OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL II |
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EL MOVIMIENTO SOCIALISTA EN EL JAPON*
Poco nos interesamos en Sud Am�rica por el Oriente y su nueva historia. Ya he tenido opor�tunidad de observarlo a prop�sito de la China. Ahora debo repetirlo a prop�sito del Jap�n. El Per� que, por su proceso hist�rico y su situa�ci�n geogr�fica, ha recibido sucesivos contingen�tes de inmigraci�n amarilla, necesita particularmente, sin embargo, conocer mejor lo que en Europa se llama el Extremo Oriente. El Jap�n moderno, sobre todo, reclama nuestra atenci�n, porque nos ofrece el ejemplo de un pueblo capaz de asimilar plenamente la civilizaci�n occiden�tal sin perder su propio car�cter ni abdicar su propio esp�ritu. El Jap�n �seg�n Felicien Challaye, uno de los hombres de estudio europeos que m�s dominan y entienden sus problemas� "se ha euro�peizado para resistir mejor a Europa y para continuar siendo japon�s". Este concepto es exacto, como juicio sobre la evoluci�n del Ja�p�n de la feudalidad al capitalismo. El verda�dero esp�ritu nacional, en el Jap�n como en los dem�s pueblos orientales en los que se ha ope�rado an�loga europeizaci�n, ha estado represen�tado no por los impotentes y rom�nticos hiero�fantes de la tradici�n, sino por los elementos di�n�micos y progresistas que la han enriquecido y renovado con la experiencia occidental. La revoluci�n liberal y burguesa en el Jap�n se inspir� en las ideas y los hechos de Occiden�te. Para salir de la incomunicaci�n en que hab�a querido mantenerse hasta la mitad del si�glo diecinueve, el Jap�n tuvo que abandonar a la vez que su voluntario enclaustramiento, sus envejecidas y anquilosadas instituciones. El vie�jo r�gimen result� incompatible con el trato de las naciones occidentales. Y el Jap�n compren�di� que, mientras no pod�a renunciar al comer�cio y la relaci�n con el Occidente sin peligro de ser conquistado marcialmente por sus naciones de presa, pod�a muy bien renunciar a las formas pol�ticas y sociales que estorbaban su de�sarrollo. Abatida la feudalidad por la revoluci�n de 1868, el Jap�n entr� en una edad de activo cre�cimiento capitalista. Durante los �ltimos dece�nios del siglo diecinueve, la formaci�n de la gran industria transform� radicalmente la es�tructura de la econom�a y la sociedad japone�sas. Es notoria la rapidez con que se ha cum�plido en el Jap�n este proceso de industrializa�ci�n que lo ha convertido en una gran potencia en s�lo cincuenta a�os. El Jap�n era, antes de su revoluci�n, un pueblo de campesinos, artesanos y comerciantes �en lo que concierne a la composici�n de su clase productora�. El proce�so del desarrollo del capitalismo y el industria�lismo ha mudado totalmente su panorama so�cial. La gran industria ha creado un numeroso proletariado industrial, en el cual prontamente han prendido las ideas socialistas. El acontecimiento sustantivo de la historia del Jap�n moderno es el surgimiento o la apa�rici�n del socialismo que, del mismo modo que en otra �poca el capitalismo, no se presenta en ese pa�s como la arbitraria importaci�n de una doctrina ex�tica sino como una expresi�n natu�ral y una etapa l�gica de su propia evoluci�n hist�rica. El socialismo, en el Jap�n, como el todas partes, ha nacido en las f�bricas. Sus primeros int�rpretes han sido intelectuales. Si se recuerda que los intelectuales fueron tambi�n los primeros profetas y agentes de h revoluci�n liberal y burguesa de 1868, se constata que la "inteligencia" japonesa acusa una especial sensibilidad hist�rica. No se comporta acad�micamente, como una guardia pasiva de la tradici�n y del orden, sino, creadoramente, co�mo una avanzada vigilante y alerta de reforma y progreso. La c�tedra universitaria ha sido una de las tribunas del socialismo en el Jap�n. A un catedr�tico, el doctor Fukuda, de la Universidad de Keio, le debe el Jap�n la traducci�n de las obras de Karl Marx y a dos escritores, Sakai Yoshihiko y Yamkawa Nitoshi, un libro de 1,500 p�ginas, fruto de diez a�os de trabajo, sobre la vida del profeta del socialismo moderno. (Don Miguel de Unamuno, refiri�ndose a algunas apreciaciones m�as sobre su juicio del marxis�mo en su libro La Agon�a del Cristianismo, me escribe precis�ndolo y aclar�ndolo: "S�, en Marx hab�a un profeta; no era un profesor"). Pero los actores primarios, los creadores sus�tantivos del socialismo japon�s no han pertene�cido naturalmente al tipo del intelectual de ga�binete. Han sido hombres de acci�n que a una inteligencia l�cida han unido un car�cter heroi�co. Los mayores l�deres del socialismo japon�s, Sakai, Kotoku y Katayama �figuras mundiales los tres� no pueden ser catalogados como sim�ples intelectuales. Su relieve hist�rico depende de su contextura de h�roes y ap�stoles. Sakai, escritor vigoroso, de s�lida cultura marxista, fue hasta su muerte en 1923, el jefe reconocido del socialismo japon�s. Escribi�, en�tre otros libros, una Historia del Jap�n en que, como en toda su obra, aplic� el m�todo del materialismo hist�rico a la interpretaci�n de los problemas y hechos de su pa�s. En 1923, cuando la oleada reaccionaria aprovech� en el Jap�n del terremoto de Tokio y Yokohama para atacar brutalmente al movimiento socialista, Sakai muri� asesinado por agentes de la polic�a. (La misma suerte sufrieron el sindicalista Osugi y su familia). Kotoku represent� en la historia del socialismo japon�s el esp�ritu y la doctrina kropotkinianos. Traductor de libros de Kropotkin, se pronunci� por su comunismo an�rquico. Sin embargo, con seguro instinto de la situaci�n, trabaj� mancomunadamente con Sakai. Ambos l�deres expusieron sus ideas primero en el "Yorozu Choho" y despu�s en el "Heimin Shimbun". Acusado en 1910 de complotar contra la vida del Emperador, fue condenado a muerte con veinticuatro procesados m�s. Su ejecuci�n provoc� en�rgica protesta en Occidente. Todos los partidos socialistas, todas las federaciones obreras, todas las conciencias libres del mundo, condenaron a los jueces de Kotoku. Katayama, antiguo y valiente propagandista y organizador, de larga actuaci�n sindicalista, figura desde la guerra ruso-japonesa en la escena internacional. La corriente revolucionaria lo reconoce como su fiduciario, mientras la corriente reformista obedece como jefe a Bundzi-Sudzuki. La gran industria no predomina a�n en la econom�a japonesa. La mayor�a de la poblaci�n est� compuesta hasta ahora de campesinos, artesanos y pescadores. Pero la industria, acrecentada e impulsada por la guerra, imprime su fisonom�a y su car�cter a la urbe, hogar y crisol de la conciencia nacional. El proletariado industrial, ya en gran parte organizado, es en el Jap�n la fuerza del porvenir. Por otra parte, la concentraci�n de la propiedad agraria, antes completamente fraccionada, est� formando un proletariado rural, en el que se propaga gradualmente un sentimiento clasista. El socialismo, finalmente, recluta gran canti�dad de adeptos en la juventud universitaria, en cuya mente la palabra de muchos maestros de verdad puso a tiempo su fecunda semilla.
NOTA: * Publicado en Variedades, Lima, 8 de Enero de 1927.
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