OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL II |
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POL�TICA INGLESA*
La pol�tica inglesa, a primera vista, parece un mar en calma. El gobierno de Baldwin dispone de la s�lida mayor�a parlamentaria, ganada por el partido conservador hace poco m�s de un a�o. �Qu� puede amenazar su vida? Inglaterra es el pa�s del parlamentarismo y de la evoluci�n. Es�tas consideraciones deciden f�cilmente al espec�tador lejano de la situaci�n pol�tica inglesa a de�clararla segura y estable. Pero a poco que se ahonde en la realidad in�glesa se descubre que el orden conservador pre�sidido por Baldwin, reposa sobre bases mucho menos firmes de lo que se supone. Bajo la apa�rente quietud de la superficie parlamentaria, ma�dura en la Gran Breta�a una crisis profunda. El gobierno de Baldwin tiene ante s� problemas que no consienten una pol�tica tranquila. Problemas que, por el contrario, exigen una soluci�n osada y que, en consecuencia, pueden comprometer la posici�n electoral del partido conservador. Si Inglaterra no se mantuviera a�n dentro del cauce democr�tico y parlamentario, el partido conservador podr�a afrontar estos problemas con su propio criterio pol�tico y program�tico, sin preocuparse demasiado de las ondulaciones po�sibles de la opini�n. Pero en la Gran Breta�a a un gobierno no le basta la mayor�a del parlamen�to. Esta mayor�a debe sentirse, a su vez, m�s � menos cierta de seguir representando a la ma�yor�a del electorado. Cuando se trata de adoptar una decisi�n de suma trascendencia para el imperio, el gobierno no consulta a la c�mara; consulta al pa�s convocando a elecciones. Un gobierno que no se condujese as� en Inglaterra, no ser�a un gobierno de cl�sico tipo parlamentario. El �ltimo caso de este g�nero est� muy pr�ximo. Como bien se recordar�, en 1923 los conservadores estaban, cual ahora, en el poder. Y estaban, sobre todo, en mayor�a en el parlamento. Sin embargo, para decidir si el Imperio deb�a o no optar por una orientaci�n proteccionista, �combatidos por los liberales y los laboristas en el parlamento�, tuvieron que apelar al pa�s. El fallo del electorado les fue adverso. No habiendo dado a ning�n partido la mayor�a, la elecci�n produjo el experimento laborista. Ahora, por segunda vez, la crisis econ�mica de la post-guerra puede causar el naufragio de un ministerio conservador. El escollo no es ya el problema de las tarifas aduaneras sino el problema de las minas de carb�n. Esto es, de nuevo un problema econ�mico. La cuesti�n minera de Inglaterra es asaz conocida en sus rasgos sustantivos. Todos saben que la industria del carb�n atraviesa en Inglaterra una crisis penosa. Los industriales pretenden resolverla a expensas de los obreros. Se empe�an en reducir los salarios. Pero los obreros no aceptan la reducci�n: En defensa de la integridad de sus salarios, est�n resueltos a dar una extrema batalla. No hay quien no recuerde que hace pocos meses este conflicto adquiri� una tremenda tensi�n. Los obreros acordaron la huelga. Y el gobierno de Baldwin s�lo consigui� evitarla concediendo a los industriales un subsidio para el mantenimiento de los salarios por el tiempo que se juzgaba suficiente para buscar y hallar una soluci�n. El problema, por tanto subsiste en toda su gravedad. El gobierno de Baldwin firm�, para conjurar la huelga, una letra cuyo vencimiento se acerca. Una comisi�n especial estudia el problema que no puede ser solucionado por medios ordinarios. El Partido Laborista propugna la nacionalizaci�n de las minas. El Partido Conservador parece que, constre�ido por la realidad, se inclina a aceptar una f�rmula de semi-estadizaci�n que, por supuesto, los liberales juzgan excesiva y los laboristas insuficiente. Y, por consiguiente, no es improbable que los conservadores se vean, como para las tarifas aduaneras, en el caso de reclamar un voto neto de la mayor�a electoral. No es ligera la responsabilidad de una medida que significar�a un paso hacia la nacionalizaci�n de una industria sobre la cual reposa la econom�a brit�nica. Y ya no caben, sin definitivo desmedro de la posici�n del gobierno conservador, recursos y maniobras dilatorias. La amenaza de la huelga est� ah�. El gobierno que hace poco, para ahorrar a Inglaterra, el paro, se resolvi� a sacrificar millones de esterlinas, conoce bien su magnitud. Y la ondulante masa neutra que decide siempre el resultado de las elecciones, y que en las elecciones de diciembre de 1924 dio la mayor�a a los conservadores, no puede perdonarle un fracaso en este terreno. El partido conservador venci� en esas elecciones por la mayor confianza que inspiraba a la burgues�a y a la peque�a burgues�a su capacidad y su programa de defensa del orden social. Y una huelga minera ser�a una batalla revolucionaria. �C�mo! �protestar�a la capa gris o media del electorado ante un paro y sus consecuencias�. �Es �sta la paz social que los conservadores nos prometieron en los comicios? Baldwin y sus tenientes se sentir�an muy embargados para responder. Estas dificultades �y en general todas las que genera la crisis econ�mica o industrial� tienen de muy mal humor a los conservadores de extrema derecha. Toda esta gente se declara partidaria de una ofensiva de estilo fascista contra el proletariado. No obstante la diferencia de clima y de lugar, la gesta de Mussolini y los "camisas negras" tiene en Inglaterra, la tierra cl�sica del liberalismo, exasperados e incandescentes admiradores que, simpl�sticamente, piensan que el remedio de todos los complejos males del Imperio puede estar en el uso de la cachiporra y el aceite de ricino. Los conservadores ultra�stas, llamados los die-hards, acusan a Baldwin de temporizador. Denuncian la propagaci�n del esp�ritu revolucionario en los rangos del Labour Party. Reclaman una pol�tica de implacable represi�n y persecuci�n del comunismo, cuyos agitadores y propagandistas deben, a su juicio, ser puestos fuera de la ley. Sostienen que la crisis industrial depende del retraimiento de los capitales por miedo a una bancarrota del antiguo orden social. Recuerdan que el partido conservador debi� en parte su �ltima victoria electoral a las garant�as que ofrec�a contra el "peligro comunista" pat�ticamente invocado por el conservantismo, en la v�spera de elecciones, con una falsa carta de Zinoviev en la mano crispada. La exacerbada y delirante vociferaci�n de los die-hards ha conseguido, no hace mucho, de la justicia de Inglaterra, la condena de un grupo de comunistas a varios meses de prisi�n. Condena en la que Inglaterra ha renegado una parte de su liberalismo tradicional. Pero los die-hards no se contentan de tan poca cosa. Quieren una pol�tica absoluta y categ�ricamente reaccionaria. Y aqu� est� otro de los fermentos de la crisis que, bajo una apariencia de calma, como conviene al estilo de la pol�tica brit�nica, est� madurando en Inglaterra.
NOTA: * Publicado en Variedades, Lima, 13 de Febrero de 1926.
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