OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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LA ESCENA CONTEMPORANEA |
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LA
TEORIA FASCISTA
La
crisis del r�gimen fascista, precipitada por el proceso Matteotti, ha
esclarecido y precisado la fisonom�a y el contenido del fascismo. El
partido fascista, antes de la marcha a Ro�ma, era una informe nebulosa.
Durante mucho tiempo no quiso calificarse ni funcionar como un partido. El
fascismo, seg�n muchos "camisas negras" de la primera hora, no
era una facci�n sino un movimiento. Pretend�a ser, m�s que un fen�meno
pol�tico, un fen�meno espiritual y sig�nificar, sobre todo, una reacci�n
de la Italia ven�cedora de Vittorio Veneto1
contra la pol�tica de desvalorizaci�n de esa victoria y sus consecuen�cias.
La composici�n, la estructura de los fasci,
explicaban su confusionismo ideol�gico. Los fasci reclutaban sus adeptos en las m�s diversas categor�as
sociales. En sus rangos se mezclaban estudiantes, oficiales, literatos,
empleados, no�bles, campesinos y aun obreros. La plana mayor del fascismo
no pod�a ser m�s policroma. La com�pon�an disidentes del socialismo
como Mussolini y Farinacci; ex-combatientes, cargados de meda�llas, como
Igliori y De Vecchi; literatos futuristas exuberantes y bizarros como Filippo Marinetti y
Emilio Settimelli; ex-anarquistas de reciente conversi�n como Massimo
Rocca; sindicalistas como Cesare Rossi y Michele Bianchi; republicanos
mazzinianos como Casalini; fiumanistas como Giunta y Giuriati; y
monarquistas ortodoxos de la nobleza adicta a la dinast�a de Savoya.
Republicano, anticlerical, iconoclasta, en sus or�genes, el fascismo se declar� m�s o menos agn�stico
ante el r�gimen y la Iglesia cuando se convirti� en un partido. La
bandera de la patria cubr�a todos los contrabandos y todos los equivocas
doctrinarlos y program�ticos. Los fascistas se atribu�an la representaci�n
exclusiva de la italianidad. Ambicionaban el monopolio del patriotismo.
Pugnaban por acaparar para su facci�n a los combatientes y mutilados de
la guerra. La demagogia y el oportunismo de Mussolini y sus tenientes se
beneficiaron, ampliamente, a este respecto, de la maldiestra pol�tica de
los socialistas, a quienes una insensata e inoportuna vociferaci�n
antimilitarista hab�a enemistado con la mayor�a de los combatientes. La conquista de Roma y del poder agrav� el equ�voco fascista. Los fascistas se encontraron flanqueados por elementos liberales, democr�ticos, cat�licos, que ejercitaban sobre su mentalidad y su esp�ritu una influencia cotidiana enervante. En las filas del fascismo se enrolaron, adem�s, muchas gentes seducidas �nicamente por el �xito. La composici�n del fascismo se torn� espiritual y socialmente m�s heter�clita. Mussolini no pudo por esto, realizar plenamente el golpe de Estado. Lleg� al poder insurreccionalmente; pero busc�, en seguida, el apoyo de la mayor�a parlamentaria. Inaugur� una pol�tica de compromisos y de transacciones. Trat� de legalizar su dictadura. Oscil� entre el m�todo dictatorial y el m�todo parlamentario. Declar� que el fascismo deb�a entrar cuanto entes en la legalidad. Pero esta pol�tica fluctuante no pod�a cancelar las contradicciones que minaban la unidad fascista. No tardaron en manifestarse en el fascismo dos �nimas y dos mentalidades antit�ticas. Una fracci�n extremista o ultra�sta propugnaba la inserci�n integral de la revoluci�n fascista en el Estatuto del Reino de Italia. El estado demoliberal deb�a, a su juicio, ser reemplazado por el Estado fascista. Una fracci�n revisionista reclamaba, en tanto, una rectificaci�n m�s o menos extensa de la pol�tica del partido. Condenaba la violencia arbitraria de los ras2 de provincias. Los ras, como se designa a los jefes o condottieri regionales del partido fascista, ejerc�an sobre las provincias una autoridad medioeval y desp�tica. Contra el rasismo, contra el escuadrismo,3 insurg�an los fascista revisionistas. El m�s categ�rico y autorizado l�der revisionista, Massimo Rocca, sostuvo ardorosas pol�micas ron los l�deres extremistas. Esta pol�mica tuvo vastas proyecciones. Se quiso fijar y definir, de una y otra parte, la funci�n y el ideario del fascismo. El fascismo que hasta entonces no se hab�a cuidado sino de ser acci�n, empezaba a sentir la necesidad de ser tambi�n una teor�a. Curzio Suckert asignaba al fascismo una �nima cat�lica, medioeval, anti-liberal, anti-renacentista. El esp�ritu del Renacimiento, el protestantismo, el liberalismo, era descrito como un esp�ritu disolvente, nihilista, contrario a los intereses espirituales de la italianidad. Los fascistas no reparaban en que, desde sus primeras aventuras, se hab�an calificado, ante todo, como asertores de la idea de la naci�n, idea de claros or�genes renacentistas. La contradicci�n no parec�a embarazarlos sobremanera. Mario Pantaleoni y Michele Bianchi hablaban, por su parte, del proyectado Estado fascista como un Estado sindical. Y los revisionistas, de su lado, aparec�an te�idos de un vago liberalismo. Las tesis de Massimo Rocca suscitaron la protesta de todos los extremistas. Y Massimo Rocca fue ex-confesado oficialmente por la secta fascista como un hereje peligroso. Mussolini no se mezclaba en estos debates. Ausente de la pol�mica, ocupaba virtualmente en el fascismo una posici�n centrista. Interrogado, cuidaba de no comprometerse con una respuesta demasiado precisa. "Despu�s de todo, �qu� importa el contenido te�rico de un partido? Lo que le da la fuerza y la vida es su tonalidad, es su voluntad, es el �nima de aqu�llos que lo constituyen". Cuando
el trabajo de definici�n del fascismo hab�a llegado a este punto,
sobrevino el asesinato de Matteotti. Al principio Mussolini anunci�
intenci�n
de depurar las filas fascistas. Esboz�, en un discurso en el Senado, bajo
la presi�n de la tempestad desencadenada por el crimen, un plan de pol�tica
normalizadora. A Mussolini le urg�a en �se instante satisfacer a los
elementos liberales que
sosten�an
su gobierno. Pero todos sus esfuerzos por domesticar la opini�n p�blica
fracasaran. El fascismo comenz� a perder sus simpatizantes y sus aliados.
Las defecciones de los elementos liberales y democr�ticos que, en un
principio, por miedo a la revoluci�n socialista, lo hab�an flanqueado y
sostenido, aislaron gradualmente de toda opini�n no fascista al gobierno
de Mussolini. Este aislamiento empuj� el fascismo a una posici�n cada d�a
m�s beligerante. Prevaleci� en el partido la mentalidad extremista.
Mussolini sol�a a�n usar, a veces, un lenguaje conciliador, con la
esperanza de quebrantar o debilitar el esp�ritu combativo de la oposici�n;
pero, en realidad, el fascismo volv�a a una t�ctica guerrera. En la
siguiente asamblea nacional, del partido fascista, domin� la tendencia
extremista que tiene en Farinacci su condottiere
m�s t�pico. Los revisionistas, encabezados por Bottai, capitularon en
toda la l�nea. Luego, Mussolini nombr� una comisi�n para la reforma del
Estatuto de Italia. En la prensa fascista, reapareci� la tesis de que el
Estado demo-liberal deb�a ceder el paso al Estado fascista-unitario. Este
estado de �nimo del partido fascista tuvo su m�s enf�tica y agresiva
manifestaci�n en el rechazo de la renuncia del diputado Giunta del cargo de
Vicepresidente de la C�mara Giunta dimiti� por haber demandado el
Procurador del Rey autorizaci�n para procesarlo como responsable de la
agresi�n al fascista disidente Cesare Farol. Y la mayor�a fascista quiso
ampa�rarlo con una declaraci�n estruendosa y
expl�cita de solidaridad. Tal actitud no pudo ser man�tenida. La mayor�a
fascista, en una votaci�n pos�terior, la rectific� a rega�adientes,
constre�ida por una tempestad de protestas. Mussolini nece�sit� emplear
toda su autoridad para obligar a los diputados fascistas a la retirada. No
consigui�, sin embargo, impedir que Michele Bianchi y Fa�rinacci se
declararan descontentos de esta ma�niobra oportunista, inspirada en
consideraciones de t�ctica parlamentaria. El
super-fascismo, el ultra-fascismo, o como quiera llam�rsele; no tiene un
solo matiz. Va del fascismo rasista o escuadrista
de Farinacci al fascismo integralista
de Michele Bianchi y Curzio Suekert4
Farinacci encarna el esp�ritu de las escuadras de camisas negras que, despu�s de
entrenarse truculentamente en los raids
pu�nitivos contra los sindicatos y las cooperativas socialistas,
marcharon sobre Roma para inaugu�rar la dictadura fascista. Farinacci es
un hom�bre tempestuoso e incandescente a quien no le interesa da teor�a
sino la acci�n. Es el tipo m�s genuino del ras fascista. Tiene en un pu�o
a la provincia de Cremona, donde dirige un diario Cremona
Nueva5
que amenaza consuetudinariamente a los grupos y pol�ticos de oposici�n con una segunda
"oleada" fascista. La primera "olea�da" fue la que
condujo a la conquista de Roma. La segunda "oleada", seg�n el l�xico
ac�rrimo de Farinacci, barrer�a a todos los adversarios del r�gimen
fascista en una noche de San Bartolo�m�. Ex-ferroviario, ex-socialista,
Farinacci tiene una psicolog�a de agitador y de condottiere.
En sus art�culos y en sus discursos anda a cachiporrazos con la gram�tica.
La prensa de oposici�n remarca frecuentemente esta caracter�stica de su
prosa. Farinacci confunde en el mismo odio feroz la democracia, la gram�tica
y el socialismo. Quiere ser, en todo instante, un genuino camisa negra. M�s
intelectuales, pero no menos apoca�l�pticos que Farinacci, son los
fascistas del diario L�Impero
de Roma, Dirigen este diario dos escritores procedentes del futurismo,
Mario Carli y Emilio Settimelli, que invitan al fascismo a liquidar
definitivamente el r�gimen parlamentario. L'Impero
es delirantemente imperialista. Armada del hacha
del lictor.6
la Italia fascista tiene, seg�n L'Imparo,
una misi�n alt�sima en el actual capitulo de la historia del mundo.
Tambi�n preconiza L'Impero la
segunda oleada fascista. Michele Bianchi y Curzio Suckert son los te�ricos
del fascismo integral. Bianchi bosqueja la t�cnica del estado fascista
que concibe casi como un trust vertical de sindicatos o corporaciones.
Suckert, director de La Conquista
dello Stato.7
discurre filos�ficamente. Con
esta tendencia convive, en el partido fascista, una tendencia moderada,
conservadora, que no reniega el liberalismo ni el Renacimiento, que
trabaja por la normalizaci�n del fascismo y que pugna por encarrilar el
gobierno de Mussolini dentro de una legalidad burocr�tica. Forman el n�cleo
de la tendencia moderada los antiguos nacionalistas de L�Idea
Nazionale8
absorbidos por el fascismo a rengl�n seguido del golpe de Estado. La
ideolog�a de estos nacionalistas es m�s o menos la misma de la vieja
derecha liberal. P�vidos monarquistas, se oponen a que el golpe de estado
fascista comprometa en lo menor las bases de la monarqu�a y del Estatuto.
Federzoni, Paolucci, representan esta lona templada del fascismo. Pero,
por su mentalidad, por su temperamento y por sus antecedentes los
fascistas del tipo de Federzoni y de Paolucci son los que menos encarnan
el verdadero fascismo. Se trata, en su caso, de prudentes y mesurados
conservadores. Ning�n romanticismo exorbitante, ninguna desesperada
nostalgia del Medioevo, los saca de quicio. No tienen psicolog�a de condottieri
Farinacci, en cambio, es un ejemplar aut�ntico de fascista. Es el hombre
de la cachiporra, provinciano, fan�tico, catastr�fico, guerrero, en
quien el fascismo no es un concepto, no es una teo�r�a, sino, tan s�lo,
una pasi�n, un impulso, un grito, un "alal�" NOTAS:
1
Vtttorio
Veneto, lugar donde los Italianos, ayudados por los aliados, derrotaron a
los austrogermanos, en 1918, v�speras del derrumbe alem�n, durante la I
Guerra Mundial.
2
Ras expresi�n de origen
abisinio.
3
Llam�base squadrismo la
practica violenta de los squadre
d�azione (�Escuadra de acci�n�) organizadas por los fascistas contra
el movimiento obrero.
4
Celebre escritor, m�s conocido con el seud�nimo de curzio Malaparte(1898 -
1957).
5 Ver I. O.
6
Hacha del lictor: era el s�mbolo que llevaba el antiguo magistrado romano
llamado lictor. De ah� que simb�licamente expresa el poder.
7
ver I. O. 8 ver I. O. |
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