El Conde de Romanones no ignora, probablemente, estas cosas; pero necesita, de todos modos, ne�garlas. Y de ah� que invite a todos los grupos constitucionales a la reconquista del gobierno bajo la bandera de la Constituci�n y la Monar�qu�a. Puesto que la Espa�a nueva no est� a�n madura, la Espa�a vieja reinvindica su derecho a la vida y al poder. El panfleto antimon�rquico de Blasco Ib��ez conviene a los fines de los po�l�ticos y los partidos que se turnaban hasta 1923 en el gobierno de Espa�a. El inocuo y literario republicanismo de Blasco Ib��ez llega a tiempo para probar la irrealidad del peligro republica�no; pero llega a tiempo tambi�n para intimar a la Monarqu�a la vuelta a la Constituci�n. Los liberales y los dem�cratas espa�oles se compla�cen de esta ocasi�n de ofrecer al Rey y de com�prometerse a no pedirle cuentas por el golpe de Estado de setiembre. El intermezzo desp�tico, militar y reaccionario del Directorio ser�, en su recuerdo, una alegre aventura, una escapada noc�turna de un Rey un poco truh�n y un poco bohemio.

Acaso por esto, m�s que por la censura, Ro�manones y el frente constitucional no manifies�tan mucha agresividad contra el Directorio. El Directorio, despu�s de todo, como anot� en otro art�culo, no es sino un episodio, una an�cdota de la "vieja pol�tica". Los cincuenta a�os de pol�tica y administraci�n mediocres, que el Con�de Romanones revista en su libro, tienen en el Directorio su fruto m�s genuino. El golpe de Estado de setiembre ha germinado en la entra��a de la "vieja pol�tica". Ni el "antiguo r�gi�men" puede renegar al Directorio. Ni el Direc�torio puede renegar al "antiguo r�gimen". El fren�te constitucional tiene, en el fondo, ante los pro�blemas de Espa�a, la misma actitud que Pri�mo de Rivera y sus generales. Romanones no propone ninguna soluci�n nueva, ning�n remedio radical. El programa del frente constitucional es s�lo un programa negativo. Se dirige a una meta asaz modesta: la restauraci�n de la Restauraci�n. En esta receta simplista parece condensarse y agotarse todo el ideal, todo el impulso y toda la doctrina de los leaders del r�gimen constitucional.

 


 

NOTA:

 

* Publicado en Variedades, Lima, 14 de. Marzo de 1925