OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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PERUANICEMOS AL PER� |
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EDWIN ELMORE* I Era Edwin Elmore un hombre nuevo y un hombre puro. Esto es, lo que nos toca decir a los que en la generaci�n apodada "futurista" vemos una generaci�n de hom�bres espiritual e intelectualmente viejos y a los que nos negamos a considerar en el escritor solamente la calidad de la obra, sepa�r�ndola o diferenci�ndola de la calidad del hombre: Elmore supo conservarse joven y nuevo al lado de sus mayores. Lo distingu�an y lo alejaban cada vez m�s de �stos su �lan y su sed juveniles. El esp�ritu de Elmore no se conformaba con antiguas y prudentes ver�dades. Su inteligencia se negaba a petrifi�carse en los mismos mediocres moldes en que se congelaban las de los p�vidos doctores y letrados que estaban a su derecha. Elmore quer�a encontrar la verdad por su pro�pia cuenta. Toda su vida fue una b�squeda, un peregrinaje. Interrogaba a los libros, interrogaba a la �poca. Desde muy lejos presinti� una verdad nueva. Hacia ella Elmore se puso en marcha a tientas y sin gu�a. Ninguna buena estrella encamin� sus pasos. Sin embargo, extravi�ndose unas veces, equivoc�ndose otras, Elmore avanz� intr�pido. Lleg� as� Elmore a ser un hombre y un escritor descontento de su clase y de su ambiente. El, caso no es raro. En las burgues�as de todas las latitudes hay siempre alma que se rebelan y mentes que protestan. IISe explica perfectamente, el que Elmore no alcanzase como escritor el mismo �xito, la misma notoriedad, que otros escritores de su tiempo. Para el gusto y el inter�s de las gentes inclinadas a admirar �nicamente, una ret�rica engolada y cadenciosa, una erudici�n solemne y arcaica � un sentimentalismo fr�volo y musical, los temas y las preocupaciones de Elmore carec�an en lo absoluto de valor y de precio. Elmore, como escritor, resultaba desplazado y extra�o. Las saetas del superficial humorismo de un p�blico empe�ado en ser ante todo elegante y esc�ptico, ten�an un blanco en el idealismo de este universitario que predicaba el evangelio de don Quijote a un auditorio de burocr�ticos Pachecos y acad�micos Sanchos. El conservantismo de los viejos �viejos a pesar, muchas veces, de sus mejillas rosadas y tersas� miraba con recelo y con iron�a el af�n de Elmore de encontrar una ruta nueva. La inquietud de Elmore le parec�a a toda esta gente una inquietud curiosamente absurda. El optimismo panglossiano y adiposo de los que perennemente se sent�an en el mejor de los mundos posibles no pod�a comprender el vago pero categ�rico deseo de renovaci�n que mov�a a Elmore. �Para qu� inquietarse, �se preguntaba� por qu� agitarse tan bizarramente? Procedente de una escuela conservadora y pasadista, Elmore ten�a la audacia de examinar con simpat�as ideas nuevas. No propugnaba abiertamente el socialismo; pero lo se�alaba y estudiaba ya como el ideal y la meta de nuestro tiempo. Elmore se colocaba por s� mismo fuera de la ortodoxia y del dogma de la plutocracia. IIIEl conflicto de la vida de Edwin Elmore, era este. Elmore �como otros intelectuales� se obstinaba en la ilusi�n y en la esperanza de hallar colaboradores para una renovaci�n en una generaci�n y una clase natural e �ntimamente hostiles a su idealismo. Se daba cuenta del ego�smo y de la superficialidad de sus mayores; pero no se decid�a a condenarlos. Pensaba que "la ley del cambio es la ley de Dios"; pero pretend�a comunicar su convicci�n a los herederos del pasado, a los centinelas de la tradici�n. Le faltaba realismo. En el fondo, su mentalidad era t�picamente liberal. Una burgues�a inteligente y progresista habr�a sabido conservarlo en su seno. Elmore tem�a demasiado el sectarismo. Era un liberal sincero, un liberal amplio, un liberal probo. Y, por consiguiente, comprend�a el socialismo; pero no su disciplina ni su intransigencia. En este punto la ideolog�a revolucionaria se mantuvo inasequible e ininteligible a Elmore. Y en este punto, por ende, se situ� casi siempre el tema de mis conversaciones con �l. Yo me esforzaba por demostrarle que el idealismo social para ser pr�ctico, para no agotarse en un esfuerzo rom�ntico y anti-hist�rico, necesita apoyarse concretamente en una clase y en sus reivindicaciones. Y yo sent�a que su esp�ritu, prisionero a�n de un idealismo un poco abstracto, pugnaba por aceptar plenamente la verdad de su tiempo. Su �ltimo trabajo, "El Nuevo Ayacucho", publicado en el n�mero de Mundial del centenario, es un acto de fe en su generaci�n. IVEn los libros de Unamuno aprendi� quijotismo. Elmore era uno de los muchos disc�pulos que Unamuno, como profesor de quijotismo, tiene en nuestra Am�rica. Sus predilecciones en el pensamiento hisp�nico �Unamuno, Alomar, Vasconcelos� reflejan y definen su temperamento. Elmore trabajaba noblemente por un nuevo iberos-americanismo. Concibi� la idea de un congreso libre de intelectuales ibero-americanos. Y, como era propio de su car�cter, puso toda su actividad al servicio de �sta idea. Ten�a una fe exaltada en los destinos del mundo y la cultura hisp�nicas. Hab�a adoptado el lema: "Por mi raza hablar� el esp�ritu". Repudiaba todas las formas y todos los disfraces del ibero-americanismo oficial. Su ibero-americanismo se alimentaba de algunas ilusiones intelectuales, como tuve ocasi�n de remarcarlo en mis comentarios sobre la idea del congreso de escritores del idioma1; pero, gradualmente, se precisaba cada d�a m�s como un sentimiento de juventud y de vanguardia. VAnte su cad�ver, hablemos y pensemos con alteza y dignidad. Puesto que Elmore fue un enamorado del sue�o de Bol�var, digamos la frase bolivariana: "Se ha derramado la sangre del justo". Callemos lo dem�s. Su muerte decide su puesto en la historia y la lucha de las generaciones. Edwin Elmore, asertor de la fe de la juventud, pertenece al Per� Nuevo. Solidario con Elmore en esa fe, yo saludo con respeto y con devoci�n su memoria. S� que todos los hombres de mi generaci�n y de mi ideolog�a ser descubren, con la misma emoci�n, ante la tumba de este hombre nuevo y puro.
NOTA:
* Publicado en Mundial Lima, 6 de noviembre de 1925 con el t�tulo "La tragedia del s�bado"; sin el p�rrafo inicial, que se refiere a la condici�n de Elmore de colaborador de esa revista y al tr�gico desenlace de la disputa entre Elmore y Chocano, fue reproducida en Repertorio Americano. San Jos� (Costa Rica), 25 de mero de 1926, con el titulo "Edwin Elmore". De este �ltimo texto, que consideramos definitivo, hemos tomado el presente art�culo (N. de los E.). 1 Ver el articulo "Un congreso de escritores hispano-americanos" en Temas de Nuestra Am�rica, p�gs. 17-21. tomo 12 de la primera colecci�n Popular (N. de los E.).
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