OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
|
PERUANICEMOS AL PER� |
|
EL ANTI-SONETO*
Ahora si podemos creer en la defunci�n definitiva, evidente, irrevocable del soneto. Tenemos, al fin la prueba f�sica, la constancia legal de esta defunci�n: el anti-soneto. El soneto que no es ya soneto, sino su negaci�n, su rev�s, su cr�tica, su renuncia. Mientras el vanguardismo se content� con declarar la abolici�n del soneto en poemas cubistas, dada�stas y expresionistas, esta jornada de la nueva poes�a no estaba a�n totalmente vencida. No se hab�a llegado todav�a sino al derrocamiento del soneto: faltaba su ejecuci�n. El soneto, prisionero de la revoluci�n, espiaba la hora de corromper a sus guardianes; los poetas viejos, con m�scara de juventud, rondaban capciosamente en torno de su c�rcel, acechando la oportunidad de libertarlo; los propios poetas nuevos, fatigados ya del jacobinismo del verso libre, empezaban a manifestar a ratos una t�mida nostalgia de su autoridad cl�sica y latina. Exist�a la amenaza de una restauraci�n especiosa y napole�nica: termidor de la rep�blica de las letras. Jaime Torres Bodet, en su preciosa revista Contempor�neos, inici� �ltimamente una tentativa formal de regreso al soneto, reivindicado as� en la m�s t�rrida sede de Am�rica revolucionaria. Hoy, por fortuna, Mart�n Ad�n realiza el anti-soneto. Lo realiza, quiz�, a pesar suyo, movido por su gusto cat�lico y su don tomista de reconciliar el dogma nuevo con el orden cl�sico. Un capcioso prop�sito reaccionario. Lo que �l nos da, sin saberlo, no es el soneto sino el anti-soneto. No bastaba atacar al soneto de fuera como los vanguardistas: hab�a que meterse dentro de �l, como Mart�n Ad�n, para comerse su entra�a hasta vaciarlo. Trabajo de polilla, prolijo, secreto, escol�stico. Mart�n Ad�n ha intentado introducir un caballo de Troya en la nueva poes�a; pero ha logrado introducirlo, m�s bien, en el soneto, cuyo sitio concluye con esta maniobra, aprendida a Ulyses no el de Joyce sino el de Homero. Golpead ahora con los nudillos en el soneto cual si fuera un mueble del Renacimiento; est� perfectamente hueco; es c�scara pura. Barroco, culterano, gongorino, Mart�n Ad�n sali� en busca del soneto, para descubrir el anti-soneto, como Col�n en vez de las Indias en�contr� en su viaje la Am�rica. Durante el tiempo que ha trabajado benedictinamente en esta obra, ha paseado por Lima con un sobretodo algo escol�stico, casi teol�gico totalmente gongorino, como si expiara la travesura de colegial de haber intercalado entre caras ortodoxas su perfil sefard� y su sonrisa semita y aguile�a. El anti-soneto anuncia que ya la poes�a est� suficientemente defendida contra el soneto: en largas pruebas de laboratorio, Mart�n Ad�n ha descubierto la vacuna preventiva. El anti-soneto es un anti-cuerpo. S�lo hay un peligro el de que Mart�n Ad�n no haya acabado sino con una de las dos especies del soneto: el soneto alejandrino. El soneto cl�sico, toscano, aut�ntico es el de Petrarca, el endecas�labo. Por algo, Torres Bodet lo ha preferido en su reivindicaci�n. El alejandrino es un metro decadente. Si nuestro amigo, ha dejado vivo a�n el soneto endecas�labo, la nueva poes�a debe mantenerse alerta. Hay que rematar la empresa de instalar al disparate puro en las hormas de la poes�a cl�sica.
NOTA:
* Nota de Amauta (N� 17, setiembre de 1928) escrita por J.C.M. a prop�sito de la publicaci�n de los poemas de Mart�n Ad�n Itinerario de Primavera.
|
|