OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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IDEOLOG�A Y POLITICA |
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NOTA POL�MICA A "EL CONFLICTO
MINERO"
No necesito casi declarar mi desacuerdo con la tesis que saca C�sar Falc�n de este balance del conflicto minero. Pero debo, de toda suerte, contestar enseguida sus proposiciones. Por muchos t�tulos, el pensamiento de Falc�n tiene tribuna propia en esta revista. No recordar� el que nace de nuestra antigua y fraterna amistad. Falc�n y yo somos, casi desde las primeras jornadas de nuestra experiencia period�stica, combatientes de la misma batalla hist�rica. Adem�s, su sinceridad absoluta, su fina y sagaz inteligencia, y, sobre todo, su autonom�a de todo inter�s de clan o de casta, le dan derecho a ser o�do por los hombres de esp�ritu renovador, hasta cuando el criticismo, que lo caracteriza un poco como intelectual, lo conduce a las m�s bizarras y audaces especulaciones teor�ticas. No he fundado "Amauta" para imponer un programa ni un criterio sino para elaborarlos, con el aporte de todos los hombres dignos de participar en esta empresa. Esta es una revista de debate doctrinal y de definici�n ideol�gica que se propone allegar y ordenar los elementos de un ideario m�s bien que de un programa. Traigo mis puntos de vista -ya bastante notorios, pues no disimulo ni escamoteo mi posici�n- pero quiero confrontarlos con los puntos de vista afines o pr�ximos. El cuadro que Falc�n nos ofrece del conflicto minero es un cuadro objetivo. Pero no lo son sus conclusiones. Falc�n, despu�s de encontrar insuficientemente demostrada por los obreros la capacidad del Estado para administrar las minas, acaba proclamando la necesidad de nacionalizarlas. La econom�a de Inglaterra reposa, principalmente, en la industria carbonera. El. Estado no puede abandonar en manos de los particulares su gesti�n, desde el momento en que resultan incapaces de asegurar su funcionamiento eficiente. Falc�n registra este hecho, sin atenuaciones, apreciando cabal y precisamente su trascendencia. Mas no quiere que se hable de nacionalizaci�n sino respecto del problema espec�fico de las minas. El error de los obreros est�, a su juicio, en su empe�o de proponer la nacionalizaci�n en el nombre de la doctrina socialista, en vez de sostenerla en nombre del inter�s concreto y tangible de la econom�a inglesa. No mira Falc�n a un hecho que le explicar�a claramente por qu� la idea de la nacionalizaci�n aparece natural y espont�neamente en el programa socialista y no en otro programa. Este hecho es, sencillamente, la imposibilidad nacional o social de que subsista la gesti�n privada de la industria carbonera. Desde el instante en que la gesti�n privada, -esto es capitalista- de la industria carbonera, ha empezado a mostrarse impotente para manejarla de acuerdo con el inter�s colectivo, se ha constatado en Inglaterra no una crisis especifica y exclusiva de las empresas mineras sino una crisis general del sistema capitalista, y de la econom�a liberal. La f�rmula de la nacionalizaci�n no ha sido encontrada por un t�cnico agn�stico, de esos que Falc�n, con una concepci�n abstracta del Estado, incompatible con el realismo de un hombre que viene de la escuela socialista, quisiera en el gobierno. La preconizan los obreros porque son los �nicos que pueden preconizarla. Y los argumentos que emplean para esto son, justamente, los que deben emplear. Falc�n olvida que el Estado demo-liberal es el �rgano de la clase capitalista. Su revisionismo lo mueve a prescindir de la existencia o la realidad de las clases m�s a�n de su conflicto. El af�n de considerar y examinar, particular y concretamente, el conflicto minero, lo lleva a separarlo y distinguirlo del conflicto entre capitalismo y socialismo. Tanto se ha hablado de "clases" y de �lucha de clases", que Falc�n, por reacci�n contra la jerga marxista, parece eludir sus t�rminos y hasta los hechos que designan. El propio Falc�n, sin embargo, reconoce que "el Estado tambi�n tiene sus principios y estos principios, ninguno de los cuales le predispone a incautarse de las minas, son el primer obst�culo para la nacionalizaci�n" y agrega que: "los t�cnicos del Estado, y con ellos es indispensable contar, no encuentran todav�a entre sus ideas la de la nacionalizaci�n de las minas". El Estado, pues, no es neutro, -como Falc�n necesitar�a que fuese, para que su tesis se apoyara en la realidad-; el Estado se atiene a sus principios y no a los hechos; el Estado representa un sistema y una doctrina que no aceptan sino por fuerza un concepto o, mejor, un procedimiento que les sea extra�o. Falc�n quiere la socializaci�n de un gobierno capitalista -expresi�n hist�rica de una econom�a liberal y una filosof�a individualista cuyo postulado cardinal es la libre concurrencia- m�s bien que de un gobierno socialista, porque en este �ltimo caso le parecer�a sospechosa de sectarismo y principismo. La especulaci�n teor�tica lo lleva, sin que se d� cuenta, a "fare i conti senza Poste", corno se dice en italiano. El "oste" es aqu� el Estado capitalista. El problema est�, nos dice, en convencer al pa�s de la conveniencia p�blica de nacionalizar las minas. Bien. Pero en convencer al pa�s de esto, no tienen inter�s alguno los capitalistas. Los �nicos que, por razones de ideal, de inter�s, etc., se esfuerzan por lograrlo son los laboristas. Solamente con ellos, -o sea con el socialismo-, llegar�a al gobierno una fuerza convencida y decidida a actuar la nacionalizaci�n. Falc�n apela a la opini�n, al pa�s. Pero la opini�n, el pa�s, se organizan y manifiestan en partidos, vale decir en programas y teor�as. Las �ltimas eleccio�nes dieron la mayor�a al partido conservador que, como es evidente, no tiene ninguna inten�ci�n de socializar las minas porque -Falc�n lo confirma- "ninguno de sus principios lo predis�pone" a este acto. NOTA: 1 Publicado en �Amauta� N� 6 Febrero de 1927, p�g. 29. En los Nros. 5 y 6 de �Amauta� (enero y febrero de 1927), Cesar Falc�n public� el articulo �Experiencias sociales: El Conflicto Minero� al que Jos� Carlos Mari�tegui agreg� la �Nota Pol�mica� que transcribimos. Nota de los Editores.
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