OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL III

 

       

LA DERROTA DE LOS CONSERVADORES EN INGLATERRA*

 

El Labour Party ha logrado, en las �ltimas elecciones, la revancha que pacientemente preparaba desde que el Partido Conservador, ganando con el auxilio del falso documento de Zinoviev una mayor�a, puso t�rmino en Noviembre de 1924, al breve experimento del primer ministerio laborista. Los laboristas, en esas elecciones, no obtuvieron menor n�mero de votos que en las de Abril del mismo a�o. Perdieron puestos por la concentraci�n de los votos de la burgues�a, antes divididos entre dos partidos, a favor de los candidatos conservadores, en todos los distritos electorales donde no hab�a otro medio de hacer frente a los candidatos laboristas; pero, num�ricamente, su electorado aument�, continuando, por consiguiente, el partido su ascensi�n en la estad�stica eleccionaria de la Gran Breta�a. Y mayor derrota sufri�, sin duda, en tal ocasi�n, el Partido Liberal que, como consecuencia de un fen�meno de polarizaci�n de la burgues�a y la peque�a burgues�a brit�nicas alrededor de la bandera conservadora, perd�a definitivamente su rol tradicional en el parlamento y la pol�tica inglesas. Mas, el Labour Party, en noviembre de 1924, no hab�a ido a las elecciones simplemente para mantener y acrecentar sus posiciones

eleccionarias, sino para ganar la mayo r�a. Y el electorado concedi� esta mayor�a a los conservadores, asegur�ndoles cinco a�os de gobierno s�lidamente garantizados contra la agitaci�n parlamentaria. El Labour Party, en minor�a en el parlamento por el voto adverso de los liberales, hab�a consultado al pa�s si contaba o no con su confianza para continuar en el poder, con efectiva facultad de administrar. Y la ma�yor�a hab�a respondido votando por los conser�vadores.

Sin duda, el Labour Party hab�a llegado al poder prematura y accidentalmente. La primera votaci�n de 1924 no hab�a dado la mayor�a a' los laboristas, sino la hab�a negado a todos los par�tidos, y en primer lugar al que ejerc�a el poder, el conservador. Aunque los conservadores rete�n�an el primer lugar en el parlamento, el escru�tinio significaba la censura. Los laboristas, que por primera vez ocupaban el segundo lugar en el parlamento, fueron llamados, conforme a la pr�ctica inglesa, a constituir el gobierno. Pero los laboristas no pod�an mantenerse en el po�der, sin los votos de los liberales. La duraci�n del experimento gubernamental del Labour Par�ty, depend�a del consenso parlamentario de un partido de principios diversos e intereses pro�pios, poco dispuesto a admitir que el desplazamiento de las fuerzas electorales tuviese un ca�r�cter definitivo, propenso a intentar de nuevo la prueba electoral, dirigido por un pol�tico esencialmente oportunista como Lloyd George de humor un tanto vers�til y afici�n un tanto aventurera. Lloyd George y su hueste parlamen�taria en servicio de sus propios principios e in�tereses, sostuvieron el ministerio laborista el tiempo necesario para que, con asuntos de or�dinaria administraci�n, resolviera la cuesti�n del presupuesto. El criterio hacendario del laboris�mo coincid�a en este asunto con el de los libe�rales. Todos los factores eran adversos a la pro�longaci�n del experimento laborista. El mismo Labour Party no ten�a motivos para sentirse muy seguro y c�modo en el poder, antes de ha�ber confirmado su avance en una nueva votaci�n.

Durante los cinco a�os de administraci�n conservadora transcurridos desde entonces, el Labour Party no ha llegado a adoptar una nueva l�nea pol�tica, decidida y segura. El personal de intelectuales y funcionarios que sigue a Mac Donald y Thomas, ha desenvuelto su actividad bajo el influjo de dos opuestas preocupaciones: la de ganarse a las capas fluctuantes del electorado, reacias a suscribir un programa insuficientemente evolucionista y brit�nico; y la de anular los efectos de la cr�tica de los elementos de izquierda del partido en las masas obreras, cuyos intereses de clase reclaman del laborismo una direcci�n m�s expl�citamente antiburguesa y proletaria. Los l�deres laboristas, obsecuentes a un criterio electoral y parlamentario, han tendido a hacer las mayores concesiones a la primera imprecisa y aleatoria clientela. Pero, esta estrategia, por una parte compromet�a la unidad de acci�n y doctrina del Labour Party, con el engrosamiento de la corriente Cox-Maxton y la justificaci�n de sus cargos contra el grupo dirigente y por otra parte, disminu�a la energ�a combativa del laborismo y sus medios morales y program�ticos de agitar vigorosamente a la opini�n media, resolvi�ndola a un cambio. El Labour Party se presentaba casi asustado de la gravedad de sus objetivos y de la trascendencia de sus principios. Y no era �ste, ciertamente, el mejor modo de infundir al pueblo confianza en su 'voluntad y aptitud de solucionar los problemas vitales de Inglaterra. La concurrencia de un pol�tico tan diestro como Lloyd George en el arte de impresionar a la opini�n, resultaba, no obstante la visible decadencia te�rica y pr�ctica del liberalismo, singularmente inoportuna.

La estruendosa derrota sufrida por el Partido Conservador, a pesar de todas estas circunstancias, demuestra la evidencia absoluta del fracaso de la pol�tica de Baldwin. Los laboristas no han necesitado sino insistir en la mediocridad gubernamental de los conservadores frente a la crisis econ�mica e industrial de la Gran Breta�a, para afirmarse como partido de oposici�n pronto para confrontar, con mejor �xito, las dificultades del gobierno. Cinco a�os de administraci�n, han debilitado al Partido Conservador, con m�s eficacia quiz� que el crecimiento natural y la madurez hist�rica del partido del proletariado. La crisis de la industria y el comercio ingleses, que causa la desocupaci�n de mill�n y medio de hombres, onerosa y enervante para el fisco y la producci�n, se ha manifestado superior a la t�cnica conservadora. La crisis de la econom�a brit�nica es una crisis de capitalismo; y es l�gico que la autoridad y el cr�dito de las fuerzas y teor�as de gobierno de este sistema se resientan con su prolongamiento y complicaciones. El pueblo ingl�s empieza a desconfiar de la eficiencia pol�tica y administrativa del capitalismo. No es tiempo todav�a de que conceda un cr�dito firme al socialismo. Pero se inclina ya a favorecer el ensayo de sus m�todos, muy atenuados por supuesto, en la so luci�n de los problemas nacionales. Los l�deres reformistas del Labour Party han hecho, adem�s, muy poco por conseguir un consenso m�s decidido para la pol�tica socialista.

El Partido Liberal sale, por segunda vez, de las elecciones, reducido a un elemento de equilibrio y de combinaci�n. Est� en la situaci�n adjetiva, secundaria, del Partido Laborista, antes de que entrara en su mayor edad, con la diferencia de que se encuentra en ella por envejecimiento. El tiempo no trabaja a su favor, como en el caso del Labour Party, cuando, vivo aun en Inglaterra el sistema bipartito, la juventud del laborismo significaba por s� sola una esperanza. Baldwin ha experimentado una gran derrota; pero Lloyd George no ha experimentado una derrota menor.

A los liberales les toca votar en el nuevo parlamento contra Baldwin. No ser�an coherentes de otro modo con su campa�a eleccionaria. El Labour Party reasumir� el poder. �Qu� actitud tomar�n entonces los liberales? Una inmediata disoluci�n del parlamento, una segunda consul�ta al sufragio universal, no ser�a, por ning�n motivo, favorable a los liberales. Lloyd George y su facci�n afrontar�an la prueba con menos elementos que nunca. La lucha ser�a un duelo entre laboristas y conservadores. A los liberales no les interesa precipitar ese duelo.

Las izquierdas recobran, en Europa, con el triunfo del Labour Party, el terreno que han pa�recido perder incesantemente desde que comen�z� con una fuerte marejada reaccionaria, el ac�tual per�odo de estabilizaci�n capitalista. Des�pu�s de cinco a�os de pol�tica conservadora. In�glaterra retorna, con m�s convicci�n que en 1924, al experimento laborista. Muy pronto sabremos a qu� atenernos respecto a la duraci�n y alcan�ces de este segundo tiempo de reforma.

 

 


NOTAS:

* Publicado en Variedades, Lima, 5 de Junio de 1929.