OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

IDEOLOG�A Y POLITICA

 

LA PROPAGANDA MUTUALISTA[1]

 

El se�or Ricardo Tiz�n y Bueno, Secretario General de la Asociaci�n para el Fomento de la Mutualidad en el Per�, instalada el 6 de enero �ltimo, considera susceptibles de rectificaci�n, o al menos de r�plica, en nuestras propias columnas, las apreciaciones que hicimos en el n�mero anterior de "LABOR" sobre los verdaderos alcances de la maniobra mutualista.

En la discusi�n a que el se�or Tiz�n y Bueno nos invita, ni �l ni nosotros corremos el riesgo de aceptar conclusiones: opuestas a las que, respectivamente, sustentamos. Nuestra oposici�n no es contingente ni depende de una mala inteli�gencia sobre hechos o m�todos. Representamos a intereses y teor�as inconciliables: el se�or. Tiz�n y Bueno trabaja por la burgues�a; nosotros: por el socialismo. Nosotros tenemos la ventaja de una posici�n definida y franca, mientras el se�or Tiz�n, consecuente con la pol�tica tradicional de la burgues�a; tiende al equivoco, presentando su acci�n como inspirada en el inter�s p�blico, en el progreso social, en cualquiera de los mitos usados por los predicadores de la armon�a o la conciliaci�n de las clases. Pero al mismo se�or Tiz�n el conflicto entre nuestros puntos de vista tiene que mostrarse irreductible.

La declaraci�n m�s importante que, en cuanto concierne a los hechos, contiene la carta del se�or Tiz�n y Bueno es la de que la propaganda mutualista que �l preside no objeta ni discute la independencia ni la primac�a de la organizaci�n sindical. El se�or Tiz�n invoca el caso de la f�brica de "La Victoria", de la cual es gerente, donde la caja mutual se ha constituido anexa al sindicato. Los sindicatos, los obreros en general, tomar�n, sin duda, nota de esta declaraci�n que hasta ahora no hable sido incluida en las plataformas de la nov�sima Asociaci�n, cuyo esfuerzo, seg�n palabras del se�or Tiz�n que citamos en nuestro n�mero anterior, tom�ndolas de la p�gina de propaganda de la Sociedad Nacional de Industrias, parec�a dirigido en un sentido impl�citamente excluyente de la acci�n aut�noma, clasista, del proletariado.

No obstante, insistimos en que en las miras de la propaganda mutualista entra, inevitablemente, la de desviar a los obreros de en propia v�a, econ�mica y pol�tica, para prolongar sobre su organizaci�n, deliberadamente detenida en una fase embrionaria y en un tipo comp�sito, la tutela de la clase patronal. De otro modo, a pesar de los testimonios que aparentemente sufragan las protestas del se�or Tiz�n, no se comprende el empe�o en propagar un tipo de organizaci�n que, como el mismo secretario y l�der de la Asociaci�n para el fomento de la Mutualidad en el Per� lo reconoce, no corresponde al avance ni a la t�cnica institucional de la �poca, y que dentro de su mediocr�sima aptitud para prosperar espont�neamente en nuestro pa�s, ha dado ya todos sus frutos. Si la mutualidad no aspira sino a desarrollarse anexa a los sindicatos, y si el proletariado de las f�bricas, por elemental necesidad defensiva, se orienta hacia la organizaci�n sindical; no hay sino que reconocer a esta organizaci�n las garant�as a que tiene derecho. La clase obrera, -en la medida en que se respete el derecho de asociaci�n que la Constituci�n establece, y que como no ignora probablemente el se�or Tiz�n y Bueno es pr�cticamente nulo en las grandes negociaciones agr�colas y mineras-, encontrar� por s� misma los medios de constituir sus cajas mutuales, sus cooperativas, sus bibliotecas, etc.

El se�or Tiz�n y Bueno no nos puede acompa�ar en nuestras apreciaciones sobre el car�cter de las sociedades mutuales en el Per�, aunque no responde tampoco, a las afirmaciones precisas que hemos hecho, y en que nos ratificamos, sobre el servilismo con que las camarillas representativas de esas sociedades, sin el consenso expreso en la mayor�a de los casos de sus representados, han rebajado el nombre y la funci�n pol�tica de la clase obrera, present�ndola lacayescamente como la "claque" de todos los partidos y todos los gobiernos. Este es, sin embargo, un aspecto del cual no se puede prescindir al considerar, desde puntos de vista clasistas, la tendencia de ese mutualismo amarillo y cortesano. Sobre todo cuando, de otro lado, como no tiene inconveniente en admitirlo el se�or Tiz�n, desde el punto de vista de la organizaci�n t�cnica, moderna, de la mutualidad, la acci�n de esas instituciones ha sido nula.

Que la mutualidad haya sido en los pa�ses avanzados la instituci�n que ha antecedido a los seguros sociales, no es un motivo para que se considere inevitable y necesario recorrer �ntegramente esa etapa antes de llegar a la instituci�n moderna y pr�ctica de los seguros. La prueba del mutualismo en el Per�, por otra parte, est� ya hecha, como est� hecha la prueba de la pseudo democracia liberal. Y ya hemos visto todo lo que pod�a dar de s� normalmente.

Las buenas intenciones, el idealismo del se�or Tiz�n y Bueno no viene a cuento. Como buenas intenciones, como idealismos burgueses, no tenemos ning�n repar� que hacerles. Pero, hist�ricamente, las reivindicaciones econ�micas y pol�ticas del socialismo van contra los ideales e intereses capitalistas, aunque reserv�ndose, en servicio del progreso y la civilizaci�n, el derecho de aprovechar sus adquisiciones t�cnicas y materiales.

Esta es una cosa de que el se�or Tiz�n y Bueno con su sagacidad doblada para el caso de bonhom�a, no puede dejar de darse cuenta.


NOTA: 

1 R�plica de �Labor", N� 6, p�g. 7, febrero de 1929, a la carta del se�or Ricardo Tiz�n y Bueno en la que pretende rectificar las apreciaciones contenidas en el art�culo "Verdaderos alcances de la propaganda mutualista�. Nota de los Editores.