OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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IDEOLOG�A Y POLITICA |
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LA AN�CDOTA LABORISTA[1]
Como en el Per� no deben faltar nunca las caricaturas y las parodias, -sobre todo cuando se hacen protestas de rabioso nacionalismo-, la flora pol�tica nacional exhibe desde hace poco un sedicente Partido Laborista. Este Partido, que ambiciona nada menos que a representar pol�ticamente a la clase obrera, tiene su origen en elementos de peque�a burgues�a, de tipo burocr�tico y constitucional, y muestra en sus confusos documentos unas veces la m�s extravagante concepci�n y, otras veces, la m�s criolla ignorancia del Socialismo, a�n modestamente, atenuado aquello que es posible designar con la palabra "laborismo". El Partido Laborista o del Trabajo, que en Inglaterra y otros pa�ses, ha surgido como un natural movimiento pol�tico de los gremios o sindicatos obreros, en el Per� pretende brotar artificialmente de una tertulia de empleados cesantes o jubilados, que como todos los peque�os burgueses del mundo se sienten portadores de alguna buena e infalible receta social y pol�tica. Desde su organizaci�n hasta su lenguaje, el presunto Partido Laborista del Per� -absoluta mente extra�o a las masas obreras que aspiran a representar- acusa resabios de cacerismo y burocracia. Tiene un jefe nato, en vez de un presidente o un secretario general, como cualquier partido democr�tico, aunque no es la consecuencia de un fen�meno de caudillaje, sino algo mucho menos serio (pero no menos criollo). La doctrina pol�tica y econ�mica del nov�simo "partido" es una colecci�n de curiosas chirigotas, cuando no se reduce a un rosario de inocuos y gastados lugares comunes. As�, ante los conflictos entre el Capital y el Trabajo no se manifiesta entusiasta por el arbitraje, porque la taumat�rgica acci�n de este partido se propone suprimir esos conflictos. �C�mo? �Se trata, acaso, de un partido revolucionario, que mira a la abolici�n de las clases? Absolutamente no. El partido laborista denuncia como perniciosas, disolventes y diab�licas las ideas revolucionarias. Pero se imagina suprimir los conflictos entre capital y el trabajo, con patriarcales y razonables aunque asm�ticos, consejos a obreros y patrones. Algunos manifiestos redactados en estilo de recurso o petici�n a alguno de los poderes p�blicos, -capaces de entusiasmar sin embargo a una asamblea de "indefinidos" o "cesantes', y a algunos comparsas reclutados en el artesanado mutualista-, bastan para resolver alegremente la cuesti�n social. Discretos y medidos subsidios de la burgues�a y un poca de m�sica de "cachimbos", har�an en resto. Para que nada falte a la salsa criolla de este suceso pol�tico, sucede que son dos los grupos que se disputan el derecho a llamarse "partido laborista". De un lado, est�n el jefe nato y sus adeptos; de otro lado los "laboristas" de todos los tiempos; el electo de la Confederaci�n de Artesanos y de otros centros representativos del mismo g�nero. El asunto, por fortuna, pertenece a la cr�nica: no a la historia, y desde el punto de vista folkl�rico est� por debajo de cualquier tondero o "resbalosa". NOTA: 1 Publicado en �labor�, N� 3, p�g. 2. Lima 8 de diciembre de 1928.
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