OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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LA ESCENA CONTEMPORANEA |
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GANDHI
Este hombre dulce y piadoso es uno de los mayores personajes de la historia contempor�nea. Su pensamiento no influye s�lo sobre trescientos veinte millones de hind�es. Conmueve toda el Asia y repercute en Europa. Romain Rolland, que descontento del Occidente se vuelve hacia el Oriente, le ha consagrado un libro. La prensa europea explora con curiosidad la biograf�a y el escenario del ap�stol. El principal cap�tulo de la vida de Gandhi empieza en 1919. La post-guerra coloc� a Gandhi a la cabeza del movimiento de emancipaci�n de su pueblo. Hasta entonces Gandhi sirvi� fielmente a la Gran Breta�a. Durante la guerra colabor� con los ingleses. La India dio a la causa aliada una importante contribuci�n. Inglaterra se hab�a comprometido a concederle los derechos, de los dem�s �Dominios�. Terminada la contienda, Inglaterra olvid� su palabra y el principio wilsoniano de la libre determinaci�n de los pueblos. Reform� superficialmente la administraci�n de la India, en la cual acord� al pueblo hind� una participaci�n secundaria e inocua. Respondi� a las quejas hind�es con una represi�n marcial y cruenta. Ante este tratamiento p�rfido, Gandhi rectific� su actitud y abandon� sus ilusiones. La India insurg�a contra la Gran Breta�a y reclamaba su autonom�a, La muerte de Tilak hab�a puesto la direcci�n del movimiento nacionalista en las manos de Gandhi, que ejerc�a sobre su pueblo un gran ascendiente religioso. Gandhi acept� la obligaci�n de acaudillar a sus compatriotas y los condujo a la no cooperaci�n: La insurrecci�n armada le repugnaba. Los medios deb�an ser, a su juicio, buenos y morales como los fines. Hab�a que oponer a las armas brit�nicas la resistencia del esp�ritu y del amor. La evang�lica palabra de Gandhi inflam� de misticismo y de fervor el alma indostana. El Mahatma1 acentu�, gradualmente, su m�todo. Los hind�es fueron invitados a desertar de las escuelas y las universidades, la administraci�n y los tribunales, a tejer con sus manos su traje khaddar, a rechazar las manufacturas brit�nicas. La India gandhiana torn�, po�ticamente, a la "m�sica de la rueca". Los tejidos ingleses fueron quemados en Bombay como cosa maldita y sat�nica. La t�ctica de la no cooperaci�n se encaminaba a sus �ltimas consecuencias: la desobediencia civil, el rehusamiento del pago de impuestos. La India parec�a pr�xima a la rebeli�n definitiva. Se produjeron algunas violencias. Gandhi, Indignado por esta falta, suspendi� la orden de la desobediencia civil y, m�sticamente, se entreg� a la penitencia. Su pueblo no estaba a�n educado para el uso de la satyagraha, la fuerza-amor, la fuerza-alma. Los hind�es obedecieron a su jefe. Pero esta retirada, ordenada en el instante de mayor tensi�n y mayor ardimiento, debilit� la ola revolucionaria. El movimiento se consum�a y se gastaba sin combatir. Hubo algunas defecciones y algunas disensiones. La prisi�n y el procesamiento de Gandhi vinieron a tiempo. El Mahatma dej� la direcci�n del movimiento antes de que �ste declinase. El Congreso Nacional indio de diciembre de 1923 marc� un descenso del gandhismo. Prevaleci� en esta asamblea la tendencia revolucionaria de la no cooperaci�n; pero se le enfrent� una tendencia derechista o revisionista que, contrariamente a la t�ctica gandhista, propugnaba la participaci�n en los consejos de reforma, creados por Inglaterra para domesticar a la burgues�a hind�. Al mismo tiempo apareci� en la asamblea, emancipada del gandhismo, una nueva corriente revolucionaria de inspiraci�n socialista. El programa de esta corriente, dirigido desde Europa por los n�cleos de estudiantes y emigrados hind�es, propon�a la separaci�n completa de la India del Imperio Brit�nico, la abolici�n de la propiedad feudal de la tierra, la supresi�n de los impuestos indirectos, la nacionalizaci�n de las minas, ferrocarriles, tel�grafos y dem�s servicios p�blicos, la intervenci�n del Estado en la gesti�n de la gran industria, una moderna legislaci�n del trabajo, etc, etc. Posteriormente, la escisi�n continu� ahond�ndose. Las dos grandes facciones mostraban un contenido y una fisonom�a clasistas. La tendencia revolucionaria era seguida por el proletariado que, duramente explotado sin el amparo de leyes protectoras, sufr�a m�s la dominaci�n inglesa. Los pobres, los humildes eran fieles a Gandhi y a la revoluci�n. El proletariado industrial se organizaba en sindicatos en Bombay y otras ciudades indostanas. La tendencia de derecha, en cambio, alojaba a las castas ricas, a los parsis,2 comerciantes, latifundistas. El m�todo de la no cooperaci�n, saboteado por la aristocracia y la burgues�a hind�es, contrariado por la realidad econ�mica, decay� as�, poco a poco. El boycot3 de los tejidos ingleses y el retorno a la l�rica rueca no pudieron prosperar. La industria manual era incapaz de concurrir con la industria mec�nica. El pueblo hind�, adem�s, ten�a inter�s en no resentir al proletariado ingl�s, aumentando las causas de su desocupaci�n, con la p�rdida de un gran mercado. No pod�a olvidar que la causa de la India necesita del apoyo del partido obrero de Inglaterra. De otro lado, los funcionarios dimisionarios volvieron, en gran parte, a sus puestos. Se relajaron, en suma, todas las formas de la no cooperaci�n. Cuando el gobierno laborista de Mac Donald lo amnisti� y libert�, Gandhi encontr� fraccionado y disminuido el movimiento nacionalista hind�. Poco tiempo antes, la mayor�a del Congreso Nacional, reunido extraordinariamente en Delhi en setiembre de 1923, se hab�a declarado favorable al partido Swaraj, dirigido por C. R. Das, cuyo programa se conforma con reclamar para la India los derechos de los �Dominios� brit�nicos, y se preocupa de obtener para el capitalismo hind� s�lidas y seguras garant�as. Actualmente Gandhi no dirige ni controla ya las orientaciones pol�ticas de la mayor arte del nacionalismo hind�. Ni la derecha, que desea la colaboraci�n con los ingleses, ni la extrema izquierda, que, aconseja la insurrecci�n, lo obedecen. El n�mero de sus fautores ha descendido. Pero, si su autoridad de l�der politicona deca�do, su prestigio de asceta y de santo no ha cesado de extenderse. Cuenta un Periodista, c�mo al retiro del Mahatma afluyen peregrinos de diversas razas y comarcas asi�ticas Gandhi recibo, sin ceremonias y sin protocolo, a todo el que llama a su puerta. Alrededor de su morada, viven centenares de hind�es felices de sentirse junto a �l. Esta es la gravitaci�n natural de la vida del Mahatma. Su obra es m�s religiosa y moral que pol�tica. En su di�logo con Rabindranath Tagore, el Mahatma ha declarado su intenci�n de introducir la religi�n en la pol�tica. La teor�a de la no cooperaci�n est� saturada de preocupaciones �ticas. Gandhi no es verdaderamente, el caudillo de la libertad de la India, sino el ap�stol de un movimiento religioso. La autonom�a de la India no le interesa, no le apasiona, sino secundariamente. No siente, ninguna prisa por llegar a ella. Quiere, ante todo, purificar y elevar el alma hind�. Aunque su mentalidad est� nutrida, en parte, de cultura europea, el Mahatma repudia la civilizaci�n de Occidente, Le repugna su materialismo, su impureza, su sensualidad. Como Ruskin y como Tolstoy, a quienes ha le�do y a quienes ama, detesta la m�quina. La m�quina es para �l el s�mbolo de la �sat�nica� civilizaci�n occidental. No quiere, por ende, que el maquinismo y su influencia se aclimaten en la India. Comprende que la m�quina es el agente y el motor de las ideas occidentales. Cree que la psicolog�a indostana no es adecuada a una educaci�n europea; pero osa esperar que la India, recogida en s� misma, elabore una moral, buena Pera el uso de los dem�s pueblos. Hind� hasta la m�dula, piensa que la India puede dictar al mundo su propia disciplina. Sus fines y su actividad, cuando persiguen la fraternizaci�n de hinduistas y mahometanos o la redenci�n de los intocables, de los parias, tienen una vasta trascendencia pol�tica y social. Pero su inspiraci�n, es esencialmente religiosa. Gandhi se clasifica como un idealista pr�ctico. Henri Barbusse lo reconoce, adem�s, como un verdadero revolucionario. Dice, en seguida, que "este t�rmino designa en nuestro esp�ritu a qui�n, habiendo concebido, en oposici�n al orden pol�tico y social establecido, un orden diferente, se consagra a la realizaci�n de este plan ideal por medios pr�cticos" y agrega que "el utopista no es un verdadero revolucionario por subversivas que sean sus sinrazones". La definici�n es excelente. Pero Barbusse cree, adem�s, que, "si Lenin se hubiese encontrado, en lugar de "Gandhi, hubiera hablado y obrado c�mo �l. Y �sta hip�tesis es arbitraria. Lenin era un realizador y un realista. Era, indiscutiblemente, un idealista pr�ctico. No est� probado que la v�a de la no cooperaci�n y la no violencia sea las �nicas v�as de la emancipaci�n indostana. Tilak, el anterior l�der del nacionalismo hind�, no habr�a desde�ado el m�todo insurreccional. Romain Rolland opina que Tilak, cuyo genio enaltece, habr�a podido entenderse con los revolucionarios rusos. Tilak, sin embargo, no era menos asi�tico ni menos hind� que Gandhi. M�s fundada que la hip�tesis de Barbusse es la hip�tesis opuesta, la de que, Lenin habr�a trabajado por aprovechar la guerra y sus consecuencias para liberar a la India y no habr�a detenido, en ning�n caso, a los hind�es en el camino de la insurrecci�n. Gandhi, dominado por su temperamento moralista, no ha sentido a veces la misma necesidad de libertad que sent�a su pueblo. Su fuerza, en tanto, ha dependido, m�s que de su predicaci�n religiosa, de que �sta ha ofrecido a los hind�es una soluci�n para su esclavitud y para su hambre. La teor�a de la no cooperaci�n conten�a mu�chas ilusiones. Una de ellas era la ilusi�n medio�eval de revivir en la India una econom�a supe�rada. La rueca es impotente para resolver la cuesti�n social de ning�n pueblo. El argumento de Gandhi �"�no ha vivido as� antes la India?"� es un argumento demasiado antihist�rico e inge�nuo. Por esc�ptica y desconfiada que sea su ac�titud ante el Progreso, un hombre moderno re�chaza instintivamente la idea de que se pueda volver atr�s. Una vez adquirida la m�quina, es dif�cil que la humanidad renuncie a emplearla. Nada puede contener la filtraci�n de la civiliza�ci�n occidental en la India. Tagore tiene plena raz�n en este incidente de su pol�mica con Gan�dhi. "El problema de hoy es mundial. Ning�n pueblo puede buscar su salud separ�ndose de los otros. O salvarse juntos o desaparecer juntos". Las requisitorias contra el materialismo occi�dental son exageradas. El hombre del Occidente no es tan prosaico y cerril como algunos esp�ri�tus contemplativos y ext�ticos suponen. El so�cialismo y el sindicalismo, a pesar de su concep�ci�n materialista de la historia, son menos mate�rialistas de lo que parecen. Se apoyan sobre el inter�s de la mayor�a, pero tienden a ennoblecer y dignificar la vida. Los occidentales son m�sti�cos y religiosos a su modo. �Acaso la emoci�n revolucionaria no es una emoci�n religiosa? Acon�tece en el occidente que la religiosidad se ha desplazado del cielo a la tierra. Sus motivos son humanos, son sociales; no son divinos. Pertenecen a la vida terrena y no a la vida celeste. La ex-confesi�n de la violencia es m�s ro�m�ntica que la violencia misma. Con armas sola�mente morales jam�s constre�ir� la India a la burgues�a inglesa a devolverle su libertad. Los honestos jueces brit�nicos reconocer�n, cuantas veces sea necesario, la honradez de los ap�stoles de la no cooperaci�n y del satyagraha;4 pero se�guir�n conden�ndolos a seis a�os de c�rcel. La revoluci�n no se hace, desgraciadamente, con ayunos. Los revolucionarios de todas las latitu�des tienen que elegir entre sufrir la violencia o usarla. Si no se quiere que el esp�ritu y la inte�ligencia est�n a �rdenes de la fuerza, hay que re�solverse a poner la fuerza a �rdenes de la inteli�gencia y del esp�ritu. NOTAS: 1 En hind�, el "alma grande", apelativo con que se de signaba a Gandhi. 2 Practicantes de la religi�n de Zoroastro. 3 Pr�ctica de lucha social que consiste en evitar toda relaci�n con el castigado. 4 T�rmino inventado por Gandhi para expresar su mo�vimiento de defensa de la verdad no haciendo sufrir al adversario, sino sufriendo uno mismo. |
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