OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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HISTORIA DE LA CRISIS MUNDIAL |
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DECIMA PRIMERA CONFERENCIA1 LOS PROBLEMAS ECONOMICOS DE LA PAZ NUESTRO tema de hoy, son los problemas econ�micos de la paz: reparaciones, d�ficits fiscales, deudas interaliadas, desocupaci�n, cambio. Es�tos problemas son aspectos diversos d� una mis�ma cuesti�n: la decadencia del r�gimen capita�lista apresurada por la guerra La guerra ha des�truido una cantidad ingente de riqueza social. Los gastos de la guerra se calculan en un bill�n trescientos mil millones de francos oro. Adem�s la guerra ha dejado otras herencias tr�gicas: millones de inv�lidos, millones de tuberculosos, millones de viudas y hu�rfanos, a los cuales los Estados europeos deben asistencia y protecci�n; ciudades, territorios, f�bricas y minas devastadas que los Estados europeos tienen que reconstruir. A todas estas obligaciones econ�micas Europa podr�a hacer frente, aunque no sin grandes difi�cultades, si la guerra no hubiera disminuido exor�bitantemente su capacidad de producci�n, su capacidad de trabajo. Pero la guerra ha causado la muerte de diez millones de hombres y la in�validez de otros tantos. El capital humano de Eu�ropa ha disminuido, pues, considerablemente. Eu�ropa dispone hoy de muchos millones menos de brazos productores que antes de la guerra. Ade�m�s, en la Europa central la guerra ha causado la desnutrici�n, la sub-alimentaci�n de la pobla�ci�n trabajadora. Esta desnutrici�n, consecuencia de largas privaciones alimenticias, ha reducido la productividad, la vitalidad de la poblaci�n de la Europa central. Un hombre enfermo o d�bil, produce menos, trabaja menos, que un hombre sano y vigoroso. Asimismo, un pueblo mal alimentado, extenuado por una serie de hambres y miserias, produce mucho menos, trabaja mu�cho menos que un pueblo bien nutrido. Europa se encuentra en la necesidad de pro�ducir m�s y de consumir menos que antes de la guerra para ahorrar anualmente la cantidad co�rrespondiente al pago de las deudas dejadas por la guerra; y se encuentra, al mismo tiempo, en la imposibilidad de aumentar su producci�n y casi en la imposibilidad de disminuir su consu�mo, Porque las importaciones de Europa no son importaciones de art�culos de lujo, de art�culos industriales, sino importaciones d� art�culos ali�menticios, carne, trigo, grasa indispensables a la nutrici�n de sus poblaciones, o de materias pri�mas, metales, algod�n, maderas indispensables a la actividad de sus f�bricas y de sus industrias. Para el aumento de la poblaci�n existe, ade�m�s, un obst�culo insuperable: el agravamiento de la lucha de clases, la intensificaci�n de la gue�rra social. Las clases trabajadoras no quieren co�laborar a la reconstrucci�n del r�gimen capitalis�ta. Antes bien, una parte de ellas, la que marcha con la Tercera Internacional trata de conquistar definitivamente el poder y de poner fin al r�gi�men capitalista. Luego, por razones pol�ticas o por razones econ�micas, las huelgas, los obstruc�cionismos, los lock-ouf,2 se suceden aqu� y all�. Y estas interrupciones completas o parciales del trabajo impiden no s�lo el aumento de la pro�ducci�n sino tambi�n el mantenimiento de la producci�n normal. Los estadistas europeos que preconizan una pol�tica de reconstrucci�n econ�mica de Europa tienden, por esto, a una tregua, a un tratado de paz entre el capitalismo y el pro�letariado. Quieren un entendimiento, un acuerdo, una transacci�n, m�s o menos duradera, entre el capital y el trabajo. Pera, �cu�les podr�an ser las bases, las condiciones de esta transacci�n, de este acuerdo? Tendr�an que ser, necesariamente, la ra�tificaci�n y el desarrollo de las conquistas del pro�letariado: jornada de ocho horas, seguros sociales, etc.; la extirpaci�n de las especulaciones que encarecen la vida; salarios altos en relaci�n con �l costo de �sta; control de las f�bricas; la na�cionalizaci�n de las minas y las florestas. En una palabra, la colaboraci�n del proletaria�do no podr�a ser adquirida sino mediante la acep�taci�n del programa m�nimo de las clases tra�bajadoras. A esta transacci�n se oponen los in�tereses de los grandes capitanes de la industria y de la banca, de los Stinnes, de los Tyissen, de los Loucheur, y, sobre todo, de la nube de espe�culadores que prospera a la sombra. Y se oponen tambi�n la voluntad de las masas maximalistas, adherentes a la Tercera Internacional, que aspi�ran a la destrucci�n final del r�gimen capitalista y rechazan, por consiguiente, la hip�tesis de que el proletariado concurra y colabore a su restau�raci�n y a su convalecencia. Adem�s, es dudoso que, simult�neamente, se pueda conseguir la re�construcci�n de la riqueza social destruida y el mejoramiento del tenor de vida del proletariado. Es probable, m�s bien, que por mucho que la producci�n crezca, por mucho que las ganancias de Europa aumenten, no den lo bastante para atender al pago de las deudas y al bienestar de los trabajadores. El socialismo m�s que un r�gi�men de producci�n es un r�gimen de distribu�ci�n. Y los problemas actuales del capitalismo son problemas de producci�n m�s que problemas de distribuci�n. �C�mo podr�, pues, el r�gimen capitalista aceptar y actuar el programa m�nimo del proletariado? He ah� la dificultad sustancial de la situaci�n, ante la cual se desconciertan to�dos los economistas. Algunos estadistas europeos, Lloyd George, en�de ellos, acarician una intenci�n audaz, un plan atrevido. Piensan que no es posible salvar el r�gimen capitalista sino a condici�n de conceder un poco de bienestar a los trabajadores. Piensa que este poco de bienestar debe serles concedido, en parte a costa, de los capitalistas. Pero que los sacrificios de los capitalistas no bastar�n paras mejorar considerablemente la vida de los traba�jadores. Y que hay que buscar por consiguiente otros recursos. Estos recursos que no es posible encontrar en Europa, que no es posible encontrar en las na�ciones capitalistas, es posible a su juicio encon�trarlos, en cambio, en Africa, en Asia, en Am�rica, en las naciones coloniales. �Qui�nes insurgen, qui�nes se rebelan contra el r�gimen capitalista? Los trabajadores, los pro�letarios de los pueblos pertenecientes a la civili�zaci�n capitalista, a la civilizaci�n occidental. La guerra social, la lucha de clases, es aguda, es culminante en Europa, es menor en los Estados Unidos, es menor a�n en Sudam�rica; pero en los pa�ses correspondientes a otras civilizaciones no existe casi, o existe bajo otras formas atenuadas y elementales. Luego, se trata de reorganizar y ensanchar la explotaci�n econ�mica de los pa�ses coloniales, de los pa�ses incompletamente evo�lucionados, de los pa�ses primitivos de Africa, Asia, Am�rica, Ocean�a y de la misma Europa. Se trata de esclavizar las poblaciones atrasa�das a las poblaciones evolucionadas de la civili�zaci�n occidental. Se trata de que el bracero de Ocean�a, de Am�rica, de Asia o de Africa pague el mayor confort, el mayor bienestar, la mayor holgura del obrero europeo o americano. Se tra�ta de que el bracero colonial produzca a bajo precio la materia prima que el obrero europeo transforma en manufactura y que consuma abun�dantemente esta manufactura. Se trata de que aquella parte menos civilizada de la humanidad trabaje para la parte m�s civilizada. As� se espera, no solucionar definitivamente la lucha social, porque la lucha social existir� mientras exista el salario, sino atenuar la lucha social, aplazar su crisis definitiva, postergar su �ltimo cap�tulo. Las generaciones humanas son ego�stas. Y la actual generaci�n capitalista se preocupa m�s de su propia suerte que de la suer�te del r�gimen capitalista. Despu�s de nosotros, el diluvio se dicen a s� mismos. Pero su plan de reorganizar cient�ficamente la explotaci�n de los pa�ses coloniales, de transformarlos en sus sol�ci�tos proveedores de materias primas y en sus so�l�citos consumidores de art�culos manufactura�dos, tropieza con una dificultad hist�rica. Esos pa�ses coloniales se agitan por conquistar su in dependencia nacional. El Oriente hind� se rebela contra el dominio europeo. El Egipto, la India, Persia, despiertan. La Rusia de los Soviets fomenta estas insurrecciones nacionalistas para atacar al capitalismo europeo en sus colonias. La independencia nacional de los pa�ses coloniales estorbar�a su explotaci�n met�dica. Sin disponer de un protectorado o de un mandato sobr� los pa�ses coloniales, Europa no puede imponerles con entera facilidad, la entrega de sus materias primas o la absorci�n de sus manufacturas. Un pa�s pol�ticamente independiente puede ser econ�micamente colonial. Estos pa�ses sudamericanos, por ejemplo, pol�ticamente independientes, son econ�micamente coloniales. Nuestros hacendados, nuestros mineros son vasallos, son tributarios de los trusts capitalistas europeos. Un algodonero nuestro, por ejemplo, no es en buena cuenta sino un yanac�n de los grandes industriales ingleses o norteamericanos que gobiernan el mercado de algod�n. Europa puede, pues, acordar a los pa�ses coloniales la soberan�a pol�tica, sin que estos pa�ses se independicen, por esto, pol�ticamente; Pero, actualmente Europa necesita perfeccionar en vasta escala la explotaci�n econ�mica de esas colonias. Y necesita, por tanto, manejarlas a su antojo, disponer de la mayor agilidad y libertad de acci�n sobre ellas. Reservo para la conferencia en que me, ocupar� de los problemas coloniales y de las cuestiones de Oriente el examen detenido de este aspecto de la crisis mundial. Ahora no quiero sino se�alar su vinculaci�n con la crisis econ�mica de Europa. Veamos r�pidamente en qu� consisten cada uno de los problemas econ�micos de la paz. Principiemos por el problema de las reparaciones. �Qu� son las reparaciones? Las reparaciones son las indemnizaciones que Alemania, en virtud del tratado de paz, debe pagar a los aliados. El tratado de paz de Versalles obliga a Alemania a pagar el cesto de los territorios devastados de Francia, B�lgica e Italia, y el monto de las pensiones de los inv�lidos de guerra, de las viudas y de los hu�rfanos aliados. Cuando se firm� la paz, los aliados, especialmente Francia, cre�an que Alemania podr�a pagar una indemnizaci�n fabulosa. Poco a poco, a medida que se conoci� la verdadera situaci�n de Alemania, la suma de la indemnizaci�n se fue reduciendo. En 1919, Lord Cunliffe, hablaba de una anualidad de 28,000 millones de marcos de oro; en 1919, en setiembre, Mr. Klotz indicaba 18,000 millones; en abril de 1921 la Comisi�n de Reparaciones reclamaba poco m�s de 8,000 millones; en mayo de 1921, el acuerdo aliado fijaba 4,600 millones. Este acuerdo de Londres establece en 138 mil millones el total de la indemnizaci�n debida por Alemania a los aliados. Esta suma parec�a entonces el m�nimo que los aliados pod�an exigir. Posteriormente ha comprobado la experiencia que esa misma suma era exagerada. Actualmente se considera imposible que Alemania logre pagar una suma mayor de treinta o cuarenta mil millones de marcos oro. Alemania ha ofrecido a los aliados como un m�ximum la cantidad de treinta mil millones. Pero Francia se ha negado a discutir siquiera estas propiedades o proposiciones que ha declarado irrisorias y temerarias. Con el pretexto del incumplimiento por Alemania, de las condiciones del acuerdo de Londres, Francia ha ocupado la regi�n del Rhur que es la m�s rica regi�n industrial y carbon�fera de Alemania. El pretexto espec�fico ha sido la impuntualidad y la deficiencia de las entregas del carb�n que Alemania, conforme al Tratado, tiene la obligaci�n de hacer a Francia. Ahora bien. Efectivamente Alemania hab�a empezado a suministrar a Francia, carb�n, pero en cantidad menor de la que estaba forzada a consignarle. Pero desde que Francia se ha instalado en el Rhur ha extra�do de esa regi�n menos carb�n todav�a, que el que Alemania le proporcionaba voluntariamente. Francia ha calificado siempre la ocupaci�n del Rhur como la toma de una prenda productiva. Ha dicho: �Qu� hace un acreedor cuando su deudor no cumple con pagarle? Pone intervenci�n en su negocio; le embarga uno de sus bienes para explotarlo hasta que la deuda qued� cancelada. Pero en este caso, el Rhur es para Francia no s�lo una prenda improductiva sino, por el contrario, gravosa. El mantenimiento de las tro�pas del ej�rcito administrativo destacadas por Francia en el Rhur para gobernar �sa, Constitu�ye un gasto formidable. Te�ricamente el pago de ese gasto corresponde a Alemania; pero pr�cti�camente Francia necesita extraer de su erario las cantidades precisas para satisfacerlo. Y es que, positivamente, los pol�ticos que gobiernan actual�mente Francia no quieren sinceramente que Ale�mania pague, sino que Alemania no pague, a fin de tener as� un pretexto para desmembrarla y mutilarla. Tienen la pesadilla de que Alemania resurja, de que Alemania se reconstruya, y aspi�ran a librarse de esta pesadilla aniquil�ndola. Pero, como ya he dicho y, he tenido la oportuni�dad de explicar, la ruina econ�mica de Alemania causar�a la ruina econ�mica de la Europa conti�nental. El organismo econ�mico de Europa es dema�siado solidario para que pueda soportar el que�brantamiento de Alemania que es uno de los �rganos m�s vitales. Vemos as� que la guerra que trajo como consecuencia la ca�da del marco alem�n ocasion� una depreciaci�n del franco fran�c�s. Y este es un fen�meno claro. El cr�dito de Francia depende en parte de la solvencia de Alemania. Para que el mecanismo de la producci�n euro�pea recupere su ritmo normal es indispensable que Alemania recobre su funcionamiento tran�quilo. Y la pol�tica de Francia respecto a Ale�mania tiende, contrariamente a esta necesidad, a desmenuzar a Alemania. Muchos banqueros, economistas y peritos aliados han comprobado la imposibilidad de que Alemania pague una in�demnizaci�n exagerada. Sus argumentos son l�gicos. Se podr�a sacar de Alemania una gran cantidad de dinero si se le devolviesen sus antiguos instrumentos de comercio; sus colonias, sus mercados extranjeros; su flota mercante; si se le consintiese incrementar infinitamente su producci�n industrial; si se le facilitase la venta de esta producci�n al extranjero. Y estas franquicias son imposibles. Imposibles porque a la industria de Inglaterra, de Francia y de Italia no les convie�ne esta Competencia de la industria alemana. Im�posible porque Francia no puede tolerar, por re�cibir de Alemania algunos o muchos millones de francos, que Alemania resurja m�s potente, m�s vigorosa que nunca. Si las potencias vencedoras, si Francia, si Ita�lia no consigue nivelar su presupuesto ni pagar sus deudas, es absurdo suponer que una potencia vencida pueda no s�lo regularizar sus finanzas sino adem�s llenar los bolsillos de los vencedores. La imposibilidad de que Alemania pague est�, pues, documentadamente demostrada. Sin embar�go, Francia insiste en que Alemania debe pagar, y en que debe pagar millares de millones, porque as� dispone de un pretexto para castigarla, para desmembrarla, para quitarle sus m�s ricos territorios. La reorganizaci�n de Europa seg�n los t�cnicos, no es posible sino a condici�n de que se inaugure una pol�tica de solidaridad, de colabora�ci�n entre los pa�ses europeos. De aqu� la impor�tancia del problema de las reparaciones que ene�mista y aleja a Alemania y a Francia, a las dos naciones m�s importantes de la Europa conti�nental. El gobierno de Francia, cuando se le pone delante los peligros que constituye para el por�venir europeo este conflicto franco-alem�n, res�ponde que no es justo que Alemania sea exone�rada de todo pago, mientras que Francia sigue obligada a pagar a EE. UU. sus deudas de guerra. Francia dice: que Inglaterra y EE. UU. nos perdonen nuestras deudas si quieren que seamos generosos y blandos con Alemania. Llegamos as� a otro problema econ�mico de la paz. Al problema de las deudas interaliadas �n�timamente ligado al problema de las reparaciones.
NOTA:
1
Pronunciada el viernes 14 de setiembre de 1923 en el local de la Federaci�n
de Estudiantes (Palacio de la Ex�posici�n). La
Cr�nica del lunes 17 de setiembre del mismo a�o public� su
acostumbrada nota period�stica. 2 Huelga de patronos mediante el cierre de sus f�bricas.
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