OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

LA ESCENA CONTEMPORANEA

  

    

LOS NUEVOS ASPECTOS DE LA BATALLA FASCISTA

 

 

El fascismo es la reacci�n, como casi todos lo saben o casi todos creen saberlo. Pero la Com�pleja realidad del fen�meno fascista no se deja captar �ntegramente en una definici�n simplista y esquem�tica. El Directorio1 tambi�n es la reac�ci�n. Y, sin embargo, no se puede estudiar la reacci�n en el Directorio como en el fascismo. No s�lo por desd�n de la estupidez fanfarrona y condecorada de Primo de Rivera y de sus se�cuaces. No s�lo por la convicci�n de que estos mediocr�simos tartarin�s2 son demasiado insigni�ficantes y triviales para influir en el curso de la historia, Sino, sobre todo, porque el fen�meno reaccionario debe ser considerado y analizado ah� donde se manifiesta en toda su potencia, ah� donde se�ala la decadencia de una democracia antes vigorosa, ah� donde constituye la ant�tesis y el efecto de un extenso y profundo fen�meno revolucionario.

En Italia, la reacci�n nos ofrece su experimen�to m�ximo y su m�ximo espect�culo. El fascis�mo italiano representa, plenamente, la anti-revo�luci�n o, como se prefiera llamarla, la contra-revoluci�n. La ofensiva fascista se explica, y se cumple, en Italia, como una consecuencia de una retirada o una derrota revolucionaria. El r�gimen fascista no se ha incubado en un casino. Se ha plasmado en el seno de una generaci�n y se ha nutrido de las pasiones y de la sangre de una es�pesa capa social. Ha tenido, cual animador, cual caudillo, a un hombre del pueblo, intuitivo, agudo, vibrante, ejercitado en el dominio y en el comando y en la seducci�n de la muchedumbre, nacido para la pol�mica y para el combate y que, excluido de las filas socialistas, ha querido ser el condottiere, rencoroso e implacable, del anti-socialismo y ha marchado a la cabeza de la anti- revoluci�n con la misma exaltaci�n guerrera con que le habr�a gustado marchar a la cabeza de la revoluci�n. El r�gimen fascista, finalmente, ha sustituido, en Italia, a un r�gimen parlamentario y democr�tico mucho m�s evolucionado y efectivo, que el asaz embrionario y ficticio liquidado, o simplemente interrumpido, en Espa�a, por el general Primo de Rivera. En la historia del fascismo, en suma, se siente latir activa, compacta y beligerante, la totalidad de las premisas y de los factores hist�ricos y rom�nticas, materiales y espirituales de una anti-revoluci�n. El fascismo se form� en un ambiente de inminencia revolucionaria ambiente de agitaci�n, de violencia, de demagogia y de delirio creado f�sica y moralmente por la guerra, alimentado por la crisis post-b�lica, excitado por la revoluci�n rusa. En este ambiente tempestuoso, cargado de electricidad y de tragedia, se templaron sus nervios y sus bastones, y de este ambiente recibi� la fuerza, la exaltaci�n, y el esp�ritu. El fascismo, por el concurso de estos varios elementos, es un movimiento, una corriente, un proselitismo.

El experimento fascista, cualquiera que sea su duraci�n, cualquiera que sea su desarrollo, aparece inevitablemente destinado a exasperar la crisis contempor�nea, a minar las bases de la sociedad burguesa, a mantener la inquietud post-b�lica. La democracia emplea contra la revoluci�n proletaria las armas de su criticismo, su racionalismo, su escepticismo. Contra la revoluci�n moviliza a la Inteligencia e invocada Cultura. El fascismo, en cambio, al misticismo revolucionario opone un misticismo reaccionario y nacionalista. "Mientras los cr�ticos liberales de la revoluci�n rusa condenan en nombre de la civilizaci�n el culta de la violencia, los capitanes del fascismo lo proclaman y lo predican como su propio culto. Los te�ricos del fascismo niegan y detractan las concepciones historicistas y evolusionistas que han mecido, antes de la guerra, la prosperidad y la digesti�n de la burgues�a y que, despu�s de la guerra, han intentado renacer reencarnadas en la Democracia y en la Nueva Libertad de Wilson y en otros evangelios menos puritanos.

El misticismo reaccionario y nacionalista, una vez instalado en el poder, no puede contentarse con el modesto oficio de conservar el orden capitalista. El orden capitalista es demo-liberal, es parlamentario, es reformista o transformista. Es, en el terreno econ�mico o financiero, m�s o menos internacionalista. Es, sobre todo, un orden consustancial con la vieja pol�tica. �Y qu� misticismo reaccionario o nacionalista no se amasa con un poco de odio o de detractaci�n de la vieja pol�tica parlamentaria y democr�tica, acusada de abdicaci�n o de debilidad ante la "demagogia socialista" y el "peligro comunista"? �No es �ste, tal: vez, uno de los m�s mon�tonos ritornellos3 de las derechas francesas, de las derechas alemanas, de todas las derechas? Por consiguiente, la reacci�n, arribada al poder, no se conforma con conservar; pretende rehacer. Puesto que reniega el presente, no puede conservarlo ni continuarlo: tiene que tratar de rehacer el pasado. El pasado que se condensa en estas normas: principio de autoridad, gobierno de una jerarqu�a religi�n del Estado, etc. O sea las normas que la revoluci�n burguesa y liberal desgarr�, destruyo porque entrababan el desarrollo de la econom�a capitalista. Y acontece, por tanto que, mientras la reacci�n se limita a decretar el ostracismo de la Libertad y a reprimir la Revoluci�n, la burgues�a bate palmas; pero luego, cuando la reacci�n empieza a atacar los fundamentos de su poder y de su riqueza, la burgues�a siente la necesidad urgente de licenciar a sus bizarros defensores.

La experiencia Italiana es extraordinariamente instructiva a este respecto. En Italia, la burgues�a salud� al fascismo como a un salvador. La Terza Italia cambi� la garibaldina camisa roja por la mussoliniana camisa negra. El capital industrial y agrario, financiaron y armaron a las brigadas fascistas. El golpe de estado fascista obtuvo el consenso de la mayor�a de la C�mara. El liberalismo se inclin� ante el principio de autoridad. Pocos liberales, pocos dem�cratas, rehusaron enrolarse en el s�quito del Duce. Entre los parlamentarios, Nitti, Amendola, Albertini. Entre los escritores, Guglielmo Ferrero, Mario Missiroli, algunos otros. Los cl�sicos l�deres del liberalismo, Salandra, Orlando, Giolitti con m�s o menos intensidad, concedieron su confianza a la dictadura. Transitoriamente la adhesi�n o la confianza de esa gente, result� embarazosa para el fascismo; le impon�a un trabajo de absorci�n, superior a sus fuerzas, superior a sus posibilidades. El esp�ritu fascista no podia actuar libremente si no diger�a y absorb�a antes el esp�ritu liberal. En la imposibilidad de elaborarse una ideolog�a propia, el fascismo corr�a el riesgo de adoptar, m�s o menos atenuada, la ideolog�a liberal que lo envolv�a.

La tormenta pol�tica desencadenada por el asesinato de Matteotti aport� una soluci�n para este problema. El liberalismo se separ� del fascismo. Giolitti, Orlando. Salandra, Il Giornale d'Italia,4 etc., asumieron una actitud de oposici�n. No siguieron al bloque de oposici�n a su retiro del Aventino.5 Permanecieron en la C�mara. Parlamentarios org�nicos, no ped�an hacer otra cosa. El fascismo qued� aislado. A sus flancos no contin�an sino algunos liberales-nacionales y algunos cat�licos-nacionales, esto es, los elementos m�s nacionalistas y conservadores de los antiguos partidos.

Las oposiciones esperaban forzar as� al fascismo a dejar el poder. Pensaban que, hecho el vac�o a su alrededor, el fascismo caer�a autom�ticamente. Los comunistas combatieron esta ilusi�n. Propusieron a la oposici�n del Aventino su constituci�n en parlamento del pueblo. Frente al parlamento fascista de Montecitorio6 deb�a funcionar el parlamento antifascista del Aventino. Hab�a que llevar, a sus �ltimas consecuencias pol�ticas e hist�ricas, el boicot de la C�mara. Pero �sta era, franca y neta, la v�a de la revoluci�n. Y el bloque del Aventino no es revolucionario. Se siente y se proclama normalizador. La invitaci�n comunista no pudo, pues, ser aceptada. El bloque del Aventino se content� con plantear la famosa cuesti�n moral la oposici�n aventiniana rehusaba volver a la C�mara mientras ejerciesen el poder, cubiertos por el voto de su mayor�a, los hombres sobre quienes pesaba la responsabilidad del asesinato de Matteotti, responsabilidad que bajo un gobierno fascista, la justicia se encontraba coactada para esclarecer y examinar.

Mussolini respondi� a esta declaraci�n de intransigencia con una maniobra pol�tica. Envi� a la C�mara un proyecto de ley electoral. En la pr�ctica parlamentaria italiana este tr�mite precede y anuncia la convocatoria a elecciones pol�ticas..�Se abstendr�an tambi�n los partidos del Aventino de concurrir a las elecciones? El bloque as ratific� en su intransigencia. Insisti� en la tacha moral. La prensa de oposici�n public� un memorial de Cessare Rossi, escrito por �ste antes de su arresto, en el cual el presunto mandante del asesinato de Matteotti acusa a Mussolini. La tacha estaba documentada. Pero la dial�ctica de la oposici�n reposaba en un equivoco. La cuesti�n moral no pod�a dominar la cuesti�n pol�tica. Ten�a, antes bien, que suceder lo contrario. La cuesti�n moral era impotente para decidir al fascismo a marcharse del gobierno.

Mussolini se lo record� a la oposici�n en su acre discurso del 3 de enero en la C�mara. El pre�mbulo de su discurso fue la lectura del art�culo 47 del Estatuto de Italia que otorga a la C�mara de Diputados el derecho de acusar a los Ministros del Rey y de enviarlos ante la alta Corte de Justicia. "Pregunto formalmente dijo si en esta C�mara o fuera de aqu� existe alguien que se quiera valer del art�culo 47". Y, luego, con dram�tica entonaci�n, reclam� para si todas las responsabilidades del fascismo. "Si el fascismo declar� no ha sido sino �leo de ricino y cachiporra, y no una pasi�n soberbia de la mejor juventud italiana, �a mi la culpa! Si el fascismo ha sido una asociaci�n de delinquir, bien, �yo soy el jefe y el responsable de esta asociaci�n de delinquir! Si todas las violencias han sido el resultado de un determinado clima hist�rico, pol�tico y moral, bien, �a m� la responsabilidad, porque este clima hist�rico, pol�tico y moral lo he creado yo!" Y anunci�, en seguida, que en cuarentiocho horas la situaci�n quedar�a aclarada. �C�mo ha cumplido su palabra? En una manera tan simple como notoria. Sofocando casi totalmente la libertad de prensa. La oposici�n; privada casi de la tribuna de la prensa, resulta perentoria y rudamente invitada a tornar a la tribuna del parlamento. En el Aventino se prepara ya el retorno a la C�mara.

En un reciente articulo de la revista Gerarchia.7 titulado "Elogio a los Gregarios", Mussolini revista marcialmente las peripecias de la batalla. Polemiza con la oposici�n. Y exalta la disciplina de sus tropas. "La disciplina del fascismo escribe tiene verdaderamente aspectos de religi�n". En esta disciplina reconoce "el �nimo de la gente que en las trincheras ha aprendido a conjugar, en todos los modos y tiempos, el verbo sagrado de todas las religiones: obedecer" y "el signo de la nueva Italia que se despoja una vez por todas de la vieja mentalidad anarcoide con la intuici�n de que �nicamente en la silenciosa coordinaci�n de todas las fuerzas, a las �rdenes toria".

Aislado, bloqueado, boicoteado, el fascismo de viene m�s beligerante, m�s combativo, m�s Intransigente. La oposici�n liberal y democr�tica lo ha devuelto a sus or�genes. El ensayo reaccionario, libre del lastre que antes lo entrababa y enervaba interiormente, puede ahora cumplirse en toda su integridad. Esto explica el inter�s que, como experiencia hist�rica, tiene para sus contempor�neos la batalla fascista.

El fascismo, que durante dos a�os se hab�a contentado casi con representar en el poder el papel de gendarme del capitalismo, pretende hoy reformar sustancialmente el Estatuto de Italia. Se propone, seg�n sus l�deres y su prensa, crear el Estado fascista. Insertar la revoluci�n fascis�ta en la Constituci�n italiana Una comisi�n de dieciocho legisladores fascistas, presidida por el fil�sofo Giovanni Gentile, prepara esta reforma constitucional. Farinacci, l�der del extremismo fascista, llamado en esta emergencia a la se�cretaria general del partido, declara que el fascismo "ha perdido dos a�os y medio en el po�der". Ahora, liberado de la pesada alianza de los liberales, purgado de los residuos de la vie�ja pol�tica, se propone recuperar el tiempo per�dido. Todos los capitanes del fascismo hablan un lenguaje m�s exaltado y m�stico que nunca. El fascismo quiere ser una religi�n. Giovanni Gen�tile en un ensayo sobre los "caracteres religio�sos de la presente lucha pol�tica", observa que "hoy se rompen, en Italia, a causa del fascismo, aquellos que parec�an hasta ayer los m�s s�li�dos v�nculos personales de amistad y de fami�lia". Y de esta guerra, el fil�sofo del idealismo no se duele. El fil�sofo del idealismo es, desde hace alg�n tiempo, el fil�sofo de la violencia. Recuerda, en su ensayo, las palabras de Jesu�cristo: Non veni pacem mittere, sed gladium. Ignem veni mittere in terram.8 Y remarca, a prop�sito de la cuesti�n moral, que "esta tona�lidad religiosa de la psicolog�a fascista ha ge�nerado la misma tonalidad en la psicolog�a antifascista".

Giovanni Gentile, pose�do de la fiebre de su facci�n, exagera ciertamente. En el Aventino no ha prendido a�n la llama religiosa. Menos a�n ha prendido, ni puede prender, en Giolitti. Gio�litti y el Aventino representan el esp�ritu y la cultura demo-liberales con todo su escepticis�mo, con todo su racionalismo, con todo su criti�cismo. La lucha presente devolver� al esp�ritu liberal un poro de su antigua fuerza combativa. Pero no lograr� que renazca como fe, como pasi�n, como religi�n. El programa del Aventino y de Giolitti es la normalizaci�n. Y por su mediocridad, ate programa no puede sacudir a las masas, no puede exaltarlas, no puede conducirlas contra el r�gimen fascista. S�lo en el misticismo revolucionario de los comunistas se constatan los caracteres religiosos que Gentile descubre en el misticismo reaccionario de los fascistas. La batalla final no se librar�, por esto, entre el fascismo y la democracia.


NOTAS:

1 Se refiere al Directorio constituido por el General Miguel Primo de Rivera despu�s de la instauraci�n de la dictadura militar que sigui� al pronunciamiento del 13 de setiembre de 1923 y que se mantuvo hasta 1930. A este prop�sito verse el articulo �El Directorio Espa�ol� en Figuras y Aspectos de la Vida Mundial. T. I. (N. E.)

2 De Tartarin de Tarascon. Novela de A. Daudet en la que satiriza a los franceses del sur por sus fantas�as  y bravuconadas.

3 ritornellos = estribillos.

4 ver I. O.

5 una de les colinas romanas donde se hallaba el edificio que sirvi� de refugio a la oposici�n parlamentaria antifascista.

6 Lugar donde sesionaba el Parlamento italiano.

7 ver I. O.

8 No vine a traer paz, sino guerra. Vine a poner fuego sobre la tierra.